Labor Parlamentaria
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Antecedentes
- Cámara de Diputados
- Sesión Ordinaria N° 101
- Celebrada el 10 de diciembre de 2013
- Legislatura número 361
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Homenaje
HOMENAJE A GENERAL DE EJÉRCITO (R) SEÑOR ERNESTO VIDELA CIFUENTES , RECIENTEMENTE FALLECIDO
Autores
La señora CRISTI, doña María Angélica (de pie).- Señor Presidente, en representación de la bancada de diputados de la Unión Demócrata Independiente y de Renovación Nacional, es un gran honor para mí rendir un merecido homenaje de reconocimiento y agradecimiento al general en retiro don Ernesto Videla Cifuentes , quien falleciera recientemente. Saludo muy afectuosamente a sus familiares, amigos y a las autoridades que nos acompañan.
Don Ernesto Videla -”Tito”, como le llamaban sus amigos, a quien describen como un hombre justo, recto, honorable y agradecido de la vida-, poseía un humor y un optimismo inigualables.
Dedicó la mayor parte de su vida y de su trayectoria profesional a la defensa y al resguardo de los intereses propios de Chile, sobre todo en el contexto de las relaciones con países vecinos.
Ernesto Videla nació el 16 de julio de 1938, en Santiago. En 1953, inició una trayectoria militar intachable como cadete efectivo. Escogió el arma de Ingenieros y fue nombrado profesor de “Técnica y Táctica de Ingenieros” cuando era teniente.
Como militar, recibió todos los honores y condecoraciones de excelencia en cada etapa de su brillante carrera.
En 1972, se le concede el título de Estado Mayor y Fuerzas Especiales. Luego, en 1973, es designado en comisión de servicios a un curso avanzado de ingenieros en Estados Unidos.
En 1975, recibe la medalla Minerva y, posteriormente, la medalla Cruz de Malta. En 1983, la condecoración de Gran Estrella, por haber cumplido 30 años en el Ejército de Chile. En 1985, recibe el premio Diego Portales , de la Cámara Nacional de Comercio, y las condecoraciones Orden Piana y Gran Cruz con la cual lo distingue la Santa Sede. La medalla de Gran Oficial le fue entregada por el propio Presidente de la República.
Fue profesor en la Academia Militar de, entre otras asignaturas, Estrategia y Geopolítica , Táctica , Historia Militar y Estrategia.
En 1976, se desempeñó como director de Planificación del Ministerio de Relaciones Exteriores.
En 1979, asumió como subsecretario de la misma cartera.
En 1980, fue nombrado jefe de la delegación de la Comisión para la Mediación Papal.
En 1986, recibió la condecoración del gobierno de Chile por sus valiosos servicios a la República. Ese mismo año fue nombrado Brigadier General del Ejército y terminó su brillante carrera de militar, de mediador de la paz entre Chile y Argentina, y de viceministro de Relaciones Exteriores.
El 30 de mayo de 1989, dejó el Ejército después de 35 años y 5 meses en la institución. Posteriormente, ejerció como analista en temas políticos, internacionales y de defensa. Muy conocido fue su “Informe Confidencial”, valorado por instituciones y empresas.
Este hombre de relevante jerarquía en la historia de Chile, con entrega, dedicación y patriotismo, lideró la coordinación de un gran equipo de trabajo, con el cual logró cambiar el destino de nuestra patria.
Su gestión de Paz.
En el libro de Luis Alfonso Tapia -muy interesante respecto de la materia-, denominado “En esta noche la guerra”, cita lo siguiente: “Se desplomarán estas montañas antes de que argentinos y chilenos rompan la paz jurada a los pies del Cristo Redentor ” (13 de marzo de 1904).
Sin embargo, nuestra historia está llena de conflictos por la situación limítrofe.
Es así como, en 1977, se ve seriamente amenazada nuestra soberanía. El conflicto por las islas Picton , Nueva y Lennox , ubicadas en el canal Beagle, se entraba en su etapa decisiva, luego de que Argentina desconociera y declarara insanablemente nulo el laudo arbitral de Gran Bretaña que favoreció a Chile.
Se iniciaron, entonces los preparativos en nuestro país y en el país vecino para una guerra que estaba a punto de desencadenarse. Oficiales y suboficiales fueron trasladados con extrema premura al extremo sur, tanto que, en ocasiones, no se les dio tiempo para despedirse de sus familias, quienes vivieron con la angustia e incertidumbre de no saber exactamente cuál sería su destino.
