Labor Parlamentaria
Diario de sesiones
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Índice
- DOCUMENTO
- PORTADA
- I.- ASISTENCIA.
- II.- APERTURA DE LA SESION.
- III.- ORDEN DEL DIA.
- INCIDENTES EN EL MINERAL DE EL SALVADOR.
- INTERVENCIÓN : Salomon Corbalan Gonzalez
- INTERVENCIÓN : Salomon Corbalan Gonzalez
- INTERVENCIÓN : Volodia Teitelboim Volosky
- INTERVENCIÓN : Raul Galvarino Ampuero Diaz
- INTERVENCIÓN : Patricio Aylwin Azocar
- INTERVENCIÓN : Patricio Aylwin Azocar
- INTERVENCIÓN : Patricio Aylwin Azocar
- INTERVENCIÓN : Patricio Aylwin Azocar
- INTERVENCIÓN : Patricio Aylwin Azocar
- INTERVENCIÓN : Patricio Aylwin Azocar
- INTERVENCIÓN : Patricio Aylwin Azocar
- INTERVENCIÓN : Patricio Aylwin Azocar
- INTERVENCIÓN : Patricio Aylwin Azocar
- INTERVENCIÓN : Patricio Aylwin Azocar
- INCIDENTES EN EL MINERAL DE EL SALVADOR.
- CIERRE DE LA SESIÓN
Notas aclaratorias
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RPUBLICA DE CHILE
DIARIO DE SESIONES DEL SENADO
PUBLICACION OFICIAL
LEGISLATURA EXTRAORDINARIA
Sesión 78ª, en sábado 12 de marzo de 1966.
Especial.
(De 18 a 21)
PRESIDENCIA DEL SEÑOR TOMAS REYES VICUÑA.
SECRETARIO, EL SEÑOR PELAGIO FIGUEROA TORO.
INDICE
Versión taquigráfica.
I.- ASISTENCIA 443S
II.- APERTURA DE LA SESION 4438
III.- ORDEN DEL DIA:
Incidentes en el mineral del El Salvador. (Observaciones de los señores Salomón Corbalán, Teitelboim, Ampuero y Aylwin). 4438
VERSION TAQUIGRAFICA.
I.-ASISTENCIA.
Asistieron los señores:
Aguirre D., Humberto;
Ahumada, Hermes;
Altamirano O., Carlos;
Ampuero, Raúl;
Aylwin, Patricio;
Contreras, Carlos;
Corbalán, Salomón;
Curtí, Enrique;
Durán, Julio;
Fuentealba, Renán;
González M., Exequiel;
Gumucio, Rafael A.;
Luengo, Luis F.;
Maurás, Juan L.;
Musalem, José;
Reyes, Tomás;
Rodríguez, Aniceto;
Sepúlveda, Sergio; y
Teitelboim, Volodia.
Actuó de Secretario el señor Pelagio Figueroa Toro y de Prosecretario, el señor Federico "Walker Letelier.
II.-APERTURA DE LA SESION.
-Se abrió la sesión a las 18, en presencia de 16 señores Senadores.
El señor REYES (Presidente).-
En el nombre de Dios, se abre la sesión.
III.- ORDEN DEL DIA.
INCIDENTES EN EL MINERAL DE EL SALVADOR.
El señor REYES (Presidente).-
Al término de la sesión anterior, quedó con el uso de la palabra el Honorable señor Corbalán.
Puede continuar Su Señoría.
El señor CORBALAN (don Salomón).-
Como decía, el señor Frei, con oportunidad de los sucesos ocurridos en la población José María Caro, continuaba expresando:
"Esas personas viven como sabemos que están viviendo. Sufren como sabemos que están sufriendo. Con ellos -su pobreza lo exige- se debe tener exquisita prudencia. ¡El castigo para su protesta! Si nosotros estuviéramos en el caso de ellas, ¿seríamos tan moderados? ¿Cuál es el castigo? A la primera actuación, siempre hay balas para los pobres. Y yo pregunto: ¿estamos construyendo en este país algo positivo o acumulando en esa gente un sedimento de odio que mañana nadie podrá contener, ningún partido político ni ningún hombre. Yo les miraba las caras y -lo digo francamente, señor Presidente- sentía vergüenza y congoja. A veces no tenía valor ni para sentir rabia. Eso es lo que he experimentado, y quiero decirlo en el Senado, porque ayer, cuando ese gran sacerdote dijo: "Yo les pido que me ayuden, porque no me siento capaz de conducirlos al cielo, que es mi misión", créame, señor Presidente -y no me avergüenza decirlo-, se me cayeron las lágrimas.
Reclamo contra un régimen, contra un sistema, no por demagogia, como lo dirán algunos. Vivo en el barrio alto. Cuando paso por la avenida Apoquindo, la encuentro preciosa y me alegro, con egoísmo, de vivir en una ciudad bella. Pero cuando, en diez minutos de viaje en automóvil, llego a la población José María Caro y veo la tierra -porque ayer hasta la cabeza la tenía color plomo-; cuando observo a los niños, digo: "¿Hay derecho para que algunos estemos en Europa, y otros, en un cuarto de hora de viaje, estén dentro del África? ¡No hay derecho!"
Señor Presidente, confieso -y no lo digo con el ánimo de herir- que anoche, cuando veía en la televisión a Su Excelencia, durante el discurso que pronunció, experimenté la misma vergüenza que él sentía cuando miraba en la población José María Caro a los heridos y a los muertos.
Así ha sucedido: se ha cometido un crimen, el crimen más injustificado y, lo que es más grave, en forma premeditada. Lo digo con firmeza y energía: premeditadamente. No estoy aseverando que se haya premeditado la muerte de esas siete personas. No puedo decirlo. No puedo calificar esa intención. Se premeditó y se fabricó el enfrentamiento; se fabricó la provocación. Desde hace tiempo, el Gobierno sentía la necesidad de demostrar a las compañías del cobre que el nuevo socio está poniendo algo importante en la sociedad: la represión. Efectivamente, ayer demostró que el capital que aporta como socio es la represión.
Lo intentó hacer la otra vez, durante la huelga de los 37 días: quería el enfrenta-miento con los trabajadores, y en especial los del cobre, porque no puede perdonar que estos últimos hayan sido contrarios a los convenios que entregan esta riqueza al imperialismo extranjero. Y buscó el enfrentamiento en esa oportunidad, pero no pudo lograrlo. Ahora lo fabricó: demoró el conflicto e impidió su solución; obligó a desatar la solidaridad sindical en el norte para después aplicar la represión, pisotear las directivas sindicales y terminar con ellas, con el fuero sindical y la libertad de los sindicatos; para sembrar la .muerte y el terror. Así han sucedido los hechos.
¡Falso lo que se afirmó ayer y falso lo que dijo Su Excelencia el Presidente de la República! Ayer se mintió durante todo el día. Los hechos sucedieron a las 2 de la tarde. Nos entrevistamos con el señor Ministro del Interior a las seis y media, y dicho Secretario de Estado nos dijo que todavía no sabía si hubo muertos y heridos. ¡A las seis y media, el Ministro mintió a los parlamentarios, porque no podía sostener ante nosotros, a esa hora, ignorar que había siete muertos! A las siete, el Ministro de Defensa, señor Carmona, nos informó en su despacho que los muertos eran cinco, y que se conocía el nombre de cuatro de ellos. ¡Hacía ya una hora que sabíamos que eran siete!
Nuestra fuente de información fue un llamado telefónico del DiputadoSepúlveda, y una comunicación de esa especie es mucho más lenta que el sistema de informaciones que puede utilizar el Gobierno. El señor Ministro del Interior sabía lo que había sucedido y lo ocultó. Y ayer se ordenó a las radios de Santiago no trasmitir ninguna información en la tarde hasta recibir el boletín oficial del Gobierno, hecho que se produjo a las siete de la tarde.
Ayer, en su discurso, el Presidente de la República, no sólo cargó contra los dirigentes sindicales, sino que lo hizo contra los partidos políticos populares, contra el FRAP. Y elaboró una leyenda con el mismo estilo, con la misma perversión que las que elaboró en su época Gabriel González Videla. Ahora tejió una leyenda en el sentido de que todo lo acontecido había sido planificado en la Conferencia Tricontinental. A renglón seguido, afirmó que los culpables de toda esta situación son los marxistas, que quieren impedir que se produzca cobre, para que la viga maestra se quiebre.
¡Habráse visto cosa más absurda! ¿Acaso la Democracia Cristiana no tiene entre los trabajadores militantes entre quienes informarse? ¿No tiene parlamentarios con la mínima honestidad que puedan ir al mineral, para luego decir la verdad y no mentir? ¿No tiene forma de conocer la opinión verdadera? ¿Cómo puede entonces sostener esta tesis tan peregrina y tan injusta? Hemos estado allí y también lo han hecho los Diputados Aguilera y Sepúlveda, enviados por el partido. ¿Por qué los enviamos? Porque cuando se comprobó lo que ocurría en el mineral y se tomó conocimiento de los delitos e injusticias que se estaban cometiendo, nos vimos obligados a enviar parlamentarios a fin de que, al menos, por respeto a ellos, no se incurriera en arbitrariedades. Y así lo señala un periodista cuando afirma lo siguiente: "Como hasta el día 9 de marzo no había en el mineral ningún parlamentario que pudiera mediar y actuar como lo hicieron el Senador Allende y los Diputados Silva Ulloa y Robles en Chuquicamata (oí decir que el DiputadoVíctor Galleguillos había pasado por el lugar), los trabajadores estaban sin dirección de ninguna especie, desorientados y en creciente alarma, porque veían que iba tomando cuerpo una represión que ellos sólo medían por los hechos objetivos.".
Por eso enviamos parlamentarios: para que, con su presencia, trataran de impedir -como sucedió antes en Antofagasta- hechos que, por lo demás, se estaba anunciando que ocurrirían. Tan así es que el propio Honorable señor Chadwick advirtió aquí el peligro de que surgieran acontecimientos gravísimos como los que efectivamente sucedieron.
Nosotros comprendemos el dolor que en este instante conmueve al país por esta nueva masacre. Deploramos -y lo digo en la forma más sincera- que el Gobierno y la Democracia Cristiana hayan decidido tomar este camino. Lo sentimos, porque aunque somos partido de Oposición habríamos deseado que se dieran pasos progresivos interesantes. Hemos apoyado y defendido cada paso progresivo que han propuesto. Ahora han manchado sus manos con sangre. Las han manchado el Gobierno y su partido. Es triste para su historia y para su permanencia. Lo sentimos por el país.
Deploro los acontecimientos por el dolor de los trabajadores de Potrerillos, por el dolor de los de El Salvador, por esas mujeres inocentes asesinadas por la espalda, en el día de ayer, en ese mineral. ¡Mujeres inocentes que con una bandera /chilena querían avanzar y pedir a las tropas que no dispararan! ¡Mujeres inocentes que, por solidaridad con sus maridos, con sus compañeros, con sus hombres, estaban en el local sindical, pacíficamente!
Cuando se examina la historia y se estudia, con la objetividad que deriva de observar desde la distancia lo que fueron las masacres anteriores, se comprueba claramente que fueron crímenes; crímenes que siempre pudieron evitarse, crímenes elaborados para imponer una política regresiva, reaccionaria. El crimen que hoy ensombrece al país tiene exactamente las mismas características de aquellos otros y de aquellas masacres.
He concedido una interrupción al Honorable señor Teitelboim.
El señor REYES (Presidente).-
El señor Senador está inscrito a continuación.
¿Desea hacer uso de su derecho, o de una interrupción?
El señor TEITELBOIM.-
Esperaré mi turno, señor Presidente. Renuncio a la interrupción.
El señor CORBALAN (don Salomón).-
En ese caso, voy a terminar.
Sólo deseo señalar que esperamos que se realice la investigación circunstanciada de los hechos. Nosotros tendremos antecedentes, y los entregaremos al país. Un Diputado de nuestras filas estaba presente y observó todo, conoció todo. También hubo periodistas presentes. El crimen no quedará sin que el país lo conozca. Es posible que los causantes no sean castigados, porque no está en nuestra mano castigarlos, porque no está en nuestras manos el Poder. El Poder lo detentan los que ordenaron esta masacre, y ella tiene responsables: los responsables son los que gobiernan. Ayer lo dijo claramente el MinistroCarmona: "El Gobierno es uno, y el Gobierno es responsable". Por lo tanto, esta orden que dio el MinistroCarmona, según sus propias palabras, para desalojar el local del sindicato y tomarlo, es de responsabilidad suya y del Presidente de la República.
El país tendrá que conocer en detalle esta masacre, este crimen.
La Masacre de "El Salvador"
El señor TEITELBOIM.-
Me corresponde intervenir esta tarde en representación de los Senadores comunistas. Hubiéramos deseado que con ocasión de una tragedia tan terrible como ésta para el pueblo chileno, hiciera uso de la palabra nuestro Secretario General, el Senador Luis Corvalán, quien estuvo presente al comienzo de la sesión para dar quórum, pero que en conformidad a un compromiso contra-ido previamente, de carácter político, debió regresar a la provincia de Ñuble. Allí realiza una gira que hoy tiene, precisamente, mucho mayor significado, pues se trata de que nuestros parlamentarios informen a todo el país lo que verdaderamente representa el gran crimen cometido contra el pueblo chileno.
Heridos de primera clase, muertos de segunda.
En el día de ayer, en el mineral de El Salvador, se produjo un hecho que contribuirá a variar fundamentalmente el carácter con que pretendió presentarse ante la ciudadanía el Gobierno de la revolución en libertad. No hay revolución ni libertad donde se asesina a los trabajadores, precisamente por orden del Gobierno. Tan sólo a quince meses de Administración democratacristiana, se ha derramado sangre de hombres y mujeres de nuestro pueblo, de la clase obrera. Hay un foso de sangre trabajadora que, desde este instante, desde ayer, separa al Gobierno del pueblo. Hay siete ataúdes rústicos, de pobres cruces, que han sido objeto, contra la voluntad de los deudos, de un funeral "a toda máquina", así dispuesto por el Gobierno. A esta hora ya las víctimas yacen bajo tierra, porque se trata de echar tierra y olvido sobre el crimen.
Hay funerales pomposos, suntuosos, llenos de fausto. Ellos son los funerales de primera clase de los poderosos de la tierra. Y hay funerales humildes y apresurados, bajo la presión de las bayonetas, como aquellos que vimos a raíz de la catástrofe de El Cobre, crimen que todavía no ha sido castigado, no obstante morir allí más de un centenar de mineros con sus familias. Hay también funerales tan pobres, y bajo el sello de la persecución, como éste de ahora.
