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Historia de la Ley

Historia de la Ley

Nº 19.588

Elimina el 11 de septiembre como feriado legal.

Téngase presente

Esta Historia de Ley ha sido construida por la Biblioteca del Congreso Nacional a partir de la información disponible en sus archivos.

Se han incluido los distintos documentos de la tramitación legislativa, ordenados conforme su ocurrencia en cada uno de los trámites del proceso de formación de la ley.

Se han omitido documentos de mera o simple tramitación, que no proporcionan información relevante para efectos de la Historia de Ley.

Para efectos de facilitar la revisión de la documentación de este archivo, se incorpora un índice.

Al final del archivo se incorpora el texto de la norma aprobado conforme a la tramitación incluida en esta historia de ley.

1. Primer Trámite Constitucional: Cámara de Diputados

1.1. Moción Parlamentaria

Moción de Felipe Valenzuela Herrera, Jaime Rocha Manrique, Guillermo Ceroni Fuentes, Enrique Krauss Rusque, Edmundo Salas de La Fuente, Jaime Enrique Jiménez Villavicencio, Luis Pareto González, María Antonieta Saa Díaz, Sergio Velasco de la Cerda y Gabriel Ascencio Mansilla. Fecha 10 de junio, 1998. Moción Parlamentaria en Sesión 7. Legislatura 338.

ELIMINA EL 11 DE SEPTIEMBRE COMO FERIADO. (BOLETÍN N° 2185-06)

Moción de los Diputados señores Pareto, Krauss, Ascencio, Jiménez, Salas, Valenzuela, Rocha, Velasco, Ceroni y de la Diputada señora María Antonieta Saa.

I. ANTECEDENTES.

El 11 de septiembre se encuentra establecido como feriado por la ley Nº 18.026. Constituye uno de los varios feriados que consagra nuestra legislación.

En el último tiempo, el Parlamento ha tenido ocasión de discutir no sólo la supresión de este feriado, sino el traslado a los días lunes a varios otros.

Lo que justifica la presentación en esta oportunidad del presente proyecto de ley, radica en que en este año se cumplen 25 años desde el 11 de septiembre de 1973. Ello otorga la perspectiva histórica suficiente para abordar un debate serio y profundo sobre la justificación de este feriado.

II. FUNDAMENTOS DE LA SUPRESIÓN.

Existen variados argumentos para sostener la eliminación del 11 de septiembre como feriado nacional. Entre otras razones, podemos anotar las siguientes:

1. No se enmarca en ninguna de las categorías de feriados.

Nuestra legislación contempla una gran cantidad de feriados. En primer lugar, se encuentran los feriados de connotación religiosa, entre ellos Semana Santa, Corpus Christi, 29 de junio, 15 de agosto, 1º de noviembre y el 8 y 25 de diciembre. En segundo lugar, se encuentran las fiestas nacionales, es decir; el 18 y 19 de septiembre y el 21 de mayo. En tercer lugar, están las conmemoraciones internacionales de ciertos acontecimientos. En esta categoría se encuentra el 1º de mayo y el 12 de octubre. En cuarto lugar, están las fiestas nacionales. En esta situación se encuentra el 1º de enero. Finalmente, existen feriados de otra naturaleza, como los domingos, los días de votación, el feriado bancario.

En ninguna de estas categorías se encuentra el 11 de septiembre. Éste constituye una categoría aparte, aislada de las demás. Por lo mismo, no tiene ni el sentido ni el contenido de los otros feriados, pues ninguno de ellos recuerda enfrentamientos entre chilenos. El 11 de septiembre equivale a hacer feriado el día de las batallas de Concón y Placilla.

2. La perspectiva de futuro.

La supresión del 11 de septiembre no es una afrenta a las Fuerzas Armadas y al Ejército en particular. Éste tiene su día, el 19 de septiembre en que el país entero celebra sus glorias. Ambas fechas no tienen comparación. Dentro de cincuenta años, las generaciones futuras seguirán rindiendo pleitesía al 19 de septiembre, pero les parecerá absurdo el 11 de septiembre. Para aquellos que les ha tocado vivir el 11 de septiembre directamente o sus efectos, éste podría tener sentido, pero a medida que la perspectiva histórica aumenta evidentemente pierde significación. Por lo mismo, todo aconseja no mantenerlo como feriado.

Es más; la generación que protagonizó el 11 de septiembre le debe a las generaciones futuras dejar saneado el pasado, arreglar los conflictos, superar las divisiones. No puede hipotecar el futuro de personas que no participaron en las decisiones o en las omisiones de entonces.

En consecuencia, por el futuro es que el 11 de septiembre debe ser suprimido, pues esta fecha encarna el pasado, con sus traumas, heridas y divisiones. El futuro, en cambio, debe presentarse abierto, limpio, lleno de desafíos e inquietudes.

3. El feriado: una calificación histórica apresurada.

Existe consenso, o al menos coincidencia de opiniones, en todos los sectores de la sociedad nacional, en torno a un aspecto central de los acontecimientos del día 11 de septiembre de 1973.

En efecto, no obstante que algunos le dan el carácter de movimiento de liberación y que para otros representa justamente lo contrario, todos consideran que en ese momento histórico se concentran multiplicidad de fallas, errores, equivocaciones, odiosidades y antagonismos al interior de nuestra sociedad. De ese modo, a pesar de que el sentido de la “conmemoración” puede ser distinto, incluso radicalmente diferente, lo que se conmemora resulta idéntico en este punto para todos.

A partir de esta visión común sobre lo ocurrido el 11 de septiembre, pueden existir, como de hecho existen, diversas interpretaciones acerca de su necesidad, su sentido, su resultado, su valía o demérito. Pero si lo común para la mayoría de los ciudadanos chilenos es que esa fecha es demostrativa de profundas divisiones, antagonismos y errores, éste debe ser el aspecto que ilumine o ilustre la conveniencia de su celebración.

No parece prudente que se festeje un acontecimiento que para todos, o al menos la mayoría, tiene esa significación. Es más, parece extraño a la naturaleza humana congratularse de los errores del pasado; resulta incoherente con la necesidad de perfeccionamiento de las sociedades, con la intención general de corregir y superar nuestros defectos y construir hacia el futuro.

En el mismo sentido, la existencia de distintas visiones o interpretaciones acerca de la valía o perjuicio de lo acaecido en esa fecha, el hecho de que para unos sea motivo de dolor y duelo y para otros lo sea júbilo o alegría sólo demuestra que no existe un juicio histórico sobre su sentido y naturaleza.

Por el contrario, si se analizan las distintas visiones sobre sus efectos, su necesidad y su sentido, se puede observar que hasta ahora sólo existen opiniones personales o subjetivas sobre la materia, acercamientos más o menos objetivos e ilustrados por la personal experiencia o conocimientos de tales sucesos.

Ello no es un error ni una incapacidad de nuestra sociedad, sólo representa o expresa la necesidad de un juicio histórico sobre lo ocurrido en nuestro país en las últimas décadas, alejado de los antagonismos y divisiones que dicha fecha implica.

Para ello es imprescindible permitir que sea la historia quien efectúe un juicio, que los procesos evolutivos naturales de toda sociedad generen una visión completa, global, desapasionada e integral de los acontecimientos del pasado. Este juicio, claro está, no puede ser suplido por una ley. Es más; la prematura calificación legal de estos sucesos, antes de que la historia proporcione esa evaluación global, constituye un obstáculo para los necesarios procesos sociales que nos llevarán a esa visión común y desapasionada de un hecho reciente que aún nos divide.

En este sentido, la falta de esa visión o juicio histórico, permite apelar a aquello que ahora, en estos días, es común a todos o a la gran mayoría, es decir, que los hechos del 11 de septiembre de 1973 concentran o expresan un cúmulo de errores, equivocaciones, divisiones y antagonismos entre los chilenos. Esta sola consideración es fundamento suficiente para la eliminación de su carácter de feriado nacional. Nadie quiere, o al menos, nadie sanamente debería querer, festejar una fecha que refleje crisis, división y enfrentamiento en una sociedad.

4. Modernización del país.

Tal como quedó demostrado más arriba, tenemos una gran cantidad de feriados. Este Parlamento ha intentado trasladar varios feriados de los días martes, miércoles o jueves, al día lunes. Los feriados en medio de la semana afectan los niveles de productividad y la actividad comercial, interrumpen la semana escolar e impiden un efectivo desarrollo del turismo interno.

El 11 de septiembre tiene una connotación para todos los chilenos que no la da el hecho de que sea feriado. Todos saben lo que fue el 11 de septiembre de 1973; todos tienen su opinión. El carácter feriado de ese día no transforma esa realidad.

Ello fundamenta su eliminación. Si el feriado no agrega nada, corresponde suprimirlo. Nuestro país debe avanzar en tener los feriados estrictamente necesarios y sacar de su agenda aquellos que no tienen una clara significación.

En mérito de todo lo anterior, venimos en proponer el siguiente:

PROYECTO DE LEY

Artículo único.- Derógase la Ley Nº 18.026”.

1.2. Informe de Comisión de Gobierno

Cámara de Diputados. Fecha 01 de julio, 1998. Informe de Comisión de Gobierno en Sesión 13. Legislatura 338.

INFORME DE LA COMISIÓN DE GOBIERNO INTERIOR, REGIONALIZACIÓN, PLANIFICACIÓN Y DESARROLLO SOCIAL RECAÍDO EN EL PROYECTO DE LEY QUE SUPRIME EL FERIADO DEL 11 DE SEPTIEMBRE.

BOLETÍN Nº2185-06-1

HONORABLE CÁMARA:

Vuestra Comisión de Gobierno Interior, Regionalización, Planificación y Desarrollo Social pasa a informaros el proyecto de ley, de origen en una Moción suscrita por los señores Ascencio, Ceroni, Jiménez, Krauss, Pareto, Rocha; Saa, doña María Antonieta, Salas, Valenzuela y Velasco, en primer trámite constitucional y con urgencia calificada de suma, que deroga la ley N°18.026, que establece el feriado del 11 de septiembre..

I.- ANTECEDENTES GENERALES.

La ley Nº2977, del año 1915, estableció los siguientes feriados:

a) Los domingos de todo el año;

b) Los festivos correspondientes al 1º de enero, 15 de agosto, 1º de noviembre, 08 y 25 de diciembre;

c) Los días viernes y sábado de la Semana Santa, y

d) El 18 y 19 de septiembre y el 21 de mayo.

La ley Nº18.700, Orgánica Constitucional sobre Votaciones Populares y Escrutinios, prescribe como feriado legal el día en que se lleven a efecto plebiscitos o elecciones de Presidente de la República o Parlamentarias.

Las leyes Nºs. 18.026, 18.432, 18.607 y 18.620 señalan, como feriado legal, los días 11 de septiembre, 29 de junio, el día correspondiente a Corpus Christi y el 1º de mayo, respectivamente.

La Ley General de Bancos declara feriado bancario los días sábado y el 31 de diciembre de cada año.

El Estatuto Administrativo dispone que los funcionarios públicos no estarán obligados a trabajar las tardes de los días 17 de septiembre, como, tampoco, las del 24 y del 31 de diciembre, sin perjuicio de la facultad que entrega, su artículo 60, al Jefe Superior de la institución, al Secretario Regional Ministerial y al Director Regional, según el caso, de ordenar trabajos extraordinarios, por razones de tareas impostergables que hayan de cumplirse.

Cabe destacar que la ley Nº16.840 suprimió los feriados del 29 de junio y las festividades correspondientes a Corpus Christi y a la Ascención del Señor, habiendo sido restablecidos, según se indicara, los dos primeros por los textos legales también señalados.

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Los autores de la moción la justifican señalando, como argumento principal, el hecho de que en éste se cumplen 25 años desde el 11 de septiembre de 1973, lo que otorga la perspectiva histórica suficiente para abordar un debate serio y profundo sobre la razón de ser de este feriado.

Así, explicitan cuatro fundamentos que abonarían tal supresión:

a) No se enmarca en ninguna de las categorías de feriado que consagra nuestra legislación: los de connotación religiosa, las fiestas nacionales, las conmemoraciones internacionales, las fiestas internacionales y los feriados de otra naturaleza, tales como los domingos, los días de votación y el feriado bancario. Por lo mismo, no tiene el sentido ni el contenido de los aludidos feriados, pues ninguno de ellos recuerda enfrentamientos habidos entre chilenos.

b) La perspectiva de futuro: Los referidos Diputados afirman que la eliminación del 11 de septiembre no puede ser considerada una afrenta a las Fuerzas Armadas, y al Ejército en particular, puesto que es el 19 de septiembre el día en que todo el país celebra sus Glorias. Agregan que para aquéllos que les ha tocado vivir esa fecha en el año 1973, directamente o en sus efectos, ésta podría tener sentido; pero a medida que la perspectiva histórica aumenta, ello pierde significación. Visualizan como un deber de la generación que protagonizó aquél día, dejar saneado el pasado a las generaciones futuras, suprimiendo este feriado que encarna un pretérito con sus traumas, heridas y divisiones.

c) El feriado: una calificación histórica apresurada. Expresan que, a pesar que el sentido de la conmemoración puede ser distinto, incluso radicalmente diferente, existe consenso o al menos coincidencia de opiniones en todos los sectores de nuestro país en considerar que en ese momento histórico se concentran multiplicidad de fallas, errores, odiosidades y antagonismos al interior de nuestra sociedad, por lo que no parece prudente mantener un feriado con tal significación. Es más, parece incoherente con la necesidad de perfeccionamiento de la sociedad. El hecho de que tal día para unos sea motivo de dolor y duelo, y para otros lo sea de júbilo o alegría, sólo demuestra que no existe un juicio histórico sobre su sentido y naturaleza; lo que no representa en sí un error o una incapacidad de nuestra sociedad, sino la falta de perspectiva acerca de lo ocurrido en Chile en 1973. Resulta imprescindible permitir que sea la historia quien juzgue y que los procesos evolutivos naturales de toda sociedad generen una visión completa, desapasionada e integral de los acontecimientos del pasado

d) Modernización del país. La existencia de una gran cantidad de feriados en nuestro país, particularmente aquéllos que se celebran en medio de la semana, ha llevado al Parlamento a intentar su traslado al día lunes, con el propósito de no afectar en forma tan gravitante las actividades productivas y del comercio. Sobre dicha base, el 11 de septiembre tiene una connotación para todos los chilenos que no la da la circunstancia de ser feriado. En otros términos, este último carácter no altera la opinión de los chilenos sobre el sentido que subjetivamente le asignan a esa fecha. Por lo tanto, se justifica su supresión, en aras del objetivo enunciado en este párrafo.

II.- IDEA MATRIZ O FUNDAMENTAL DEL PROYECTO.

En conformidad con lo exigido por el artículo 287 N°1 del Reglamento de la Corporación, y para efectos de lo preceptuado en los artículos 66 y 70 de la Constitución Política, y en los artículos 24 y 32 de la ley N°18.918, Orgánica Constitucional del Congreso Nacional, cabe señalaros que la idea matriz o fundamental de la iniciativa es eliminar el día 11 de septiembre como feriado.

III.- ANÁLISIS Y CONTENIDO DEL PROYECTO.

La iniciativa consta de un artículo único, por el cual se deroga la ley N°18.026, que establece el feriado en mención.

IV.- DISCUSIÓN Y VOTACIÓN DEL PROYECTO.

De conformidad con lo dispuesto en el artículo 188 inciso tercero del Reglamento, vuestra Comisión procedió a discutir en general y particular a la vez este proyecto.

Cerrado el debate y puesta en votación la idea de legislar, ésta fue aprobada por cinco votos a favor, tres en contra y una abstención; quórum que se repitió en la votación en particular. Cabe señalar que por acuerdo unánime de la Comisión se determinó que los distintos argumentos en pro y en contra de la iniciativa en informe se desarrollarían con mayor amplitud en la Sala. No obstante lo anterior, y en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 287 N°6 del citado Reglamento, pasa a consignarse una síntesis de los fundamentos del voto de minoría. En primer lugar, si bien el 11 de septiembre es una fecha que divide a los connacionales, el proyecto en comento no se traduce, por otra parte, en gestos o renunciamientos de sus patrocinadores que impliquen una manifestación de voluntad en orden a avanzar efectivamente en el logro de la reconciliación nacional. Tampoco se condice con el aludido espíritu la circunstancia de que el Ejecutivo haya hecho presente la urgencia, con el carácter de suma, para el despacho de la iniciativa legal. En tercer lugar, se sostiene que el 11 de septiembre sí se encuadra en la categoría de feriado histórico, denominación que no significa necesariamente que la fecha que se recuerda sea motivo de regocijo, situación que también se produce con la conmemoración de la gesta de Arturo Prat el 21 de mayo. El feriado que se propone eliminar reviste tal calidad en razón de que recuerda un hecho importante del cual pueden extraerse lecciones. En efecto, el 11 de septiembre conllevó el cambio de gobierno y de institucionalidad quizás más trascendente en la historia patria. Finalmente, se expresó que en cuanto a la proyección y significado futuro de este feriado, es importante consignar que se trata de una materia de tal complejidad que escapa al criterio único de los legisladores, pues concierne también a los líderes de opinión y a la ciudadanía en general.

V.- ARTÍCULOS QUE REVISTEN EL CARÁCTER DE ORGÁNICO CONSTITUCIONALES O DE QUÓRUM CALIFICADO.

No hay disposiciones en dicha situación.

VI.- ARTÍCULOS A SER CONOCIDOS POR LA COMISIÓN DE HACIENDA.

No hay.

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Como consecuencia de lo anteriormente expuesto, y por las consideraciones que os dará a conocer el señor Diputado Informante, Vuestra Comisión de Gobierno Interior, Regionalización, Planificación y Desarrollo Social os recomienda la aprobación del siguiente

PROYECTO DE LEY:

“Artículo único.- Derógase la ley Nº18.026.”.

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Se designó Diputado Informante al señor REYES, don Víctor.

Sala de la Comisión, a 1° de julio de 1998.

Acordado en sesión de fecha 30 de junio del año en curso, con la asistencia de los señores Silva, don Exequiel (Presidente); Coloma, don Juan Antonio; Díaz, don Eduardo; Gutiérrez, don Homero; Jeame Barrueto, don Víctor; Leay, don Cristián; Palma, don Joaquín; Pérez, doña Lily y Reyes, don Víctor.

SERGIO MALAGAMBA STIGLICH

Abogado Secretario de la Comisión

1.3. Discusión en Sala

Fecha 08 de julio, 1998. Diario de Sesión en Sesión 14. Legislatura 338. Discusión General. Se aprueba en general y particular.

SUPRESIÓN DEL 11 DE SEPTIEMBRE CO­MO FERIADO LEGAL. Primer trámite consti­tucional.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

En el Orden del Día, corresponde ocuparse del proyecto de ley, en primer trámite cons­titucional, que elimina el 11 de septiembre como feriado legal.

Diputado informante de la Comisión de Gobierno Interior es el señor Víctor Reyes.

Antecedentes:

-Moción, boletín Nº 2185-06, sesión 7ª, en 10 de junio de 1998. Documentos de la Cuenta Nº 4.

-Informe de la Comisión de Gobierno Interior, sesión 13ª, en 7 de julio de 1998. Documentos de la Cuenta Nº 8.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Tiene la palabra el diputado informante.

El señor REYES.-

Señor Presidente, vuestra Comisión de Gobierno Interior, Re­gionalización, Planificación y Desarrollo Social me ha encomendado informar sobre el proyecto de ley, originado en moción parlamentaria y con urgencia calificada de “suma”, que elimina el 11 de septiembre como feriado legal.

De acuerdo con los antecedentes conteni­dos en la iniciativa, el 11 de septiembre tie­ne la condición de feriado legal, en virtud de la ley Nº 18.026, de 1981, que así lo dispu­so, y constituye uno de los feriados consa­grados por nuestra legislación.

Los autores de la moción sostienen que su presentación se basa en que este año se cumple un cuarto de siglo desde el 11 de septiembre de 1973, lo que debería posibili­tar la perspectiva histórica necesaria para debatir con seriedad y profundidad la justifi­cación de dicho feriado.

Para fundamentar la eliminación del 11 de septiembre como feriado legal se señala un conjunto de razones, de las cuales paso a destacar las más relevantes.

En primer lugar, no se encuadra en nin­guna de las categorías de feriados que con­sagra nuestra legislación: los religiosos, como Semana Santa, Corpus Christi, San Pedro y San Pablo -el 29 de junio-, la Asun­ción de la Virgen -el 15 de agosto-, Todos los Santos -el 1º de noviembre-, Inmaculada Concepción -el 8 de diciembre-y Navidad -el 25 de diciembre-; las fiestas nacionales que se celebran los días 21 de mayo y 18 y 19 de septiembre; las conmemoraciones internacionales como el 1º de mayo, en que celebramos el día del trabajo, y el 12 de octubre, en que se conmemora el descubri­miento de América. Por último, están las fiestas que tienen un carácter universal co­mo el Año Nuevo.

Pues bien, el 11 de septiembre no cabe en ninguna de dichas categorías, porque, si se analizan en su fondo, cada una de ellas repre­senta algo, sea en el ámbito espiritual, de los sentimientos patrios o de los acontecimientos relevantes. Todos los feriados incluidos en ellas son aceptados, unen y no dividen, que es precisamente lo que no logra el 11 de sep­tiembre, porque es sinónimo de sentimientos que se contraponen y porque -algo reconoci­do por todos- no es un factor de unidad na­cional ni de cualquiera otra naturaleza.

En segundo lugar, sostienen los patroci­nantes, porque su eliminación no es afrenta para nadie, ni mucho menos para las Fuerzas Armadas ni para el Ejército en particular, el que, incluso, tiene dedicado un día especial para el recuerdo de sus glorias, como es el 19 de septiembre de cada año, que es cele­brado con afecto y simpatía, en que Chile entero rinde homenaje sincero a una institu­ción que es parte de lo mejor de su tradición y de su historia.

Por lo mismo, en una perspectiva de futu­ro, cuando todo aconseja sanear el pasado y superar los conflictos que lo caracterizan, una manera eficaz de lograrlo, junto con muchos otros gestos que podrían efectuarse, es, precisamente, a través de la supresión del feriado a que el proyecto se refiere.

En tercer lugar, fundamentan los autores de la moción, porque hay un evidente apre­suramiento en la calificación histórica de los hechos culminados el 11 de septiembre de 1973, y porque tienen que ser el tiempo y el análisis ponderado y desapasionado los que sitúen, en su exacta dimensión, el carácter de dicha fecha. Mientras ello no ocurra, no procede otorgarle, por ley, un carácter que la historia no le ha dado.

Por lo mismo y por lo encontrado de las visiones y reacciones que existen sobre la materia, todo aconseja dejar atrás, al menos como feriado legal, una fecha que recuerda la crisis, la división y el enfrentamiento que afectó a nuestra sociedad y a nuestras insti­tuciones, y deterioró de un modo tan pro­longado y profundo nuestra convivencia ciudadana.

En razón de lo anterior y también en con­sonancia con los objetivos de modernización del país, afectados, en alguna medida, por feriados que no se justifican o por otros que podrían ser trasladados al lunes más próxi­mo, como está planteado en un proyecto de ley, cuya resolución pende en este instante de la consideración de la Comisión mixta, vuestra Comisión de Gobierno Interior acor­dó, por mayoría de votos, aprobar el proyec­to de ley que elimina el 11 de septiembre como feriado legal, para cuyo efecto, en un artículo único, dispone la derogación de la ley Nº 18.026.

Por último, dejo constancia de que el proyecto no contiene disposiciones que re­quieran de quórum especial ni tampoco, por cierto, artículos que deban ser conocidos por la Comisión de Hacienda.

He dicho.

El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-

Informo a la Sala que, en la reunión de Comités, se acordó destinar una hora de debate a este proyecto, en propor­ción al tiempo de la hora de Incidentes; por lo tanto, se votará a las 17.20 horas.

Además, solicito a los jefes de Comités que respecto de los diputados inscritos seña­len, en su oportunidad, el tiempo que ocupa­rá cada uno de ellos.

En el tiempo del Comité Partido por la Democracia, PPD, tiene la palabra el Dipu­tado señor Antonio Leal.

El señor LEAL.-

Señor Presidente, el proyecto de ley destinado a eliminar como feriado el 11 de septiembre, es una oportu­nidad para terminar con aquellos emblemas que dividen a los chilenos, los retrotraen y les reproponen en su memoria momentos dramáticos de nuestra historia, que hoy de­bemos superar si efectivamente queremos construir un Chile integrado, donde nadie deje de estar incluido.

Para la mayoría de los chilenos, el 11 de septiembre representa un momento de dolor, sufrimiento y recogimiento; para otros, una gesta liberadora. Unos fueron detenidos y llevados ese 11 de septiembre a los campos de concentración, torturados, asesinados, y otros brindaron con champaña; pero cuales­quiera que fuere la justificación y las razo­nes, el día en que las armas impusieron sus razones, en que se incendió La Moneda, en que murió un Presidente constitucional, para nadie debería ser un motivo de regocijo, de celebración, de imposición, de denostación de la memoria de los otros.

Por ello, terminar con el 11 de septiem­bre, como un feriado legal, como un día de fiesta, y transformarlo en un día cívico, de reflexión nacional, es un gesto de generosi­dad y de reencuentro humano, que el Parla­mento está obligado a dar.

Además, celebrar el 11 de septiembre es profundamente contradictorio con los prin­cipios y valores democráticos que todos los sectores representados en el Parlamento deberían profesar.

¿Cómo establecer correspondencia entre valores, principios y normas democráticos con la celebración de un día que, justamente, disolvió el Parlamento e instauró una dicta­dura que violó todo precepto democrático? ¿Cómo creerles en el tema de los desapare­cidos que hoy, finalmente -espero que no sea una simple operación electoral- los pre­candidatos de la Derecha reconocen como un drama nacional, si no anulan la celebra­ción de un día en que ya aquella mañana del golpe de Estado, desaparecieron decenas de personas, entre ellas, varios parlamentarios, chilenos connotados y simples ciudadanos? Sin duda, hay un problema de credibilidad y coherencia en el tema. Es una especie de test de conducta democrática, ya que eliminar la celebración del 11 de septiembre implica mirar hacia el futuro y no hacia el pasado, adoptar plenamente los símbolos de la de­mocracia y no del autoritarismo, colocar por delante los valores de la vida y del respeto a los derechos humanos y no los de la muerte y la impunidad.

Unamos a los chilenos en las fechas y símbolos que para todos tienen un valor común. Construyamos pisos comunes en que todo el país se sienta representado. Que sea la fecha de nuestra independencia nacio­nal -18 y 19 de septiembre- la que rescate los sentimientos patrios y nacionales.

Terminemos con la grosería de que este día de muerte sea festivo. Permítannos re­cordar a nuestros caídos sin odios. Todos seremos más libres y más dignos si el 11 de septiembre deja de ser un día festivo y si cada cual expresa sus convicciones en el marco del respeto hacia los sentimientos de los demás.

Espero que el Parlamento tenga la digni­dad suficiente para producir este gesto y enviar esta señal al país.

He dicho.

El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor René Manuel García.

El señor GARCÍA (don René Manuel).-

­Señor Presidente, en verdad, esta fecha es interpretativa. Para algunos puede ser muy dolorosa y para otros no tanto, mientras que algunos la consideran como la segunda libe­ración del país.

Las palabras y los gestos de generosidad no se aplican demostrando odio ni recordan­do el pasado en forma maligna o perversa. Chile ya sufrió esa experiencia traumática. El 11 de septiembre -para mí, al menos-representa lo que inversamente para la Iz­quierda.

En ese momento, la Izquierda era gober­nante y a lo mejor creía que lo estaba ha­ciendo bien y posiblemente sin ninguna ma­la intención, porque no creo en los gobier­nos malitencionados ni en la persecución entre unos y otros con mala intención, pero sí es claro que se cometieron errores y eso hay que reconocerlo. A lo mejor, por ambas partes, porque había mucha odiosidad en ese momento.

Quiero decir con mucha honestidad, y quizás con mucho dolor en mi corazón, que me pongo en el lado de las personas que perdieron un amigo, un pariente, un padre o un hermano. Ahí es donde se dan los gestos de grandeza. Ahí es donde el país comprue­ba si hay perdón o sigue la odiosidad. Por mi parte, felizmente, tuve la gracia de Dios de no perder en esos actos a un amigo, pa­riente o persona querida, aunque sí perdí algunos conocidos que luchaban en el bando contrario, en las Fuerzas Armadas, donde había gente que creía -y por eso los apoya­mos- que estaba salvando al país.

Recordemos que en ese momento el Pre­sidente de la República, don Salvador Allende, contaba con el 33 ó 34 por ciento de los votos. Entonces, no hablemos de in­mensa mayoría ni de que estaba salvando al 70 u 80 por ciento de los chilenos. Sí reco­nozco que nunca más se deben cometer es­tos actos, que Chile debe respetar y seguir la senda democrática.

Quiero anunciar con mucha honestidad que votaré por que se mantenga el 11 de septiembre, y no por estar contra la unidad nacional, sino con la idea de dejarlo como un día de reflexión. Quiero que ese rojo en el calendario represente la sangre que cayó de ambos bandos; la de los del Ejército y la de quienes creían en la democracia del go­bierno del Presidente Salvador Allende. Entonces, no se trata de gestos ni de creer que uno es más democrático porque borra una fecha, ni lo es menos porque la mantiene.

En verdad, quiero que el 11 de septiem­bre se recuerde para impedir a los chilenos cometer los errores del pasado y que la de­mocracia se suspenda por los errores que nosotros mismos cometimos, a lo mejor, por uno u otro sectarismo.

Por eso, creo que esta fecha se debe man­tener como feriado y votaré en contra del proyecto.

Espero de todo corazón que, ojalá, ésta sea la última vez que discutamos este tema y que no perdamos más el tiempo tratando de borrar una fecha que no fue establecida por los parlamentarios, sino por la Junta de Go­bierno en ese momento, pero que la respe­tamos enormemente, y lo hago por razones iguales a las de los colegas. Entiendan mi postura. Sufrí exactamente lo que ustedes después del 11, pero a la inversa, y se los digo de verdad; sin embargo, nunca me he quejado y ésta es la oportunidad de decirlo.

El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-

Le ruego dirigirse a la Mesa, señor diputado.

El señor GARCÍA (don René Manuel).-

Todos, quien más, quien menos, sufrimos algún atentado o persecución con uno u otro gobierno, pero si vamos a seguir por esta senda de recordar las odiosidades y dedicar el tiempo a sacarnos las costras de las heridas, no se van a aliviar nunca los sufrimientos.

Por lo tanto, votaré porque se mantenga el 11 de septiembre para que se convierta en un día de profunda reflexión y de respeto a uno y otro bando, y que Chile siga unificán­dose en los grandes temas, con mayor respe­to a los derechos humanos y a las necesida­des de las personas, porque el que la fecha sea azul o roja no va a impedir jamás que se siga recordando como el día en que Chile se liberó del comunismo.

-Aplausos en las tribunas.

El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-

Recuerdo a nuestros invitados en las tribunas que les está prohibido hacer cualquier tipo de manifestación a favor o en contra de los oradores.

Puede continuar el señor René García.

El señor GARCÍA (don René Manuel).­-

Gracias, señor Presidente.

Si quisiera ser despectivo, diría que para resguardar la democracia habría que votar por uno de los nuestros, porque si sale el señor Lagos, probablemente, cometa los mismos errores. No lo quiero decir, pero ustedes son los que están recordando los acontecimientos.

-Hablan varios señores diputados a la vez.

Un señor DIPUTADO.-

Es la campaña del terror.

El señor GARCÍA (don René Manuel).-

Señor Presidente, éstos no son signos de reconciliación.

La verdad es que este tema lo hemos abordado seis veces en este período demo­crático, pero lo cierto es que esta fecha se seguirá manteniendo, este día, sea azul o rojo, será de reflexión; será el día en que Chile recuerde los errores de uno y otro bando y, en definitiva, el que, en el futuro, servirá para que nos unamos para un Chile mejor, sin necesidad de recordar a cada rato un pasado que fue bueno o malo.

Por ello, en honor a la verdad, y lo reite­ro, votaré por mantener este día como de reflexión para todos, y ojalá que no lo discu­tamos más y tengamos la paciencia de mirar hacia el futuro.

He dicho.

El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Luis Pareto.

El señor PARETO.-

Señor Presidente, tal vez en términos distintos a los que aca­bamos de escuchar, nunca se podrá olvidar en la medida en que estemos permanente­mente recordando.

No cabe la menor duda de que cada 11 de septiembre, desde Arica a Punta Arenas, se producen situaciones que el país quisiera evitar. Creemos que después de 25 años, desde el Pronunciamiento Militar hasta hoy, el 11 de septiembre para unos es legítima­mente una fecha de dolor y sufrimiento, para otros, no tanto; y para muchos, tal vez fue justo o injusto, pero lo único que hace esta fecha es golpear todos los años la memoria de los chilenos, y especialmente de los jóve­nes que aún no nacían para el golpe militar. ¿Y por qué a ellos que nacieron después del 11 de septiembre de 1973, les reiteramos y recordamos una fecha que no vivieron, que no conocieron y que ojalá nunca lo hagan? Creo que la persistencia en mantener como feriado el 11 de septiembre, le hace mal a la democracia; creo que no es bueno que todos los años estemos haciendo una confronta­ción.

Todos los 11 de septiembre que me co­rrespondió vivir como ex intendente de la Región Metropolitana los recuerdo como fechas de enfrentamiento: actos de recorda­ción para muchos que sufrieron, que estuvie­ron exiliados, que fueron torturados; para otros, tal vez la ocasión de justificar lo injus­tificable.

Debería haber un gesto que sí sería histó­rico: que sea el propio general Pinochet, hoy senador vitalicio, el que vote a favor del proyecto, porque mucho se habla de la re­conciliación, pero todos los años el 11 de septiembre hay enfrentamientos.

¿O acaso en las poblaciones populares, por ejemplo, en la Villa Francia, de Estación Central, donde dos hermanos de apellido Vergara murieron masacrados, sus familias van a estar tranquilas el 11 de septiembre? ¡No, señores diputados! Debemos olvidar, buscar una fórmula real de reconciliación.

El Diputado señor René Manuel García dice: “Olvidemos; que todo siga igual y que todos celebremos el 11 de septiembre”. Eso no es así; la realidad es absolutamente dis­tinta.

Si el Parlamento quiere hacer un gesto real de reconciliación, los señores parlamen­tarios deben votar a favor de la derogación del 11 de septiembre como feriado.

He dicho.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Darío Paya.

El señor PAYA.-

Señor Presidente, nues­tra opinión en este tema es conocida. No es primera vez -esperamos que sea la última-que debemos volver a tratar un tema que debería estar zanjado por la historia.

Quiero ir al fondo de lo que se discute: si el 11 de septiembre debe seguir siendo fe­riado.

Como se ha dicho varias veces, para al­gunos es un día de recuerdo, de celebración con júbilo. Entiendo eso, porque recuerdo lo que experimenté siendo un niño de 9 años. En el barrio en que vivía, la comuna de Pe­dro Aguirre Cerda -por cierto que no es de gente de Derecha, ni mucho menos-, ese día -no entendía mucho de política-, en que se escuchaban disparos de chilenos contra chi­lenos y no de alemanes contra norteameri­canos como en una película de guerra, que eran de verdad y, por lo tanto, había gente muriendo a pocas cuadras ahí, la gente se subía a los techos a izar la bandera chilena. Eso tiene un sentido muy claro: era una ex­presión de alivio de la gente que sentía que se acababa una pesadilla.

Es evidente también que para muchos el 11 de septiembre es motivo de recuerdo de circunstancias dolorosas, tristes, tanto en lo personal como institucional.

La pregunta es si una fecha que se con­memora como feriado debe ser un hito, un episodio, un evento, en torno al cual haya una opinión unánime, una evaluación única, positiva o negativa. Es evidente que no, por­que si así fuera, ni el Día de la Raza podría celebrarse como feriado. Si hay una fecha causante de desunión entre culturas que hoy coexisten es, precisamente, el Día de la Ra­za.

Los no cristianos podrían objetar que fuera feriado el Viernes Santo y hasta la Navidad. Analícese cada una de las fechas que se conmemoran como feriado. No tienen que ser fechas de evaluación única, unáni­me, ni compartidas por todos.

Un feriado conmemora hitos trascenden­tes, momentos relevantes en la historia de un pueblo. Y no cabe ni una duda de que el 11 de septiembre de 1973 probablemente sea la fecha más importante por todo lo que encie­rra y representa, por lo sucedido antes y después. Probablemente sea la más trascen­dente de la historia institucional del país en este siglo. No hay una más apropiada en el calendario anual para que los chilenos re­flexionemos sobre lo que fue el colapso de la democracia en Chile; acerca de las res­ponsabilidades que todos los sectores tuvie­ron en él; respecto de los defectos que tenía el sistema institucional en Chile, los vicios que en él se desarrollaron y la necesidad de no volver a incurrir en ellos de nuevo.

Tampoco hay mejor fecha que el 11 de septiembre para reflexionar sobre los patéti­cos y desastrosos resultados que se obtienen cuando en la vida política y social de un pueblo hay gente que valida el uso de la violencia.

Y, probablemente, no hay tampoco mejor fecha que el 11 de septiembre de 1973 no sólo en Chile, sino que en el mundo, para meditar, reflexionar y celebrar lo que fue, gracias a Dios, el final del comunismo en la historia.

Por eso, a nuestro juicio, el 11 de sep­tiembre tiene un significado que justifica plenamente su mantención como feriado.

He dicho.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

En el tiempo del Comité del Partido Socia­lista, tiene la palabra el Diputado señor Juan Pablo Letelier.

El señor LETELIER (don Juan Pablo).­-

Señor Presidente, ésta es la tercera ocasión en que en nuestro hemiciclo se debate una moción parlamentaria destinada a eliminar del calendario el 11 de septiembre como feriado legal. Y lo volveremos a discutir una y otra vez hasta que se logre construir con­senso sobre temas básicos.

Y es ser ciego -y se los digo por su in­termedio a los Diputados señores Paya y René García- no advertir que esta fecha tie­ne algún significado. A lo menos, tiene dos terrible y diametralmente opuestos: para algunos, como aquí lo han dicho, es un día de liberación; para otros, lo percibimos co­mo el inicio de la pesadilla más larga de la historia de nuestro país. Lo vemos como la fecha del golpe de Estado, de la traición de las Fuerzas Armadas al orden constitucional, el inicio de la persecución y de una práctica nunca antes conocida en nuestro país, como la detención y desaparición forzosa de per­sonas. Para algunos, la imagen que tenemos en nuestra retina, el 11 de septiembre es el bombardeo de La Moneda y la muerte del PresidenteAllende. Para otros, tiene un sig­nificado diferente.

Pero lo que está en discusión es algo dis­tinto. Dado que esta fecha no une y no unirá jamás, por lo doloroso que es para algunos, independiente de la cifra, porque algunos dirán que para la mayoría; otros, para la minoría, pero en marzo de 1973, la coalición gobernante recibió más del 41 por ciento de respaldo. Pero ése tampoco es el tema, sino que el punto de debate es una fecha, un fe­riado legal que divide, razón por la cual to­dos los 11 de septiembre, mientras lo man­tengamos como feriado legal, serán días de confrontación, independientemente de lo que queramos las 120 personas que nos sen­tamos aquí.

En las calles, en las poblaciones, en las que se hacen recuerdos y se festeja, se generan dinámicas que no son las de una sociedad que se quiere encontrar. Si que­remos mirar hacia el futuro, nuestra res­ponsabilidad no es olvidar, porque esta fecha no la olvidaremos jamás, ni ustedes tampoco, pero sí eliminar aquellas cosas que nos dividen.

Por esa razón, les pido a los colegas de la Oposición que comprendan que para nosotros el 11 de septiembre es un día de violenta agresión que todos los años nos imponen a nuestras conciencias como seres humanos y chilenos, porque nosotros su­frimos y ustedes celebran. Si quieren, cele­bren, pero que el 11 de septiembre no sea un feriado legal.

Le pido a la Oposición que comprenda lo que son las fechas de encuentro, como la Navidad, que recuerda un momento muy importante para todo el mundo, así como las fiestas religiosas, en general, porque somos un país de raigambre católica. El recuerdo de las fechas nacionales, como el 18 de sep­tiembre, día de las glorias del Ejército; el 21 de mayo, día de las glorias navales, tienen que ver con algo que nos une y no que nos divide.

El 11 de septiembre es la única fecha que no tiene que ver con festejos religiosos ni con gestas que nos unen, sino que se nos impone a algunos para los cuales es una agresión.

En atención a ello, a nuestra voluntad de mirar al futuro, a nuestra voluntad de reen­cuentro, que hemos demostrado con creces, formulo una apelación a la Oposición para que hagan gestos. La mantención de esta fecha obliga a que año a año se tenga que presentar un proyecto de ley para eliminarla y a que se realicen actos de confrontación en el país.

Por ello, no para olvidar, pero sí para contribuir al saneamiento, votaremos a favor de la moción, porque la mantención del 11 de septiembre, como feriado legal, es una afrenta a la unidad. Su eliminación, en cambio, constituye un gesto que las ge­neraciones mayores deben hacer a los jó­venes del país, porque un porcentaje muy grande de chilenos no fue parte del conflic­to y no tenemos por qué traspasárselo año tras año.

He dicho.

-Aplausos.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Tiene la palabra el honorable Diputado se­ñor Roberto León por tres minutos.

El señor LEÓN.-

Señor Presidente, al discutir nuevamente este tema, es bueno que reflexionemos.

Cuando queremos eliminar un festivo del calendario, hay que partir por dos cuestiones básicas: una, la razón que se tuvo en vista para establecerlo y, la otra, si produce algu­na división en los chilenos.

Quienes no son cristianos respetan las celebraciones que hacemos los cristianos y los católicos. Pero no podemos dejar de re­conocer que la única fecha en que eso no sucede es el 11 de septiembre.

¿Cuándo se instauró este feriado legal? Después de que quienes triunfaron con la fuerza de las armas decidieron dejar cons­tancia de ese hecho. Pero han pasado los años, y cuando en las discusiones de acade­mia vemos que todos, sin excepción, dicen: “No queremos que en Chile vuelva a pasar jamás lo que sucedió el 11 de septiembre”, de una u otra manera aceptan y asumen un grado de autocrítica. Algunos han estado dispuestos a pedir perdón y otros todavía no lo hacen.

