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Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

El huerto urbano de Chiang Mai que contribuye en la reducción del hambre en el norte de Tailandia

09 julio 2021

Aunque no es la única experiencia de agricultura de ciudad en el país asiático, se trata de un proyecto iniciado durante la pandemia con el fin de proveer alimentos a familias que perdieron su fuente de ingreso producto de la inactivación del turismo. A pesar de su innegable aporte a la nutrición, el trabajo agrícola genera beneficios sociales a toda la comunidad que se involucra en sus tareas.

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El despliegue de siembras en terrenos urbanos, por lo general más reducidos en espacio que los grandes paños rurales, producen alimentos con una calidad similar a los logrados a través de la agricultura tradicional. La experiencia en Chiang Mai en Tailandia, al igual que en otras ciudades del mundo, podrían ser una alternativa para reducir el hambre y promover la agricultura sostenible, pero también para tener ciudades más verdes. Más detalles de esta experiencia, en la siguiente nota.

Chiang Mai se organiza para evitar el hambre durante la pandemia

La ciudad de Chiang Mai en el norte de Tailandia fue destacada por la New York Food Policy por su iniciativa de convertir un vertedero en un área agrícola para contribuir a la alimentación de personas con escasos recursos. Para el logro de esta obra, fue necesaria la remoción de desperdicios, sanear la tierra y nivelar el terreno, tarea que contó con la participación de una gran cantidad de vecinos, pero también de una conocida firma de arquitectura tailandesa, previamente auditada por el Gobernador local, que participó en el diseño.

El área fue utilizada como basural durante 20 años. Tiene una extensión de 4.800 metros cuadrados y es una de las tantas áreas no aprovechadas de la ciudad que han sido identificadas por la firma de arquitectura con potencial de convertirse en un futuro en huertas urbanas, simplemente áreas verdes para contrarrestar la polución atmosférica.

Sin embargo, el sentido de esta primera granja urbana de la ciudad es que fue concebida y desarrollada durante los difíciles momentos de la pandemia del Covid-19 como una manera de proveer alimentos saludables a los residentes que perdieron sus fuentes de ingreso como resultado de la disminución casi a cero de las actividades turísticas.

A tal efecto, y teniendo en consideración que el diseño, construcción, siembra y cosecha no son procesos que se logren de la noche a la mañana, la comunidad trabajó colaborativamente para que este proyecto se haga realidad. Gracias al aporte de empresas, cooperativas y de la ciudadanía en general, se agilizaron las acciones para lograr la concreción del proyecto. Ejemplo de ello fue la donación inicial de semillas, plantas, herramientas de jardinería y fertilizantes.

Otro ejemplo es el aporte realizado por el Instituto de Desarrollo de Organizaciones Comunitarias (CODI por sus siglas en inglés) quienes además de entregar una pequeña subvención, construyeron una estructura de bambú para la realización de actividades y desplegar el mercado de los agricultores.

Una vez construida toda la infraestructura en marzo de 2020, con el terreno nivelado y camas adecuadas para el cultivo, hombres y mujeres locales comenzaron a participar activamente en el mantenimiento y cuidado de las especies. Para el mes de junio ya se contaban con frutos y vegetales creciendo sanamente y en septiembre se llevó a cabo una jornada de planificación para crear equipos de trabajo que administren las siembras. De tal manera, los primeros eventos de cosecha y distribución de los productos logrados se concretaron en noviembre de 2020.

El gobierno de Chiang Mai abarca una población de 127 mil habitantes y es el principal apoyo institucional del huerto comunitario ubicado en el centro histórico de la ciudad, junto al canal Mae Kha. Según un artículo de Supawut Boonmahathanakorn en el Instituto Internacional para el Medioambiente y el Desarrollo, alberga a cerca de dos mil quinientas familias pobres que también se han organizado para emprender acciones de limpieza e impulsar soluciones habitacionales.