Un órgano periodístico ha llamado la atención hacia el hecho de que, a pesar de las frases rituales, de clisé, empleadas ayer por el Presidente de la República, en el sentido de ser el primero en lamentar los sucesos, cuando habla de las bajas causadas por este ataque al local sindical establece una diferencia entre muertos de primera clase y de segunda clase. Más bien entre heridos de primera clase, que son mucho más importantes que los muertos de segunda clase, porque éstos tienen la horrible culpa de ser obreros y de haber sido asesinados por orden de la autoridad.
Su Excelencia el Presidente de la República, en cadena radial y de televisión, dijo ayer en la noche, al respecto, textualmente: "Se produjo así un encuentro que duró cerca de media hora y a consecuencia del cual quedaron gravemente heridos el capitán de Ejército, un teniente de Carabineros, 3 carabineros..." Los heridos de las Fuerzas Armadas en primer término, con indicación del número; y a continuación, como quien arroja cadáveres a la fosa común, cadáveres anónimos e indignos siquiera de ser contabilizados, agrega: "... y muertos y heridos entre los grupos atacantes."
Por disposición constitucional, el Presidente de la República debe ser Presidente de todos los chilenos. ¡Y aun en la muerte hace un distingo que no prestigia los valores del humanismo y de la necesidad de justicia respecto de todos los ciudadanos!
Pienso que, en el fondo de mucha conciencia y de mucho corazón democratacristiano, debe agitarse, en este instante, una crisis dolorosa y sincera, porque ayer se han disparado tiros que asesinaron también a una gran ilusión de muchos: la ilusión de aquellos centenares de miles de hombres y mujeres del pueblo chileno que votaron por el candidato Eduardo Frei; por sus candidatos a parlamentarios, en marzo, y, todavía, por el candidato Montedónico el domingo pasado, ilusionadamente, haciendo fe en el ánimo de justicia y en el fervor revolucionario de los profundos cambios prometidos. Asesinaron la ilusión de los que soñaron que el nuevo
Gobierno sería escudo y defensa del pobre y del humilde, sin una espada que cercenara sus vidas; que sería su abogado y no su verdugo, y que pensaron ingenuamente que en el duelo entre el privilegio y el pueblo, este Gobierno había elegido el partido del pueblo y no del poderoso, del opulento de afuera y de dentro.
Una bomba de tiempo en la conciencia de muchos democratacristianos.
Por eso, queremos ser fieles a la verdad en nuestras palabras, y no seguir en absoluto la actitud que adoptó ayer el Presidente de la República, al aprovechar la posibilidad de una difusión abrumadora de sus palabras para dar versiones alteradas de los hechos, versiones que no corresponden en nada a lo que realmente ha sucedido.
Los acontecimientos de El Salvador son trágicos, por cierto, para las víctimas -entre las cuales más de alguna, seguramente, votó por el Presidente Frei-; para sus familiares, para la clase obrera, para el pueblo; para toda esa masa que honestamente se pronunció por aquellos que se presentaron como paladines encendidos de los intereses de los desposeídos. Es un hecho trágico, además, para los militantes democratacristianos, que hoy se ven obligados a aceptar, en nombre de una razón de Estado y de peligros inexistentes, una disciplina prusiana que los lleva a callar y agachar la cabeza.
Pero la conciencia no puede esclavizarse. La conciencia no puede ser amordazada indefinidamente. De ahí que, en muchos de esos espíritus, la procesión va por dentro. El Gobierno ha puesto en el alma de cada democratacristiano y del pueblo, una bomba de tiempo que no estallará hoy ni mañana, pero que en un momento determinado hará crisis con gran estruendo.
Comprendemos y respetamos el desencanto que experimentan esos militantes. Pero, al mismo tiempo, nos parece indispensable que hoy emerjan de la droga, del estupefaciente del engaño que los ha mantenido al margen de la verdad y distantes de los hechos reales, efectivos.
El drama de El Salvador no es una casualidad, ni es un desgraciado producto del azar. Es un hecho que ha tenido una gestación clara, un desarrollo objetivo, y que tiene culpables. Y por cierto, como lo ha expresado aquí el SenadorSalomón Corbalán, seguramente no se eligió a los muertos con nombre y apellido, pero se llevó adelante una política de provocación, de dureza, de agresividad y de hostilidad imprudentes, que fatalmente habría de desencadenar una masacre. Por eso calificamos de monstruosa calumnia la que pretende señalar precisamente a las víctimas como culpables, a los muertos como responsables de su muerte, de asesinos a los propios asesinados, y calificar de incitadores a la violencia a quienes sólo han aportado una cuota de sangre y su drama proletario.
El Gobierno ordenó ocupar el local sindical del mineral de El Salvador por fuerzas del Ejército, policía e Investigaciones, en una actitud temeraria y culpable, altamente provocadora. Y dejó un saldo de siete muertos y de treinta y cinco heridos.
La versión del Gobierno, falseada como todas las de los anteriores Gobiernos y que parece calcada de las versiones que se fabrican siempre en el país después de una masacre, habla de que las fuerzas que se dirigieron a desalojar el local fueron atacadas con armas de fuego, por los trescientos trabajadores que estaban en el local, y por una poblada de más de mil personas que había alrededor. Fácil es comprender lo absurdo de esta afirmación, ya que, de ser así, en un enfrentamiento entre más de 1.300 trabajadores armados, por una parte -según afirma el Gobierno-, y 85 conscriptos y carabineros, por otra, el saldo habría sido muy distinto. Los siete muertos son cinco obreros y dos mujeres. ¡Ningún soldado, ningún carabinero, ni ningún agente de investigaciones! Por lo tanto, la mentira no resiste la prueba trágica de la realidad, marcada por la identidad y calidad de los muertos. En consecuencia, ha habido un falseamiento grosero de los hechos por parte del Gobierno.
No obstante, aun suponiendo que la versión oficial fuera verdadera, lo esencialmente trágico y culpable en estos luctuosos sucesos reside en la orden que se dio de tomar el local sindical por fuerzas armadas, como si se tratara, no ya de un Vietnam sin balas, como dijo en su pintoresco lenguaje ya conocido el Senador Tomás Pablo, sino de un Vietnam con balas; como si el ejército fuera de tropas extranjeras, como si se tratara de tomar una posición enemiga en una guerra, y los enemigos fueran los trabajadores, sus mujeres y niños desarmados.
La "Mano dura", aprieta el gatillo.
Quien dio, desde Santiago, la orden de apoderarse por la fuerza del local sindical, en circunstancias de que en ese mineral existe una huelga y los trabajadores y sus familias concentran allí, como es natural, sus actividades, dio simplemente la orden de masacrar y asesinar. Todos saben que en los campamentos mineros los locales sindicales son la casa de los trabajadores. No sólo son sede de sus actividades sindicales, sino centros sociales y de cultura, donde concurren los obreros, sus hijos y mujeres, donde se realizan actividades recreativas de toda clase. Y en tiempo de huelga, esto ocurre con mayor razón todavía. Por eso, disponer que carabineros y fuerzas armadas tomaran el local, se califique el acto de desalojo o requisición, equivalía a desencadenar a conciencia una tragedia inevitable.
Sólo una mente extraviada pudo disponer tan absurda medida; y esta mente extraviada encontró vía libre y estímulo por la política de la "mano dura", proclamada a los cuatro vientos por el Gobierno y por el Partido Demócrata Cristiano.
En el diario "Ultima Hora" se recogen en un gráfico algunos de los titulares de los días anteriores, particularmente de "La Nación": "El pueblo decidió mano dura"; "Habrá mano dura, dice Aylwin"; "Mano dura en los paros"; "Mano firme contra los enemigos del pueblo"; "Triunfo de Montedónico"; "Cuando la razón no es oída, tenemos derecho a usar de la fuerza que el pueblo nos confió".
Pues bien, han usado la fuerza. La mano dura, esta política voceada "urbi et orbi", ha dado frutos sangrientos, trágicos, casi de inmediato y, por lo tanto, los hechos que lamentamos no son un infortunio cualquiera, no son una desgracia no deseada por nadie: son la consecuencia de una política planteada públicamente como la política del Gobierno y de su partido. Por eso, tal política, realmente, corresponde a una mentalidad extraviada.
Mucha gente, al saber las primeras noticias de la masacre, creyó que la acción pudo ser ordenada por alguien que, poseído por la idea insana de que se trataba de una verdadera guerra contra los trabajadores, hubiera decidido apoderarse del local de éstos como quien se dirige a conquistar una fortaleza enemiga. Pero la declaración oficial del Gobierno, el discurso del Presidente Frei y lo que a nuestro requerimiento nos confesó el señor Ministro de Defensa Nacional en su despacho a los parlamentarios que fuimos a inquirir las verdaderas proyecciones de este crimen, dejan en claro que la orden emanó del Gobierno. Fueron, pues, Ministros, autoridades democratacristianas quienes concibieron esta increíble acción que merecería el calificativo de demencial, si no fuera porque diversos hechos y los titulares que he recordado -que son sólo unos cuantos botones de muestra- prueban que se trata de una medida del todo premeditada, de una acción que forma parte de una política, de una actuación enmarcada dentro de una línea de ofensiva antipopular que se quiere continuar. No otra cosa se desprende de la afirmación del Presidente de la República en el sentido de, que al ejecutar la matanza, las Fuerzas Armadas sólo cumplieron su deber y seguirán cumpliéndolo en todo caso. De manera que el Gobierno no sólo justifica la masacre, continuando así la línea de todos los regímenes reaccionarios que en Chile han desencadenado periódicas matanzas de trabajadores, sino que de antemano esboza una justificación y anticipa una coartada para nuevos derramamientos de sangre.
Las lágrimas de los cocodrilos.
Estas características de la acción que determinó la masacre revisten similitud con aquellas de la que tuvo por resultado el derramamiento de sangre en la oficina Pedro de Valdivia el 17 de septiembre de 1956. Esas muertes, condenadas en ese tiempo con indignación por el actual Ministro de Defensa Nacional, el señor Carmona, se produjeron cuando se dio a las fuerzas de carabineros la orden de penetrar al local del sindicato. Exactamente como ahora. Y hoy el señor Ministro de Defensa Nacional se hace responsable de una acción similar a la que él condenó durante el régimen pasado.
Debemos reconocer, porque basta leer los diarios, que la masacre perpetrada ayer ha provocado una satisfacción no disimulada en las filas de la reacción chilena. "El Diario Ilustrado", con un titular que en jerga de imprenta se llama catastrófico y sólo se reserva para los grandes acontecimientos, titula su primera página diciendo "Rebelión Roja"; o sea, habla un idioma muy parecido al del Presidente Frei y avala su posición.
Los elementos que siempre han justificado las matanzas de trabajadores y que en todo momento han estado listos para aceptar y aplaudir la represión, han batido palmas y se han puesto incondicional-mente detrás del Gobierno del señor Frei. "El Mercurio", que desde sus columnas, no sólo centenarias, sino mercenarias, ha apoyado todas las masacres y los crímenes contra los trabajadores, dice en su editorial de hoy, con su acostumbrado estilo de Tartufo relamido y vertiendo algunas lágrimas de cocodrilo: "La ciudadanía entera se conmueve ante estos sucesos".
Lo dice, porque es elegante verter lágrimas para demostrar que se es profundamente humano. A continuación, agrega: "... pero señala con claridad a los responsables y solidariza plenamente con el Gobierno legítimo y con las fuerzas armadas y de orden que están cumpliendo su deber".
El mismo lenguaje, las mismas palabras, casi textuales, usadas por el Presidente Frei. Y al mismo tiempo que, hipócritamente, "El Mercurio" se conduele de esta desgracia, todos, en forma muy semejante, se disputa ser de los primeros en lamentar la muerte de los trabajadores.
Ayer escuché las radioemisoras. Se entrevistó por teléfono al Intendente de Ata-cama, y este señor empezó con la frase consabida: "Soy el primero en lamentar los acontecimientos ...". Se entrevistó al Intendente de Antofagasta, quien también empezó por manifestar: "Soy el primero en lamentar los sucesos...". Repiten textualmente la misma frase del Presidente de la República. Son muchos los que se disputan el primer puesto por lamentar lo sucedido y, al mismo tiempo, son directamente responsables de haberlos producido, y responsables de esos muertos. Ellos provocaron el crimen, y de estos hechos se ha buscado una especie de pato de la boda, de justificación suprema.
El nuevo chivo emisario
El señor Gabriel González Videla, para desatar la represión en 1947, sostuvo una teoría que expuso con voz muy entera y ante todo el mundo: se trataba de reprimir a los trabajadores del carbón, de poner fuera de la ley al Partido Comunista, de perseguir al Partido Socialista y al movimiento popular, porque la guerra mundial termonuclear, la tercera guerra, debería estallar dentro de noventa días. Así lo dijo en octubre de 1947, y han pasado ya más de 18 años -se ha repetido más de 70 veces el plazo de tres meses dados por el señor González Videla- y la tercera guerra mundial no ha estallado todavía. Pero consumó la traición y persiguió a los trabajadores. Es decir, se valió de una mentira nefanda para consumar esta cacería de los chilenos de trabajo.
Hoy día ya no se habla de la tercera guerra mundial. Se ha encontrado un nuevo espantapájaros; se ha encontrado un nuevo fantasma rojo, y éste se llama Conferencia Tricontinental de La Habana, la cual, según ellos, incluiría a Chile en una tentativa revolucionaria del "castrocomunismo", como expresa hoy "El Diario Ilustrado", y como lo dicen las fuentes del Gobierno. Decidora coincidencia de opiniones. ¡Si parece que el Jefe del Estado, en el cual habíamos respetado una dignidad de pensamiento y de estilo superiores a las manidas frases estereotipadas, se hubiera ahora puesto de acuerdo con lo más reaccionario, retrógrado y ramplón para elaborar su discurso!
La verdad es que en la Conferencia Tricontinental, donde participó el FRAP, se reunieron diversos movimientos populares del Asia, África y América Latina, para ver la manera de enfrentar la agresión del imperialismo contra la soberanía y derechos de los pueblos, en el momento en que el imperialismo norteamericano lleva la civilización occidental, a través de la muerte, a un país oriental tan alejado como es Vietnam. Lo hacía en el momento en que en Santo Domingo todavía las tropas norteamericanas y algunos peleles están ocupando ese país hermano y también en instantes en que, hoy mismo, están en Chile los miembros de la Junta Interamericana de Defensa, cuya única misión es ver la posibilidad de crear un ejército interamericano capaz de invadir cualquier país de nuestro continente donde el pueblo avance hacia la conquista de sus derechos y soberanía. Nada hay en la Conferencia Tricontinental de La Habana que pueda confirmar la pretensión de que allí se haya ideado un plan respecto de Chile. Pero se ha ido mucho más lejos: se ha creado una teoría dolosa y peregrina, pero la más reaccionaria de todas. Aquí se dice que en Chile no tendrían aplicación las guerrillas de Venezuela, Perú y Colombia, sino que adquirirían otra forma: las huelgas; que ésas serían las guerrillas en nuestro país. Por lo tanto, toda huelga que disguste al Gobierno, en especial los conflictos en los minerales del cobre, tabernáculos sagrados, pues allí están las compañías norteamericanas, sería calificada de guerrilla y, en consecuencia, de acción sediciosa, de agresión extracontinental, y podrían dar margen, primero, a la acción de la fuerza pública chilena y, luego, a una invitación a la llamada fuerza interamericana para venir a Chile a restablecer el orden ideado por ella.
