1953 - 1973

Cultura y vida cotidiana de los chilenos

Desde mediados de los años sesenta la política entró en una dinámica polarizada y centrífuga con proyectos globalizantes y excluyentes. La sociedad daba cuenta de ello y las elecciones en tres tercios de 1970 lo grafican claramente.
En el campo de la vida de las personas y de su interacción en la dimensión del consumo cultural es posible advertir una vertiginosa creatividad, una explosión de sentidos efervescente en diferentes esferas. La vida era urgente y los nuevos desafíos requerían respuestas nuevas y movilizadoras.

Si bien el programa de gobierno de la Unidad Popular consignaba una propuesta de política cultural que no alcanzaría a desarrollarse ni implementarse totalmente, el mundo de la cultura adquirió autonomía y velocidad, buscando hacer llegar a todos los hombres y mujeres, particularmente los más desposeídos y ajenos al acontecer cultural, un espacio popular, integrando a los trabajadores al quehacer artístico, en la música, en el cine, en el acceso a los libros, en el teatro popular, en fin, en todas las áreas de creación y educación.
Asimismo, la idea de incluir a los postergados a la cultura –deselitizándola- por parte del mundo artístico e intelectual, conllevaba la necesidad de establecer condiciones sociales que permitieran fortalecer la idea de un hombre nuevo, de una cultura nueva sintonizada con el avance imparable hacia una sociedad socialista.

Todo era nuevo: la Nueva Canción, el Nuevo cine, el horizonte se expandía y el cielo era el límite. La música de raíz folclórica se reinterpretó con letras políticas y contenidos emancipadores a través de artistas emblemáticos como Quilapayún, Inti-Illimani y Víctor Jara, el cine se acercó a las problemáticas sociales –“Voto más fusil”, “Ya no basta con rezar”, “Valparaíso mi amor”, etc.- abandonando los guiones urbano rurales de comedia postal costumbrista, que por esos años eran los más populares para el espectador de cine local.

Pero los medios de comunicación tradicionales como la televisión y la radio también tuvieron un desarrollo intenso, con programación novedosa, y popular en el campo de la entretención –“Música Libre”, “La Manivela”, “Sábados Gigantes”- de la información y el debate político –“A esta hora se improvisa”, entre otros-. Asimismo la radio, el medio por excelencia, vivió una época dorada en la entretención familiar con los radioteatros – “Lo que cuenta el viento”, “Residencial La Pichanga”- y los noticieros diarios, al nivel que el Estado compró algún medio radial para tener espacio e injerencia.

La prensa diaria impresa también tuvo un rol fundamental en el debate político y de trinchera, teniendo cada partido o movimiento un medio propio que colgaba a diario su discurso en los kioskos del centro de la ciudad, una marquesina política polarizada y agresiva. Junto a ello, las revistas conservaban una amplia cobertura a distintos mundos, la mujer -Paula, Eva- los niños –Mampato, Barrabases, Condorito- la juventud –Ritmo-, el deporte –Estadio, entre muchas otras-.

Asimismo, dimensiones como la literatura y el teatro alcanzaron amplia cobertura con la editorial Quimantú –ex Zigzag-, además del premio nobel a Pablo Neruda, la irrupción de los artefactos de Nicanor Parra, la dramaturgia social de Alejandro Sieveking y Víctor Jara, el teatro experimental del teatro Aleph y la propuesta original del Ictus, por nombrar algunos.

En fin, la arquitectura de la época, fines de los sesenta en adelante, sintetizada en obras como el edificio sede de la Cepal, la veloz construcción del edificio para la Unctad III, el diseño nacional plasmado en artículos como televisores, la IRT, automóviles como el famoso Yagán, hablan de una orientación modernizante, de producción local de artículos de masas, sustitutiva de importaciones.

En definitiva, fueron años de producción cultural masiva, de diferentes orientaciones, en que cada formato tenía un discurso que entregar y un horizonte al cual dirigirse. Todo ello quedó suspendido el 11 de septiembre de 1973.

Intensidad. Vértigo. Golpe. Silencio.


Fotografía de Martín Bowen

Martín Bowen

Historiador

"El proyecto cultural de la izquierda chilena durante el gobierno de Salvador Allende operó en diversas dimensiones en la construcción y elaboración del camino hacia el socialismo. Por una parte, como hemos visto, estuvo marcado por la impronta crítica, que se manifestaba sobre todo en la voluntad de formar un pueblo autónomo, independiente y soberano. El proyecto de desalienación –tal cual como era concebido por los teóricos y artistas de izquierda– era sin lugar a dudas el núcleo fundamental del camino al socialismo, constituyéndose así, probablemente, en el proyecto ilustrado más ambicioso de la historia nacional. Si la Ilustración consiste, retomando parcialmente la famosa propuesta de Immanuel Kant, en despojar a los individuos de toda tutela sobre su pensamiento, la propuesta crítico-inmunológica de la izquierda chilena se enmarcaría sin lugar a dudas dentro de ella. A partir de la búsqueda de esta autonomía crítica se fundaría, en última instancia, la vía chilena al socialismo (que aspiraba a ser democrática), pues su particularidad residía en la posibilidad de instaurar el socialismo con la venia voluntaria –autónoma– del pueblo."

Martín Bowen Silva, « El proyecto sociocultural de la izquierda chilena durante la Unidad Popular. Crítica, verdad e inmunología política », Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En ligne], Débats, mis en ligne le 21 janvier 2008, consulté le 23 mai 2023.


Fotografía de Claudia Bossay

Claudia Bossay

Especialista en estudios de cine

"Durante estos años [1970-73] se contó con una tremenda claridad para valorar el presente. Se filmaron cortos, documentales y películas de ficción sobre el día a día de la Unidad Popular, sobre los empoderamientos ciudadanos y sobre las ya evidentes divisiones al interior de la izquierda. Algunos ejemplos son: Ya no basta con rezar de Aldo Francia (1972), La expropiación de Miguel Littin y Palomita blanca de Raúl Ruiz (ambas de 1973) y las primeras cintas de la trilogía de la UP de Helvio Soto, por nombrar algunas. Esto forjó un espacio de representación y crítica sumamente lúcido, caracterizado por no ser complaciente. Las representaciones de las divisiones dentro de la propia izquierda, la apatía de la oposición, la polarización de las opiniones políticas, la empoderación del pueblo por sobre los límites esperados por las políticas del gobierno, son representadas en estas cintas como parte de la cotidianeidad de los últimos días del gobierno de la Unidad Popular, y también como motores narrativos de las diversas historias (…) También está el caso de El primer año bajo la dirección de Patricio Guzmán (1972), que junto a la cinta de Littin [Compañero Presidente, 1971] reflejan una necesidad no sólo de reflexionar y representar el presente –además de empoderar al pueblo, como hemos visto en los casos anteriores– sino que buscan difundir el mensaje del gobierno, registrar las reacciones del pueblo e informar sobre los avances y fracasos del proyecto de la Unidad Popular".

Claudia Bossay, "El Protagonismo de lo Visual en el Trauma Histórico: Dicotomías en las Lecturas de lo Visual Durante la Unidad Popular, la Dictadura y la Transición a la Democracia", Comunicación y Medios N°29, 2014, Instituto de la Comunicación e Imagen. Universidad de Chile.


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