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Intervención
MONUMENTOS EN MEMORIA DEL CARDENAL RAÚL SILVA HENRÍQUEZ. Segundo trámite constitucional.

Autores

La señora PÉREZ , doña Lily (de pie).-

Señor Presidente, honorable Cámara, voy a dar lectura a la intervención del doctor Osvaldo Palma Flores, diputado del distrito Nº 39, que comprende, entre otras comunas, a las de Linares y de Villa Alegre.

“Señor Presidente , los honorables senadores señores Manuel Antonio Matta , Juan Hamilton , Rafael Moreno , Adolfo Zaldívar y Andrés Zaldívar presentaron una moción para erigir monumentos en las ciudades de Santiago, Valparaíso y Talca, en memoria del cardenal Raúl Silva Henríquez. En Talca, por el hecho de que sería la ciudad natal del ilustre prelado.

Sobre el particular, estimo necesario señalar que, con motivo del lamentable deceso del señor cardenal, Villa Alegre, a través de la prensa y la televisión nacional, dejó en claro que el origen familiar de monseñor Silva estaba en esa comuna, y más específicamente la localidad de Loncomilla, en donde su estirpe y ascendencia tiene cuatro generaciones de filiación genealógica, mientras que su nacimiento en Talca fue un hecho absolutamente circunstancial, como él mismo lo esboza en sus memorias.

En efecto, su tatarabuelo, don Feliciano Encinas de Tapia Andia , fue dueño de las extensas propiedades de Loncomilla, Trapiche y Huaraculén, desde la segunda mitad del siglo XVIII. Parte de estos bienes, fundamentalmente la hacienda de Huaraculén, habían pertenecido al abate Juan Ignacio Molina , célebre sabio y científico jesuita, también nacido en Villa Alegre.

Fallecido don Feliciano , aquellas tierras pasaron en parte a su hijo Francisco Encina Echeverría , bisabuelo del cardenal y visionario agricultor y empresario, quien construyó canales de regadío, mejoró los cultivos de la zona, y trajo, desde Estados Unidos, en 1852, el famoso molino de Loncomilla, el primero movido a cilindros que tuvo el país y que se instaló en las márgenes del río Loncomilla. Ello significó un gran desarrollo económico a la región y fue la base de la fundación de la comuna de Villa Alegre. Trigo y harina chilenos viajaban por el río Loncomilla al Maule y Constitución, y de ahí hasta lejanos lugares de América.

Don Francisco Encina Echeverría casó con doña Javiera Romero y Labra. Delfina , una de sus hijas, contrajo matrimonio con don Diego Henríquez Cienfuegos , y la hija de ambos, Mercedes Henríquez Encina , casó, a su vez, con don Ricardo Silva Silva , avecindado en Loncomilla. Ellos fueron los padres de la numerosa familia Silva Henríquez , entre ellos, el cardenal, quien nació circunstancialmente en Talca, por cuanto doña Mercedes Henríquez , días antes del nacimiento de su hijo Raúl, se trasladó a Talca y regresó a Loncomilla dos días después del alumbramiento. En esa localidad, el futuro prelado vivió y creció, desarrollando su vocación religiosa, hasta los doce años de edad.

El cardenal admiró siempre a sus antepasados de Loncomilla y Villa Alegre, a su esfuerzo creador y empuje incansable. “El padre de doña Delfina Encina -escribe el prelado en sus memorias, editadas en 1991-, don Francisco Encina Echeverría , tenía el temple de los colonos que no se arredraban ante las más escalofriantes obras...” “Durante toda mi infancia -continúa el cardenal- escuché como algo familiar el rumor crepitante del canal Encina , desde la inmensa casa y el molino -también construida por él-, donde viví la segunda década de este siglo”.

Más adelante, en sus recuerdos de la niñez villalegrina, el cardenal dice: “Las casas en que vivimos existen todavía cuando escribo estas líneas... El caserón de Villa Alegre -dice luego- se llenó de niños y de niñas”. Respecto de la década del 10, el ilustre príncipe de la Iglesia evocaría también las duras circunstancias de esos años, recordando las dificultosas medidas que había que tomar para salir cada mañana hacia las clases.

Las remembranzas del cardenal Silva son, sin embargo, más determinantes en relación con Villa Alegre y ellas aluden, incluso, al despertar de su vocación religiosa: “En aquellos años mi padre -escribe monseñor Silva- fue el verdadero centro de una formación religiosa que pronto se convertiría en vocación. Conservo en mi memoria cierta noche en el molino Loncomilla , adonde solía acompañarlo y quedarme con él, compartiendo un cuarto. Aquella vez, mientras nos acostábamos, me preguntó si ya había rezado. Tuve que decir que no”.

En las memorias del Cardenal que hemos citado esta mañana no hay referencia alguna a su niñez de Talca, ni siquiera a su nacimiento. Todas las evocaciones de su infancia están situadas en Villa Alegre y Loncomilla, localidades a las que retornaría siempre a lo largo de su vida y hasta que su avanzada edad se lo permitió. Para los vecinos de la comuna de Villa Alegre, era usual verlo pasear por sus calles, oficiar misa en la parroquia y departir con las diversas familias que allí vivían. Villa Alegre fue su lugar de descanso y su refugio, incluso en los años más difíciles de su ministerio sacerdotal.

Por todos estos antecedentes, ratificados por la propia pluma del cardenal Silva en sus “Memorias”, por obras del historiador y pariente don Franciso Antonio Encina Armanet y por los trabajos del miembro de la Academia Chilena de la Historia, profesor don Jaime González Colville, le dan a Villa Alegre superiores merecimientos para ser sede de un monumento en su recuerdo y homenaje.

Por eso, solicito formalmente, señor Presidente, y se suman a esta demanda el alcalde, el concejo y la comunidad entera de la comuna de Villa Alegre, Loncomilla, se tenga a bien incluir a la comuna de Villa Alegre como una de las ciudades en las que se erigirá un monumento al ilustre cardenal recientemente fallecido.

He dicho”.

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