"El Mercurio", mentor ideológico de la Moneda.
Esto lo dice el Presidente de la República, y lo repito con cierta tristeza, pues esperé que el Primer Mandatario, cuya posición es muy distinta de la nuestra, guardara el suficiente decoro y no dijera lo que declaró ayer, en el sentido de que en la reciente Conferencia de La Habana se estudió una nueva modalidad de guerrillas para Chile: éstas se harían en forma de paros, huelgas, ocupaciones de fundos, paros en la locomoción colectiva y violencia revolucionaria. Eso no se dijo en la Conferencia de La Habana: lo fraguó gente de fuera interesada en tal invención.
El señor AYLWIN.-
¿Me permite, Honorable colega?
El señor TEITELBOIM.-
En su tiempo, señor Senador.
Tal afirmación constituye una tergiversación abierta, hecha a sabiendas del carácter y perspectivas de la Conferencia Tricontinental de La Habana. Esta reunión de representantes de los pueblos víctimas del imperialismo no dio recetas para hacer revoluciones. En ella sólo se analizaron los problemas derivados de la dominación imperialista y colonialista y de la política de guerra desatada por Estados Unidos contra los movimientos de liberación. Las guerrillas huelguísticas, teoría inventada y acuñada en el Departamento de Estado, han sido divulgadas en nuestro país por su órgano de expresión, "El Mercurio", y aceptadas ahora por el Gobierno, el cual reconoce así el tutelaje ideológico del diario de los Edwards, lo hace suyo y lo utiliza como pretexto para justificar la represión y sus trajines antipopulares. Por lo tanto, estamos en presencia de otra gran mixtificación.
El cuidado del prestigio
En el comunicado oficial, se sostiene que los incidentes fueron provocados por grupos de trabajadores especialmente adiestrados, quienes atacaron con armas de fuego a las tropas, las cuales, al defenderse, hirieron o mataron a algunos de sus atacantes. Parecidas palabras repitió el Presidente de la República en su discurso de anoche. Tales expresiones son reiteradas, además, por el diario "La Nación", cuyos títulos hablan de violencia marxista. El brutal sarcasmo de esta tergiversación no puede sino mover a la indignación más profunda. Nos asiste la seguridad de que aquellos democratacristianos que no comulgan con ruedas de carreta no aceptarán la verosimilitud de estas aseveraciones. Si los atacantes hubiesen sido, en efecto, trabajadores especialmente adiestrados y que dispararon con armas de fuego a la tropa, causa extrañeza que los muertos sean todos obreros, y ninguno de la fuerza pública.
El señor CONTRERAS LABARCA.-
Acaban de llegar informaciones en el sentido de que no son siete los muertos, sino ocho, pues ha fallecido también el obrero Alvarado.
El señor TEITELBOIM.-
Ha muerto el obrero Alvarado, y no el capitán Alvarado. Ha fallecido una de las víctimas mencionadas en segundo término por el señor Ministro de Defensa Nacional, y no un miembro de las Fuerzas Armadas, a las que se refiere el señor Ministro en forma destacada. Ahora sabemos, por haberlo oído de labios de nuestro Honorable colega el Senador Contreras Labarca, que el número de muertos es de ocho. Deseamos declarar, con plena responsabilidad, que no hay más culpables de estos hechos que quienes mataron a esos ocho obreros a ciencia y conciencia al desalojar y requisar una sede sindical.
El Presidente de la República dice que, en fondo, lo que se perseguía deliberadamente era precipitar este choque con miras a desprestigiar al Gobierno, tanto nacional como internacionalmente, y a debilitarlo. Cualquiera persona que siguiera la lógica del Gobierno y de su mentor, "El Mercurio", debería pensar que la orden de tomar el local del sindicato y de usar las armas provino de los propios dirigentes de los trabajadores; y creer que ellos mismos decretaron su muerte, que se suicidaron con el propósito de dañar ese prestigio interno y externo de que tanto se enorgullece el Ejecutivo. Pero es este último, precisamente, el llamado a cuidar su prestigio, tanto en lo nacional como en lo internacional, y a evitar que se dicten órdenes como las que han desembocado en la masacre ocurrida ayer. En ningún momento los dirigentes sindicales han ordenado a los obreros tomar un cuartel de policía. De haberse originado así los hechos, el Gobierno tendría la razón; pero fue al revés: el Ejecutivo ordenó a los soldados y carabineros apoderarse del local sindical.
Si el Gobierno es tan celoso de su prestigio, que lo cuide. Lo menos que puede hacer es cautelarlo él mismo, por intermedio de sus propias actuaciones. En nada contribuirá al prestigio del Ejecutivo ni a la buena fama del Primer Mandatario la muerte de esos ocho trabajadores ni la sangre de más de una treintena de heridos.
Los cálculos verdaderos
Se ha echado la culpa a los trabajadores, aspecto ya suficientemente analizado por el Honorable señor Corbalán. El Gobierno, además, sostiene que los paros en los minerales de cobre han significado una pérdida total estimada en 230 millones de dólares, y agrega que con esa suma podría haberse financiado la construcción de millares de viviendas y la pavimentación de centenares de kilómetros de caminos. Resulta fácil culpar a los trabajadores. Es más cómodo responsabilizar a los obreros que a los grandes monopolios norteamericanos.
¿Por qué -preguntamos- se echa la culpa a los trabajadores y se hacen cálculos de las pérdidas originadas por un conflicto derivado de la intransigencia patronal de esas compañías que han obtenido las ganancias más altas de su historia, según confiesan ellas mismas? ¿Por qué el señor Frei no hace un cálculo de la pérdida que ha significado para Chile mantener los privilegios otorgados a las empresas cupreras, las cuales, junto con las del salitre, se han llevado del país más de ocho mil millones de dólares? Con esos ocho mil millones de dólares habríamos podido hacer no sólo miles, sino centenares de miles de viviendas y pavimentar miles de kilómetros de caminos; habríamos podido, además, edificar todos los hospitales y escuelas que Chile necesita. Esa sería una cuenta mucho más completa. ¿Por qué no calcular las pérdidas experimentadas por el país a causa de la baja habida en el precio del cobre? ¿Por qué no hablar del número de hospitales y policlínicas que podrían haberse construido si el Gobierno hubiera sido capaz de cobrar a las compañías los 23 millones de dólares que éstas adeudan desde el año 1961, como consecuencia del nuevo precio fijado al cobre en diciembre de 1958, restitución ordenada en el artículo 48 de la ley 14.171, de octubre de 1960?
Hace más de un año, dirigí una carta abierta al Presidente de la República, planteándole, al comienzo de su mandato, la necesidad de recabar de las compañías que enteraran en arcas fiscales aquellos dólares; pero no se ha hecho absolutamente nada en tal sentido.
Cuchillo de un solo filo.
¿Ha pensado el Primer Mandatario en lo que significa para el país perder o regalar esos 23 millones de dólares? ¿Ha pensado en lo que significa para Chile mantener la dominación yanqui sobre nuestra principal riqueza, cuya explotación ha permitido a Anaconda y a Kennecott ufanarse de haber obtenido durante el año 1965 las utilidades más cuantiosas de su historia?
Argumentar contra los trabajadores sobre la base de las pérdidas que provoca un conflicto ha sido siempre recurso de los reaccionarios. El Gobierno pudo haber solucionado este conflicto en los primeros días si hubiera demostrado igual firmeza antes las compañías. En vez de hacerlo, esgrimió un cuchillo que tiene un solo filo: el que apunta hacia los trabajadores; por el otro lado, no tiene filo. Y la huelga de El Teniente es un ejemplo elocuente. Se ha mantenido durante casi setenta días debido exclusivamente a la tozudez de la compañía y a la manifiesta incompetencia, rayana en lo inverosímil, de que hace gala el Ministro del Trabajo, señor William Thayer, quien es respaldado por el Presidente de la República.
Ahora el Gobierno tiene mucho interés en resolver el conflicto existente en la Braden. Ahora, sospechosamente, el dinamismo se apodera del señor Thayer; anuncia gestiones y conversaciones muy apresuradas con las empresas. ¿Por qué no dio la solución antes, al comienzo del conflicto? Lo que puede hacer ahora, bien pudo haberlo realizado hace dos meses. La premura en solucionar una huelga cuya duración no debió haber sido de más de una semana, obedece ahora al propósito de aislar a los trabajadores de El Salvador y preparar una embestida contra sus organizaciones.
Por otra parte, los menores aumentos, las remuneraciones artificialmente bajas que logran imponer las empresas, no benefician al Gobierno ni se incorporan a la economía nacional. El ahorro así obtenido enriquece directamente a las compañías con nuevas utilidades que desaparecen en los bolsillos de los accionistas norteamericanos, dinero que se va del país.
La masa de los trabajadores de los minerales, según dice el Gobierno, es contraria a estos paros, pero debe acatarlos bajo la presión económica y la acción de verdaderos cuerpos organizados que imponen la voluntad de las oligarquías sindicales. Sería deseable, por el prestigio de las funciones gubernativas, que se mantuviera una sindéresis más estricta en la argumentación de sus personeros representativos. Si es efectivo que los trabajadores van a la huelga por el terror ¿cómo explica el Gobierno que, luego de apresados la totalidad de los dirigentes sindicales en El Salvador, caducados sus contratos de trabajo, allanados los hogares de muchos trabajadores, incluso de obreros afiliados a la Democracia Cristiana, y expulsados otros tantos de los campamentos, se haya realizado un paro solidario? ¿Cómo explica el Gobierno que, en El Teniente, las elecciones sindicales efectuadas últimamente han significado una derrota absoluta para los candidatos de la empresa?
Hay una sola oligarquía
Esta clase de argumentaciones está ya demasiado manoseada. La utilizó con creces el señor González Videla en la huelga del carbón y han continuado este "ritornelo" sus sucesores. ¿Se ha olvidado que en Chile existe una sola oligarquía, la del dinero, de los monopolios, de los latifundios, de las grandes empresas extranjeras? Y esa oligarquía es única e indivisible, y tiene más vidas que un gato. ¿Ha olvidado ya el país, acaso, que el señor Frei no es el único que comenzó hablando de ponerle el cascabel a este gato y ha terminado por ceder a sus presiones?
Esta oligarquía, experta jugadora de cartas, en otro tiempo perteneció a los partidos de Derecha. Últimamente también se ha puesto a la moda y comienza a hablar el lenguaje de la "revolución en libertad".
En varias oportunidades se ha denunciado que a las compañías no les basta la obtención de privilegios simplemente económicos. Exigen mucho más. Por eso no es ocioso citar una vez más al periódico "The Mining Journal", de octubre de 1963, que textualmente decía la siguiente frase, que es la explicación del secreto y de la raíz de la masacre consumada ayer: "Es completamente evidente que si se quieren traer inversiones extranjeras a la industria del cobre, no puede postergarse por más tiempo la confrontación franca entre el Gobierno chileno y la poderosa Confederación de los Trabajadores del Cobre".
Se ha hecho caso a "The Mining Journal". Se ha seguido el camino recetado por los inversionistas extranjeros del cobre. Esta confrontación abierta fue producida, buscada y provocada por el Gobierno, que persigue el aplastamiento de esa organización sindical, por constituir una valla a sus pretensiones de sumisión a los intereses de las empresas "yanquis. Esas compañías norteamericanas, en Africa y en Estados Unidos, han conseguido doblegar a los sindicatos, que son dóciles, entreguistas y amarillos, pero no han logrado doblegar a los sindicatos del cobre de Chile. Por eso realizan esta política y hacen estas incitaciones.
El Presidente de la República dijo anoche:
"Quiero señalar a la opinión pública que en esta materia lo que se persigue no es el mejoramiento de los trabajadores. Es quebrar la autoridad del Estado y derrotar al Gobierno."
Es una suposición que persigue engañar a la opinión pública y tender una cortina de humo. No se trata de una pugna de poderes. No se trata de quién puede más: si la Confederación de los Trabajadores del Cobre o el Presidente de la República. No hay una actitud sediciosa de los trabajadores. Lo único que ha estado y está en discusión de parte de los trabajadores es un pliego de peticiones con planteamientos concretos y realistas.
Tampoco es efectivo, como lo recordó el Honorable señor Salomón Corbalán, que el aumento pedido por los trabajadores de la Braden sea desmesurado o fantástico. Responde tan sólo al hecho de que la empresa cuenta con recursos más que suficientes para financiarlo, ya que las remuneraciones de los empleados y obreros chilenos son mucho más bajas que las de los obreros de las minas norteamericanas, que tienen una productividad inferior. Un estudio realizado hace dos años demuestra que un obrero chileno gana sólo 12,5% de lo que recibe en Estados Unidos el obrero del cobre, en faenas similares y en jornadas de 6 horas, en circunstancias de que su rendimiento es inferior al del trabajador chileno. Lo que pasa, repito, es que nuestros trabajadores son los únicos que, en las minas pertenecientes al gran "trust" internacional, no están domesticados ni han sido subordinados a los intereses de las empresas. Y ahora se trata de hacerlos entrar en vereda, por las buenas o por las malas.
Lo que va de ayer a hoy
Se ha derramado sangre de los trabajadores, y hay que reconocer que no es la primera vez que esto sucede.
A raíz de la masacre de la plaza Bulnes, en enero de 1946, como todo el país lo sabe, el entonces Ministros de Obras Públicas señor Eduardo Frei declaró:
"Yo no permito que se derrame sangre obrera. Presentaré mi renuncia inmediatamente".
Y la presentó. Y ahora el Presidente de la República...
El señor ALTAMIRANO.-
No renuncia ni a balazos.
El señor TEITELBOIM.-
Tres puntos suspensivos.
Ayer nos encontramos con un Ministro de Defensa Nacional que, bajo su aparente y reconocida frialdad, no podía ocultar un temblor trémulo ni la lividez de su rostro. Pero sus palabras fueron duras, mecánicas y condenatorias para los obreros. Y a raíz de la matanza en la Oficina Salitrera de Pedro de Valdivia el 17 de noviembre de 1956, el entonces Diputado falangistaJuan de Dios Carmona dijo:
"Los dirigentes sindicales pueden haber cometido muchos errores; pero es necesario que la opinión pública lo sepa de una vez por todas: el conflicto pudo haberse resuelto totalmente el viernes de la semana pasada. El conflicto pudo haberse resuelto totalmente hace unos dos meses. Sin embargo, el Gobierno no lo quiso y ha preferido dar muestras de sus reales propósitos en este conflicto: terminar con las organizaciones sindicales y aplicar la ley de la selva en las relaciones entre el capital y el trabajo".
