Labor Parlamentaria
Diario de sesiones
- Alto contraste
Disponemos de documentos desde el año 1965 a la fecha
Índice
- DOCUMENTO
- PORTADA
- V.- TEXTO DEL DEBATE
- APERTURA DE LA SESIÓN
- DEBATE
- 1.- HOMENAJE A LA MEMORIA DEL GENERAL BERNARDO O'HIGGINS EN EL 125 ANIVERSARIO DE SU MUERTE, Y A LA BANDERA NACIONAL, EN SU SESQUICENTENARIO
- HOMENAJE : Jose Felix Garay Figueroa
- HOMENAJE : Blanca Adelina Retamal Contreras
- HOMENAJE : Osvaldo Basso Carvajal
- HOMENAJE : Jorge Antonio Montes Moraga
- HOMENAJE : Jorge Eduardo Osorio Pardo
- HOMENAJE : Victor Emerson Gonzalez Maertens
- HOMENAJE : Mario Francisco Duenas Avaria
- HOMENAJE : Venancio Conuepan Huenchual
- 1.- HOMENAJE A LA MEMORIA DEL GENERAL BERNARDO O'HIGGINS EN EL 125 ANIVERSARIO DE SU MUERTE, Y A LA BANDERA NACIONAL, EN SU SESQUICENTENARIO
- CIERRE DE LA SESIÓN
Notas aclaratorias
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REPUBLICA DE CHILE
CAMARA DE DIPUTADOS
LEGISLATURA EXTRAORDINARIA
Sesión 12ª, en martes 7 de noviembre de 1967
(Especial: de 11 a 12.42 horas)
PRESIDENCIA DEL SEÑOR LORCA, DON ALFREDO.
SECRETARIO SUBROGANTE, EL SEÑOR KAEMPFE;
PROSECRETARIO SUBROGANTE, EL SEÑOR LARRAIN
INDICE
GENERAL BE LA SESION
I.- SUMARIO DEL DEBATE
II.- SUMARIO DE DOCUMENTOS
III.- ACTAS DE LAS SESIONES ANTERIORES
IV.- DOCUMENTOS DE LA CUENTA
V.- TEXTO DEL DEBATE
I.- SUMARIO DEL DEBATE
II.- SUMARIO DE DOCUMENTOS
No hubo Cuenta.
V.-TEXTO DEL DEBATE
-Se abrió la sesión a las 11 horas.
El señor LORCA, don Alfredo (Presidente).-
En el nombre de Dios, se abre la sesión.
Se va a dar lectura a la Cuenta.
Las Actas de las sesiones 9ª, 10ª, y 11ª, están a disposición de los señores Diputados.
1.-HOMENAJE A LA MEMORIA DEL GENERAL BERNARDO O'HIGGINS EN EL 125 ANIVERSARIO DE SU MUERTE, Y A LA BANDERA NACIONAL, EN SU SESQUICENTENARIO
El señor LORCA, don Alfredo (Presidente).-
En conformidad con el objeto de la presente sesión, corresponde rendir "homenaje a la memoria del General Bernardo O'Higgins, con motivo de cumplirse el 125° aniversario de su muerte, y a la bandera chilena, en la conmemoración de su sesquicentenario".
De acuerdo con las disposiciones reglamentarias, el primer turno corresponde al Comité Demócrata Cristiano.
El señor GARAY.-
Pido la palabra, señor Presidente.
El señor LORCA, don Alfredo (Presidente).-
Tiene la palabra Su Señoría.
El señor GARAY (de pie).-
Señor Presidente, con enorme y profunda satisfacción ciudadana hemos asistido, en estos días, a dos acontecimientos nacionales que han tocado las fibras más íntimas de nuestra nacionalidad. En medio del fragor de la lucha política y de la lucha social, que van buscando los nuevos caminos que Chile anhela para la liberación de las grandes mayorías populares, muchas veces cercados por los intereses creados, que tratan inútilmente de seguir sirviendo a círculos privilegiados; cuando, con mayor frecuencia que lo necesario, se pretende desconocer los avances revolucionarios que vive el país en la actualidad; cuando un odio reconcentrado se apodera de quienes no manejan el poder; dos hechos históricos de trascendencia fundamental parecen haberse conjugado para que ellos nos per- mitán detenernos un instante y meditar sobre el hecho cierto de cómo la historia de los pueblos se va repitiendo una y otra vez, pero sin detener las ansias de progreso de nuestras comunidades pujantes que buscan porvenir.
Primero, fue el año 1817 el que viera nacer un emblema, un símbolo, un motivo de unión nacional indestructible. Después, el año 1842, fecha en que ocurrió la desaparición del hombre que forjó la chilenidad., la que, sin reparar en sacrificios de todo orden, contribuyó, poderosa y definitivamente, a consolidar, con espíritu eterno, nuestro bello país, su estructura política, sus bases administrativas, su conformación legal y su ejemplar democracia. Parece que la historia hubiera querido juntar en fraterno abrazo hechos que sirvieran perennemente de ejemplo ciudadano. Ello me movió, señor Presidente, a solicitar de la Honorable Cámara y de mis colegas esta sesión especial, precisamente para recordar en ella, señeramente, estos motivos de conmemoración ciudadana; ya que los pueblos necesitan destacarlos, nutriéndose, al mismo tiempo, en el pasado, para extraer de él las lecciones que afiancen su fervor en la democracia, el buen uso de la libertad, la comprensión del momento que vivimos y puedan encontrar así, en el sincero entendimiento, la unión de las patrias latinoamericanas para el bien de sus pueblos y de la humanidad.
Y al recordar, en el día de hoy, en este templo de la ley, los hechos insinuados, teniendo siempre presente que la insignia del blanco, azul y rojo ha sido testigo de nuestro progreso y de nuestra evolución democrática, destaco, en esta ocasión, la augusta figura del Padre de la Patria, de aquél que nos legara su ejemplo de virtudes ciudadanas y que actuara increíblemente en cuanta actividad fuera necesaria para consolidar la independencia política de Chile.
Las más esclarecidas plumas de la patria, en todos los tiempos, han cantado y realzado la figura solemne del procer. Recordamos la emoción y la belleza que ellas traducen, pues esas estrofas, esa música, esas palabras, la oración y la promesa que brotan espontáneas de nuestros espíritus, nos llaman, a través del vivificante ejemplo de O'Higgins, a superarnos en demanda de creciente progreso para nuestro pueblo y una vida más justa y humana para todos los chilenos.
Como una identificación con los valores superiores de nuestro pueblo, en estos días evocamos el nombre de O'Higgins, renovando los altos ideales forjados y legados por él a ese mismo pueblo.
El 24 de octubre de 1842 cerraba los ojos a la vida terrena para entrar de lleno en el tribunal eterno de la recordación el que fuera gran patriota, político desinteresado y militar generoso. Un siglo y cuarto nos separa de ese momento en que, en la calle Espaderos, en la siempre histórica y venerada e incaica Lima, partiera el hombre que poderosamente contribuyó con su inteligencia, su pluma y su espada a la liberación de muchos pueblos de nuestra América.
¿Cómo no recordar los hechos guerreros que dieron fama y gloría al valor, la decisión y el patriotismo de las tropas de nuestros ejércitos? ¿Cómo no citar, una y muchas veces, los hechos, las frases y las actitudes de ese hombre y de muchos otros chilenos, que nos legaron espíritu esencialmente nacional? ¿Cómo olvidar verdaderas lecciones de democracia, de amor al pueblo y de servicio a la comunidad? Si grandes fueron y seguirán siendo los hermanos Carrera, el General Freire, Martínez de Rosas, Miguel Zañartu, José Antonio Rodríguez, Zenteno y tantos otros, el recuerdo de cuyas acciones guarda con respeto venerado la historia de nuestro país, pensamos, sin duda alguna, que ningún hijo de nuestro Chile aventaja a Bernardo O'Higgins en servicios a la patria y en ejemplos de valor y decisión como él lo hiciera.
Siendo un adolescente, se traslada a Inglaterra, donde toma contacto con ese gran americanista que fuera el General venezolano Francisco de Miranda, quien, junto a Bolívar, contribuyera a levantar el espíritu definitivo de la independencia de nuestros pueblos. Recordemos que de esas lecciones, recibidas junto a la formación de disciplina y entrega a los intereses generales de las comunidades, O'Higgins aprendió, con esos maestros, los principios de la liberación, las tácticas y la estrategia de la lucha, aquello de heroico y generoso que representa las grandes ideas. De esos contactos, O'Higgins trajo hasta instrucciones escritas, que después aplicaría en la gesta de nuestra independencia. Opiniones del gran Francisco de Miranda ya hicieron pensar que O'Higgins poseía las condiciones de líder y conductor, de las que hiciera demostración más tarde, al cumplir su parte en la liberación del continente.
Llegado a la Patria, tomó contacto con las fuerzas patriotas, ya diseminadas por el territorio. En Concepción, junto a Martínez de Rozas, da ejemplo de su decisión y entusiasmo en la preparación, junto con otros patriotas, de las jornadas que llevarían a la proclamación de la independencia de 1810. La hacienda "Canteras", que poseía en Los Angeles se transformó rápidamente en un brillante centro de actividad patriota. Allí O'Higgins crea dos de los primeros regimientos que actuarían después en las jornadas de la Independencia.
Proclamada nuestra Independencia en 1810, O'Higgins actúa con definido concepto democrático en las luchas cívicas. Y es así como vemos que, al inaugurarse el primer Congreso Nacional, en julio de 1811, don Bernardo ocupa uno de sus asientos como Diputadopor Laja. Su nombre aparece inscrito en la lista de los eminentes ciudadanos que fueron los primeros en formar parte de nuestra Cámara de Diputados. Allí está, entre otros ilustres nombres, en uno de los cuadros que adornan la Sala de la Presidencia de nuestra Cámara.
