Se postula que la confluencia de una serie de factores en la coyuntura económica internacional al comenzar los noventa, hacen imperativo que Chile asigne la máxima prioridad a sus relaciones económicas con el viejo continente. Chile no califica para muchos de los programas tradicionales de ayuda al desarrollo. Por otra parte, la tendencia predominante en Europa es enfatizar mecanismos alternativos destinados a facilitar la acción de agentes económicos privados más que a continuar descansando en la acción gubernamental directa. Para aprovechar las oportunidades que ofrece el mercado europeo se requiere una política que combine en forma dinámica los esfuerzos del gobierno de Chile, del sector privado chileno y de inversionistas europeos.