Pero también hay que reflexionar que, en el Parlamento, hemos sido capaces de dictar algunas leyes que demuestran la intención de mirar al futuro. Pero cuando hablamos de esto, una cosa emblemática que nos recuerda con mucha dureza, frialdad y crueldad la división entre los chilenos, no somos capa­ces de mirar hacia adelante. Siguen las dis­cusiones de academia para decir “no” a que se repita la historia; continúa el caso del alcaldeLavín, ahora en campaña presiden­cial, quien no quiere comprender ni entender el drama de los detenidos desaparecidos. Pero cuando queremos dar un testimonio concreto, pues este país lo debemos cons­truir todos, lamentablemente debemos escu­char los discursos de la Oposición, en los términos en que los hace.

Hago un llamado a la Oposición para que, así como en otros temas hemos sido capaces de legislar en conjunto para el futu­ro, una vez más lo hagamos aprobando el proyecto.

He dicho.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Alberto Cardemil.

El señor CARDEMIL.-

Señor Presiden­te, me propongo hacer un esfuerzo de sere­nidad -difícil, por cierto- para abordar un debate como el que hoy se nos impone, en un proyecto con urgencia calificada de “su­ma”, por razones fundamentalmente electo­rales y políticas, como lo probaré al final de mi intervención. Digámoslo claramente.

Pienso que para abordar una situación como la de hoy es necesario distinguir cla­ramente tres planos distintos: uno, el perso­nal, en el cual coincido con el Diputado se­ñor Juan Pablo Letelier. El hombre es él y sus circunstancias. Todos tenemos una his­toria, una situación, una evolución, una perspectiva para mirar la vida.

El 11 de septiembre es fundamentalmente una fecha de eclosión histórica, que eviden­cia la pérdida de un consenso nacional, que se venía gestando desde tiempos muy remo­tos, como lo han estudiado todos los histo­riadores serios de nuestra realidad y desarro­llo político. Chile venía evidenciando, desde 1900, proceso que se acelera entre 1964 y 1973, una pérdida de su consenso ideológi­co, doctrinario, político y social. El 11 de septiembre es una fecha que eclosiona esta ruptura de consenso y que golpea como un cataclismo histórico a las personas cuya realidad y dolor, muchas veces, hay que respetar. Eso me parece fundamental.

Pero ése no es todo el problema. Tam­bién hay otro plano, pues la situación y el significado del 11 de septiembre debemos analizarlo desde una perspectiva histórica.

El gran historiador contemporáneo ho­landés, Johan Huizinga, decía que, en reali­dad, es difícil hacer historia, porque el sujeto que la hace y la situación que está abordan­do son un artefacto y un producto cultural. Uno siempre tiene una desviación, un clivaje cultural para interpretar la historia. Por eso, en primer lugar, es fundamental hacerla con perspectiva de tiempo. En segundo lugar, nunca falsificarla, pasarla de contrabando o hacer historia pequeña, de un período, de un día, de dos años, sin entender que tiene cau­sas y efectos mucho más remotos. En tercer lugar, nunca se pueden aplicar, por reciente que sea, claves culturales de hoy.

Es posible hacer historia. Para ello, de­jemos que los elementos se vayan decantan­do. Pero si hemos de referirnos al 11, ha­blemos de historia. Tengo aquí declaracio­nes del ex Presidente de la República, don Patricio Aylwin, en ese tiempo senador y Presidente de la Democracia Cristiana, con una versión sobre esa fecha, que no pode­mos ignorar.

Dice el 24 de septiembre de 1973, a po­cos días del 11: “Yo sostuve, desde hace bastante tiempo, que Chile marchaba en una experiencia muy parecida a la de Checoslo­vaquia, en el período 1943, en que progresi­vamente los elementos totalitarios fueron ganando posiciones. Marchábamos, y el 11 de septiembre significó anticiparse a los hechos, hacia un golpe de Praga, hacia una situación parecida al golpe de Praga...”. Hecho y declaraciones históricas.

Quizás una de las visiones más lúcidas sobre el 11 de septiembre fue la del ex Pre­sidenteEduardo Frei, en su célebre carta a Mariano Rumor. Es una carta apasionada, un análisis rutilante, sutil, punzante, porme­norizado de la historia de Chile y de la si­tuación que se desencadenó y produjo el 11 de septiembre. Todos ustedes deben cono­cerla.

No quiero citar innumerables párrafos, que sitúan esa fecha en su perspectiva histó­rica, sino sólo aludir a uno que me ha gol­peado en la revisión apresurada que hice de ella en estos minutos, especialmente por lo que nos dice a los diputados que hoy esta­mos discutiendo en esta sesión.

¿Qué dice don Eduardo Frei a don Mariano Rumor, a propósito del 11 de sep­tiembre de 1973?: “Quiero terminar dicién­dole, Presidente de la Democracia Cristiana, en esta ocasión, que recuerdo dos hechos de mi viaje a Europa en 1971. En esa oportuni­dad, un gobernante europeo me dijo que nuestro país estaba perdido, y agregó tex­tualmente: “Cuando el comunismo agarra, nunca suelta”.”

(Se trata de arqueología, tal vez. Cayó el muro de Berlín, el comunismo está sepulta­do y se ha evidenciado el gigantesco error demagógico que significó, pero en ese tiem­po era una realidad evidente).

“Cuando el comunismo agarra, nunca suelta. Pero después un alto representante de la Democracia Cristiana en el gobierno de su país manifestó que el caso chileno era un caso perdido. Le dije -expresó Frei- que estaban equivocados, porque si bien Chile quería avanzar en un proceso de transforma­ción social, jamás aceptaría un régimen tota­litario. Los dos me miraron con esa benevo­lencia con la que se trata a un visitante inge­nuo”.

Continúa Frei: “Con la misma seguridad con que afirmé en ese entonces que Chile saldría adelante, puedo afirmar hoy que, pese a lo duro y doloroso que puede ser el esfuerzo, nuestro país se levantará y volverá a dar una lección de democracia y libertad.

“En esa tarea está empeñado este país -dice Frei- y mi partido, la Democracia Cris­tiana, una vez más, desempeñará un papel conforme a lo que ha sido su historia y su porvenir”.

Palabras apasionadas, que no tratan de contemporizar. También hay un intercambio epistolar, que todos debemos tener presente, publicado en los diarios en estos días, entre don Eduardo Frei y don Bernardo Leighton, que de nuevo sitúan al 11 de septiembre en la perspectiva que debe tener.

Yo me quedo con eso, sin seguir tirándo­nos al rostro trozos de la historia, la sangre de nuestros muertos, de los de allá y de los de acá. Me quedo con los niños que están oyendo este debate, que no habían nacido el 11 de septiembre; me quedo con un país que asume su historia, que la entiende como un todo, con causas y efectos mucho más pro­fundos que los simplemente anecdóticos, que los simples titulares de los diarios; con un país que sigue avanzando en construir un futuro mejor, una democracia mejor, en el cual queremos que nunca más se produzca una explosión cataclísmica de su consenso político, doctrinario, ideológico y social.

Hay aún un tercer plano. Si lo que se quiere verdaderamente es dejar que la histo­ria haga el juicio que corresponde, lo que debemos hacer, con prudencia y humildad, pues no hay soluciones perfectas, es dejar a la reflexión de esta generación y de las que vienen lo sucedido el día 11.

En este interés por terminar con el feria­do del 11 de septiembre no puedo advertir sino el deseo de agitar, de traer a colación los argumentos, una y otra vez, como decía el Diputado señor Juan Pablo Letelier, y que nos sigamos enfrentando y enfrascando en análisis históricos que nunca seremos capa­ces de hacer con la verdadera dimensión y capacidad que se requiere.

¿Por qué digo que estamos sometidos a un debate absurdo? Porque precisamente para evitar estas situaciones, en agosto de 1995, nuestra bancada propuso trasladar el feriado del día 11 y muchos otros al lunes siguiente, como sucede en todos los países civilizados. En esa oportunidad, el 31 de agosto de 1995, el Ministro del Interior, don Carlos Figueroa -tengo en mi mano el do­cumento-, le dijo a nuestra bancada que el Gobierno no tenía apuro en este asunto, que no estimaba conveniente darle urgencia a un proyecto de esta naturaleza. Entonces, pre­gunto por qué ahora se renueva una discu­sión absurda que, más que calmar los áni­mos y producir las instancias de reflexión que todos necesitamos para aprender de la historia y construir un mejor futuro, tiende exclusivamente a un aprovechamiento polí­tico electoral. ¿Por qué se da urgencia a un proyecto de esta índole y se somete e impo­ne a esta Cámara de Diputados a un debate tan absurdo, tan sin significado, tan de troya corta, tan ciego como el actual?

Nuestra bancada votará en contra del proyecto, porque lo único que hace es agitar, en vez de pacificar.

He dicho.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Enrique Krauss.

El señor KRAUSS.-

Señor Presidente, diversas intervenciones han marcado el sen­tido de los días transformados en festividad. El primero en la historia de la humanidad y en la nacional es el domingo; último día de la semana civil, primero de la litúrgica, con­sagrado por las distintas religiones al re­cuerdo y exaltación del Señor en el cual creen. Desde allí, desde ese sentido de asig­nación de una jornada diaria consagrada a objetivos de este carácter se derivan las otras festividades. Incluso, nuestro país tiene la circunstancia excepcional de contar con días festivos religiosos que no corresponden a las festividades litúrgicas, porque durante el gobierno del PresidenteFrei Montalva fue trasladada la actividad litúrgica al día do­mingo; sin embargo, el gobierno militar, en un impulso de religiosidad, restableció algu­nos de esos feriados, como Corpus Christi, la Ascensión del Señor, y el 29 de junio, pero no se preocupó de conversar con las iglesias que efectivamente consagran y ma­terializan esas festividades.

Entre esos feriados está el 11 de septiem­bre. Se ha dicho, específicamente por el Dipu­tado señor Paya, con razón, que estas jornadas tienen el sentido de celebración y de júbilo.

¿Qué celebramos el 11 de septiembre? ¿Celebramos el colapso institucional; el de­rrumbe de la democracia, que constituía una tradición importante en la historia institucional chilena, o el choque de irracionalidades, res­pecto de lo cual todos quienes teníamos res­ponsabilidades políticas y civiles en 1973 debemos asumirlas frente a la historia?

Se nos invita a que el 11 de septiembre sea un día de reflexión. ¿De reflexión de qué? ¿De los errores cometidos? ¿De los efectos negati­vos que esos yerros tuvieron en la vida social chilena? ¡Si la gran reflexión acaeció cuando se recuperó la democracia el 11 de diciembre de 1989, cuando con participación de todos los sectores, incluso de las Fuerzas Armadas, el país retomó el camino de la democracia, camino aún no concluido!

Se sostiene: “Es bueno que reflexione­mos y que conmemoremos o suframos, se­gún nuestras inclinaciones políticas.” Y se nos leen documentos que -se supone- consti­tuyen un juicio histórico, en circunstancias de que éste se inicia cuando se impone el 11 de septiembre como feriado legal. ¡Si el juicio histórico está pendiente! En conse­cuencia, es absolutamente improcedente la celebración de una fecha que no nos dice nada y que sólo nos provoca dolor y separa­ción, efecto que todos los aquí representa­dos, todos los que constituyen la soberanía nacional, han instado a superarlo; sin em­bargo, se persiste en mantener la simbología de la fecha roja del 11 de septiembre.

Por fortuna, el país ha tenido pocas brechas institucionales. Sin embargo, ni Manuel Bul­nes estableció como feriado el día de la batalla de Lircay, ni Jorge Montt los de Concón y Placilla. ¿Por qué persistimos en mantener esta fecha, que es una profunda herida abierta, de la cual todos somos responsables? Por eso, una vez más, hemos optado por derogar dicha fecha, que no nos enaltece ni nos interpreta.

He dicho.

-Aplausos.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Carlos Recondo.

El señor RECONDO.-

Señor Presidente, dado que este Parlamento conoce nuestra posición respecto del proyecto en discusión y su visión sobre el pasado y el 11 de sep­tiembre en particular, formularé sólo un par de reflexiones al respecto.

En nuestra opinión -y debería ser el pare­cer de nuestra sociedad-, nunca hubo inten­cionalidad perversa en la actitud de las Fuerzas Armadas al asumir el poder el 11 de septiembre. Muy por el contrario, ellas deci­dieron salvar a la sociedad civil amenazada por las circunstancias de ese momento.

Lo que hoy nos permite reflexionar como verdad para todas las sociedades del mundo y que todas han podido comprobar a lo largo de su historia, es que las intervenciones mi­litares traen consigo, como consecuencia negativa, unas más y otras menos, violacio­nes a los derechos humanos, y que las expe­riencias más negativas que conoce el mundo son las de las dictaduras comunistas, en cuanto a la cuantía de esas violaciones.

¿Cuál es la responsabilidad civil de la dirigencia política en estos hechos? No per­mitir que se generen condiciones para que una sociedad pueda llegar a las condiciones de confrontación, como las que generaron el 11 de septiembre de 1973.

La mayoría de los representantes de estas bancadas pertenecemos a una generación a la que le cabe muy poca o, tal vez, ninguna responsabilidad en el clima confrontacional que Chile tuvo que vivir en el período pre­vio a 1973. Por el contrario, nos sentimos partícipes de una generación que contribuyó con gran vocación para poner a Chile en un nuevo camino, que le permite mirar con optimismo su futuro.

Queremos mantener el feriado del 11 de septiembre, no para celebrar ni para revivir los dolores de la historia, sino para advertir que nuestras irracionalidades son capaces de llevar a la sociedad a extremos cuya recupe­ración nos hará caminar por senderos dolo­rosos. Queremos mantener el 11 como una señal para que la sociedad civil no olvide la responsabilidad que nos cabe a cada uno para que nunca más lleguemos a condicio­nes como las que se vivieron en los períodos anteriores a 1973.

He dicho.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

En nombre del Comité Radical, tiene la pa­labra el Diputado señor Carlos Abel Jarpa, por dos minutos y medio.

El señor JARPA.-

Señor Presidente, todos hemos llegado a esta Corporación con el ánimo de que en el país haya un clima de progreso, el que no podrá ser posible si no se crea un ambiente de paz y prosperidad.

¿Qué es un día festivo? Es un día que, en general, llama a la unidad y a la alegría. Los colegas que me han precedido en el uso de la palabra, como los Diputados señores Paya y Krauss, han dicho que, habitualmente, los festivos se transforman en días de alegría; pero también se ha expresado que el 11 de septiembre es un día que no nos une, ya que para algunos es una fecha de alegría, y para otros, de dolor. Aquí no estamos emitiendo un juicio histórico, sino mirando esta situa­ción en forma futurista.

Como creo que hay que humanizar la política, relataré un hecho.

Ingresé a la Escuela de Medicina en 1962 -no he olvidado que un profesor de tisiolo­gía, ramo que ya no se enseña en las escue­las de medicina, nos dijo una vez: “Jóvenes, no se olviden que son médicos y, aun en la guerra, su función va a ser sanar a pacien­tes.”-, junto a otros adolescentes: Luis Alberto Barra García, Vicente Cepeda Soto, Arturo Hillers Larrañaga, Jorge Jordán Domic y Absalón Wegner Millar, quienes nos recibimos de médicos cirujanos en mayo de 1969. Estos queridos compañeros, que eran médicos generales de zona, fueron lo­calizados en sus lugares de trabajo o en sus domicilios para ser ejecutados o hechos des­aparecer en 1973.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Se acabó el tiempo que se le asignó, señor diputado.

El señor JARPA.-

Termino de inmedia­to, señor Presidente.

En nombre de mis ex compañeros de la Escuela de Medicina que mencioné, solicito a todos mis colegas que no hagamos una votación por bancada, sino que cada uno reflexione si este día festivo une o no a los chilenos, y apelo a la generosidad de todos mis colegas para que deroguemos el 11 de septiembre como día festivo.

He dicho.

-Aplausos.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Exequiel Silva, por tres minutos.

El señor SILVA.-

Señor Presidente, cuando este proyecto fue tratado en la Co­misión de Gobierno Interior, el Diputado señor Eduardo Díaz se abstuvo en la vota­ción, argumentando que él no había nacido el 11 de septiembre. Recogió así, las expre­siones del Diputado señor Luis Pareto.

Otros, tal como lo puntualizaba el Dipu­tado señor Paya, éramos muy niños en esa fecha. A lo mejor, efectivamente como él recuerda, hubo gente que el 11 de septiem­bre celebró con banderas; pero también es cierto que, a partir de esa fecha, compatrio­tas nuestros empezaron a sufrir el desapare­cimiento de sus familiares; tuvieron que salir del país, o vieron disgregarse sus familias.

El debate en la Sala refleja la desunión que provoca el tema. No pretendo convencer a los Diputados señores Cardemil, Paya y García, don René Manuel, de la visión que tengo sobre el 11 de septiembre de 1973, ni que ellos me convenzan.

Es efectivo que, tal como se ha señalado casi por la unanimidad de los diputados que han hablado, ésta es una fecha que desune a los chilenos. Ya lo decía el Diputado señor Krauss, ¿qué habría sucedido si a fines del siglo pasado se hubiera decretado feriado por la batalla de Placilla o la de Concón? ¿Habría sido posible el reencuentro de los chilenos después de esas fechas? El desen­cuentro es lo que ocurre permanentemente el 11 de septiembre.

El Diputado señor Pareto nos recordaba en la Comisión lo que le ocurría a él, cuando fue intendente, cada vez que se celebraba el 11 de septiembre.

Por lo tanto, pido que seamos capaces de pensar en el dolor de muchos, reconocido por algunos en su carrera presidencial, quie­nes, después de muchos años, mejor dicho, conocen el dolor de los familiares de los detenidos desaparecidos. Pero ese dolor no es de ahora; se arrastra por años.

Por el respeto a esta gente y a nuestras diferencias, que cada uno siga teniendo su propia visión del 11 de septiembre; pero, por favor, no nos impongan algunos esta fecha como feriado, ya que para una cantidad muy significativa de chilenos representa un tre­mendo dolor.

He dicho.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Mario Bertolino.

El señor BERTOLINO.-

Señor Presi­dente, quiero fundamentar mi voto invitando a una reflexión: a tener el pragmatismo y la hombría de reconocer que el 11 de septiem­bre es una fecha y una página real de nuestra historia, escrita con dolor y sufrimiento, como ha sido la historia de nuestro país.

En este momento, cobra mucha vigencia un viejo adagio popular, que por ser popular y venir del pueblo es muy sabio: “Pueblo que no reconoce su historia, está obligado a repetirla”. Yo no quiero que en mi país se repita una situación como la del 11 de sep­tiembre.

Por eso, las generaciones que vivimos el 11 de septiembre, las que no lo vivieron, y las futuras, deben conocer nuestra historia y no avergonzarse de ella.

Además, debemos considerar que fue el inicio del fin del comunismo en el mundo. Gracias a esa fecha, hoy existe la democra­cia en nuestro país, y todos podemos estar en el Parlamento cumpliendo nuestro man­dato, ya que, de no haber sido así, ninguno de nosotros representaría hoy al pueblo en nuestro país.

He dicho.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Jaime Jiménez, por dos minutos.

El señor JIMÉNEZ.-

Señor Presidente, estamos a minutos de aprobar la derogación de una ley impuesta por la fuerza por una junta militar en un momento determinado de la historia del país.

Por eso -se ha dicho-, como los escena­rios históricos van cambiando, hoy, en esta fecha, en 1998, con un Congreso y un Go­bierno democráticos, debemos actuar en conciencia y de acuerdo con las condiciones políticas del país.

Cuando leo en los diarios que los candi­datos presidenciales de la Derecha compiten por reunirse con familiares de detenidos desaparecidos, también quisiera observar en quienes los apoyan una actitud consecuente para decidir hoy, de la misma forma, el re­chazo a la mantención de una ley que no es democrática.

Han citado palabras del ex PresidenteFrei Montalva y es bueno que lo hagan. Tal vez si leyeran un poco más acerca de él po­dríamos acercar posiciones, porque no se ha dicho cuál fue su postura frente a la Consti­tución de 1980, al plebiscito, a la consulta nacional. Pero esas verdades, que a lo mejor parten por reconocer la situación producida en 1973, no legitiman en forma alguna el hecho de que se siga manteniendo una fecha que divide a todos los chilenos.

Por eso, señor Presidente, no podría pe­dirles, por su intermedio, a quienes fueron parte medular del gobierno que ocupó la administración del país por la fuerza, que tuvieran un gesto de reconocimiento y dero­garan esta ley. No podría solicitarle a mi colega Cardemil, por ejemplo, que en esa época fue Subsecretario del Interior y a quien le costó proclamar el triunfo del “no” en el plebiscito de 1988, que reconociera ahora, a tiempo, lo que realmente el país ente­ro espera de todos nosotros. Pero sí me atrevo a pedir, por su intermedio, esta actitud a los diputados jóvenes de las bancadas de la Opo­sición -me refiero a mis amigos Eduardo Díaz, Darío Molina, Rodrigo Álvarez, Darío Paya y Lily Pérez- para que alcen su vuelo y sean capaces de mirar con visión de futuro a este país que espera gestos de reencuentro, de hermanamiento, entre todos los chilenos.

Por ello, votaremos para que esta ley se derogue, y así podamos tener más democra­cia y más reencuentro entre todos.

He dicho.

-Aplausos.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

A continuación, tiene la palabra el Diputado señor Bartolucci.

Restan tres minutos y medio a la bancada de la UDI.

El señor BARTOLUCCI.-

Señor Presi­dente, hace un instante, el Diputado señor Krauss nos preguntaba qué vamos a re­flexionar el 11 de septiembre. Quiero recor­darle al señor diputado que no sería ocioso que reflexionáramos el 11 de septiembre sobre el acuerdo de 22 de agosto de 1973 aprobado por mayoría de la Cámara, al cual él, conjuntamente con su bancada, concurrió con su voto favorable, que declaró que el gobierno de Salvador Allende era ilegal, ilegítimo, y en cuyo último acápite se con­signa...

El señor KRAUSS.-

¡No es cierto!

El señor BARTOLUCCI.-

¿Quiere que se lo lea, señor Krauss? Lo haré en su mo­mento, en otra oportunidad.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Señor diputado, diríjase a la Mesa.

-Manifestaciones en la Sala.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Llamo al orden a la Sala.

Varios señores DIPUTADOS.-

¡Qué lo lea!

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Puede continuar, señor Bartolucci.

El señor BARTOLUCCI.-

Aquí tengo el acuerdo...

-Hablan varios señores diputados a la vez.

El señor BARTOLUCCI.-

Tiene razón, señor diputado; hay un error en la fecha del acuerdo.

-Manifestaciones en la Sala.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Señor diputado, por favor, diríjase a la Mesa.

El señor BARTOLUCCI.-

Señor Presi­dente, el Diputado señor Krauss sabe que no tengo tiempo suficiente para leerlo; pero también sabe que lo firmó y lo votó.

En este acuerdo, Diputado señor Krauss, que usted votó, se declaró que el gobierno de Salvador Allende era ilegítimo e ilegal. Sobre eso podríamos reflexionar el 11 de septiembre.

-Hablan varios señores diputados a la vez.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Puede continuar el Diputado señor Bartolucci.

El señor BARTOLUCCI.-

Señor Presi­dente, pido la unanimidad de la honorable Cámara para leer el acuerdo de la honorable Cámara.

-Hablan varios señores diputados a la vez.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

No hay unanimidad.

-Hablan varios señores diputados a la vez.

El señor BARTOLUCCI.-

¿Me va a dar la unanimidad, señor Presidente?

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

La he solicitado y no la hay.

-Hablan varios señores diputados a la vez.

El señor BARTOLUCCI.-

Señor Presi­dente, entonces, en el tiempo que me queda voy a leer sólo el primer párrafo del acuer­do, firmado y votado por el señor Krauss: “Representar al señor Presidente de la Re­pública y a los señores ministros de Estado, miembros de las Fuerzas Armadas y del Cuerpo de Carabineros, el grave quebranta­miento del orden constitucional y legal de la República que entrañan los hechos y cir­cunstancias referidos en los considerandos quinto a duodécimo precedentes”.

-Hablan varios señores diputados a la vez.

El señor BARTOLUCCI.-

¡Aquí está el acuerdo, señor Krauss; usted lo votó a favor!

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Señor Bartolucci, llamo al orden a su Señoría.

-Hablan varios señores diputados a la vez.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Le queda un minuto, señor diputado.

El señor BARTOLUCCI.-

Señor Presi­dente, sin embargo, en los acápites del pro­yecto de ley que se nos presenta hay una frase muy interesante. Sus autores nos dicen que es “un deber de la generación que pro­tagonizó aquel día, dejar saneado el pasado a las generaciones futuras...”.

Notable planteamiento, que yo recojo; pero voy a votar en contra de este proyecto, fundamentalmente, porque creo que no están dadas las condiciones y porque la Izquierda y parte de la Democracia Cristiana no están dispuestas a hacer ningún gesto que signifi­que dejar saneado el pasado a las generacio­nes futuras.

Hace pocas semanas nos ocupamos de una acusación constitucional absurda contra el ex Presidente de la Repúblicadon Augusto Pinochet. Ésos son los gestos que está ha­ciendo la Concertación, y nos pide que tam­bién los hagamos.

He dicho.

-Aplausos.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

A continuación, tiene la palabra, por cuatro minutos, el Diputado señor Víctor Jeame Barrueto.

-Hablan varios señores diputados a la vez.

El señor KRAUSS.-

¡Viven de los fan­tasmas del pasado!

-Hablan varios señores diputados a la vez.

El señor JEAME BARRUETO.-

Señor Presidente, lo que acaba de ocurrir aquí es la demostración más palmaria de lo que signi­fica el 11 de septiembre en nuestro país. Hace años que se está haciendo un esfuerzo inmenso de reconciliación nacional. La Igle­sia Católica ha sido la gran promotora. El Gobierno, la Oposición y nosotros hemos hecho gestos y esfuerzos por la reconcilia­ción nacional. Todos los hemos realizado, unos más, otros menos. Sin embargo, parece absurdo que, haciendo todos esfuerzos por la reconciliación nacional, mantengamos un día que divide totalmente a los chilenos. Y esto es algo objetivo; no es un problema de interpretación, como planteaba el Diputado señor Cardemil. Nadie quiere pensar sobre lo que pasó el 11 de septiembre. Lo concreto es que, objetivamente, el 11 de septiembre divide a la nación. El voto de minoría de la Comisión lo señala. En efecto, los diputados de la Derecha reconocen que el 11 de sep­tiembre divide a los connacionales. ¿Por qué, entonces, mantener una afrenta tan odiosa para una parte sustantiva de los chi­lenos?

No me cabe duda de que debiéramos aprobar el proyecto; no obstante, entiendo que hay una dificultad: que la Derecha vea el tema de manera distinta, que quiera man­tener algo que celebra y que pregunte, como lo hizo en la Comisión, qué gestos o renun­ciamientos estamos dispuestos a hacer los patrocinadores para lograr la reconciliación.

Además, sabemos que aquí en la Cámara vamos a aprobar el proyecto, pero en el Se­nado será rechazado. Considerando eso, quiero hacer una proposición con el fin de solucionar definitivamente el problema, que tenga sentido para todos, que signifique superación de nuestra parte y una señal de grandeza para el país, una señal ética, de efectiva reconciliación y llena de sentido de futuro: terminar con el feriado del 11 de septiembre y crear, en su reemplazo, el día de la reconciliación nacional. Es la solución en que todos podemos concordar.

He dicho.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

En el tiempo de Renovación Nacional, tiene la palabra, por un minuto y medio, el Dipu­tado señor Carlos Vilches.

El señor VILCHES.-

Señor Presidente, es evidente que una fecha como el 11 de septiembre despierta pasiones; pero en este debate ha quedado establecida claramente la posición seria de la bancada de Renovación Nacional, cuyos diputados han expuesto esta tarde argumentos concluyentes para recha­zar el proyecto de ley.

Pero no quiero perder esta oportunidad, porque la historia viva está en la Sala.

Hoy, el Diputado señor Enrique Krauss ha querido protestar por una verdad patente. La carta y el acuerdo de la honorable Cámara de Diputados, de agosto de 1973, han sido leídos. Ése es un testimonio fehaciente de la posición que tenía la Democracia Cristiana, la que soli­citó, junto con la gran mayoría de los chilenos, el pronunciamiento de las Fuerzas Armadas.

Por eso, cuando los países recuerdan fechas que han significado alguna gesta, para nosotros, la Oposición, el 11 de sep­tiembre de 1973 significó cambiar un país que estaba de rodillas y en la extrema po­breza por uno que se recuperó, reconstruyó y hoy es admirado en Latinoamérica.

He dicho.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

En los cuarenta y cinco segundos que restan a la Democracia Cristiana, tiene la palabra el Diputado señor Krauss.

El señor KRAUSS.-

Señor Presidente, la discusión de este proyecto ha posibilitado que los fantasmas y las miasmas del pasado emerjan de nuevo.

La verdad está en los documentos. Se ha leído parcialmente un proyecto de acuerdo que “representaba” -como lo hacen los or­ganismos democráticos-la problemática que veía la mayoría de la Cámara de Diputados de entonces, pero que no daba vía libre a los golpes de Estado.

Así actuó el Parlamento que existió hasta septiembre de 1973, el mismo que fue clau­surado hasta nueva orden, la que demoró algún tiempo en implementarse.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Tiempo, señor diputado.

El señor KRAUSS.-

Además, en la últi­ma sesión ordinaria, el diputado que habla precisó el sentido democrático de esa con­vocatoria.

He dicho.

-Hablan varios señores diputados a la vez.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Para concluir el debate, en el minuto y me­dio que resta al Comité del Partido por la Democracia, tiene la palabra el Diputado señor Patricio Hales.

El señor HALES.-

Señor Presidente, el 11 de septiembre, por ley, es de celebración, pero nosotros tenemos memorizada otra cosa.

No es un día de celebración, sino uno que divide. Por eso, ojalá las bancadas de la De­recha entendieran que respetamos y com­prendemos muchísimo los dolores que pue­den haber inspirado a sus partidarios para apoyar una acción de chilenos contra chile­nos; pero, a lo menos, también queremos que exista comprensión para nuestros sufri­mientos.

Más que de celebración, es un día de reflexión por los errores que nosotros o el conjunto de los chilenos pudo cometer, que nos ha llevado a veinticinco años de tenso conflicto.

El 11 de septiembre debe analizarse en un debate extenso y abierto, con bastante tiempo, sin las limitaciones que establece el artículo 85 del Reglamento de la Corpora­ción. La Cámara debe tener esa oportunidad.

Ojalá, la capacidad para restringir el de­bate ahora se aplique en una próxima sesión -independientemente de si se aprueba o se rechaza el proyecto-, a fin de ampliarlo, de manera de tener tiempo suficiente para re­flexionar en profundidad sobre lo que lleva a la Derecha a celebrar y a nosotros a recordar lo que nos hizo sufrir.

He dicho.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Cerrado el debate.

El señor KRAUSS.-

Cuestión de Regla­mento, señor Presidente.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Para referirse a una cuestión de Reglamento, tiene la palabra el Diputado señor Krauss.

El señor KRAUSS.-

Señor Presidente, solicito que en el texto de la versión de la presente sesión se inserte el proyecto de acuerdo que leyó parcialmente el Diputado señor Bartolucci.

-Hablan varios señores diputados a la vez.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

El señor Secretario dará cuenta de los pareos.

El señor LOYOLA (Secretario).-

Se registra sólo uno, de la Diputada señora Isa­bel Allende con el Diputado señor Arturo Longton.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

En votación el proyecto.

-Efectuada la votación en forma econó­mica, por el sistema electrónico, dio el si­guiente resultado: por la afirmativa, 69 votos; por la negativa, 38 votos. Hubo 1 abstención.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Aprobado el proyecto en general y en parti­cular.

-Aplausos.

-Votaron por la afirmativa los siguientes señores Diputados:

Acuña, Aguiló, Arratia, Ascencio, Ávila, Bustos (don Manuel), Bustos (don Juan), Caraball (doña Eliana), Ceroni, Cornejo (don Patricio), Cornejo (don Aldo), Cristi (doña María Angélica), Elgueta, Encina, Girardi, Gutiérrez, Hales, Hernández, Huen­chumilla, Jaramillo, Jarpa, Jeame Barrueto, Jiménez, Jocelyn-Holt, Krauss, Leal, León, Letelier (don Juan Pablo), Letelier (don Felipe), Lorenzini, Luksic, Martínez (don Gutenberg), Mesías, Montes, Mora, Mulet, Naranjo, Navarro, Núñez, Ojeda, Olivares, Ortiz, Palma (don Andrés), Palma (don Joa­quín), Pareto, Pérez (don José), Pérez (don Aníbal), Pollarolo (doña Fanny), Reyes, Rincón, Riveros, Rocha, Rojas, Saa (doña María Antonieta), Salas, Sánchez, Sciaraffia (doña Antonella), Seguel, Silva, Soria, Soto (doña Laura), Tuma, Urrutia, Valenzuela, Velasco, Venegas, Villouta, Walker (don Ignacio) y Walker (don Patricio).

-Votaron por la negativa los siguientes señores Diputados:

Alessandri, Alvarado, Álvarez, Álvarez-Salamanca, Bartolucci, Bertolino, Caminon­do, Cardemil, Coloma, Correa, Delmastro, Dittborn, Espina, Fossa, Galilea (don Pablo), Galilea (don José Antonio), García (don René Manuel), García (don José), García-Huidobro, González (doña Rosa), Guzmán (doña Pía), Ibáñez, Kuschel, Leay, Longuei­ra, Martínez (don Rosauro), Masferrer, Mele­ro, Molina, Orpis, Ovalle (doña María Victoria), Paya, Prokurica, Recondo, Van Rysselberghe, Vargas, Vega y Vilches.

-Se abstuvo el Diputado señor Díaz.

El señor NARANJO (Vicepresidente).-

Despachado el proyecto.

1.4. Oficio de Cámara Origen a Cámara Revisora

Oficio de Ley a Cámara Revisora. Fecha 08 de julio, 1998. Oficio en Sesión 13. Legislatura 338.

Valparaíso, 8 de julio de 1998.

Oficio N° 2.049

A S.E. El Presidente del H. Senado

Con motivo de la Moción, Informe y demás antecedentes que tengo a honra pasar a manos de V.E., la Cámara de Diputados ha tenido a bien prestar su aprobación al siguiente

PROYECTO DE LEY:

“Artículo único.- Derógase la ley Nº 18.026.”.

Dios guarde a V.E.

GUTENBERG MARTINEZ OCAMICA

Presidente de la Cámara de Diputados

CARLOS LOYOLA OPAZO

Secretario de LA Cámara de Diputados

2. Segundo Trámite Constitucional: Senado

2.1. Informe de Comisión de Gobierno

Senado. Fecha 21 de julio, 1998. Informe de Comisión de Gobierno en Sesión 17. Legislatura 338.

INFORME DE LA COMISIÓN DE GOBIERNO, DESCENTRALIZACIÓN Y REGIONALIZACIÓN RECAÍDO EN EL PROYECTO DE LEY QUE ELIMINA EL 11 DE SEPTIEMBRE COMO FERIADO LEGAL.

BOLETÍN N° 2.185-06

Honorable Senado:

Esta Comisión de Gobierno, Descentralización y Regionalización tiene a honra emitir su informe acerca del proyecto de ley señalado en el epígrafe, en segundo trámite constitucional e iniciado en moción de los HH. Diputados señorita María Antonieta Saa y señores Gabriel Ascencio, Guillermo Ceroni, Jaime Jiménez, Enrique Krauss, Luis Pareto, Jaime Rocha, Edmundo Salas, Felipe Valenzuela y Sergio Velasco.

- - -

A la sesión en que la Comisión se ocupó de esta iniciativa asistió, además, el H. Senador señor Horvath.

- - -

I. Antecedentes legales

El establecimiento o derogación de un día feriado es una materia que corresponde al ámbito de la ley, pues incide directamente en el régimen laboral con consecuencias para el quehacer social y económico del país.

Así por ejemplo, la ley Nº 2.977, de 1915, estableció como feriado los días domingo de todo el año; los festivos correspondientes al 1º de enero, 15 de agosto, 1º de noviembre, 8 y 25 de diciembre, los días viernes y sábado de la Semana Santa, y los días 21 de mayo y 18 y 19 de septiembre.

Bajo el imperio de la Constitución Política de 1980 se ha dictado la ley Nº 18.026, que determinó el feriado legal del 11 de septiembre de cada año; la ley Nº 18.432, que declaró festivo el 29 de junio; la ley Nº 18.607, el día correspondiente a Corpus Christi, y la ley Nº 18.620, el 1º de mayo, entre otras.

II. Antecedentes de la moción

Esta iniciativa de ley se estructura en un artículo único mediante el cual se deroga la ley Nº 18.026, que estableció como día feriado el 11 de septiembre de cada año.

Según sus autores, habiendo transcurrido 25 años desde el 11 de septiembre de 1973, existe la perspectiva histórica suficiente para debatir seria y profundamente la justificación de este feriado.

En este orden, expresaron que el 11 de septiembre “no se enmarca en ninguna de las categorías de feriados” que considera nuestra legislación, como son los religiosos (Semana Santa, Corpus Christi, San Pedro y San Pablo, Asunción de la Virgen María y la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo); nacionales (el día del Combate Naval de Iquique, el día de la Independencia Nacional y de las Glorias del Ejército), las conmemoraciones internacionales (El día del Trabajo y de la Raza), sin perjuicio de los días domingos, los días de votación y el primero de enero.

En ninguna de estas categorías se encuentra el 11 de septiembre, que está aislada de las demás y que recuerda el enfrentamiento y la división entre los chilenos. Hacen presente que no constituyen feriados los días de las batallas de Concón y de Placilla.

Por otra parte, la supresión de este feriado no es una afrenta a las Fuerzas Armadas o al Ejército, que tienen su día el 19 de septiembre en que el país entero celebra sus glorias. Agregan que en una perspectiva de futuro la generación que protagonizó el 11 de septiembre le debe a los chilenos dejar saneado el pasado, procurando arreglar los conflictos y superar las divisiones.

En consecuencia, señalan que para una sana convivencia en el futuro, el 11 de septiembre debe ser suprimido, pues esta fecha encarna el pasado con sus traumas, heridas y divisiones.

Enseguida, expresan que el 11 de septiembre, que para algunos tiene el carácter de movimiento de liberación y que para otros representa justamente lo contrario, es un momento histórico que concentra multiplicidad de fallas, errores, equivocaciones, odiosidades y antagonismos al interior de nuestra sociedad.

En este sentido recuerdan que la existencia de distintas visiones o interpretaciones acerca de la valía o demérito de lo acaecido hace 25 años sólo demuestra que no existe un juicio histórico único sobre su sentido y naturaleza.

Esta sola consideración, manifiestan, es fundamento suficiente para la eliminación de su carácter de feriado nacional pues nadie puede querer una fecha que refleje crisis, división y enfrentamiento en la sociedad.

Concluyen expresando que este feriado debe ser eliminado porque la modernización del país requiere tener los días festivos estrictamente necesarios y suprimir de su agenda aquellos que no tienen una clara significación como, por lo demás, lo han planteado otras iniciativas de ley que proponen la supresión de feriados o su traslado a los días lunes.

En virtud de tales antecedentes y consideraciones la moción sugiere derogar la ley Nº 18.026, que estableció como día feriado el 11 de septiembre de cada año.

Idea de legislar

Al iniciarse el debate de este proyecto, el H. Senador señor Canessa dio lectura a una minuta en la que expone su posición frente al tema que aquél aborda. Su texto es el siguiente:

“Con el propósito de aminorar la relevancia histórica que para la nación chilena tiene el 11 de Septiembre, en esta época del año, casi por rutina, se busca derogar el carácter de feriado que tiene dicha fecha. Hay buenas razones para reafirmar la importancia y vigencia del acontecimiento que se conmemora y para que siga ocupando un lugar destacado entre las efemérides patrias.

En efecto, conviene recordar en primer lugar que se trata de una fiesta nacional. Fue la nación chilena quien, el 11 de Septiembre de 1973, despejó la más grave amenaza que se ha cernido sobre ella, poniendo en peligro su fisonomía histórica, las convicciones cívicas de la mayoría de la población y la validez del consenso básico de la sociedad, a punto de quebrarse para dar paso a una guerra civil. No constituye, por tanto, la celebración del triunfo de un conjunto de grupos y partidos políticos sobre otros, sino más bien la ocasión dedicada a recordar y meditar una victoria lograda por las F.F.A.A. y Carabineros en nombre y representación de la inmensa mayoría de la población, que legitimó la intervención militar porque compartía sus patrióticos ideales y la necesidad de reconstruir moral y materialmente al país.

En segundo término, si se mira el proceso político chileno con suficiente perspectiva, es evidente que el 11 de Septiembre de 1973 marca un punto de inflexión en su trayectoria, poniendo término a una época de decadencia a la que nadie quiere retroceder, e inaugurando una etapa notablemente fecunda en logros de paz, progreso y libertad para todos los chilenos. En este sentido, aunque tal vez sin proponérselo, quienes propician la derogación de este feriado están impulsando una vuelta atrás. En otras palabras, si tuvieran éxito en su empeño, a poco andar podría ser necesario volver a zanjar unas disyuntivas que a todos nos parecían ya definitivamente resueltas, las mismas que hoy sirven de fundamento a la convivencia social, al régimen político y al sistema económico del país.

En tercer lugar, no se puede perder de vista que el 11 de Septiembre de 1973 es la piedra a sillar sobre la cual descansa la legitimidad del orden político actualmente vigente. En efecto, la Constitución Política de la República es legítima porque organiza al Estado según los principios e ideales que motivaron el pronunciamiento militar, que son los mismos ratificados mayoritariamente por la ciudadanía en 1980 al dar vida a la Carta Fundamental que hoy nos rige.

De ahí fluye que las instituciones democráticas previstas en la Constitución también están construidas y afirmadas sobre la virtualidad del 11 de Septiembre para hacer surgir y mantener un orden político eficaz. Este Congreso y el Gobierno en funciones, por ejemplo, no son la excepción. Las Fuerzas Armadas, por su parte, tienen la obligación de garantizar la institucionalidad de la República y ese mandato constitucional es inseparable de la legitimidad política surgida el 11 de Septiembre de 1973. Por tanto, restar valor a esa fecha no hace sino erosionar la base de sustentación del sistema político vigente.

Me bastan estas tres consideraciones para explicar por qué no es conveniente derogar el feriado que nos ocupa. El 11 de Septiembre de 1973 es la fecha más importante de la historia de Chile en este siglo; pero, mientras no cambie el espíritu de revancha que animan a quienes quieren olvidarla, y se acepte, en cambio, la realidad, no podrá haber una reconciliación plena en nuestra sociedad. Hay que aprovechar esa fiesta nacional para meditar sin rencores ni frustraciones, mirando con serenidad a un porvenir que por imperativo histórico es patrimonio común de todos los chilenos.

