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  • Legislatura Ordinaria número 349
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Homenaje
HOMENAJE EN MEMORIA DE LA SEÑORA ELENA CAFFARENA MORICE, LÍDER DEL MOVIMIENTO FEMINISTA EN CHILE.

Autores

La señora ALLENDE, doña Isabel ( Presidenta ).-

Tiene la palabra el diputado Ramón Pérez .

El señor PÉREZ, don Ramón (de pie).-

Señora Presidenta , señor Jorge Jiles Caffarena y señora, señora Ana María Jiles Caffarena y familia, señora Ximena Jiles Moreno , en representación de don Juan Jiles Caffarena , familiares y amigos de la señora Elena , estimadas diputadas y diputados:

Como representante de la ciudadanía iquiqueña en esta honorable Cámara, quiero rendir homenaje en reconocimiento a la importante labor desarrollada por una hija de nuestra tierra, la señora Elena Caffarena Morice , fallecida el 19 de julio, recién pasado, a la edad de 100 años.

La señora Elena nació en Iquique el 23 de marzo de 1903, en pleno auge de la industria salitrera. Fue la tercera hija entre siete hermanos, del empresario e inmigrante italiano don Blas Caffarena Chiozza , quien tuvo en Iquique una pequeña industria textil. Elena, además de estudiar, ayudaba en la pequeña fábrica de su padre. Luego de obtener el bachillerato, siguió un curso de contabilidad para manejar las cuentas del taller.

Estudió en el Liceo de Niñas de Iquique hasta quinto año de humanidades, manifestando ya su gusto por la lectura. En su autobiografía menciona como la biblioteca de su colegio, de apenas doscientos ejemplares, la cautivó a tal grado que leyó todos los libros, entre ellos a Blest Gana , Baldomero Lillo , Fernando Santivan , Rafael Maluenda y a Pedro Prado .

Cuando tenía 17 años su familia se trasladó a Santiago, donde su padre instaló su pequeña industria textil en la calle Recoleta . Continuó sus estudios en el Liceo 4 de nuestra capital. Obtenido el bachillerato, ingresó a la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, titulándose de abogada en 1926, convirtiéndose, con máximas distinciones, en una de las primeras quince abogadas del país. Dedicó su memoria de título a denunciar la explotación que en aquellos tiempos significaba el trabajo a domicilio de las mujeres urbanas. Fue en su segundo año de estudios que su afán de servicio la llevó a inscribirse en la oficina de defensa jurídica gratuita. Allí conoció a un joven, a quien llamaban el “sabio Jiles” , Jorge Jiles , con quien se casó en 1929 y de cuyo matrimonio nacieron tres hijos: Jorge, Juan y Ana María .

Integró la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile. En los años 30 fundó la Asociación de Mujeres Universitarias y el Movimiento pro emancipación de las mujeres de Chile, organización que abogó por las reivindicaciones de las mujeres como madres, trabajadoras y ciudadanas.

Una de las mayores reivindicaciones de esa época era el voto femenino. Tras conseguirlo para las elecciones municipales de 1935, Elena Caffarena demandó también el sufragio de este sector de la sociedad para las elecciones presidenciales, derecho que se concretó en 1949 y a cuya ceremonia de promulgación la señora Elena no fue invitada. Resultó paradójico que, tres días después de que las mujeres chilenas obtuvieron el derecho a sufragio, durante el Gobierno de González Videla, se le cancelara su propia inscripción en los registros electorales. Posteriormente, Elena Caffarena se vio obligada a desmentir la versión que otorgaba al presidente González Videla el mérito de haber conseguido el voto a las mujeres. Fue así que en una oportunidad dijo: “Este aserto lo he leído varias veces y sería lamentable que pasara como verdad de la historia. El voto lo consiguieron las mujeres después de veinte años de duras y sacrificadas luchas. Lo único que hizo don Gabriel fue cumplir con el trámite constitucional de su promulgación”.

Durante el gobierno de Pedro Aguirre Cerda es nombrada miembro del directorio del Consejo de Defensa del Niño, institución a la cual donó años después un edificio para la atención de cuarenta párvulos, desempeñándose en el cargo hasta 1974, cuando le fue solicitada su renuncia.

Ella se consideraba una socialista moderada, pero valoraba ser independiente, por ello no participaba en la política activa, pero sí entregaba sus mayores esfuerzos a la defensa de los derechos de la mujer en todos los ámbitos.