En el debate parlamentario sostiene, con ardor y vehemencia, la necesidad de la total emancipación del país; y hace fe de los principios democráticos y de la fuerza incontrarrestable del poder del pueblo, manifestado en las urnas. Tan profundos y encarnados tenía en sus ideas y convicciones estos principios, que son históricos, que ante el requerimiento que le hiciera José Miguel Carrera, al proponerlo como miembro de la Junta, ese año tomaba el mando del país. Dadas las circunstancias históricas del momento que vivía el país, O'Higgins integró esta Junta con Carrera y Martínez de Rozas. Sin embargo, poco después resigna el cargo de vocal, porque "su autoridad no descansa en la voluntad popular ni el mandato del pueblo". Quizás la investigación histórica de esta resignación pudiera ser la clave de lo que años después ocurriría en Rancagua y la inútil espera de los sitiados.
Renunciado O'Higgins, se dirige de inmediato a Concepción, y con su presencia y autoridad evita una lucha fratricida. i Así entendía su acción de patriota, posponiendo cualquier actitud personalista a los superiores intereses de la naciente comunidad! ¡ Cuántos deberían recordar hoy día esta acción del gran O'Higgins!
Decide, sin embargo, tomar contacto con un fogueado y experto militar, Juan Mackenna, cuyos consejos e instrucciones lo hacen militar. Desde entonces, su espada queda al servicio de la Patria, y comienza a escribir las páginas guerreras más brillantes de la historia de nuestro país. El soldado valeroso electriza a sus tropas y, unas tras otras, se suman las acciones de El Roble, Rancagua, la famosa "desobediencia" de Chacabuco y Cancha Rayada, las que, por el genio natural de O'Higgins, se transforman en gestas y proezas. Pasan también a la historia sus frases famosas, sus órdenes, que fueron capaces de transformar lo que parecían derrotas en victorias resonantes. "O vivir con honor o morir con gloria"; "el que sea valiente que me siga", han resonado como vivificante ejemplo de lo que puede la decisión al servicio de las grandes causas. El GeneralJosé Miguel Carrera lo define, en el parte de la batálla de El Roble, como "el primer soldado capaz por si solo de reconcentrar y unir los tiempos y las glorias de Chile". Cuando se le distingue para designarlo al mando en Jefe, lo declina primero, para ceder después, dadas las circunstancias en que vive Chile. El sabe que no es propiamente un militar y que otros pueden hacerlo mejor. Tomado el mando, tiene la virtud, basada en su humildad, de hacerse asesorar por los mejores. Obtiene así lo que buscaba: el servicio generoso a la gran causa de la consolidación de la Independencia.
Vienen, después, horas de desesperación y graves preocupaciones. La reacción realista hace concebir planes de gran significado militar y de hondo contenido de futuro patrio. Concibe, entonces, junto a San Martín, una de las más atrevidas empresas militares: el paso de los Andes con el Ejército Libertador, proeza realizada sin dificultades, gracias a la sagacidad y precisión de ambos grandes jefes. Así caen en Chacabuco. y, por fin, Maipú. En aquélla toma para Chile el laurel de la victoria, quizá si atrepellando principios de la ciencia de la guerra; pero dando paso al vuelo de su alma hacia la libertad de la Patria.
Asume el Mando Supremo de la Nación y le corresponde una época dura y difícil, pues debe organizar la Nación, destruir privilegios, crear impuestos, defender la vida de la naciente República y la suya propia. Seis veces se atenta contra su vida. Logra robustecer la idea republicana cuando poderosos intereses pensaban en la monarquía para Chile y el continente. Pero O'Higgins no descansa y mira más allá de las fronteras. Estima indispensable para la estabilidad definitiva destruir y terminar cualquier foco realista. La hermana República del Perú aún no obtiene la victoria final y es necesario satisfacer su pedido.
Se organiza la Primera Escuadra Nacional, representada en un cuadro famoso, debido al magistral pincel de Somerscales, que adorna la Sala de Sesiones de esta Honorable Cámara. Desde sus balbuceos, pasa a ser señora del Pacífico y, por ello, no es raro que, en ese memorable día en que O'Higgins la ve partir rumbo al norte, llevando el mensaje fraternal de Chile a sus hermanos del Perú, el procer, con toda propiedad y justeza, lanzara, desde los cerros de Valparaíso, aquella su famosa frase, que resume no sólo su inquietud, sino la certeza de su juicio: "De esas cuatro tablas depende el destino de América". Pero estaba tranquilo, pues aquellas "pobres tablas" iban al mando de ese gran patriota que fuera el Almirante don Manuel Blanco Encalada.
En su vehemente deseo de consolidación de la independencia y mirando siempre al porvenir, funda la Escuela Militar, esa obra que sigue y seguirá siendo el sano orgullo de nuestro pueblo y de nuestra nacionalidad.
Nada escapa a su acción. A pesar de la tremenda actividad que exige la balbuciente Nación, apremiada por una economía incipiente, propia de los comienzos, se da tiempo para trazar y concebir obras señeras para la capital, principalmente la Alameda de Santiago y hasta el Cementerio General. Nada escapa a sus deseos de realizaciones.
Sin embargo, como en todos los tiempos, la intriga y la infamia cumplen su papel ingrato y desolador. Ayer como hoy, las fuerzas oscuras traman, piensan y urden en la sombra de las noches. Sus adversarios políticos no cejan y, a pesar de reconocer, en el fondo de sus conciencias, la obra grandiosa del Director Supremo, lo llevan a su abdicación. O'Higgins no ejercía el poder por ambiciones, ni personalismo; lo ejerció en función de la Patria y por un deber imperativo, que las circunstancias le impusieron. Su abdicación fue un nuevo ejemplo de servicio al país para evitar graves disensiones. Pero debemos anotar que al violentar su uniforme de Director Supremo y hacer saltar sus botones, ello simboliza, hasta hoy día y para siempre, el latigazo del ciudadano justo ante la maldad de aquellos que no ocultan sus desmedidas ansias de poder. Al final de sus servicios, se le señala con justicia como el "Padre de la Patria".
Pero si bien las circunstancias creadas por dudosos políticos lo alejan de la Patria, otra patria lo acoge. Mientras la suya demuestra ingratitud, la otra le abre los brazos para rendirle el homenaje de su admiración y reconocimiento. Desde entonces. vive en su hacienda Montalván, generosamente entregada por el Gobierno peruano.
Desde allí, piensa sin medida en su patria. Ofrece a Bolívar su espada para Méjico, a fin de continuar así la consolidación de la independencia continental.
El LibertadorBolívar profesaba a O'Higgins no sólo una profunda amistad, sino que admiraba sus condiciones de estratego y su valor indomable. Por eso, siempre la imagen del procer aparecía en sus planes para terminar la emancipación de toda América. Esta circunstancia hizo que Bolívar deseara que O'Higgins regresara a Chile a cumplir una misión específica.
Hay hechos en la historia patria que, siendo de importancia trascendental, son poco conocidos y apreciados por la inmensa mayoría de los chilenos. Quiero recordar someramente dos de ellos, pues como representante de Chiloé, en esta Honorable Cámara, siento el sano orgullo de que mi tierra haya jugado un papel preponderante en la historia de mi país. Ambos hechos tienen conexión íntima.
La historia reconoce como cierto para la inmensa mayoría de los latinoamericanos, que el último baluarte español en América cayó en Ayacucho en 1824. Sin embargo, no se quiere recordar que uno y medio años después sucedió ese hecho histórico al caer batido, en los campos de Bellavista y Pudeto, el bastión de Chiloé al mando del valeroso y justo General Antonio de Quintanilla, último Gobernador español de la América Hispana. El General Freire había enviado una primera expedición en 1825, la que fracasó ruidosamente, siendo derrotadas sus fuerzas en Ulocopulli. Ya antes el Almirante Cochrane había tratado infructuosamente de tomarse la playa de Ancud, pero hubo de ceder ante la puntería de los cañones de los fuertes de Corona, Ajuí y San Antonio. Bolívar estaba deseoso de terminar con ese bastión español, el último que existía en América, que amenazaba con encender, en cualquier momento, la mecha de la rebelión de los elementos prorrealistas. De allí que, fracasado Cochrane y la primera expedición chilena, Bolívar le escribiera a Freire diciéndole que, si las fuerzas chilenas no eran capaces de terminar con Quintanilla, él vendría con sus tropas a reducirlo. De allí que la segunda expedición, efectuada en enero de 1826 y comandada por el propio Freire, anexó definitivamente Chiloé al territorio nacional. Se designó como primer Gobernador chileno al Coronel José Santiago Aldunate, después de firmado el Tratado de Tantauco.
Este hecho sirvió de nexo al segundo. La República había caído en una verdadera anarquía financiera y política, y el General Freire sentía ya la imposibilidad de dominar la situación. O'Higgins estaba perfectamente informado de los acontecimientos y sufría por su patria lejana. Se planeó, entonces, una conspiración para reponer a O'Higgins en el poder y, para ello, los conspiradores enviaron a Ancud a Pedro Aldunate, hermano del Gobernador. Don José Santiago rechazó indignado la petición de su hermano. Entonces, éste se dirigió a Lima a entrevistarse con O'Higgins y sus amigos. Allí se supo que Chiloé se había levantado en contra del Coronel Aldunate, a quien habían enviado a Chile. O'Higgins se aprestó, entonces, apoyado por Bolívar, para venirse con sus amigos a Ancud, para dirigir el avance hacia Valdivia y continuar a Santiago. Pero no se llevó a efecto esta parte del plan, pues el Gobierno chileno envió tropas al archipiélago, las que, tras cruenta lucha lograron dominar la situación. Así terminó esta aventura chilota, creada exclusivamente para reponer en el poder al gran Bernardo O'Higgins.