Miremos hacia adelante. No creo aventurar mucho si pronostico ahora que, dentro de 25 años, a nadie le extrañará que “el Once” sea feriado. Así ocurrió en el siglo pasado con otra fecha señera, y hubo de transcurrir cierto tiempo para que “el 18” fuera celebrado por todos de manera fraternal.

Me opondré, en consecuencia, a modificar la situación legal del 11 de Septiembre.”.

A su turno, el H. Senador señor Cariola manifestó su parecer contrario al proyecto. En su opinión, la fecha del 11 de septiembre es una conmemoración que debe invitar a la reflexión a todos los chilenos, pues cambió el curso de la historia. Agregó que no es un aniversario dedicado a la celebración, pues ello importaría un factor de desunión, aspecto que está lejos de reflejar la intención con que se quiere recordar el acontecimiento que tuvo lugar ese día.

El H. Senador señor Cantero coincidió en que el 11 de septiembre no es una fecha de celebración, sino de conmemoración de un hecho trascendente en la historia del país. Si bien hasta ahora no ha generado un ambiente de reencuentro -como lo atestiguan los hechos que suceden en este aniversario que reflejan herencias de viejas rencillas y odios- la mantención de esta fecha conmemorativa debe evaluarse en el futuro y no ahora, en que se advierte tras esta proposición un ánimo partidista que pretende extraer ventajas políticas.

Agregó que comprendía el dolor de muchos que perdieron a sus familiares, pero también esperaba que se entendiera el sufrimiento que experimentaron otros en un período obscuro de la historia nacional que antecedió a esta fecha.

Expresó que muchas instituciones se han referido a los derechos humanos y han sido las mismas que los han atropellado. La izquierda ha enarbolado esta bandera no obstante haber también incurrido en su violación. La dictadura del proletariado ha generado dolores y sufrimientos por lo que le niega condición moral a aquellos que hoy día se erigen en defensores emblemáticos de los derechos humanos.

Manifestó estar en conocimiento de que en la época posterior se cometieron excesos -que deben ser reparados- pero para que exista una verdadera reconciliación es indispensable que el país asuma un actitud distinta.

En seguida, hizo presente su preocupación por el llamado de ciertas autoridades morales que aunque tuvieron en sus manos la posibilidad de intentar mediar con el fin de detener la crisis, carecieron de la estatura necesaria para comprometer su prestigio en el logro de ese objetivo. En este orden, le habría agradado que las Iglesias, comprendiendo en ellas a las instituciones católicas, evangélicas u otras, -que invisten una tan alta autoridad- hubieran adquirido un compromiso mayor para evitar la ruptura institucional.

Concluyó expresando la conveniencia de que en la Sala del Senado se abra un debate amplio de reflexión y análisis respecto de este tema, y que no se repitan en la historia futura de este país divisiones como éstas y como las que en pasado separaron a los chilenos en o’higginistas y carrerinos.

La H. Senadora señora Frei intervino a continuación para reiterar el criterio que siempre la han animado iniciativas como la que se discute. Estima que el 11 de septiembre es una fecha que divide a los chilenos; que los aleja de un proyecto histórico común y, en tal sentido, no debe ser recordado como un aniversario feriado, pues estos últimos tiene una connotación distinta, de celebración y recreación.

El H. Senador señor Hamilton señaló que nuevamente el Congreso Nacional debe pronunciarse acerca de la supresión de la ley Nº 18.098 que establece que el día 11 de septiembre sea feriado legal.

Dicha iniciativa ha sido aprobada por la Cámara de Diputados y es ahora conocida por este Senado.

Agregó que ninguno de los feriados que se conmemoran en el país reviste una connotación controvertida en la comunidad nacional, lo que no ocurre con el 11 de septiembre ni con ninguna otra fecha referida a algún enfrentamiento entre chilenos, como las batallas de Lircay o las de Con-cón y Placilla.

Suprimir el 11 de septiembre no puede ser estimado por las Fuerzas Armadas como una ofensa, toda vez que el país entero celebra el día l9 del mismo mes las glorias del Ejército con la tradicional parada militar.

Expresó que para un sector importante de chilenos ese día terminó un gobierno que considera nefasto y para el otro sector del país - haya o no estado de acuerdo con ese gobierno - importa la interrupción de nuestra trayectoria democrática y la muerte del Presidente de la República. Para unos y para otros renueva y representa un momento de odiosidad y enfrentamiento armado con chilenos muertos en uno y otro bando.

Enseguida recordó que año tras año se reviven en la misma fecha reacciones de violencia a consecuencia de lo ocurrido el 11 de septiembre de l973 y en los años subsiguientes. Ello preocupa a la población y exige un esfuerzo especial de las fuerzas policiales para mantener el orden público. Nada de ello ocurriría si la misma fecha no fuera un feriado sino un día laboral.

A continuación se preguntó ¿no podría alegarse que el 5 de octubre - día en que se inició la recuperación de la democracia y se selló la suerte del régimen autoritario - debiera ser feriado nacional? ¿cómo reaccionarían quienes aún hoy son partidarios de aquel gobierno? Así como unos deben respetar los sentimientos de los otros, éstos debieran también respetar los de aquéllos.

Finalmente y recogiendo observaciones que se han planteado en el debate, señaló que en su parecer la Iglesia tuvo en el pasado una clara posición de diálogo para abordar y solucionar los problemas que entonces vivía el país. En este sentido recordó los esfuerzos que encabezara el Cardenal Silva Henríquez llamando a la conciliación, lo que lamentablemente no impidió el quiebre institucional.

- - -

Sometida a votación la idea de legislar respecto de este proyecto de ley, fue rechazada con los votos de los HH. Senadores señores Canessa, Cantero y Cariola y los votos favorables de los HH. Senadores señora Frei y señor Hamilton.

- - -

Atendida las explicaciones precedentes, esta Comisión de Gobierno, Descentralización y Regionalización tiene a honra proponer a la Sala rechazar la idea de legislar respecto de la iniciativa en informe.

Acordado en sesión de hoy, 21 de julio de 1998, con asistencia de los HH. Senadores señor Hamilton (Presidente accidental); señora Frei y señores Canessa, Cantero y Cariola.

Sala de la Comisión, a 21 de julio de 1998.

MARIO TAPIA GUERRERO

Secretario

2.2. Discusión en Sala

Fecha 18 de agosto, 1998. Diario de Sesión en Sesión 22. Legislatura 338. Discusión General. Pendiente.

DEROGACIÓN DE 11 DE SEPTIEMBRE COMO FERIADO LEGAL

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Proyecto, aprobado por la Cámara de Diputados, que elimina el 11 de septiembre como feriado legal, con informe negativo de la Comisión de Gobierno, Descentralización y Regionalización.

--Los antecedentes sobre el proyecto figuran en los Diarios de Sesiones que se indican:

Proyecto de ley:

En segundo trámite, sesión 13ª, en 14 de julio de 1998.

Informe de Comisión:

Gobierno, sesión 17ª, en 4 de agosto de 1998.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Conforme a consultas hechas a diversos Comités, se acordó un procedimiento especial para despachar esta iniciativa. La idea es darle un trámite equivalente al de fácil despacho.

Para tal efecto, tres Senadores sustentarán la derogación y otros tres la impugnarán. Cada uno de ellos dispondrá de cinco minutos, a los cuales podrán sumarse los correspondientes a la fundamentación de voto. Así, el debate duraría, en total, una hora.

El siguiente es el orden de los señores Senadores inscritos: Carlos Ominami, Sergio Fernández, Juan Hamilton, Mario Ríos, Roberto Muñoz Barra y Julio Canessa.

Terminadas las intervenciones se procederá a la votación, durante la cual cada Senador tendrá derecho a fundamentar su pronunciamiento, como dispone el Reglamento.

En discusión.

Tiene la palabra el Honorable señor Ominami.

El señor OMINAMI.-

Señor Presidente, debo confesar que me embarga un sentimiento muy especial. Era bien difícil pensar que yo, joven estudiante de 23 años al momento del 11 de septiembre de 1973, pudiera hoy, como Senador de la República, estar debatiendo sobre la mantención de esa fecha como feriado nacional, y esto, con la presencia en este Hemiciclo del ejecutor principal del golpe de Estado: don Augusto Pinochet Ugarte.

El país conoce perfectamente bien nuestras opiniones y sentimientos respecto de su participación en este Senado. Este acto, a nuestro juicio, de extrema violencia institucional, que ha buscado consagrar la violencia de las armas, ha dañado nuestra dignidad, ha reavivado en el corazón de muchos la amargura e, incluso, el odio.

Con su obstinación, usted, General Pinochet, no le ha hecho ningún servicio a Chile. Pero éste no es el tema...

La señora MATTHEI.-

Señor Presidente, no puede dirigirse directamente a otro Senador.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).- 

Le pido a Su Señoría que no se dirija a ningún Senador en especial, sino a la Mesa.

El señor OMINAMI.-

Pero éste, señor Presidente, no es el tema planteado en el Orden del Día.

Estamos frente a una moción propuesta por el Diputado Enrique Krauss y otros Diputados, que fue aprobada por una amplia mayoría en la Cámara Baja y cuyo objeto único es terminar con el 11 de septiembre como feriado.

Ésta es la tercera vez que el Senado está llamado a pronunciarse sobre la materia. Muchos dirán que hay mucho, en este nuevo intento, de majadero o de simplemente bizantino.

Personalmente, yo mismo tuve inicialmente dudas al respecto. ¿Para qué insistir en una moción cuyo rechazo muchos dan por descontado? Pero he llegado a la conclusión de que no; de que vale la pena insistir, de que tiene sentido perseverar y abrir paso a una deliberación colectiva, en la cual se impongan la inteligencia y la humanidad que siempre requieren las soluciones a los problemas complejos y, sobre todo, a los problemas que más nos duelen.

A estas cualidades quisiera apelar hoy día.

Se cumplen, el próximo mes, 25 años del golpe del 11 de septiembre y de la muerte del Presidente Allende.

Tengo en mis manos el Informe Técnico Nº 6, suscrito por el general Montero Marx, Ministro del Interior Subrogante de la época, que sirvió de respaldo al proyecto de ley que estableció el 11 de septiembre como feriado nacional. No es difícil de leer. Consta solamente de cuatro frases. El argumento es simple. Dice textualmente respecto de la fecha en cuestión: "se ha ido plasmando a todo nivel un deseo de celebrar cada aniversario con realce y connotación que hacen indispensable que ella se convierta en un feriado de carácter permanente", y agrega que el proyecto de ley en comento "no hace sino ratificar mediante un procedimiento legislativo lo que el mismo día en que se produjo se convirtió en una fiesta nacional".

Señor Presidente, así se argumentó en 1981 al declarar feriado nacional el 11 de septiembre.

En este momento, respetuosamente solicito que cumplamos con nuestra obligación de deliberar acerca de la validez, hoy día, de esos argumentos.

Muchas cosas han sucedido en el país durante los 17 años siguientes.

¿Puede alguien sostener todavía que ese sentimiento de celebración al que se refiere dicho Informe Técnico existe en la actualidad a todo nivel? ¿Puede acaso sostenerse que existe mayoría para continuar festejando? Díganme, por favor, ¿en qué nivel están los familiares de los detenidos desaparecidos y de las víctimas de tantos atropellos a los derechos humanos? ¿Qué representamos quienes ganamos el 5 de octubre y hemos sido mayoría absoluta en todas las elecciones posteriores? Es evidente que ninguno de los nuestros está por mantener el 11 como feriado, pero sí hay gente que estuvo con el régimen militar que siente, sin embargo, que llegó la hora de dar vuelta la página. Es claramente una minoría la que continúa empecinada en mantener abiertas las heridas.

Por otra parte, ¿puede razonablemente sostenerse que es indispensable que el 11 sea feriado? ¿Qué ocurriría si no lo fuera? No lo sabemos con exactitud. Pero es evidente que sería una jornada más tranquila que las vividas hasta ahora. En todo caso, es seguro que el 11 de septiembre es una fecha que divide profundamente el alma nacional.

Los chilenos debemos asumir, al igual como lo han hecho muchos otros, que en nuestra vida colectiva conviven y convivirán múltiples y diversas experiencias; que hay aquí varias historias, muchas de ellas contradictorias e incluso enfrentadas. Más allá de la voluntad de los actores involucrados, estas historias constituyen una realidad cotidiana que supera las versiones formales y estereotipadas. Esas historias significan identidades, tradiciones, sueños, anhelos, proyectos e ideales. Significan, también, dolores y dignidad.

Los que formamos parte de la Izquierda chilena constituimos una de las historias de Chile, fundamental sin dudas, en el desarrollo social y político del país y en la presencia e influencia de vastos grupos sociales y culturales que han marcado la política, la economía, la literatura, el arte y, sobre todo, la organización de los sectores más desposeídos. Esta historia forma parte de nuestra identidad básica. Con orgullo la hemos asumido, con sus aportes, a la construcción del país, pero también hemos sido fuertemente autocríticos de los graves errores en que incurrimos en su desenvolvimiento. ¡Una de las lecciones que aprendimos es que la historia de Chile no es igual a nuestra historia!

Lo que subyace en este debate, señor Presidente, no es una cuestión formal o adjetiva. Se trata, ni más ni menos, de la forma cómo unos y otros entendemos la construcción de la Nación. Ésa es la discusión.

La Nación no es un término genérico. Ella debe ser entendida como el fundamento natural de la organización del poder político en un Estado. Sus atributos, de una fuerza emotiva incontrovertible, sobrepasan los sentimientos religiosos, ideológicos o territoriales. La Nación implica la existencia de un vínculo cohesivo, que funda una pertenencia y construye una voluntad positiva que empuja a la sociedad. La memoria es su soporte. Las festividades son, con sus momentos de homenaje y alegría, los actos en los cuales el rito ciudadano del festejo reafirma la cohesión de la Nación.

El 11 de septiembre no cumple con esas condiciones. Por el contrario, el 11 divide, fracciona, mutila. Cierto, es parte de la memoria; pero, para muchos, no es un momento de regocijo.

Señor Presidente, no puede sostenerse el discurso de la Nación, hiriendo a la mayoría o, ni siquiera, a parte importante de los seres que la componen.

Debemos construir Chile sobre la base de valores compartidos, que nos permitan reconocer de manera complementaria nuestra historia sin borrar la existencia del otro, pero demandando, e incluso, exigiendo el reconocimiento de la historia propia. Debemos aceptar que frente a los hechos de la historia hay más de una versión, y que todas compiten en validez. Serán otros los que, en definitiva, juzgarán.

Frente al 11 de septiembre, no queremos ser contrabandistas de la memoria ni pedirle a nadie que lo sea. Asumimos con resignación el regocijo privado que esos hechos puedan motivar en algunos. Pero sí pedimos el silencio público para que ellos no aumenten más nuestro dolor, porque el Estado no puede ser simplemente la encarnación de los sentimientos de los vencedores de una jornada. Así, señor Presidente, no se hace Patria.

Lo que venimos a solicitar hoy día es un gesto que tiene que ver con el sentido más profundo de la Nación. Es una decisión moralmente constitutiva de la reconciliación nacional, la que, a nuestro juicio, le corresponde a este Senado. Apelamos a la inteligencia, a la humanidad y también a la prudencia para que este Senado adopte el camino más adecuado para que el país alcance los fines que se ha trazado.

Chile tiene en su horizonte el cambio de milenio y su segundo centenario como nación soberana e independiente. Aspiramos llegar a ese momento como un país desarrollado y reconciliado. Seamos, para ello, consecuentes: honremos la memoria como a cada cual mejor le parezca, pero no mantengamos la Patria dividida.

Por dignidad este Senado no puede celebrar una fecha que recuerda su clausura por la fuerza. Nadie nos obliga a hacer de nuestra tragedia una humillación obligatoria para gran parte de la ciudadanía.

Persistir en la celebración de esa fecha es insistir en el rito del odio que la gran mayoría del país quiere dejar en el pasado.

Solemnemente, señor Presidente -y con esto termino-, me dirijo a mis colegas de la Derecha, a los ex Ministros de la Corte Suprema, a los Senadores que representan a las Fuerzas Armadas y de Orden, que con sinceridad aspiran a un futuro de unidad, y les pido: dejen atrás los años de plomo, liberen a Chile del peso de nuestros errores y terribles desencuentros. Libérense de lealtades mal entendidas. Dejen que la gente juzgue. No nos impongan una celebración que nos hiere.

Propongo, en consecuencia, señor Presidente, que aprobemos la moción en debate que suprime el 11 de septiembre como día festivo y que, en señal de reencuentro de los chilenos, este Senado instituya, en una fecha a convenir, el Día de la Reconciliación Nacional.

He dicho.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Tiene la palabra el Honorable señor Fernández.

El señor FERNÁNDEZ.-

Señor Presidente, una vez más se plantea al Senado la derogación de la calidad de feriado del día 11 de septiembre.

Como cuestión previa quiero dejar constancia de que lamento que, por tercera vez, el tiempo de trabajo del Congreso deba destinarse a polémicas como ésta, en circunstancias de que el país reclama urgente atención legislativa para solucionar muchos problemas graves y apremiantes. Este debate nos priva de seguir tratando grandes temas nacionales, como la salud, la delincuencia, la pobreza, que son las preocupaciones reales de millones de compatriotas.

Pero se halla en tabla la derogación del feriado del 11 de septiembre. Esta fecha conmemora el día en que las Fuerzas Armadas y de Orden adoptaron una decisión trascendental que ahorró a Chile los horrores de un enfrentamiento civil, como los ocurridos en otros países en circunstancias parecidas.

Si aún hoy, un cuarto de siglo más tarde, las polémicas todavía agitan en la forma en que lo hacen, es de imaginar cómo estaría todavía dividido nuestro país si ese enfrentamiento hubiera estallado, cualquiera que hubiere sido su desenlace. Las instituciones uniformadas restablecieron el orden público y la seguridad nacional, tras la violencia generalizada y el caos completo en que hundió al país la Unidad Popular, lo cual, incluso, llegó a poner en riesgo la soberanía. Las Fuerzas Armadas y Carabineros evitaron en Chile una guerra civil, y eso, por sí solo, merece el más amplio reconocimiento.

Esa fecha recuerda, además, que en ese día se inició un Gobierno que supo enfrentar con éxito dos gravísimas crisis económicas mundiales, y, no obstante, entregó a su sucesor un país próspero, con instituciones políticas y económicas que han hecho posible su constante crecimiento en los años posteriores. Lo anterior, pese a todos los intentos por desmantelar las bases institucionales de ese crecimiento. La modernización económica y social de Chile entre 1973 y 1990 fue una transformación que dejó al país a las puertas del desarrollo.

El 11 de septiembre recuerda, igualmente, a un Gobierno que supo defender el territorio patrio con firmeza y eficacia. En 1978, fue capaz de preservar la soberanía chilena, evitándose la guerra con Argentina y, en 1985, se llegó a un tratado de paz y amistad.

Hay un amargo contraste entre eso y lo que tan desgraciadamente ocurrió después con Laguna del Desierto.

El 11 de septiembre fue, también, el inicio de un proceso que llevó a la elaboración y puesta en vigencia de la Constitución de 1980, así como de su normativa complementaria, esto es, de un marco institucional moderno, que está permitiendo a Chile avanzar y acercarse de verdad -no en simples palabras- al desarrollo. Ese proceso condujo a la restauración de la plena democracia, luego de una transición pacífica, inobjetable en su sujeción al orden constitucional y, además, ampliamente exitosa en lo socioeconómico.

En esa fecha terminó todo un ciclo institucional cuyas posibilidades estaban agotadas. Y en esa misma fecha se inicia otra época distinta: de restauración del Estado de Derecho; de modernización general del país; de nuevas y mayores libertades; de cambio del sistema económico y social, que después ha triunfado en todo el mundo; de desarrollo económico, como Chile nunca habría conocido con las fórmulas anteriores en vigor.

Gracias a la decisión adoptada por las Fuerzas Armadas y Carabineros ese día, Chile pudo recuperar el lugar de avanzada en el continente que había perdido. Nada de eso habría sido posible sin aquel 11 de septiembre.

De allí la magnitud de ese hecho histórico, la grandeza del hito que señala nuestra evolución como país. De allí que se justifique que en cada aniversario de ese hito los chilenos hagamos una pausa, no sólo para el recuerdo, sino para la reflexión, que nos permita no repetir errores.

Por cierto, comprendo que para todos no signifique lo mismo. Pero no por eso debemos continuar querellándonos. Hoy tenemos otras realidades, otros problemas. Consagrémonos a ellos.

Lo he planteado antes y creo necesario repetirlo ahora: ¿en qué país queremos vivir? ¿En un país de reconciliación? ¿O en un país de enfrentamiento? Ése es el dilema.

La historia consignará el verdadero significado del 11 de septiembre. Estamos seguros de que ella irá confirmando su relieve y su gran trascendencia histórica.

He dicho.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Tiene la palabra el Honorable señor Hamilton.

El señor HAMILTON.-

Señor Presidente, nuevamente el Congreso debe pronunciarse acerca de la supresión de la ley que establece feriado legal el día 11 de septiembre.

La iniciativa que nos ocupa ha sido aprobada por la Cámara de Diputados y ahora es conocida por el Senado.

En general, se puede decir que en Chile -aparte los domingos- hay tres tipos de feriados legales. Primero, los que conmemoran alguna festividad religiosa: Semana Santa, Corpus Christi, San Pedro y San Pablo, la Asunción, el Día de Todos los Santos, la Inmaculada Concepción y la Navidad; segundo, las efemérides patrias: 18 y 19 de septiembre, día de la Independencia y día de las glorias del Ejército, y el 21 de mayo, Combate Naval de Iquique; y, por último, las celebraciones internacionales generalmente aceptadas: 1 de mayo, Día del Trabajo; 12 de octubre, Día de la Raza, y el primer día de cada año.

Ninguno de esos feriados reviste una connotación negativa o controvertida en la comunidad nacional, lo que no ocurre con relación al 11 de septiembre ni a ninguna otra fecha referida a algún enfrentamiento entre chilenos, tales como, por ejemplo, las batallas de Lircay o las de Concón y Placilla.

Tal como sostiene la moción parlamentaria en la que se originó este proyecto, suprimir el feriado del 11 de septiembre no puede ser estimado por las Fuerzas Armadas como una ofensa, toda vez que el país entero celebra el 19 del mismo mes, es decir, ocho días después, las Glorias del Ejército con la tradicional Parada Militar.

Más aún, para un sector importante de chilenos ese día terminó un Gobierno que considera nefasto, y para otro sector del país -haya o no haya estado de acuerdo con ese Gobierno- importa la interrupción de nuestra trayectoria democrática y la muerte de un Presidente de la República en el ejercicio de su cargo. Para unos y otros renueva y representa un momento de odiosidad y enfrentamiento armado, con chilenos muertos en ambos bandos.

Por lo mismo, no es la historia la que ha recogido esa fecha para realzar su significado, sino las propias autoridades surgidas del golpe de Estado, las que instituyeron el feriado que todo aconseja suprimir.

Es un hecho que año tras año se reviven en la misma fecha reacciones de violencia a consecuencias del recuerdo de lo ocurrido el 11 de septiembre de 1973 y en los años subsiguientes. Ello preocupa a la población y exige un esfuerzo especial de las fuerzas policiales para mantener el orden público. Nada de eso ocurriría si la misma fecha no fuera un feriado, sino un día laboral. Esto ayudaría, además, a facilitar la reconciliación que -estoy cierto- todos, sin excepción, anhelamos.

¿No podría alegarse que el 5 de octubre -día en que se inicia la recuperación de la democracia y se sella la suerte del Régimen autoritario- debiera ser feriado nacional? ¿Cómo reaccionarían quienes aún hoy son partidarios de aquel Gobierno? Así como unos deben respetar los sentimientos de los otros, éstos debieran también respetar los sentimientos de aquéllos.

El propio General Pinochet, antes de acceder al Senado, sostuvo que, en aras de la reconciliación, se debía OLVIDAR. Era básica, explicó, la necesidad de ol-vi-dar, separando y subrayando cada sílaba. ¿Y cómo puede olvidarse si se trata de un feriado legal?

Cualquiera que sea la posición que se tenga en la materia, nadie -que yo sepa- celebra que se hayan dado en el país las condiciones que culminaron con los hechos ocurridos el 11 de septiembre de 1973.

No es ésta la oportunidad de analizar las responsabilidades de todos en la gestación de las condiciones que condujeron a esa situación, pero estoy seguro de que todos estaremos de acuerdo en que hubiéramos deseado que ellas nunca se hubieran producido, jamás.

Por eso, en los fundamentos del proyecto se califica como "apresurada" la apreciación histórica que significa consagrar esa fecha como un feriado nacional.

A mi juicio -más allá de la posición que se haya tenido frente al Gobierno derrocado o al Gobierno originado en el derrocamiento-, no se puede conmemorar la enorme cantidad de errores, equivocaciones, rupturas, desgracias irreparables e, incluso, muertes que ese año y en los siguientes se produjeron.

Con razón la moción sostiene: "El 11 de septiembre tiene una connotación para todos los chilenos que no la da el hecho que sea feriado. Todos saben lo que fue el 11 de septiembre de 1973; todos tienen su opinión. El carácter de feriado de ese día no transforma esa realidad.".

Aparecería como una contradicción histórica que el Senado de la República, que, al decir del historiador Valencia Avaria, no dejó de funcionar un solo año calendario durante nuestra trayectoria republicana, y que fuera clausurado en septiembre de 1973 "hasta nueva orden", la que se mantuvo por 17 años, estuviera dispuesto a "celebrarlo".

La materia no debe ser mirada desde la perspectiva de Gobierno u Oposición, sino desde la óptica de quienes somos partidarios de que el Parlamento siempre debe funcionar, independientemente del Ejecutivo o de quienes aceptan que se puede gobernar sin Parlamento.

Por otra parte -y no deja de ser importante-, al país entero, y al margen de opiniones y posiciones divergentes, no le es indiferente la existencia de un feriado más, toda vez que son grandes cantidades de dinero que Chile pierde con cada festivo.

Recuerdo que durante el Gobierno del Presidente Frei Montalva se formó una Comisión -llamada de Racionalización- que introdujo, entre otras iniciativas, la jornada única, y propuso y logró la supresión de varios feriados, algunos de los cuales inexplicablemente fueron repuestos por el Gobierno militar. Curiosamente, sus miembros hoy están presentes en la vida pública, al igual que entonces. Presidió dicha Comisión el ex Contralor General de la República, don Enrique Silva Cimma; y la integraron el Subsecretario de Hacienda, don Andrés Zaldívar; el Subsecretario General de Gobierno, don Raúl Troncoso, y el Subsecretario del Interior, el Senador que habla. La razón de la supresión de feriados -todos los cuales tenían alguna justificación y muchos una larga tradición- fue precisamente el principio de economía indicado.

Finalmente, quiero señalar que todas las leyes que establecen días feriados o que los suprimen, inclusive las dictadas durante los 17 años del Gobierno militar, expresan en cada caso las razones en que se funda dicha determinación. Se podrá estar de acuerdo o no con el establecimiento o derogación de un feriado, pero siempre se encontrará una explicación en cuanto a por qué se toma esa medida.

Sólo hay una excepción a la regla indicada, y se puede comprobar en los instrumentos que se hallan a disposición de los señores Senadores: la ley Nº 18.026, promulgada el 2 de septiembre de 1981, que estableció el 11 de septiembre como feriado legal, pero que no contiene ninguna explicación que justifique esa medida.

¡Con cuánta razón los Senadores de la Democracia Cristiana hemos votado ayer y volveremos a votar hoy para suprimir un feriado que no recuerda ninguna efeméride, sino la constitución de un fracaso y la división entre los chilenos, y que, además, significa una sangría de ingresos a nuestra economía!

He dicho.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Tiene la palabra el Honorable señor Ríos.

El señor RÍOS.-

Señor Presidente, una de las características más importantes del debate que nos ocupa es que se lleva a cabo en un alto nivel -corresponde así al Senado-, con intervenciones que tienen por objeto demostrar ciertas posiciones sobre este tema y situar algunos aspectos propios del recuerdo de la acción pública y política que Chile ha mantenido en los últimos años, fundamentalmente en 1973, y en los días, semanas o años previos a esa fecha.

Sin embargo, existe un elemento que une al mundo en su generalidad. Chile no es ajeno a él, ni tampoco a lo ocurrido durante todo el siglo XX que, gracias a Dios, ya termina. Sin duda, este siglo no ha sido feliz para la humanidad. Durante él, el comunismo nace desde las tierras moscovitas, se extiende a través de todos los territorios y comienza a crear una alternativa social que finalmente el mundo rechaza.

Esa circunstancia -quién sabe si es uno de los hechos más importantes y fundamentales de nuestra historia reciente- provoca también situaciones de conmemoración y de trascendencia política en los países que vivieron la experiencia comunista, y ubica no sólo el recuerdo de acontecimientos pasados difíciles, sino que entrega el día en que el comunismo desaparece de sus tierras como un hecho fundamental.

Es admirable observar cómo el 4 de octubre muchos señores Senadores, que seguramente votarán a favor del proyecto, participan en la Embajada de Alemania conmemorando el día en que cayó el muro de Berlín.

El señor NÚÑEZ.-

Celebramos la reunificación de Alemania, no la división, señor Senador.

El señor RÍOS.-

Ése es el día alemán porque, recordando y teniendo absolutamente claro lo que significó el comunismo en su propia tierra y terminando con dicha expresión política, los alemanes conmemoran esa fecha como el día de su propia patria y constituye, quizás, uno de los sucesos históricos más importante de la historia europea.

De esta Sala, dos Senadores estuvimos presentes el 4 de octubre de 1990 en Alemania, cuando se produjo la unidad de ese pueblo, y vimos cómo tal fecha se transformaba en su día patrio.

Lo mismo ocurre con Rusia, cuando terminó la presencia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y cayó el comunismo: esa fecha se celebra como el día patrio de Rusia, e igual acontece con Hungría y, en definitiva, con todos los países que comenzaron a vivir en plenitud la libertad.

El 11 de septiembre de 1973 había cuatro Diputados que hoy son Senadores y se encuentran presentes en la Sala. Dos de ellos firmaron el proyecto de acuerdo que, en mi opinión, dio inicio a todo un proceso que transformaría a Chile, para concluir con el surgimiento de una nueva nación, proyectada hacia el futuro e intentando encontrar su pleno desarrollo a través de la participación de toda la sociedad, en la libertad que requieren los pueblos.

Al recordar los días en que era Diputado, y teniendo presentes los aspectos que dieron trascendencia a todo el proceso que vivió Chile, no puedo dejar de rememorar algunas expresiones que dieron origen a una acción histórica bastante más trascendente de lo que podamos imaginar. Tengo en mis manos el discurso admirable que el entonces Senador señor Patricio Aylwin pronunció en el Senado de la República, cuando, producto de la asunción del mando por el abanderado de la Unidad Popular, establecía las garantías constitucionales que debían respetarse para que Chile pudiera seguir desarrollándose plenamente y en libertad.

En esa oportunidad, sesión de fecha 22 de octubre de 1970, dejó establecido que una de las razones fundamentales (las va enumerando) por las cuales ha de tenerse presente la reforma constitucional, es la de establecer en las Fuerzas Armadas y en Carabineros la responsabilidad de ser garantes de nuestra convivencia democrática.

Es importante observar también cómo, en la misma norma mencionada por el Senador señor Aylwin, se van señalando los aspectos fundamentales de tal reforma: precaverse, en la convivencia democrática, de situaciones que normalmente son flagrantes violaciones, en las que incurren aquellos regímenes políticos dominados por ciertos sectores totalitarios de inspiración marxista. Recuerda que en materia educacional el programa de la Unidad Popular plantea, por una parte, la Escuela Única, declarando que el Estado tomará bajo su responsabilidad los establecimientos educacionales privados, lo que significa la eliminación de la educación particular; y por otra, la efectiva estatización de las universidades. Todo es un proceso que no corresponde a una imaginación creadora de Chile.

Y en eso yo entiendo a los señores Senadores que forman parte del Partido Socialista, y que recuerdan en alguna forma las actuaciones propias de su Gobierno. Porque hubo una acción internacional, en un proceso claro y definido, que tenía como objeto final y fundamental establecer la "dictadura del proletariado", como se señalaba en el Partido Comunista, en todas las naciones del mundo.

Por eso hoy Alemania celebra el 4 de octubre como su día patrio, porque es la fecha en que termina el comunismo en esa nación. Lo mismo ocurre -reitero- en Rusia, en Hungría, en Checoslovaquia. Es así en la totalidad de los países. A lo mejor, en el caso de Chile, la diferencia radica en que de pronto surgió la presencia física de fuerzas armadas que responden a una acción moscovita (en el caso de los países que he nombrado); pero también tal expresión se ha manifestado en otros Estados, y se manifestó en el chileno.

Yo pensaba que el 11 de septiembre iba a ser la única fecha que conmemoraríamos durante el siglo XX. Sin embargo, posteriormente y a partir del 4 de octubre de 1989, se desencadena toda una expresión de libertad en la totalidad de los países del orbe, la que va determinando los días que cada uno de ellos conmemora como fechas fundamentales. Ello, porque concuerdan en apreciar que lo más grave ocurrido en el siglo que termina lo constituyó la presencia y participación del comunismo, que fue destruyendo y debilitando en forma increíble todas las sociedades, sus principios, sus valores.

El día 22 de agosto de 1973 el Congreso Nacional, a través de la Cámara de Diputados, llamaba la atención y establecía en su proyecto de acuerdo que se había usurpado al Congreso su principal función, la de legislar; que se habían burlado permanentemente las funciones fiscalizadoras; que, por último, y lo que tiene la más extraordinaria gravedad, se había hecho tabla rasa de las altas funciones que el Parlamento tiene como Poder Constituyente. Agrega el documento que se atentó gravemente contra la libertad de expresión; se violó el principio de autonomía universitaria; se atentó contra la libertad de enseñanza; se atropellaron sistemáticamente las garantías del derecho de propiedad; se incurrió en frecuentes detenciones ilegales por motivos políticos; se desconocieron los derechos de los trabajadores y de sus organizaciones sindicales; se rompieron los compromisos contraídos. Prosigue señalando que contribuye poderosamente a la quiebra del Estado de Derecho la formación y mantenimiento, bajo el estímulo y la protección del Gobierno, de una serie de organismos que son sediciosos; que en la quiebra del Estado de Derecho tiene especial gravedad la formación y desarrollo, bajo el amparo del Gobierno, de grupos armados que, además de atentar contra la seguridad de las personas y sus derechos y contra la paz interna de la nación, están destinados a enfrentarse con las Fuerzas Armadas; que éstas y Carabineros son y deben ser, por su propia naturaleza, garantía para todos los chilenos, y deben encaminarse a restablecer las condiciones de pleno imperio de la Constitución y las leyes.

Es decir, todo lo que estaba sucediendo en aquel instante respondía a lo que ocurría también en el resto del mundo.

¿Y podríamos pensar, entonces, que Alemania comete el error más grave de su vida al festejar su día patrio en la fecha en que cae el muro de Berlín, o que es absurdo que Rusia siga estableciendo como su día patrio aquel en que termina con el comunismo?

El paso más importante que Chile dio fue precisamente cuando se erigió en nación señera, por sobre otras de América y del mundo, al establecer sus propios caminos en pos de un proceso de libertad y desarrollo pleno, para todas sus generaciones existentes y las que venían.

Sin duda, hay procesos difíciles, y estoy de acuerdo con el Senador señor Ominami cuando dice que hay momentos que quiebran incluso su propio espíritu. Ésas son situaciones de las que absolutamente nadie es partícipe. Pero en todo el proceso que el país está viviendo, los pasos trascendentes son aquellos que tienen futuro, que van configurando una nación y estableciendo los caminos necesarios para lograr el desarrollo que corresponde a lo más elemental de los seres humanos, que es la libertad.

El 11 de septiembre debe necesariamente encuadrarse en lo que fue, para el resto de las naciones que lograron separarse del comunismo internacional, el elemento más importante de este siglo, a fin de entender que los caminos que ellos han escogido son los que responden al principio de su propia naturaleza como pueblo. Eso es lo que representa para Chile el 11 de septiembre. Esta fecha debe conmemorarse, debe tenerse presente, debe ser materia de reflexión. Pero, también, es una luz que Chile pudo prender para el resto de América y del mundo, y debe mantenerse encendida a fin de que nunca más caigamos en una nación dividida, quebrada, llena de problemas, inquietudes y frustraciones que provocaron un enorme quiebre en nuestro espíritu y nuestra nacionalidad.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Tiene la palabra el Honorable señor Muñoz Barra.

El señor MUÑOZ BARRA.-

Señor Presidente, después de escuchar a distinguidos colegas, no voy a disponer de tiempo para dar a conocer mucho de lo que tengo preparado en forma escrita.

Siguiendo la idea del señor Senador que me antecedió en el uso de la palabra, en cuanto a que el 4 de octubre se convirtió en fiesta nacional por el hecho de que entonces se produjo la caída del muro de Berlín, voy a invitar a mi Honorable colega a redactar un proyecto de acuerdo para que declaremos como día nacional el 5 de octubre de 1989, porque ese día se recuperó la democracia en Chile.

Abrigo la esperanza de que el resultado será positivo en esta oportunidad, porque un señor Senador de la misma bancada que representa Su Señoría, en la sesión Nº 19, de martes 29 de junio de 1997, dijo: En mi opinión, "derogar hoy la festividad del 11 de Septiembre no contribuye al entendimiento ni a la paz nacional. Y, hablando con franqueza, no considero propicio que se plantee ahora, pues el Presidente de la República de entonces, hoy Comandante en Jefe del Ejército, concluye este año su gestión como tal. Por lo tanto, la idea podría discutirse con más tranquilidad en el futuro.".

El futuro ha llegado, señores Senadores. Por 69 votos a favor, 38 en contra y una abstención, la Cámara de Diputados aprobó la moción que busca eliminar el feriado del 11 de septiembre. Hoy nos corresponde decidir si el Senado va a entregar su apoyo al proyecto, que tiene el respaldo del Poder Ejecutivo. Aquí vamos a determinar si estamos o no estamos de acuerdo con eliminar la ley que fundamenta el referido feriado. No estamos hablando de las obras que hicieron o no hicieron los Gobiernos, sino de un proyecto que determina la abolición de una fecha que, creemos, no une a los chilenos. Porque fue una norma dictada en un régimen que ejerció al mismo tiempo la función legislativa y la ejecutiva, creemos que hoy tenemos el derecho de debatir esta materia con amplitud.

Cuando se fundamentó esta ley, se legisló sin que existiera una manifestación de voluntad democráticamente expresada a través de Poderes del Estado autónomos y sin un Parlamento representativo de las distintas corrientes de pensamiento que deben coexistir en la nación. En otras palabras, señores Senadores, se trata de una norma que, siendo válida, fue impuesta en un período de la historia de nuestro país donde no existió democracia.

En Chile, con la participación de todos, hemos avanzado por la senda de la democracia. Pero -¡qué duda cabe!- tenemos una democracia aún imperfecta. Chile es un país que necesita reconciliarse, y eso lo escucha uno en todos los sectores ciudadanos. Quiere reconciliarse después de las heridas que dejaron el 11 de septiembre y sus prolongadas consecuencias. Ésa es, sin duda, la fecha emblemática del regocijo de quienes se sienten vencedores, y no puede haber pasos seguros en favor de la reconciliación cuando a quienes sufrieron gravemente las consecuencias de ese día o a quienes discreparon con lo acaecido durante él -que sumados son muchos más de los que se regocijan- se les impone una celebración del origen de sus dolores o de discrepancias que, por lo profundas en el sentido de los valores que afectan, también se traducen en dolor del alma. Los sufrimientos y el malestar de muchos no pueden ser objeto de celebración y regocijo. Por ello, la eliminación del 11 de septiembre como día festivo sería un paso en favor de la reconciliación y de una mayor solidez en favor de la senda democrática por la que, de común acuerdo, todos avanzamos.

Algunos sectores han justificado el feriado del 11 de septiembre afirmando que debe ser un día de reflexión respecto de las causas que crearon la división entre los chilenos, para que tal división nunca más vuelva a ocurrir. Loable es el propósito. Sin embargo, considero que no tiene sentido destinar un solo día al año, y menos uno festivo, para reflexionar sobre una materia que, particularmente los que hemos abrazado por vocación la función política, tenemos la obligación de tener presente a diario.

Por otra parte, los vencedores de guerras civiles ocurridas lamentablemente en nuestra Patria nunca tuvieron la arrogancia de decretar feriado el día en que obtuvieron la victoria. Esto no ha sido parte de nuestra cultura nacional. El Presidente Joaquín Prieto y su Ministro Diego Portales no decretaron feriado por el triunfo obtenido en la batalla de Lircay, en abril de 1830. Tampoco Jorge Montt por los triunfos en las batallas de Con-Cón y Placilla, en agosto de 1891. ¡Hagamos la diferencia: en Chile no hubo guerra civil el 11 de septiembre de 1973!

Se ha dicho y se ha escrito, con aspiración a cierto refinamiento intelectual, que se justifica el feriado del 11 de septiembre porque celebra el día en que se inició una intervención militar que tuvo como finalidad recuperar el consenso social que se fue perdiendo gradualmente. Es efectivo que se fue perdiendo el consenso social, y lo sabemos algunos de los que estamos en esta Sala. Pero lo tendencioso de la afirmación es que se omite decir que el 11 de septiembre significó el inicio de una experiencia política que profundizó aun más la pérdida de ese consenso.

Considero, estimados colegas, que es el momento de iniciar el camino seguro hacia una democracia moderna, fundamentada en un amplio consenso social. Defender como feriado el 11 de septiembre significa ayudar a mantener latente la división entre los chilenos y mantener en suspenso la sustentación de un necesario consenso nacional, básico requisito que un país necesita para desarrollarse y perfeccionarse en todo sentido.

El señor Senador vitalicio ha dicho que la iniciativa tendiente a eliminar el feriado del 11 de septiembre es una venganza. Yo pienso, señor Senador, que si en la historia de la humanidad los actos de venganza hubiesen tenido las características de la propuesta que hoy analizamos, la humanidad hubiera sido mucho más feliz que desde el ángulo que Su Señoría lo observa.

Se ha afirmado que se justifica el feriado del 11 de septiembre, porque es necesario que el país no olvide su trágica historia para que ésta no vuelva a repetirse. Pero este argumento es un pretexto. Todos aquellos que fueron víctimas del 11 de septiembre nunca lo olvidarán. Los familiares y los amigos de los uniformados que cayeron; los familiares y los amigos de los detenidos desaparecidos, que tienen derecho a estar presentes esta tarde en el Senado; los parientes de los condenados a muerte; los que sufrieron prolongadas detenciones; los torturados; los exiliados; los que perdieron sus empleos y los relegados, nunca olvidarán el 11 de septiembre, sea o no sea feriado. Como he señalado, agudiza el dolor de quienes padecieron los efectos del régimen militar el hecho de que tal fecha sea de celebración, de regocijo. Y este dolor terminará cuando existan gestos de grandeza y de comprensión por parte de quienes fueron triunfadores en ese día.

