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Homenaje
HOMENAJE EN MEMORIA DEL DIRIGENTE DEPORTIVO DON CARLOS HERRERA ARREDONDO

Autores

El señor PAYA (de pie).-

Distinguida señora Ana y estimada Claudia , señor alcalde de la Municipalidad de San Miguel , señor director de la Digeder , señores representantes de la comunidad de San Miguel, amigos de don Carlos y representantes del mundo del tenis presentes, señor Presidente : Hace exactamente un mes nos dejó don Carlos Herrera , dirigente deportivo ejemplar. Su muerte fue inmediatamente sentida por todos como sinónimo de pérdida irreparable para el deporte chileno; por la comunidad de San Miguel, como la desaparición de uno de sus miembros más ilustres, y por el empresariado nacional, como la pérdida de uno de sus más talentosos exponentes.

Todas estas razones justificarían sobradamente un homenaje a don Carlos , a sabiendas de que a él, en su profunda humildad, esta ceremonia lo habría sonrojado y puesto incómodo.

En este homenaje podría destacar que don Carlos Herrera surgió de la humildad, del cariño de una madre profesora, que enviudó cuando él tenía apenas dos años; que conoció de sacrificios y privaciones, que no pudo cumplir con su anhelo de estudiar química en la universidad por esas mismas privaciones y que lo que no heredó lo edificó con empuje y constancia.

En resumen, un modelo perfecto para quienes creen en la libertad y una demostración palpable de que cada persona puede y debe intentar hacerse responsable de su destino.

En este homenaje también podríamos reseñar sus innumerables logros como dirigente deportivo, porque en un medio habituado a la polémica, a las descalificaciones y a espectáculos más bien bochornosos, don Carlos Herrera fue siempre un ejemplo de honestidad y de caballerosidad, porque fue evidente que él estaba en el deporte para servir, para ayudar, para trabajar y para hacer bien las cosas.

No me cabe ninguna duda de que por eso las autoridades nacionales y comunales, que se encuentran presentes aquí, y quienes fueron además sus amigos, don Julio Riutort y don Juan Claudio Godoy , respectivamente, no dudaron un minuto en apoyarlo en el colosal sueño y materialización de esa obra monumental que es la casa del tenis, levantada en San Miguel para beneficio del futuro del tenis chileno.

Por eso se ganó el respeto y el cariño no sólo de otros dirigentes, sino también de los deportistas.

En nuestra opinión, su paso por el tenis quizás se puede resumir en tres hitos.

Primero, la frase reciente de don José Ramón de Camino -competidor derrotado por don Carlos en la elección que lo puso a la cabeza del tenis nacional-, quien recientemente ha dicho lo siguiente, en un elogio del cual, estoy seguro, no hay parangón en ningún rincón del planeta ni en ámbito alguno: “Doy gracias a Dios por haber perdido esa elección y que la haya ganado don Carlos”.

Segundo, la frase utilizada recientemente por Marcelo Ríos , la principal figura de nuestro tenis y del deporte nacional, quien, al referirse a don Carlos , usó una sola expresión: “Mi amigo”.

Y, finalmente, en un recuerdo personal, que considero compartido por todos, aquel momento culminante del deporte nacional: la conquista del tan preciado número 1 del tenis. Para mí será imborrable la imagen de don Carlos saltando y riendo, lleno de alegría, captada en un acierto televisivo que dio la vuelta al mundo, lo que me parece justo, porque nadie disfrutó más de ese momento que él.

Sin embargo, este homenaje sería incompleto si no dijéramos que don Carlos Herrera fue un hombre generoso, no porque haya compartido su riqueza, lo que, de por sí, lo hace un hombre fuera de lo común. Lo era más bien porque él no se contentaba con aliviar los problemas; él no buscaba ni aliviar su conciencia ni aliviar problemas. Él quería resolverlos, y por eso su generosidad implicaba involucrarse con su talento, con su inteligencia, con su tiempo. Es así como trabajaba en las causas a las que quería ayudar, las que son muchas más de las que nos podamos imaginar, en las cuales siempre dejaba las huellas de su tremendo talento para lograr que las cosas funcionaran bien.

Sin embargo, la verdadera dimensión de su generosidad se descubre aún más allá; se descubre cuando don Carlos se encontraba con aquellos problemas para los cuales no hay solución en la generosidad material ni en la inteligencia. Frente a un niño enfermo y sin remedio, don Carlos nunca se encogió de hombros o dijo: “Aquí no hay nada que hacer.” En esa situación nunca vaciló en dar su cariño, en abrazar a ese niño, darle su afecto y en compartir aquello que es lo único realmente propio: esa parte maravillosa y no cuantificable del ser humano que es el alma.

Nadie sabe con exactitud la magnitud de su generosidad y de su entrega. Todos los días conocemos nuevos testimonios. Cooperando con los no videntes del hogar Santa Lucía , preocupado de las deficiencias de los niños de la Escuela Japón; levantando una empresa para dar trabajo y dignidad a los minusválidos; compartiendo su tiempo de los fines de semana, con los niños de la Fundación Mi Casa; ofreciéndose para llevar a sus casas a decenas de mujeres que en las noches salen con sus hijos en brazos del Hospital de Niños Exequiel González Cortés hacia alguna población del sur de Santiago; entregando su visión, capacidad profesional e ideas desde la Corporación Municipal de San Miguel; montando decenas de obras sociales en poblaciones, como La Victoria o La Legua; en fin, nadie conoce en verdad la medida de su entrega.

Por tanto, éste no es un homenaje a un dirigente deportivo ni a un empresario exitoso o a un vecino destacado. Ninguno de esos roles explicaría la vida de un hombre que un día se ofreció para llevar al terminal de buses a una madre y a su niñito terminalmente enfermo -Chaguito- del que don Carlos se había hecho entrañablemente amigo durante sus visitas al hospital pediátrico Josefina Martínez. Dios quiso que ahí, en medio de un terminal de buses, en la calma del sueño, en brazos de don Carlos , el padecimiento de Chaguito terminara para siempre.

En verdad, éste es un homenaje a un hombre pobre, infinitamente pobre; de aquellos pobres de espíritu, sobre quienes Dios repartió sus bienaventuranzas. Don Carlos lo vivió así, en silencio, como su fe, acompañado de su devoción al Sagrado Corazón, de su misa durante la semana, de sus lecturas y creciendo aun con los golpes más dolorosos de la vida.

No es fácil la tarea que él nos deja: dar trabajo a los discapacitados, dar nuestro cariño a los que sufren, destinar nuestros fines de semana a personas a las que no conocemos, y, lo más importante, hacer-lo todo sin que nadie lo sepa, con la humildad sincera de los hombres íntegros, sin nunca pretender ser modelo ni maestro de nadie.

Señor Presidente , que sea ésta la oportunidad para desearle a su distinguida familia que los recuerdos de las cosas simples y pequeñas, de las que sólo una familia puede ser testigo, pronto los conforten con su calidez. Que sea ésta una invitación a todos nosotros a conocer más de este hombre extraordinario de quien creo aún conocemos demasiado poco. Finalmente, que sea una invitación a respetar el deseo de don Carlos.

Hace pocos días, al saber de este homenaje, su hija Claudia me dijo: al papá no le habría gustado que sus amigos o quienes lo aprecian se juntaran para hablar de él. A él le habría gustado que se unieran para hacer las cosas que él hacía.

Que también sea ése nuestro verdadero homenaje a don Carlos Herrera Arredondo.

He dicho.

(Aplausos).

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