Boletín de Novedades Bibliográficas
Nº 26 | Octubre 2024
Resumen y análisis del libro: "El amanecer de todo: una nueva historia de la humanidad"
Síntesis del libro
Los autores intentan trazar una nueva interpretación de los orígenes de la humanidad, recogiendo datos y teorías de los últimos cincuenta años que no han sido asimilados por parte de las corrientes dominantes del pensamiento arqueológico, antropológico, histórico y político moderno.
El primer capítulo se titula “Adiós a la infancia de la humanidad” y explica por qué el libro no se centra en el origen de la desigualdad, sino en el estancamiento de nuestra capacidad de imaginar alternativas al sistema económico-político imperante. Para entender este estancamiento, los autores se retrotraen al debate ilustrado del siglo XVIII. Así, en el segundo capítulo (“Maldita libertad”) argumentan que gran parte de dicho debate se nutrió de las visiones críticas de los indígenas sobre el Viejo Mundo, expresadas generalmente en crónicas de viajeros, libros de gran popularidad que entonces circulaban profusamente por Francia y el resto de Europa. A modo ejemplar, los autores destacan los discursos de Kondiaronk, jefe de la tribu wyandot durante el siglo XVII. Estos discursos dan cuenta de una opinión profundamente crítica de los nativos hacia las instituciones de sus invasores, especialmente por su falta de libertad personal. Los autores sostienen que los indígenas entendían la libertad de forma distinta a la europea, y por lo tanto no veían una contradicción entre una fuerte ligazón comunitaria y la libertad (en este sentido, tampoco contraponían libertad e igualdad).
Se propone, pues, una inversión del punto de vista occidental: ¿qué tal si los indígenas americanos tenían una larga historia de discusión política y, por ende, habían logrado evitar deliberadamente la creación de instituciones que generaran una opresión permanente sobre ellos? Y, si eso es cierto para los indígenas americanos, ¿podría ser cierto para las múltiples formaciones sociales que existieron en épocas anteriores? El tercer capítulo (“Descongelando la Edad de Hielo”) se dedica a explorar esta posibilidad.
En el capítulo siguiente (“Gente libre, el origen de las culturas y el advenimiento de la propiedad privada”), los autores se detienen en diversos ejemplos de la más reciente literatura arqueológica que demostrarían que la ausencia de sociedades agricultoras en América tuvo relación con una estrategia deliberada de las sociedades recolectoras para evitar la configuración de sociedades jerárquicas.
El quinto capítulo (“Hace muchas temporadas”) profundiza esta línea de investigación, haciendo un zoom en dos sociedades que convivieron en Norteamérica, pero desarrollaron organizaciones políticas radicalmente distintas (unos esclavistas, otros igualitarios). Aquí se explora la posibilidad de que gran parte de las diferencias entre sociedades que comparten las mismas “áreas culturales” se produzcan debido a procesos de esquizogénesis, es decir, a la tendencia de las sociedades humanas a definirse “en oposición a sus vecinos” (p. 219).
El sexto capítulo (“Los jardines de Adonis”), en tanto, se centra en las estrategias que desarrollaron los pueblos del Neolítico para evitar la agricultura, particularmente a través de lo que los autores denominan “agricultura lúdica”, que no decantaba en instituciones de carácter permanente centradas en la obtención de un excedente de producción. En la misma línea, el capítulo siguiente (“La ecología de la libertad”) da cuenta de cómo muchas sociedades humanas fueron por mucho tiempo proclives a “entrar y salir (libremente) de la agricultura” (p. 324).
Por otro lado, el capítulo octavo (“Ciudades imaginarias”) expone diversos hallazgos arqueológicos de ciudades primitivas que habrían tenido características igualitarias. Lo relevante de estos hallazgos es que rompen con la narrativa tradicional, según la cual “ciudades, estados, burocracias y clases sociales surgen a la vez” (p. 351). Esto demostraría “una variabilidad tan extrema como para implicar, desde sus inicios, una experimentación consciente con la forma urbana” (p. 352). El capítulo noveno (“Oculta a plena vista”) se centra más específicamente en algunos ejemplos mesoamericanos que demostrarían esta variabilidad, así como la evidencia de estructuras de organización que podríamos denominar democráticas.
Este estudio sirve como preámbulo para el capítulo más extenso del libro (“¿Por qué el Estado no tiene origen?”). Aquí los autores exponen su propia teoría de qué es lo que deberíamos entender por Estado, para evitar calificar impropiamente como Estados a regímenes de gobierno premodernos. Luego, se enfocan en diversos ejemplos concretos de organizaciones políticas que evitaron deliberadamente la configuración estatal o simplemente no lograron establecer sistemas de dominación equivalentes a los modernos debido a la resistencia de los gobernados. Así, argumentan que el Estado moderno no habría sido, en realidad, un destino manifiesto de la humanidad sino una suerte de anomalía histórica.
