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Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

Panorama del alto costo de la alimentación saludable en Asia y América Latina

17 agosto 2020

El informe de la FAO da cuenta que en nuestra región se registra el costo más alto para acceder a una dieta mínima con un 34 por ciento mayor que el promedio global. Pero también en relación a la alimentación saludable, el costo se sitúa en los 3,98 dólares por persona que es 3,3 veces más caro de lo que puede gastar una persona bajo la línea de la pobreza. En Asia, el costo es de 3,97.

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A pesar de ser regiones con amplias áreas productivas y con un peso importante de la agricultura en la economía, el costo de frutas y verduras es alto y poco accesible para las personas más vulnerables. Parte de esto se explica por el alto volumen destinado a la exportación. En el caso de Asia, se destacan acciones como impuestos altos a las bebidas azucaradas y el fortalecimiento de los sistemas de protección social como una manera de orientar el consumo a productos más saludables. Más detalles sobre este panorama mostrado por el informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2020 de la FAO, en la siguiente nota.

Alimentos saludables poco asequibles en casi todo el planeta

Son cerca de 690 millones de personas las que en el mundo padecen hambre, lo que se traduce en un 8,9 por ciento de la población mundial. Más aún, en cuanto a la seguridad alimentaria, es decir, acceso regular a alimentos inocuos, nutritivos y suficientes, en 2019 fueron 750 millones de personas que se vieron expuestas a niveles graves de inseguridad, lo que se traduce en una de cada diez personas, según el informe.

Más aún, el panorama se dibuja de una forma poco esperanzadora, pues afirma que de continuar las tendencias recientes y los efectos de la pandemia, el número de personas con hambre se incrementaría por sobre los 840 millones de personas para el 2030, lo que significa que el ODS 2 no se cumpliría. Incluso, producto de la pandemia, se añadirían entre 80 y 130 millones de personas subalimentadas en todo el planeta.

Además del hambre que afecta a millones de personas, una disminución en la calidad de la dieta incrementa los riesgos de malnutrición, lo que paradójicamente lleva a la ingesta de alimentos ultraprocesados que contribuyen al sobrepeso y a la obesidad. El reporte indica que las dietas saludables son inasequibles para más de tres mil millones de personas, pues su costo puede ascender cinco veces más que aquellas dietas que solo satisfacen las necesidades calóricas. Incluso, supera el gasto alimentario medio en la mayoría de los países del hemisferio sur.

Esta realidad a nivel mundial se manifiesta también en América Latina y el Caribe, donde el número de personas con alimentación deficiente se ha incrementado en nueve millones entre los años 2015 y 2019. A esto debemos agregar que el costo de alimentarse es considerablemente mayor, pues para comprar una dieta que cubra las necesidades energéticas mínimas se requieren 1,06 dólares por persona, cifra 34 por ciento más cara que el promedio global. Asimismo, en cuanto al costo de una dieta saludable el de nuestra región es el más alto del mundo con 3,98 dólares por persona, es decir, 3,3 veces más caro de lo que una persona que está bajo la línea de la pobreza podría gastar.

¿Qué sucede con el hambre y la nutrición en Asia?

Según el informe, solo Asia dispone de suficientes frutas y hortalizas disponibles para el consumo humano y cumplir con el requerimiento básico de la FAO y OMS establecido en 400 gramos diarios por persona, sin embargo a pesar de los logros alcanzados por China, Asia es donde se encuentra la mayor parte de las personas subalimentadas en el planeta, con 381 millones. Esta cifra es superior a la de África -señala el informe- que cuenta con 250 millones.

Esto significa que “Asia alberga más de la mitad del total de personas subalimentadas en el mundo”. No obstante lo anterior, la prevalencia de subalimentación es inferior a la media mundial y menos de la mitad de la registrada en el continente africano. Esto por los avances demostrados en la reducción del número de personas que padecen hambre, con una cifra que se aproxima a los ocho millones de personas menos en comparación a las que había en 2015.