Los huertos como solución al hambre y a una mayor sostenibilidad de las ciudades

Tal como sucedió en Chiang Mai, la crisis económica desatada por la pandemia ha afectado directamente la capacidad de alimentación en todo el mundo. Antes de 2020 el hambre se mostraba en franca superación en el Asia y América Latina, sin embargo con la propagación de la enfermedad los avances comenzaron a retroceder, principalmente en los países en desarrollo. No obstante lo anterior, desde antes de que se cerraran las fronteras para controlar la expansión del Covid-19, Naciones Unidas ya había hecho recomendaciones para que sus países miembros amplíen los espacios para producir alimentos orgánicos ante la necesidad creciente de una población demandante de productos de calidad.

Pero también los huertos urbanos son instancias para educar a la ciudadanía sobre la necesidad de consumir y producir alimentos saludables. De tal manera, estos espacios permiten la formación de capital social comprometido con su propio bienestar y el de sus comunidades. Esta idea se puede ver en un artículo del SDG Knowledge Hub donde señala que en estos cultivos se comparten conocimientos, valores culturales, además de ayudar a mantener las tradiciones ancestrales vinculadas con los alimentos.

Además, sostiene que la agricultura urbana provee acceso a frutas y vegetales frescos que contribuyen a la nutrición, pero también permite la realización de actividades físicas -especialmente a personas mayores- que redundan en beneficios para la salud en todas sus formas. De esta forma, los huertos urbanos además de contribuir en la disminución del hambre, que forman parte del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 3, permiten también el desarrollo de condiciones para el logro de ciudades sostenibles y resilientes, propuestas por el ODS 11.

Lo que dicen los estudios sobre la conveniencia de huertos urbanos

En una línea similar, pero con un énfasis en las contribuciones de la agricultura urbana a cumplir con los propósitos del ODS2 -además de otros ODS- fueron resaltados por Elizabeth Nicholls y su equipo en un artículo académico en la revista Sustainability Science, publicada en marzo de 2020. En esta publicación señalan que la producción de alimentos en áreas urbanas y periurbanas está siendo reconocida como una estrategia potencial para la alimentación de las ciudades en un contexto de creciente desruralización.

Desde esta perspectiva, los beneficios de la agricultura urbana permiten la entrega de provisiones de alimentos nutritivos en mercados actualmente colmados de productos procesados, o en espacios donde el acceso a comida de calidad es limitada. Más aún, afirman que buena parte de la demanda de alimentos podría satisfacerse al interior de las propias ciudades. Para ilustrar aquello, ejemplifican con el caso de Shanghai, que con una población de 24 millones de personas un 60 por ciento de los vegetales consumidos en la ciudad, además de un 90 por ciento de los huevos, son producidos al interior de la ciudad.

De igual manera, plantean que las frutas y verduras producidas en un contexto urbano son por lo general especies distintas a las rurales y que son consumidas rápidamente después de las cosechas, por lo que su contenido nutricional es mayor. Esto no sólo contribuye a una mejor alimentación, sino a lograr mejores niveles de salud y, por ende, bienestar, ya que en el caso de países latinoamericanos existe una falta de acceso a alimentos saludables y un exceso de consumo de productos altamente calóricos.

Otro estudio realizado por Zezza y Tasciotti de la FAO y publicado en 2010 en la revista Food Policy, determina con base en una pequeña muestra de países, que las huertas urbanas contribuyen en la seguridad alimentaria y en la diversificación de productos en la dieta. Esta mayor disposición de variedad y cantidades de frutas y verduras en el contexto de crisis económicas que producen alzas en los alimentos beneficia especialmente a las familias con mejores ingresos.

Estas y otras ventajas hacen que la agricultura urbana sea beneficiosa para la población. En opinión de los autores, existe evidencia suficiente para que autoridades y decisores “piensen dos veces antes de tomar acciones drásticas en contra de la agricultura urbana”. Esto porque todas las familias envueltas en el desarrollo de este tipo de actividades, se benefician tremendamente de ella. De esta manera, indudablemente los huertos urbanos deberían ser parte de las estrategias de seguridad alimentaria en las ciudades.