El capítulo 11 (“Completar el círculo”) regresa a Norteamérica para postular que, algunos siglos antes de la llegada de los europeos, se desarrolló allí un régimen de gobierno que intentó avanzar hacia la configuración estatal, pero encontró una fuerte resistencia y terminó generando una suerte de memoria histórica indígena respecto de las diversas formas de opresión existentes, lo que habría sustentado, en parte, la crítica indígena al modelo político europeo.
Los autores terminan con un recuento de lo visto en los capítulos anteriores y una reflexión general sobre la forma (errada) en que habríamos entendido hasta ahora la historia humana: “Si algo fue terriblemente mal en la historia de la humanidad (…) tal vez comenzó a ir mal precisamente cuando la gente empezó a perder la capacidad de imaginar y representar otras formas de existencia” (p. 614).
Comentario general
Graeber y Wengrow explican diversos hallazgos arqueológicos y antropológicos que rompen con la narrativa del evolucionismo social. Esta narrativa postula que existiría un recorrido lineal desde sociedades simples a sociedades complejas, desde los cazadores-recolectores a los agricultores, y así hasta llegar al sistema capitalista. Además de cuestionar la base de estas ideas –por ejemplo, postulan que las sociedades recolectoras no eran necesariamente simples-, plantean la existencia de trayectorias de ida y vuelta entre distintas configuraciones sociales, así como de entrada y salida a la agricultura y a regímenes de gobierno más “complejos”.
En el fondo, discuten con autores como Yuval Noah Harari (Sapiens: de animales a dioses) o Jared Diamond (Armas, gérmenes y acero)1 , quienes defenderían la existencia de una trayectoria unívoca de la humanidad desde la prehistoria hasta nosotros. Para Graeber y Wengrow, esas visiones suelen modelar el pasado a partir del período actual, dando por sentado la linealidad de los procesos históricos.
Por otro lado, el libro desafía las lecturas eurocéntricas de la historia humana, rescatando el pensamiento de oradores indígenas americanos y cuestionando algunos de los supuestos básicos con que operó por mucho tiempo la antropología (como la incapacidad de las sociedades “tradicionales” para cuestionarse a sí mismas y deliberar sobre su organización social). Asimismo, los autores sustentan gran parte de sus interpretaciones en la antropología feminista.
La principal tesis del libro es que a lo largo de la historia humana han existido diversas formaciones sociales que no han llevado a sus pueblos indefectiblemente hacia una organización que deviene Estado, lo que, por su parte, también permite imaginar nuevas formas de organización política en nuestro futuro que no pasen necesariamente por la configuración estatal (o, al menos, por el paradigma del Estado-nación). Aunque los autores se centran especialmente en el eje político, la misma idea aplica para el sistema económico.
Ahora bien, el principal debate teórico en el que se inserta este libro es el del origen del Estado. Se trata de un debate que ha estado arraigado, por lo general, en postulados hipotéticos o en ejercicios mentales, más que en la evidencia científica. E incluso en este plano abstracto, las categorías filosóficas con las que se piensan el Estado, la soberanía y la política continúan siendo, a grandes rasgos, las mismas que se utilizaban en el siglo XVIII. En el fondo, las viejas teorías contractualistas siguen operando implícitamente al interior de la maquinaria del poder estatal, como mecanismos de justificación y legitimación.
Para desbaratar estas teorías, los autores formulan, primero, una crítica a Hobbes, es decir, a la idea de que, en ausencia de Estado, la sociedad caería en una guerra de todos contra todos (y tendríamos, por tanto, una vida pobre, bruta y breve). Para sustentar su crítica, los autores se remiten a múltiples ejemplos a lo largo de la historia, demostrando que se trata de una idea que no tendría asidero en la investigación antropológica. Por cierto, autores hobbesianos como Carl Schmitt refutarían de inmediato esta crítica, aludiendo al carácter hipotético y no empírico de la aseveración de Hobbes. En realidad, el Leviatán hobbesiano es un símbolo de la unidad política originaria frente a las amenazas de disolución que ella misma contiene en su interior; es un supuesto teológico-político que le permite al autor conjurar su símbolo contrario: el Behemoth, es decir, la revolución y la anarquía2 . Sin embargo, justamente el punto de Graeber y Wengrow es que, durante muchos milenios y en muchas latitudes, lo que un pensador moderno tildaría como “monstruo” anárquico no fue considerado como algo negativo. Más relevante que la configuración de una unidad teológica-política era la posibilidad del buen vivir, caracterizado por tres libertades básicas: “1. La libertad de trasladarse físicamente, de mudarse del entorno. 2. La libertad de ignorar o desobedecer órdenes dadas por otros. 3. La libertad de crear realidades sociales totalmente nuevas, o de alternar entre realidades sociales diferentes.” (p. 615). Es decir, existirían pruebas arqueológicas de que la ausencia de un Estado no habría llevado necesariamente al ser humano a vivir una vida pobre, bruta y breve, como temía Hobbes.