En 1935 fundó, con otras destacadas feministas, el Movimiento de Emancipación de las Mujeres de Chile. Como jurista hizo importantes aportes. Entre los más significativos se encuentra un libro titulado “Capacidad de la mujer casada, en relación a sus bienes”. Allí sustentó una idea revolucionaria al decir: “Algo que debe ser vital y obligatorio para que exista el matrimonio es la obligación de amarse. Sin esto la institución no puede ser realidad”.

Escribió también un libro para destacar los logros de las sufragistas inglesas, que en 1918 alcanzaron la igualdad electoral y cuyo movimiento muchas veces fue desvalorizado y menospreciado.

En 1957 publicó otro de sus libros, denominado “El recurso de amparo frente a los regímenes de emergencia”.

También fue decisiva su presencia en la creación de un Centro de Estudios de la Mujer, que más tarde se llamaría “La Morada”.

En 1979, Elena Caffarena fue vicepresidenta y fundadora de la Fundación para la Protección de la Infancia Dañada por los Estados de Emergencia (Pidee), que atiende a niños y adolescentes traumatizados por experiencias del exilio. Impulsó la formación de la Federación Chilena de Instituciones Femeninas (Fechif), cuya primera presidenta fue Amanda Labarca . En más de una ocasión, a petición de la propia comisión, Elena Caffarena cooperó con la Comisión Interamericana de Mujeres con estudios jurídicos sobre los derechos civiles de la mujer.

Desde sus primeros años de participación en entidades femeninas escribió numerosos artículos memorables y cáusticas y contestatarias cartas al director, con sólidos argumentos y en su estilo: sobrio y enérgico, propio de quien está segura de la verdad y justicia de lo que defiende.

En 1989 se publicó su artículo “La Ley del Gatopardo”, relativo al llamado nuevo estatuto de la mujer, ley Nº 18.802, aprobada por el Poder Legislativo de esos años. En él analiza el citado estatuto, señalando que: “Hay que cambiar algo para que todo siga igual. Las mujeres seguiremos esperando y luchando para que se cumpla con la convención de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, sobre la eliminación de todas las formas de discriminación, que exige la igualdad de hombres y mujeres”.

Su protesta más reciente la constituyó una fuerte y documentada refutación a un artículo publicado en el diario “La Época”, en 18 de agosto de 1990, el cual, bajo el título de “Superwoman”, escrito por Martín Olea , que se declara abogado, consideraba

una aberración que la mujer se desempeñara en cualquier profesión, trabajo u oficio sin el consentimiento del marido. Elena Caffarena lo impugnó en otro artículo con una colección de códigos a la vista. En él denunciaba el criterio retrógrado del articulista, desfasado, a pocos años de que la humanidad llegara al año 2000. Escribió: “El epíteto de superwoman no me parece descalificatorio. La mujer que trabaja para alimentar a sus hijos, o aumentar el nivel económico de la familia, y al mismo tiempo atender su hogar, realizando una doble jornada, merece llamarse superwoman”. Decía, además, que “las feministas no somos enemigas del hombre, no pedimos privilegios ni protección; queremos, eso sí, igualdad”.

En marzo del presente año, durante la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, Elena Caffarena recibió un homenaje por defender sus derechos.

Ésta es, en forma resumida, la labor desarrollada por Elena Caffarena en favor de la defensa de la mujer, defensa realizada por una mujer valiente, nacida en el norte, donde también surgieron los grandes movimientos políticos de nuestro país. Quizás eso la motivó a forjarse un carácter fuerte, con valores que la llevaron a buscar el bien general y, especialmente, el de las mujeres.

Si nos ubicamos en la época en que desarrolló su labor, cuando ni siquiera se hablaba de igualdad entre hombres y mujeres, comprobamos que nunca buscó un beneficio personal desde la política, lo que pudo haber logrado con mucha facilidad. ¡Un bonito ejemplo!

Desde este hemiciclo, cuna de la representación popular y republicana, rindo un sincero y merecido homenaje a Elena Caffarena Morice, mujer iquiqueña que, como tantas otras grandes personas en la historia de Chile, en las letras, en el deporte o en la política, ha dejado bien puesto el nombre de una tierra llena de historia, valores y sentimientos patrios.

Finalmente, en nombre de la honorable Cámara de Diputados, de la ciudadanía de Iquique y en el mío propio, hago llegar mis más sentidas condolencias a la familia y amigos de la señora Elena Caffarena Morice aquí presentes.

He dicho.

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