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  • Legislatura Ordinaria número 355
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Homenaje
HOMENAJE EN MEMORIA DE EX DIPUTADO DON ISIDORO TOHÁ GONZÁLEZ.

Autores

El señor ORTIZ (de pie).-

Señor Presidente , María Angélica , María Soledad y su esposo, Andrea Constanza , Rodrigo José, nietos de Isidoro Tohá González , colegas diputadas y diputados.

¿Qué hace que esta mañana de invierno, como tantas otras, detengamos la discusión de proyectos y hagamos un paréntesis en las inevitables diferencias que provocan nuestras distintas miradas de la realidad nacional? ¿Es que la muerte es más fuerte que la vida? ¿O es que la muerte de un hombre tiene la fuerza de lograr detener el tráfico incesante, apresurado y mediático de nuestra vida parlamentaria? Si la muerte de un hombre, entre los millones que pueblan la tierra, puede provocar dolor a muchas personas, entonces entendemos por qué esta mañana lloramos la muerte de un hombre privilegiado, que fue llamado al servicio de los demás y que, como nosotros esperamos serlo en la vida, fue una siembra constante y nunca acabada de entrega, de pasión por las ideas y de lealtad por los ideales.

Están presentes el ministro del Interior , señor Belisario Velasco ; el ministro Secretario General de la Presidencia , señor José Antonio Viera-Gallo ; la subsecretaria de Desarrollo Regional y Administrativo, señora Claudia Serrano ; el senador de la República , médico y amigo de toda una vida de Isidoro, Mariano Ruiz Esquide ; el senador y ex diputado Juan Pablo Letelier y la senadora Evelyn Matthei . Su asistencia no es casual. En las tribunas se encuentran presentes los ex parlamentarios y colegas Fanny Pollarolo , Jaime Estévez , Carlos Smok , Armando Arancibia y Felipe Valenzuela , a quienes deseo hacer un especial reconocimiento. Quizás porque soy un diputado tan antiguo, tengo el concepto de que quienes en algún momento fueron diputados, siempre, durante su vida terrenal, seguirán formando parte de esta Corporación. Su presencia, más la de representantes del Ejecutivo y de senadores, demuestra el pesar ante el término de la vida terrenal del colega parlamentario Isidoro Tohá González .

¡Cómo quisiéramos que, al final de nuestros días, familia, amigos; camaradas, compañeros o correligionarios y adversarios circunstanciales, pero también el hombre sencillo de pueblo y el dirigente nacional, tuvieran una sola voz para recordarnos; que nuestras obras e intenciones superaran con largueza las flaquezas, limitaciones y errores propios de nuestra condición de seres humanos, y que pudiéramos repetir la frase “por sus frutos los conoceréis”, mil veces expresada en los escritos sagrados!

Isidoro Tohá es uno de esos hombres privilegiados cuya memoria puede enfrentar con tranquilidad el juicio de la historia, de su familia y de quienes tuvimos la gracia y honor de compartir sus luchas; pero también el de quienes lo enfrentaron desde sus trincheras, pero que terminaron por reconocer que se trató de un hombre bueno que hizo de su vida la concreción necesaria de sus ideales de joven socialista, que abrazó desde la época en que cursó sus estudios universitarios de medicina. Quizás, compartió los sueños de su padre, José Tohá Soldavilla , catalán antifranquista que llegó a Chile en busca de un país que gozara de libertad, donde sembró el sello de su apellido e ideas, que se mantienen por generaciones en la lucha política y social.

Al término de sus estudios, el joven Isidoro Tohá enfrentó esa coyuntura mil veces repetida: por un lado, el éxito profesional y económico, que asegura tranquilidad, estabilidad y un muy buen porvenir, y por el otro, un camino de servicio en favor de los demás, pero con los ojos puestos y el alma entregada al servicio público y al campo político. Ese camino es de muchas satisfacciones cuando el actuar se refleja en mejores estándares de vida y de esperanza para los más desposeídos, y de mucho dolor y sufrimiento cuando los esfuerzos no son bastantes. Es parte del claroscuro de la vida.

En el ejercicio de su profesión de médico cirujano, Isidoro Tohá fue, como sus pacientes denominaban en forma tan cariñosa, el doctor de los pobres o el ángel de la Guarda, actitud que también reflejó en sus actividades docentes en la Universidad de Concepción.

Pero eso no era bastante para llenar su vida. En su trabajo diario, podía aliviar el dolor de algunos hombres; pero el de muchos hombres, los desposeídos y los pobres, también necesitaba de su palabra y acción, que encontró un canal de expresión, primero, al fundar la Liga contra la Epilepsia, y luego, en la labor gremial, al asumir la presidencia de la Sociedad Médica de Ñuble y ser un activo consejero del Colegio Médico de la Región del Biobío .

En su afán de acción social, sirvió como edil en la municipalidad de Chillán y, más tarde, durante dos períodos, representó a su querida zona en la Cámara de Diputados.