Los preparativos se hicieron con gran reserva, para no alarmar a la población. La ciudadanía se enteró vagamente de las acciones y movimientos prebélicos que se desarrollaban en el sur del país, a diferencia de Argentina, donde los preparativos se hicieron con aspaviento e invocando el nacionalismo con un ambiente triunfalista.
Según los cálculos de los estrategas chilenos, el país trasandino iniciaría el conflicto con un potente ataque aéreo a blancos estratégicos para mermar la capacidad chilena.
La situación en los frentes era preocupante. Las tropas carecían de los equipos mínimos para enfrentar el rigor del clima. Vivían meses en trincheras y posiciones que los propios soldados arreglaban y perfeccionaban. El armamento era precario y las municiones escasas.
Claramente, las fuerzas chilenas enfrentaban a un rival superior en cuanto a equipamiento y tecnología; pero existía clara conciencia en el mando de las Fuerzas Armadas respecto de la ventaja en la capacidad de su personal y estaban dispuestos y preparados para resistir la embestida argentina y enfrentar el conflicto en forma decidida.
En el extremo sur de Chile, el país se preparaba para resistir la agresión argentina. En los colegios se repetían una y otra vez los ejercicios de evacuación, y los techos de los hospitales fueron pintados con cruces rojas para ponerlos a resguardo de potenciales bombas.
La flota abandonó sus apostaderos tradicionales y se ubicó en el área cercana al Beagle; las naves estaban listas para el combate y las islas estaban llenas de infantes de marina.
Por su parte, el canciller chileno, don Hernán Cubillos , dejó muy en claro que nuestro país no declararía la guerra, pero que si nos llevaban a ella estábamos dispuestos a pelear con todas las consecuencias que ella implicaba. La situación alcanzó tal extremo que la prensa llegó a estar convencida de que sólo faltaba definir la hora del enfrentamiento.
Fue el período de conflicto más crítico de nuestra historia reciente. La guerra traería con-sigo la mortandad y la destrucción, y, de haberse concretado, bien se pudo transformar en el peor escenario de guerra que recordaría América Latina , ya que en forma paralela, de estallar la ofensiva, Chile tenía la certeza de que probablemente se incorporarían Perú y Bolivia, incitados por el deseo de reivindicar territorios que perdieron en la Guerra del Pacífico.
El inminente conflicto y sus repercusiones fueron motivo de alta preocupación para el Papa Juan Pablo II , quien, a través de su secretario de Estado, monseñor Agostino Casaroli , manifestó su intención de hacer todo lo posible por generar caminos de paz. Ambos países aceptaron el ofrecimiento, pero mantuvieron las medidas militares.
A raíz de la solicitud presentada el 20 de diciembre por el canciller Cubillos , en la que se demandó que Argentina reiterara su confianza en la Santa Sede como mediadora, nuestro país recibió respuesta del gobierno trasandino en que acusó a Chile de intransigente. Dos días después, aviones chilenos detectaron que en la zona del Cabo de Hornos navegaba en posición de ataque la flota de guerra de la marina argentina.
La guerra era inevitable; la posibilidad de una mediación parecía imposible. Nuestros hombres estaban listos en sus puestos para hacer frente al inminente ataque y defender nuestro territorio, hasta con sus vidas si fuese necesario.
En forma repentina, una feroz tormenta en el mar, acompañada de vientos huracanados, obligó el retorno de la armada argentina. Se produjo el milagro; en forma inimaginable se detuvo la guerra.
Es así como el 8 de enero de 1979, en un nuevo y dificultoso intento, Chile y Argentina pidieron formalmente al Papa la mediación para que se diera solución a la controversia, solicitud que se concretó en las denominadas “Actas de Montevideo” que firmaron en Uruguay los cancilleres de Chile y de Argentina ante el cardenal Antonio Samoré . En dicho documento, que marcó el punto de partida en la búsqueda de la paz, ambos países se comprometieron a no recurrir a la fuerza en sus relaciones mutuas.
Dios nos protegió a través de Juan Pablo II , del Cardenal Antonio Samoré y de nuestro canciller. El futuro de Chile y de su actuar en aquellos días, de 1978 y 1979, pendió de un hilo que milagrosamente no se cortó.
Se dio inicio a años de negociaciones y conciliaciones. El entonces Presidente Augusto Pinochet , designó al general Ernesto Videla jefe de la delegación chilena y le otorgó toda su confianza. El coronel Videla se sumó a los trabajos desarrollados en Roma; asumió la coordinación de un equipo negociador que trabajó durante años para evitar una guerra.
