Labor Parlamentaria
Participaciones
Disponemos de documentos desde el año 1965 a la fecha
Antecedentes
- Cámara de Diputados
- Sesión Ordinaria N° 93
- Celebrada el 30 de octubre de 2012
- Legislatura número 360
Índice
Cargando mapa del documento
Homenaje
HOMENAJE A OBISPO EVANGÉLICO SEÑOR FRANCISCO ANABALÓN DUARTE, RECIENTEMENTE FALLECIDO.
Autores
El señor MOREIRA.- Señor Presidente, estimados pastores, hermanos, yo soy hijo de Dios y estoy aquí por eminencia, como diputado de la República, porque Dios nos pone en el lugar que nos corresponde en la vida, pero también nos saca de él.
Como cristiano y en nombre de mi partido, resulta emotivo expresar esta mañana nuestro reconocimiento a un obispo, a un pastor de la Iglesia Evangélica de Chile que dejará para siempre una huella en el corazón de Chile y de quienes lo conocieron.
“Las leyes no cambian los corazones. Nuestra misión es cambiar los corazones de los seres humanos”. Estas emotivas palabras corresponden al discurso que entregó el obispo Francisco Anabalón Duarte cuando se aprobó la iniciativa legal que dio lugar a la ley N° 19.638, sobre libertad de culto.
Anabalón fue un actor relevante en la aprobación de dicha normativa, no solo por su lucha incansable para que el pueblo evangélico fuera reconocido en igualdad a otros credos, sino porque su espíritu inagotable de fe permitió unir al pueblo chileno, garantizando que todos quienes profesan una religión puedan hacerlo en libertad y plenitud.
Debemos estar conscientes y no debemos olvidar las discriminaciones que han sufrido en nuestro país algunas religiones, algunos credos, incluyendo al pueblo evangélico. Se trata de situaciones que permanecen frescas en la memoria, pero que también enaltecen los férreos propósitos de igualdad, respeto y libertad que motivaron la vida y obra del obispo Anabalón.
Recuerdo que en septiembre pasado, el obispo Francisco Anabalón Duarte escribió para la revista institucional “Tocando vidas”, que “la Biblia es fuente de vida”. Hoy, cuando parlamentarios y miembros de la comunidad y del Gobierno -representado por su ministroLarroulet, autoridad que mantiene permanente contacto con las iglesias evangélicas y protestantes- nos reunimos para realizarle un sentido homenaje, sus dichos adquieren un valor incalculable. El obispo Anabalón Duarte fue una fuente inagotable de vida, lucha y amor por el pueblo evangélico y por Chile.
Tuve el privilegio de conocerlo personalmente; compartí con él y escuché su prédica. Fue bendecido con el don de la palabra. Sus discursos eran capaces de emocionar y de estremecer, porque hablaba con el corazón y desde la convicción que mueve la fe.
Por todos son conocidos la dedicación y el servicio a la obra de nuestro señor Jesucristo que realizó el obispo Anabalón, pero muchos desconocen que, así como amó a su iglesia, el Templo Central, lugar donde sirvió por más de cincuenta años y en el cual predicó cada domingo, también fue un hombre que se entregó por completo a su familia y que heredó a sus hijos la importancia de la educación y la trascendencia de la música.
Fue un hombre sencillo, un pastor que sembró entre sus fieles la importancia del respeto. Jamás dejó solo a quien lo necesitó y supo siempre tender una mano amiga, una mano de solidaridad, de amor y de generosidad.
Su hijo David me confesó que el obispo Anabalón fue un padre severo y con una devoción muy especial hacia sus cuatro hijos, que era de carácter fuerte, que admiraba la inteligencia, el humor y la hermosura de su mujer, María, quien siempre lo acompañó; que estaba tremendamente orgulloso de sus nietos; que era un hombre apasionado por los debates de ideas, un bilingüe y un admirador de la cultura norteamericana. También que fue un viajero que jamás olvidó el nombre de las calles de París, Ámsterdam o Singapur, lugares a los cuales llegó a predicar.
Fue un pastor que siempre recordó la cara y el nombre de cada persona que se acercó a saludarlo; un pastor de convicciones claras, de fe y de amor, un hombre que practicaba aquello de “buscad a Dios y todo lo demás vendrá por añadidura”.