De los 120 diputados en ejercicio, once pertenecemos a esta Corporación desde 1990 y, por lo tanto, debemos recordar la manera de ser de Isidoro: un hombre serio, responsable y preocupado. Fue miembro titular de las comisiones de Salud y de Obras Públicas, Transportes y Telecomunicaciones, y contó siempre con la compañía de María Angélica Veloso, su mujer de toda una vida. En efecto, durante su ejercicio parlamentario, llamó profundamente la atención ese hecho: cuando Isidoro intervenía, la más feliz era su esposa, que lo acompañaba desde las tribunas. Por lo tanto, cuando él hablaba con el objeto de buscar consensos y acuerdos, se advertía la cara de felicidad de su esposa. En forma personal, pude advertirlo en muchas ocasiones durante el período en que me correspondió ser Primer Vicepresidente de la Cámara. Al respecto, cabe expresar que desde la testera existe una visión integral de la Sala y de las tribunas. Por eso, quienes en alguna oportunidad hemos formado parte de la Mesa, comprendemos el orgullo y la dignidad con que deben ejercerse esas responsabilidades.

Deseo expresar a las tres hijas y al hijo de nuestro homenajeado, presentes en las tribunas, que su madre y su padre fueron uno solo, como pudimos parparlo durante los ocho años en que Isidoro representó a su querido distrito número 41.

Tras su período como edil por Chillán, conoció, durante el régimen militar, el intenso dolor de la persecución y muerte de muchos camaradas y de su exoneración del servicio público y posterior detención injusta y arbitraria, como si no hubiese sido suficiente el dolor ante la injusta e inhumana muerte de su hermano José .

El dolor y el temor no fueron suficientes para paralizar la acción de ese hombre. Asumió responsabilidades en la reorganización y dirección política de su partido y también en el Movimiento Democrático Popular y en la Izquierda Unida, donde ejerció el cargo de presidente regional hasta fines de 1989. Presidió la Comisión de Derechos Humanos de la zona y fue uno de los gestores de la fundación Arda, que se dedica a la rehabilitación de alcohólicos.

Vida plena la de ese médico, político y gran amigo, en la cual el balance es absolutamente favorable a sus ideales y sueños, que se prolongan en la vida de su familia y, de manera especial, en la de su hija María Soledad Tohá Veloso , mujer luchadora que en la actualidad ejerce como intendenta de la Región del Biobío ; en la de su hermano Jaime, ex ministro , ex intendente y hoy embajador de Chile en Cuba, y en la de su sobrina Carolina, querida y apreciada colega que lleva el legado de demostrar que los Tohá son parte de la historia del país.

Permitidme que evoque las palabras con las cuales lo recordó el ministro Viera-Gallo , presente aquí en la Sala y colega durante ocho años en mi distrito Nº 44: “Un hombre que sabía condolerse del prójimo, que tenía generosidad para entregar lo que estuviera a su alcance; dotado de perseverancia para no desmayar hasta conseguir soluciones; sabiduría y prudencia para reconocer siempre el sendero adecuado; humildad y sencillez para no buscar el reconocimiento, sino alegrarse en el cumplimiento del deber.”

Pero, también es importante que aquí, en este Poder del Estado, quienes rendimos un homenaje a uno de los nuestros, recordemos las poéticas palabras de su amigo, el poeta chillanejo Gonzalo Rojas: “Isidoro era grande de hombría, de fineza, de entereza. Nos dio su dignidad, su confianza. A un hombre como él, no sólo habrá que honrarlo, sino más bien merecerlo.”

Este es el privilegio de los poetas, de los escogidos del alma, que en una frase logran resumir lo que muchos no somos capaces de decir en un extenso discurso: ¡No sólo habrá que honrarlo, sino merecerlo!

Y si ello no fuera bastante, dejadme repetir las palabras de su hija María Soledad al agradecerle a su padre por haberle forjado un sitio de lucha en la vida, que no es otro que servir a los semejantes con valores irrestrictos de gente de manos limpias, de grandes compromisos, de esos socialistas puros y sinceros que fortalecen y enriquecen la patria.

Para su familia, que llora su muerte; para Chillán , que ve partir a la eternidad a otro de sus hijos predilectos; para sus camaradas de partido, que pierden un referente de fidelidad y honradez profesional y política; para todos, hemos levantado nuestra voz a fin de recordar, una vez más -lo que dije al comienzo de mi intervención- la sentencia bíblica: Por sus frutos los conoceréis.

Isidoro Tohá , un hombre bueno; el médico de los pobres; un amigo que nos precede en el camino final. Bienaventurados aquéllos por quienes lloran los hombres cuando mueren, porque esas lágrimas de la multitud, que no nacen del vínculo de la carne y de la sangre, ni de la memoria de servicios o de gratitudes individuales, son la señal de la misteriosa filiación en que los pueblos reconocen en quienes vivieron para vivir por los demás o para morir por los demás.

Hoy, cuando la política parece envolverse en un aire mediático, superficial e individualista, este hombre, el Yoyo, hace más falta que nunca.

He dicho.

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