Y ahora el Ministro de Defensa Nacional respalda y justifica esta ley de la selva, la orden de requisar el local sindical de los trabajadores del mineral de El Salvador; habla de paros subversivos, de agitadores; defiende el asesinato de la población indefensa. Lo que ocurre es que desde hace ya largos años hemos visto cómo una Presidencia de la República o algunos Ministerios son capaces de cambiara ciertos hombres.
A raíz de la masacre de noviembre de 1962, en la población José María Caro, hizo uso de la palabra en los funerales de las víctimas el Diputado democratacristianodon Ricardo Valenzuela, quien dijo: "Hay un culpable, y éste es el Ejecutivo, el Presidente de la República con su política errada".
La derecha de plácemes
Ahora, como entonces, son válidas sus palabras. Este Gobierno ha tenido la oportunidad, y ha contado con el apoyo del FRAP, para llevar adelante una política en resguardo de los intereses populares. En cambio, ha preferido acercarse a la reacción, secundar los intereses de las compañías extranjeras. Y esto, naturalmente, ha provocado la solidaridad y el apoyo entusiasta, falsamente condolido, con que "El Mercurio" y "El Diario Ilustrado", sus órganos de expresión, fomentan la masacre y dan pleno apoyo a la actitud del Gobierno.
Señor Presidente, deseo insistir en que el camino de la conciliación del Gobierno con la Derecha lo lleva a hablar un lenguaje grato a sus oídos.
Pero hay peligros que siguen pendientes. Hoy o mañana pueden haber nuevas provocaciones. Se avisó, hace dos días, que en Talca alguien había llamado por teléfono a una radioemisora para hablar de la preparación de un atentado en contra del señor Presidente de la República. Hoy o mañana puede haber nuevas provocaciones, porque se pretende crear un clima adecuado para descargar la responsabilidad sobre las clases obreras y los partidos populares.
El atentado terrorista prefabricado o el autoatentado a la vida de un persone-ro del Gobierno pueden ser las formas de una provocación. Declaramos enfáticamente que los partidos populares son absolutamente ajenos y contrarios a tales métodos, por lo cual cualquier hecho de esta índole sólo puede constituir una nueva acción de quienes pretenden llevar al país a un verdadero ambiente de guerra civil. Y en esto somos mucho más respetuosos que el propio diario oficial, "La Nación", que hoy día, tratando de publicar algo que habitualmente está reservado para una galería de delincuentes, en primera página coloca las fotografías, culpándolos de instigadores de la masacre, de dirigentes populares -entre ellos, seis Senadores-, lo cual significa qué se está incitando a la violencia en contra de los miembros del Senado y de los partidos populares. Demuestra que también se está aplicando una incitación como la "mano dura", que ya les dio resultados y tuvo sus frutos y su expresión sangrienta en El Salvador. La publicación de fotografías en primera página y todo lo demás que aparece en "La Nación", puede significar también una incitación a toda suerte de desmanes y atentados personales.
No al paredón de "El Salvador"
Señor Presidente, deseo terminar mis palabras recordando a los obreros muertos, ya que no merecieron una mención ni por sus nombres ni por su número. Deseo rendir el homenaje de mi colectividad, el Partido Comunista, en primer lugar, a dos mujeres: Marta Egurrola de Miles y Osvaldina Chaparro Castillo, quienes seguramente fueron mujeres sencillas y abnegadas de nuestro pueblo. No sé si votaron por el señor Frei, pero estaban junto a sus maridos en la batalla. Tal vez había mujeres solas, como la de aquel obrero democratacristiano que escribió la carta de la cual leyó algunos fragmentos el Honorable señor Salomón Corbalán, en que da cuenta de los allanamientos de la policía, de los abusos en su casa en demanda de ese obrero.
Pero hay dos mujeres muertas. La mujer de nuestro pueblo, que llegó más tarde que el hombre a la vida política, tiene, en general, menor experiencia cívica que los varones. Y con pureza de corazón y ternura de madre que vela por sus hijos, aterrorizadas por las leyendas apocalípticas que se esparcieron, de que ellos serían arrebatados de sus brazos para ser conducidos a tierras lejanas mientras en Chile se instalaría un paredón, en su mayor parte votaron por Frei y siguen votando por los candidatos democratacristianos. Hoy día, algunas de ellas están muertas. En El Salvador se ha instalado un paredón de sangre obrera. Esperamos que no se repitan esos paredones, que se detenga la insania y la demencia de estas actitudes y que sea posible devolver a nuestra patria la sensación de que el pueblo tiene derecho a reclamar sus legítimas reivindicaciones sin ser baleado por ello, y sin que sus huelgas sean calificadas de guerillas ni se invoque la necesidad de la intervención de la fuerza pública o de ejércitos extranjeros.
La copa del desencanto
Termino mis palabras, y hago un voto que tal vez se ha formulado en ocasiones pasadas y en circunstancias semejantes: que no haya más masacres en Chile; que la sangre de nuestros compatriotas no sea vertida por las autoridades. Tal vez sea una posición ilusa, romántica, soñadora; pero no abandono ese anhelo. Tengo la impresión de que sólo un Gobierno popular podrá garantizar al pueblo que no habrá masacres de obreros, como ha sucedido desgraciadamente en este Gobierno.
La verdad es que los comunistas sentimos profundamente este paso dado por el Gobierno democratacristiano. Nos habría gustado que su impulso se hubiera entregado para mayor gloria y exaltación de los chilenos, para el progreso de nuestra patria, para labrar la soberanía sobre nuestra riqueza, para asegurar un poco de felicidad a los nueve millones de chilenos, que estuvieron tan esperanzados y ahora comienzan a beber la copa del desencanto más triste, porque en esa copa hay gotas de sangre.
Nada más.
El señor REYES (Presidente).-
Tiene la palabra el Honorable señor Ampuero.
El señor AMPUERO.-
Señor Presidente, Honorable Senado:
Durante una ya larga actuación parlamentaria en esta Corporación, me ha tocado más de una vez, de tiempo en tiempo, participar en debates semejantes al que se desarrolla hoy. Casi como un rito, todos los Gobiernos, uno tras otro, llegan, en un momento determinado, a la utilización de la violencia; cobran víctimas en el movimiento obrero; "sienten profundamente lo acaecido" y hasta se comprometen a sancionar a los culpables. Por último, vienen el olvido y la impunidad.
Por esa razón, al intervenir esta tarde, luego de los trágicos acontecimientos que tuvieron por escenario el mineral de El Salvador, lo hago con profunda sensación de dolor. Creo que todo lo que vamos a decir tendrá repercusiones en el movimiento popular, será recogido y comprendido por los trabajadores, pero de muy poco servirá para rectificar la conducta de nuestros gobernantes.
En los años recientes, América Latina ha entrado a un período revolucionario. Es innegable que, a lo largo de todo el continente, comienza a tomar forma una lucha final de ribetes históricos entre las viejas fuerzas conservadoras, que defienden a sangre y fuego el régimen de explotación de las minorías oligárquicas y del imperialismo, y las fuerzas populares y mayoritarias, que buscan con pasión y heroísmo un camino de transformaciones sociales que no puede inspirarse sino en los ideales y nietas del socialismo.
En Chile, país de extraordinaria tradición cívica, de gran madurez política, tal proceso ha sido relativamente apacible y hasta, en determinados instantes, pareció poder canalizarse por la vía de las contiendas electorales. La Derecha y el imperialismo norteamericano comprendieron con terror que podía darse el caso singular, tal vez único en la historia contemporánea del mundo, de un pueblo que ascendiera al poder mediante la utilización de las herramientas electorales. Era imposible a ese sector minoritario sostener la batalla y tener perspectivas de victoria si levantaba las viejas banderas, los programas añejos, las aspiraciones desprestigiadas que dieron origen a los partidos históricos. Para presentar entonces un frente con mayores posibilidades de éxito, una fisonomía que revistiera cierta novedad, adaptaron a este continente sub-desarrollado, continente de miseria y hambre, de esclavitud y atraso, una ideología aparentemente nueva: la ideología de la Democracia Cristiana. Y bajo la protección de los intereses tradicionales, pero con la libertad necesaria para presentar un rostro nuevo, esa fuerza ha llegado a constituirse en factor determinante de nuestra realidad nacional.
Económica y socialmente, no representa nada original. Constituye simplemente una nueva versión verbal del viejo orden conservador, capitalista y feudal. Nunca ha sido posible escuchar en esta Sala siquiera un amago de definición de aquello que se denomina "régimen comunitario", que se pretende diferente y opuesto, tanto a la vieja estructura capitalista, como al sistema socialista. Representa, pues, la Democracia Cristiana, aquí, como mucho más notoriamente representa en Europa, una nueva línea de defensa para los mismos viejos privilegios. Sin embargo, por las razones ya dadas, en el orden político se sitúa como una fuerza de centro, sujeta, en consecuencia, a todas las tensiones, a todas las contradicciones propias de aquellos que se niegan a definirse, que pretenden estar por encima del bien y del mal, lejos de toda actitud militante, en la pugna ya secular que está viviendo el mundo contemporáneo.
Duverger, el conocido autor francés, sostuvo en cierta oportunidad algo que recogí en un informe dado al partido. Dice: "Toda política implica una selección entre dos tipos de soluciones: las soluciones llamadas intermedias se relacionan con una y otra. Esto equivale a decir que el centro no existe en política: puede haber un partido de centro, pero no una tendencia de centro, una doctrina de centro. Llamamos "centro" al lugar geométrico donde se reúnen los moderados de tendencias opuestas: moderados de derecha y moderados de izquierda. Todo centro está dividido contra sí mismo, al permanecer separado en dos mitades: centro-izquierda y centro-derecha. Ya que el centro no es otra cosa que la agrupación artificial de la fracción derecha de la izquierda con la fracción izquierda de la derecha. El destino del centro es ser separado, sacudido, aniquilado: separado, cuando una de sus mitades vota por la derecha y la otra por la izquierda; sacudido, cuando vota en bloque, bien por la derecha, bien por la izquierda; aniquilado, cuando se abstiene. El sueño del centro es realizar la síntesis de aspiraciones contradictorias, pero la síntesis no es más que un poder del espíritu. La acción es una selección, y la política es acción".
Pocos párrafos explican más lúcidamente, desde el punto de vista sociológico, los trágicos desgarramientos de los partidos de centro y, en el caso que analizamos, de la Democracia Cristiana chilena.
Pero, además, como ocurre en cierto modo con las personas, incapaces a veces de resolver sus contradicciones internas, los partidos de centro, que tienen su fuente en la heterogeneidad social e ideológica de sus componentes, sin valor para exponer abiertamente sus conflictos íntimos, culpan de sus desilusiones y fracasos a los partidos que tienen frente a ellos, junto a ellos, cerca o lejos de ellos. Eso explica, como una suerte de neurosis colectiva, la curiosa imagen que la Democracia Cristiana ofrece en nuestros días: un engreimiento pueril, de movimiento arrollador y pujante sin precedentes históricos -habrían quebrado todos los "recors" y habrían dejado obsoletos todos los precedentes-; una soberbia infantil, que frecuentemente es caldo de cultivo de los peores excesos; en seguida, un sectarismo creciente y, en algunos momentos, amenazador; después, todavía, un lenguaje ambiguo. Pareciera que todo el diccionario político tuviera que revisarse para comprender otra vez, mediante un análisis virginal, qué es la libertad, en qué consiste la democracia, cuál es el pueblo. Porque la Democracia Cristiana se ha esmerado en confundir a la opinión pública y en dar un sentido ambivalente a los vocablos más claros.
Hace mucho tiempo, en los Estados Unidos, frente a un fenómeno semejante, Abraham Lincoln escribió frases de una elocuencia singular. "El mundo" -dijo- "no ha tenido nunca una definición justa de la libertad del mundo, y el pueblo norteamericano, precisamente ahora, la necesita urgentemente. Nosotros, todos, estamos por la libertad; pero empleando la misma palabra no expresamos la misma cosa. Para algunos, la palabra libertad puede significar que cada hombre haga lo que quiera de sí mismo y del producto de su trabajo; mientras que para otros, la misma palabra puede significar que algunos hombres hagan lo que se les dé la gana con otros hombres y con el producto del trabajo de éstos. Aquí nos encontramos, pues, ante dos cosas, no sólo diferentes, sino incompatibles, expresadas con la misma palabra libertad. De donde se deduce que cada una de estas cosas se ve llamada por las partes respectivas con dos nombres diferentes e incompatibles: libertad y tiranía.
"El pastor arranca de la boca del lobo a la oveja que iba a ser victimada y, naturalmente, la oveja le agradece como a su libertador, pero el lobo lo maldice por el mismo acto, acusándolo de destruir la libertad, teniendo en cuenta especialmente que la oveja era negra. Se ve claramente que la oveja y el lobo no estaban de acuerdo sobre la definición de la libertad. Y, precisamente, la misma diferencia prevalece actualmente entre nosotros, los hombres, incluso en el norte, y todos profesamos el amor a la libertad. Así como seguimos contemplando el espectáculo de millares de hombres bajo un yugo que algunos llaman libertad y que otros llaman destrucción de la libertad. Pero parece que, hace poco, el pueblo ha principiado a hacer algo para definir la libertad. Y gracias a todo lo que él ha hecho está repudiándose el diccionario del lobo".
Yo quiero comenzar reconociendo que los patéticos acontecimientos de El Salvador están sirviendo, al menos, para que el "diccionario del lobo" vaya quedando en descubierto y para que la palabra libertad vuelva a adquirir su sentido original.
Para la Democracia Cristiana, para el señor Frei, constituye defensa de la libertad la restricción de las garantías constitucionales mediante la declaración de las zonas de emergencia; para los obreros y el pueblo, eso significa el principio de una tiranía.
Para el señor Frei y sus Ministros, constituye materialización de la libertad obligar compulsivamente al jefe de plaza a que, a su vez, ordene a la empresa la cancelación de los contratos de trabajo; para los obreros de la Andes Copper, esto es atropello de una de sus libertades más elementales: la libertad de trabajar, del derecho a trabajar.
Para el señor Frei y sus epígonos, ordenar la toma por asalto del local del sindicato, hogar de los trabajadores del mineral, es una manera de consagrar la libertad; para los mineros, esto constituye atropello a su derecho, también legítimo, a disponer de su casa propia en cualquier emergencia, en cualquier instante.