Señor Presidente, considero que el feriado del 11 de septiembre debe ser suprimido, porque es una fecha perturbadora, que representa un pasado de divisiones, traumas y heridas. El debate de este momento aborda un problema real del Chile de hoy; no es un tema menudo. Sabemos que la reconciliación requiere de mayores iniciativas que la eliminación de un feriado. Pero es claro que para alcanzar la unidad de los chilenos se requiere transitar por un camino de integración, abandonando el espíritu de trincheras que prevaleció en una guerra que no fue tal y que dejó, no obstante, muchas y profundas heridas. Mantener el 11 de septiembre como día feriado significa seguir en una trinchera que ya la historia ha superado; significa, finalmente, no pensar en el futuro que debemos labrar para las nuevas generaciones, a las que no debemos dejar como herencia nuestros conflictos y odiosidades.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Tiene la palabra el Honorable señor Canessa.

El señor CANESSA.-

Señor Presidente, confieso mi incomodidad. El debate de esta tarde, en cierto modo, es surrealista. Bien cobijados en esta Sala, que expresa materialmente una faceta de la democracia surgida el 11 de septiembre de 1973, ocuparemos nuestro tiempo en discutir el realce que conviene dar a esa fecha fundacional del orden político vigente.

Mientras tanto, afuera, la gente, el país real enfrenta como puede los problemas de su vida diaria: delincuencia, educación, salud y fuentes de trabajo en peligro, porque en los últimos años hemos perdido parte del vigor que nos había puesto, una vez más, a la cabeza de Latinoamérica.

¿No debiéramos ocupar nuestro tiempo en diseñar los soportes legislativos que requiere la solución de esos problemas?

Sin embargo, hemos de satisfacer la Suma Urgencia con que Su Excelencia el Presidente de la República ha calificado este asunto.

Señores Senadores, para nuestra nación, el 11 de septiembre de 1973 es uno de los días más importantes de su trayectoria histórica.

Intencionadamente digo "es" uno de los días más importantes de su trayectoria. No digo "fue" un día muy importante. Nadie podría negar el carácter decisivo que tiene en la historia chilena de la segunda mitad del siglo XX. Pero lo que yo resalto es su vigencia y su proyección al futuro. Estamos ante un hecho trascendente, un hecho cuyas consecuencias van mucho más allá de la generación que protagonizó ese 11 de septiembre.

Las naciones dignas de tal nombre distan mucho de ser amnésicas. Por el contrario, acostumbran jalonar su trayectoria vital recordando de manera especial los hechos decisivos en la construcción de su destino. Muchas veces, los hitos que sirven de puntos de referencia a la memoria colectiva son dolorosos. No debiera extrañarnos: todo lo que realmente vale se compra a un gran precio. Al precio de las ilusiones perdidas; al precio de la sangre y de la muerte; al precio del más duro y sostenido esfuerzo para restaurar lo que se ha roto.

En este caso -lo afirmo desde ahora-, un sacrificio infinitamente menor y mejor que soportar una guerra civil y, según su desenlace, algunas décadas de dictadura soviética.

Ahora bien, respecto a la función que para alimentar el presente cumple la memoria histórica, me parece que, al menos en Occidente, el paradigma de lo que intento señalar quizás esté representado por el 14 de julio. En ese día, la revolución dividió a los franceses entre sí y los enfrentó con un grado de ferocidad hasta entonces desconocido.

Simultáneamente, la revolución coaligó a los tronos europeos en su contra. Hoy, y desde hace ya bastante tiempo, los franceses reconocen esa fecha como un símbolo nacional, una efemérides que los une y reconcilia con su pasado común. Y en todo el orbe, el 14 de julio equivale a decir "libertad".

Para nosotros -salvadas las obvias diferencias de tiempo, espacio y circunstancias- el significado del 11 de septiembre es similar.

En efecto, ese día las Fuerzas Armadas y de Orden, cumpliendo su obligación esencial de preservar la integridad de la comunidad nacional, pusieron término a un Gobierno cuyo norte era la destrucción de la democracia chilena y la sustitución de la tradicional fisonomía histórica de la Patria de manera inaceptable, sumiéndola en un molde ideológico: el marxismo-leninismo, en su versión castrista.

El ex Presidente don Eduardo Frei Montalva, en su conocida carta a Mariano Rumor, sintetizó esta realidad en los siguientes términos: el Gobierno de la Unidad Popular "estaba absolutamente decidido a instaurar en el país una dictadura totalitaria". Y, en la misma época, don Patricio Aylwin Azócar declaraba que "la acción de las Fuerzas Armadas y del Cuerpo de Carabineros no vino a ser sino una medida preventiva que se anticipó a un autogolpe de Estado que, con la ayuda de las milicias armadas con enorme poder militar de que disponía el Gobierno y con la colaboración de no menos de 10 mil extranjeros que había en este país, pretendían o habrían consumado una dictadura comunista".

Así las coas, el 11 de septiembre de 1973 marca la divisoria entre la democracia y el totalitarismo.

Ante esa disyuntiva fundamental, pues todo lo demás es accesorio, los aquí presentes -¡todos!-, más allá de cualquier duda o reserva mental, estamos en el mismo lado.

Aquel 11 de septiembre venció la causa de Chile, y a su servicio están hoy muchos de los que ayer militaron en la Unidad Popular. ¿No constituye acaso esta actitud renovada la mejor muestra de la importancia histórica que tiene tal fecha?

Llamo ahora la atención de los señores Senadores sobre un dato interesante: el 11 de septiembre fue establecido como feriado legal en 1981. A esas alturas, las tensiones políticas, que habían dividido a nuestra sociedad hasta el punto de arrastrarla al borde mismo de la guerra civil, ya eran parte de un pasado superado. La ciudadanía, un año atrás, había ratificado soberanamente la Constitución que nos rige y el contenido y los plazos de la transición hacia una nueva democracia. Dando cumplimiento a ese mandato, el Gobierno, presidido por el General Pinochet, afianzó en ese período las condiciones que hicieron posible la impecable ejecución del itinerario institucional.

No es posible desconocer ahora que cuando se estableció el 11 de septiembre como feriado legal, la unidad de los chilenos, su reconciliación, sólo era turbada por bandas terroristas que obedecían a las potencias extranjeras que las adiestraban y financiaban en el marco de la Guerra Fría. Para la inmensa mayoría de la población, ese día representaba la fecha en que la comunidad nacional había vuelto a ser dueña de su propio destino, y percibía que, apoyada en ese hito incontrastable, se encaminaba confiadamente al futuro. Los ciudadanos no fueron defraudados: ni un minuto antes ni uno más tarde de lo que ellos mismos habían resuelto, todas las instituciones democráticas estaban funcionando.

De otra parte, ya en la esfera legislativa, la documentación que informa la historia fidedigna de la ley Nº 18.026 -que por cuarta vez se intenta derogar- señala expresamente que ésa es la fecha "en que las Fuerzas Armadas y de Orden restauraron lo más valioso de nuestro patrimonio nacional, cual es la libertad". ¿No les parece, señores Senadores, que la restauración de la libertad que estuvimos a punto de perder justifica la exaltación de esa fecha? ¿Y qué ha cambiado? ¿Acaso ya no consideramos que la libertad es el bien que preside la convivencia cívica de la nación chilena? Entonces, ¿por qué se ha de eliminar este feriado de nuestro calendario?

Como es lógico, el peso de la prueba recae sobre los que desean modificar la situación imperante. Son ellos los que tienen que convencernos de que el 11 de septiembre es un día ordinario, que carece de relevancia propia, que da igual vivir en libertad o en tiranía, que el destino de la nación cubana y de la chilena ha sido el mismo. Son ellos los que tienen que convencernos de nuestra indiferencia, de nuestro olvido y de la derrota de los ideales de independencia, paz y progresivo bienestar que han animado a la Patria en los últimos 25 años.

No nos engañemos: quitar el carácter de feriado al 11 de septiembre es retroceder. Por ese camino, querámoslo o no, el horizonte se podría volver a ensombrecer con disputas que parecían definitivamente resueltas y quizás otras generaciones tendrán que batirse para recuperar la libertad de Chile.

Se me podrá objetar que exagero. Que nadie intente borrar el mérito de lo realizado por el Gobierno militar, pues resulta inútil pretender tapar el sol con la mano. Se me dirá que la moción en estudio sólo tiene por finalidad aglutinar las fuerzas de una coalición de problemática continuidad, aunque el asunto sólo interesa a los círculos afectados. Que estamos ante una fecha que divide, cuando en realidad a partir de ella se fue dando el proceso de convergencia que superó las diferencias que antaño nos separaban de manera absoluta. Que hay demasiados feriados y que conviene reducirlos para aumentar la productividad; pero cualquiera sabe que los positivos índices actuales tienen por causa el sistema político, económico y social creado, justamente, a partir de un 11 de septiembre. Que Lircay, Con-Con y Placilla no son batallas que celebremos de un modo especial; con olvido de que ellas decidieron una lucha por la preeminencia entre minorías dirigentes, que no comprometieron la unidad del pueblo y en las que sólo se batieron fracciones de las Fuerzas Armadas entre sí, mientras que el 11 de septiembre de 1973, por algo será, actuaron monolíticamente en nombre y representación de toda la Nación, de su pasado común y del futuro que los chilenos deseamos compartir.

Éste es el punto: en la decisión del 11 de septiembre estaba comprometida la suerte de todos los chilenos.

Para restar importancia a esa fecha, se han esgrimido argumentos que, como se acaba de ver, no son tales. No resisten mayor análisis, se disuelven al ser contrastados con la realidad de las cosas y -también hay que decirlo- huelen sospechosamente a disculpas, a mala conciencia, a resentimiento.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Solicito a Su Señoría redondear su intervención, para que no se reclame del tiempo.

El señor CANESSA.-

Me queda una página.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Muy bien.

El señor CANESSA.-

Siguiendo por ese camino podríamos derogar los delitos que importan violencia, y así evitar a los revoltosos la posibilidad de pasar un mal rato. ¿Quiénes son -pregunto- los que alteran la tranquilidad pública en esa fecha? ¿Dónde están los que la instigan? Y lo que es más grave, ¿por qué habría de someterse a sus designios la voluntad de prácticamente toda la población?

¿Hay o no hay una relación entre ellos y los que importaron la violencia al país en la década del 60 y oficialmente declararon que la violencia era un camino válido para alcanzar el poder?

También circula la opinión de que para la reconciliación se estima positivo suprimir ese feriado. Seamos serios: salvo aquellos que niegan el carácter decisivo de lo resuelto aquel 11 de septiembre -esto es, como ya lo he dicho, la disyuntiva entre libertad y totalitarismo-, la nación chilena se reconcilió hace ya mucho tiempo, incluso antes de que ese día fuera declarado feriado.

Quienes dan la espalda a la realidad, todavía permanecen unidos en espíritu a lo que fue la Unidad Popular. No tienen derecho a imponer a los demás su idea de lo que debe ser reconciliación. Ellos, menos que nadie, porque han sido los principales responsables de la violencia y del odio que queremos desterrar, y cuando tuvieron poder condujeron al país a una catástrofe.

Honorable Senado, la nación chilena, ya en su larga trayectoria sobre este rincón del planeta, ha sufrido embestidas de la naturaleza, ha resistido la acción extranjera y también, a veces, tuvo que dominar el descontrol surgido en su propio seno. Cada generación de chilenos ha enfrentado con vigor los desafíos de su propio tiempo. A mi generación le correspondió luchar por su libertad, desbarantando una siniestra empresa totalitaria. A continuación, emprendió con esperanza, técnica y patriotismo la reconstrucción moral, material e institucional del país. Gracias al sacrificio de esos días -lo que vale la pena se compra al precio de un gran dolor-, las generaciones más jóvenes han desenvuelto sus vidas en un ambiente diferente al que yo conocí; de mayor concordia, de mayor bienestar y de mayores posibilidades para cada persona y para cada familia.

Esos resultados, de los que estamos orgullosos, tienen su piedra sillar en un hecho trascendente, cuya validez y potencialidad permanece intacta. Se trata de un día que los chilenos hemos destacado otorgándole legalmente el carácter de feriado, y lo conservará, al menos mientras estemos dispuestos a sostener con energía que la libertad es la mayor virtud de nuestra estirpe.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Terminado el debate.

Corresponde, de acuerdo con lo resuelto, proceder a la votación nominal. Pueden fundamentar su voto los señores Senadores que no hayan intervenido en la discusión.

El señor BOMBAL.-

¿Me permite una cuestión previa, señor Presidente?

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Tiene la palabra Su Señoría.

El señor BOMBAL.-

Señor Presidente, en aras de la convivencia que debe existir entre todos nosotros y que aquí se ha manifestado al tratar un tema como éste, con la altura que se ha realizado y el respeto que todas las posiciones han manifestado, considerando que los discursos nos interpretan a unos y a otros en lo que nos compromete en este debate, sugiero -reitero- en aras de la convivencia del Senado, que nos aboquemos a votar sin fundamentar el voto. De esa forma despachamos el proyecto y evitamos que palabras saquen palabras y que ello genere, tal vez, una situación difícil, dada la altura con que se ha planteado el debate, quedando acreditado que frente a una materia tan delicada como ésta, la discusión se ha realizado con el debido respeto y consideración, lo que contribuye a que mantengamos la armonía en el Senado.

Propongo, entonces, que procedamos a la votación, pero sin fundamentar el voto.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Agradezco la proposición de Su Señoría. Pero a ningún señor Senador puedo impedirle que haga uso de un derecho que le confiere el Reglamento, salvo que hubiera acuerdo unánime de la Sala para proceder así.

Tiene la palabra el Honorable señor Muñoz Barra.

El señor MUÑOZ BARRA.-

Señor Presidente, siguiendo la idea del Senador señor Bombal, que me parece bastante atendible, solicito que aceptemos su proposición y que, además, la votación sea secreta.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Para que la votación sea secreta, debemos primero pronunciarnos respecto del procedimiento correspondiente y reunir el quórum especial requerido para ello.

¿Habría acuerdo unánime para aceptar la proposición del Honorable señor Bombal?

No hay acuerdo, porque, para rechazar lo sugerido, basta que un señor Senador se oponga.

Espero que los señores Senadores fundamenten el voto en forma mesurada, manteniendo el nivel del debate habido. Y para evitar confusiones, aclaro que votar negativamente significa rechazar el proyecto que viene de la Cámara de Diputados, y afirmativamente, aprobarlo.

En votación.

--(Durante la votación).

El señor ABURTO.-

Señor Presidente, lo referente a la supresión de feriados es una cuestión global. Todos sabemos que en muchas oportunidades se ha discutido sobre el exceso de feriados que hay en Chile, lo cual produce un problema de carácter económico-social. Se ha planteado la posible supresión de determinados feriados y, además, la solución respecto de los que caen en la mitad de la semana, en el sentido de correrlos hacia el lunes, para evitar que se interrumpa la jornada semanal de trabajo.

En el caso que nos ocupa, estamos en presencia de un proyecto que apunta a la derogación de un sólo feriado. Me parece que el problema es más general. Además, cuando tuve el honor de asumir como Senador, me hice el propósito de no participar en las discusiones de orden político confrontacional como la de este momento.

Basado en estas razones, estoy de acuerdo en que cualquier proyecto de supresión de feriados debe presentarse en forma global, a fin de solucionar el problema más general, que es el exceso de feriados en Chile.

Para responder, en cierto modo, a la invitación que el Senador señor Ominami nos hizo a los ex integrantes de la Corte Suprema de Justicia, le señalo que, en este caso particular, me pronunciaré en contra, exclusivamente porque se trata de la supresión de un feriado. Pero estaría dispuesto, en el futuro, si esta materia se aborda en términos generales, a revisar mi opinión y ver la posibilidad de que el feriado que hoy discutimos se incorpore en una iniciativa que modifique el sistema de feriados de nuestro país.

Por lo tanto, voto en contra de la supresión del feriado.

El señor BITAR.-

Señor Presidente, en septiembre de 1995, durante un acto solemne en que el Presidente del Brasil, Fernando Henrique Cardoso, firmó el proyecto de reparación para los familiares de los desaparecidos políticos durante el régimen militar, el Jefe de la Casa Militar del Palacio de Gobierno, General de Ejército Alberto Cardoso, en un gesto espontáneo, abrazó públicamente a la viuda del Diputado Rubens Paiva, desaparecido en 1971.

El gesto del General se transformó en un poderoso símbolo de reconciliación y de ejemplo en cuanto a cómo las Fuerzas Armadas del Brasil han enfrentado el controvertido tema de los derechos humanos y la búsqueda de la verdad.

En un gesto generoso de reconciliación y buen criterio, las Fuerzas Armadas del Brasil eliminaron de su calendario oficial la conmemoración del 31 de marzo, fecha en que, en 1964, depusieron al Presidente Joâo Goulart, que encabezaba el gobierno civil. Al justificar la supresión de la conmemoración de esa importante fecha para las Fuerzas Armadas, el Almirante Mauro César Pereira, Ministro de Marina, declaró: "Vivimos en un régimen democrático y sólo tiene sentido conmemorar las fechas realmente nacionales...Debemos acabar con las confrontaciones".

De hecho, hasta el año pasado, la celebración de dicha fecha originaba incidentes callejeros; pero no fue así el año siguiente -1996-, luego de la decisión de las Fuerzas Armadas.

Es interesante la experiencia de Brasil. ¿Podemos imaginar en nuestra tierra a un general abrazando en gesto de reconciliación a la esposa de un dirigente desaparecido? ¿O a nuestras Fuerzas Armadas eliminando la conmemoración del 11 de septiembre para ayudar a cerrar las heridas, aún abiertas, guiadas por un sentido de generosa unidad nacional?

Aquí tenemos la experiencia de un país latinoamericano.

Al votar, señor Presidente, quiero señalar que lo hago pensando en el Chile del siglo XXI, y eso requiere de nosotros grandeza para enfrentar el futuro y afianzar la reconciliación y la unidad nacional.

El 21 de mayo nos une. El 18 de septiembre nos une. El 25 de diciembre nos une. El 11 de septiembre nos divide. Esta fecha debe constituir un día de reflexión, de meditación sobre la historia, para que comprometamos nuestros espíritus y nuestra acción política a la proyección de un Chile unido. El recuerdo de la división, de la violencia, de los derechos humanos conculcados, debe servirnos para conservar vivo en nuestra alma el amor por la justicia, la libertad, la paz y la unidad.

Pienso que mantener este feriado es un gesto de agresión, es mirar al pasado, es pretender mantener el temor, es alentar sentimientos negativos, es ser leales con una dictadura o con un dictador y no con Chile y su futuro. Votar por la continuación de este feriado es votar contra la reconciliación y la unidad nacional. Voto hoy por un gesto que abra una etapa nueva y cierre un ciclo divisorio de la historia, que ayude a construir un Chile para todos.

Voto por eliminar el feriado del 11 de septiembre, como un gesto por el entendimiento nacional.

El señor BOENINGER.-

Señor Presidente, quiero fundamentar mi voto intentando un análisis, ojalá desapasionado, como el punto de vista de un observador.

En Irlanda del Norte, en conmemoración de una victoria obtenida hace varios siglos, la Orden protestante de Orange organiza anualmente tradicionales desfiles de celebración. El más emblemático de ellos insiste en atravesar la calle principal de un barrio católico. Es decir, los vencedores de aquella gesta lejana celebran refregando la derrota a los vencidos, con la consiguientes tensiones, reacciones y rencores y, en definitiva, retroceso en los esfuerzos de paz y reconciliación en que se había empeñado la inmensa mayoría de los actores de ese conflicto secular.

La conmemoración de la Orden de Orange es perfectamente legítima, pero no lo es que lo hagan ofendiendo a la minoría católica derrotada, con la cual conviven cotidianamente. No cabe duda de que en Chile el 11 de septiembre provoca encontradas reacciones y vuelve anualmente a encender las pasiones en torno de este hecho desde cuya ocurrencia han transcurrido ya 25 años. Por eso, no es un tema baladí, y es responsabilidad del Parlamento discutirlo las veces que sea necesario.

Para unos -me remito a lo que acaba de manifestar el Honorable señor Canessa-, se trata del día más importante del siglo, referente a una gesta histórica sólo comparable a la de nuestra independencia. El señor Senador, y quienes piensan como él, tienen pleno derecho a sentirlo así, y expresarlo. Para otros, fue el fin amargo, violento, presidido por muerte y destrucción, del sueño de construcción de una sociedad mejor, tal como ellos la concebían. Tienen también pleno derecho a pensarlo así y a expresarlo. Poco importa, como en el caso interior, que tengan o no tengan razón.

Para otros, se trata de un día triste, en el que se derrumbó la democracia de la que Chile se sentía tan orgulloso, sentimiento independiente de las causas que produjeron la ruptura. Para otros, en fin, el 11 de septiembre fue consecuencia inevitable de una polarización ideológica y política extremas, de la pérdida de legitimidad de todas las instituciones democráticas. Del Ejecutivo, para la Oposición; del Parlamento, de la Corte Suprema y de la Contraloría, para el Gobierno y sus partidarios. Se trata, para éstos, de la crónica de una ruptura anunciada.

En lo personal , me cuento entre estos últimos. Francamente, no soy de los que lloraron el 11 de septiembre. Y, ciertamente, me defino -y todos lo saben- como radicalmente anticomunista. Pero estas cosas no son para nada pertinentes a esta decisión.

Creo indudable que la intervención militar de ese día contó con el apoyo activo o pasivo de una mayoría de la población agotada de tanto conflicto. Pero también es un hecho que pocos meses antes del 11 de septiembre, en marzo de ese año, el Gobierno del Presidente Allende había obtenido el respaldo de 43 por ciento de los ciudadanos en las elecciones parlamentarias. Sin duda, un apoyo sólido y significativo.

El 11 de septiembre el país entero no se pronunció, pues, ni con mucho, de manera unánime y consensual. Hubo vencedores y vencidos, como en Irlanda. El que los vencedores hayan tenido el apoyo de una mayoría resulta irrelevante ante este hecho fundamental, máxime que ese momento inicial fue seguido de tragedia y muerte.

Se dice, con razón, que los días feriados consagran festividades religiosas, efemérides patrias y días constituidos internacionalmente que interpretan o cuentan con el beneplácito de todos los ciudadanos. Es cierto que las festividades religiosas en Chile son católicas, pero no conmemoran ninguna derrota de los que no lo son, sino que responden a una tradición de siempre, que interpreta a una amplia mayoría de la población, pero que no están dirigidas contra nadie, ni celebran ninguna derrota ni hechos confrontacionales.

Es obvio que el 11 de septiembre no reúne tales condiciones: conmemora un hecho que dividió profundamente a la sociedad chilena, y que la sigue dividiendo y en la que, como dijimos, hubo vencedores y vencidos. No es un día de reconocimiento a la gestión del Gobierno militar. Se refiere a un momento determinado: a la ruptura de la democracia el 11 de septiembre.

Por eso, creo que su eliminación, contrariamente a algunas opiniones que he escuchado, es una contribución al largo y difícil proceso de reconciliación que el mes de septiembre se encarga anualmente de recordarnos que está aún lejos de completarse. Derogar el feriado no impide, a quienes lo consideran una gran efeméride patria, celebrarlo entre los que comparten esa visión, así como no impide, a los que tengan respecto de esa fecha una actitud de rechazo, expresar sus propios sentimientos en este sentido. Ambos sectores pueden hacerlo de manera no oficial ni confrontacional.

Tales actos, realizados en un día normal de trabajo, pierden dramaticidad y conflictividad, y con el tiempo pueden convertirse en un ejercicio de tolerancia y respeto a la diversidad de Chile y a sus diferentes memorias históricas.

Voto que sí.

El señor BOMBAL.-

Señor Presidente, no estoy dispuesto a que se borre de la memoria de nuestra nación un día que marcó irremisiblemente el término de un proceso político y social que, de haber prosperado en sus propósitos, habría conducido a Chile a un régimen comunista similar al existente hoy en Cuba.

El 11 de septiembre, como muy bien lo dijo el Senador Mario Ríos, marcó el destino de América y también adelantó el fin de una era trágica que vivió la humanidad en este siglo y que culminó con la caída del muro de Berlín. Tan poderosa razón debe bastarnos para reconocer, ahora y siempre, aquella fecha como un día digno de ser guardado en la memoria histórica de Chile.

Voto que no.

El señor CANTERO.-

Señor Presidente, es evidente que el tema es controvertido y genera reacciones distintas, según la posición que se haya tenido en el año 1973. En esa época me correspondió jugar un rol muy distinto: el de joven estudiante que cursaba el tercer año de enseñanza media y que se preparaba para el futuro.

Sobre el tema en debate, tengo un ángulo diferente que quiero plantear y que, a mi juicio, interpreta el pensamiento de algunos sectores de nuestro país.

Después de egresar de la universidad, me incorporé con entusiasmo al Gobierno militar, y colaboré como alcalde, no una sino tres veces. Celebré, y más aún, organicé y he seguido organizando celebraciones respecto del 11 de septiembre y del carácter fundacional que, para mí, representa ese evento en la historia de nuestro país. Tengo perfecta conciencia de la crisis que vivía Chile; de la honda división que existía en nuestra sociedad; del enfrentamiento de ésta y sus instituciones: un efecto y deterioro prolongados, profundos, en la convivencia nacional.

Por eso, cuando veo las actitudes actuales -cuando hablo de actuales me refiero a los últimos diez años; y nada me hace pensar que será distinto-, no logro entender las articulaciones de las ideas planteadas.

Creo que las Fuerzas Armadas continuarán celebrando este evento con la misma energía y fuerza. Y pienso que el Partido Socialista, el Partido Comunista y la gente de Izquierda seguirán celebrándolo, también por mucho tiempo, con la misma energía, con el mismo énfasis, con la misma fuerza.

El señor NÚÑEZ.-

Celebrando, no. ¡Recordando!

El señor CANTERO.-

El ala Izquierda, precisamente, me corrige y dice "recordando": recordando o conmemorando.

Obviamente, señor Presidente, están en juego los conceptos de democracia, de libertad. Y esto provoca alegrías a algunos, y a otros, dolores, sufrimiento y recogimiento.

Lo concreto es que hubo un quiebre institucional, una situación verdaderamente caótica. Lo concreto es que el Presidente Salvador Allende, quien a mi juicio era un hombre bien inspirado, fracasó en su intento de llevar al país hacia el ideal que buscaba. Lo concreto es que el poder social de nuestra nación fracasó en su intento de crear convivencia. Lo concreto es que los políticos de esa época fracasaron en su intento de generar convivencia nacional pacífica, buen entendimiento. Lo concreto es que el poder espiritual -cualquiera que sea la posición religiosa que se tenga- fracasó en su intento de evitar el quiebre, el enfrentamiento, el derramamiento de sangre. Y el poder espiritual venía fracasando. Incluso más: venía polarizándose, asumiendo posturas a veces protagónicas en un sentido u otro.

No se logró ese poder mediador. Y actuó otro poder: el poder militar. Y actuó como lo hace siempre, como es dable esperar: usando la fuerza. Porque ésa es su naturaleza.

Quienes debían cumplir otro rol fracasaron.

En consecuencia, a mi parecer, esta situación se mantendrá.

Pero, señor Presidente, se trata de mirar hacia el futuro, de buscar gestos de fraternidad y entendimiento.

Por eso, manifiesto que, entendiendo esta situación, estoy dispuesto, en su momento, en el ambiente adecuado y producidos los gestos solicitados en la Sala (gestos de grandeza de todos los sectores, buscando un ambiente de entendimiento), a meditar y valorar las peticiones hechas. Sin embargo, hacen falta gestos de todos los sectores.

Yo no estuve en esa contienda; no estuve envenenado con esas odiosidades. Tampoco heredé odiosidades de esa época. Al contrario, como miles -quizás millones- de jóvenes, quiero un ambiente de entendimiento, de fraternidad, de respeto, de tolerancia, de afecto, de cariño, de habilitación para construir todos juntos, con grandeza, el Chile que anhelamos.

Reclamo ese escenario, reclamo esa actitud, reclamo esos gestos. Mientras no estén presentes esos gestos, entiendo esto como una petición parcial.

Por eso, rechazo el proyecto.

El señor CORDERO.-

Señor Presidente, sin lugar a dudas, el 11 de septiembre de 1973 es un hito importantísimo en la historia de nuestro país, y los diversos sectores involucrados dan cuenta de su significado calificándolo según las posiciones que sustentan.

El Senador que habla no calificará en esta ocasión las causas que llevaron al acaecimiento de los hechos ni tampoco los efectos que ellos provocaron. Hoy la discusión se centra en la conveniencia de suprimir el 11 de septiembre como feriado nacional. Y aducen los autores de la moción que esa fecha no condice con las otras categorías de feriado existentes en nuestro país y que aún es motivo de división nacional.

Sin embargo, aunque el 11 de septiembre de 1973 no logra producir una opinión unívoca en todos los sectores, todos concuerdan, sin distinción de banderas políticas, en que hubo víctimas que lamentar. El solo hecho de rendir homenaje en memoria de los caídos, a mi juicio, amerita mantener ese día como feriado.

Puntualmente, en Carabineros de Chile, el día 11 de septiembre de 1973 perdieron la vida los señores Mayor Osvaldo Muñoz Carrasco; Capitán José Dávila Rodríguez; Teniente Ramón Jiménez Cadieux; Suboficial José Wetling; Vicesargento Primero Anselmo Aguayo Bustos; Cabo Primero Orlando Espinoza Faúndez, y Carabineros Juan Herrera Urrutia, José Maldonado Inostroza, José Apablaza Brevis, Mario Barriga Arriagada, Martín Vega Antíquera y Raúl Lucero Ayala.

La Institución, como reconocimiento a los funcionarios que ofrendaron su vida en bien de la patria, rindió un homenaje al Carabinero Fabriziano González Urzúa -y en su persona a todos los demás- dando su nombre a la Escuela de Suboficiales.

Como chileno, primero, y como Senador de la República, después, me preocupa sobremanera que nuestro país encuentre los cauces adecuados para lograr una definitiva reconciliación nacional. Y así lo he expresado públicamente.

En ese contexto, si lo que intenta la moción es terminar con las odiosidades y antagonismos dentro de nuestra sociedad, no me parece que el medio correcto para ello sea el desconocimiento absoluto de los valores, principios y tradiciones que los Institutos Armados cultivan en reconocimiento de hechos y actuaciones de sus integrantes en determinados momentos de nuestra historia.

En mérito de lo anterior, voto que no.

El señor CHADWICK.-

Señor Presidente, el 10 de septiembre de 1973, una mayoría muy significativa del país, que representaba a un amplio espectro político, veía con angustia que Chile estaba sumido en una honda crisis social (como decían los actores de la época, se hallaba virtualmente al borde de una guerra civil). Asimismo, esa mayoría veía a la nación sumida en una profunda crisis económica (no ha existido otra igual en nuestra patria, y espero que jamás la haya). Y, también, dicha mayoría era testigo de una honda crisis política, en términos tales que nuestras principales instituciones (Cámara de Diputados, Corte Suprema) señalaban que el Gobierno había quebrantado la Constitución y que el Estado de Derecho se encontraba prácticamente destruido.

Esa misma mayoría, al día siguiente, el 11 de septiembre de 1973, sintió -y confió en ello- que la intervención de las Fuerzas Armadas era el único camino posible en ese momento para superar la crisis social e impedir una guerra civil; para revertir el caos económico y evitar que el país entrara en un camino de destrucción, y para impedir esa crisis política, que podía transformar el débil régimen democrático que se vivía en aquella época en un régimen totalitario cuya principal característica era el hecho de ser irreversible.

Han pasado ya 25 años, señor Presidente, y estoy profundamente convencido de que el Chile que nos toca vivir hoy es muy superior al del 10 de septiembre de 1973.

Actualmente, después de 25 años, nuestro país goza de una paz social que habría sido imposible pensar el 10 de septiembre de 1973. Desde hace muchos años, Chile está en un proceso de desarrollo económico que ni siquiera era factible soñar en los inicios de la década de los 70. Asimismo, goza de una democracia sólida y estable, que no tiene amenaza alguna de ser debilitada ni destruida: ¡Cómo lo habríamos añorado el 10 de septiembre de 1973!

¡Éste es un país sustancialmente mejor que el de comienzos de los años 70!

Muy bien decía el Senador señor Ominami que, obviamente, existen diferentes visiones con respecto al pasado. Y observo que los sectores que tienen una visión distinta de la nuestra han construido y valorado su historia, sus símbolos, sus testimonios. Y yo los respeto.

Quienes pensamos que el Chile de hoy es muy superior al de los inicios de los años 70 -naturalmente, eso se debe al esfuerzo de muchos- sabemos que ello habría sido imposible sin el 11 de septiembre de 1973 y vemos en esta fecha un elemento sustancial del principal de nuestros símbolos y un eje fundamental en la construcción de nuestra historia.

A mi juicio, el sentido más profundo de la reconciliación no pasa por olvidar la historia ni por imponer los criterios de unos por sobre los de otros, sino por respetarnos en nuestros símbolos, en nuestras visiones y en nuestros testimonios.

Eso es lo que, en mi concepto, debe orientar y fundar nuestra decisión sobre el proyecto que se nos presenta: respetarnos en nuestra historia.

Señor Presidente, dado que el 11 de septiembre de 1973 es un símbolo fundamental en nuestra visión de este país y considerando objetivamente la trascendencia histórica de esa fecha, voto en contra del proyecto.

El señor DÍEZ.-

Señor Presidente, voté que no, pero deseo rectificar mi voto, pues estoy pareado con el Honorable señor Lavandero.

El señor FOXLEY.-

Señor Presidente, si en esta tribuna hubiera un conjunto de gente joven, quizás tendría que hacernos un reproche bastante serio. Probablemente, éste comenzaría diciendo que esa gente no desea vivir en un país tan predecible en el lenguaje de los discursos y de los debates de quienes forman parte de su clase dirigente.

La discusión que hemos desarrollado en la última hora pareciera congelar los tiempos. Da la sensación de una rutina cansada; de símbolos gastados, que se repiten una y otra vez; de relatos que no se encuentran, en que cada cual muestra, legítimamente, la forma subjetiva como se vivió un pedazo de la historia.

Seguramente, a esos jóvenes no les gustaría escuchar los mismos discursos gastados, desde los mismos puntos de vista de siempre, para repetir los argumentos aducidos durante tantos años.

¡Quién sabe si en esta predictibilidad de lo que hacemos en política se encuentre, en cierta medida, la apatía de la generación joven por esa actividad!

Considero que, por la gente joven que viene, deberíamos hacer el esfuerzo de alinearnos en función del futuro y no de los gastados conflictos del pasado.

Además, quiero expresar -en forma personal y muy verdadera- que, en un país, los dolores colectivos no se olvidan ni se celebran, y que, en la sociedad civilizada que se quiere construir y perfeccionar, los gestos, el respeto recíproco, la confianza que se crea paso a paso, la amistad cívica, son intangibles fundamentales que, al final, hacen la diferencia entre una comunidad humana y una sociedad que no es más que un pacto frío de conflictos latentes, permanentes, que en cualquier momento vuelven a estallar.

En lo personal, estoy dispuesto a hacer, con toda la generosidad necesaria, los gestos que se piden. Y por eso mismo, por respeto a los derrotados; por respeto a quienes sufrieron inconmensurablemente durante muchos años; por respeto a aquellos que creyeron que aun el 10 de septiembre de 1973 la democracia podía ofrecer un camino mejor que el escogido en cuanto forma superior de convivencia y de resolución de las disputas, me atrevo a sostener en el Senado que tenemos la oportunidad de escoger, pero no el camino predecible.

Termino, señor Presidente, expresando mi opinión en el sentido de que la retórica de la intransigencia nunca ha construido un país ni un futuro. Y, al final, la pregunta es muy simple (sin embargo, parece tan difícil responderla): quién da un paso creíble, que cueste -no cuesta tanto-, generoso; quién hace un gesto simbólico; quién brinda la oportunidad de resituarse frente al país y el futuro.

¿Quién hace ese gesto? ¿A quién le corresponde hacerlo hoy día?

Voto por la supresión del feriado del 11 de septiembre.

La señora FREI (doña Carmen).-

Señor Presidente, en primer término, señalo mi pesar por el hecho de que hasta hoy no hayamos logrado el consenso indispensable para terminar con el 11 de septiembre como día feriado, ya que todos sabemos que divide a los chilenos.

Todos estamos conscientes de que las grandes efemérides nacionales -el 21 de mayo, el 18 y 19 de septiembre- expresan una memoria y una historia compartidas. Asimismo, asumimos que los hechos que se conmemoran en esas fiestas unen a la patria y que el pueblo celebra y manifiesta unido su pertenencia a esta comunidad y a su pasado, que nos enorgullece a todos por igual.

La identidad y la unidad de la nación se construyen y recrean sobre sentidos y símbolos que nos unen y representan. En esta creación y desarrollo de la identidad y unidad de la nación, las Fuerzas Armadas han sido símbolo de ellas. Nación, patria, pueblo se expresan en esos días en unidad y alegría. Los militares, más que nadie, desde mi punto de vista, tienen que buscar profundizar la unidad e identidad nacionales. Las Fuerzas Armadas deben ser signos de unidad; no pueden ser signos de división.

Ningún conflicto, división o guerra civil entre chilenos tiene un día de conmemoración como feriado oficial. ¿Por qué lo va a tener una fecha en que todos sentimos que el gran perdedor fue el país, la nación, el pueblo chileno y nuestra imagen ante el mundo?

¿Por qué todos los años tenemos que mostrar ante la prensa y las cámaras de televisión, tanto nacionales como internacionales, un país en conflicto y división, de victoria para algunos y de derrota y muerte para otros, cuando hoy realmente nos encaminamos por las vías de la reconciliación y el entendimiento? ¿Qué sentido tiene seguir reviviendo un símbolo de división y muerte? Nadie va a lograr que la historia recoja el 11 de septiembre como un día de celebración y de unidad.

Por eso, hoy invito a los señores Senadores a dar un ejemplo ante el país; a demostrar que nuestra mirada está puesta más en un horizonte de futuro compartido y no en un pasado de división.

Invito a los Honorables colegas a ponernos de acuerdo en un día que sea símbolo para todos los sectores sociales, políticos y religiosos, de un verdadero reencuentro nacional.

Podríamos, por ejemplo, nominar el 4 septiembre, día símbolo de la democracia, en el que los chilenos elegimos en los últimos decenios a los Presidente de la República y en el que el mundo entero reconocía nuestras tradiciones cívicas. Busquemos, con imaginación y generosidad, un día en el que todos digamos, de una vez por todas, que amamos al mismo país y que queremos vivir juntos, en paz, en libertad, sin violencia y sin confrontaciones fratricidas.

Voto que sí.

El señor GAZMURI.-

Señor Presidente, la verdad es que he seguido el debate con mucha atención, y no puedo ocultar una sensación -y deseo compartirla con el Senado- de pesadumbre, de pesantez.

Y no he podido evitar el recuerdo -que también quiero compartir- de una conversación -debe haber sido a fines de la década de los 70- con un muy amigo mío de muchos años (ruso hoy y soviético en esa época, un hombre de izquierda, profundamente antiestalinista), quien me dijo en Moscú que quizás la herencia más pesada de Stalin no iban a ser los crímenes ni las muertes ni el sufrimiento del pueblo ruso, sino la perversión de las palabras. Y tengo la sensación de que en este debate se produce algún fenómeno de perversión de las palabras, porque estamos discutiendo un feriado. Si nos atenemos al sentido original y obvio de nuestra lengua, comprobaremos que dicho término alude a fiesta. Cualquiera que haya seguido esta discusión, creo que no podría considerar el 11 de septiembre como una fiesta nacional. Lo es para algunos -y tienen derecho a celebrarla-, pero es un motivo de profundo dolor para otros -que somos muchos-, abre heridas muy profundas y, también, hace reflexionar sobre un período particularmente complejo de nuestra historia. Entiendo que a ese respecto tengamos visiones sesgadas -he escuchado algunas acá- y maniqueas acerca de un período complejo. Aquí el primer magnicidio y la violencia va desde Portales hasta el asesinato del general Schneider, antes de que el Presidente Allende asumiera la Presidencia de la República. En esa época el Consejo Nacional de Seguridad de los Estados Unidos decretó que había que ahogar al Régimen chileno. Eran los tiempos de la guerra fría; era otro el contexto histórico. Había una crisis nacional. Y que el golpe de Estado fuera la única solución no estaba escrito en la historia, ni tampoco los contemporáneos pensaron eso. De hecho, el golpe de las Fuerzas Armadas tuvo que partir descabezando a dos de los mandos naturales y legítimos: el almirante Montero, en la Armada, y el General Director de Carabineros, don José María Sepúlveda. Ellos eran los mandos constitucionales de esas instituciones.

Por lo tanto, estos fenómenos son controvertibles; el país no los olvidará. Y tendremos que elaborar visiones distintas, que permitan converger en algún punto, así como hoy día podemos encontrarnos con Carrera y O¿Higgins después de un siglo y medio.

Sin embargo, considero que no contribuye a la creación de un país tolerante y de una nación unida el hecho de que se pretenda imponer una fiesta a la actual mayoría del país, la cual, además, está representada en este proyecto. Porque nadie puede desconocer que en la Cámara de Diputados se expresa hoy día en plenitud la voluntad mayoritaria del pueblo de Chile. Y, por tanto, me parece que le hace bien al país no imponernos fiestas -no sé el resultado de la votación-, pues eso es lo único que no se puede imponer. La alegría no se puede dictar por decreto ni por ley. Y es violencia pretender imponer a la mayoría de los chilenos una fiesta nacional en un día en que guardamos luto por seres y hombres muy queridos, empezando por el ex Presidente Allende.

Voto a favor.

El señor HORVAHT.-

Señor Presidente, estimo que el 11 de septiembre es, sin lugar a dudas, un hito histórico en Chile.

El pronunciamiento de las Fuerzas Armadas y de Orden obedece a un momento político, avalado por declaraciones y resoluciones del Congreso de la época y de la Contraloría General de la República, en el sentido de que el Gobierno violaba clara y sistemáticamente el orden jurídico del país.

Sin el 11 de septiembre, Chile habría sido conducido a una polarización sangrienta que hoy, bajo una mirada cada vez más histórica y a la luz que muestran las experiencias marxistas de otros países, resulta claramente indeseable.