Por todo eso, sé que nos hará mucha falta ese líder espiritual que fue el obispo Francisco Anabalón. Lo necesitamos y esperamos que su alma y su espíritu estén presentes en cada pastor que tiene que predicar la palabra del Señor. En ese sentido, entendemos que el pueblo cristiano tiene la responsabilidad de ser fuente y riqueza espiritual. Hoy, el pueblo cristiano es una reserva moral de Chile, y que hay que cautelar y resguardar. Esa es la labor de todos los pastores y líderes espirituales del pueblo cristiano.
Dios nos pone pruebas difíciles de aceptar; la partida del obispo Anabalón es una de ellas. Por eso, hoy más que nunca debemos recordar que “más Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros”.
Desde la tierra debemos entender y aceptar cada una de las palabras de Dios, que el obispo Anabalón supo consagrar como una prueba para determinar la realidad de la salvación.
“Dios nuestro, Padre de la luz, Tú has enviado al mundo tu palabra, sabiduría que sale de tu boca, y que ha reinado sobre todos los pueblos de la tierra”.
Todo lo que nos dejó el obispo Francisco Anabalón es una muestra de sabiduría, esperanza y dedicación; una luz de cambio y de profundización en valores tan importantes y trascendentales como la libertad, la justicia, la fe, el respeto y el amor al prójimo.
Quiero destacar que en la palabra de Dios (Hebreo 10:25) se nos enseña que “debemos reunirnos como Iglesia, como congregación, con el propósito de edificarnos, para que juntos podamos conocer más de la palabra de Dios, y también tener compañerismo con otros hermanos de nuestra misma fe. Una gran barrera de reto para cada nuevo creyente es la de asistir regularmente a los cultos y es por donde nos ataca el enemigo. Es por eso que como un nuevo creyente le animamos a asistir regularmente a la Iglesia”.
Con palabras como esas, el obispo Anabalón construyó su obra y también los caminos para unir a Chile en la fe.
No puedo dejar de recordar que entre sus confesiones me contó que él oraba todos los días por las autoridades de nuestro país. Su aspiración no era el poder, sino la unión. Oraba por las autoridades, porque tienen el deber de conducir y construir una mejor calidad de vida para sus ciudadanos.
El Presidente Sebastián Piñera tuvo el privilegio de conocer al obispo Anabalón. Lo destaco, porque el Primer Mandatario estuvo presente en la misa de su funeral y porque este Gobierno ha estado comprometido con el pueblo evangélico, en el sentido de asumir un compromiso relacionado con treinta medidas destinadas a fortalecer y dar un trato igualitario a su fe. Mañana, en la ceremonia que habrá en La Moneda, seguramente se darán a conocer todos los avances que se han hecho en esa materia.
Lo importante para Francisco Anabalón era construir una sociedad más igualitaria, más respetuosa de sus diferencias, de manera de ser capaces de convivir como hermanos.
Por tantas cosas, por su obra, gracias a la familia de Francisco Anabalón; gracias a su mujer, a sus hijos; gracias por el legado y el testimonio de vida que el obispo Francisco Anabalón nos ha dejado.
“Señor Jesús, abre mis ojos y mis oídos a tu palabra. Que lea y escuche yo tu voz y medite tus enseñanzas. Despierta mi alma y mi inteligencia, para que tu palabra penetre en mi corazón y pueda yo saborearla y comprenderla.
Dame una gran fe en ti, para que tus palabras sean para mí otras tantas luces que me guíen hacia ti por los caminos de justicia y verdad.”
“Habla, Señor, que yo te escucho y deseo poner en práctica tu doctrina, porque tus palabras son para mí, vida, gozo, paz y felicidad”.
Aquí está el alma, aquí está el espíritu de nuestro obispo Francisco Anabalón.
Hoy, la Cámara de Diputados y la UDI quieren hacer llegar a la familia de Francisco Anabalón sus más sentidas condolencias por su partida. Nos ha dejado un gran hombre, un gran obispo evangélico, un gran padre que contribuyó de forma exitosa y desinteresada a la Iglesia Pentecostal Apostólica y al Consejo de Pastores de Chile.
Un abrazo a toda la familia de Francisco Anabalón, a su esposa, María; a sus cuatro hijos, Pablo, Daniel, David y Ruth, y a todo el pueblo evangélico.
Esperamos que ese espíritu que ronda por Chile, que esa alma que está en los cielos, logre finalmente el gran sueño del pueblo cristiano y, en particular, del obispo Anabalón, cual es hacer de Chile un país para Cristo.
He dicho.