Ahora bien, esto no significa que los autores lleven agua al molino contrario, es decir, a la teoría rousseauniana: “El modelo de Rousseau de la sociedad humana (…) implica tres fases: un totalmente imaginario estado de naturaleza en el que los individuos vivían en estado de aislamiento; una fase de salvajismo en la Edad de Piedra, tras la invención del lenguaje (…); por fin, la civilización, tras la invención de la agricultura y la metalurgia. Cada una de ellas marca una caída moral” (p. 86). El problema de esta visión –argumentan los autores- es que no deja cabida a visiones alternativas; frente al estado de naturaleza imaginario, donde los seres humanos habrían vivido en libertad, pero relativamente aislados, aparece la sociedad como un “paquete” que conlleva necesariamente el encadenamiento y la desigualdad. Esto, sin embargo, contrastaría con la evidencia de múltiples sociedades a lo largo de la historia que han logrado eludir este destino.
Así, los autores sostienen que existirían pruebas arqueológicas que demostrarían una tesis planteada en los años 70 por Pierre Clastres3 . Esta tesis sostiene que muchos pueblos indígenas se habrían organizado conscientemente para evitar la conformación de “formas de poder y dominación arbitrarias que asociamos con «sistemas políticos complejos»” (p. 143).
Los autores entienden que los postulados de Rousseau –al igual que los de Hobbes- son ejercicios mentales y no aseveraciones empíricas. Sin embargo, uno de sus objetivos es, justamente, demostrar el carácter mítico de estas visiones: “El mito no es, en este caso, en sí mismo el problema. (…) Así como todas las sociedades tienen su ciencia, todas tienen también sus mitos. El mito es la manera en que las sociedades humanas dan estructura y sentido a la experiencia. Pero las grandes estructuras míticas que hemos desplegado en los últimos siglos sencillamente ya no funcionan; es imposible conciliarlas con las pruebas que tenemos ante los ojos, y las estructuras y significados que impulsan resultan cursis, gastados y políticamente desastrosos” (p. 642).
En resumen, este es un libro que trabaja en tres niveles: en un primer nivel es un amplio esquema de divulgación de investigaciones relativamente recientes en los ámbitos de la arqueología, antropología e historia. En un segundo nivel, intenta articular una narrativa alternativa –y, por ende, en muchos casos provocadora- a la narrativa dominante sobre el origen de la humanidad. Finalmente, en un tercer nivel, es un ensayo crítico que busca remover ciertas ideas preconcebidas sobre la sociedad actual. En este plano, como ya vimos, se enfrenta a múltiples supuestos teóricos que suelen operar inadvertidamente como “sentido común” de nuestros debates académicos. Por esta razón podría considerarse como una lectura necesaria para los tiempos que corren, donde se hace cada vez más imperioso el desarrollo de la imaginación política para pensar nuevas alternativas de sociedad.
Todas las referencias se hacen al libro reseñado, excepto allí cuando se indique otra cosa.
David Graeber (Nueva York, 1961) fue antropólogo de profesión, obtuvo su doctorado en la Universidad de Chicago y se desempeñó como profesor en la Universidad de Yale y en la London School of Economics. Autor de múltiples publicaciones, destacan sus libros En deuda: una historia alternativa de la economía (2012) y Trabajos de mierda: una teoría (2018), entre otros. Cabe destacar que este último libro se encuentra disponible en el catálogo de la BCN. Además de su trabajo como académico, tuvo una larga trayectoria de activista político con la IWW (Industrial Workers of the World) y participó en el movimiento Occupy Wall Street. Falleció el año 2020.
David Wengrow (Inglaterra, 1972) es un arqueólogo doctorado de la Universidad de Oxford que ha desarrollado su carrera profesoral en el Instituto de Arqueología de la University College London. Ha escrito múltiples trabajos académicos y entre sus libros destaca What Makes Civilization?: The Ancient Near East and the Future of the West (2010), entre otros.
1. Ambos libros disponibles en el catálogo de la BCN.
2. “El Estado es para Hobbes evitación permanente de la guerra civil gracias a un poder gigantesco. De ahí que uno de los dos monstruos, el Leviathan, “el Estado”, sojuzgue siempre al otro, el “Behemoth”, la Revolución” (SCHMITT, Carl. El Leviathan en la teoría del Estado de Tomás Hobbes [traducido por Javier Conde], Struhart & Cía, Buenos Aires, 2002, p. 21, disponible en el catálogo BCN).
3. Antropólogo francés conocido por sus estudios sobre los pueblos guaraní, guayakí y yanomani, en Paraguay, Brasil y Venezuela. Sus libros más conocidos son Arqueología de la violencia: la guerra en las sociedades primitivas y la colección de ensayos La sociedad contra el Estado (este último se encuentra disponible en el catálogo de la BCN). Murió en 1977 a la edad de 43 años.