Se iniciaron reuniones en Roma con el representante de la mediación chilena-argentina y con la delegación de ese país, a fin de defender la posición de Chile ante la Santa Sede. En 1981, con tremendo acierto, el general Videla logró una gestión para liberar, por parte de Argentina, a dos oficiales y cinco civiles del Instituto Geográfico Militar, como así también el levantamiento del cierre de la frontera por parte del gobierno argentino.
Desde ese momento, hasta el año 1985, son cientos las gestiones, viajes y reuniones, todas muy complejas, que realizó el general Videla , con el fin de lograr la conciliación entre ambos países. Finalmente, ambas naciones ratificaron el Tratado de Paz y Amistad que fue suscrito en la Santa Sede, en una emotiva ceremonia realizada el 29 de noviembre de 1984, el cual dio término a un proceso de años de arduo trabajo por alcanzar el acuerdo.
En una entrevista, el General Videla confesó: “El momento más emotivo para mí fue el 18 de octubre, cuando nos entregan el acuerdo, ese momento en que firma el cardenal Casaroli , Marcelo Delpech y yo…. Y cuando llegó el 2 de mayo de 1985, después de tantas dificultades, viví uno de los momentos más emotivos que pude haber sentido en la vida: la firma del tratado”.
Ernesto Videla , como protagonista clave de las negociaciones por un acuerdo de paz entre Chile y Argentina, afirmó que ese logro fue la obra magna del gobierno militar; sabía que si había guerra, no habría futuro y así fue como se evitó la muerte de miles de jóvenes que habrían caído en los campos de batalla.
En 1987, su santidad el Papa Juan Pablo II visitó Chile, país que lo recibió con inmensa gratitud y conmovedora devoción. Por eso, se le dedicó el himno “Mensajero de la vida, peregrino de la paz”, que expresaba el agradecimiento por habernos salvado de la guerra y por su mediación de paz entre dos pueblos hermanos.
Años después, el 2 de mayo de 2011, Ernesto Videla volvió al Vaticano, pero esta vez como miembro oficial de la delegación chilena en el marco de la beatificación de Juan Pablo II , ocasión en la que manifestó: “La Paz que tenemos hoy se la debemos a él.”
El General Videla publicó en 2007 “La desconocida historia de la mediación papal. Diferendo austral Chile-Argentina (1977-1985)”, de la editorial de la Universidad Católica, un macizo análisis de este trascendente proceso diplomático que tuvo gran éxito en sus dos ediciones.
La vida de este hombre bueno, patriota y noble, se sumió en una profunda tristeza tras la trágica muerte de su hijo Luis Ernesto Videla en un accidente aéreo, ocurrida días después del terremoto del 27 de febrero de 2010, en Tomé, cuando iba en misión solidaria a entregar auxilio a aquellas familias y niños que vivían momentos de horror y angustia. La muerte de Luis Ernesto y de todos sus compañeros conmovió al país entero. La tristeza y el dolor no daban tregua. En junio del mismo año murió su querido nieto Andresito Videla Saieh . Sin duda, la pérdida de sus seres queridos agravó su larga enfermedad.
El General Ernesto Videla falleció el día 30 de agosto, a los 75 años, dejando un sobresaliente legado de servicio a su país.
En su despedida, a la que asistieron cientos de sus amigos y seres queridos, se expresaron palabras muy representativas y emotivas sobre su gran persona y trayectoria.
El ex canciller Miguel Alex Schweitzer lo recordó como un distinguidísimo oficial de Ejército, con preparación académica y una gran vinculación con el al mundo civil.
Hernán Felipe Errázuriz dijo que fue un soldado y un diplomático ejemplar: amó y defendió a su patria con inteligencia y lealtad. Supo conectar los valores militares con la civilidad mediante una excepcional coherencia, sencillez y capacidad analítica. Con apenas 40 años encabezó la mediación y en medio de la beligerancia vecina logró la paz.
Señor Presidente, nuestro país tiene una deuda de gratitud inmensa con este gran hombre; su mesura, lealtad, inteligencia y capacidad serán reconocidas por la sociedad actual y por las futuras generaciones. Hoy, junto a su familia, sus amigos del alma, sus seres queridos y autoridades, honramos y recordamos con eterno agradecimiento su entrega, dedicación y patriotismo con que guió a nuestra Patria en el camino de la paz, evitando el dolor de la guerra que, con seguridad, hasta el día de hoy tendríamos que lamentar.
Ernesto Videla pasará a la historia grande de Chile como un soldado de la paz y amante de su Patria.
He dicho.