Señor Presidente, la historia de este patriota insigne pertenece a nuestra nacionalidad ; es parte de nosotros mismos. Tal vez mis palabras sean muy modestas para referirme a este preclaro hijo de Chillán. Grandes chilenos han dado su opinión.
José Miguel Infante manifestó: "Fue el fundador de nuestra independencia." El VicepresidenteEyzaguirre dijo de él: "Las mayores glorias de la patria son debidas a su persona." Vicuña Mackenna, al rendirle tributo en el recinto del Congreso, vertió las mayores alabanzas que se hayan conocido. En 1844 el Congreso Nacional le prodigó, en justicia, los mayores elogios que jamás chileno alguno haya recibido de su parte. El escritor Orrego Vicuña expresó: "PadreBernardo O'Higgins, eres uno con la patria inmortal."
O'Higgins es la sublimación de la nacionalidad y el ejemplo vivo y permanente para la juventud chilena que ama a su patria; para sus trabajadores que la desean grande y para los políticos que buscan generosamente la perfección de sus ideales.
Vaya también, una vez más, nuestro reconocimiento a la hermana República del Perú, que, en los momentos amargos del Padre de la Patria, supo acogerlo y rendirle los honores que en vida Chile no le dio. El gesto peruano de entregarle Montalván y otorgarle el título de Mariscal del Perú, son actitudes que los chilenos jamás podremos olvidar.
Señor Presidente, al rendir esta mañana, en representación del Partido Demócrata Cristiano, este homenaje al Padre de la Patria, don Bernardo O'Higgins, séame permitido, en nombre de mis colegas de banco y en el mío propio, decirle al país, a sus ciudadanos, que sólo teniendo presente el amor ilimitado de sus hijos se puede obtener las satisfacciones que todos esperan; sólo en el trabajo fecundo y en la disposición permanente para su progreso, reside el secreto de las grandes realizaciones. El tesón de O'Higgins y su convicción en los altos destinos a que debía llegar Chile, hicieron posible que lo entregara todo, sin restricciones, al servicio de sus ideales de insigne patriota y gran militar.
¡Nos inclinamos reverentes ante la majestad de su ejemplo!
He dicho.
El señor LORCA, don Alfredo (Presidente).-
Tiene la palabra la señora Blanca Retamal.
La señora RETAMAL (de pie).-
Señor Presidente, todos los países del mundo tienen un símbolo que los representa: su bandera. Por ese símbolo, sus hijos luchan, viven y mueren en las contiendas guerreras. Por ese símbolo, en la paz, dan lo mejor de sí mismos para "homenajearla", porque representa las tradiciones, idiomas, anhelos, valores, esperanzas y virtudes de cada "Patria".
Así también, nuestra nación, al dar sus primeros pasos de país libre, se presenta al concierto de las naciones del mundo, por primera vez, el 4 de julio de 1812, con su bandera de tres fajas paralelas, azul, blanco y amarillo. Durante el primer Gobierno de don José Miguel Carrera, esta bandera vino a reemplazar los viejos símbolos de la monarquía. Y cuenta la historia que doña Javiera Carrera, aquella gran mujer patriota, estímulo y respaldo de sus hermanos, tuvo la responsabilidad de la confección de nuestro pabellón, dándolo a conocer, amar, respetar y defender a los habitantes de aquel tiempo.
Esta bandera, inspiración de libertad, acompañó a los patriotas durante todas las vicisitudes y alegrías de la Patria Vieja, cayendo destrozada juntos a ellos en el sitio de Rancagua.
El 28 de mayo de 1817, el DirectorSupremo don Bernardo O'Higgins adoptó, como bandera del Estado, un pabellón tricolor de igual forma que el anterior, cambiando sólo la franja de color amarillo por una roja; nació, así, la que se conoce como bandera de transición.
A fines de ese mismo año, el 19 de noviembre, ya cimentada la nacionalidad, nació nuestra actual bandera nacional, correspondiéndole instaurarla a don José Ignacio Zenteno, quien fuera Ministro de la Guerra durante el Gobierno de don Bernardo O'Higgins, Entregando así el diseño definitivo de la bandera a todo el territorio chileno. ¡ 1817! j Cuántas primaveras han pasado para nuestra nación. . . !, y en todas ellas, hermosa y gallarda, nuestra bandera ha flameado al viento en las escuelas, en los retenes de los campos, en las ciudades, en los cuarteles, en los buques y embajadas, y en cada casa de los chilenos enamorados de su bandera. El 20 de octubre del año en curso, al cumplirse el sesquicentenario de la instauración de la actual bandera nacional, en esta fecha solemne para todos los chilenos, diversos países del mundo testimoniaron el afecto y el cariño que sienten por nuestro país; y es así como el mismo día 20 de octubre, el Excelentísimo Embajador del Japón, señor Satoru Takahashi, en nombre de su país, entregó a la ciudad de Santiago una inmensa y hermosa bandera nacional. Pero este homenaje implica mucho más que el afecto que sienten esa nación y todos los países por el nuestro; significa también el reconocimiento del amor, cariño y respeto que sentimos los chilenos por nuestra Patria y la divisa que la representa.
Durante la semana del 16 al 21 de octubre, en todos los pueblos y ciudades de nuestra Patria, de norte a sur, de mar a cordillera, se celebraron magníficos actos destacados por la prensa, la radio y la televisión. El sábado 21, a las 11 de la mañana, en la Plaza Bulnes, en un gran acto cívico, a los sones de nuestro himno patrio, se izaron al mismo tiempo varias banderas chilenas alrededor de los jardines, frente al Palacio de La Moneda. En aquel acto grandioso por su significado, en el que estaban las más altas autoridades civiles y militares, nosotros, el pueblo, empapados en ese ambiente de chilenidad y patriotismo, nos parecía que las trompetas tocaban más hermosas y que las bandas invitaban a la vida límpida y optimista, llamando a la unidad, al trabajo y al sacrificio; nos parecía que estábamos arrullando a la Patria. Yo creo muy sinceramente que muchos, al ver flamear nuestra bandera, que representa la belleza de nuestra tierra, mar y cielo, la inteligencia de nuestro pueblo y la bravura de nuestros patriotas, han recordado, sin quererlo, los versos de aquella poesía de nuestro gran novelista, dramaturgo y poeta Víctor Domingo Silva "Al pie de la Bandera". Cómo no recordar el grito de alegría y de entusiasmo, cuando nos dice:
"¡ Ciudadanos!
"¿Qué nos une en este instante, quién nos
[llama,
"encendidas las pupilas y frenéticas las
[manos?
"¿A qué viene ese clamor que por el aire
[se derrama
"y retumba en el confín?
"No es el trueno del cañón,
"no es el canto del clarín:
"es el épico estandarte, es la espléndida
[oriflama,
"es el patrio pabellón "que halla en cada ciudadano un paladín.
"¡ Oh bandera!
"¡ La querida, la sin mancha, la primera "entre todas las que he visto! ¡ Cómo sien-
[to resonar,
"no en mi oído, sino dentro de mi ardiente
[corazón,
"tu murmullo
"que es alerta y es arrullo."
Sin embargo, en los siguientes versos parece que el poeta vaticinara el comportamiento antipatriota, al decir:
"¡Oh bandera! ¡Trapo santo! "Hay ingratos que te niegan, que se burilan del encanto "en que envuelves y fascinas, que no encienden el lenguaje "de tu risa y de tu llanto."
Y en estos versos parece que se censuran hechos desagradables, enojosos, que violentan el espíritu ciudadano, al comprobar que, en nuestro país, existen grupos que se dejan arrastrar por tendencias foráneas y no vacilan en ofender gravemente el honor nacional.
Los hechos ocurridos en la Universidad de Concepción y posteriormente en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, dejan un amargo sabor pues quienes hoy cometen estos actos son aquéllos a los que, precisamente, la sociedad y la patria les está dando la posibilidad de realizarse plenamente, y entregándole las herramientas de la cultura y la técnica, las ciencias y las artes, para que así puedan enfrentar la vida con mayores posibilidades en el resto de los chilenos y entregar a éstos sus conocimientos.
Nuestro país, ejemplo de democracia y le justicia, es respetuoso por tradición de los valores morales y espirituales de todas las naciones del mundo, como también de las ideas y tendencias políticas o religiosas que en ellas imperan. Por eso, no podemos dejar de reprobar y repudiar el vejamen inferido a la bandera nacional, pues respetamos las ideas siempre que se practiquen en la legalidad y no lesionen el interés nacional.
Todo patriota bien inspirado, que desea el bienestar de sus conciudadanos en el desenvolvimiento político, cultural, económico y social, en libertad, justicia y democracia, no debe jamás posponer la bandera de su Patria a otra extranjera. Si se carece de amor, respeto y fe en su tierra, en su pueblo y en su emblema, no se tendrá el empuje, ni el coraje desinteresado, decidido y fraterno para enfrentar los problemas de la comunidad, ni el concurso de los demás para resolverlos.