Como joven de esa época, entiendo que muchos sueños, ideales de personas -principalmente de jóvenes-, fueron infiltrados, al igual que en otros países, por principios totalitarios. Esto se aprecia con perspectiva histórica. Y creo que, justamente, una investigación de esta naturaleza y del rol que jugaron todas las personas e instituciones en ese momento, previo al 11 de septiembre, dará una mayor luz y objetividad, que es lo que se requiere en el país para que esa importante fecha sea, no sólo conmemorada, sino, además, materia de prevención, sin miedos hacia el futuro.

Por estas razones, voto que no.

El señor LAGOS.-

Señor Presidente, una vez más, sectores de la Concertación insisten en torcerle la mano a la historia.

El 11 de Septiembre es una fecha que, independientemente de la forma como se aprecie, constituye una realidad histórica que no se puede eliminar ni por decreto ni por ley. Dicha fecha está positiva o negativamente incorporada a la manera de ser nacional, del mismo modo en que celebramos el 18 de Septiembre y el 21 de Mayo, día este último en que recordamos el heroísmo de Prat, dejando un invaluable legado a los chilenos.

Creo que el rol que cumplieron las Fuerzas Armadas y Carabineros, como recurso moral de la Patria, revivió la enseñanza que nos legó el Capitán Prat.

La unidad, la pretendida reconciliación entre adversarios de antaño, no se logra borrando una fecha ni olvidando los hechos vividos. Es preciso revisar profunda, valiente y objetivamente nuestro comportamiento, que a la postre constituye el material insustituible con que habremos de reconstruir una real reconciliación nacional.

Soy uno de los hombres que en esa época eran dirigentes de un gremio, siendo muy combatido aquel que representé: el de los dueños de camiones, integrado por miles y miles de pequeños empresarios y comerciantes. Y luchamos y conocimos la violencia, la ruina de nuestro patrimonio, que habíamos construido con nuestras manos, como los campesinos. Fuimos atacados con armas. Y se registraron muertos entre nosotros, al igual que propiedad asolada por los "idealistas", mayoritariamente asesorados por terroristas importados.

Esas mismas alamedas de que hablaba Allende las veíamos ocupadas por jóvenes con cascos, linchacos, cadenas y elementos de esa índole, y no precisamente para buscar en ese momento la paz ni la reconciliación entre los chilenos. Se preparaban para una gran guerra, para la destrucción total del país y la instauración de un Gobierno marxista que terminara en una dictadura del proletariado.

Y fueron los gremios y la voz de la inmensa mayoría de la población, los jóvenes de la época, los que un día de agosto, a la entrada de la Universidad Católica de Santiago, pidieron la intervención de las Fuerzas Armadas y de Orden, porque Chile ya había llegado a niveles de desastre que impedían seguir gobernando.

Al final, resultó que las instituciones castrenses tomaron la decisión más difícil y que creo que correspondía en ese minuto. Pero ese mismo hecho permitió reconstruir una gran nación, hasta entonces devastada, con 2 mil 200 por ciento de inflación. Y, por ello, sería muy importante que la juventud actual -porque el sector político a que pertenezco no habla muchas veces de ese pasado, sino que otros disponen de las posibilidades de acceso a los medios de comunicación para hacerlo- viera el estado de nación destruida que presentaba Chile. Hoy, gracias al Gobierno que después asumió, los últimos dos Presidentes han recorrido el territorio y han contado con un país que ofrecer para la inversión -y paso a paso se han ido resolviendo, precisamente, los grandes problemas sociales-, que camina, que progresa y al que todos tenemos que cuidar, porque lo queremos antes de cualquier otra consideración.

Y creo que en especial nosotros, los políticos, en vez de gastar este tiempo aquí, de una vez por todas deberíamos estar preocupados de los problemas de la salud, la educación, la falta de trabajo; de la crisis que afecta en estos momentos a Chile. Porque eso es lo que quiere la gente. A ella no le interesa el otro tipo de asuntos. Las grandes necesidades requieren una mayor participación y decisión nuestra. Pero la presente discusión la sostenemos todos los años y así seguirá ocurriendo, porque algunos todavía quieren seguir usándola. Y, a medida que se acercan las elecciones presidenciales, será más activa.

Voto que no.

El señor LARRAÍN.-

Señor Presidente, la verdad es que el tema que nos congrega, si bien en muchos sentidos resulta reiterado, me provoca una enorme sensación de inquietud. Porque, junto con comprender los planteamientos de quienes quieren terminar con el feriado del 11 de septiembre y respetando las legítimas inquietudes que hay detrás, todos ellos exhiben ciertos elementos comunes y son susceptibles de algunas constataciones que me parece que se deben hacer resaltar antes de emitir un parecer.

He seguido con mucho cuidado tales intervenciones y, cuando reflexiono sobre su contenido, advierto, en primer lugar, que ninguno de los impugnadores del feriado ha hecho referencia a los antecedentes del 11 de septiembre de 1973. Es como si ese día se iniciara la historia del país: no hay causas, ni siquiera una prehistoria.

En seguida, ninguno de los impugnadores del feriado ha aludido a los juicios que muchos de los presentes formulaban en las inmediaciones de aquella fecha, cuando se opinaba distinto de ahora. Y la prudencia siempre ha enseñado que no se puede juzgar el pasado con los criterios de la actualidad. Es preciso recordar lo que entonces se hizo y se dijo. Y quienes hoy han intervenido olvidan, en buena medida, esas expresiones.

Y, por último, ninguno de los que impugnan el feriado ha dicho una sola cosa positiva de lo que ocurrió luego del 11 de septiembre de 1973. Vale decir, sólo existe una visión negativa del proceso que en esa época vivió el país y que redundó en numerosas consecuencias que el mundo reconoce, lo que no sucede en este debate.

Entonces, señor Presidente, uno escucha con respeto los planteamientos y quiere comprenderlos y compartirlos, pero no aprecia en ellos un juicio sereno, objetivo, responsable. Más bien se observa que en la insistencia en el tema, en la perspectiva en que eso se da, tiene lugar una suerte de búsqueda de enfrentamiento.

Me pregunto cómo se puede pedir un gesto de reconciliación cuando, simultáneamente, quienes lo hacen dan a conocer argumentaciones que en realidad resultan provocadoras y generan respuestas equivalentes. No pareciera ser que de verdad se busque la reconciliación.

No resultaría prudente, por lo tanto, en ese ambiente, en ese espíritu, revisar los hechos. Los que actúan hoy dan la impresión de ser actores del ayer, precisamente, y de que no lo han olvidado. Y, en consecuencia, se hallan involucrados en esa realidad.

No estimo adecuado, entonces, cambiar lo actual. Más bien conviene dejar que la historia juzgue a la historia, que el tiempo permita en verdad reflexionar con más serenidad, con más objetividad, con más imparcialidad.

Respeto mucho a quienes se encuentran en una posición distinta y cada día que pasa aprendo a apreciarlos, mientras se alejan los acontecimientos de que se trata, pero, por los planteamientos que se consignan, por la manera como se exponen, no puedo compartir las solicitaciones formuladas.

Por estas consideraciones, señor Presidente, voto que no.

El señor MARTÍNEZ.-

Señor Presidente, señores Senadores, la presente votación nunca debió haberse producido. Y ello, porque una lealtad mínima con la verdad y la historia lleva a concluir que el 11 de septiembre de 1973 fue provocado y fue el resultado de un continuo y permanente conflicto provocado por una ideología que postuló que el acceso al poder político pasaba por la vía revolucionaria y la violencia física, verbal y psicológica como métodos válidos de acción política, y que la democracia chilena tenía que ser obligada a implantar el modelo de sociedad marxista-leninista postulado por diferentes partidos políticos.

Hay, entonces, en este acto -a mi juicio-, un olvido básico y fundamental que atraviesa una parte de este Senado.

Olvido de la participación y compromisos adquiridos entre 1970 y 1973, el que desconoce incluso los principios y valores que definían -y aún definen- a uno de los partidos que en esa época eran de Oposición y hoy día de Gobierno. Recuerdo que algunos de los señores Senadores de dicho Partido, presentes hoy, participaban en diferentes actos en los cuales sostenían que la única salida era recurrir a las Fuerzas Armadas y de Orden para que restablecieran el Estado de Derecho en nuestra patria.

Olvido de los miles de compatriotas que sufrieron vejaciones, perdieron sus patrimonios -algunos incluso su vida-, por su oposición al intento de convertir a Chile en un Estado marxista. Compatriotas que, a pesar de su dolor, no dudaron en concurrir con sus anillos, joyas, alhajas y otros objetos de valor para reunir los fondos que permitieron poner de nuevo en marcha a Chile paralizado.

Olvido de los compatriotas muertos, de cualquier bando -repito: olvido de los compatriotas muertos, de cualquier bando- y posición política, al no asumir que fue la prédica sistemática de la violencia la que impulsó a unos a tratar de imponer sus ideas por medio de las armas, y a otros a defenderse del actuar de los movimientos guerrilleros y subversivos mediante actos en los que muchas veces cayeron ciudadanos inocentes. Respeto el sentimiento de todos sus familiares, sin distinción de tienda política y de posición.

Olvido, por último, de la obra del Gobierno militar, que permitió reconstruir Chile, dar seguridad y estabilidad a nuestros compatriotas, y crear un cuerpo constitucional y un conjunto de leyes y reglamentos que no sólo han permitido el desarrollo que hoy día evidenciamos, sino que -entre otras muchas posibilidades que abrió- todos los presentes estemos en el Congreso y tengamos, por obra de la Constitución de 1980, un lugar en el Senado.

Por ser leal a esto y a los años de esfuerzo de todos los chilenos, sin importar su compromiso político o condición social, y sobre todo para que meditemos y evitemos con nuestra conducta cívica y compromiso de acción que el país llegue a una situación parecida en el futuro -siendo éste el significado máximo de la palabra "reconciliación"-, votaré en contra de la iniciativa propuesta, e insisto en que debemos meditar en las causas y proyectarnos hacia el futuro a fin de no repetir la situación anterior.

Señor Presidente, nunca he usado las palabras "victoria" o "derrota" para referirme a algún chileno en estas situaciones. Ello indica el verdadero sentimiento de unidad que me embarga.

Voto que no.

El señor MATTA.-

Señor Presidente, nuevamente se discute en la Sala la derogación del 11 de septiembre como feriado nacional. Esta iniciativa se ha reiterado en el tiempo en muchas oportunidades, y si eventualmente hoy no se alcanzaran los votos necesarios para lograrlo, se insistirá de nuevo. ¿Por qué? Porque el día en referencia es motivo de profunda división entre los chilenos, de ruptura nacional y de signos muy contradictorios.

Las fechas de celebración en nuestro país son, por el contrario, expresión de la unidad como nación, reflejo de nuestra historia compartida y expresión de las entidades religiosas o culturales mayoritarias.

Lo anterior no ocurre con el 11 de septiembre. Esa fecha, por el contrario, significa el aplastamiento de una institucionalidad democrática ininterrumpida en nuestro país por largos años, la persecución implacable de las ideas no oficiales, el inicio de un camino de dolor y exilio para muchos y la persistente senda del desencuentro nacional.

Me convence su supresión al escuchar en este debate todos aquellos planteamientos que no nos unen como nación, y que sirven de fundamento principalísimo a quienes desean mantener ese feriado.

Si queremos sumar efectivamente a los chilenos en la reconciliación nacional y en la paz interna, suprimamos esta fecha como día festivo en el calendario.

Voto que sí, plenamente convencido.

La señora MATTHEI.-

Señor Presidente, seré muy breve.

Escuché con mucha atención la exposición del Senador señor Gazmuri y deseo aclarar que nadie está imponiendo una fiesta nacional -ni alegría- el 11 de septiembre. El Viernes Santo, por ejemplo, no es un día de fiesta para los cristianos, aunque es feriado. Por lo tanto, feriado no es lo mismo que fiesta.

También puse mucha atención a las intervenciones -quisiera destacarlas- de los Senadores señores Foxley y Ominami.

De todos los discursos escuchados hoy, éstos los que más han tenido alguna apertura para tratar de conversar realmente este tema con algún sentimiento de futuro.

En cuanto a lo señalado por el Honorable señor Foxley respecto de quién da el primer paso, siempre he pensado que debe hacerlo quien tiene el poder. Así lo consideré durante el Gobierno militar y así lo pienso ahora.

Y debo decir, con mucha pena, que durante nueve años he asistido al Congreso Pleno que se realiza el 21 de mayo, y que durante todo ese tiempo no he oído de parte del Presidente de la República más que odiosidad y crítica implacable hacia el Gobierno militar. Nunca, jamás, se ha reconocido ni uno solo de los aspectos positivos de éste, y sí los hubo, muchísimos.

Por lo tanto, voto que no.

El señor MORENO.-

Señor Presidente, 25 años se encuentran definidos en todos los libros como la marca del paso de varias generaciones, no sólo de una.

Hoy estamos discutiendo nuevamente un hecho que ocurrió hace 25 años. Es cierto que marcó la vida de nuestro país en forma dramática y que nos llevó a tomar posiciones a todos.

En la Sala estamos presentes diez Parlamentarios elegidos por votación popular que cumplíamos igual función el 11 de septiembre de 1973 -nuevamente nos eligieron- y que fuimos opositores al Gobierno de don Salvador Allende. De los diez, ocho estamos a favor de la derogación de este feriado. ¿Por qué? Porque hemos hecho un esfuerzo, conjunto con otros, de reconciliación y reencuentro, no escondiendo nuestras historias, no tratando de disfrazar lo que pensábamos y lo que pensamos, sino mirando hacia el futuro de este país, y no lo que ocurrió hace tanto tiempo.

Por eso, cualquiera que sea el resultado de esta votación, perseveraremos. No abandonamos la idea de que otros nos acompañen en el reencuentro y en la reconciliación.

Con relación al 11 de septiembre, excúsenme que haga una reflexión personal. Soy hijo de militar. Mi padre murió siendo militar y orgulloso de lo que era. Fui educado en esa admiración y aprendí una fecha: el 9 y 10 de julio, que no es feriado nacional pese a que constituye la fiesta más importante para los militares chilenos. Es la fecha de la gesta de un grupo de gente joven que dio la vida por su patria en condiciones minoritarias y adversas. Los militares jamás han requerido de una festividad nacional para hacer el juramento a la bandera, el hecho más solemne, que comporta la lealtad de un ser patriota con la nación a la cual pertenece.

La Armada recuerda una gesta que sí es fiesta nacional. Tampoco la requiere, pero el tributo del pueblo se la ha dado. La Fuerza Aérea, por su parte, conmemora el histórico vuelo de Dagoberto Godoy. Y muchos recordamos que fue el General Carlos Ibáñez quien fundó el Cuerpo de Carabineros.

Nosotros no tenemos conflicto con las Fuerzas Armadas como institución -quiero dejar esto oficialmente sentado esta tarde en el Senado-; admiramos y respetamos las fechas que conmemoran los hechos trascendentes de su historia y lo que ellos significan en nuestro país. Pero creemos que ha llegado el momento de la reflexión y de la reconciliación entre todos los chilenos. En aras de ello, pedimos no dividir más al país con opiniones que tienden a vislumbrar las divisiones que puedan haber existido legítimamente entre nosotros. No en vano el 80 por ciento de los Senadores que en su momento fuimos opositores del Presidente Allende, hoy estamos pidiendo la derogación de la festividad del 11 de septiembre.

Por las razones expuestas y motivado en esos valores, voto por la derogación de esa fecha como feriado legal.

El señor NOVOA.-

Señor Presidente, soy partidario de mantener el 11 de septiembre como feriado porque estimo que ésa es la manera de conmemorar un día de profunda connotación histórica para el país. Lo digo sin apasionamiento, respetando a quienes piensan distinto y teniendo plena conciencia de que los acontecimientos de esa época significaron para muchas personas, de todas las tendencias, horas de dolor.

Y digo que es una fecha histórica porque en ella se produjo una profunda inflexión en nuestro devenir como nación. Chile en aquel tiempo vivía una grave crisis institucional. El país estaba dividido en lo político y en lo social, y era incapaz de asegurar a los chilenos el mínimo de bienestar y posibilidades de desarrollo a que aspira todo pueblo.

La patria se encontraba inmersa en un clima de profunda beligerancia, estimulada desde el exterior, pero también internamente, por quienes legitimaban la violencia como un medio para alcanzar el poder político. En fin, nuestro país no estaba ajeno al cuadro mundial, en el que existía una potencia totalitaria que ambicionaba la hegemonía, llevando a las naciones donde lograba imponer sus ideas a un sistema que negaba la esencia misma de la democracia.

Frente a ese estado de cosas, e incluso ante situaciones menos graves, diversos países sucumbieron o debieron sufrir enormes penurias. En Chile se logró evitar una verdadera guerra civil; se impidió que la violencia guerrillera o terrorista causara los males que todavía aquejan a varios países de América Latina; se evitó la consolidación de la corriente totalitaria que, años después y tras mucho daño, sucumbiera en el mundo entero con la caída del muro de Berlín.

Chile, con dolor, con esfuerzo, con trabajo, fue reconstruido. Eso es lo que se recuerda el 11 de septiembre y considero que es digno de conmemoración. Respeto a quienes piensan distinto. Además, después de oír las intervenciones de mis colegas Senadores -las que aprecio por la altura de miras con que fueron formuladas-, es evidente que para algunos esta fecha divide. Comprendo sus sentimientos, pero no comparto el juicio.

Pienso que el pueblo chileno no está dividido. Y no creo que el mantener el 11 de septiembre como feriado provoque una división o atente contra la reconciliación, ya que la verdadera reconciliación está en los espíritus. Tampoco creo que esta fecha sea la celebración de los vencedores, en desmedro de los vencidos. No es ése mi ánimo y sé que no es, asimismo, el de los señores Senadores que comparten mi posición.

Como dije al principio, en esta fecha se conmemora un hecho histórico y eliminarla como feriado sería una pésima señal. Se ubicaría en la línea de negar las causas que provocaron los hechos del 11 de septiembre. Tal resolución se inscribiría en una tendencia que pretende atribuir a la intervención militar un carácter caprichoso. También significaría desconocer los errores cometidos. Y los países no deben olvidar sus errores.

Voto que no.

El señor NÚÑEZ.-

Señor Presidente, escuchando el debate tengo la impresión de que pasará mucho tiempo antes de que realmente podamos hacer una lectura común de lo que efectivamente fue la historia del país. No es la primera vez que esto ocurre en la historia de Chile. Para comprender los antecedentes que estuvieron detrás de la guerra civil de 1891 pasaron muchos años, y todavía no nos ponemos de acuerdo exactamente en los elementos que estuvieron presentes para que se desatara una de las confrontaciones más crueles que hayan afectado al pueblo chileno y la historia nacional.

Por eso, no me extraña que sigamos teniendo estas lecturas distintas. No debemos recriminarnos, y mucho menos llamarnos la atención, por ese motivo. Vamos a continuar con visiones diferentes de ese Chile. El punto, sin embargo, no es que queramos que la Oposición y los señores Senadores que han votado en contra del proyecto cambien su opinión o los puntos de vista que han sustentado respecto de los antecedentes que estuvieron detrás del golpe de Estado, o de los factores que en definitiva pudieron haberlo desatado, ni que hagan una valoración negativa de los hechos que posteriormente se desencadenaron o acontecieron en el país. Estamos solicitando una cuestión muy concreta: que el feriado legal en esa fecha, que objetivamente divide a los chilenos, como lo han reconocido algunos señores Senadores, se termine.

Reitero que no pretendemos que varíen de opinión, ni que modifiquen sus puntos de vista con relación a los antecedentes históricos que estuvieron detrás del 11 de septiembre. Pero es claro que se está desviando una vez más el debate. Estamos perdiendo la oportunidad histórica de reconciliar un poco más a este pueblo, a los chilenos. Y la estamos perdiendo, fundamentalmente, porque entre nosotros hay lenguajes, opiniones, estructuras mentales e ideologías tan distintos que nos hacen tener lecturas muy diferentes unas de otras.

Por ejemplo, me llama enormemente la atención que se compare el 11 de septiembre de Chile con el 4 de octubre de Alemania, fecha en que se conmemora la caída del comunismo en Europa Oriental y, particularmente, en aquel país. Después de esa fecha, en Alemania se restituyó plenamente el Congreso, lo que unió al conjunto de los alemanes. Sin embargo, en Chile, luego del 11 de septiembre, se cerró el Congreso Nacional.

Después del 4 de octubre, en Alemania los partidos políticos pudieron funcionar libremente, sin que nadie -absolutamente nadie- lo impidiera. En Chile, se terminó con la vida de los partidos políticos.

El 4 de octubre, en Alemania se restituyó el derecho a la libertad de expresión. Los alemanes pudieron leer lo que se les vino en gana: revistas, diarios y libros. En Chile, se terminó con la libertad de expresión. Se cerraron diarios, y no se pudo leer lo que era contrario al régimen militar.

En Alemania, luego del 4 de octubre, se restituyó el derecho a reunión. Los alemanes, particularmente los de Alemania Oriental, pudieron reunirse sin que el poder del comunismo cayera sobre ellos. En Chile, se prohibió el derecho a reunión. Quienes pretendíamos reunirnos fuimos apaleados los más y presos, los muchos.

En Alemania, después del 4 de octubre -caída del comunismo-, se restauró el Estado de Derecho. Así ocurrió en Hungría, Polonia, Bulgaria. En Chile -digámoslo francamente-, no había Estado de Derecho. No podemos negarnos a esa realidad. No funcionaba el hábeas corpus por distintas razones. Fue una cuestión tan elemental y fundamental para la historia de la humanidad.

En Alemania, luego del 4 de octubre, se restituyó el derecho a fundar periódicos. Todos los alemanes de Europa Oriental tuvieron acceso a esa franquicia. En Chile, no podían funcionar los periódicos o crearse los que fueran contrarios al régimen militar.

Entonces, no comparemos esas dos fechas. Porque eso es torcer de manera demasiado evidente la realidad de la historia. En Chile, luego del 11 de septiembre, no hubo un Estado de Derecho, pero sí en Alemania después del 4 de octubre.

Por lo tanto, existe una lectura absolutamente distinta de lo que efectivamente ocurrió en Chile y en Europa. De manera que no hagamos un parangón con hechos que no son comparables.

Por esa razón, lamento una vez más que no tengamos puntos de vista similares para entender lo sucedido efectivamente en nuestro país y, también, que no hayamos dado ese paso tan importante que habría sido una gran señal para todo el pueblo chileno.

Voto a favor.

El señor PARRA.-

Señor Presidente, no puedo ocultar que yo sí lloré el 11 de septiembre. Mi llanto no fue el de un simpatizante de la Unidad Popular: fue el de un joven chileno que en aquel entonces cursaba estudios de posgrado en Bélgica.

Ese llanto fue compartido en el mundo occidental. Porque era el trasunto de lo que significaba para un país -hasta ese momento admirado por sus tradiciones jurídicas, por su vocación democrática, por la calidad de su vida política- perder abruptamente las características que lo distinguían y lo hacían admirable y respetable.

Ese llanto fue también el de generaciones que vieron frustrada una esperanza más de construir un mundo más fraterno, más solidario y más justo.

Ese llanto se incrementó en los días siguientes al 11 de septiembre, cuando se conoció la magnitud de la represión que se estaba ejerciendo en Chile, y la forma en que la violencia aplastaba toda manifestación de pensamiento y de vida libre entre nosotros.

Por eso me ha resultado siempre imposible entender qué se celebra el 11 de septiembre.

Por otro lado, señor Presidente, deseo llamar la atención sobre el hecho de que aquí estamos discutiendo la derogación de una ley dictada en 1981. El 11 de septiembre, como feriado, le fue impuesto al país por las autoridades entonces existentes.

En democracia, una y otra vez, desoyendo la voluntad mayoritaria expresada claramente en las urnas, ha sido rechazada la eliminación de este feriado.

Yo no quiero que el llanto de ayer se transforme hoy en un grito de rebeldía en las nuevas generaciones. No quiero que estas fechas que dividen tan profundamente el alma nacional sigan sirviendo de instrumento para contraponer nuestras ambiciones de país en las calles, en lugar de hacer converger las voluntades, en el proceso de construcción de un futuro mejor, al interior de instituciones como el Senado.

Dejo constancia, finalmente, que participo del criterio del Honorable señor Aburto. Creo que es necesario revisar el catálogo de feriados legales existentes. Que ningún feriado exista sin que tenga una justificación explícita, clara, y sin que refleje realmente la voluntad del pueblo chileno, expresada en el Congreso Nacional.

Sin embargo, a diferencia del señor Senador, considero que, siendo éste, por su propio origen y naturaleza, uno de los feriados llamados a desaparecer, es hora de empezar esa revisión.

Voto a favor.

El señor PÉREZ.-

Señor Presidente, comprendo que mantener el 11 de septiembre como día feriado puede constituir, como lo ha señalado el Senador señor Bitar, una agresión -ésa es la palabra que él usó- para muchos de los que militan en sus filas o participan de sus ideas. Pero eliminar dicho feriado, con los acentos, omisiones y sesgo histórico de algunos discursos emitidos en la Sala y de artículos vertidos en al prensa, también es un acto de agresión para quienes participaron de esa fecha histórica reconstruyendo la institucionalidad perdida.

La derogación, para muchos, significa una derrota al Gobierno militar, a las Fuerzas Armadas y a quienes participaron de aquél. Y, con ello, se pretende escribir una historia distinta a como ocurrió.

Para mí, al votar que no a la iniciativa, señor Presidente, quiero señalar que el 11 de septiembre es un día de conmemoración; no de fiesta. Es un día de reflexión; no de olvido. Es un día en que se recuerda, de igual forma y con el mismo respeto, a quienes participaron en el pronunciamiento militar y a quienes, desde una posición política contraria, dieron sus vidas en la legítima defensa de sus ideales.

El señor PINOCHET.-

Señor Presidente, me dirijo a los señores Senadores en torno del proyecto de derogación del feriado del 11 de septiembre que, en esta ocasión, se ha propuesto a la consideración de la Sala. La oportunidad me hace fundamentar mi voto, exponiendo las siguientes consideraciones:

El feriado del 11 de septiembre conmemora un hecho de capital importancia para la historia del país.

Su significación trasciende a los Comandantes en Jefe de las instituciones armadas de la época y aún trasciende a las propias Fuerzas Armadas y Carabineros. También va más allá de los partidos políticos que apoyaron el pronunciamiento militar.

Debe tenerse claro, además, que es independiente del juicio que se tenga sobre los hechos y el Gobierno que siguió a esa fecha.

¿Qué es lo que se conmemora, entonces, ese día?

Para responder debemos considerar que todo el siglo XX que está terminando ha estado marcado por la irrupción en la historia de la humanidad de la revolución comunista.

Esa revolución se propuso la transformación por la fuerza de la sociedad y de todo hombre -en forma total y absoluta- bajo los dogmas de lo inevitable y de lo irreversible.

El proyecto comunista se materializó políticamente en la Unión Soviética a comienzos de siglo, se extendió por los cinco continentes y mantuvo en jaque al mundo entero, valiéndose de la amenaza de un conflicto atómico para impedir que cualquiera nación que cayera en el comunismo pudiese liberarse de él.

Este proceso mundial tuvo su réplica en Chile y su punto culminante fue la llegada al poder de una fuerza política que pretendió hacer aquí la transformación global y definitiva en una sociedad comunista.

El cumplimiento de tal propósito significaba la destrucción de nuestra identidad histórico-cultural y la pérdida de la soberanía nacional.

Esa enorme amenaza no puede reducirse, por lo tanto, a un mal Gobierno y a la destrucción del orden institucional, jurídico, económico y social que ocasionó tal intento.

Chile se liberó de esta amenaza mediante una reacción nacional, apoyada por más de los dos tercios de la ciudadanía, que tuvo su desenlace el 11 de septiembre de 1973.

En esa fecha las Fuerzas Armadas actuaron en cumplimiento de sus deberes más esenciales respecto de la existencia y sobrevivencia de la Patria y como un instrumento de la voluntad absolutamente mayoritaria de la ciudadanía.

Afortunadamente, el mismo proceso de rechazo al comunismo y de liberación de la dictadura del proletariado se ha producido en muchas naciones, y está simbolizado en la caída del muro de Berlín, acaecida en 1989.

Chile se adelantó en 16 años a tan importante reacción mundial.

El 11 de septiembre celebra, entonces, la liberación de Chile en un sentido y con una profundidad definitiva, de igual o mayor envergadura que aquella liberación de nuestra situación colonial.

Lejos de ayudar a una auténtica reconciliación entre los chilenos, el desconocer la celebración de tan determinante efeméride nacional, contribuirá a agudizar una brecha por el oscurecimiento de la verdad histórica que con esta iniciativa se intenta.

Por estas principales razones, voto por el rechazo del proyecto.

El señor PIZARRO.-

Señor Presidente, después del debate que hemos escuchado está más que claro que, así como hay feriados positivos, el 11 de septiembre es, sin duda, negativo, porque divide, enfrenta, violenta, polariza, separa, aleja a los chilenos. Se dice que es un hecho histórico. Sí, por cierto. ¿Qué ocurrió en esa fecha? Un golpe militar, el inicio de una dictadura, de un Gobierno que duró 17 años.

Hay chilenos que celebran. Quienes lo hacen señalan que fue un Gobierno democrático, una etapa fundacional de nuestro país, que sirvió a los propósitos unitarios; que fue positiva desde el punto de vista económico y que, como todas las Administraciones, tuvo virtudes y defectos. Sin embargo, la gran mayoría de los chilenos no celebra. Porque, en verdad, creemos que nada hay que festejar. La falta de libertad no se celebra; la falta de pluralismo, no se celebra; el irrespeto a los derechos de las personas no se celebra; la persecución de las ideas no se celebra; las violaciones a los derechos humanos, que significaron tortura, muerte, exilio, presión, censura, no se celebra; el poder absoluto radicado en una persona no se celebra.

Y esto que digo es la verdad todavía en el Chile de hoy -lo hemos escuchado en el Senado- y, lamentablemente, va a seguir por un tiempo más. ¿Por qué va continuar esta división? Porque claramente existen diferentes visiones de lo que es una democracia. Hay conceptos distintos en cuanto a qué entendemos por un sistema democrático, cómo es la convivencia democrática, cómo se respetan los derechos de las personas, cómo se expresa el pluralismo.

Se han hecho acá muchas comparaciones con el 11 de septiembre. La que más me ha llamado la atención es la que asemeja esta fecha con el 14 de julio. ¡Por Dios! Ese día se produjo la Revolución Francesa en contra de la monarquía, de la opresión, del oscurantismo. El 14 de julio se podría comparar con el 5 de octubre de 1989, porque en esta última fecha, claramente, terminó un proceso autoritario, de dictadura, y dio paso a la libertad, a la democracia, a la igualdad.

Algunos han señalado que debe esperarse, buscar otro momento, que no es la ocasión. Entonces, uno se pregunta ¿hasta cuándo debemos aguardar para superar nuestras divisiones? ¿Cuándo será el momento? Más bien, me preguntaría ¿quién o quiénes son los que atrasan este momento, que en alguna oportunidad va a llegar? Porque quienes plantean que todavía no lo es formaron parte del Gobierno militar.

Aquí se piden gestos. Yo pido el de ser coherente entre lo que se dice y lo que se hace. Eso prestigia a la política. Es decir, actuar de manera democrática, votar conforme a lo que decimos. Si queremos reconciliación, ayudemos a terminar con las divisiones. Aquí no ha habido capacidad de hacer gestos. Quien formó parte principal del Gobierno militar, esta noche no ha esbozado un gesto en tal sentido; por el contrario, al votar que no, se ha aferrado desesperadamente al pasado.

Quiero mirar al futuro. Soy optimista por naturaleza, y creo en un futuro de paz y de entendimiento. Tengo fe y esperanza en que, más temprano que tarde, el Senado eliminará este feriado. Lo digo sin odio ni rencor de ninguna especie. Yo, al igual que muchos otros Honorables colegas, era bastante joven en esa época, y me tocó vivir y sufrir lo mismo que todos los chilenos.

Sin embargo, aquí habrá que insistir las veces que sean necesarias hasta que el Senado realmente pueda interpretar la voluntad mayoritaria del país, a la cual le gustaría que esta Corporación sea capaz de terminar con este feriado, que, como dije, divide, separa, confronta, polariza y no aporta nada a la futura convivencia de los chilenos y a la reconciliación nacional.

Voto en favor del proyecto.

El señor PRAT.-

Señor Presidente, el proyecto que nos ocupa, que se vota por cuarta vez, despierta la aprensión de que no sea otra iniciativa tendiente a reescribir la historia. Es una práctica muy usada, que hemos visto repetidamente, y que pudiera enfrentarnos a un nuevo ejemplo de ella. Sin embargo, no me haré cargo de esa tesis. Me juego más bien por el argumento de la reconciliación que se ha esgrimido para impulsar el proyecto en esta Sala.

Yo aprecio el ánimo de reconciliación. Estimo que es un estado espiritual deseable. Pero lo entiendo no como una reconciliación ante la humanidad, sino ante el país que conformamos, ante nuestra bandera, ante nuestro pasado y nuestro futuro. Ése es el sentido de la reconciliación que valoro.

En tal virtud, no podemos desconocer los elementos esenciales de nuestra historia, que definen nuestro presente y que marcan nuestro futuro.

Creo que falta tiempo para valorar lo que es el 11 de septiembre. Tengo confianza en que algún día lo lograremos. Hoy día escucho expresiones en términos de triunfadores y derrotados. No conozco a ningún derrotado el 11 de septiembre de 1973, porque el Chile que se ha construido es para todos sin exclusión. Lo único derrotado en esa fecha fue una ideología que hoy nadie sostiene ni defiende. Es cierto que en el día 11 de septiembre de 1973 se inició en nuestro país la primera derrota de esa ideología.

Sin embargo, ahí radica la gran diferencia con el 4 de octubre de Alemania, porque cuando cayó el muro de Berlín el comunismo ya estaba muerto, víctima de su propio cáncer. Pero Chile, el 11 de septiembre de 1973, fue pionero en derrotar una batalla contra esa ideología, que se mantuvo viva, latente y combatiente frente al proceso que se vivía en el país. Por eso, resulta entendible que lo ocurrido el 5 de octubre en Alemania sea tan distinto a lo que debió suceder el 12 de septiembre de 1973 en Chile.

Señor Presidente, tengo confianza en que algún día lograremos reconcilarnos en nuestra historia, no contra ella ni eludiéndola.

Por ello, en un ánimo de reconciliación y con plena fe en el futuro, que nace de todo el proceso iniciado el 11 de septiembre de 1973, voto en contra del proyecto.

El señor ROMERO.-

Señor Presidente, luego de 25 años, cada quien en esta Sala sitúa en su perspectiva los hechos de la historia. Es inevitable que así suceda.

Entendemos y respetamos a quienes tienen visiones diferentes, pero no es posible presenciar impasible la alteración reiterada de los hechos históricos. Y resulta muy difícil aceptar que se sustraiga la verdad de lo que fue la realidad que a cada quien le correspondió vivir.

Algunos luchamos desde los gremios o medios de comunicación y tuvimos que aceptar arbitrariedades, clausuras injustas e ilegítimas que, a veces, se convertían en situaciones de pesadilla.

Entre 1970 y 1973, dirigí Radio Agricultura, y quienes hoy representan la circunscripción de Los Angeles recordarán los ocho meses en que la ciudadanía de aquella ilustre ciudad no contó con un medio de comunicación, porque simplemente el Gobierno de la época tomó la decisión unilateral de clausurarla. Fueron ocho meses.

Esa realidad fue dolorosa. Y hoy muchos de los que están aquí presentes y que tal vez contribuyeron a tomar esa decisión de clausura, aduciendo defectos técnicos de transmisión, se rasgan vestiduras para reclamar acerca de la libertad perdida. Ellos fueron los mismos que, a través de acciones terroristas o decisiones arbitrarias e ilegítimas, encendieron la mecha de un ideologismo que terminó con la convivencia social en que el país había vivido por tanto tiempo.

Es inevitable, entonces, que en esta Sala, y luego de 25 años, cada cual sitúe en su perspectiva histórica los hechos ocurridos. Pero no cabe la menor duda de que no es posible sustraernos de la verdad y la realidad.

Muchos Honorables colegas han señalado con acierto que lo derrotado fue simplemente un ideologismo y que aquellos que lo sustentaban tratan desesperadamente de dar una interpretación diferente a sus errores.

Entiendo que es difícil y explicable que así suceda. Sin embargo, tengo confianza y soy optimista, en el sentido de que el país ha conquistado definitivamente un derrotero, pues no cabe duda de que el Chile en donde vivimos hoy es muy diferente al de aquellas clausuras, al de aquellos despojos, al de aquellas expropiaciones, al de las angustias de las mujeres que recorrían las calles pidiendo alimentos. No es el mismo Chile y, por eso, señor Presidente, soy optimista al pensar que vamos a coincidir en la verdadera historia para proyectar nuestra nación al lugar que le corresponde.

Voto en contra.

El señor RUIZ (don José).-

Señor Presidente, estimados colegas, hoy día en el Senado los Parlamentarios de la Concertación -y esperamos que algunos más que nos puedan acompañar- hemos estado solicitando la derogación del feriado del 11 de septiembre.

Nuestras razones, con distintos matices, plantean la misma tesis: se trata de una fecha que divide.

Por otra parte, hemos escuchado a quienes defienden mantenerlo. Los argumentos han sido increíbles, desde sostener que en esa fecha el país se había liberado, hasta comparar lo sucedido con momentos históricos de otras naciones que, evidentemente, nada tienen que ver.

Pareciera que buscamos argumentos para justificar algo en lo que no se cree. Ignorar que esa fecha divide al país es no reconocer la realidad. ¿Cómo vamos a omitirla si han pasado 25 años y todavía discutimos el tema? Si ella no nos dividiera, no sería tema de debate. Y seguramente la polémica continuará hasta que la democracia se establezca en plenitud en el país y la voluntad soberana del pueblo sea realmente respetada.

También se ha dicho que hay que hacer gestos. ¿Quiénes deben hacerlos? Se recordaban, hace un momento, las irregularidades y los atropellos ocurridos durante el Gobierno de la Unidad Popular. Yo fui opositor a dicho Gobierno, luché en su contra, pero no me alegré el 11 de septiembre cuando se produjo el golpe de Estado. Y luché con la misma fuerza en contra del Régimen militar. Y no se trataba, como señaló un señor Senador en la Sala, de miembros de bandas que recorrían las calles asolando al país, financiados con aportes del exterior. Yo no recibí dinero del extranjero. Luchábamos porque creíamos en la libertad; luchábamos porque creíamos en la democracia, y luchábamos porque creíamos posible que en Chile todos pudiéramos vivir en plenitud nuestras vidas dentro de la patria.

El 11 de septiembre de 1973 no se liberó al país; se cambió un régimen que estaba agotado. Y digo "régimen"; no "gobierno". El 11 de septiembre de 1973 señala el fracaso de la política chilena; el 11 de septiembre de 1973 indica la incapacidad de los dirigentes políticos, entre los que me incluyo, pues en ese tiempo no era tan joven como algunos colegas presentes en la Sala que son absolutamente inocentes. Yo era político, y somos responsables de lo que pasó el 11 de septiembre de 1973. No vamos a eludir nuestra responsabilidad, porque sería una falta de hombría escudarnos diciendo que eran otros los que hacían las cosas. Pero con la misma fuerza les digo que quienes asumieron el poder el 11 de septiembre de 1973 quizás lo hayan hecho con muy buena intención, pero las brutalidades y abusos cometidos durante el período del Gobierno militar no pueden conmemorarse como un triunfo de Chile, sino que debieran estar insertos entre las páginas más negras de nuestra historia.

Por lo tanto, cuando hablamos de reconciliación, por favor, asumamos la realidad. Hubo flagrantes atropellos a los derechos de las personas; se coartaron las libertades; se expulsó a chilenos del país; el Presidente del Senado fue impedido de regresar a su patria, y no era un terrorista. Entonces... ¡cómo decir que esto representa la refundación de la patria!

Otro señor Senador afirmaba que estamos aquí a causa de la Constitución Política de 1980. Claro, él sí está aquí por esa Constitución; otros estamos aquí porque el pueblo nos eligió, y nos habría elegido bajo cualquier institucionalidad democrática. La realidad es que queremos cerrar los ojos a la verdad.

Si hoy quisiera someterse a la consideración del Parlamento, con la Cámara de Diputados y el Senado vigentes, un proyecto de ley de amnistía como se hizo en 1978, o uno de declaración del 11 de septiembre como feriado, ciertamente ninguna de esas iniciativas lograría aprobación. Por lo tanto, no estemos dando la contra a la realidad del país, tergiversando la historia. Hay personas que tenemos ideas y pensamientos distintos acerca de lo que ocurrió. Yo era uno de los que creían que había que combatir el Gobierno de la Unidad Popular, pero que debía actuarse democráticamente, por las vías legales y no por la fuerza de las armas.

Por lo tanto, pienso que el feriado del 11 de septiembre debe ser derogado, porque es una mancha para este país.

Voto que sí.

El señor SABAG.-

Señor Presidente, intervendré muy brevemente, porque creo un deber manifestar nuestra opinión sobre el asunto que se está votando.

Desde luego, me parece que la fecha en cuestión divide al pueblo de Chile. Esto, porque tenemos visiones distintas acerca de lo que pasó en esa oportunidad. Tenemos el deber de ser objetivos.

El 11 de septiembre de 1973 yo era Diputado y, en consecuencia, me tocó participar en el acuerdo del 22 de agosto en el que se señalaban los atropellos y los excesos que el Gobierno estaba cometiendo. No me cabe duda de que se incurrió en gravísimos errores, y por eso llegó el 11 de septiembre.

A lo mejor, como se ha señalado aquí, una inmensa mayoría estuvo de acuerdo. Pero, ¿qué ha pasado con posterioridad? ¿Acaso no se cometieron también errores y excesos después del 11 de septiembre, lo que ha provocado dolor a miles y miles de familias chilenas? Por eso la gente no quiere recordar esa fecha, por lo menos con un feriado. Nadie está pidiendo que la olvidemos. No debe olvidarse nunca, porque estemos donde estemos, siempre debemos actuar con corrección, con respeto a las personas, de acuerdo con las normativas de la ley. Y jamás abusar, porque el tiempo pasa y la justicia tarda, pero siempre llega.

Por eso creo que el 11 de septiembre llegó porque hubo excesos, y hoy día la gente no quiere un feriado, porque también se produjeron graves excesos después del 11 de septiembre.

Cada 11 de septiembre, ¿qué hay en el país? Desórdenes, violencia. No es precisamente un día de reencuentro, de reconciliación entre los chilenos.