Se ha sostenido aquí, y con razón, que pocas veces la huella digital de los culpables, materiales y morales, ha quedado impresa en forma más clara que en esta oportunidad. Se sabe, perentoriamente, quiénes fueron los jefes que ordenaron el "heroico" asalto al sindicato. Pero detrás de ellos, cargando sobre sus espaldas y sus conciencias una responsabilidad moral mucho mayor, están aquellos que pavimentaron, con un cúmulo de ilegalidades, el atropello final, y los que crearon la doctrina política que culminó en el crimen.
Mucho antes de estos acontecimientos, yo hice referencia a la ilegalidad de todas las acciones emprendidas bajo el amparo de las zonas de emergencia. Se me contestó con tinterilladas, no obstante la claridad meridiana de los argumentos jurídicos invocados por mí.
Para que quede constancia explícita en este debate de antecedentes que anteriormente, por consideración al Senado, no leí, quiero recordar de nuevo que la ley Nº 7.200, del año 1942, fue la primera que estableció zonas de emergencia y habilitó al Ejecutivo para declararlas.
Durante la discusión mencionada, hice referencia somera a estos antecedentes. Hay declaraciones explícitas, contundentes, acerca del alcance de la restricción. En el Diario de Sesiones correspondiente, del Senado o de la Cámara de Diputados, no estoy seguro, al reproducir el informe de la Comisión de Legislación, se dice lo siguiente:
"Una última disposición faculta al Presidente de la República para declarar, previo informe del Consejo Superior de Defensa Nacional, como zonas de emergencia partes determinadas del territorio de la República y para aplicar dentro de ellas las facultades contempladas en el Nº 13 del artículo 44 de la Constitución, con arreglo a los artículos 1º y 2º de la ley 5.163, de 28 de abril de 1933.
"A propósito de estas facultades, que las Comisiones unidas os proponen conceder por el máximo del plazo que permite la Constitución Política, el señor Ministro del Interior declaró de la manera más terminante y enfática que era decidido propósito del Gobierno no afectar en manera alguna las garantías individuales y la libertad política de los ciudadanos y que, en consecuencia, sólo haría uso de estas facultades en cuanto las necesidades militares de la Defensa Nacional lo hicieran estrictamente indispensable.
"Las Comisiones unidas lo han entendido así, y en esa inteligencia aprobaron el artículo cuya redacción, sumada a la intervención que acuerda al Consejo Superior de la Defensa, no deja lugar a dudas en cuanto al sentido eminente y exclusivamente militar de las medidas que autoriza".
Como lo hemos dicho más de una vez, en dicha ley se establece, explícitamente, que sólo procede la declaración de zonas de emergencia en casos de ataque exterior, de invasión o de guerra, para luchar contra fuerzas enemigas de otras naciones, y no contra chilenos.
Todavía más. El señor Matte, Ministro de Hacienda en esa época, manifestó durante la discusión:
"Oportunamente, por medio de la Secretaría General de Gobierno, se han precisado los alcances de los artículos 14, 15 y 16. Las medidas consideradas en ellos, "están condicionadas a las tareas del Consejo Superior de Defensa Nacional no se vinculan en manera alguna a situaciones de régimen político y en nada afectan al respeto y observancia de la Constitución por parte del Gobierno, no rozando por lo tanto el ejercicio de los derechos que ella consagra.
"No está de más repetir en esta oportunidad y acerca de estas "materias que exigen, por su naturaleza, especial discreción, las propias palabras de la Secretaría General de Gobierno, al manifestar públicamente que "el Gobierno mantiene su actitud; no ha solicitado, no solicita facultades especiales para la seguridad interior del Estado, ni para restringir de acuerdo con un criterio político las libertades públicas".
Este es el origen histórico de la institución denominada "zonas de emergencia". Del carácter militar, bélico de la medida, nadie puede tener dudas.
Pues bien, como también lo he dicho y quiero repetirlo ahora, en la ley que reglamentó algunas situaciones jurídicas anómalas producidas con motivo de los terremotos del sur del año 1960, se agregó una disposición en cuya virtud se añadió a la ley de seguridad interior del Estado una causal más que justificara la declaración de zonas de emergencia, y ella consistió en la calamidad pública.
Podría leer una por una las facultades que la propia ley 12.927 otorgó a los jefes de plazas, y seguiría acumulando argumentos para demostrar que el conjunto de disposiciones se inspiró siempre en la eventualidad de estar enfrentándose a un ataque exterior.
Las diferentes letras que, en el número 34, resumen las facultades del jefe militar, se cuidan particularmente de que ninguna de ellas afecte a los derechos garantizados por la Constitución- Política. Y no podía ser de otro modo, pues la Carta Fundamental es explícita y terminante cuando dice que las limitaciones de las garantías constitucionales sólo pueden provenir de una ley de facultades especiales o de una ley de estado de sitio, siempre con la intervención del Poder Legislativo y previa la calificación de los hechos por ese mismo Poder. Sin embargo, todas estas facultades estrictamente castrenses se han impartido a los jefes de plaza para que las apliquen a la población civil. Con esto, se ha dado un título inconstitucional, ilegal, a la actuación de los jefes de plaza. Por eso, la preparación de estas maniobras en el terreno jurídico, el conjunto de irregularidades que se configuran en este procedimiento, vuelve a singularizar a los responsables morales de los acontecimientos sangrientos del día de ayer.
Agregué que el decreto de reanudación de faenas es también ilegal. Sostuve que se había recurrido a una farsa para dar paso al decreto, y hoy puedo confirmarlo: la Junta de Conciliación fue requerida tres días después de la firma del decreto para que emitiera el informe previo que exige, perentoriamente, la ley de seguridad interior del Estado. Tres días después fue requerida urgentemente y, según lo tengo certificado por la Oficina de Informaciones del Senado, sin la presencia de la parte obrera, con la sola concurrencia de delegados patronales de la Andes Copper y de los delegados del Gobierno.
Y aquí sí que hay una categórica y vergonzante colusión: con la sola participación de ellos, en cuarenta y dos minutos, la Junta de Conciliación simuló haber cumplido todo el trámite de conciliación reglamentado en el Código del Trabajo, el cual, entre otras cosas, da un plazo de hasta quince días para agotar el procedimiento de conciliación. ¡Cuarenta y dos minutos sesionó esa Junta el lunes 7, en las primeras horas de la mañana, sin la comparecencia y participación de la delegación obrera, la cual, según dice el documento, fue convocada sin que se haya logrado su presencia!
En seguida, el decreto siguió su carrera vertiginosa en la Contraloría General de la República, adonde llegó a las 12.30, y se despachó a las 16.30.
El lunes se realizó íntegramente esta maquinación, cuando ya el decreto estaba firmado por tres Ministros de Estado y por el Presidente de la República, todos ellos abogados, como tuve oportunidad de subrayarlo ayer.
Pero hay todavía circunstancias más vergonzosas. Y uso esta palabra para no emplear otras más duras, porque en esta tramoya ha intervenido personalmente el Jefe del Estado. En el acto, el delegado patronal, sorprendido seguramente por el carácter de la situación y por el pedido del Ministro del Trabajo, dejó constancia de que no había ningún conflicto que él conociera entre la Andes Copper y su personal. Sin embargo, estimó que debía darse paso a un informe fundado acerca de los términos que podrían poner punto final al procedimiento conciliatorio...
La lectura circunstanciada de estos documentos, la pista de su itinerario, demuestran que, como digo, a lo largo de este penoso episodio, nuestros más altos repúblicos recurrieron a las triquiñuelas más deleznables, que serían criticables ya en cualquier tinterillo pueblerino.
Después viene la responsabilidad en la inspiración política de la violencia.
En el seno de la Democracia Cristiana se han caracterizado ciertos hombres por su reiterada insistencia en la aplicación de medidas de fuerza durante el ejercicio del Poder. No quiero distraer la atención del Senado citando ejemplos remotos. Pero debo decir que para los socialistas hay síntomas muy serios acerca del significado concreto que esta política tenía para la "maffia" de la mano dura en el interior de la Democracia Cristiana.
El señor Presidente de la República, el reposado Senador que conocimos junto a nosotros en estas mismas bancas, profesor de la serenidad, académico del equilibrio, luego de las elecciones de Valparaíso, hizo declaraciones, que seguramente todos conocen, a la revista Ercilla. Entre otras cosas, dijo, en la euforia de esa noche y en medio del estampido de las botellas de champaña, lo siguiente:
"Contra la oligarquía sindical del FRAP no toleraremos ni las demandas que aten-ten contra la estabilización" -¿a título de qué; qué ley ha autorizado al Presidente de la República para fijar límites a los convenios a que pueden llegar los obreros y sus empleadores?-, "ni menos las huelgas ilegales o que pretendan destruir las bases de nuestra economía. Valparaíso me volvió a dar una orden y la cumpliré. El Gobierno mantendrá todo su poder de fuego para su Revolución en Libertad." ¡Todo su poder de fuego! A mí me pareció una metáfora feliz. Ahora, después de los muertos de El Salvador, llego a pensar que esas palabras no tenían ningún sentido metafórico.
Ayer mismo en la mañana, el Honorable señor Aylwin, profesor universitario, quien no es hombre de barricada, nos notificó también por la prensa de todo el país de que se iniciaba una etapa nueva, "la mano dura", y otra vez acusó explícitamente al Frente de Acción Popular de estar usando a los obreros de El Salvador como carne de cañón.
Otra metáfora feliz, pensé yo, desde el punto de vista oscuro y tortuoso del partido de Gobierno; pero tampoco era metáfora: tenía una significación perfectamente concreta. Y eso lo hemos sabido en las últimas horas de ayer.
¿De dónde esta euforia? ¿Cuál era el mandato del pueblo a que obedecía esa política de mano dura? ¿Dónde estaba la reiteración de la voluntad popular? El Honorable señor Fuentealba nos lo ha dicho en otra oportunidad: "No hagamos gimnasia aritmética. Tuvimos en Valparaíso la mitad de la votación". Alguien agregó: "Si en Valparaíso" -que por lo demás no es una agrupación senatorial por sí sola- "hubiese habido elección senatorial, habríamos sacado tres Senadores". Yo le digo: si en Valparaíso hubiera habido elección ordinaria de Diputados, la Democracia Cristiana difícilmente habría sacado seis Diputados, en lugar de los ocho que en la actualidad tiene. Y no hablemos de la posibilidad de que el fenómeno se repitiera lejos de la "perla" de la Democracia Cristiana, como un retórico de ese partido singularizó a la provincia de Valparaíso.
Pues bien, sigue después toda una campaña publicitaria para asimilar un conflicto del trabajo y el paro de solidaridad de sus compañeros en la industria -nuevamente como metáfora, primero, y luego cada vez con sentido más concreto- a la guerrilla. El mentor intelectual de ese proceso de perversión del criterio público es, por supuesto, "El Mercurio", vocero autorizado de la tendencia que dirige el país.
¡En Chile se había elegido el camino de la guerrilla sindical para destruir el programa de Gobierno y para abatirlo! Esto no sólo tiene implicaciones indirectas con toda la campaña continental para justificar la fuerza interamericana de represión, al servicio del Pentágono, sino que tiene un significado más próximo.
Deben recordar los señores Senadores que la Ley de Seguridad Interior del Estado, en plena y profusa aplicación en estos días, señala que cuando en la zona de emergencia actúan rebeldes organizados, entran a funcionar los tribunales militares. Los colegas abogados que se encuentran en la Sala saben cuántas veces, con qué frecuencia y cuánta discrecionalidad los tribunales militares pueden imponer la pena de muerte por delitos que en la legislación común son casi insignificantes. De tal manera que el camino hacia la dictadura está claro en estas maniobras.
Ahora quiero referirme a los hechos mismos.
En la sesión de ayer ya hice alusión a la alta opinión que el señor Frei tenía de los dirigentes del cobre, de la Confederación de trabajadores, de los mineros, del carácter profundamente democrático de sus estructuras. Ya se ha recordado aquí cómo el señor Frei lamentó, conmovido, en otros tiempos, desgracias como la que ahora deploramos. Con palabras duras y expresiones de fuego, condenó a los responsables directos e indirectos de esas masacres. Ayer, casi copiando letra a letra y palabra a palabra tantos otros discursos de tantos otros Presidentes colocados ante situaciones tan aciagas como ésta, ha acogido la versión oficial, se ha responsabilizado de ella, y ha agregado a las inexactitudes ya señaladas por el Senador Corbalán otras peores, porque implican una calumnia para los muertos.
Tengo aquí, y la leeré íntegramente, la información telefónica proporcionada por el DiputadoFrancisco Sepúlveda, testigo presencial de los hechos, a mediodía de hoy desde El Salvador. El es hombre de carácter tranquilo, y por su condición de socialista vinculado a las luchas sociales en el sur del país. Hasta antes de ser Diputado, fue director del Instituto Comercial de ||AMPERSAND||quot;Puerto Montt. Dice su información:
"Había conversado en la mañana con el Jefe de la Plaza para pedirle que la evacuación del Sindicato Obrero de El Salvador se produjera pacíficamente. Esto se había logrado el día anterior en Potrerillos, luego de una conversación con un capitán del Ejército. Pero el Jefe de Plaza se negó.
"Alrededor de las 14 horas, militares, carabineros y detectives empezaron a tender un cerco en torno al Sindicato. Dentro habían unas 200 personas, en su mayor parte mujeres y niños, muchos de los cuales estaban almorzando.
"Sorpresivamente, carabineros de grupos de choque se lanzaron al interior del Sindicato y lanzaron bombas lacrimógenas. La gente se sintió sorprendida y, ante el efecto de las bombas, empezó a arrancar del sindicato.
"Apenas aparecieron corriendo, los militares y carabineros lanzaron ráfagas de ametralladoras. Cayeron varias decenas de personas. Yo ví dos muertos. Traté de acercarme, porque yo no estaba dentro del Sindicato sino que en el Club Social Obrero, que queda muy cerca, pero los militares y carabineros me dispararon varias ráfagas. Tuve que tirarme al suelo, junto con otras personas.
"Los carabineros y militares siguieron disparando contra la gente que estaba en el Sindicato. A los obreros que eran testigos de esta masacre y que trataban de entrar, también se les disparó ráfagas de ametralladoras. Cayeron varios muertos y heridos.
"Pude identificarme y hablé con el Jefe de la Plaza. Le dije que detuviera la matanza, pero el Jefe de Plaza se negó. Dijo que no había muertos. Insistí que había por lo menos dos muertos. El Jefe de la Plaza afirmó que él tenía instrucciones superiores.
"Media hora más tarde, algunos trabajadores y sus familias trataron de entrar al local del Sindicato, pero los militares y carabineros dispararon nuevamente. Allí murieron, por lo menos, otras dos personas. Los compañeros muertos son siete."