Quisiera que la actitud de estos muchachos, felizmente escasos entre los que representan el futuro de la patria, se debió únicamente a un acto irreflexivo, que no revela, por cierto, en absoluto, el pensamiento mayoritario de nuestra juventud, pues en este país, tan hermoso, de tantas posibilidades, todos debemos preocuparnos de marcar una senda de prosperidad en bien del futuro de la Patria. Ya somos una historia, una comunidad, unida por los siglos a esta santa enseña de colores, que nos abraza, nos cobija, nos inspira y nos conforta. Que sea ella la que guíe nuestros pasos; pues ella fortaleció a nuestros abuelos, y que sea a ella a la que vean nuestros descendientes. Como alguien dijo: "Ella es nuestra estirpe y, aunque no la recordemos, ha estado siempre presente cada vez que un chileno plantó un árbol, promulgó una ley o dio nombre a un niño, cada vez que hicimos patria.".
Por esta razón, los chilenos que comprendemos en profundidad lo que significa vivir libres, pero no en libertinaje, debemos prevenir que nuestro suelo, que nuestro pueblo, no sea tierra de cultivo de otros principios, fines y costumbres que vengan a trastrocar nuestra autenticidad de hombres, por el espejismo del "confort" material al precio de perder nuestros sentimientos y razón de vivir, de vivir en libertad. ¡ Que los hombres de hoy ni los del mañana, por comodidad vayan a perderte, porque este emblema nuestro de la estrella solitaria es el que ha iluminado en las noches frías del invierno y en las de plena luna a través de todas las generaciones la gigantesca obra común de hacer florecer nuestro suelo, surcar el mar, y cruzar el cielo para dar cultura, justicia y libertad a nuestros compatriotas.
Señor Presidente, termino estos conceptos, en nombre de los parlamentarios del Partido Demócrata Cristiano, con estas simples palabras con que hoy rendimos un sentido homenaje a nuestra bandera nacional.
He dicho.
El señor LORCA, don Alfredo (Presidente).-
Tiene la palabra el señor Basso.
El señor BASSO (de pie).-
Señor Presidente, ardua empresa se acomete, ciertamente, al pretender la formulación de una semblanza, aun la más leve, de los rasgos esenciales que hasta hoy trascienden, de la figura epónima de nuestra nacionalidad, el General Bernardo O'Higgins, en esta ocasión de tan solemne significación y de tan gratas evocaciones cívicas.
Ilustradas intervenciones se han dejado oír en este recinto de altiva estirpe republicana, para realzar la conmemoración de un nuevo aniversario de la muerte del patriota insigne. Ello no obstante, no nos excusa de cumplir con un imperativo de gratitud ciudadana hacia quien el juicio histórico reconoce como el artífice decisivo de la gesta emancipadora de Chile, y nos ofrece, por el contrario, un valioso acicate para decantar el acervo de su áureo patrimonio moral, refiriéndonos incidental- mente a aquéllas de sus virtudes que perfilaron los contornos indelebles de su recia personalidad.
En la alborada libertadora lució O'Higgins su temple de patriota insobornable, y luchó con decisión inquebrantable contra el coloniaje, la tiranía, la ignorancia y la esclavitud moral. Combatió con ímpetu admirable a la monarquía, porque en este régimen advertía la causa de la degradación de los pueblos, y asumió en los instantes aciagos la dura responsabilidad de restablecer la moral quebrantada de un pueblo en derrota para alcanzar luego, tras cruenta lucha, la victoria que tanto anhelaba para sus compatriotas.
Su conducta rectora de la campaña de liberación es consecuencia íntima de su penetrante inteligencia, de su carácter altivo e indomable y de la perseverancia de su acción vigorosa, que contribuyen a sustentar el recuerdo legendario de su actuación fulgurante.
Luego del triunfo de las armas patriotas en Chacabuco, el valeroso soldado deviene en visionario estadista, y a sus principios cardinales del honor, de la lealtad, se suman en esta nueva etapa de su acción pujante, un irreductible idealismo y una abnegación cívica que habrán de constituir en el curso de 'su existencia los fundamentos de su Gobierno renovador, de los que dan fe estas palabras suyas : "Echemos al eterno olvido esos mezquinos personalismos que por sí solos son bastantes para hacer la ruina de los pueblos. Yo exijo de vosotros aquella confianza recíproca sin la cual el Gobierno, en la impotencia de la autoridad, se ve obligado a degenerar en despotismo. No perdamos los laureles adquiridos con tanto sacrificio".
Profundos conceptos éstos, que trasuntan un generoso llamado a la concordia y a la unidad, pero que fueron desoídos por la sociedad de la época, que rehusaba las reformas impulsadas por el Director Supremo, quien sostiene con serena convicción que la función de gobernante deben desempeñarla los más cultos, los más virtuosos, los más capaces.
El Poder no constituye para él una obsesión, pero una vez alcanzado no pudo excusarse de ejercerlo y su Administración la llevó a efecto con admirable entereza y nítida conciencia de sus deberes cívicos. A su juicio, la autoridad debía servir el interés común y no a subalternas ambiciones.
Premunido de un profundo sentido social, dio justa valoración al hombre en cuanto a elemento integrante de la comunidad, y los más humildes supieron de su afectuosa protección. Sostuvo enfáticamente que todos los ciudadanos debían disfrutar de las mismas posibilidades de superación.
Y lo que es aún más trascendente, preconizó con irreductible voluntad el advenimiento de una República cimentada en un régimen constitucional que ofreciera amplias garantías a todos los sectores políticos, religiosos y sociales. Consecuencia de tan arraigada convicción fue, a no dudarlo, la abolición de los mayorazgos, de los títulos nobiliarios y de los escudos de armas, medida que, en opinión de historiadores y comentaristas, habría de originarle graves y definitivos entorpecimientos a su Gobierno.
Sin embargo, nada le arredró en su gestión reformadora. Pero siguió imperturbable la áspera tarea que voluntariamente se había impuesto y su espíritu realizador y constructivo lo movió a elaborar un proyecto de Constitución Provisoria para el Estado de Chile, que fue sancionado solemnemente el 23 de octubre de 1818, y en cuyos acápites iniciales expresaba: "Jamás se dirá de Chile que, al formar las bases de su Gobierno, rompió los justos límites de la equidad; que puso sus cimientos sobre la injusticia; ni que se procuró constituir sobre las agravios de una mitad de sus habitantes."
Su preocupación preferente por los humildes se advierte generosamente en el artículo 13 de la Constitución sancionada, que decía: "Todo individuo de la sociedad tiene incontestable derecho a ser garantido en el goce de su tranquilidad y felicidad por el Director Supremo y demás funcionarios públicos del Estado, quienes están esencialmente obligados a aliviar la miseria de los desgraciados y proporcionarles a todos los caminos de la prosperidad."
Digna profesión de fe democrática y de amor a su pueblo, del vehemente Diputado por Los Angeles de 1812 y, a la sazón, conductor indiscutido de la naciente República hacia su destino superior.
Propulsó en su administración progresista, junto al idealismo de sus principios libertarios, iniciativas, reformas e instituciones de tal magnitud que hasta hoy perduran sus benéficos efectos en la marcha de la Nación. La educación y la hacienda pública; las obras públicas y la salubridad; la cultura y el progreso intelectual, constituyeron objetivos preferentes de su acción creadora; y sorteando escollos que a muchos hubieran hecho desistir de tan magna empresa, trazó los fundamentos de la organización interna de la República.
Sin embargo, el Director Supremo comprendía que la situación política y social que enfrentaba el país requería el establecimiento de nuevas normas institucionales, que interpretaran los anhelos ciudadanos, y se apresuró a elaborar un nuevo texto constitucional que habría de ser sancionado en 1822 como Ley Fundamental de la República.
Y, una vez más, su inspiración libertaria y democrática inspiró los preceptos esenciales del nuevo Estatuto Republicano. De ello es prueba irredargüible esta reafirmación de sus convicciones cívicas inalterables, formulada ante la apertura de la Convención de 1822, la que había de culminar con la promulgación de la nueva Constitución en octubre del mismo año y que, en opinión de don Diego Barros Arana, es el mejor Código Constitucional elaborado hasta 1828: "Vuestros votos y los míos están satisfechos. Ya está instalada y empieza sus latas funciones la Convención del Estado. En ella reside desde este instante toda la autoridad que le han confiado los pueblos. Veneremos sus disposiciones. Mis brazos y los de mis compañeros de armas las harán respetar. Vais a poner los cimientos de la ley fundamental, que es la alianza entre el gobierno y el pueblo."
Cada episodio de la agitada existencia del procer es una admirable lección de elevado patriotismo, de abnegado servicio al pueblo de sus afectos, único depositario de sus anhelos de progreso, de sus ambiciones de paz, de sus sueños de libertad definitiva y anchurosa.
Sobrellevó la amargura de la incomprensión con la misma entereza y valor con que arriesgó su vida en las cruentas campañas de la alborada revolucionaria.
Al declinar ya su ejecutoria tutelar, evoca en la lejanía del tiempo la dura jornada de la fundación de la República: "La recibí, dice, aún esclavizada; os la entrego libre y ceñida de laureles; pero en su infancia y con débiles principios. Toca a vuestras virtudes y a vuestras sabiduría engrandecerla, enriquecerla, educarla e ilustrarla."
Empero, la grandeza de su alma, forjada en las amargas lides de la adversidad, queda expuesta en toda su anchurosa dimensión, en el mensaje emotivo y vibrante por el que envía postrera y cálida despedida a quienes fueron sus compañeros de armas y a sus conciudadanos al partir al exilio.