Por eso, creo que debemos eliminar ese día feriado. Y ya encontraremos otra fecha que nos una a todos.

El señor SILVA.-

Señor Presidente, podría limitarme a votar y callar. Sin embargo, no deseo hacerlo, pues -lo confieso- he escuchado con gran interés el debate de esta tarde y me ha producido hondo dolor. Me ha producido hondo dolor, señores Senadores, porque he luchado mucho -soy un hombre bastante más viejo que la mayoría de ustedes- para obtener la recuperación de la democracia en nuestra patria por la vía pacífica. Y la lucha por la recuperación democrática la llevamos a cabo numerosas personas. Recuerdo, simplemente, que el 18 de noviembre de 1993, en el primer gran mitin realizado en el parque O'Higgins, nos cupo el honor de expresar el pensamiento del pueblo de Chile a la sazón.

Empero, nada de eso ha sido reconocido en el debate de hoy. Al contrario, quienes luchamos por la recuperación democrática pacífica en nuestra patria -sólo la logramos después del plebiscito de 1989- descubrimos ahora que la democracia comienza en nuestro país el 11 de septiembre de 1973. Y eso, naturalmente, no puede dejar de ser sino una gran sorpresa, que implica el desconocimiento de la realidad que vivimos en Chile.

Pero nuestro dolor no proviene de aquello, sino de la comprobación tremendamente dramática que nos entrega el debate de esta tarde: sigue existiendo una profunda discrepancia entre los chilenos.

Lo único bueno es que esta discusión -tal vez por el cenáculo donde ha tenido lugar- se ha realizado con respeto recíproco, por lo menos en lo formal, lo que de alguna manera nos entrega un hálito de esperanza y optimismo en lo futuro.

Evidentemente, la discrepancia observada en la opinión de la mayor parte de los señores Senadores que han intervenido aquí nos permite seguir pensando, con dolor y desconcierto, que el Chile de hoy no se ha unido. No es cierto que exista reconciliación entre los chilenos. No hemos sido capaces de lograr hasta ahora la reconciliación que nuestro pueblo anhela fervorosamente y nos reclama con vehemencia.

Yo digo, señor Presidente, que este debate nos demuestra que no hay reconciliación. Y, en torno de una fecha, hemos descubierto que la reconciliación es sencillamente un mito y que la realidad en el fondo del pensamiento de todos nosotros es profundamente diferente.

¿Cómo estar optimistas, entonces, frente a la comprobación de esa realidad?

Creo que el optimismo se halla todavía muy lejos de poder plasmarnos alguna realidad con eficacia para el futuro próximo.

Empero, frente a eso, hay una realidad indiscutible. ¿Qué sigue separándonos, entre otras cosas? Precisamente la existencia de la fecha en cuestión. Porque hay algo que sí es cierto: resulta difícil concebir que los actos que producen tan grande discrepancia entre los chilenos puedan ser objeto de celebraciones. Y porque no concibo en mi mente de hombre de bien que la discrepancia pueda ser objeto de celebración, voto que sí.

El señor STANGE.-

Señor Presidente, participé como funcionario de rango superior de Carabineros aquí, en Valparaíso, en los hechos previos al 11 de septiembre de 1973 y en los de ese día. Experimenté directamente, como representante del orden público, lo que significó enfrentarse a conciudadanos enceguecidos por el odio derivado de doctrinas ajenas a nuestro país. Supe lo que significó que uno de mis subalternos, quien estaba a mi lado inmediato ese 11 de septiembre, fuera asesinado por balas de connacionales.

Empero, no puedo guardar sentimientos de rencor o de revancha por ello. Al contrario, estimo que el 11 de septiembre es día de recogimiento solemne; de tranquilidad espiritual para recordar a los caídos; de respeto a sus familiares, y de rechazo a las doctrinas foráneas que trataron de dividir el país.

El 11 de septiembre recordará el quiebre jurídico y constitucional de nuestro Estado de Derecho. Significará siempre la fecha en que las Fuerzas Armadas y Carabineros -es decir, las fuerzas del Estado para preservar la institucionalidad- cumplieron con su obligación constitucional y, acogiendo la petición de la entonces mayoría de los chilenos, decidieron reemplazar un Gobierno que era incapaz de manejar el país.

El 11 de septiembre fue la culminación del período previo que condujo a que hermanos dejaran de ser hermanos; a que organismos totalitarios comerciaran con el hambre de sus connacionales; a agresiones violentas, como la reflejada por aquella foto que dio la vuelta al mundo mostrando a un joven -quizás universitario, de unos veintitrés años, embozado- que golpeaba con un garrote a un carabinero, a un representante del Gobierno de Chile.

El 11 de septiembre de 1973 es una fecha cuya repetición nadie desea. Por eso, constituye una señal de advertencia para no volver a hundir al país en el caos, la corrupción política y el inminente desastre económico.

El 11 de septiembre debe seguir siendo día feriado, no como factor de desunión, sino, al contrario -y hago una invitación a todos-, para que sirva de nexo entre hermanos de una misma raza, de profunda reflexión, para aprender a respetarnos en nuestra historia.

Rechazo el proyecto.

El señor URENDA.-

Señor Presidente, al revés de lo que se ha dicho, hoy no estamos hablando simplemente de la supresión de feriados por conveniencias de orden económico: estamos, concreta y precisamente, refiriéndonos al 11 de septiembre.

Al respecto, quiero reiterar lo que aquí se ha expresado en cuanto a que el 11 de septiembre de 1973 constituye un hito histórico de nuestro país.

Aun más, creo que la circunstancia de que se vayan a cumplir 25 años desde ese día nos da una perspectiva para apreciar la trascendencia que tal fecha tuvo para nuestra patria, pues ello nos permite comparar lo que era Chile antes del 11 de septiembre de 1973 y lo que es hoy.

Viví aquel Chile en forma distinta de la que señalaba un colega Senador: como un padre de familia angustiado, con ocho hijos, que veía que su patria derivaba directamente a la órbita soviética, lo cual no se disimulaba. Era un Chile donde había miles y miles de extranjeros; un Chile en que había escasez, colas, angustia, lucha.

Y quiero comparar ese Chile con el que tenemos hoy, gracias a ese 11 de septiembre y a que, como consecuencia de él, se dictó una Constitución -aprobada por el pueblo también un 11 de septiembre- que estableció una continuidad, un sistema, un itinerario que permitió conducir al país a la plena democracia.

Yo comparo ese Chile, que cada vez perdía más categoría en América y en el resto del mundo, con el que hoy, orgullosamente, pretende liderar América Latina y es respetado. Yo comparo -y en esto existe algo que esta tarde se ha puesto de manifiesto- ese Chile, donde las hordas cercaban a los Ministros de la Corte Suprema -varios de ellos me lo contaron en aquel entonces- y pedían sus cabezas, con el Chile en que hoy, ordenada y democráticamente, hemos aprobado el nombramiento de un nuevo integrante del Máximo Tribunal.

No cabe duda de que es un hecho de características de las más importantes del siglo; porque tampoco cabe duda de que el Chile anterior al 11 de septiembre era profundamente distinto y muchísimo más deficiente que el que hoy ostentamos.

Aun más: yo quisiera que los Honorables colegas de enfrente expresaran si sus pensamientos de aquel entonces en el sentido de que la vía electoral de nada servía, de que se debía llegar al poder por la fuerza, de que no había que respetar los procedimientos democráticos, no han influido en que hoy tengan una apreciación -confío en que es así- absolutamente distinta en cuanto a cómo debe gobernarse un país y de qué manera han de gestarse sus autoridades.

Por eso, se trata de una fecha de extraordinaria trascendencia. Por lo mismo, el 11 de septiembre debe ser un día de conmemoración, que nos invite a todos a meditar. Porque todos los chilenos fuimos cambiados a raíz de lo que sucedió antes del 11 de septiembre de 1973 y después de ese día. Y Chile, indudablemente, hoy es mejor de lo que era en esa época.

En consecuencia, considero que debemos mantener el 11 de septiembre como un día de meditación, de conmemoración, que cada vez se va a acrecentar más como el día en que cambió la historia de nuestra patria.

Por ello, rechazo al proyecto.

El señor VEGA.-

Señor Presidente, sin duda este debate es de gran sensibilidad política y social, por cuanto toca la neurona misma de nuestra historia: estamos discutiendo un aspecto que va más allá del 11 de septiembre en sí.

Nunca pensé que esta fecha fuera motivo de celebración ni de fiesta. En mi concepto, debe ser motivo de honda reflexión, de profundo recuerdo, porque las diferencias que todos han remarcado hoy nacen con la historia. No es problema de nuestra historia reciente, sino de la que comienza con nuestra República.

No me parece, entonces, que la reconciliación deba pasar por la eliminación del feriado en cuestión, porque la fecha que lo origina tiene un significado muy profundo, expresa algo que va mucho más allá que ese día. Y debemos ser consecuentes con esta raíz, pues así se originan estos monolitos de la historia. Inevitablemente, tienen sus razones y sus sinrazones, que debemos aceptar.

Por desgracia, no podemos borrar el pasado. Así construyó la vida Dios y la entregó al ser humano. Por lo tanto, el ayer lo generamos con nuestras responsabilidades. Lo importante, entonces, es el hoy, pues sólo a partir de él, y mirando el mañana, podremos corregir todos los errores que construyeron, tal vez, estos monolitos.

Nuestra independencia como colonia fue consecuencia de la discusión entre los imperios de aquel entonces: Inglaterra y España, con sus intereses y conflictos.

Las profundas divergencias entre O'Higgins y los hermanos Carrera son producto de esas diferencias, con dramáticas consecuencias para todos ellos, como bien sabemos.

La muerte del Ministro Portales, en 1837; la muerte del Presidente Balmaceda, en 1891, y la revolución; las inestabilidades sociales de la década de los años 20 y 30, con don Arturo Alessandri, y el final del Presidente Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, nos deben llamar necesariamente a reflexionar sobre las diferencias extremas, que han sido una constante en nuestra historia.

Esa constante ha provocado periódicamente consecuencias que el pueblo de Chile ha debido lamentar por muchos años.

Nuestras Fuerzas Armadas, como instituciones permanentes del Estado, siempre han estado en los momentos de mayor conflicto. Para eso existen.

La fuerza nace con el ser humano. Es parte de su instinto de supervivencia. Y siempre ha estado presente, formal e informalmente, en todos los pueblos del mundo. La estructura política de una nación, cuando existe, es la que genera y emplea la fuerza.

Por lo tanto, su existencia y la razón de su origen "política y fuerza" interactiva actúan en directa relación la una con la otra. Si esta relación se rompe por circunstancias inmanejables, inflexibles, o por falta del diálogo razonable entre hermanos, entonces se impondrá la razón de cada cual. Porque todos tenemos la razón. Y cuando todos tienen la razón, las consecuencias serán inevitablemente lo que la historia nos enseña y señala.

Las Instituciones de la Defensa y de Orden pertenecen a Chile. Han servido profesionalmente cuando se las ha necesitado. Sus integrantes de hoy y de ayer son chilenos altamente vocacionales, preparados para entregar la vida en defensa de la gran familia chilena. Por lo tanto, merecen nuestro respeto y admiración.

La historia, desde sus inicios, es testigo de esta patriótica y permanente entrega.

El 11 de septiembre de 1973 es una fecha que señala monolíticamente la conclusión y origen de etapas distintas en nuestros esfuerzos por perfeccionar la nación chilena.

Lamento las pérdidas de ambos lados. Y también creo que aquí no hay triunfadores ni derrotados.

Las razones anteriores -me parece, señor Presidente- han sido limitantes para alcanzar una sólida democracia y una reconciliación que respalden y protejan los intereses y derechos de todos por igual.

Habrá que reflexionar con mayor profundidad y tiempo sobre nuestras diferencias, que, afortunadamente -pienso-, ya no son las mismas de ayer.

Como fin último, debemos buscar y lograr el respeto mutuo y la confianza en que sólo de nosotros depende el mañana; en que cada uno es exclusivo y valioso y tiene derecho al progreso que se merece, y en que la paz es el fundamento único de la reconciliación que buscamos. Y es la gran herencia que nosotros debemos entregar a las nuevas generaciones.

Estas razones son fundamentos muy generales, que me permiten opinar que esta fecha debe mantenerse como tal para no alterar la visión que las nuevas generaciones tengan, desde el futuro, de este difícil y complejo pasado.

El señor VIERA-GALLO.-

Señor Presidente, el curso que ha tomado el debate podría sumir a uno en un profundo pesimismo, porque pareciera que aquí hay dos posiciones que se mantienen exactamente igual desde hace 25 años. Y como algunos son jóvenes, permanecerán exactamente igual -supongo-por otros 25 años. Ello, entonces, me llevaría a un profundo pesimismo.

Pero deseo ser bien sincero. No todos los discursos que he escuchado de las bancadas de enfrente reflejan lo que verdaderamente se piensa. O sea, no creo que antes de dormir se piense, con serenidad y tranquilidad, las cosas que aquí se han dicho. No creo que se sea tan insensible ante el dolor y la muerte. Y no creo que se adhiera al principio de que el fin justifica los medios. No lo creo. Entonces, ¿por qué se hace este tipo de discursos? Tal vez, porque en parte lo creen y en otra, lo deben. ¿A quién? No lo sé.

En todo caso, señor Presidente, en lo personal, quiero repetir lo que han destacado algunos Senadores de nuestra bancada: reconozco los errores que cometí, no los de la Unidad Popular, sino yo, esta persona. Por lo tanto, me siento responsable de esas muertes, de esos dolores y de esos sufrimientos. Y públicamente, cuando se celebró un aniversario del Congreso Nacional, pedí disculpas por los dolores que pude haber contribuido a infligir al país. Pero eso no basta; no me deja tranquilo una confesión de ese tipo.

No pretendo reescribir la historia, pero, por lo menos, podrían rectificarse posiciones, buscarse puntos de encuentro, expresarse, al menos, el lamento sincero de las muertes infligidas, de los dolores sufridos.

Me consuela también, señor Presidente, que este debate no lo va a zanjar la votación cuyo resultado sabremos en un rato más. Porque si, como espero, en democracia estos discursos los conoce el país, el tema no se resolverá ahora, sino en la elección presidencial, pues los que aquí han defendido el golpe militar son los que adhieren a las candidaturas de los señores Lavín y Piñera. Y curiosamente, en el plebiscito el señor Piñera votó en contra de que el general Pinochet fuera candidato presidencial. Y el señor Lavín dice que ya no hay más pinochetismo, que se acabó, que ya no hay pasado, que somos todos uno y que él gobernaría hasta con Ricardo Lagos. Pero estimo muy importante que la opinión pública sepa que quienes apoyan al señor Lavín justifican el golpe militar, no se arrepienten de nada y públicamente hacen fe en la dictadura del general Pinochet. Y eso lo decidirá la ciudadanía dentro de no mucho tiempo más. Y, en ese sentido, me quedo tranquilo.

Voto que sí.

El señor ZALDÍVAR (don Adolfo).-

Señor Presidente, lo ocurrido el 11 de septiembre de 1973 fue consecuencia de un profundo desencuentro nacional. El cauce institucional fue desbordado por el proceso político.

El poder que se impone y supera la crisis se fundó en la fuerza. En esa lógica, unos resultaron vencedores y otros, vencidos.

Esa nueva visión del poder, esa nueva lógica, impulsaba a quienes lo ejercieron a establecer el 11 de septiembre como un nuevo símbolo, consagrándolo como festividad nacional. Se olvidan, quienes así piensan y actuaron, que las diferencias fueron entre chilenos, y al hacerlo, por cierto se equivocan, porque los desencuentros entre hermanos no se superan y menos se olvidan si se recuerdan o se conmemoran oficialmente.

Así lo entendieron nuestros antepasados tanto en Lircay como en Loncomilla o en Concón y Placilla. Los vencedores de las tres guerras civiles que sufre nuestro país durante el siglo XIX actuaron con magnanimidad con los derrotados. Proverbial fue la actitud del general Manuel Bulnes con los vencidos de Lircay y con el propio general Manuel de la Cruz. Portales fue aun más lejos: por expresa orden suya se hizo silencio sobre la batalla de Lircay. El almirante Montt también es ejemplo de generosidad y grandeza.

A 25 años del 11 de septiembre de 1973, plazo más que suficiente para serenar los espíritus, tenemos la oportunidad entre nosotros de reencontrarnos con nuestra historia y nuestras tradiciones, y dar entre todos otro paso para lograr la reconciliación nacional y caminar seguros hacia el futuro, dejando en el pasado nuestras diferencias y no seguir viviendo el resto de nuestras vidas encadenados a ellas, y, lo que es peor, traspasándolas a nuestros hijos.

Lo anterior, no significa que cada uno renuncie a lo que legítimamente piense sobre lo ocurrido en nuestra patria. Simplemente, nada más y nada menos, se trata de dejar atrás, de una vez y para siempre, lo que nos dividió hace 25 años.

La pregunta que hoy debemos hacernos, al pronunciarnos sobre este proyecto de ley, es una sola. ¿Qué ayuda más a la reconciliación entre nosotros: la mantención del 11 de septiembre o su derogación como feriado nacional? Sinceramente, señor Presidente, y con toda lealtad, creo que su derogación es lo más conveniente y procedente. Con la derogación del 11 de septiembre no habrá entre nosotros derrotados o vencedores, sino solamente chilenos.

Por eso, voto por la derogación del 11 de septiembre como feriado nacional.

El señor ZURITA.-

Señor Presidente, intervendré en forma brevísima, pues comprendo el cansancio de los señores Senadores.

Antes de expresar mi voto, deseo formular algunas reflexiones acerca de nuestra convivencia y la tolerancia mutua.

Es evidente que hay quienes profesan la creencia, inspirada en las palabras de Jean Paul Sartre: "El infierno son los otros". Pero ésta no es la mejor manera de lograr la paz interna. No podemos continuar con descalificaciones mutuas y ver recíprocamente el infierno en los otros, porque no piensan como nosotros.

Creo, sinceramente, que mantener como feriado el día que el proyecto de ley propone suprimir acarrea reacciones antagónicas entre quienes lo recuerdan con alegría y aquellos que lo evocan con tristeza.

Eliminemos este feriado que viene produciendo divisiones, sin que ello signifique la victoria de unos o la derrota de otros, sino el triunfo de la reconciliación y la paz interior.

Por eso, voto por aprobar el proyecto.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Permítame la Sala expresar desde la testera unas breves reflexiones, por lo avanzado de la hora.

Después de escuchar este debate, me felicito por la forma en que el Senado ha sido capaz de actuar respecto de una materia bastante delicada, donde los términos vertidos podrían haber herido profundamente los sentimientos de unos y otros.

En democracia y en un Parlamento como el nuestro, se tiene derecho a expresar opiniones con el debido respeto de las posiciones de los otros. Y de este debate se desprende -y no sólo eso, sino que se confirma- que mantenemos visiones e interpretaciones distintas de nuestra historia. Han pasado 25 años; seguramente, las tensiones actuales son diferentes de las de esa época.

Yo tengo esperanza y fe en que podemos todavía seguir avanzando en la construcción de la unidad en la diversidad. La unidad se alcanza precisamente cuando se respeta lo que piensa el otro, sin que ello signifique renunciar a lo que piensa cada cual. Creo que podemos hacerlo. La mayoría de los Senadores que estamos en la Sala participamos en los acontecimientos. Fuimos testigos y actores de los hechos que condujeron a la pérdida de la democracia en Chile; unos tienen una responsabilidad, y otros, otra. Pero a todos nos corresponde parte de responsabilidad.

El 11 de septiembre es una fecha. A mi juicio, no se trata de discutir hoy día aquí, en este Senado -a pesar de que es perfectamente legítimo hacerlo-, quién lo hizo bien o quién lo hizo mal, quién tuvo la razón o quién no la tuvo, sino que el motivo del debate es saber si es conveniente mantener como feriado el 11 de septiembre. La discusión y el resultado de la votación -22 votos a favor y 22 en contra, según mis cálculos- demuestran que esta fecha nos mantiene divididos exactamente en dos mitades.

He escuchado algunas intervenciones que me permiten suponer que, pasado el fragor que provoca esta fecha, tal resultado dará origen a la formación de una Comisión Mixta, donde nuevamente se revivirán estos estados de ánimo en uno y en otro sentido. Al respecto, abrigo la esperanza de que en esa Comisión, integrada por Diputados y Senadores, podamos llegar a una solución. He pensado sugerir una fórmula de encuentro, en la que todos demos un paso adelante. Y con esto doy respuesta a lo que nos pedía el Honorable señor Foxley. Éste no es el paso de uno para, en seguida, esperar el del otro, sino que el paso de todos los que somos responsables de la conducción del país. Podríamos ponernos de acuerdo en un día que reemplazara el 11, en bien de todos y cada uno en el país. ¿Por qué no podría ser, por ejemplo, el primer lunes de septiembre de cada año el Día de la Reflexión Nacional, una especie de Día de Acción de Gracias de los chilenos? ¿Por qué no podemos hacer ese esfuerzo? Creo sinceramente que es posible hacerlo, y lo que he escuchado hoy día confirman mi fe y esperanza en que lo lograremos.

Voto a favor del proyecto.

El señor LAGOS (Secretario).-

Resultado de la votación: 22 votos por la afirmativa, 22 por la negativa, y un pareo.

Votaron por la afirmativa los señores Bitar, Boeninger, Foxley, Frei (doña Carmen), Gazmuri, Hamilton, Matta, Moreno, Muñoz Barra, Núñez, Ominami, Páez, Parra, Pizarro, Ruiz (don José), Ruiz-Esquide, Sabag, Silva, Viera-Gallo, Zaldívar (don Adolfo), Zaldívar (don Andrés) y Zurita.

Votaron por la negativa los señores Aburto, Bombal, Canessa, Cantero, Cariola, Cordero, Chadwick, Fernández, Horvath, Lagos, Larraín, Martínez, Matthei, Novoa, Pérez, Pinochet, Prat, Ríos, Romero, Stange, Urenda y Vega.

No votó, por estar pareado, el señor Díez.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Confío en que podamos encontrar una solución, pero no creo que sea posible modificar la situación actual en las próximas horas.

De acuerdo con el Reglamento, la votación debe repetirse y, una vez repetida, si se mantiene el empate, me vería obligado a someter el proyecto nuevamente a votación el día de mañana, al término del Orden del Día, en el Tiempo de Votaciones.

Propongo a la Sala dar por repetida la votación y, como por unanimidad los Comités pueden obviar la disposición reglamentaria, rechazar el proyecto y de inmediato constituir la Comisión Mixta, con el objeto de buscar una solución al problema. Si no hay acuerdo, tendríamos que proceder en la forma como lo establece el artículo 182 del Reglamento, disposición a la cual me someto.

Tiene la palabra el Honorable señor Larraín.

El señor LARRAÍN.-

Señor Presidente, creo que repetir la votación es lograr el mismo resultado. No creo que, dadas las argumentaciones expuestas, podamos pensar en una modificación del resultado. Considero que Su Señoría ha planteado las cosas correctamente y, si es necesario buscar algún acuerdo, algún entendimiento, será la Comisión Mixta la encargada de hacerlo. De modo que avalamos y acogemos esa proposición.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

¿Habría acuerdo en tal sentido?

No hay acuerdo.

El señor PÉREZ.-

¿Quiénes se oponen, señor Presidente? Por qué no se identifican?

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

El Comité Socialista no ha dado el acuerdo, señor Senador.

El señor PÉREZ.-

Solicitamos que se vote de nuevo ahora.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Se suspende la sesión por cinco minutos.

_____________________

--Se suspendió a las 22:6.

--Se reanudó a las 22:13.

_____________________

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Continúa la sesión.

Como no existe unanimidad para lo propuesto, corresponde repetir la votación. Si nuevamente se produce empate (podríamos darlo por repetido, sin tener que efectuar una nueva votación nominal), sencillamente, se definirá este asunto en el Tiempo de Votaciones de primera hora de la sesión de mañana, después del Orden del Día, tal como lo dispone el Reglamento.

Por lo tanto, existen dos posibilidades, o se vota...

El señor LARRAÍN.-

Señor Presidente, si no hay unanimidad, debe votarse.

Estamos dispuestos a acoger su planteamiento. Pero -repito- eso requiere la unanimidad de la Sala. Si un señor Senador, por razones que desconozco, se opone, entonces, tengo derecho a pedir que se vote.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

No hay unanimidad, señor Senador.

Por lo tanto, se procederá a tomar la votación.

El señor PIZARRO.-

Señor Presidente, ¿por qué no da a conocer cuáles son los pareos?

El señor BITAR.-

Pido la palabra.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Tiene la palabra Su Señoría.

El señor BITAR.-

Señor Presidente, sugiero -y consulto sobre esto a la Mesa- dar por repetida la votación, con el mismo resultado, y que en la sesión de mañana, que está citada para las 10:30, llamemos a una reunión de Comités y resolvamos cómo procederemos respecto de esta materia.

Ésa es mi propuesta.

El señor PÉREZ.-

No, señor Presidente. Se vota ahora.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Si no existe unanimidad, no puedo actuar sobre la base de propuestas.

El señor PIZARRO.-

Señor Presidente, consulte a la Sala respecto de la sugerencia del Senador señor Bitar.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Lo hice, y no hay unanimidad para acoger lo propuesto, señor Senador.

El señor PIZARRO.-

Señor Presidente, antes de votar, ¿puede dar a conocer los pareos existentes?

El señor PÉREZ.-

El único es el del Senador señor Díez con el Honorable señor Lavandero.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

En votación.

--(Durante la votación).

El señor FERNÁNDEZ.-

Señor Presidente, obviamente -como planteé en la votación anterior-, estoy en contra del proyecto. Pero debo hacer presente que mantengo un pareo permanente con el Senador señor Ruiz, que votó a favor.

El señor RUIZ (don José).-

Estoy pareado con el Senador señor Fernández.

El señor LAGOS (Secretario).-

¿Algún señor Senador no ha emitido su voto?

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Terminada la votación.

El señor LAGOS (Secretario).-

Resultado de la votación: 21 votos por la afirmativa, 21 por la negativa y 2 pareos.

Votaron por la afirmativa los señores Bitar, Boeninger, Foxley, Frei (doña Carmen), Gazmuri, Hamilton, Matta, Moreno, Muñoz Barra, Núñez, Ominami, Páez, Parra, Pizarro, Ruiz-Esquide, Sabag, Silva, Viera-Gallo, Zaldívar (don Adolfo), Zaldívar (don Andrés) y Zurita.

Votaron por la negativa los señores Aburto, Bombal, Canessa, Cantero, Cariola, Cordero, Chadwick, Horvath, Lagos, Larraín, Martínez, Matthei, Novoa, Pérez, Pinochet, Prat, Ríos, Romero, Stange, Urenda y Vega.

No votaron, por estar pareados, los señores Díez y Fernández.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

En vista de que se ha producido nuevamente un empate, y conforme a lo dispuesto por el artículo 182 del Reglamento, debe definirse en el Tiempo de Votaciones de la próxima sesión ordinaria. De persistir aquél, se dará por rechazado el proyecto.

El señor MORENO.-

¿Será en la mañana o en la tarde?

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

En la sesión ordinaria citada para las 16, después del Orden del Día y antes de Incidentes. La de la mañana es especial.

El señor PIZARRO.-

Salvo que los Comités adopten un acuerdo al respecto.

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Efectivamente.

2.3. Discusión en Sala

Fecha 19 de agosto, 1998. Diario de Sesión en Sesión 23. Legislatura 338. Discusión General. Se aprueba en general y particular con modificaciones.

DEROGACIÓN DE 11 DE SEPTIEMBRE COMO FERIADO LEGAL

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Hemos prorrogado la sesión a fin de retomar la discusión del proyecto de ley cuyo objeto es suprimir el feriado legal del 11 de septiembre, que fue tratado en el día de ayer y cuya votación quedó pendiente.

--Los antecedentes sobre el proyecto figuran en los Diarios de Sesiones que se indican:

Proyecto de ley:

En segundo trámite, sesión 13ª, en 14 de julio de 1998.

Informe de Comisión:

Gobierno, sesión 17ª, en 4 de agosto de 1998.

Discusión:

Sesión 22ª, en 18 de agosto de 1998 (queda pendiente la votación).

El señor ZALDÍVAR, don Andrés (Presidente).-

Sobre la materia, llegamos a un acuerdo, suscrito por todos los Comités de esta Corporación y también por el Senador señor Pinochet y el Presidente del Senado, para sustituir el feriado legal del 11 de septiembre por uno que se denominará "Día de la Unidad Nacional" y que se celebrará desde el próximo año cada primer lunes de septiembre.

Dicho acuerdo recoge en parte importante, a mi juicio, el debate sostenido ayer, donde todos los sectores hicieron planteamientos encaminados a buscar un encuentro y una solución.

Muchos nos preguntamos quiénes podrían dar este paso. Me alegro, por nuestro país, por todos y cada uno de nosotros, de que se haya alcanzado un avenimiento al respecto, teniendo presente que nadie renuncia a sus posiciones, a lo que piensa y a la interpretación que pueda dar a la historia de nuestro país en el último tiempo.

La mayoría estuvo de acuerdo en que había que dar ese paso. Como señalé, incluso algunos señores Senadores se preguntaron quién podría hacerlo, para lograr este consenso. Doy gracias a Dios porque el paso lo dimos todos. En este sentido, todos han sido generosos con su patria al tratar de lograr un entendimiento en una materia tan delicada.

Por esa razón, he querido que el Senado tome conocimiento del acuerdo y que nos pronunciemos sobre él.

La indicación respectiva -como dije- consiste en sustituir el texto del proyecto por otro del tenor que doy a conocer:

"Artículo 1º. Sustitúyese el Artículo único de la ley Nº 18.026, por el siguiente:

"Artículo único.-

Declárase feriado legal el primer Lunes del mes de Septiembre, fecha que se denominará "Día de la Unidad Nacional".".

Ésta es la materia que someto a votación y respecto de la cual todos los Comités acordaron que se trate sin mayor debate.

Si le parece a la Sala, se aprobará la indicación.

Aprobada.

2.4. Oficio de Cámara Revisora a Cámara de Origen

Oficio Aprobación con Modificaciones . Fecha 21 de agosto, 1998. Oficio en Sesión 30. Legislatura 338.

Valparaíso, 21 de agosto de 1998.

Oficio del Senado.

A S. E. LA HONORABLE CÁMARA DE DIPUTADOS:

Tengo a honra comunicar a vuestra Excelencia, que el Senado ha dado su aprobación al proyecto de ley de esa honorable Cámara de Diputados que elimina el 11 de septiembre como feriado legal, sustituido por el siguiente:

“Artículo 1º. Sustitúyese el artículo único de la ley Nº 18.026, por el siguiente:

“Artículo único. Declárase feriado legal el primer lunes del mes de septiembre, fecha que se denominará “Día de la Unidad Nacional”.”.”.

-o-

Lo que comunico a vuestra Excelencia en respuesta a su oficio Nº 2049, de 8 de julio de 1998.

Acompaño la totalidad de los antecedentes.

Dios guarde a V.E.,

(Fdo.): ANDRÉS ZALDÍVAR LARRAÍN, Presidente del Senado; JOSÉ LUIS LAGOS LÓPEZ, Secretario del Senado”.

3. Tercer Trámite Constitucional: Cámara de Diputados

3.1. Discusión en Sala

Fecha 14 de octubre, 1998. Diario de Sesión en Sesión 5. Legislatura 339. Discusión única. Se aprueban modificaciones.

SUPRESIÓN DEL 11 DE SEPTIEMBRE COMO FERIADO LEGAL. Tercer trámite constitucional.

El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente).-

En el Orden del Día, corresponde ocuparse de las modificaciones introducidas por el honorable Senado al proyecto de ley que elimina el 11 de septiembre como feriado legal.

Antecedentes:

-Modificaciones del Senado, boletín Nº 2185-06, sesión 30ª, en 1 de septiembre de 1998. Documentos de la Cuenta Nº 7.

El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente).-

Recuerdo a los señores diputados que, en conformidad con el Reglamento, tienen derecho hasta dos discursos de cinco minutos cada uno. Por lo tanto, en el caso de que hagan uso del primero, indicaré que entran a su segundo discurso y al noveno minuto anunciaré que les queda un minuto para así poder asegurar que hable el mayor número de diputados inscritos, que ya superan los doce.

En vista de que hay diputados participando en forma simultánea con la Sala en las subcomisiones mixtas de Presupuestos y de que hay numerosos diputados inscritos, que coparán las dos horas, si le parece a los señores diputados, se podría establecer formalmente que la votación se haga al término del Orden del Día.

¿Habría acuerdo?

Acordado.

Tiene la palabra el Diputado señor Enrique Krauss.

El señor KRAUSS.-

Señor Presidente, cuando en julio pasado esta Cámara realizó el debate del proyecto -iniciado en una moción suscrita por varios diputados integrantes de la Concertación- por el cual se derogaba la festividad asignada por la ley Nº 18.026 al día 11 de septiembre de cada año, pocos creían que tal iniciativa podría prosperar. El carácter de la controversia aquí suscitado y las recíprocas imputaciones hacían presumir que el Senado, marcado además por la característica de su conformación, difícilmente daría su aprobación al proyecto.

Sin embargo, lo que podía aparecer como un milagro se produjo. Luego de una sesión tan tensa como la realizada en esta Cámara, verificada el 18 de agosto pasado; luego de que cada uno de sus integrantes fijaron posiciones tan indubitables como contradictorias, la Cámara revisora, después de un sucesivo doble empate, en un esfuerzo liderado por el Presidente del Senado, logró proponer una fórmula que superaba esa apreciación discrepante que teníamos quienes estimábamos que el 11 de septiembre infligía un dolor al trauma de nuestro pueblo respecto de otros que estimaban que era una fecha digna de considerarse como gesta histórica.

En la sesión especial, realizada el 19 de agosto, el Senado sustituyó el artículo único de la ley Nº 18.026 por otro que declara feriado el primer lunes de septiembre, fecha que se denominará Día de la Unidad Nacional. Es la modificación que en esta oportunidad conocemos; constituye una forma de derogación tácita del feriado del 11 de septiembre, en conformidad a los términos del artículo 52 del Código Civil; fue producto de intensas negociaciones y contó con el patrocinio de todos los Comités parlamentarios del Senado, es decir, de los Senadores señores Aburto, Bitar, Martínez Bush, Matta, Muñoz Barra, Novoa, Ominami, Páez, Parra, Pérez Walker, Prat, Stange, Viera-Gallo, Zurita, con las firmas del Senador Vitalicio, Augusto Pinochet, y, naturalmente, del Presidente del Senado, quien había sido el gran impulsor de este entendimiento.

El sentido del acuerdo señalado lo expresó el Presidente del Senado al dar cuenta de la indicación en la sesión respectiva, en el sentido de que este acuerdo recogía en parte importante el debate sostenido el día anterior, donde todos los sectores hicieron planteamientos encaminados a buscar un encuentro y una solución.

“Muchos nos preguntamos -dijo el Senador Zaldívar- quiénes podrían dar este paso. Me alegro por nuestro país, por todos y cada uno de nosotros, de que se haya alcanzado un avenimiento al respecto, teniendo presente que nadie renuncia a sus posiciones, a lo que piensa y a la interpretación que pueda dar a la historia de nuestro país en el último tiempo”.

Efectivamente, tal como lo señaló el Senador Andrés Zaldívar, más allá de la nítida asunción de posiciones, hubo quienes instaron por el entendimiento; algunos, en insinuaciones contenidas en sus discursos; otros, como el propio Andrés Zaldívar, que explicitó la posición, luego transformada en texto aprobado, o el Senador AlejandroFoxley, o el Senador Carlos Ominami, quien, en la cronología del debate suscitado en el Senado, fue el primero que invitó a encontrar una fórmula de solución distinta a la consagrada en el texto que habíamos despachado en la honorable Cámara.

En efecto, el Senador Ominami, que fue el primero que intervino en el debate, invitó a sus colegas -cito textualmente- a “abrir paso a una deliberación colectiva en la cual se impongan la inteligencia y la humanidad que siempre requieren las soluciones a los problemas complejos y, sobre todo, a los problemas que más nos duelen”. Consecuente con lo anterior, al concluir su intervención, manifestó, en la sesión del martes 18 de agosto -cito textualmente-: “Propongo, en consecuencia, señor Presidente, que aprobemos la moción en debate que suprime el 11 de septiembre como día festivo y que, en señal de reencuentro de los chilenos, este Senado instituya, en una fecha a convenir, el día de la reconciliación nacional”.

Esa convocatoria a la humanidad y a la racionalidad, que compartimos, fue la que permitió convenir en el Senado la normativa que nos propone y que la Democracia Cristiana aprobará. Lo haremos, en primer término, porque ella responde a un acuerdo unánime del Senado, en el cual participaron nuestros senadores con la aprobación y el respaldo de su partido.

Se trata, pues, de un acuerdo político y el país sabe que los democrata-cristianos cumplimos nuestros compromisos.

Lo haremos, porque estimamos que el objetivo esencial que nos movió a presentar la moción que dio origen al proyecto era la derogación de la festividad del 11 de septiembre, con toda la carga de sentimientos y rebeldías que esa fecha conlleva. Y ese objetivo esencial está logrado.

Lo haremos, porque al pronunciarnos, como lo señalaba el Senador Andrés Zaldívar, ninguno de nosotros está renunciando a los juicios, apreciaciones y veredictos de conciencia que nos merece el colapso institucional de 1973, sus causas y proyecciones.

Al aprobar este proyecto no estamos exculpando responsabilidades de nadie, ni las estamos asignando, ni pretendemos tender un manto de olvido sobre las heridas aún abiertas de nuestro pasado.

Lo haremos, porque consideramos importante esta clase de pronunciamientos públicos que traducen un espíritu que busca la unidad y la reconciliación entre los chilenos, conforme nos han requerido distintas autoridades espirituales del país, en especial, el señor Arzobispo de Santiago, don Francisco Javier Errázuriz.

Lo haremos, porque ante los jóvenes latinoamericanos reunidos en reciente encuentro, todos los partidos políticos, incluso los que no tienen representación parlamentaria, nos comprometimos a realizar gestos de reconciliación que, en el inmediato tercer milenio, permitan a los jóvenes acceder a una nación unificada y solidaria.

Lo haremos, por fin, porque creemos que la aprobación de este proyecto es un pequeño pero significativo paso en la construcción de la paz entre los chilenos. Cuando nos visitó el Papa hace doce años, en Punta Arenas dijo que la paz es una responsabilidad universal que se construye en las mil pequeñas incidencias de la vida cotidiana. En las acciones más corrientes de la jornada podemos optar a favor o en contra de la armonía y de la paz.

Porque los democratacristianos optamos por la armonía y por la paz, sin perjuicio de la consistencia y coherencia de nuestras inclaudicables posiciones, votaremos favorablemente las modificaciones del Senado.

He dicho.

El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Patricio Hales.

El señor HALES.-

Señor Presidente, yo también quiero eliminar el 11 de septiembre como feriado de celebración. El país necesita construir un nuevo estado de ánimo. Muchas de nuestras relaciones personales, tanto aquí como en la vida política, entre políticos de distintos colores, superan, lejos, las difíciles relaciones políticas. Incluso, para juzgar el pasado, muchas veces tenemos coincidencias.

La Iglesia Católica ha jugado un gran papel. Aquí va nuestro recuerdo a lo que hizo el Cardenal Silva Henríquez. Y no puedo dejar de recordar cuando Monseñor Fresno nos dijo en esos difíciles momentos de 1983: “Perseguidos, la Iglesia es madre”.

En esa línea nos llamó el Arzobispo Errázuriz y fuimos al templo de Maipú, a ese esfuerzo de reconciliación y de unidad para hacer de este país un país de hermanos donde es posible pensar distinto.

La Iglesia lo hizo con afecto, con respeto. Tan lejos está la Iglesia del acuerdo, de la maña de Pinochet, de ese Pinochet que no tiene vocación de reconciliación. El mañoso histórico, el que declara en la prensa, públicamente. El pillo escondido detrás de Allende que para este acuerdo le preguntan: “¿Qué lo motivó llegar al acuerdo?” Él contesta: “lo iban a eliminar. Y lo iban a eliminar ahora”. La periodista le dice: “O sea, iba a perder de todos modos.” Él responde: “Iba a perder ahora y quise ser yo el que lo derogara”. ¡Qué distancia con el gesto unitario de esfuerzo, de valoración, que hace la Iglesia Católica por la unidad de los chilenos! Es la pillería de su propia historia, el egolatrismo; es la técnica del acuerdo de los oportunistas; es lo lejano a la idea de reconciliarse; es la idea de transformar el revés en victoria, la posibilidad de ser victorioso, incluso, cuando es derrotada su propia gestión.

Bien por los políticos de la Derecha que toman distancia de ese estilo de simulación y mi respeto a aquellos que entienden que la unidad nacional se hace en el respeto a las personas, a las ideas, para que nunca más en Chile exista dictadura.

Tomen distancia de eso, porque nosotros también tomamos distancia de nuestros propios errores.

Las invitaciones del Diputado Cardemil en el último tiempo van más bien en la línea de esas alianzas de mala compañía para malentender lo que es la unidad nacional.

Nosotros tomamos distancia de nuestra equivocación. Yo he pedido perdón a mi propio pueblo por mis errores y en nuestras bancadas hemos mirado y expresado con nuestras propias conductas lo que significa entender un pasado donde hemos cometido equivocaciones, pero nunca justificará ninguno de nuestros errores todos los horrores por los que pasó nuestra patria, los cuales se han consignado en tantos y tantos documentos por los que pidió perdón el PresidenteAylwin y nunca el dictador de la maña, Augusto Pinochet Ugarte. Aquí dejo estampado tu nombre sólo para que cuando haya pasado la historia lo recordemos como ese obstáculo que dificultó las relaciones entre los chilenos y para ninguna significación de celebración más. ¡Tu nombre!

Yo he pedido perdón y lo he hecho por mis propias conductas. Quiero reconciliación en el respeto al ser humano. Quiero trabajar condiciones de la política para que podamos entendernos y pensar que existen ideas diferentes de conducir a los países. Los acuerdos son parte de la condición de la democracia.

Quiero recordar aquí a Juan Luis Ossa, cuando se le torturó alguna vez en un subterráneo durante el gobierno del Presidente Allende.

Quiero recordar aquí a la familia Barahona que vio morir al padre cuando lo quiso invadir una mala disposición de la reforma agraria.

Quiero recordar aquí lo que deben haber sufrido los que construyeron sus industrias y pensaron que se iba a arrasar el derecho de su propiedad, lo que habían construido con su trabajo.