Huertas urbanas: una visión desde Chile

A pesar que en nuestro país la práctica de huertas urbanas comunitarias no está lo suficientemente extendida, existe una valoración positiva de sus beneficios para la población entre la comunidad académica. Para Gabriela Lankin, investigadora en el Departamento de Sanidad Vegetal de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile, los efectos son beneficiosos en varios sentidos. “El aporte de la agricultura urbana a nuestra dieta va a depender de la superficie donde se desarrolle el huerto. Hay ciudades como La Habana donde el 70 por ciento de lo que ellos consumen proviene de huertos urbanos de varias hectáreas. Entonces, si logramos cultivar grandes superficies, podríamos obtener parte de nuestros alimentos localmente”, explicó.

Otro de los aspectos donde se puede observar el beneficio de las huertas urbanas es en el tejido social. “Se establecen redes comunitarias importantes en torno al huerto, además que hay grandes beneficios sobre la salud, que tienen que ver con la salud mental y la actividad física, sobre todo en este contexto de pandemia, porque entrega una posibilidad de salir a un lugar abierto. Y también aporta beneficios ecológicos, porque se generan espacios verdes dentro de las ciudades”, agregó.

En relación a la inocuidad de los alimentos producidos, afirmó que se trata de productos más saludables. “Son más sano en la medida que se usen plaguicidas. La agricultura que nosotros conocemos, la agricultura industrial, comercial, se basa mucho en el uso de agroquímicos por las escalas de producción, entonces es muy fácil que lleguen plagas, que lleguen enfermedades, por lo tanto, normalmente se incurre en el uso de plaguicidas de origen sintético. Esto cambia cuando estamos hablando de un cultivo más pequeño y manejado de una manera más cercana, en una escala que no es industrial, porque es mucho más fácil hacer otro tipo de manejo sanitario y muchas veces, incluso, puede que no aparezcan plagas y si éstas aparecen lo hacen en menores cantidades. Desde ese punto de vista, podemos lograr productos más sanos en un huerto urbano, en el cual se hicieron manejos más respetuosos con el medio ambiente y la salud humana”, sostuvo.

En cuanto a las dificultades para desarrollar más huertos urbanos en nuestro país, afirmó que existen varios desafíos. “En Chile tenemos un mal hábito de no cuidar los espacios comunes, pero también encontrar espacios protegidos con este fin es complejo. Esto podría ser algo que se puede promover a través de políticas públicas, como por ejemplo en el uso de parques o plazas. Además, estos espacios necesitan agua. Hemos trabajado con espacios comunitarios con juntas de vecinos que sí cuentan con agua y protección contra robos y contra la entrada de animales domésticos. También debe haber una organización adecuada durante todo el año, ya que el huerto es un organismo vivo y necesita cuidados continuamente, riego, desmalezado, cosecha, siembra, etc.

Por último, valoró el potencial de los huertos urbanos por su capacidad para educar y formar ciudadanos. “Una de las iniciativas de Junaeb en su programa Contrapeso hace algunos años fue hacer huertos en los colegios y usarlos como aulas de clases, es decir, que el huerto no solamente fuera una actividad programática, sino uno de los espacios de aprendizaje para las matemáticas, la historia y el lenguaje, etc, además de aprender a cultivar. Esto es relevante en esta actividad, ya que muchos de los conocimientos agrícolas se han perdido porque antes muchas casas tenían patio, donde la gente tenía sus huertos y sus árboles frutales. Estas casas han sido paulatinamente reemplazadas por edificios sin patio, en los que el único espacio abierto es el balcón. Sería interesante promover en los niños el saber cultivar, cuándo cosechar, cómo mantener el huerto, porque los niños son grandes profesores de sus comunidades, de sus padres, de sus familias y a través de los niños el resto de la comunidad se educan”, sentenció.

Es importante entender que la agricultura urbana también puede ser desarrollada en escalas muy pequeñas como estas, donde, tal vez el aporte del huerto a la dieta será poco importante, pero igualmente tener un macetero con una planta de tomates o alguna hierba para cocinar, sin duda, será una actividad muy enriquecedora.

El desarrollo de huertas urbanas contribuye con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 2 de la Agenda 2030, de “poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible”.



Vea imágenes de la experiencia de la huerta urbana de Chiang Mai, en el siguiente video:

Por equipo Asia Pacífico: asiapacifico@bcn.cl


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