De este memorable episodio el historiador don Jaime Eyzaguirre expresa lo que sigue;
"El capitán de la embarcación británica se aprestaba a rendir a su pasajero honores de artillería, pero éste alcanzó a tiempo a impedirlo. Quería que el silencio y hasta el olvido de su persona acompañara los últimos instantes que aún le quedaban en la patria. Había sufrido mucho y seguía sufriendo todavía en la intimidad del alma. Y en ese instante de desgarramiento supremo en que, echadas las velas al viento, la nave fue alejándose hasta perder de vista la tierra chilena; quizás si hubiera preferido estar solo, enteramente solo, para llorar como un niño bajo las estrellas. Se iba sin decir nada, porque no habría tenido voz para hacerlo, pero dejaba escritas para todos los chilenos unas palabras del corazón que los labios sellados por la angustia no le permitían proferir."
Con la grandeza de su temple superior, el General de la Patria entrega estas postreras expresiones a su pueblo al partir al destierro: "Compatriotas, ya que no puedo abrazaros en mi despedida, permitidme que os hable por última vez. Con el corazón angustiado y la voz trémula os doy este último adiós; el sentimiento con que me separo de vosotros sólo es comparable a mi gratitud; yo he pedido, yo he solicitado esta partida, que me es ahora tan sensible, pero así lo exigen las circunstancias que habéis presenciado y que yo he olvidado para siempre. . . ". "Quiera el cielo haceros felices, amantes del orden y obsecuentes al que os dirige. Virtuoso ejército, compañeros de armas, llevo conmigo la dulce memoria de vuestros triunfos y me serán siempre gratos los que la patria espera de vosotros para consolidar su independencia."
Por ello es que en el decurso imperceptible del tiempo, nuestra gratitud ciudadana va acrecentando su compromiso con tan ilustre gobernante que, como ninguno otro, supo con su visión, de estadista y con su irreductible adhesión a la causa de la libertad, anticiparse a otras naciones para establecer la estructura jurídica que ha dado justificado prestigio a nuestra supervivencia institucional desde la fundación de la República.
Sus virtudes morales impidieron que, al momento de abdicar el Poder Ejecutivo de su Patria, las ambiciones políticas de grupos o individuales se tornaran en nefasto caudillismo. Procuró, con el sacrificio y el desinterés que tales virtudes le exigían, asegurar, por todos los medios a su alcance, la continuidad del régimen libertario y democrático que contribuyó a establecer con tanto desvelo.
Valioso juicio acerca de su obra creadora constituyen estas expresiones de don Francisco Antonio Encina:
Si se compara la administración de O'Higgins con las que desfilaron durante la Patria Vieja y las que le sucedieron entre 1823 y 1830, se destaca como un verdadero milagro histórico. Logró mantener el orden casi seis años. Recibió un país económicamente más agotado y más destruido que el que gobernaron los hombres de la Patria Vieja; y sin embargo, creó sin recursos extraños una poderosa escuadra, que cambió la faz de la lucha por la independencia en la América del Sur, afianzando el dominio del Pacífico." . . . "Gracias a él; agrega el historiador en su comentario sobre O'Higgins, "la más pobre y atrasada de las colonias españolas jugó en la lucha por la Independencia un rol muy superior a su potencia real y adquirió a los ojos de América y aún de Europa una importancia que debía eclipsarse momentáneamente con sus sucesores, para renacer con Portales y brillar de nuevo por más de medio siglo."
Rememoramos hoy el nacimiento de O'Higgins, libertador de nuestro pueblo, auténtico cruzado de la independencia americana. Más de un centenar de años ha transcurrido desde que él nos señalara, con su ejemplo, el surco en que ha de proyectarse y fructificar la grandeza y el bienestar de Chile. Nuestra República ha superado la prolongada etapa de la incertidumbre y ha emprendido desde 1938 la ruta hacia el bienestar de su pueblo y de sus mayorías, a través de integrales transformaciones económicas y sociales, mediante la férrea voluntad de construir una comunidad más justa, más generosa y menos egoísta.
Señor Presidente, la Cámara de Diputados y nosotros, los Diputados radicales, nos hemos detenido hoy en nuestras actividades parlamentarias para formular nuestros anhelos muy fervientes de que el valioso ejemplo que él nos legó sea inspiración permanente para mejor servir a la República, cuya soberanía e independencia le significó tan oneroso sacrificio.
Valgan para el General Bernardo O'Higgins, ilustre fundador de nuestra nacionalidad, las palabras perdurables pronunciadas por José Martí poco antes de su inmolación por la libertad de su patria, en 1895: "Para mí la patria no será nunca un triunfo, sino agonía y deber."
He dicho.
El señor LORCA, don Alfredo (Presidente).-
Tiene la palabra el señor Montes.
El señor MONTES (de pie).-
Señor Presidente, los Diputados comunistas afirmamos que unir el homenaje que se rinde al Padre de la Patria Bernardo O'Higgins al que tributa a la bandera nacional corresponde por entero a la realidad y, sobre todo, corresponde a los hechos y a los inicios de nuestra nacionalidad.
A comienzos del siglo pasado, un proceso liberador recorrió nuestra América. Alguien ha dicho que el viento de la Historia arrastraba el olor de la pólvora por las latitudes latinoamericanas.
En la guerra de la Independencia, en el gran proceso por la liberación de los pueblos de nuestra América de la dominación española, jugaron, por cierto, determinados hombres un papel preponderante. Bernardo O'Higgins constituyó un figura relevante, que, al pasar de los años, se va agigantando y, con su ejemplo, inspirando a los patriotas no sólo de nuestro país, sino de toda América.
De más estaría reseñar -por otra parte, ya se ha hecho- la recia personalidad de este patriota nacional, que participó, siendo hijo del virrey, con un esfuerzo extraordinario, en el proceso emancipador de nuestra patria, que contribuyó decisivamente a su libertad y a la constitución de nuestra nacionalidad independiente.
Su perfil revolucionario no puede, tampoco, ser desconocido. Sus ideas, avanzadas para la época en que vivió, fueron bebidas, primero, en los conceptos jurídicos y filosóficos más avanzados de la Europa de ese tiempo en que le tocó vivir, y, también, inspiradas en el pensamiento del gran venezolano Miranda.
Por eso, al colocar su espada al servicio de nuestra patria, debemos reconocer que ese gesto correspondió a una profunda convicción, a sus ideas, a su mentalidad, a todo un proceso que se iba desarrollando no sólo en él, sino en un esclarecido número de patriotas de esa época.
Nosotros creemos que uno de los rasgos característicos de la vida de O'Higgins y de su obra fue su gran espíritu internacionalista, problema que aún hoy día está en discusión en nuestro continente -por cierto, también en nuestra patria-. Luego del desastre de Rancagua, viajó a la República Argentina y se puso al servicio del General José de San Martín y contribuyó a la creación del Ejército Libertador de nuestra patria; con innumerables chilenos, cruzó Los Andes; más tarde, estimó que era procedente la ayuda, la contribución de ese pueblo hermano para lograr la libertad política de nuestro país. Con posterioridad, al crear la Primera Escuadra Nacional y enviar con ella los contingentes chilenos que harían posible la independencia del Perú, forjó también, con ese gesto, su profunda convicción de que la libertad de los pueblos corresponde realizarla con un sentido internacionalista de la lucha libertaria, con la ayuda y solidaridad de los pueblos hermanos. Por eso, señores Diputados, creemos que el pensamiento y la acción de Bernardo O'Higgins, no sólo correspondió al siglo en que viviera, sino que son perdurables en la medida en que reflejan y constituyen la base, yo diría, inconmovible de inspiración para las presentes generaciones latinoamericanas, que ven también en el internacionalismo una manera de lograr la liberación de los pueblos sometidos de nuestro continente.
Se ha hablado aquí de la actitud de O'Higgins en contra de la aristocracia de su época. El hecho de abolir los títulos de nobleza a comienzos del siglo pasado; de poner fin además a los mayorazgos; de realizar una actividad tendiente a esclarecer el pensamiento de su tiempo, de abolir los oscurantismos que campeaban en nuestro país y en nuestro continente, fueron posiciones realmente avanzadas para aquellos años y constituyen también problemas actuales y una enseñanza presente para los chilenos y americanos.
Nosotros creemos, señor Presidente, que la actitud de O'Higgins se distinguió sobre todo por su profundo amor y comprensión hacia la causa de las masas populares de nuestro país y de nuestra América. Y, precisamente, éste es el rasgo más sobresaliente de su carácter y de su actividad de aquella época: siempre estuvo al servicio desinteresado de la causa de los oprimidos, de los humildes, de las masas populares; y, al forjar nuestra nacionalidad, al desarrollar con su empuje, con su esfuerzo, con su contribución decisiva a la libertad de nuestra patria, contribuyó por cierto de manera fundamental, a acelerar la marcha del curso de la historia.
Nosotros consideramos que el paso del tiempo, a través de la misma historia de nuestro país, ha ido borrando -por así decirlo- las contingencias de la época, las dificultades y las pasiones que se crearon entre los patriotas; y esas desavenencias, esas dificultades que encaró O'Higgins -así como otros libertadores- han ido siendo ¡borradas para permanecer sobre todo la honesta posición de todos ellos en defensa de nuestra nacionalidad, de nuestra independencia, de nuestra libertad ciudadana.
Nosotros pensamos también que la obra de O'Higgins se expresó en el apoyo decidido a la creación y al desarrollo del Ejército nacional de nuestra patria. La creación de la Escuela Militar fue, en verdad, una idea inspirada de O'Higgins; con ella dio nacimiento a la necesaria e indispensable creación de los cuadros militares imprescindibles para la dirección de nuestro Ejército en aquella época, y que, como sabemos, se ha ido desarrollando y perfeccionando con el tiempo.
Pero, si ligar la obra de O'Higgins a la significación de nuestra bandera es un hecho que los comunistas acogemos con beneplácito, no podemos por cierto dejar de decir algunas palabras acerca del sentido y contenido que el emblema patrio tiene, desde el punto de vista de la opinión de los comunistas chilenos.