A las seis de la tarde el señor Ministro de Defensa nos aseguró que las víctimas eran cuatro o cinco. Y agrega el DiputadoSepúlveda:
"Volví a hablar con el Jefe de la Plaza. Recién ordenó el cese del fuego, pero el cerco militar se mantuvo. Llamé al Ministro del Interior para pedirle que ordenara al Jefe de la Plaza que no siguiera la matanza. Leighton dijo que hablaría con el Ministro de Defensa y que me volvería a llamar por teléfono. No me llamó.
"Otra vez hablé con el Jefe de la Plaza. Habían llegado ya los Diputados Orlando Poblete y Luis Aguilera junto con el SenadorHugo Miranda, que estaban en Potrerillos. En conjunto le dijimos al Jefe de la Plaza que retirara las tropas. Accedió y dijo que los muertos debían ser enterrados hoy a las 16 horas."
El Diputado socialista afirma lo siguiente:
"Estuve conversando con el SenadorJosé Musalem" -demócrata y cristiano-, "quien llegó un día antes de la masacre, para que hablara con el Jefe de la Plaza y suspendiera el baleo. El Senador Musalem" -demócrata y cristiano- "se cruzó de brazos y no quiso hacer nada. Dijo que él estaba de acuerdo con las medidas adoptadas".
El señor RODRIGUEZ.-
¡Qué vergüenza!
El señor AMPUERO.-
"También hay indignación contra Noemi, Senador democratacristiano por Atacama, el que estuvo en El Salvador y a quien los trabajadores culpan como instigador de este brutal atentado."
El señor CORBALAN (don Salomón).-
Pónganlo en "La Nación", en primera página, mañana.
El señor AMPUERO.-
"Es verdad -dice el DiputadoSepúlveda- "que hay dos uniformados heridos. Uno es un oficial, a quien se le tiró una pedrada en la cabeza. El otro es un capitán de Ejército que tiene una herida en un muslo, provocada por su propia arma de servicio, como fue comprobado. Se hirió cuando la gente vio que el capitán seguía dando órdenes de disparar. Los trabajadores quisieron impedírselo. El capitán trató de sacar su arma de servicio para disparar contra ellos, pero en la precipitación, se disparó en el muslo. La gente lo ayudó y no lo atacó, a pesar de que ese oficial era uno de los culpables de la masacre."
¡Este es el comportamiento de los "agitadores" profesionales y marxistas, y aquella otra la conducta de los altos dirigentes de su partido, Honorable señor Aylwin, de colegas nuestros que no merecen siquiera que en adelante los saludemos como caballeros y como hombres.
El señor CORBALAN (don Salomón).-
¡Asesinos!
El señor RODRIGUEZ.-
¡Instigadores de un crimen!
El señor AYLWIN.-
Ya contestaremos, señores Senadores.
El señor AMPUERO.-
Más adelante, agrega el DiputadoSepúlveda:
"Los funerales serán hoy a las 16 horas por instrucciones del Jefe de Plaza. No habrá fuerzas armadas ni carabineros en el camino.
"Los obreros que fueron testigos de esta masacre pedirán audiencia al Presidente de la Cámara, si llega a El Salvador esta tarde, para decirle que la versión del Gobierno es mentirosa, es falsa, que han mentido, lo mismo que muchas radios. Los obreros no provocaron. Todo fue deliberado por parte de las fuerzas represivas".
El Diputado señor Sepúlveda autorizó a la Confederación del Cobre para que diera a conocer íntegramente, como suscrita por él, esta versión de los hechos.
Todas las últimas huelgas han sido calificadas por el Gobierno como huelgas políticas, penosa repetición de una vieja monserga de todos los Gobiernos reaccionarios. Pero yo quiero afirmar, ratificando la opinión de mi camarada el Honorable señor Salomón Corbalán, que el Gobierno asignó a este movimiento obrero, desde el primer momento, un significado político, desde su punto de vista. En su soberbia -a la que hacía alusión denantes-, con ese sentido providencial de su misión que lo caracteriza, el Presidente Frei, como muchos de sus amigos, ante cualquier petición estima amenazada su autoridad y hace, entonces, cuestión de prestigio y de amor propio de los conflictos habituales en un país que aún no cae bajo un régimen totalitario.
Y "La Nación", con un desparpajo inaudito, recogiendo la herencia publicitaria de Goebbels, al acusar a las víctimas y señalarnos como instigadores, cae en tantas y tan flagrantes contradicciones, que nos llevaría a agotar esta sesión representarlas todas. Pero citaré una, a manera de muestra: mientras en la primera página se afirma que los militares y carabineros fueron heridos con sus propias armas, que les fueron arrebatadas previamente por los trabajadores, en otra parte de la versión se asevera que los trabajadores estaban todos armados con anterioridad y atacaron antes de estar próximos a los jefes de la fuerza pública. No dice tampoco "La Nación" -y no podría decirlo, porque la moral de sus redactores lo impide- que en Potrerillos no había ningún dirigente, ningún representante de la "oligarquía" sindical, ningún inspirador extremista: todos estaban presos o habían abandonado el mineral, como consecuencia de las órdenes del jefe de la plaza. Estaban solos los trabajadores, inermes. Sin malos consejeros. Si reaccionaron como hombres, fue porque tienen sangre, y no horchata, en sus venas.
Pero, ¿para qué seguir, cuando está claro y evidente que en este pequeño Vietnam el Gobierno era también fiel a la estrategia norteamericana? Se ha seguido, respecto del conflicto del cobre, la política de la "escalada", la de ir tranco por tranco provocando a los trabajadores hasta que revienten, hasta que no soporten más; hasta que, sintiendo latir sus corazones de chilenos y de proletarios, se enfrenten a la fuerza. Esa ha sido la política del Gobierno. El Ejecutivo es el que ha enfrentado este conflicto como una empresa política. Él es quien ha llevado a los extremos conocidos las tensiones sociales. ¿Seguirá mintiendo "La Nación"? ¿Seguirán engañando a la opinión pública los funcionarios y los Ministros?
Yo dije una vez que no había nada más peligroso que un democratacristiano recién confesado. Los que no pertenecemos a las filas de ese partido, cargamos con nuestras culpas toda la vida. Morimos con ellas. No podemos librarnos sino por medio de una rectificación profunda de-nuestra conducta, cuando caemos en pecado. Distinta es la suerte del democratacristiano que limpia su conciencia, como un dócil pizarrón, inmediatamente después de cometer las peores tropelías.
El Primer Mandatario, en su discurso de anoche, manifestó, entre otras cosas, que rendía tributo a las Fuerzas Armadas por la forma como cumplían su deber. Añadió que era ésta una tradición en el comportamiento de nuestras instituciones militares. Ignoro si mentalmente tuvo una reserva, porque algo semejante a lo ocurrido ayer sucedió en 1946 en la Plaza Bulnes, cuando él era Ministro de Obras Públicas y a pocos minutos de los sucesos renunció, en señal de protesta. Pienso que, al menos, en ese momento él supuso que la fuerza pública no estaba cumpliendo su deber. Los hombres de Gobierno han adoptado una peligrosa vía, en cuanto van paulatinamente comprometiendo en acontecimientos de índole partidista a instituciones que debieran estar muy lejos de la política militante. Considero una cobardía elegir como agentes para su ejecución, sobre la base de autorizaciones ilegales, a oficiales del Ejército, que no pueden rehusar esas órdenes.
Sé lo que estoy diciendo. Si se tratara de un funcionario civil, le sería fácil, una vez convencido de que la orden no tiene asidero en la Constitución ni en la ley, representarla o no cumplirla. Un oficial está en la imperiosa necesidad de obedecer. Cuando la Ley de Seguridad Interior del Estado y la institución de las zonas de emergencia, orientadas, inspiradas en el sentido de defensa de la patria, se utilizan contra civiles chilenos, el Gobierno está realizando un acto censurable; no tiene derecho a fomentar entre los trabajadores y la opinión pública la idea de que las Fuerzas Armadas están destinadas a la represión de justas protestas y de justas peticiones.
Quiero reclamar de este comportamiento y decir, para terminar mis palabras, que no hemos acudido a la acusación constitucional, que tendría claro fundamento legal, porque sabemos que en la Cámara de Diputados esa acusación moriría, cubierta por la complicidad de una mayoría militarizada de Diputados; militarizada hasta el punto de que la sola expresión de solidaridad de uno de ellos con dos colegas que se habían quedado en Cuba, fue suficiente para expulsarlo de la Democracia Cristiana. Por esta razón, aun cuando estamos absolutamente convencidos de los atropellos que esta tarde denunciamos, sabemos que la vía de la acusación constitucional es inútil. Y tal vez la garantía de tal impunidad es la que impulsa a los Ministros y al Presidente de la República a excesos cada vez más graves.
El triste episodio de los convenios del cobre ha tenido ya un epílogo en éste, su primer capítulo. El Gobierno se hace socio industrial de las compañías. Promoverá la industria de la muerte y la represión. Garantiza que la fuerza pública será gendarme de los intereses de las compañías extranjeras. La peor colusión en la historia de nuestro país se ha materializado en el doloroso y significativo hecho ocurrido en el mineral de El Salvador.
Esta tarde no diremos, señor Presidente, que somos los primeros en lamentar el duelo de tanta gente. Muchos jesuítas, muchos hipócritas, muchos culpables han usado, en estos días, las mismas palabras, para simular una congoja que no sienten.
En nombre del Partido Socialista, quiero rendir el homenaje de los combatientes a los hombres y mujeres que, en El Salvador, enfrentaron una represión injusta; a esos chilenos que, aunque sean relativamente anónimos, o se hundan pronto en las profundidades del anonimato, han contribuido, con su ejemplo y con su sangre, a derrotar un gigantesco fraude político, y están señalando los nuevos horizontes: aquellos que sólo se ofrecen a los revolucionarios de verdad; señalando, en suma, que ningún régimen de explotación desaparece mientras el pueblo no sea efectivamente dueño del poder y mientras no sea la bandera del socialismo la que flamee en el palacio de los Presidentes de Chile.
Nada más.
El señor REYES (Presidente).-
Tiene la palabra el Honorable señor Aylwin.
El señor AYLWIN.-
Señor Presidente, Honorables colegas:
Nadie puede participar en este debate sin congoja, porque ningún chileno puede dejar de experimentarla cuando se produce un hecho, como el que motiva esta sesión, en el cual se ha derramado sangre de chilenos.
Los democratacristianos tenemos, en esta materia, una larga tradición. Siempre hemos estado al lado de los trabajadores, en la defensa de sus legítimos derechos y de sus reivindicaciones justas. Nos hemos opuesto a toda forma de represión. Hemos repudiado todo acto de violencia innecesaria.
Honestamente debo confesar esta tarde que nunca imaginamos que en un Gobierno como el nuestro podría producirse un hecho como éste. Tenemos fe en el hombre, en el ser humano. Creemos en la razón y usamos del argumento de la razón. Tenemos fe en los trabajadores de Chile. Lo hemos demostrado en nuestras luchas a lo largo de muchos años. Hemos sido sus abogados, hemos participado en su organización sindical, hemos dialogado permanentemente con ellos.
La gran mayoría de los militantes democratacristianos son trabajadores: obreros, empleados, campesinos. La mayor parte del millón de chilenos que en marzo del año pasado nos dio su respaldo, son trabajadores; la mayoría de los 120 mil chilenos que en Valparaíso el domingo pasado nos dieron su confianza nuevamente, son trabajadores.
Mas: creemos en el camino del derecho. Nosotros hemos hecho profesión de confianza y fe en la posibilidad de realizar las transformaciones económicas y sociales que las mayorías proletarias reclaman y el desarrollo de los pueblos exige en esta hora, por la vía del derecho, dentro de la libertad.
Recién, cuando expresaba estos conceptos, uno de mis Honorables colegas socialistas sonrió. Pero yo debo recordar una conversación que tuve con él, con mi colega y amigo el señor Altamirano, allá por el año 1960.
El señor ALTAMIRANO.-
¡Hace harto tiempo!
El señor AYLWIN.-
Paseando una tarde por los pasillos de los tribunales, cuando yo por ese entonces era presidente de mi partido, conversé con don Carlos Altamirano acerca de la conveniencia nacional y social de que pudiera existir una colaboración entre el socialismo y la Democracia Cristiana. El me dijo, y estoy cierto de que, por su caballerosidad, no lo negará: "Hay, Patricio, una diferencia que constituye un obstáculo muy grande para llevar adelante una colaboración efectiva entre nosotros. Ustedes son legalistas, ustedes creen en la posibilidad de hacer los cambios por la vía del orden jurídico. Si a ti, Presidente de la Democracia Cristiana, mañana un grupo de militares te propone dar un golpe de Estado, ¿qué le vas a contestar?". Yo le respondí: "Naturalmente, que no". "Ahí está la diferencia", me dijo Carlos. Por eso, a mí me sorprende que en esta ocasión se haga tanta referencia al legalismo.
El Honorable colega señor Ampuero rasga vestiduras por la ilegalidad de los decretos de emergencia y de reanudación de faenas. Pero resulta que, por una parte, los socialistas han demostrado algunas veces que esta legalidad burguesa...
El señor ALTAMIRANO.-
Hoy la estamos viendo. Primero dijeron que había cinco muertos; después, seis y, por último, se reconoció que son siete.
El señor REYES (Presidente).-
Señores Senadores, hasta el momento la sesión se ha desarrollado sin interrupciones. Ruego a Sus Señorías mantener esa misma actitud.
El señor ALTAMIRANO.-
Estoy explicando el por qué no creemos en el orden jurídico burgués. Se ha asesinado a ocho personas, y nada ha ocurrido.
El señor AYLWIN.-
Escuchamos a los señores Senadores por dos horas y 45 minutos sin interrumpirlos, en religioso silencio. Ruego, entonces, que observen la misma actitud con nosotros. Eso parece ser lo democrático.
Esa supuesta ilegalidad que se teje mediante una lucubración jurídica, no la encontró el organismo constitucional llamado a calificarla: la Contraloría General de la República. Esta institución, cuya autoridad, prestigio e independencia frente a cualquier Gobierno y en especial frente a éste, está fuera de duda, no estimó ilegal el decreto de reanudación de faenas ni tampoco el que declaró las zonas de emergencia. Por lo contrario, cursó ambos decretos, porque los consideró legales.