Pero también quiero recordar aquí lo que olvida el dictador cuando en el día de la maña le preguntan: “Dígame una cosa, ¿cómo llegó al acuerdo del 11? ¿Estaría usted dispuesto a hacer gestos por los derechos humanos?” Y contesta: “¿Por qué voy a hacer gestos si no tengo nada que ver con los derechos humanos?” Ésa es su respuesta a la historia.

Nuestra respuesta es que la democracia tiene que respetar sus acuerdos. Por eso, si el conjunto de los Comités del Senado llegaron a un acuerdo para eliminar el feriado del 11 de septiembre -ésta fue la decisión de la Cámara-, voy a votar a favor de la modificación a fin de suscribirlo, porque llegar a acuerdos es propio de la democracia. No puede ser que ella se construya estrictamente con lo que a mí me gusta. Como parte de mi esfuerzo, deberé aprender a transar, para no repetir la experiencia de avanzar sin transar.

Lamento que una parte de la Derecha haya concurrido a este acuerdo de eliminación del 11 de septiembre sólo bajo las órdenes del ex dictador, que sorprendida y asustada, haya ido al mediodía siguiente del acuerdo a preguntarle qué significaba la voltereta en el aire, en la que había que obedecerle una vez más. Sin embargo, valoro la conducta de varios de los que pertenecen a los partidos que la integran. Han entendido que su libertad política, sus acciones y su futuro no dependen de los malos recuerdos de un dictador, que pasará a la historia como una piedra con la que no queremos volver a tropezar. Asimismo, la ciudadanía valorará nuestro gesto al concurrir a este acuerdo democrático para la eliminación del feriado del 11 de septiembre.

He dicho.

El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Moreira.

El señor MOREIRA.-

Señor Presidente, hablaré a título personal, como parlamentario de la República, con una trayectoria política consecuente.

Los discursos y las intenciones son buenos, pero la realidad es otra. Jamás habrá reconciliación, por lado y lado, en aquellas personas que han sufrido en carne propia la pérdida de un ser querido. Es utópico siquiera pensarlo. De todos modos, a esa minoría se le debe respeto. Pero, aun cuando sus derechos son legítimos, no pueden arrastrar a 14 millones de chilenos a vivir de odiosidades y de venganzas.

Podrá eliminarse el 11 de septiembre e instituirse un día de unidad nacional, pero no será una fecha de encuentro, sino de violencia, que sabemos perfectamente que viene de la extrema Izquierda. Ella no se interesa por la reconciliación y seguirá usando el problema de los derechos humanos como plataforma política.

La polémica que se ha generado con posterioridad al acuerdo logrado en el Senado es, quizás, el hecho más representativo de las contradicciones que caracterizan a la política actual.

En los últimos meses, lamentablemente, la centroderecha ha tenido una seria falta de consecuencia y de coherencia. Ha abandonado sus banderas y permitido que el socialismo la ponga a la defensiva; ha llegado casi al punto de pedir perdón por haber apoyado a las Fuerzas Armadas, luego que éstas salvaron a Chile de la instauración de la dictadura del proletariado, al mejor estilo cubano.

-Manifestaciones en las tribunas.

El señor MOREIRA.-

Pido que se haga efectivo el Reglamento.

La Izquierda presenta la eliminación del feriado del 11 de septiembre como un triunfo y, por otra parte, algunos parlamentarios de centroderecha la consideran como una especie de gesto de disculpa por el sufrimiento de algunos en los primeros años del gobierno militar.

Ni una ni otra cosa son aceptables. No corresponden a la verdad histórica. La eliminación del feriado del 11 de septiembre es un gesto de grandeza, les guste o no, en primer lugar, del general Pinochet, y en seguida, de los parlamentarios de Oposición.

-Manifestaciones en las tribunas.

El señor PÉREZ, don Aníbal ( Vicepresidente).-

Advierto a los asistentes a las tribunas que les está estrictamente prohibido hacer manifestaciones.

Puede continuar su Señoría.

El señor MOREIRA.-

Señor Presidente, pido a la Mesa que garantice mi derecho a exponer mis puntos de vista. Esas mismas personas dicen defender la democracia, pero no quieren dejarme hablar.

El señor VALENZUELA.-

Ellos defienden a sus detenidos desaparecidos.

El señor MOREIRA.-

Señor Presidente, sabemos perfectamente que es un gesto de grandeza del general Pinochet y, en seguida, de los parlamentarios de Oposición, pero no porque debamos disculparnos ante la Izquierda, sino porque ese día recuerda la vergüenza de un socialismo que legitimó la violencia como método de acción política, que se preparaba para la guerra civil y que soñaba con convertirnos en un satélite más del hoy desaparecido imperio soviético.

Valoro y apoyo decididamente el gesto de los senadores de la UDI, que estuvieron dispuestos a dar su voto para eliminar el feriado del 11 de septiembre, pero no estoy dispuesto a avalar con el mío, en la Cámara de Diputados, la interpretación mañosa que ha hecho después la Izquierda.

Por eso, he anunciado que me abstendré, porque tampoco estoy dispuesto a votar por el rechazo de la modificación, junto con el Partido Socialista.

El señor PÉREZ, don Aníbal ( Vicepresidente).-

Ha terminado el tiempo de su primer discurso. Puede continuar en el del segundo.

El señor MOREIRA.-

Por su parte, la Democracia Cristiana ha vuelto a mostrar el doble estándar con que viene actuando desde hace décadas. Durante el gobierno de Salvador Allende, integró la Code y patrocinó el proyecto de acuerdo de la Cámara de Diputados de agosto de 1973, donde, prácticamente, se llamaba a las Fuerzas Armadas a poner término a la institucionalidad. Pero, hace algunas semanas, se ha sumado a los homenajes en recuerdo del ex Presidente.

Pero lo que es aún peor: ante la perspectiva cierta de que el próximo Presidente se decidirá entre Joaquín Lavín y Ricardo Lagos, algunos de sus dirigentes han tenido un extraño acercamiento al general Pinochet en el Senado. Incluso, los diputados democratacristianos que hace pocos meses lo acusaron constitucionalmente, guardan un conveniente silencio. Son los mismos que hoy nos piden votación secreta en la acusación constitucional contra Lagos.

La Izquierda reescribe la historia con la complicidad democratacristiana y el silencio de los que sufrieron la persecución, la violencia y la soberbia marxista hasta 1973, y no estoy dispuesto a aceptar que la Izquierda la modifique a su antojo. Somos sus protagonistas y se debe escribir con la verdad, no con los acomodos.

Don Ricardo Lagos ha anunciado que quiere ser el continuador del sueño de Allende. Es como invitarnos a vivir “Pesadilla II”, sin siquiera ponerse colorado. Esto ocurre porque hemos permitido que la verdad se modifique y que los jóvenes no sepan lo que ocurrió en Chile.

Por su parte, la centroderecha sigue perdiendo el tiempo, sin alinearse entusiastamente tras la figura de Joaquín Lavín, que asciende en las encuestas.

-Hablan varios señores diputados a la vez.

El señor MOREIRA.-

Quiéranlo o no, Joaquín Lavín es el único que puede parar la llegada de Lagos y del socialismo a La Moneda.

-Hablan varios señores diputados a la vez.

El señor MOREIRA.-

Por último, no se desesperen tanto los de la Concertación. Tengan claro que aquí no se trata de pinochetistas, sino de chilenos comprometidos con la historia y con la sangre de muchos que dieron su vida el 11 de septiembre por salvar a Chile del imperio marxista.

He dicho.

-Manifestaciones en las tribunas.

El señor PÉREZ, don Aníbal ( Vicepresidente).-

Reitero a los asistentes a las tribunas que les está prohibido realizar manifestaciones.

Tiene la palabra la Diputada señora Isabel Allende.

La señora ALLENDE (doña Isabel).-

Señor Presidente, me embarga un sentimiento especial al debatir la modificación al proyecto que suprime el 11 de septiembre como feriado nacional. Además del doloroso significado que encierra para la mayoría de chilenos, esa fecha posee una honda y emotiva significación para la diputada que habla y para su familia.

El 11 de septiembre perdió la vida Salvador Allende, mi padre, y muchos compatriotas, con los que compartimos ideales y esperanzas. Además, esa fecha recuerda el inicio de una prolongada etapa de dictadura militar, responsable de graves violaciones a los derechos humanos y de profundas divisiones, hasta el momento no superadas, porque la justicia y la reparación han sido insuficientes.

Nadie puede esperar -ni pedirnos- que borremos esos sentimientos y recuerdos. Sin embargo, nuestras responsabilidades públicas nos obligan a trascenderlos con altura de miras, porque de por medio están los intereses superiores de nuestra Nación. La supresión del 11 de septiembre, como fecha festiva que celebra el golpe de Estado de 1973, sin duda sería un avance en el desarrollo cívico del país y en la recuperación de su conciencia democrática.

Me asiste la íntima convicción de que igualmente debemos ser capaces de trascender los protagonismos pequeños asociados a cómo se desarrolló esa iniciativa, originalmente aprobada en la Cámara de Diputados. En cambio, debemos rescatar su sentido más profundo y permanente, cual es eliminar el carácter festivo de una fecha que lacera el alma de muchos compatriotas, para aportar a la reconstrucción de la unidad fundamental que debe tener nuestra sociedad, a fin de lograr así su engrandecimiento.

La eliminación de este feriado debe ser valorada en su justa dimensión; es decir, como el triunfo de la racionalidad colectiva y la recuperación de una de nuestras tradiciones. Por grandes que hayan sido las pasiones, nunca nadie osó establecer como festiva la fecha de la batalla de Lircay o la muerte del ex PresidenteBalmaceda.

No cabe atribuir a la modificación en debate el carácter de un gesto conciliatorio. Menos aún, la generosidad de algunos, que hasta el día anterior a la discusión del proyecto en el Senado, en forma pública, lo rechazaron. Modificaron su posición para no enfrentarse de manera oportunista a su derrota. Por lo tanto, aquí no vemos un gesto de grandeza del ex dictador y, además, estamos acostumbrados a las expresiones verbales del Diputado señor Moreira, de las que, desde luego, difiero.

La eliminación de este feriado debe constituir una forma de reparación en favor de quienes fueron atropellados en sus derechos y de la integración de nuestra sociedad. Por lo mismo, no compartimos la iniciativa de sustituirlo por otro, que nos parece artificioso y que no significa una contribución efectiva a la reunificación nacional. Ésta es una tarea que requiere diversas acciones, destinadas a constituirnos como parte integrante y respetada de la misma comunidad.

Hemos emprendido este camino, pero aún están pendientes hitos significativos, que debemos alcanzar. Entre otros, la demanda de los organismos humanitarios y de la más alta autoridad de la Iglesia Católica respecto de saber qué ocurrió con los detenidos desaparecidos y ubicar sus restos para restituirlos a sus familiares.

Debemos continuar asentando las bases éticas, culturales, jurídicas e institucionales que eviten la repetición de hechos tan dramáticos y dolorosos como los que vivimos entre 1973 y 1990. Tiene que ser un compromiso con nosotros, de los políticos con nuestra generación y con las futuras. No apuntan a ello las negociaciones de pasillo destinadas a cambiar fechas de feriado que, con cierto grado de eufemismo, se instituyen en herederas de la festividad del 11 de septiembre. ¡Chile no necesita nuevos feriados!

Nos acercamos a celebrar nuestro segundo centenario como Nación independiente. Estoy segura de que tan trascendente fecha encontrará un Chile unido, capaz de superar los grandes desafíos que le esperan; y que con la aceptación de la diversidad, todos, sin excepción, podamos vivir en una sociedad que respete en forma plena la dignidad del ser humano, la sociedad donde haya más libertad, democracia, justicia e igualdad de oportunidades.

He dicho.

-Aplausos.

El señor PÉREZ, don Aníbal ( Vicepresidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor René Manuel García.

El señor GARCÍA (don René Manuel).-

Señor Presidente, a veces resulta difícil dar un paso como éste; pero, en el fondo, lo considero necesario. El país debe reconciliarse y caminar por la buena senda y dar una oportunidad a los miles y miles de chilenos que quieren ver un Chile engrandecido y sin discordias.

He escuchado con mucha atención a la DiputadaIsabel Allende, y quiero preguntarles muy sinceramente, ¿podrá ella olvidar la muerte de su padre con la supresión del 11 de septiembre? Claramente no, porque es una fecha que la ha marcado profundamente, como ocurre cuando uno pierde a un ser querido. Pero ella dice que no hay que cambiar ese día por otro.

Considero que debemos efectuar gestos de grandeza, como el que todos estamos dando hoy día. Me parece que aquí no hay vencedores ni vencidos; no es un triunfo del señor Zaldívar ni de los senadores; aquí ha habido un gesto de todo el Senado para tratar de aminorar uno de los problemas existentes en el país: la reconciliación. ¿Cómo vamos a ser tan tercos y duros como para no entender el dolor de las madres, de posiciones opuestas, que han sufrido la pérdida de seres queridos? ¿Acaso queremos estar siempre en conflicto? Indudablemente, no. Pienso que debemos entrar en una senda de paz, de tranquilidad, de tomar conciencia sobre lo que debemos hacer.

No tengo por qué desmentir que siempre he defendido al gobierno militar. Con la misma fuerza con que ustedes creen que hay que suprimir este día porque hace recordar a un gobierno dictatorial que hundió al país, yo lo he defendido porque estimo que hizo lo contrario y que siguió un buen camino.

Si vamos a empezar con eso, nunca nos pondremos de acuerdo. A lo mejor, yo estaba equivocado; tal vez, ustedes también. Pero si convergemos en que es necesario engrandecer a este país y dar la oportunidad a nuestros jóvenes de una reconciliación efectiva, por último, el 11 de septiembre celebremos una misa en memoria de los caídos por ambos lados. Pienso que ello constituye una verdadera reconciliación. Es indudable que siempre habrá desquiciados que saldrán a las calles a tirar piedras y a romper bienes; pero por esas minorías no podemos empantanarnos y enfrascarnos en discusiones que no nos llevarán a nada. Creo que nuestro país es más grande y va mucho más allá, y nuestras madres, nuestros hijos y nuestra juventud tienen derecho a vivir en un país reconciliado. Si estamos en esta Cámara de Diputados debemos agradecer a Dios la oportunidad que nos brinda de reconciliar al país.

¡Ése es el gesto de grandeza que debemos dar! Las fechas no se olvidarán, el 11 de septiembre no se olvidará, porque la historia no se borra con una ley; la historia está escrita y deberemos hacerla más llevadera para las generaciones futuras, a fin de que no existan motivos de enfrentamiento ni de discusiones que no conducirán a nada.

Respeto a las madres que se encuentran en las tribunas y entiendo que deben expresarse, que digan lo que sienten, porque el dolor ajeno nunca es como el propio, y todos llevamos algún dolor en nuestro corazón.

Quiero contarles algo, sin vergüenza y sin miedo, porque es en estos momentos cuando debemos sincerarnos, si deseamos tener un gesto de reconciliación. Mi madre, que es una persona reconocidamente de Derecha en mi zona, me decía: “René Manuel, no seas tan duro en tu posición, porque si yo hubiera perdido a alguno de ustedes, no habría descansado nunca hasta saber dónde estaban”.

-Manifestaciones en las tribunas.

El señor GARCÍA (don René Manuel).-

Es ese gesto de mi madre lo que valoro, porque me ha permitido entender el dolor de las personas, el dolor que puedan sentir algunos; pero no sigamos hablando del dictador, del Gobierno de Salvador Allende, que nos condujo a muchas decadencias.

-Manifestaciones en las tribunas.

El señor GARCÍA (don René Manuel).-

No digamos nada de eso, sino que queremos engrandecer a Chile, que deseamos la reconciliación, y después de aprobar este proyecto, levantémonos y démonos un abrazo, porque ésa es una verdadera reconciliación. Borrón y cuenta nueva, y sigamos adelante por un país reconciliado. Eso es lo que quiero.

-Manifestaciones en las tribunas.

El señor GARCÍA (don René Manuel).-

Respeto vuestro dolor, señoras,...

El señor PÉREZ, don Aníbal ( Vicepresidente).-

Señor diputado, le ruego dirigirse a la Mesa.

Con todo respeto, reitero a las personas que se encuentran en las tribunas que está prohibido hacer manifestaciones. Es la última vez que les llamo la atención al respecto.

Puede continuar su Señoría.

El señor GARCÍA (don René Manuel).-

Señor Presidente, a mí no me molestan las manifestaciones; se lo digo de verdad. Las cosas pueden ser dolorosas; pero cuando uno está en una Cámara política que trata de hacer lo mejor posible y en conciencia, no importa.

Voy a respetar el acuerdo del Senado. Comprendo cuán doloroso fue para los senadores de Izquierda llegar a este acuerdo.

El señor PÉREZ, don Aníbal ( Vicepresidente).-

¿Me permite, señor diputado? Ha terminado el tiempo de su primer discurso.

El señor GARCÍA (don René Manuel).-

De manera que nosotros debemos tener los mismos gestos de grandeza.

Me duele mucho suprimir el 11 de septiembre, pero voy a votar favorablemente el proyecto y el acuerdo alcanzado en el Senado, porque creo que es el primer paso gigantesco hacia una reconciliación total del país. Espero que ése sea el gesto que demos todos.

He dicho.

El señor PÉREZ, don Aníbal ( Vicepresidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Antonio Leal.

El señor LEAL.-

Señor Presidente, quiero introducir algunos elementos de análisis respecto de la situación que vive el Parlamento y que, de alguna manera, ha puesto al desnudo este debate sobre el 11 de septiembre.

El Parlamento es, por definición, la máxima sede de representación política de la sociedad, de expresión de pluralismo político y cultural, de generación de consensos y de legitimación de la ley.

Sin embargo, creo que la Cámara de Diputados, pese a ser la única rama del Parlamento elegida íntegramente por la soberanía popular, está seriamente limitada por una anomalía que le impide ser sede de los grandes acuerdos: el hecho de que los diputados de Derecha se encuentran interdictos por el pasado militar, carentes por ello de la independencia de juicio necesaria para resolver sobre grandes dilemas nacionales, subordinados a lo que haga el anciano ex dictador. Estos diputados se deben más a la memoria del régimen militar que al futuro del país, como se advierte en lo referido a todos los asuntos institucionales de fondo, en los cuales el bloque de Derecha defiende los enclaves autoritarios.

El debate sobre el feriado del 11 de septiembre dio lugar a un hecho que raya en lo grotesco. Como todos saben, los diputados de Derecha rechazaron su eliminación y lo defendieron como un símbolo patrio irrenunciable, sin importarles que para la mayoría de los chilenos la fecha fuera símbolo y sinónimo de dolor, de muerte, de destrucción de la democracia y de los valores republicanos.

No obstante, como Pinochet no logró reunir en el Senado los votos suficientes para mantener el feriado, se mostró dispuesto a transar su eliminación con el resultado que todos conocemos. Es decir, el 11 de septiembre, como fecha de triunfo no terminó porque la Derecha haya hecho suyos plenamente los principios de la democracia; no terminó porque Renovación Nacional haya tenido un gesto de generosidad y de altura. No, terminó porque así lo negoció Pinochet para salvar lo posible, dejando en la orfandad y en el peor de los ridículos a los voceros que en esta misma Cámara de Diputados, sólo días antes, habían sostenido la imposibilidad de este cambio.

Sin embargo, el daño no es sólo para la credibilidad de aquella Derecha -si existe- que quiere mirar al futuro; el daño no se expresa sólo en el hecho de que ésta es una demostración palmaria y lamentable de que en Chile, a nueve años del desplazamiento del régimen militar, no se ha reconstituido una Derecha liberal adscrita a verdaderos valores libertarios; el daño es para toda la Cámara de Diputados, porque el estado de interdicción en que se halla la Derecha desnaturaliza la función y la esencia de nuestra Corporación y hace completamente inútiles sus discusiones, ya que en ellas no se aportan argumentos destinados a ser sopesados en la búsqueda de acuerdos institucionales, sino que se aportan dogmas, arbitrariedades, símbolos del pasado.

En este país, muchos dicen que para cambiar algo no hay que conversar con Renovación Nacional, sino con el almirante Martínez Bush; que no hay que tratar de conquistar los votos de aquellos que, alguna vez, trataron de presentarse como liberales, sino los votos de los designados, de los militares, ya que ellos son los que siguen dirigiendo a la Derecha chilena. Es difícil pedir a quienes ocultaron los resultados del 5 de octubre de 1988, a quienes se negaban a entregar los resultados de la victoria democrática, que se rediman y contribuyan ahora, con gestos plenamente democráticos, a abrir el futuro del país.

Sin embargo, se podría esperar que otros, menos comprometidos con los horrores del régimen militar y menos contaminados con el fanatismo de sus bandos y decretos, pensaran en el reencuentro y en la reconciliación de los chilenos. Pero creo que la Derecha, en su conjunto, aún no está madura para gestos como éste.

Para nosotros, lo fundamental es terminar con el 11 de septiembre como día celebrativo. Nos habría gustado que se hubiera mantenido el acuerdo de la Cámara de Diputados, según el cual simplemente se eliminaba el 11 de septiembre como día feriado; pero colocamos el acento, transformamos en lo central -como lo hicieron los senadores del Partido Socialista y de la Democracia Cristiana-, la derrota de Pinochet, que siempre pensó que este día sería eterno, ligándolo al 18 de Septiembre y pensando que sería un día como ése: un símbolo nacional para siempre en la historia del país.

Lo que aquí cae es un símbolo de la dictadura. Quiero decir que nosotros no atribuimos significado alguno al denominado Día de la Unidad Nacional, por una razón muy simple: porque la unidad nacional no se decreta, sino que se construye y no habrá unidad nacional en el país si quienes impusieron el terrorismo de Estado no piden perdón a los chilenos; si Pinochet, que -como ha dicho el propio Contreras- dio la orden en el caso de los desaparecidos, no indica el lugar donde se encuentran sus cadáveres; si no se da una explicación acerca de qué sucedió con esos miles de chilenos que un día fueron secuestrados desde sus hogares, y si la Derecha, algunos de los funcionarios del régimen militar que hoy son diputados de la Derecha y ocupaban importantes cargos en el Ministerio del Interior, no dicen la verdad al país. Ésa sería una base importante para la reconciliación.

Quiero decirle al colega René Manuel García que nosotros también estamos por engrandecer a Chile, pero para ello hay que conquistar más verdad y justicia, intentar ponernos de acuerdo sobre el futuro institucional del país y construir un Estado de Derecho donde todos nos sintamos interpretados.

Por lo tanto, cuando nos encontramos a punto de aprobar la eliminación del 11 de septiembre como día feriado, hacemos un llamado, en primer lugar, para que esta Derecha y el general Pinochet den a conocer el paradero de los desaparecidos y la verdad sobre los miles de chilenos asesinados.

Esta mañana estuvimos en este hemiciclo con la viuda de Víctor Jara, Joan Jara. Perdónenme, pero cuando los amigos de la Derecha hablan de la dignidad nacional y de engrandecer el país, ¡por favor esclarezcan el crimen de Víctor Jara! Él fue una personalidad mundial. A Víctor Jara, en el Estadio Chile, le quebraron las manos, los brazos y lo torturaron hasta la muerte. ¡Ustedes deben esclarecer eso, y quienes estuvieron comprometidos con esos hechos deben pedir perdón al país! Los militares de la Dina y de la CNI tienen que dar a conocer la verdad para que pueda haber una reconciliación efectiva.

Nosotros anhelamos un país unido, anhelamos una Derecha que compita dentro de la democracia, anhelamos una Derecha que esté dentro del Estado de Derecho y que no utilice los poderes fácticos ni ningún tipo de subterfugio para lograr una mayor representación en las instituciones. Anhelamos un país normalizado, anhelamos un país en el cual exista una Constitución donde todos nos sintamos plenamente interpretados.

Por eso, hoy, cuando terminamos con este símbolo de la dictadura, cuando terminamos con una fecha que debía ser eterna, pero que ya no lo es y no representará nada en el corazón de los chilenos, sino dolor, terror y el inicio de una gran pesadilla, en este día en que vamos a eliminar esta fecha de muerte, quiero reiterar nuestro llamado a construir un país unido sobre la base de la verdad y de la justicia.

He dicho.

El señor PÉREZ, don Aníbal ( Vicepresidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Gustavo Alessandri.

El señor ALESSANDRI.-

Señor Presidente, deseo señalar nuestros puntos de vista, que no aceptan interdicciones de ninguna especie.

No voy a seguir al colega Leal en su argumentación, simplemente, porque ha llegado hasta nosotros, en tercer trámite constitucional, un proyecto de ley modificado en el Senado, que procura producir el acercamiento entre los chilenos y terminar con los resentimientos y las recriminaciones.

Tenemos, entonces, una buena oportunidad para hacer patria sustituyendo la fecha conmemorativa del inicio de una nueva época -admirable para algunos, lamentable para otros- por la celebración del Día de la Unidad Nacional. Debemos hacer un serio acto de contrición, tanto quienes estuvimos en un lado de las barricadas, como los que estuvieron en el otro. Chile lo necesita, y las generaciones futuras jamás nos perdonarían que nuestra obcecación e irresponsable miopía nos hicieran persistir en odiosidades estériles. La forma en que terminó -y digo terminó- el proceso rectificatorio que se inició hace 25 años en un amanecer del 11 de septiembre de 1973, constituye todo un ejemplo para la humanidad y para quienes han de venir detrás de nosotros. Sin que hubiera sangre de por medio, sin traumas y de un modo perfectamente planificado y acotado en sus plazos y procedimientos, un gobierno militar en su origen, entregó el mando a un sucesor elegido en limpias y democráticas elecciones que fueron la admiración de América y del mundo entero.

Cuando las sociedades humanas sufren grandes crisis; cuando las coyunturas históricas del devenir de un pueblo sacuden los cimientos mismos de su existir, y el sufrimiento alcanza un clímax que conmueve hasta la última fibra del alma colectiva, el advenimiento de la paz no es rápido, ni menos instantáneo; por el contrario, el proceso de ajuste es lento y el dolor no se esfuma de inmediato.

Entre otros, don Enrique Correa Ríos, ministro del gobierno de la transición, ha hecho un valioso aporte a esta tarea de serenar, a la vez que abrirles los ojos a los chilenos de nuestros días sobre la ineludible necesidad de dejar de mirar hacia el pasado y ponernos empeñosamente a otear el futuro en busca de un mejor porvenir para nuestros hijos. En el diario “El Mercurio”, de Santiago, ha sostenido el señor Correa: “Si nos seguimos midiendo por nuestros prejuicios del pasado, en el pasado nos quedaremos persiguiendo trenes a caballo como los pieles rojas del siglo pasado. La madurez consiste precisamente en asumir la propia historia, no para quedarse en ella, sino para ir adelante. Madurez es lo que necesitamos para mirar con serenidad las nuevas incertidumbres que debemos resolver”.

Señor Presidente, son patrióticas y lúcidas palabras del señor Correa, que deben ser meditadas por el país entero. No me sumaré a posiciones zigzagueantes que un día justifican el golpe militar y, al siguiente, dicen que fue el período más negro de nuestra historia. Advertimos, sí, que el revanchismo, que ya se está insinuando, es un mal consejero. Recuerdo que un antiguo político sostuvo en su época que “el odio nada engendra; sólo el amor es fecundo”. Me quedo con esa sabia afirmación y apoyo decididamente la modificación del Senado.

He dicho.

El señor PÉREZ, don Aníbal ( Vicepresidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Mulet.

El señor MULET.-

Señor Presidente, hoy se me viene a la mente la votación de la acusación constitucional deducida contra el General Pinochet, y recuerdo que con mucho dolor personal llegué a la convicción jurídico-política de su falta de mérito. Y digo “con mucho dolor”, por cuanto desde niño fui opositor al régimen de Pinochet; desde el mismo día 11 de septiembre -yo tenía 10 años-, cuando escuché a mi padre decir lo que significaba un golpe de Estado y sus posibles consecuencias. Recuerdo la votación de esa acusación porque en mi interior, tenía los recuerdos de un niño que sufrió, como tal, las tres o cuatro veces que la Dina detuvo a su padre. Y no me cabe la menor duda de que muchos de los presentes, aquel día, tenían dolores mucho mayores e inconmensurables. Pero más que los dolorosos recuerdos, primó, en mí, mi convicción político-jurídica sobre la acusación constitucional. Hoy, también es difícil para mí tomar una decisión. Recuerdo cómo, en agosto último, se defendieron con vehemencia las posturas para la mantención del 11 como feriado por parte de la Oposición y, por su eliminación, por todos los parlamentarios de la Concertación, posiciones que parecían irreconciliables.

Sabemos que, en el segundo trámite constitucional, el Senado de la República, en un acuerdo histórico, con la concurrencia de todos los sectores, desde los más izquierdistas hasta los más derechistas, de los electos y también de los designados y del vitalicio, aprobó la fórmula que hoy votaremos. Es cierto que se crea un nuevo día como feriado, el Día de la Unidad Nacional, pero también por la unanimidad de los senadores. No entiendo cómo puede haber parlamentarios que hoy no concurran con su voto para eliminar aquel feriado; es cierto que sólo se trata de quitarle el carácter de festivo y que en cada uno de nuestros corazones está grabado a fuego el matiz que le damos.

Celebro la posición de quienes ayer no querían suprimir el feriado y hoy están dispuestos a sacarlo del calendario; pero no entiendo a quienes, encontrándose en la posición de eliminarlo, hoy se opongan o busquen fórmulas que ponen en riesgo su exclusión. A algunos les repele que el diablo haya metido la cola en el Senado; a mí tampoco me gusta que esté allí y menos que patrocine o lidere acuerdos.

Como parlamentario, que al momento del golpe tenía 10 años, que vivimos el gobierno militar conscientes, hago un llamado a mirar hacia adelante, a derogar el 11, y darle nuestra aprobación, con esfuerzo y sacrificio para todos, al nuevo feriado que se propone como un verdadero día de la unidad nacional y seguir, tal como lo señaló el Presidente del Senado, don Andrés Zaldívar, dando pasos juntos, todos los chilenos, para avanzar hacia la reconciliación.

Creo que hoy es un gran momento para definir el país que queremos. Tras cada decisión que se tome, ya sea personalmente o como partido político, hoy le decimos a Chile que estamos dispuestos a ceder, a no obtener todo lo que queremos, porque el otro también está cediendo. Es una señal para el país: que sepa que quienes somos Gobierno o quienes lo serán en el futuro, están dispuestos a avanzar hacia un Chile más justo, más reconciliado.

He dicho.

El señor PÉREZ, don Aníbal ( Vicepresidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Alberto Espina.

El señor ESPINA.-

Señor Presidente, cuando se inicia el debate, siempre se tiene la impresión de que es posible dejar algún mensaje, alguna señal para las futuras generaciones y, de manera fundamental, de encaminar al país hacia lo que deben ser las bases sobre las cuales se cimientan los principios que deben ilustrar a la unidad nacional y que nos permitirán discrepar en democracia.

Pero a medida que el debate avanza, surge una disyuntiva: se toma ese camino o, en definitiva, se debe salir al paso a intervenciones hipócritas, porque son dichas por personas que sonríen en los pasillos, pero insultan y descalifican en el debate, y eso me parece incorrecto. Por lo mismo, quiero retomar el camino inicial y señalar que, a mi juicio, aquí hay distintos ejes y planos del debate, los que debemos definir. Si lo hacemos bien, les haremos un gran favor a las generaciones actuales y futuras.

Es evidente que el 11 de septiembre de 1973 es una de las fechas históricas que enfrenta divisiones más claras en Chile. Hay posiciones nítidamente contrapuestas y, más aún, es evidente que muchos de quienes estamos aquí vivimos esa época y, por lo tanto, estamos cargados de aprensiones personales respecto de lo que ocurrió en ese entonces.

Estas visiones contrapuestas tienen percepciones políticas, pero también sentimientos personales. Las primeras, para lograr acuerdos consistentes, requieren de reflexión y de una honesta visión de Estado, futuro y país. Las segundas, impregnadas por sentimientos personales, no sólo requieren una visión de futuro, sino, además, de generosidad de espíritu y, a mi juicio, ese es el verdadero camino que conduce a la reconciliación y a la unidad nacional.

¿Qué representa el 11 de septiembre? Visiones distintas. Para la Izquierda, un día de violenta agresión. Un parlamentario de Izquierda decía, en el debate del primer trámite en la Cámara de Diputados: “El inicio de una gran pesadilla”. Alguien agregaba: “Un golpe de fuerza para apoderarse del Gobierno ilegítimamente”.

¿Y qué piensa la Derecha, nosotros? ¿Y qué piensa gran parte de la Democracia Cristiana, sus dirigentes de esa época? Que el 11 de septiembre era el fin de un régimen que sobrepasó la Constitución y la ley, atropelló las libertades y tenía la expresa voluntad de conquistar a cualquier precio el poder total. Son visiones contrapuestas y propugnadas por líderes que han gobernado este país en democracia en las últimas décadas.

Estas visiones contrapuestas nos llevan al punto de la reconciliación, la que nos plantea dos opciones: una es convivir aceptando que tenemos una visión del pasado opuesta y, por lo tanto, relativizando la verdad; la otra, hacer un serio y honesto esfuerzo por construir una historia común respecto del pasado. Por cierto, esta historia tendrá matices, pero su columna vertebral será una verdad común que nos permitirá sacar lecciones de ella, tener en claro nuestras respectivas responsabilidades y fortalecer hacia el futuro los aspectos que nos unen y no aquellos que nos confrontan. No se trata de renunciar a nuestros proyectos de sociedad, sino de buscar los puntos en que ellos se complementan, y de resolver nuestras legítimas discrepancias mediante las reglas del juego de la democracia.

Tengo la convicción de que es posible construir una verdad común. Ello requiere definir las responsabilidades de nuestros adversarios y las nuestras. ¿Por qué es tan difícil que cada uno admita lo que nadie ignora? ¿Puede la Izquierda desconocer que introdujo y validó la violencia política en Chile desde mediados de la década del 60 e intentó controlar el poder total, en 1973, para asumir el Gobierno por decenios? ¿Pueden la Derecha y la Centro Derecha desconocer que no protestamos con la fuerza y energía suficientes ante las violaciones a los derechos humanos durante el régimen militar? ¿Puede el Partido Demócrata Cristiano ignorar que en su gobierno de la década del 60 se erosionó el Estado de Derecho y que en 1973 apoyó la intervención militar? ¿Pueden los altos mandos de las Fuerzas Armadas negar que no sancionaron adecuadamente los graves atentados a los derechos humanos cometidos durante su Gobierno? Cada uno debe contestar en conciencia estas preguntas y asumir sus respectivas responsabilidades con valentía y franqueza. Hacerlo no atenta contra la propia dignidad; por el contrario, enaltece y constituye un gesto evidente para avanzar hacia la auténtica reconciliación.

En tercer lugar, cuando se plantea la derogación del 11 de septiembre como feriado, ¿qué efectos produce? Y me pregunto, ¿es una decisión inspirada en concitar, impulsar voluntades para fortalecer la unidad nacional o se plantea como un triunfo político para imponer una visión del pasado que, haciendo ganar a un sector, derrote a otro? Son dos maneras distintas de enfrentarla. Con mucha franqueza, creo que es difícil marcar con lucidez la línea que los diferencia en la Cámara. He visto en gente de Izquierda el auténtico propósito de ir cerrando capítulos y he escuchado, también, discursos que parecen actos panfletarios, en los cuales la verdad histórica se pretende imponer sobre las futuras generaciones con el mismo totalitarismo que sus autores han criticado en los últimos años.

Por eso, en Renovación Nacional, para intentar distorsionar la historia, no estamos presentes; para intentar cambiar la historia, no cuenten con nuestro apoyo. Para aunar voluntades, con el propósito de construir juntos las bases de la unidad de Chile, sin olvidar el pasado, pero aprendiendo de él, sí estamos presentes.

Por lo mismo, entrando concretamente en el proyecto que viene del Senado, debo hacer dos prevenciones.

En primer lugar, nada es más mezquino que pretender desechar un acuerdo por fines electorales; nada es más mezquino que hacerlo pensando que fue gestado por el Presidente del Senado, candidato a Presidente de la República, o por el ex jefe de un gobierno militar. Eso no está a la altura de nuestros valores ni corresponde a una Cámara que resuelve mirando al país.

En segundo lugar, establecer un día de unidad nacional que no tiene raíces, que lo insertan en la mente de los chilenos, puede tener un efecto bumerán y terminar siendo un mal remedio. Así lo dije y sostuve públicamente. Un día adicional distinto, que no cuenta con raíces arraigadas en nuestra historia, nos puede gestar una dificultad.

Pero aquí enfrentamos una definición que debemos adoptar en este momento, mirando los principios. Y la realidad es que ha llegado la hora de esforzarnos por generar un acuerdo que resuelva un conflicto que causa daño y se arrastra por décadas.

Es evidente que si vamos al aspecto sustantivo, medular, del acuerdo, veremos que es un paso significativo para mirar al futuro; y es evidente que, como todo acuerdo que se construye con esfuerzo, no satisface a todos. Personalmente, no me parece correcto incorporar un día adicional que carece de contenido. Pero la decisión final está puesta en lo que el país espera de nosotros, en qué señal daremos, y no hay duda de que este acuerdo es un avance importantísimo para cerrar heridas del pasado.

Pido que esa razón, más allá de los debates, las discrepancias y las advertencias, haga primar el criterio final de todos los diputados. Como todos los buenos acuerdos, tal vez no satisfaga a nadie en plenitud, pero no hay duda de que su raíz y su espíritu nos señalarán que por aquí vamos por un buen camino.

He dicho.

El señor PÉREZ, don Aníbal ( Vicepresidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Juan Pablo Letelier.

El señor LETELIER (don Juan Pablo).-

Señor Presidente, el día que fue votada la supresión del 11 de septiembre como feriado -los antiguos parlamentarios lo sabemos-, quedó derogado. Por ello, ésa no es la discusión de hoy. Por ende, si queremos discutir, en tercer trámite constitucional, lo que nos corresponde, sin renunciar a nuestras facultades como Cámara y sin quedar interdictos en nuestras funciones parlamentarias, debemos entender que la discusión es otra.

No entraré a debatir las diferentes visiones que tenemos sobre el 11 de septiembre, porque no es el tema en discusión. El tema es otro. La Cámara de Diputados aprobó un criterio por mayoría: eliminar un feriado que no es compartido por todos los chilenos.

El Senado aprobó otro criterio, cuyo contexto se podrá cuestionar. Algunos, como aquí se ha dicho, creen que fue obra de un gran gesto de algunos; otros, que el acuerdo del Senado fue producto de una derrota inminente, ante la cual algunos se vieron obligados a sumarse.

Lo cierto es que el Senado adoptó un criterio de reemplazo. Por lo tanto, nuestro debate no debe versar sobre la eliminación del 11 como feriado, pues sobre eso hay acuerdo. De manera que no pronunciemos discursos encendidos sobre el particular ni, como algunos han sugerido, declarémonos interdictos para hacer lo que corresponde a una Corporación cuando tiene discrepancia con otra, ni dejemos de ejercer nuestra facultad de ir a Comisión mixta para perfeccionar un proyecto por miedo de que si así se procede, se restablecerá el 11 de septiembre como feriado. Eso es una vulgar y simple mentira. El 11 está derogado.

Lo que en la actualidad se discute es otra cosa. Es si al país le conviene reemplazar ese feriado por otra fecha o si le conviene, simplemente, mantener su eliminación y no sustituirlo.

Dentro de la opción de reemplazo, uno puede aceptar que el nuevo feriado sea en septiembre o cambiarlo para otra fecha. Después estará la discusión del nombre. Sobre eso me quiero pronunciar, pero no sin antes señalar qué curioso es este país. Aquí nos llaman a la reconciliación, al encuentro.

Quiero compartir lo que ha sido el día de hoy con algunos colegas. En la mañana, en la Comisión de Derechos Humanos, viendo el problema del vertedero de Lonquén; al mediodía, la situación del ex cantante Víctor Jara; otros diputados, en la mañana, viendo la situación del Brigadier Sergio Espinosa Davies, que está en una misión de paz en Pakistán, temas que demuestran que no hay una voluntad de reconciliación no porque no se quiera así no más, sino porque la unidad nacional no se impone ni por decreto, ni por la fuerza, ni por ser sordos.

Hay temas pendientes relacionados con la verdad y la administración de la justicia en materia de derechos humanos. Ése es un dato de la realidad, y quienes quieran negar eso están mirando el techo.

Hoy se nos propone que aceptemos el acuerdo del Senado. Por tanto, quiero salir al paso de algunas afirmaciones.

Los diputados socialistas no somos partícipes de este acuerdo. Por ende, esta Corporación tiene todo el derecho de aceptar lo propuesto por el Senado; pero levanto la voz frente a aquellos que sugieren que esta Corporación está interdicta o que los socialistas estamos interdictos por tener nuestras opiniones sobre este tema.

Habrá quienes quieran imponer este acuerdo. Háganlo, pero no piensen que eso avanza hacia la unidad nacional.

No estamos de acuerdo por varios motivos. En primer lugar, y en eso estoy conteste con el Diputado señor Espina, el proyecto no tiene que ver, ni en lo más mínimo, con candidaturas presidenciales, a pesar de que algunos quieran darle esa connotación.

Algunos han querido elevar este acuerdo a rangos que no tiene. Nuestros juicios no se fundan en cálculos ni intereses electorales, sino en nuestras convicciones, nuestros principios y nuestros valores.

Creemos que hay que eliminar el 11 de septiembre como feriado. Pero reemplazarlo, cuatro días antes, el lunes 6 de septiembre de 1999, por un feriado que no tiene ningún asidero, para que haya protestas en todas las grandes ciudades por el desencuentro y la falta de unidad nacional y luego éstas se repitan el 11, me parece un despropósito y una falta de visión política de cómo se construyen los acuerdos en el país.

No entendemos -lo digo con mucha tranquilidad- que algunos nos sugieran aprobar el proyecto porque hay un acuerdo en el Senado y después presentemos otro para eliminar el día de la unidad nacional que hoy supuestamente se quiere aprobar. Creemos que eso es renunciar a lo que esta Corporación debe hacer.

Si queremos un acuerdo, permítasenos participar de él. Si quieren imponer una solución, impónganla; pero no lo llamen acuerdo, porque no lo es. Nosotros, los socialistas, no vamos a concurrir a inventar un feriado que no tiene ningún asidero en la historia del país para que haya nuevamente desencuentros en otra fecha entre los chilenos.

Hemos dado muchas muestras de gestos de querer reencontrarnos. Nadie puede decir que en estos últimos diez años hemos dejado de hacerlos. Al contrario, hemos hecho muchos y los seguiremos generando; pero hay siempre un límite que está entre la sinceridad, la consecuencia y el oportunismo o la hipocresía. Disculpen que use estas palabras, quizás fuertes.