La verdad es que la bandera representa nuestra nacionalidad; y ya Recabarren, el fundador de nuestro partido, expresó que, como patriotas consecuentes, los comunistas respetamos el derecho de cada pueblo y no estamos en contra del culto de cada país hermano a su emblema patrio, porque ella simboliza precisamente nacionalidad, a pesar de que determinadas clases sociales, las clases dominantes,, han pretendido arrogársela con exclusividad. La oligarquía siempre ha intentado aparecer como la única depositaría de la nacionalidad chilena, como la exclusiva depositaría de ese alto símbolo que representa la enseña patria. En verdad, a veces rinde tributo a una bandera del continente que tiene más de una estrella.
Nosotros creemos que nuestro pueblo ve en la bandera el símbolo de la nacionalidad. Y esto ha sido posible no gracias a la oligarquía ni a la clase dominante, sino, precisamente, a la existencia en el país de un movimiento popular, cuyo centro está constituido por la clase obrera, que ha sido capaz de imponer determinadas libertades públicas y permitir el desarrollo de un proceso de "democratización" dentro de nuestra sociedad burguesa ; de un movimiento obrero desarrollado, que es garantía para el mantenimiento de las libertades, de las instituciones republicanas, del desarrollo progresista de nuestra nacionalidad.
Los comunistas estamos convencidos de que nuestro pueblo ve en la bandera de la patria la concreción de sus luchas, a través de las cuales ha conquistado las libertades que hoy imperan en el país, las instituciones republicanas, los derechos sindicales y políticos de las masas populares ; ve en ella también le posibilidad de continuar desarrollando el proceso de "democratización", abierto, precisamente, por las luchas de las grandes mayorías populares.
La bandera simboliza justamente el patriotismo; sentimiento que involucra, en primer término, el anhelo de rescatar para Chile lo que es de nuestra patria: sus riquezas naturales en manos extranjeras; luego, el deseo de que todos los chilenos puedan sentirse realmente libres de la explotación así como de la miseria en su propia patria; y, también, la posibilidad de que puedan sentirse realmente integrantes de nuestra nacionalidad. Significa también defender los valores naturales de la patria, amagados asimismo por el cosmopolitismo que viene, sobre todo, desde el norte, que pretende imponer en nuestro país modos de vida ajenos a nuestra nacionalidad.
Y si en alguna ocasión, los que son, por así decirlo, depositarios del futuro de nuestro país, los estudiantes de Chile o un grupo de ellos, han querido realizar un acto que, equivocado o no, ha tenido, por cierto, la intención de simbolizar también su protesta frente a un hecho determinado; y si en la Universidad de Concepción la bandera de Chile fue colocada a media asta, no fue un acto de desprecio hacia ella perpetrado por los estudiantes de esa Universidad, sino, por el contrario, sólo se quiso significar con esto que la patria en ese instante estaba de duelo por la muerte de un revolucionario. Y si en un mástil de esa misma Universidad fue elevada una bandera que no era la chilena, no se quiso ofender con ello, por cierto, el honor de la patria ni inferir un ultraje a la enseña nacional. Se quiso, simplemente, expresar la adhesión a las ideas revolucionarias del pueblo simbolizado en aquella bandera.
Por eso, señor Presidente, nosotros, los comunistas, que podemos no compartir determinadas actitudes y hechos allí realizados, como el que se efectuara en el Pedagógico de Santiago, levantamos el cargo, porque estimamos que en la juventud actual y sobre todo en nuestra juventud estudiosa, se está forjando, precisamente, la gran patria libre del mañana, en la cual ondeará la bandera tricolor, levantada por las manos de los estudiantes de hoy, futuros conductores de los destinos de Chile-
Nosotros queremos significar también el profundo amor que nuestro pueblo siente por la bandera tricolor, que representa, repito, su nacionalidad. Y los parlamentarios que nos inquietamos por las luchas del pueblo, aquellos que concurrimos allí donde los pobladores ven la posibilidad de conquistar en esta vida un pedazo de tierra para construir una casa donde cobijar a sus familias, por ejemplo, los pobladores de Las Barrancas, de la provincia de Concepción, de la ciudad de Iquique o del sur de Chile, en Punta Arenas, hemos visto como ellos, al mismo tiempo que levantan cuatro palos que significan un profundo anhelo de tener una casa propia en su propia patria, hacen flamear, en primer lugar, el emblema tricolor como una manera de testimoniar su afecto a la nacionalidad, pero igualmente como un modo de defender lo que consideran absolutamente justo: la posibilidad de tener un pedazo de tierra para construir sus viviendas.
Nuestro pueblo en todas sus manifestaciones, con banderas grandes o pequeñas, representa su amor hacia ella, que simboliza también la defensa de la patria.
Por eso, señor Presidente, cuando rendirnos homenaje a la bandera de Chile y al héroe fundador de nuestra nacionalidad, no podemos dejar de referirnos a lo que significa esta enseña y al ejemplo de O'Higgins contra las amenazas que, de alguna manera, desde el exterior se ciernen sobre nuestra patria. Y porque consideramos que la bandera nacional significa la defensa de nuestra patria, estimamos que ella también está representando el papel de las Fuerzas Armadas para defender la integridad de nuestro suelo. Nosotros decimos que esas amenazas, que de alguna manera pretenden hollar nuestro suelo patrio y establecer un cerco contra Chile, del cual se habla a media voz, en alta voz y a veces con sordina, deberíamos derrotarlas unificando esfuerzos, precisamente, los patriotas que estimamos que el único camino para ello consiste en desarrollar el proceso económico de nuestro país, en desarrollar las libertades públicas de Chile, en desarrollar el prestigio de la patria, en conquistar, todavía más, la amistad de los demás pueblos de América Latina.
Los enemigos de Chile quisieran una confrontación armada; los comunistas deseamos la amistad de todos los pueblos del mundo y, por cierto, en primer lugar, de los de nuestro continente. Estamos convencidos de que las ideas de O'Higgins tienen vigencia hoy, como desde hace más de un siglo, que ellas simbolizan el verdadero amor a la patria, el verdadero amor por la libertad y por la independencia nacional. Y los comunistas, al rendir hoy día un homenaje a su memoria y al simbolizar también aquí los colores de nuestra enseña patria, estamos absolutamente convencidos de que la actual generación chilena y que las nuevas generaciones, de las cuales muchos representantes ahora están en las tribunas, seremos capaces de construir la verdadera independencia, la verdadera libertad, él verdadero camino de Chile, poniendo a nuestra patria en una ruta de progreso, libertad y verdadera democracia para las grandes masas postergadas.
Por eso, señor Presidente, estimamos que también el pueblo de Chile está aquí presente por nuestra voz, por lo que representamos y por lo que somos y porque nuestra patria, nuestra bandera y la herencia de O'Higgins la hemos tomado, por cierto, firmemente para conducir a nuestro pueblo a la conquista de su verdadera y definitiva independencia nacional.
He dicho-
El señor LORCA, don Alfredo (Presidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Osorio.
El señor OSORIO (de pie).-
Señor Presidente, la bandera es el símbolo de la nacionalidad, la expresión de la idea de la patria. La bandera es el pueblo de Chile, sus heroicos trabajadores, sus abnegadas mujeres, su juventud rebelde. Por eso, aquéllos que ofenden al pueblo ultrajan la bandera.
El tricolor, que se cubrió de gloria en los campos de batalla en la guerra contra 'a Confederación Perú-Boliviana, en la Guerra del Pacífico, que recogió la sangre heroica del roto chileno, ha sido ultrajado por los gobernantes reaccionarios y sus sirvientes.
En muchas oportunidades que han ensombrecido las páginas de nuestra historia política y social, el pueblo chileno sufrió espantosas ofensas. Fue traicionado y escarnecido. Corrió la generosa sangre del pueblo por plazas y calles. Quienes ordenaron cometer estos crímenes ultrajaron a la bandera, se portaron como forajidos.
Nosotros, socialistas populares, estimamos, señor Presidente, que el mejor homenaje que podemos rendir a nuestra bandera, el más sincero de los homenajes, es recordar esas ofensas al pueblo, para que nunca más alguien se atreva a mancillar nuestra bandera.
Porque la bandera no es un símbolo abstracto. Es mucho más que eso: es el pueblo, los trabajadores, los rotos gloriosos que, como soldados, le han dado a Chile su riqueza, su porvenir.
¡Cuántas veces ha sido ultrajada la bandera de Chile!
El 6 de febrero de 1906, en la Plaza Colón, de Antofagasta, tropas y "guardias blancos" dispararon a mansalva contra una manifestación pacífica de obreros ferroviarios que defendían, con la bandera en alto, los intereses de su clase y de Chile El parte policial dio los nombres de nueve trabajadores muertos y centenares de heridos. Los forajidos que ultrajaron la bandera de la patria, el gobernante de turno y, el que ordenó disparar, fue "castigado", años después, con el nombramiento de Intendente de Antofagasta.
El 21 de diciembre de 1907, en la Escuela Santa María, de Iquique, otros forajidos ultrajaron la bandera de Chile, ordenando disparar contra una muchedumbre de obreros, sus mujeres y sus hijos. Fueron asesinadas 2 mil personas.
El 27 de julio de 1920, otros forajidos ultrajaron la bandera de la patria, ordenando el incendio del local de la Federación Obrera de Chile y asesinando a 12 obreros que se encontraban en el interior del edificio, en Punta Arenas.- El 3 de febrero de 1921, en la oficina salitrera San Gregorio, otros forajidos ultrajaron la bandera de Chile, ordenando disparar contra los obreros y matando a 22 trabajadores. Al día siguiente, se repasó a los obreros heridos y se ordenó a la tropa saquear las casas de los trabajadores.