Algunos esfuerzos realizados en el Asia Pacífico son destacados por el informe de 2019 sobre seguridad alimentaria y nutrición en la región. En primer lugar, el cobro de impuestos a las bebidas azucaradas como una manera de combatir la obesidad. Esta política ha demostrado -según señala el informe- tener efectos visibles. En segundo lugar, la fortificación de alimentos y condimentos con hierro, ácido fólico, o vitaminas A y B. Esto ha llevado a complementar productos como arroz, harina, leche, aceites entre otros que permitirían compensar la deficiencia de algunos nutrientes.

Otra de las medidas que recomienda el organismo es seguir fortaleciendo los sistemas de protección social, ya que pueden ser más sensibles a la nutrición y guiar a las personas en situación de pobreza o vulnerabilidad a conducir de mejor manera la adversidad. Pero también destaca la capacidad que tienen los programas para aumentar el poder adquisitivo y de esta forma acceder a una dieta saludable, aunque también podrían consumir más azúcares o grasas saturadas.

Sin embargo, la importancia de los sistemas de protección social son evidentes no solo por su posibilidad de compensar económicamente a quienes tienen dificultades de acceso, ya sea en un contexto de inflación o de desastres naturales, sino también en la promoción de dietas saludables, pues en la medida que más personas reciben educación nutricional, el consumo de alimentos es más saludable, sobre todo en la alimentación de niñas, niños y adolescentes.

Dificultades en la alimentación saludable

Una opinión sobre los altos costos de la alimentación saludable en Chile y América Latina tuvo Sofía Boza, experta en economía agroalimentaria, académica e investigadora en la Universidad de Chile. Para ella, lo producido en Sudamérica no está orientado al consumo interno. “Chile exporta fruta a todo el mundo, Brasil y Argentina son graneros a nivel nacional, evidentemente la actividad agrícola tiene mucho peso en la economía y en nuestro balance comercial, pero también hay que tener en cuenta que cuando hacemos la suma y resta de lo que exportamos versus lo que producimos, lo que sale del país es mayor. Mucha de esa producción tiene como intencionalidad ser exportada”, señaló.

Asimismo, explicó la importancia de los canales de distribución y abastecimiento de la pequeña agricultura, ya que es la encargada de abastecer al mercado interno cuando gran parte de la gran agricultura se orienta a los mercados internacionales. “Es la que nos podría nutrir con alimentos variados, más asequibles para los bolsillos. Pero está desconectada de ciertos canales de distribución que están imponiendo su presencia en América Latina como son, por ejemplo, los supermercados o las tiendas de autoservicio. Toda esa cadena, ese canal moderno tiene muy poca presencia de esta pequeña agricultura que es la principal fuente de alimentos más asequibles para el consumo nacional”, agregó.

De igual manera, se refirió a otros estudios realizados en nuestro país que demostrarían que el costo de frutas y hortalizas en las ferias libres sería similar al de los supermercados. “En sectores más vulnerables, la persona que va al supermercado privilegia el ingreso, por lo tanto escoge la opción más procesada o ultra procesada porque los productos saludables son más caros. El supermercado fomenta eso y se transforma en un círculo vicioso. Pero también el horario, porque es muy difícil que una persona que trabaja en las mañanas, incluso en fines de semana pueda ir a la feria. Chile junto con Panamá son los países de América Latina donde los supermercados tienen una inserción más alta”, sostuvo.

Por último, reflexionó sobre algunos de los pasos a seguir para revertir el problema de la desnutrición y subalimentación. “Hemos estado muy al debe, esto a nivel regional. Deberíamos ver el tema de la nutrición junto con el de la agricultura de una forma más pareja y relacionada. Siento que esto está cambiando pero muy segmentariamente porque entre la gente de la agronomía, en muchos casos, siguen preocupados de la agroexportación. Entonces, creo que hemos estado muy deslumbrados con exportar y ha faltado la visión de cómo sustentar de mejor manera los mercados internos, un trabajo más conjunto con la gente que está a lo largo de todo el sistema alimentario”, sentenció.


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