Si la Corporación quiere un acuerdo, vayamos a Comisión mixta, porque allí se puede ver si hay voluntad de construirlo, y si no existiese, igual quedaría derogado el 11 de septiembre como feriado, porque ello no está en discusión.

Todos queremos que se elimine. Yo fui el parlamentario de Izquierda citado por el DiputadoEspina, cuando mencionó que esa fecha, para algunos, era una pesadilla. Estamos contentos de que se esté eliminando; pero no podemos, producto del miedo o de falsos cálculos políticos o por no ser honestos con las mujeres aquí presentes, decir que por decreto vamos a tener un día de unidad nacional cuando éste se construye sobre la base de otros fundamentos.

Es cierto -el Diputado señor Espina lo planteó-, uno puede esforzarse por encontrar acuerdos. Nos llama la atención que, a más de diez meses de terminar legalmente con el 11 de septiembre como feriado, se quiera forzar la votación del proyecto y que no se dé tiempo para un debate más a fondo.

Si quieren adoptar el criterio del reemplazo, ajeno a nuestra historia, que se busque otra fecha; por ejemplo, el 20 de agosto, para conmemorar el natalicio de O’Higgins, u otra con algún asidero que nos permita participar del acuerdo.

Aquí lamentamos la lógica de la imposición, porque algunos que hoy dicen que esto es un buen acuerdo, mañana con el codo querrán borrar el día de la unidad nacional que no sirve de nada, porque no tiene cimientos.

Entiendo que para construir la unidad nacional en los temas en discusión -a lo menos en un porcentaje tiene que ver con el tema de los derechos humanos-, por lo menos nos deberían dejar concurrir al acuerdo para lograr algo que valga la pena.

El señor PÉREZ, don Aníbal ( Vicepresidente).-

Ha concluido el tiempo de su segundo discurso.

El señor LETELIER (don Juan Pablo).-

No es fácil que los socialistas concurramos a aprobar este acuerdo, porque es inconducente a lo que necesitamos cuando queremos eliminar el 11 de septiembre como feriado y buscar acuerdos entre los chilenos.

Vamos a votar en contra de la proposición del Senado, porque el acuerdo Zaldívar-Pinochet no contribuye a lo que el país necesita: encontrarnos con los que, objetivamente, no hemos estado juntos estos años.

He dicho.

-Aplausos.

El señor PÉREZ, don Aníbal ( Vicepresidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Luksic.

El señor LUKSIC.-

Señor Presidente, sin lugar a dudas -así lo han sostenido quienes me han antecedido en el uso de la palabra- el 11 de septiembre divide a los chilenos.

El análisis o reflexión respecto de esa fecha a algunos les causa dolor, a otros alegría. Por lo tanto, hay algo en lo cual podemos estar de acuerdo: el 11 de septiembre no puede seguir siendo feriado, calidad reservada a determinados días para recordar acontecimientos que honran la Patria o festividades religiosas. Por lo tanto, el 11 de septiembre no puede ser feriado. Para quienes entendemos que es causa de dolor, que significa la democracia destruida, su eliminación implica un triunfo.

No entiendo que los triunfos logrados sean considerados derrotas. No entiendo que objetivos, que demandas establecidas por la alianza de la Concertación en sucesivos programas, como la eliminación del 11 de septiembre, hoy sean desconocidos y considerados una derrota. No es bueno. No entiendo cuando se señala que esa fecha está derogada, pues no es así. Todos los que conocemos el trámite de la formación de la ley, sabemos que un proyecto puede ser denegado por alguna de las Cámaras, o desechado en la Comisión mixta.

Quiero recordar el principio jurídico que obliga a distinguir lo principal de lo accesorio. Lo principal es la eliminación del 11 de septiembre, que divide a los chilenos, y lo accesorio, el día de la unidad nacional. Pero, a la vez pregunto, ¿quién le teme a la unidad nacional? ¿Por qué produce tanto resquemor, tanto sinsabor? ¿Acaso no queremos avanzar en la unidad nacional?

Quiero recordar que la ley es un instrumento, no un objetivo; no cambia las cosas. Con esta iniciativa, que votaremos hoy, no pretendemos cambiar lo que fue el 11 de septiembre, ni cambiar la historia o las visiones o interpretaciones distintas, sino seguir avanzando en la reconciliación, en la unidad nacional, como lo han expresado las autoridades.

Muchos de nosotros -yo también- hemos sufrido por un familiar detenido, violentado, desaparecido, pero debemos ser capaces de mirar hacia el futuro y acceder a lo que esos jóvenes la semana pasada le pidieron a los chilenos y a los políticos, a nosotros, sus representantes, que cumplimos una labor fundamental, cual es hacer la norma jurídica: crear las condiciones de la reconciliación y la unidad nacional.

También hay un aforismo popular que dice: lo mejor es enemigo de lo bueno. ¿Acaso nos olvidamos que estamos en una democracia imperfecta, con senadores designados, con un senador vitalicio, al que acusamos constitucionalmente, junto con otros diputados de esta misma bancada, porque creemos que abusó de su cargo de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas?

Las razones por las cuales nos encontramos en una democracia aún no completa, en una transición inconclusa, obedecen, precisamente, a estas posiciones tan divergentes y a las distintas interpretaciones de la historia. Debemos seguir avanzando en la democracia y en la reconciliación.

¿Qué representa este instrumento jurídico? Es un paso más en la reconciliación, un símbolo de la unidad nacional, la aspiración de justicia en Chile y de que se encuentren los familiares desaparecidos, de que se conozca su paradero. Pero debemos ser capaces de no quedarnos atrás, como la mujer de Lot, sino también de avanzar y pedir justicia al mismo tiempo; de otear el futuro, de responder a los jóvenes y a Chile, que desean unidad nacional y reconciliación.

He dicho.

El señor PÉREZ, don Aníbal ( Vicepresidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Víctor Pérez.

El señor PÉREZ (don Víctor).-

Señor Presidente, a lo largo de su historia, Chile ha vivido grandes divisiones por razones políticas e ideológicas. Las querellas religiosas y la Revolución de 1891, que desembocó en el suicidio de don José Manuel Balmaceda, probablemente son los dos más claros ejemplos de ello en el siglo XIX. Por desgracia, no son los únicos ni los últimos.

En la década del 60, hace poco más de 30 años, se enquistó en la sociedad y en la política chilena la perversa concepción de la lucha de clases, que incitaba a la división más profunda, violenta e inhumana que puede afectar a un país. Según esta óptica, la pobreza, la injusticia, la falta de expectativas y de oportunidades no eran problemas que se pudieran resolver sino a través del triunfo de un sector del país sobre el otro.

No se trataba, como es obvio, de un triunfo político, sino de la simple destrucción, del aniquilamiento, si era necesario, de la llamada burguesía. Era la época en que se nos decía que la revolución era inevitable y, por lo tanto, el pueblo debía armarse y prepararse para ganarla. En esa época la revolución cubana era un ejemplo; el marxismo, casi una religión, y Fidel Castro, su profeta. En ese tiempo nuestros gobernantes nos definieron como simples hermanos menores de un imperio que más tarde sería certeramente definido como el imperio del mal.

En ese clima, muchos de nosotros tuvimos nuestros primeros contactos con la actividad política. Era la época en que en los trabajos, en los barrios, en las familias, incluso en nuestros hogares, las personas se dividían de acuerdo con su adhesión a uno u otro sector político. Los chilenos éramos momios o fascistas y de la UP o marxistas. Estábamos profunda, radical y violentamente divididos.

En 1972 ingresé a la Universidad de Concepción. ¿Cuál era el clima que se vivía allí? Un día, a las 12 del día, se asesinó al estudiante universitario Arnoldo Ríos. Muchos de los que están aquí sentados, en ese momento decían que la justicia burguesa no podía entrar al barrio universitario, porque ése era territorio de la Izquierda. Y ese crimen, cometido a las 12 del día, frente a la Facultad de Derecho de la Universidad de Concepción, donde estudiaba, no pudo ser investigado. Algunos de los que están sentados en esta Sala saben muy bien de lo que estoy hablando.

Ese clima de enfrentamiento y de división política e ideológica concluye el 11 de septiembre de 1973. Comienza una nueva etapa en la vida nacional. Para muchos de nosotros es de progreso, de modernización, establecimiento y consolidación de un nuevo orden económico, social y político. Se abandonan, antes que en el resto de América Latina, las viejas y odiosas recetas estatistas. Se puso el acento en el desarrollo económico basado en la iniciativa particular.

A partir de ahí, el grueso del país se reconcilia. Se olvidaron los odios del pasado, y muchos de los que habían sido partidarios del gobierno socialista de Salvador Allende, comprenden y asumen todos los cambios que se producen en el mundo.

Sin embargo, no todos comparten esta visión, la visión nuestra de la historia: para muchos, el gobierno de las Fuerzas Armadas y Carabineros es un recuerdo triste. La dirigencia política del país no se ha reconciliado. Es lamentable, pero es la verdad. Probablemente sea una de las razones por las cuales la gente se siente lejana a la actividad política, pues ve en ella una permanente disputa alrededor de temas que para la mayoría de los chilenos son simplemente historia.

Hay que superar el pasado y todos debemos colaborar para lograrlo, pero superar la historia es muy distinto a reescribir la historia. Por esta razón, la aprobación del proyecto que elimina el feriado del 11 de septiembre y lo sustituye por un día de unidad nacional, tendrá real sentido en la medida en que seamos capaces de cambiar nuestros discursos y de mirar efectivamente hacia adelante.

Quienes apoyamos el gobierno de las Fuerzas Armadas en un proceso de nuestra historia que fue difícil, pero que lo hicimos siempre con el ánimo de servir a los demás, a los más necesitados, y que impulsamos la institucionalización de una transición a una democracia real y eficiente, no tenemos nada de qué avergonzarnos.

No necesitamos aferrarnos a una fecha del calendario para justificar nuestro pasado. Por el contrario, creemos que se deben hacer todos los esfuerzos necesarios para superar las divisiones que aún subsisten como fantasmas del pasado, aunque no hayamos sido nosotros los que los engendramos ni menos los que intentamos mantenerlos, como una forma de justificar un escenario político que algunos sienten que les es favorable.

La eliminación del feriado del 11 de septiembre es un paso que se debe dar sin cálculos electorales pequeños, sin escudriñar en las motivaciones personales de cada uno, pues hacerlo así de nada servirá.

La verdadera reconciliación sólo se alcanzará cuando seamos capaces de dar vuelta la página como ya lo ha hecho la mayoría de los chilenos. Seguir aferrados a lo que sucedió hace veinticinco años es una actitud humanamente pobre y políticamente pequeña.

La bancada de diputados de la UDI votará casi en forma unánime a favor el proyecto, sin renegar de nada, pero tampoco sin reclamar de nada.

Muchos de los que están hoy en la Sala construyeron su pasado con los puños en alto. Muchos caímos en la soberbia de creer que todo podía ser perfecto. Ésta es la ocasión para que todos mostremos un cambio de verdad. Es el gesto que los chilenos estamos esperando y que la bancada de la UDI cree que la clase política aún no ha hecho.

He dicho.

El señor PÉREZ, don Aníbal ( Vicepresidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Lorenzini.

El señor LORENZINI.-

Señor Presidente, la Cámara de Diputados, de la que me honro en formar parte, está debatiendo un hecho que marca el inicio de una nueva etapa en la historia política del país.

La derogación del 11 de septiembre como feriado, sin lugar a dudas, constituye un hito importante en el reencuentro de Chile con su historia y marca el rumbo de un país de hermanos. El gesto del Presidente del Senado, de superar los rencores originados por diferencias políticas, las que en su tiempo le costaron la persecución y el exilio, implica colocar los intereses superiores del país por sobre cualquier legítimo interés político, porque éste ha sido siempre el espíritu que marcó a la clase dirigente de nuestro país.

Los feriados, tanto los religiosos como los que no lo son, recuerdan festividades en las cuales se realza un valor especial, en torno al cual nos encontramos como país, como personas, como creyentes. Por lo tanto, no es correcto que existan festividades que celebren algunos y otros las recuerden como etapa de sufrimiento. El respeto al dolor ajeno nos hace dignos; lo contrario, nos deja desprovistos de humanidad y carentes de valores. Nada que represente dolor o división entre hermanos se celebra. La magnanimidad es condición de grandeza. El propio Julio César, el más grande entre los grandes, nos lo legó hace más de 2 mil años.

Precisamente por ello, nuestras gestas vencedoras contra los distintos enemigos que hemos tenido como país, nunca las celebramos festivamente. Sí celebramos la valentía y el patriotismo demostrado por Arturo Prat en el Combate Naval de Iquique, así como la valentía y el patriotismo de los 77 chilenos que tampoco arriaron la bandera en la gesta de La Concepción. Son dos ocasiones donde, en términos objetivos, fuimos derrotados, pero el sentido es otro, y por eso se conmemoran ambas fechas.

Más aún, debemos recordar que lo que hizo grande a este país y con lo cual ganó reconocimiento internacional, fue la magnanimidad de cada uno de los fundadores de la República y de quienes tuvieron la responsabilidad de conducir los destinos de Chile como Nación, de quienes enfrentaron serios conflictos internos desde los albores de la República hasta fines del siglo XIX.

Los ejemplos de Portales, quien evitó rememorar la batalla de Lircay; de Bulnes, quien fue capaz de aceptar dentro del Ejército, para defender la soberanía nacional, a quienes años antes había vencido en querellas políticas internas del país; y, sin lugar a dudas, la actitud del Presidente almiranteJorge Montt de superar una cruenta guerra civil, con alrededor de 10 mil muertos, luego de seis meses de ocurrida, lo que honra, con especial dignidad a su persona.

Cuando el país está en juego, nadie puede pretender sacar mezquinos intereses ni colocar sus ideas, por legítimas que sean, por sobre el interés nacional.

Nuestra generación debe continuar por la senda que generaciones anteriores le han impregnado al desarrollo político, económico y social del país. Quien haya ocupado, ocupe u ocupare cargos públicos, siempre tendrá como norte el bien de su país. Ése es el camino que el país demanda: un Chile reconciliado, un país de hermanos, donde exista un ideal común, que es el progreso y el desarrollo, y eso lo hacemos sin vencedores ni vencidos, sólo con un país de hermanos que luchan y se esfuerzan por un futuro mejor para sus hijos.

Por lo anterior, votaremos favorablemente el proyecto.

He dicho.

El señor PÉREZ, don Aníbal ( Vicepresidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Jaime Jiménez.

El señor JIMÉNEZ.-

Señor Presidente, esta Corporación asistirá en pocos minutos más a la derogación definitiva del 11 de septiembre como feriado nacional.

¿Quién iba a pensar que el proyecto presentado el 10 de julio de 1998, que contiene esta idea básica reiterada año tras año por los diputados de la Concertación, iba a tener un resultado exitoso, como el que ya se aprecia? ¿Quién iba a pensar que los colegas de Izquierda María Antonieta Saa, Felipe Valenzuela, Guillermo Ceroni, o el colega del Partido Radical, Jaime Rocha, o los colegas y camaradas Pareto, Krauss, Ascencio, Salas y quien habla, que presentamos el proyecto, hoy asistiríamos a un resultado que es el esperado por la inmensa mayoría de los chilenos?

En efecto, veinticinco años -un cuarto de siglo- han pasado desde que un 11 de septiembre se rompió abruptamente la convivencia democrática entre los chilenos.

Por supuesto, quienes, como ha señalado el colega Mulet, teníamos diez años a esa fecha, no fuimos protagonistas conscientes de ese rompimiento, ni mucho menos responsables de ese golpe militar; pero nos tocó sufrir las consecuencias. Recuerdo los duros momentos vividos en nuestra época de dirigentes juveniles, en la universidad, en el centro de alumnos de teología, pionero en la lucha y en el trabajo por los derechos humanos y por la vida. ¡Cuántas veces detenidos! ¡Cuántas veces perseguidos! ¡Cuántas veces desarrollando nuestra inteligencia e imaginación para lograr convencer a todo el país de que realmente queríamos un Chile distinto, que ese Chile que habíamos heredado no era el que deseábamos para vivir hermanablemente entre todos los hijos de esta tierra!

El 11 de septiembre de 1973 es una fecha negra, de enfrentamiento entre hermanos de un mismo país. En Chile no existe ningún feriado que celebre algún enfrentamiento entre chilenos. ¿Hay algún feriado que celebre la batalla de Concón o de Placilla? Ninguno, señor Presidente. Por lo tanto, la eliminación del feriado del 11 de septiembre es un compromiso ético con las futuras generaciones, a las cuales debemos dejar saneado ese pasado, del que algunos fueron protagonistas y otros heredamos.

En pocos minutos más, el 11 de septiembre será pasado. Tenemos que conseguir un futuro abierto, limpio, lleno de desafíos e inquietudes. Debemos dejar atrás esa fecha, cuya única unión es el consenso y el acuerdo que nos divide a todos, porque mientras para unos significa dolor y duelo, para otros significa júbilo y alegría.

Por ello, concurriremos favorablemente a este anhelo mayoritario de los chilenos. La historia emitirá su juicio sobre lo acontecido. Un simple proyecto de ley que borre del calendario esta fecha no hará que la reconciliación se produzca mágicamente; pero, sin lugar a dudas, es un aporte. Por eso pensamos ir más allá aún: hace algunos meses presentamos un proyecto que tiene por objeto derogar el artículo 3º transitorio de la ley orgánica del Congreso Nacional, dictada en las postrimerías del gobierno de Pinochet, que impide investigar lo ocurrido en su administración.

No renunciamos a esas tareas, así como tampoco a apoyar lo que el país espera. Los democratacristianos entendemos que es sólo un paso, pero también que es un aporte. Estamos contentos de que el Presidente del Senado, don Andrés Zaldívar, haya liderado el acuerdo, pero estamos más contentos aún, porque senadores de todas las bancadas, del Partido Socialista, del PPD, del Gobierno y de la Oposición, hayan concurrido a este acuerdo unánime del Senado de Chile.

Como la Democracia Cristiana quiere ser coherente y garantía de estabilidad en el futuro, sus diputados respaldamos no sólo el acuerdo de nuestros senadores, sino el proyecto cuya tramitación se inició en la Cámara, porque un compromiso ético espera y las futuras generaciones nos exigen dar un paso, sólo un paso, pero que no puede esperar, para dejar atrás la negra fecha del 11 de septiembre de 1973.

Por lo anterior, votaremos favorablemente el proyecto.

He dicho.

El señor PÉREZ, don Aníbal ( Vicepresidente).-

Tiene la palabra la Diputada señora Fanny Pollarolo.

La señora POLLAROLO (doña Fanny).-

Señor Presidente, terminar con el 11 de septiembre como feriado es sin duda una demanda democrática. Como se ha dicho y reiterado, es una fecha que divide a los chilenos, pues la mayoría nada tiene que celebrar.

Ése fue el sentido y fundamento de la moción presentada y aprobada en la Cámara. Y no pongo en duda que ése fue también -quiero decirlo claramente- el sentido sincero del esfuerzo que desarrollaron los senadores de la Concertación.

Con la misma franqueza, quiero expresar que, a mi juicio, no se trató de una derrota, sino de un error, porque ese sentido justo y correcto fue total y definitivamente desnaturalizado por el rol que jugó Pinochet. El ex dictador, el responsable de tantos crímenes, el que jamás ha mostrado arrepentimiento, el que sigue expresándose con sorna, con burla de las víctimas, de sus víctimas; el que nunca ha mostrado la menor voluntad de reparar el daño y el dolor, no es creíble si habla de unidad nacional. Su firma daña, enloda, ensucia, mata un día de unidad nacional. No es creíble, es una burla, es sólo cinismo, falta de sinceridad, y eso nos hace mucho daño como país, como sociedad, y hace mucho daño a nuestra juventud.

Hay quienes pensaron sinceramente que podría ser un gesto saludable para la reconciliación, pero ello fue desmentido por el propio Pinochet en los días siguientes, en la entrevista que le hizo “El Mercurio”, y a que ha hecho referencia el DiputadoHales.

Pinochet quiso lavar su imagen y engañarnos con gestos mentirosos; pero, curiosamente, él mismo se encargó de aclararlo todo a los pocos días de esta burla y mentira. Al responder a la periodista, deja la verdad al descubierto. Él dice que el 11 lo iban a eliminar y lo iban a eliminar ahora; y aclara más aún, “si iba a haber otro empate o íbamos a perder, era mejor reemplazarlo”.

¿Qué mejor demostración de que lo que lo impulsó era puro cálculo, pura certeza de su derrota, sólo cinismo, nada más lejos de los sentimientos reales y necesarios para avanzar a la reconciliación?

Todos queremos la unidad nacional y la reconciliación, real, profunda; pero seamos sinceros: ella no se alcanza ni se provoca por ley ni por decreto; y, sobre todo, no se logra con el responsable de los crímenes, con el responsable que no se arrepiente, con el responsable que nada reconoce, con el responsable que sigue dañando. Reconciliarse será, sin duda, un proceso largo y difícil.

Las expresiones que aquí hemos escuchado una vez más, llenas de prejuicios, llenas de fantasmas, llenas de caricaturas, así lo demuestran. No es borrón, no es, como pretenden algunos diputados, ponerse de pie y darse un abrazo. No. La reconciliación requiere satisfacer ciertas exigencias, las que no se han cumplido, como las exigencias de verdad, las exigencias de justicia, las exigencias de sinceridad, y nada de esto puede hacerse con Pinochet. Necesitamos saber qué sucedió con los detenidos desaparecidos, necesitamos cerrar esa herida abierta; esa herida existe, y mientras subsista, resulta difícil dar vuelta la página. Aquí están las mujeres que por años han sufrido, las que han buscado los restos de los ejecutados allá en el norte, en el desierto, en la arena. Son ésos los dolores que persisten. Necesitamos la verdad y la justicia, que el mundo internacional está pidiendo, la que, si seguimos amparando la impunidad, será imposible lograrla.

Por todo eso, rechazo lo que se conformó como el falso día de la unidad nacional, porque Pinochet lo manchó. Se burló. En consecuencia, pido que sigamos esforzándonos por terminar con el 11 de septiembre y voto para que se forme una Comisión mixta que corrija el error, para que avancemos con verdad hacia una sociedad sinceramente unida y reconciliada.

He dicho.

-Aplausos.

El señor PÉREZ, don Aníbal ( Vicepresidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Guillermo Ceroni.

El señor CERONI.-

Señor Presidente, finalmente, después de mucho tiempo, los sectores democráticos del país estamos viendo que se hace realidad el anhelo de suprimir el feriado del 11 de septiembre.

Lo estamos suprimiendo, porque esa fecha sólo nos traía recuerdos dolorosos, recuerdos de sufrimientos de muchos chilenos, y en ningún caso era una fecha de celebración; lo estamos suprimiendo porque representa la época más oscura del país. Eliminaremos este feriado después de haberlo intentado en varias ocasiones mediante diversos proyectos de ley; pero hoy, finalmente, estamos cumpliendo con lo que desea la mayoría del país: terminar un feriado odioso que, fundamentalmente, ha dividido a los chilenos. Hubiéramos querido que el Senado aprobara el proyecto de ley tal como lo despachó esta honorable Cámara de Diputados, pero no ha sido así; las condiciones políticas no lo permitieron y el Senado, con el acuerdo de todos sus Comités, aprobó una indicación que no nos satisface, pero que, en lo esencial, logra el objetivo de eliminar el 11 de septiembre, que es por lo que hemos luchado durante tanto tiempo.

Ésta ha sido una discusión agitada; no fue fácil, pero era necesario hacerla y, producto de ella -así lo esperamos-, iremos fortaleciendo las condiciones que permitan una auténtica reconciliación y unidad nacional.

Éste es un pequeño paso para esa real unidad nacional, pero no hay duda de que para lograrla es necesaria la verdad de tanto error, de tanto crimen, con tantas víctimas inocentes, cometidos en esa época iniciada un 11 de septiembre.

No nos equivoquemos: lo ocurrido en el Senado no ha sido un gesto de bondad ni mucho menos del ex dictador Pinochet. Esto, lo que estamos logrando, ha sido consecuencia del triunfo del pueblo democrático que no quiere la unidad nacional mencionada en la letra muerta de este proyecto, sino la real unidad nacional que sólo se construye sobre la verdad.

Por todas estas consideraciones, el Partido por la Democracia va a aprobar el proyecto de ley.

He dicho.

El señor PÉREZ, don Aníbal ( Vicepresidente).-

Tiene la palabra el Diputado señor Sergio Ojeda.

El señor OJEDA.-

Señor Presidente, hubiésemos querido que se derogara simplemente la disposición legal que dispone como feriado el 11 de septiembre de cada año, sin agregados, sin términos medios y sin sustituciones de feriados. El 11, como feriado, es una fecha que divide y provoca desencuentros, y un país no puede permanecer eternamente dividido y separado por los resentimientos y odiosidades.

No obstante, entendemos el esfuerzo del Parlamento chileno y la voluntad de los actores políticos para posibilitar una solución que elimine este feriado y no permanezca con el rojo que sin duda nos grafica con su color la idea de amarguras y de malos recuerdos o de celebraciones que ofenden más que enaltecen.

Se trata hoy de no continuar en una lucha sostenida y permanente respecto del tema, entre las posiciones tradicionales que se trasladan a estos tiempos de nuevos escenarios para significar derrotas y triunfos. No queremos que sigan existiendo vencedores ni vencidos. Una guerra no puede ser interminable ni podemos hablar de guerra cuando se trata de conflictos entre compatriotas y hermanos, ni creemos que debamos aplicar como soluciones a estos problemas criterios o estrategias de guerra. Es el momento de la unidad nacional, de comenzar a dar pasos significativos para un reencuentro verdadero, pero sin aplastar, sin avasallar, de común acuerdo y con condiciones y elementos propios para su materialización; que nadie en particular gane, sino que sea el producto de un sentimiento nacional, de una convicción clara y una necesidad común.

Creemos también que no es el momento de esgrimir los mismos argumentos que nos han dividido y separado a través del tiempo. Actitudes como la de aquellos diputados que han radicalizado sus posiciones nos seguirán separando, porque éste es el momento de hablar de reconciliación y de unidad, y no de odiosidades que nos seguirán separando. Es como seguir desenterrando el pasado.

La decisión de imponer el primer lunes de septiembre como feriado legal dedicado a la unidad nacional es un paso; pero puede ser mucho más; puede ser el primero de otros tantos. Podría haber sido otro día, como muchos de los que se han propuesto. Pero no mezclemos las cosas ni con el día de O’Higgins ni con el del PadreHurtado. Tiene que ser una fecha única, exclusiva, pura, sin conexión con nada ni con nadie, dedicada nada más que al objetivo que nos estamos proponiendo. Valoramos el gesto de aquellos que, sosteniendo el 11 de septiembre como feriado legal, hoy aceptan su derogación y su cambio por un día simbólico de unidad. Pero esto no debe reflejar ni representar la paternidad de uno ni de otro; será el día de todos. Se echaría por tierra todo si a la iniciativa se le pusiera el nombre de alguien y se le atribuyera también como un triunfo. De nadie que se haya subido a la testera del Senado, en un impulso triunfalista, porque tampoco sería bien visto que quien propició, amparó y fue jefe de Estado en el período en que se violaron los derechos humanos, sea el artífice de ello, o se crea el artífice, porque no lo ha sido, sino que, finalmente, ha cedido ante la situación de la cual ya no tiene el control, o ha sucumbido al peso de la historia o de los argumentos de vida. Sería un error, máxime cuando las responsabilidades por las violaciones a los derechos humanos recaen sobre él. Meritorio será para todos aquellos senadores que lo acordaron, como asimismo para el conjunto de diputados que lo aprueben en esta Cámara. No queremos que la decisión sea el aporte de uno solo, sino el de todos nosotros.

Un día de septiembre, como el de la unidad nacional, y en el mes de la Patria, concreta de nuevo valores y virtudes patrióticas que, sin duda, serán dignas de ser celebradas y valoradas. Desde ya, reiteramos nuestros esfuerzos por la reconciliación nacional y esperamos que el último 11 de septiembre sea en verdad el último con las características desgraciadas vividas en días pasados. No nos reconciliaremos ni a piedrazos, ni con saqueos, ni con bastonazos, ni con balas: el país requiere gestos y actitudes concretos, de perdón y de excusas por los excesos. El perdón es un acto sublime de reconocimiento y aceptación de errores o de un hecho que ha provocado heridas. No ofende, sino que honra. Es un perdón que todos esperamos, un gesto pendiente.

También, no obstante la instauración del día de la unidad nacional, queremos la verdad para conocer el lugar en que se encuentran los desaparecidos y justicia para condenar los crímenes, porque en democracia entendemos que no puede haber crímenes sin castigos. Hemos observado cambios de actitudes y esperamos que éstas se acrecienten por el bien de la Patria. La reconciliación no llegará ni con decretos ni con cambios de días feriados, sino con gestos y actitudes que tiendan a hacerla cada vez más real y posible. En todo caso, el 11 de septiembre será una fecha recordada y mantenida en lo más íntimo de nuestro ser y para ello no se requiere de días feriados.

Durante ocho años he sido integrante de la Comisión de Derechos Humanos; en dos oportunidades, presidente. He conocido y palpado el dolor y la desesperanza de los esfuerzos y sacrificios de todos aquellos que han concurrido a la Comisión solicitando apoyo para reparar injusticias y aclarar hechos. Ese mismo dolor, esa angustia, nos ha calado tan hondo que, finalmente, ha constituido una gran motivación para seguir trabajando por los derechos humanos.

Por eso, queremos que no haya más dolor, desesperanza y angustia. Si alguien piensa que de alguna manera estamos renunciando a parte de nuestro compromiso por la defensa de los derechos humanos al manifestarnos positivamente por este proyecto, con la misma sinceridad y profundidad de espíritu le decimos que reiteramos y hacemos más fuerte y más sólido nuestro compromiso. Y si se estimare que renunciamos, creemos que lo hacemos por el bien de Chile, por la Patria, para que nunca más ocurra lo que ha vivido el país. De todas maneras, el 11 de septiembre ya no será nunca más feriado.

He dicho.

El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente).-

En el tiempo que resta, hará uso de la palabra el último Diputado inscrito, señor Alejando García-Huidobro.

El señor GARCÍA-HUIDOBRO.-

Señor Presidente, sin duda, como chilenos, todos quisiéramos que existiera un amplio acuerdo para un día de unidad nacional; pero eso no se impone desde el Senado. Hoy veo que en esta Sala no existe acuerdo respecto de que el primer lunes de septiembre sea el día de la unidad nacional, y lo aprecio justamente en el sector que perdió el 11 de septiembre. Por eso, sea por leyes o decretos no se podrá instaurar un día que no nazca fundamentalmente de las bases; aquí estamos imponiéndole al país un día que desconoce, un feriado más.

Quiero ser muy concreto en esto, porque existirán dos 11 de septiembre: el día de la unidad nacional y el 11 de septiembre que unas generaciones que vivimos esa situación lo van a celebrar y otras, justamente, se van a rebelar, y posiblemente veremos actos de violencia, tanto a personas -muertos, heridos- como daños a la propiedad, los cuales seguirán ocurriendo no solamente un día, sino dos días, gracias a un acuerdo político del que el país está absolutamente ausente.

Yo, en aras de la verdadera unidad nacional, y acogiendo el llamado de los obispos y de los pastores de las iglesias evangélicas, creo que debemos tener una actitud distinta en este tipo de acciones.

Hace poco, propuse -lamentablemente, no se me escuchó- que no fuera festivo el día de la unidad nacional y que se eligiera un domingo para la reflexión y el acercamiento familiar.

¿Por qué creo que debe ser así? Porque, quienes somos creyentes, dedicamos el domingo a meditar y a cosas espirituales. Para quienes no lo son, será un día de tranquilidad, de unidad con la familia.

Por eso, en señal de respeto a los partidarios del 11 de septiembre y a los que perdieron en ese día, anuncio el voto de los dos diputados de la UCC en contra de la modificación, pues creo que no logrará lo que el país espera, que es trabajar más para derrotar la pobreza.

El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente).-

Ha concluido el Orden del Día, señor diputado.

El señor GARCÍA-HUIDOBRO.-

Señor Presidente, permítame redondear la idea.

En definitiva, el acuerdo nacional surgirá de un proceso más lento y no impuesto, como el feriado que se pretende imponer desde el Senado.

He dicho.

El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente).-

El único Comité que no ha hecho uso de la palabra es el del Partido Radical.

Por lo tanto, en virtud de las disposiciones reglamentarias, tiene la palabra el Diputado señor Jaime Rocha.

El señor ROCHA.-

Señor Presidente, lamento que al culminar este importante debate continúe el eterno y persistente diálogo de sordos.

¿Se logra la reconciliación con la modificación que se nos ha propuesto? Sin duda, no. Siguen intactos los dolores, los traumas y las odiosidades en nuestra sociedad.

Recordamos, con porfía, a nuestros muertos: a Tucapel Jiménez, a Patricio Weitzel, de Chillán; a Gastón Lobos, en Temuco.

Mientras no haya verdad y justicia, como se ha dicho tantas veces, no habrá reconciliación.

El dolor no prescribe, como algunas instituciones jurídicas. Al contrario, tiende a aumentar con el paso del tiempo. Tampoco se mitiga con una modificación a un proyecto. Sin embargo, su aprobación es necesaria. Apenas es un paso, pero es un paso.

Como patrocinante de la moción inicial, aprobaré la modificación, al igual que los Diputados del Partido Radical Social Demócrata y el Diputado Independiente de nuestro Comité, señor Samuel Venegas.

Se acabará el día festivo de los triunfadores. Ya no habrá alegría ni champaña. Eso ya es algo. Sin embargo, el significado del 11 de septiembre no podrá eliminarse, como tampoco puede ignorarse que un día nació Calígula, Hitler y Pinochet.

Invito a los señores diputados a prepararnos para conseguir la derogación del artificioso día de la unidad nacional, pero aprobemos la modificación para no correr el riesgo de ver en el calendario de nuevo de rojo el día 11 de septiembre.

He dicho.

El señor URRUTIA.-

Señor Presidente, deseo referirme a la eliminación del feriado del 11 de septiembre.

Los símbolos significan mucho para las colectividades y los individuos; se vive y se muere por ellos: las banderas, la cruz y la media luna, etcétera. También las fechas son símbolos que guían la conciencia colectiva, mejorándola si son símbolos positivos, dañándola si son negativos.

El 11 hoy es un mal símbolo, tremendamente negativo, pues nos retrotrae a situaciones muy recientes de deslealtad, crímenes, asesinatos, torturas y atropellos de todo orden, y realmente nos debiera avergonzar como país que haya gente que celebre, incluso en este Congreso, con champaña y jolgorio una fecha que tanto dolor y sufrimiento recuerda hoy a tantos chilenos, a tantas madres, padres, hermanos e hijos de los que fallecieron en ese día y los siguientes. Muchas de esas víctimas continúan desaparecidas, y es una actitud de deshumanización total no respetar ese dolor que tan bien describe el poeta Raúl Zurita en el memorial a los detenidos desaparecidos que se levanta en el cementerio general de Santiago, cuyo austero y conmovedor frontis tiene estas palabras en lo alto: “Todo mi amor está aquí y se ha quedado pegado a las rocas, a los árboles”, dice el poeta, y expresa el hondo sentimiento y dolor que tienen los familiares de los detenidos desaparecidos y su permanencia en el alma del país y de nuestro pueblo.

Por eso todavía falta mucho para llegar a la unidad nacional: es necesario que ese dolor que permanece en nuestra sociedad sea aliviado con gestos claros de arrepentimiento y de ayuda que permitan ubicar a los detenidos desaparecidos, pues no hay comparación posible, como algunos diputados pretenden, entre el dolor de los familiares de los pocos muertos que cayeron combatiendo contra los que defendieron al gobierno de Salvador Allende -los que cayeron combatiendo a favor de la Junta golpista tuvieron atención médica, hospitales, velatorio con familia y entierro en tumba con su nombre-; esa situación no se puede comparar con el dolor de los familiares de los miles que fueron detenidos, torturados y hechos desaparecer por agentes del Estado, al margen de todo derecho humano, amarrados, vendados, sepultados o arrojados a lugares desconocidos hasta ahora, lo cual hace que el dolor de sus familiares se prolongue indefinidamente; mientras eso no se solucione, no habrá unidad ni reconciliación nacional, y quienes deben entregar la solución son los que causaron esas muertes y desapariciones, expresando su arrepentimiento y colaborando con la búsqueda.

Es bueno y aporta un grano de arena a la mejor convivencia colectiva el eliminar el 11 de septiembre como día festivo, pues la sociedad chilena no tiene nada que celebrar en ese día de dolor y vergüenza nacional, y, por eso, votaré, como lo hice antes, por su eliminación.

He dicho.

-En conformidad con el artículo 85 del Reglamento, se incluye la siguiente intervención no hecha en la Sala.

El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente).-

Cerrado el debate.

El señor ULLOA.-

Reglamento, señor Presidente.

El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente).-

Tiene la palabra su Señoría.

El señor ULLOA.-

Señor Presidente, solicito formalmente que se retiren los términos injuriosos en contra de un senador de la República vertidos por el señor diputado que me antecedió en el uso de la palabra.

El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente).-

Señor diputado, la Mesa ha escuchado el discurso, y no comparte su criterio.

El señor Secretario dará cuenta de un pareo.

El señor LOYOLA ( Secretario).-

Se ha registrado el pareo entre los honorables Diputados señores Andrés Palma y José García.

El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente).-

En votación la modificación.

-Efectuada la votación en forma económica, por el sistema electrónico, dio el siguiente resultado: por la afirmativa, 88 votos; por la negativa, 12 votos. Hubo 2 abstenciones.

El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente).-

Aprobada.

-Votaron por la afirmativa los siguientes señores Diputados:

Acuña, Alessandri, Alvarado, Álvarez-Salamanca, Álvarez, Arratia, Bartolucci, Bertolino, Caminondo, Caraball (doña Eliana), Cardemil, Ceroni, Coloma, Cornejo (don Aldo), Cornejo (don Patricio), Correa, Cristi (doña María Angélica), Delmastro, Díaz, Elgueta, Errázuriz, Espina, Fossa, Galilea (don Pablo), Galilea (don José Antonio), García (don René Manuel), González (doña Rosa), Gutiérrez, Hales, Hernández, Huenchumilla, Ibáñez, Jaramillo, Jarpa, Jiménez, Krauss, Kuschel, Leal, Leay, León, Longton, Lorenzini, Luksic, Martínez (don Rosauro), Martínez (don Gutenberg), Masferrer, Mesías, Molina, Mora, Mulet, Muñoz (doña Adriana), Núñez, Ojeda, Olivares, Orpis, Ortiz, Palma (don Osvaldo), Palma (don Joaquín), Pareto, Paya, Pérez (don José), Pérez (don Aníbal), Pérez (doña Lily), Pérez (don Víctor), Prokurica, Recondo, Reyes, Rincón, Riveros, Rocha, Rojas, Saa (doña María Antonieta), Salas, Sánchez, Seguel, Silva, Soto (doña Laura), Tuma, Ulloa, Urrutia, Van Rysselberghe, Vega, Velasco, Venegas, Vilches, Villouta, Walker (don Ignacio) y Walker (don Patricio).

-Votaron por la negativa los siguientes señores Diputados:

Aguiló, Allende (doña Isabel), Bustos (don Juan), Encina, García-Huidobro, Letelier (don Juan Pablo), Montes, Muñoz (don Pedro), Naranjo, Ovalle (doña María Victoria), Pollarolo (doña Fanny) y Valenzuela.

-Se abstuvieron los Diputados señores:

Moreira y Prochelle (doña Marina).

-Manifestaciones en las tribunas.

El señor MARTÍNEZ, don Gutenberg ( Presidente).-

Despachado el proyecto.

Se suspende la sesión por cinco minutos.

-Transcurrido el tiempo de suspensión:

3.2. Oficio de Cámara Origen a Cámara Revisora

Oficio Aprobación de Modificaciones. Fecha 20 de octubre, 1998. Oficio en Sesión 2. Legislatura 339.

No existe constancia del oficio por el cual se aprueban las modificaciones introducidas por el Senado. Se transcribe la cuenta en la que se hace referencia a éste.

Seis de la Honorable Cámara de Diputados:

Con los tres primeros comunica que ha dado su aprobación a las enmiendas propuestas por el Senado a los siguientes proyectos de ley:

1) El que crea juzgados y cargos que indica; divide la competencia en las jurisdicciones que señala; modifica la composición de la Corte de Apelaciones de San Miguel, y enmienda el Código Orgánico de Tribunales y la ley Nº18.776. (Boletín Nº 2135-07).

2) El que rebaja la tasa de aranceles a las importaciones e introduce modificaciones a otras normas tributarias y económicas. (Boletín Nº 2218-05).

3) El que elimina el 11 de septiembre como feriado legal. (Boletín Nº 2185-06).

--Se toma conocimiento y se mandan archivar.

4. Publicación de Ley en Diario Oficial

4.1. Ley Nº 19.588

Tipo Norma
:
Ley 19588
URL
:
https://www.bcn.cl/leychile/N?i=127036&t=0
Fecha Promulgación
:
28-10-1998
URL Corta
:
http://bcn.cl/2d1j8
Organismo
:
MINISTERIO DEL INTERIOR; SUBSECRETARIA DEL INTERIOR
Título
:
ELIMINA EL DIA 11 DE SEPTIEMBRE DE CADA AÑO COMO FERIADOLEGAL Y LO SUSTITUYE POR EL ''DIA DE LA UNIDAD NACIONAL''
Fecha Publicación
:
11-11-1998

ELIMINA EL DIA 11 DE SEPTIEMBRE DE CADA AÑO COMO FERIADO LEGAL Y LO SUSTITUYE POR EL "DIA DE LA UNIDAD NACIONAL"

    Teniendo presente que el H. Congreso Nacional ha dado su aprobación al siguiente

    Proyecto de ley:

    "Artículo 1º. Sustitúyese el artículo único de la ley Nº 18.026, por el siguiente:

    "Artículo único. Declárase feriado legal el primer lunes del mes de septiembre, fecha que se denominará "Día de la Unidad Nacional".".".

    Y por cuanto he tenido a bien aprobarlo y sancionarlo; por tanto promúlguese y llévese a efecto como Ley de la República.

    Santiago, 28 de octubre de 1998.- EDUARDO FREI RUIZ-TAGLE, Presidente de la República.- Raúl Troncoso Castillo, Ministro del Interior.

    Lo que transcribo a Ud., para su conocimiento.- Saluda a Ud., Belisario Velasco Baraona, Subsecretario del Interior.