Dentro de esta filosofía de creer en el hombre, en la razón, en los derechos de los trabajadores, en el camino del derecho y de las libertades para realizar los cambios que preconizamos, llegamos al Gobierno. Lo asumimos decididos a realizar en Chile una revolución en libertad. Y el Presidente Frei, al hacerse cargo del mando, llamó a todos los chilenos, especialmente a los sectores de avanzada. Teníamos derecho a esperar colaboración, o, al menos, una actitud de neutralidad o de expectativa, porque habíamos participado en luchas comunes en defensa de los trabajadores; porque habíamos hecho oposición coincidente frente a políticas reaccionarias; porque nos habíamos opuesto, por ejemplo, firmemente, en resguardo de nuestros principios, sin pretender ninguna ventaja electoral, a la aprobación de la Ley de Defensa de la Democracia. Nos opusimos a su dictación y abogamos por su derogación, porque creíamos y seguimos creyendo en la libertad; en el derecho de todos los hombres a expresar sus opiniones y sostener sus principios, y porque creíamos y seguimos creyendo que no es delito tener determinadas ideas ni patrocinar determinados principios.
Por esta actitud se nos tildó, muchas veces, de comunistas o de satélites del comunismo, lo cual no fue obstáculo para que la mantuviéramos. Teníamos derecho a esperar de los partidos que a sí mismos se llaman populares, pero cuya popularidad en las urnas, como ha quedado demostrado, es menor que la de la Democracia Cristiana, ...
El señor TEITELBOIM.-
Pero va creciendo. Hay que darle tiempo al tiempo.
El señor AYLWIN.-
... teníamos derecho a esperar de ellos -digo- una actitud comprensiva, porque en nuestras metas, en nuestros programas hay puntos comunes. Unos y otros hemos sostenido la necesidad de cambios económicos y sociales fundamentales en el país; ambos hemos defendido un cambio social en favor de los sectores proletarios; unos y otros somos contrarios al orden social y económico capitalista.
Ahora, el Honorable señor Ampuero dice que no hay alternativas: o capitalismo o socialismo. Los democratacristianos sostenemos, y el pueblo nos ha acompañado en esta tesis, que hay otra alternativa, distinta del régimen imperante y el régimen socialista totalitario. La diferencia fundamental se encuentra en el concepto de la persona humana y de la libertad. Unos y otros queríamos cambios, pero los partidos del FRAP pensaban realizarlos por las vías conocidas del marxismo, que entraña régimen de partido único, supresión de las libertades, un sistema de opresión de la persona. Nosotros sosteníamos y sostenemos la posibilidad de hacer esos cambios dentro del camino de la libertad. Creemos que, por ese camino, será posible liberar a los trabajadores chilenos de la ignorancia, la miseria y la inseguridad, y capacitarlos para organizar la comunidad.
Recuerdo -estoy seguro de que tampoco el señor Senador lo negará- que durante la campaña de Curicó, una noche tuvimos una larga conversación con el Honorable colega señor Rodríguez. Todavía no se veía lo que iba a ocurrir. En ella también participó el colega Tomás Pablo. Hablamos allí de que cualquiera que fuere el resultado de la elección, una colaboración era indispensable para llevar a efecto los cambios, en vista de la resistencia que opondrían los grandes intereses del orden capitalista. En aquella ocasión, dije al señor Senador que si triunfaba don Salvador Allende, yo no titubearía, dentro de mi partido, en patrocinar la colaboración o simpatía hacia ese régimen, mientras él se mantuviera dentro del respeto a la democracia y a la libertad. Creía que nuestra ayuda podía serle útil, y le dije que no aspirábamos a participar o incorporarnos al Gobierno, pero que patrocinaríamos esa actitud y que esperábamos lo mismo de ellos. No recuerdo textualmente las palabras del colega señor Rodríguez, pero creí entender, en ese momento, que él también estaba dispuesto, si triunfaba don Eduardo Frei, a patrocinar igual actitud en su partido: no una de participación o colaboración activa en el Gobierno, pero sí de respaldo a la acción de reforma y de transformación que nuestro Gobierno emprendiera en el orden económico y social.
El señor RODRIGUEZ.-
Pero no la emprendió.
El señor ALTAMIRANO.-
No la emprendieron. Ahí está lo malo.
El señor AYLWIN.-
¿Qué ha ocurrido, Honorables colegas? Antes de asumir el mando el Presidente Frei, ¡antes de asumir el mando! -no se me diga ahora que no emprendieron, porque todavía no se sabía si se iba a emprender o no-;...
El señor CORBALAN (don Salomón).-
Los convenios del cobre los hicieron antes de que el Presidente Frei asumiera el mando.
El señor AYLWIN.-
... antes de anunciar ningún convenio, el Partido Socialista negó, primero, la legitimidad del triunfo del Presidente Frei, y luego, resolvió públicamente la oposición categórica al actual Gobierno. La CUT, también antes de que el Presidente Frei asumiera, controlada por mayoría de socialistas y comunistas, adoptó acuerdos, y su secretario general declaró que dicha entidad sería instrumento de vanguardia en la lucha contra el nuevo Gobierno.
Después, esta posición adoptada "a priori" se ha materializado.
El señor TEITELBOIM.-
¿Me permite, Honorable colega?
El señor AYLWIN.-
Deseo continuar, señor Senador.
El señor TEITELBOIM.-
¿Puede reproducir Su Señoría la declaración de la CUT? Tengo especial interés en conocerla.
El señor AYLWIN.-
Las palabras que recuerdo son "vanguardia de la lucha contra el Gobierno."
El señor TEITELBOIM.-
Me interesa conocer la declaración textual.
El señor AYLWIN.-
Lo sucedido después ha sido la materialización de ese propósito: una obstrucción permanente; una oposición cerrada a todo, como denunciaba en la última sesión el Honorable señor Fuentealba; un desconocimiento absoluto de todo lo realizado por el actual Gobierno.
Perdónenme que vuelva a citar las palabras de un Honorable colega socialista. En el diario "La Tercera", de 1º de enero de este año, se publica una entrevista a políticos de distintas tendencias y se les hacen las mismas preguntas. La primera pregunta que se formulaba era la siguiente: "¿Cuál es, a su juicio, la mejor medida adoptada por el Gobierno del Presidente Frei en el curso del año pasado?".
Hubo dos Senadores de Oposición que dijeron: "Ha habido diligencia en la reconstrucción." Otros manifestaron: "La política educacional ha sido interesante." Pero el Honorable señor Chadwick respondió con una sola palabra: "Ninguna".
Para el Honorable señor Chadwick, el Gobierno no ha hecho absolutamente nada bueno en el curso del año pasado: ni las viviendas, ni las escuelas, ni las expropiaciones de fundos, ni los reajustes de salarios a los campesinos, ni la organización campesina. ¡Nada bueno! ¡Absolutamente nada!
¡Este es un signo de la - obstrucción y oposición cerrada en que se han situado los Honorables colegas!
El señor ALTAMIRANO.-
No, señor-Senador. Hemos demostrado con un cúmulo de antecedentes que no es así.
El señor AYLWIN.-
Permítame, Honorable colega.
Yo he escuchado sin interrumpir.
El señor ALTAMIRANO.-
Pero es que no es así.
El señor AYLWIN.-
La oposición del FRAP, en general, y del Partido Socialista, en particular, se ha centrado fundamentalmente en la política del cobre.
El señor ALTAMIRANO.-
Y tenemos toda la razón.
El señor AYLWIN.-
He declarado públicamente, no ahora, sino hace varios meses, que respeto la posición que los partidos del Frente de Acción Popular puedan tener respecto de la política cuprera. Ellos defienden otra tesis, la de la nacionalización, y tienen justo derecho para sustentarla. Tiene perfecto derecho a discrepar de la tesis que nosotros hemos sostenido, a pesar de que ella se debatió en la última campaña presidencial y se volvió a debatir en la campaña parlamentaria y de que, en ambas, el pueblo respaldó nuestra posición, y no la de ellos. Sin embargo, la estimo respetable y considero que ellos tienen derecho a salvar su opinión; pero su oposición no se limita a eso: han tratado por todos los medios, no de dejar en claro su discrepancia, sino de impedir que el Gobierno pueda llevar a efecto su política.
Cuando el Congreso aprobaba el proyecto y se vio que la obstrucción total ya no era posible por la vía parlamentaria, se movió a la Confederación de Trabajadores del Cobre, la cual declaró su huelga de noviembre, movimiento destinado, como quedó absolutamente en claro, a impedir en definitiva la aprobación particular de disposiciones vitales para realizar la política cuprera del Gobierno.
El señor CORBALAN (don Salomón).-
Eso es falso. El proyecto ya estaba despachado.
El señor AYLWIN.-
Perdóneme, Honorable colega.
Yo tuve paciencia para oírlo, a pesar de que muchas veces pude sostener que era falso lo que estaba afirmando Su Señoría.
Podemos tener posiciones distintas, pero creo que el calificarnos recíprocamente de falsarios y sostener que se están diciendo falsedades, no arregla nada.
El señor CORBALAN (don Salomón).-
Es cuestión de que Su Señoría confronte las fechas.
El señor REYES (Presidente).-
Ruego al señor Senador no interrumpir.
El señor AYLWIN.-
Lo cierto es que la huelga tuvo neto sentido político y la opinión pública se formó clara conciencia de ello.
Sobreviene después la huelga de El Teniente, que es un conflicto legal, pues entraña el planteamiento de un pliego de peticiones. Ese movimiento fue precipitado repentinamente en una asamblea, en la cual, con asistencia de pocos trabajadores, hubo negativa a conceder prórroga a las gestiones de conciliación iniciadas por el Gobierno para lograr una solución.
La huelga de El Teniente tiene una particularidad especial dentro de los conflictos legales. Al cabo de 50 y tantos días de huelga, las conversaciones conducen a que los trabajadores planteen, como su última proposición, un reajuste de 285%, no de sus salarios, sino del aumento del costo de la vida: 185% por conceptos de sueldos y salarios y 100% por beneficios anexos. Por su parte, la compañía ofrecía 100% de aumento del alza del costo de la vida en el rubro sueldos y salarios, y 25% en beneficios anexos.
El señor AMPUERO.-
¡Anda perdido Su Señoría!
El señor CORBALAN (don Salomón).-
Va a tener que ir al colegio de nuevo.
El señor AYLWIN.-
Frente a estos hechos, el Gobierno hizo una proposición que representa un reajuste de salarios de 45 %; y como el alza del costo de la vida en los 15 meses de vigencia del convenio -lo dijo el Honorable señor Corbalán-, fue de 30,9%, el aumento sugerido por el Ejecutivo representaba un reajuste de 147% con relación a la elevación del costo de la vida.
Concretamente, el promedio de salarios de los obreros del mineral El Teniente, de la Braden, es en la actualidad de Eº 583 al mes.
El señor CORBALAN (don Salomón).-
Eso no es cierto.
Tengo los datos a la mano.
El señor AYLWIN.-
Aquí tengo los cuadros con los salarios, señor Senador.
El señor CORBALAN (don Salomón).-
Si desea, podemos revisar después los cuadros.
El señor AYLWIN.-
El Gobierno ha discutido sobre la base de las cifras que estoy dando a conocer.
El señor ALTAMIRANO.-
Que se inserten ambos cuadros en el Diario de Sesiones.
El señor AYLWIN.-
Decía que el promedio de los salarios de los obreros de El Teniente, sin considerar casa y gratificaciones, que fueron aumentadas en la última ley del Cobre, asciende a Eº 583 al mes. Naturalmente, esta cifra puede no ser la ideal, pero, con relación al promedio de los salarios de los trabajadores chilenos, constituye, sin duda, una ventaja excepcional.
Se ha hablado en la Sala del reajuste de las Fuerzas Armadas. Pues bien, ¿cuánto gana el capitán herido ayer en El Salvador? ¡Cuatrocientos escudos mensuales! En otras palabras, un obrero de El Teniente gana en la actualidad, sin el reajuste, 50% más que un capitán de Ejército.
El señor TEITELBOIM.-
Está mal hecho el cálculo.
El señor RODRIGUEZ.-
No ganan más de Eº 500.
El señor CORBALAN (don Salomón).-
¡Esos son los datos del Gobierno!
El señor AYLWIN.-
Son los datos de que yo dispongo...
El señor RODRIGUEZ.-
¿De qué fuente son?
El señor CORBALAN (don Salomón).-
No son verídicos.
El señor AYLWIN.-
Y estos trabajadores, con el reajuste, quedarán ganando el doble de lo que actualmente percibe un capitán de Ejército.
El señor CORBALAN (don Salomón).-
Es un error.
El señor AYLWIN.-
Es justo aumentar los sueldos del personal de las Fuerzas Armadas.
Mientras el común de los trabajadores chilenos, el campesino, el obrero de la industria, el profesor, se ven obligados a aceptar un reajuste limitado por las especiales condiciones de la economía nacional, los obreros de la Braden, de acuerdo con la fórmula propuesta por el Gobierno, obtienen un aumento de 45%, que no representa un reajuste de 100% del alza del costo de la vida, sino de 147%.
El señor CORBALAN (don Salomón).-
Aquí tengo las tarjetas de la Braden. ¿Desea verlas, señor Senador?
El señor AYLWIN.-
Ante estos hechos,...
El señor RODRIGUEZ.-
¿Por qué no ve las tarjetas?
El señor AYLWIN.-
... no se puede afirmar que aquí hay un "tongo", ...
El señor CORBALAN (don Salomón).-
Aquí tengo los datos oficiales.
El señor AYLWIN.-
... que el Gobierno se ha entendido con las compañías o que es sirviente de ellas.
Se ha lanzado a la prensa la afirmación de que el Ministro del Trabajo estaría obstruyendo las gestiones para llegar a acuerdo. Sin embargo, no se dice algo que han reconocido los señores Olivares y Long: que ya estaban en conversaciones secretas con la empresa en los mismos momentos en que la CUT y la CEPCH pedían al Secretario de Estado mencionado que faciiltara un contacto entre los trabajadores y la compañía. ¡Hasta "El Siglo" lo reconoció!
La última proposición de la empresa representa un costo de cinco millones de dólares. La del Gobierno significa, en cifras redondas, un costo de 8 millones de dólares.
Pues bien, frente a esto, la prolongación indefinida de la huelga, ¿debe y puede, con justicia, atribuirse al Gobierno?
Siempre existe justicia en las peticiones de los trabajadores para mejorar sus condiciones; pero la justicia no es absoluta. En política de remuneraciones, ella debe considerarse con relación a la realidad del país y al promedio de remuneraciones existente. Y cuando la mayoría de los asalariados están sujetos a un régimen de remuneraciones distinto, no es justo que algunos pretendan, abusando del poder sindical de que disponen, obtener un tratamiento extraordinariamente preferencial. Y frente a esto viene la huelga de solidaridad.