El 5 de junio de 1925, en la oficina salitrera La Coruña, otros forajidos ultrajaron la bandera de Chile, ordenando bombardear la oficina y matando a 600 trabajadores. Las ametralladoras hacían fuego al grito de "¡iA palomear rotos!!" Mataban a los hijos de los mismos rotos que cubrieron de gloria a la bandera de la patria en la Guerra del Pacífico.
El 17 de septiembre de 1956, los trabajadores de la oficina salitrera Pedro de Valdivia, por negarse a arriar la bandera de la patria, en el local de su sindicato, fueron atacados a bala y muchos de ellos cayeron, cobardemente asesinados.
Y muchas veces, otros forajidos ultrajaron la bandera de la patria. Lo hicieron en 1935, en Ranquíl; en 1946, en la Plaza Bulnes; en abril de 1957, en Santiago; en 1963, en la población "José María Caro"; en 1965, en el mineral de El Salvador.
En 1947, el Presidente radical González Videla ultrajó la bandera de Chile, promulgando la "ley maldita". En el campo de concentración de Pisagua murieron muchos obreros maldiciendo al gobernante.
Señor Presidente, en esta hora y en este lugar, en que rendimos nuestro homenaje a la bandera de la patria, debemos recordar estos ultrajes a la bandera y al pueblo chileno. Como lo dijo el camarada escritor Héctor Barreto, hace treinta y un años, "el color de la sangre no se olvida"-
Quien dispara contra el pueblo dispara contra la bandera. Quien traiciona al pueblo traiciona a la bandera. Ya he recordado cómo un asesino, un profanador de la bandera, fue premiado con un alto cargo publico. ¡Que esto jamás vuelva a repetirse! ¡Que aquellos que alguna vez pusieron su firma en una ley o en una orden sangrienta contra el pueblo, reciban siempre el repudio del pueblo, el desprecio de los trabajadores!
Este es, pues, nuestro homenaje a nuestra bandera, a la patria, a los trabajado- res de Chile.
He dicho-
El señor LORCA, don Alfredo (Presidente).-
Tiene la palabra el señor Víctor González.
El señor GONZALEZ MAERTENS (de pie).-
Señor Presidente, en nombre del Partido Democrático Nacional, me adhiero, en esta oportunidad, al muy merecido homenaje que se tributa al que fuera pilar fundamental de nuestra patria, al fundador de nuestra República, General don Bernardo O'Higgins.
Su obra representa lo que es Chile y lo que potencialmente logrará ser en su devenir histórico.
En la apreciación de su obra, de dar cimiento perenne a nuestra patria, puede haber pensamientos disímiles. Pero, mirando la historia, observamos que ninguno de los grandes hombres ha escapado a las críticas, y así es como también fue objeto de ellas el forjador de las grandes glorias de Francia e hijo de la Revolución: Napoleón.
No interesa que él haya muerto en Santa Elena o haya caído en Waterloo, pues sus restos mortales reposan en el palacio de los Inválidos, su obra está presente en los cambios que imprimió a los destinos de Francia, de Europa y de todos los países del mundo.
Así también la acción y la obra de nuestro procer Bernardo O'Higgins fue ejemplo e imagen para los países hermanos de América que alcanzaron su independencia.
En esta ocasión, pasaremos por sobre los acontecimientos históricos en los cuales tuvo que intervenir, y daremos a conocer nuestras impresiones sobre las enseñanzas que, para nosotros, ellos encierran-
Vivimos una etapa de transición que a veces nos desconcierta, y nos es difícil encontrar el camino o la alternativa a las contradicciones que vive la sociedad en nuestro tiempo, especialmente en nuestro país.
Muchas veces creemos que tenía razón Bolívar cuando dijo, al hablar de América: "Estos pueblos son gigantes que van de tumbo en tumbo, sin encontrar el camino de la grandeza, confundiendo la libertad con el libertinaje; la justicia con la venganza; la virtud con la concupiscencia." Y, con respecto a nosotros, sólo podemos disipar estas apreciaciones equívocas, recurriendo a la grandeza y majestad del ejemplo de O'Higgins, quien, en sus horas más aciagas, jamás dudó del destino que esperaba y que espera a nuestro país.
Decimos que vivimos una etapa de transición, porque los conceptos de libertad, igualdad y democracia han evolucionado en tal forma, que han superado la significación que ellos tuvieron en los dos siglos pasados, para adquirir un significado distinto, más concreto y positivo.
Hoy aspiramos a la libertad económica que asegure a los ciudadanos el derecho al trabajo, a la vivienda, a la salud y a la cultura, luchamos porque la democracia no sólo signifique el derecho a elegir y ser elegido, pues pensamos que ella debe propender a una intervención permanente de la ciudadanía en la gestación del destino de nuestro país-
Este pensamiento, anticipadamente, lo acariciaba Bernardo O'Higgins, pues, durante su mandato y desde su destierro, estuvo permanentemente preocupado de estudiar las soluciones a los grandes problemas de su época que afectaban o interesaban al desarrollo de Chile.
Al cumplirse el 125° aniversario de su muerte y en las actuales circunstancias de duda en que vive el pueblo chileno, su impronta magnífica adquiere real actualidad.
Su generosidad sin límites para entregarlo todo; su comprensión para con sus detractores; su honestidad, ejemplos imperecederos, continúan siendo lecciones permanentes, en estos instantes en que pareciera que esas virtudes han caducado para abrir paso a las ambiciones, a la incomprensión y a la falta de fe en lo que Chile puede lograr por sus propios medios materiales y espirituales, sin subordinación al dictamen o a la influencia de intereses foráneos.
En esta oportunidad y frente a las magníficas enseñanzas de nuestro procer, el Partido Democrático Nacional reafirma sus convicciones de que seremos grandes en la medida en que el ejemplo de O'Higgins esté presente en nuestros espíritus y en nuestras inquietudes ciudadanas.
En la vida de los pueblos y en el transcurso de la historia, los símbolos y las enseñanzas representan los altares de la patria, donde se depositan las glorias que sus hijos más selectos han conquistado, y constituyen las divisas que exaltaron las grandes acciones que dan la inmortalidad.
Si O'Higgins es para nosotros un símbolo de acción heroica, nuestra bandera es aquel emblema en cuyas ondas se ve flamear la patria, su historia y las gloriosas acciones de sus hijos selectos.
Difícil es definirla con originalidad y sin restarle su gran significación. Por eso resulta más fácil y más elocuente recurrir a lo que nuestros bardos han expresado de ella, enardeciendo el espíritu patrio en los niños, en los jóvenes y en nosotros mismos.
Recuerdo cómo Víctor Domingo Silva exclamaba, en algunos de sus versos: "Yo no sé cuándo es más grande la
[bandera:
"si en el campo de batalla,
"inflamada por relámpagos de cólera
[guerrera
"y deshecha por el plomo y la metralla, "o en el alto tijeral del edificio "que levanta en plena urbe su armazón,
Para nosotros la bandera es esto y es también la oriflama que encabeza nuestros desfiles patriotas o nuestras marchas de avanzada, cuando los trabajadores y la juventud se movilizan para exteriorizar sus inquietudes o sus demandas.
¡Es la síntesis de la alegría, de las lágrimas, de las esperanzas y de los sueños que nuestro pueblo tiene!
Es también la enseña que simboliza la gesta de los héroes, y en cuyos pliegues se inmolaron los Padres de la patria. Es también la divisa que inspira los más excelsos ideales y, como tal, a sus pies depositamos la ofrenda de nuestros más caros anhelos en pro de lo que entendemos por libertad y democracia- Todo aquel que, en forma aleve, mancille su gloria y su imagen cae en la sanción y en, el oprobio de todos los chilenos que, más allá de toda ideología, respetan los valores espirituales y simbólicos que inspiraron a los que nos dieron Patria e Independencia.
Para aquellos que atentaron contra su majestad, más que nada, vaya nuestra conmiseración.
Por último, señor Presidente, en nombre de mi partido, aspiro a que nuestra bandera flamee, como hasta hoy ha ocurrido, en medio de todas las banderas del mundo, en un clima de paz, de armonía, de comprensión y ayuda mutua.
He dicho.
El señor LORCA, don Alfredo (Presidente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Dueñas.
El señor DUEÑAS (de pie).-
Señor Presidente, el Partido Socialista, por mi intermedio, participa con el más legítimo derecho en este homenaje que se rinde al pabellón nacional, que ha cumplido ciento cincuenta años.
Carne y sangre del pueblo, consubstanciado con su dramática existencia, el Partido Socialista, generado y nacido en este suelo, para servir los intereses y las reivindicaciones de la clase explotada, según los principios de la doctrina universal del Socialismo Científico, conoce el ardor patriótico y sabe de la capacidad de sacrificio que, por su tierra, abriga el corazón de los trabajadores y del pueblo chileno. Por eso estamos acá rindiendo este homenaje al símbolo de nuestra nación, a la bandera de Chile, venerada por su pueblo que, acosado por la miseria y el abandono, en su desesperación y su angustia, la requiere confiado, para buscar en ella el amparo protector del pedazo de tierra que el campesino necesita para sustentarse con los suyos, o el retazo de suelo que toma el poblador para tener siquiera donde posar sus huesos y dar techo a su familia, todo lo que le niega el sistema de oprobio del régimen capitalista imperante.