Debo decir que en los últimos diez años, sólo una vez, en 1961, se produjo una huelga de solidaridad por parte de los trabajadores del cobre. Lo normal es que los conflictos en las distintas compañías del cobre acaezcan en forma separada. Se produce el conflicto y se presenta el pliego de peticiones en una compañía; luego en otra, sin que haya huelgas de solidaridad. Huelga general del cobre hubo en 1955, con motivo de la dictación del Estatuto de los Trabajadores del Cobre. Volvió a producirse otra, con el mismo motivo señalado, en noviembre pasado. Como digo, en los últimos diez años hubo una sola huelga de apoyo, en 1961, de los trabajadores de la Chile Exploration y de la Andes Copper, a los obreros de la Braden. Pues bien, ahora nuevamente asistimos a una huelga de solidaridad.
El señor CORBALAN (don Salomón).-
Hubo otras.
El señor AYLWIN.-
¿Qué determinó ese movimiento de solidaridad?
Si los trabajadores del cobre reconocen el estatuto de preferencia en materia de remuneraciones que tienen con relación al resto de los trabajadores chilenos y uno observa la conducta seguida por la directiva de la Confederación de Trabajadores del Cobre y por los dirigentes de los sindicatos del cobre -quienes han estado obedeciendo en forma permanente a la política del FRAP y, específicamente, la del Partido Socialista en contra de la ley del cobre-, no peca de sospechoso si piensa que esta huelga de solidaridad forma parte de la campaña destinada a controlar lo que el Presidente Freí ha llamado "la viga maestra" de su política económica y a impedir el aumento de la producción necesaria de dicho metal para que Chile enderece su economía y puedan cumplirse los planes del Gobierno.
El señor ALTAMIRANO.-
El aumento se iba a producir en seis años más.
El señor AYLWIN.-
Se ha hecho referencia a ciertos antecedentes dignos de considerar.
Cuando en la sesión del 26 de octubre se votó en la Cámara de Diputados el proyecto de ley del cobre, la Diputada señora Laura Allende dijo -felizmente ella está presente en la sala, pues no me va a desmentir, por cuanto tengo aquí la versión oficial -que ella lamentaba lo ocurrido, y manifestó:
"Chile, que siempre fue en América un estandarte de liberación y esperanza, ha prosternado sus banderas ante el imperialismo.
"Un pueblo, así herido, puede reaccionar de modo inesperado. Como mujer y como madre, temo por lo que vendrá.
"Chile, quizá, va a iniciar su camino hacia las "Sierras Maestras"."
El señor ALTAMIRANO.-
¡Los socialistas somos proféticos en todo lo que hemos dicho, desde el comienzo!
El señor AYLWIN.-
Es curioso que estas palabras resulten confirmadas posteriormente por el Honorable señor Allende, el líder del FRAP y del socialismo chileno y que parece pretender serlo también del socialismo americano.
El Honorable señor Allende, en entrevista concedida a la revista "Desfile", refiriéndose a su intervención en la Conferencia Tricontinental de La Habana, en una parte del reportaje expresa textualmente :
"Dije en La Habana: "La doctrina Johnson constituye para el pueblo chileno, como para todos los países de América Latina, una declaración explícita de que los imperialistas opondrán la violencia a cualquier movimiento popular que en nuestro continente esté en condiciones de alcanzar el poder".
El señor ALTAMIRANO.-
¡Profético!
El señor AYLWIN.-
Más adelante manifiesta:
"Ello determinará también, en consecuencia, nuestra obligación de acentuar la lucha, movilizar las masas, vincular la acción antiimperialista a las reivindicaciones cotidianas de la población, la huelga, la ocupación de tierras, la movilización colectiva y la toma de conciencia de que a la violencia antirrevolucionaria se opondrá la violencia revolucionaria".
El señor TEITELBOIM.-
Se opondrá a la violencia reaccionaria.
El señor CORBALAN (don Salomón).-
Eso es.
El señor AYLWIN.-
No son palabras inventadas.
- (Manifestaciones en tribunas y galerías).
El señor REYES (Presidente).-
Advierto a tribunas y galerías que no está permitido hacer manifestaciones.
El señor AYLWIN.-
Es lo expresado por el Honorable señor Allende.
El señor CORBALAN (don Salomón).-
La violencia reaccionaria es la causa.
El señor AYLWIN.-
Pues bien, no se trata, entonces, de teorías ingeniosas inventadas por "El Mercurio" aquello de que las huelgas ilegales e injustas, prolongadas indefinidamente, en carácter de solidaridad y sin fundamento,...
El señor TEITELBOIM.-
¡Claro: es un invento!
El señor AYLWIN.-
... no sean expresión para Chile de la política de guerrillas decidida en la Conferencia de La Habana.
El señor TEITELBOIM.-
Eso es lo que dice "El Mercurio", y no lo que expresó el Honorable señor Allende.
El señor ALTAMIRANO.-
Exactamente. No es sino la repetición de lo que dice "El Mercurio".
El señor AYLWIN.-
El Honorable señor Teitelboim hizo referencia a la oposición al ejército interamericano. El señor Senador sabe, como todo el país, que nuestro Gobierno fue explícito al expresar su oposición a la creación de dicho ejército.
El señor TEITELBOIM.-
¿Por qué está ahora en Chile? ¿Con la autorización del Gobierno, o sin ella? Porque aquí está.
El señor CORBALAN (don Salomón).-
Está aquí, dando instrucciones a los democratacristianos.
El señor AYLWIN.-
Los hechos de El Salvador son expresión de esto. El Gobierno se ha visto compelido, puesto en una alternativa muy clara y categórica. Nadie ignora que los señores Senadores del FRAP, encabezados por el Honorable señor Allende, hicieron en Chuquicamata cuanto pudieron, durante una semana, para obtener que los trabajadores se declararan en huelga; y no lo consiguieron.
El señor CORBALAN (don Salomón).-
¡Eso no es cierto!
El señor RODRIGUEZ.-
¡Es falso!
El señor AYLWIN.-
El Honorable señor Allende volvió sin haber logrado obtener que los trabajadores de Chuquicamata se declararan en huelga.
El señor ALTAMIRANO.-
Fue a impedir que mataran obreros allí y evitar una masacre.
El señor AYLWIN.-
Y resulta que ayer, según dice un cronista radial -lo expresó a mediodía-, se ha sabido que el Honorable señor Altamirano hizo un llamado al señor alcalde de Calama, creyendo que era el alcalde subrogante socialista.
El señor ALTAMIRANO.-
¡Nunca he llamado al alcalde ni a nadie!
El señor RODRIGUEZ.-
¡Otra falsedad más! Esas son las verdades de Sus Señorías.
El señor ALTAMIRANO.-
¡Jamás he llamado al alcalde de Calama!
El señor AYLWIN.-
Estoy repitiendo lo que dijo un cronista. Desmiéntanlo a él. Según lo que expresó, habría llamado al alcalde de Calama para decirle que había que aprovechar la coyuntura para promover la huelga de los obreros de Chuquicamata.
El señor ALTAMIRANO.-
Pido una interrupción, señor Presidente. Tengo derecho a defenderme, pues he sido aludido por segunda vez.
El señor AYLWIN.-
Al final puede contestar Su Señoría.
El señor RODRIGUEZ.-
Reglamentariamente, tiene derecho a contestar.
El señor ALTAMIRANO.-
Es una afirmación absolutamente falsa.
El señor AYLWIN.-
Frente a todos estos hechos, aquí se ha dado una versión muy especial.
El señor ALTAMIRANO.-
Todo cuanto acaba de decir Su Señoría es falso.
El señor AYLWIN.-
El Honorable señor Fuentealba, en la sesión de hace algunos días explicó y justificó, con nombres y apellidos, cómo proceden en esos minerales ciertos dirigentes- sindicales socialistas que actúan en connivencia con órganos de la compañía.
A pesar de toda esa acción, el jueves los trabajadores de Potrerillos -ya los de Barquito habían vuelto al trabajo y los de Chuquicamata no se habían declarado en huelga-, volvieron, en su gran mayoría, al trabajo. El jueves en la tarde empezaron a volver al trabajo los de El Salvador, y ayer seguían reincorporándose a las faenas. Entonces se activó el intento por impedir ese retorno y obtener que dejaran el trabajo quienes habían vuelto.
El señor MUSALEM.-
Así fue.
El señor CORBALAN (don Salomón).-
No se meta Su Señoría en el debate.
El señor MUSALEM.-
No hablo con Su Señoría.
El señor CORBALAN (don Salomón).-
Sáquese la sangre de la chaqueta, primero.
El señor RODRIGUEZ.-
No converse con nosotros, señor Senador.
El señor AYLWIN.-
El Honorable señor Ampuero ha dado una versión de los hechos ocurridos.
Digo: ¿qué puede hacer un Gobierno que se encuentra frente a una huelga sin justificación como la de El Salvador, pues no sólo es un movimiento ilegal, sino tampoco justo?
El señor ALTAMIRANO.-
¡Matar a todos! Así se termina el problema.
El señor RODRIGUEZ.-
Claro.
El señor AYLWIN.-
¿Qué puede hacer un Gobierno que se encuentra con que los dirigentes sindicales socialistas...
El señor RODRIGUEZ.-
Están presos.
El señor AYLWIN.-
...anuncian que se trata de probar quién manda en Chile en el cobre, si el Gobierno o los trabajadores.
El señor ALTAMIRANO.-
¡Otro chisme!
El señor MUSALEM.-
¿Cómo tienen Sus Señorías el ánimo, todavía, de hacer mofa?
El señor AYLWIN.-
Pregunto qué habría hecho un Gobierno socialista; qué habrían hecho el Gobierno soviético, el Gobierno cubano...
El señor RODRIGUEZ.-
Nacionalizar el cobre.
El señor ALTAMIRANO.-
Exacto.
El señor AYLWIN.-
... frente a una huelga de trabajadores. ¿Se toleran las huelgas en esos países? No sólo no se toleran. No vengan Sus Señorías a hacer escándalo aquí y a intentar un aprovechamiento político de la sangre derramada, que nos duele a todos los chilenos.
El señor TEITELBOIM.-
¿Por qué la derramaron?
El señor AYLWIN.-
Porque aquí se trata de saber dónde está el origen de la responsabilidad.
El señor CORBALAN (don Salomón).-
En la Presidencia de la República.
El señor AYLWIN.-
Muy bien lo declaró hoy día la Federación de Estudiantes de Chile, en un acuerdo tomado por 9 votos contra 1, con los votos democratacristianos y comunistas y la oposición del vocal socialista: "La FECH repudia enérgicamente las causas de este desgraciado hecho que, a nuestro juicio, representa la culminación de un proceso cuyos gestores obstruyen la concreción del cambio social, retrasando la derrota de los enemigos principales de la justicia y el progreso del país, que son la oligarquía y el imperialismo." Procuran esto a través del enfrentamiento de determinados sindicatos y el Gobierno". O sea, se valen de la herramienta sindical,...
El señor TEITELBOIM.-
Es el Gobierno.
El señor CORBALAN (don Salomón).-
Se refiere al Gobierno.
El señor AYLWIN.-
... cuando ya perdieron la confianza en el poder electoral, para tratar de ganar la batalla con esa arma sindical.
Si se trata de responsabilidades, ¿quién originó esta situación? ¿Quién se salió de la ley?
El señor ALTAMIRANO.-
El Gobierno.
El señor AYLWIN.-
¿Quién originó una situación de tensión?
En Potrerillos, cuando se notificó, por el mismo jefe de plaza, la orden de entregar el local sindical, éste se entrego sin contratiempos.
En cambio, ¿qué pasó ayer en El Salvador? Según la versión que yo tengo, también emanada de parlamentarios,...
El señor CORBALAN (don Salomón).-
¡Amañada!
El señor AMPUERO.-
¡No vieron nada!
El señor AYLWIN.-
...a las 14 horas, se dirigieron al local del sindicato de El Salvador, un grupo de detectives, seguidos a cuarenta o cincuenta metros por el Capitán de Ejército señor Alvarado y el Teniente de Carabineros señor Hald, quien tenía 25 hombres de tropa. Más atrás había una agrupación de 60 conscriptos.
El señor AMPUERO.-
¡Como en el Morro de Arica!
El señor AYLWIN.-
Los detectives iban a notificar la orden de requisición del local del sindicato, dictada por el jefe de zona de emergencia en virtud de sus atribuciones legales.
El señor CORBALAN (don Salomón).-
¡Con bombas lacrimógenas!
El señor AYLWIN.-
Cabe hacer notar que una orden igual se había notificado y cumplido en la mañana en el local del sindicato de Potrerillos, sin que hubiera habido incidentes de ninguna naturaleza.
El señor CORBALAN (don Salomón).
¡Con bomban lacrimógenas!
El señor AYLWIN.-
En el interior del local del sindicato había más de trescientas personas, que no dejaron hablar a los detectives, quienes querían explicar la orden, por lo que se adelantaron el Capitán Alvarado y el Teniente Hald. El primero impuso silencio y empezó a leer la orden. Luego exhortó a que ella se cumpliera en forma pacífica, como se había hecho en Potrerillos.
En estas circunstancias, y mientras en la calle se juntaba una poblada, los trabajadores empezaron a proferir gritos injuriosos. De repente, hubo una lluvia de piedras que derribaron al Capitán y al Teniente, dejando a este último malherido. El Capitán Alvarado trató de incorporarse, y en ese momento sonó un disparo y nuevamente se le vio caer, herido. Al ver caídos a los dos jefes, los trabajadores enfrentaron con decisión a la tropa.
Señor Presidente, como ya se acerca la hora de término de la sesión, pediría una prórroga, para poder terminar mis observaciones.
El señor AMPUERO.-
Siempre que tuviéramos oportunidad de replicar.
El señor REYES (Presidente).-
Se requiere unanimidad para prorrogarla hasta por una hora.
El señor AMPUERO.-
Siempre que podamos replicar.
El señor AYLWIN.-
Ustedes han hablado tres horas, y yo, sólo 45 minutos.
El señor RODRÍGUEZ.-
Pero ha dicho muchas mentiras.
El señor AYLWIN.-
Podrían dejarme enterar la hora.
El señor LUENGO.-
Pidan otra sesión especial.
El señor AYLWIN.-
¡Esa es la democracia de Sus Señorías!
El señor ALTAMIRANO.-
Hay acuerdo siempre que nos permitan replicar.
El señor AYLWIN.-
En seguida, en El Salvador hubo disparos al aire por parte de la tropa, y al verse cercados y al tratar de arrebatárseles sus armas, y sin tener jefes, se produjo el tiroteo que causó las víctimas conocidas. La tropa se retiró después, siempre acosada por la turba,...
El señor ALTAMIRANO.-
¡Por la turba...!
El señor AYLWIN.-
...hasta el retén de Carabineros.
Cabe hacer notar que la orden de desalojo no se empezó a cumplir en forma violenta, como se ha sostenido, en ningún momento.
El señor REYES (Presidente).-
Se levanta la sesión.
-Se levantó a las 21.
Dr. Rene Vuskovic Bravo, Jefe de la Redacción.