Ocurre así, Honorable Cámara, porque los valores morales que inspira el emblema patrio son de paz, cuando impera la igualdad y la justicia, pero son de lucha, cuando la fuerza de la razón tiene que ser impuesta por la razón de la fuerza. Es como si hubiera dos banderas: una, la de aquella patriótica alegría dieciochera que preside la popular y humilde fonda proletaria, o que, en forma protectora flamea, multitudinaria, en las poblaciones "callampas" y en las ocupaciones de tierra; la otra, de rebeldía que enarbolan los trabajadores en sus luchas contra la explotación capitalista, o la que enluta al pueblo cuando, entristecido y mascullando en silencio su venganza, va a dar sepultura a los caídos en la lucha. Estas son las variantes que interpreta la bandera del heroico pueblo chileno, potente y misérrimo, rebelde y soberbio, por la cual rinde y ofrenda valeroso su vida cuando la Patria lo llama al sacrificio.
Pero hay también otra bandera; una bandera irredenta que, avergonzados, solemos ver en los mástiles de los bancos imperialista, en los frontispicios de las agencias comerciales de los explotadores nacionales e internacionales, como también en los palacios de los mercenarios, donde los cipayos venden el "chovinismo" patriotero a bajo precio, con tal de tener las manos libres para ejercer el impúdico comercio de servir al amo extranjero antes que a su propia patria. Yo sé que muchos estarán pensando en la "agencia central" de esa inicua y prostituida acción -ubicada a pocos pasos de este recinto- que el pueblo y las juventudes, de cuando en cuando y como cumpliendo un ritual de higiene patriótica, visitan para arrojarle los escupos y las piedras de su desprecio y de su indignación-
Hemos visto recientemente cómo el diario "El Mercurio" ha desencadenado una artera y "epilética" campaña de defensa de la bandera, supuestamente ofendida por estudiantes de Concepción, que quisieron rendir con ella, poniéndola a media asta, homenaje fúnebre a un héroe de la lucha social. Pero todos conocemos las mañas de esa vieja proxeneta que entorna pudorosamente sus codiciosos ojos ávidos de opulencia, relajados de servilismo, para implorar "sanciones ejemplarizadoras" en contra de los estudiantes, mientras ella, licenciosa y concupiscente, se entrega y revuelca lasciva en el tálamo de los negociados con el número número uno de Chile: el imperialismo yanqui.
Es falso que los estudiantes arriaran la bandera nacional, como afirmara "El Mercurio", cuyo lema, como sabemos, es "mentir". Aquellos estudiantes de la Universidad de Concepción, al colocar a media asta el pabellón nacional, como revolucionarios de Chile, rendían, en su Casa Universitaria, homenaje al héroe caído en la lucha. ¿No es esto honrar la bandera cuando, enlutada, ella interpreta el dolor de todos los patriotas que bregan por la nueva independencia?
Yo quiero decir desde esta tribuna, ante la faz del país, que el Partido Socialista respalda a aquellos estudiantes de la Universidad de Concepción que, con el pabellón a media asta, rindieron homenaje a la memoria del comandante Ernesto "Che" Guevara, porque también los socialistas hemos tenido enlutadas nuestras banderas y acongojado el corazón. Un héroe de la causa libertaria de los pueblos americanos y de la lucha antimperialista, cayó tronchado por las manos de sicarios iguales a aquéllos que, hace dos mil años, mediante el soborno y la delación, lograron la captura de otro mártir de la redención humana que los esbirros de la Roma imperialista llevaron custodiado para crucificarlo en el Monte Calvario.
Ahora las treinta monedas tenían que ser dólares corruptores, con los que el yanqui pagó al delator del caudillo guerrillero, a quien los "marines" y "boinas verdes" del Pentágono aprisionaron para inmolarlo en las montañas de Camiri.
Nuestro empeño como socialistas será conquistar la verdadera patria que soñaron los revolucionarios que nos dieron independencia política: una patria altiva y justa; bien amada; sin opresores ni oprimidos; una patria como la que concibieron los proceres máximos de nuestra epopeya : Bernardo O'Higgins, Manuel Rodríguez y Carrera, a la que pusieron como altar su alma combatiente y rindieron culto hasta el mismo instante de la muerte; una patria como la que los vio derramar su sangre y exponer sus vidas en tantas ocasiones bajo la inspiración de la arenga inmortal: "Vivir con honor o morir con gloria", que era el "Patria o Muerte" del Libertador de Chile.
Nosotros recogemos el mensaje del héroe de la insurgencia libertadora, combatido y calumniado por los reaccionarios de su tiempo; y al rendirle nuestro homenaje, haciendo honor a la gesta heroica, retomamos las banderas de la revolución incumplida, para llevarlas adelante y dar a nuestra patria y a nuestro pueblo el lugar que tiene derecho a ocupar en el concierto de los países verdaderamente libres del mundo: las naciones socialistas, donde no haya ni explotadores ni explotados.
El señor LORCA, don Alfredo (Presi- dente).-
Tiene la palabra el Diputado señor Coñuepán.
El señor COÑUEPAN (de pie).-
Señor Presidente, voy a hablar en nombre del Partido Nacional y en el de quienes tengo la representación permanente: los indios.
Nosotros, como tales, consideramos al Padre de la Patria, Bernardo O'Higgins, como la genuina representación de nuestro país; y hoy, al conmemorar el 125° aniversario de su muerte, no podemos permanecer callados.
Pienso que la vida del ilustre ciudadano don Bernardo O'Higgins es un ejemplo viviente en todo momento y para todos los chilenos.
Su nacimiento, sus estudios, su viaje por Inglaterra, sus amigos, su paso por España y la vuelta a su patria, todo es un ejemplo; una lección para todos los chilenos. Su vida en la hacienda de Bío- Bío; su trabajo permanente con la naturaleza como agricultor; su permanente contacto con esas tierras; la amistad que contrajera con los indios: todo es un ejemplo ; porque siempre va en él el espíritu de sacrificio, el desinterés, la falta de egoísmo, su patriotismo y su visión del porvenir de la patria.
Más tarde, ya en la vida activa de darnos una patria, su desinterés para abandonar todo lo que legítimamente le correspondía, que era bastante, y su interés por entregarse totalmente al servicio de Chile, es todo un ejemplo.
Su sacrificio, la grandeza de su espíritu, su generosidad, el amor a esta tierra y a este cielo, significan recordar a este gran hombre que nos dio patria y libertad.
Creo que no alcanzamos a comprender en toda su magnitud sus sacrificios en la lucha permanente por su patria. En las batallas, exponiendo su vida, dando ejemplo de valor, dio la lección de que, cuando uno se entrega al servicio de la patria, no debe mezquinarse nada, debe entregarse todo para lograr la finalidad que se persigue.
O'Higgins es una lección permanente.
Está hoy su espíritu aquí. Tiene el amor de sus ciudadanos. Muchos lo olvidan; muchos desean la división de los chilenos; muchos proceden así.
O'Higgins, en el fondo, no humillándose, pero demostrando la grandeza de su alma, buscó la reconciliación con sus enemigos políticos. Algunos de ellos tenían sentimientos que no correspondían al patriotismo; sin embargo, él buscaba la reconciliación. Su gesto para comprenderse con Carrera, para combatir junto con Carrera, es todo un ejemplo. Cuando se recuerda esto, creo que nuestro ilustre ciudadano nos dice: "Para hacer grande a Chile hay que sacrificarse, hay que unirse y hay que amarse como chilenos, y desear, por sobre todo, únicamente el bien de Chile". Y Chile comprende, naturalmente, a los ciudadanos de todas las condiciones.
Los indios no podemos jamás olvidar a O'Higgins. Fue amigo de nosotros; nos comprendió. A su destierro al Perú, cuenta la historia que llevó a dos niñas indígenas, con quienes vivió allá. Demostró así siempre comprensión. Trató de aprender nuestro idioma- y creo que lo hablaba-. Fue amigo nuestro- En la batalla de El Roble lo libró de la muerte su amigo indio: Venancio Coñuepán, mi bisabuelo.
Así vivió O'Higgins, dando ejemplos. Así batalló O'Higgins -Rancagua-, dando lecciones. Su huida a Buenos Aires; su sumisión a otro que él creyó que podría servir mejor la independencia nacional, su amistad con ese hombre: San Martín; su vuelta, su valor, su decisión; su pasión por la patria, batallando en Chacabuco; su entrega a la patria, saliendo herido de Santiago para asistir a la batalla de Maipo, cuando la gente no sabía si reír o llorar, al ver a ese ciudadano con el brazo herido yendo al sacrificio y a la batalla ; su intuición, de que si en Chile había libertad, resplandecería siempre el sol de la suerte, todo eso fue O'Higgins, simbolizado en la bandera nacional.
¡Nuestra bandera no se ultraja! No hay chileno -que no sabríamos cómo calificar- que pudiera ultrajarla. ¡Nadie! La bandera de Chile será siempre nuestra bandera inmaculada, reverenciada, querida por todos los chilenos, porque es el símbolo de O'Higgins. O'Higgins es algo que Chile recordará siempre, y cuyo ejemplo deberíamos seguir, en cualquier circunstancia. Que estamos pobres, que estamos amenazados. ¿Qué significa? Que trabajemos, que luchemos, que nos sacrifiquemos igual que O'Higgins, con el símbolo de nuestra bandera siempre en alto-
Nada más.
El señor LORCA, don Alfredo (Presidente).-
Habiéndose cumplido con el objeto de esta sesión, se levanta.
-Se levantó la sesión a las 12 horas 41 minutos-
Roberto Guerrero Guerrero,
Jefe de la Redacción de Sesiones.
0|T. 2823 - Instituto Geográfico Militar - 1967