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Homenaje
CINCUENTENARIO DEL NOMBRAMIENTO DE MONSEÑOR JOSÉ MARÍA CARO COMO CARDENAL

Autores

El señor DÍAZ .-

Señor Presidente, Honorables colegas:

Días atrás se cumplieron 50 años del nombramiento del primer Cardenal de la Iglesia Católica chilena y, en pocos días más, se recordarán 130 años de su nacimiento.

José María Caro Rodríguez , ¿estaba predestinado al sacerdocio? Las extrañas circunstancias que precedieron su nacimiento --petición y ofrenda de su madre a San Andrés Apóstol--; ya de adolescente, su providencial encuentro con el rico y magnánimo canónico Ramón Saavedra Jiménez ; su admisión extrarreglamerntaria en el Seminario de Santiago; su triunfo sobre un desahucio médico en plena juventud, confirman aquel refrán colchagüino que dice: "Cuando Dios quiere, con todos los vientos llueve". Dios quiso que el primer hijo varón del matrimonio Caro Rodríguez alcanzara la dignidad del sacerdocio y el honor de ser el primer Cardenal de la Iglesia chilena.

Sin duda, el terreno estaba abonado. La familia, por generaciones, fue ejemplo de acendrado catolicismo. El abuelo, don Pedro Pascual , estaba autorizado para bautizar. Él bautizó al niño José María a los ocho días de nacido. Había fundadas razones para hacerlo: alta mortalidad infantil en ese tiempo, inclemencia invernal --estábamos en junio de 1866--, larga distancia a la "doctrina" de Cahuil, caminos intransitables y, sobre todo, la premura de los padres por incorporar al niño al seno de la Iglesia.

Una familia que "a la hora de la oración", como dicen nuestros campesinos, o "a la hora de la conciencia y del pensar profundo", según Víctor Hugo , se reúne al final de cada jornada en el rezo del rosario.

No tienen los Caro- Rodríguez riquezas materiales. El bisabuelo "no testó por no tener", según dice el acta; el abuelo fue arriero; el padre, labrador, llavero y, más tarde, mediano propietario agrícola.

Para aliviar la tarea familiar, para que el niño tenga compañía y para poder educarlo, los abuelos del pequeño José María lo llevan a su residencia de la quebrada Nuevo Reino, cercana a la escuela e iglesia del pueblo de Ciruelos, comuna de Pichilemu.

La educación que Pedro Pascual no tuvo, a lomo de caballo del abuelo, la tendrá el nieto.

Aún persisten en los campos de Colchagua y Cardenal Caro, como expresión de amor los cuidados solícitos de la educación "para que el niño sea más que yo", según nuestra sentida expresión popular. Pasarán los años, y el nieto memorioso y agradecido devolverá con creces la solicitud y los cuidados. El niño José María se hace adolescente y por senderos y atajos acerca la casa a la escuela.

Se repite hoy la historia: en los campos, por quebradas y lomajes, miles de niños chilenos madrugan distancias en afán de superación. ¿Será alguno de ellos un Cardenal del siglo XXI, Presidente de la República , universal y famoso poeta, héroe de la Patria, estadista insigne o excelso artista? ¿Soñó en su caminar a la escuela de Monte Grande, la niña Lucila Godoy Alcayaga , que niños de todo el mundo recitarían sus versos y bailarían sus rondas? ¿O el parralino Neftalí Reyes, confinado en su mundo poético, imaginó que su nombre se alzaría por sobre las alturas de Machu-Pichu a la cumbre de la inmortalidad?

La inteligencia y el genio se extienden por todo nuestro territorio. No sufren insolación nortina ni congelamiento austral.

De la provincia levítica que hoy tiene el nombre de Cardenal Caro --antiguamente, Colchagua -- han surgido decenas de sacerdotes. Algunos son cuasi centenarios: Juan Bautista Lagos , de Chimbarongo; Rigoberto Piña , de mi pueblo: Coínco. Si recordamos que el Cardenal vivió 92 años, a la provincia habría que agregarle al título de levítica, el de longeva. El Espíritu Santo es visita permanente en esta provincia que ostenta el mayor porcentaje de catolicidad y de vocaciones religiosas de la República.

La condición de eximio estudiante de José María como alumno superior en la escuela pública de Ciruelos, lo hace acreedor a una beca en el Seminario de Santiago . Allí llega, según sus propias palabras "vestido pobremente de campesino", y es destinado al sector de San Pedro Damiano para jóvenes provincianos y modestos.

Lo provinciano y lo modesto lo acompañarán durante toda su existencia. Con ese caudal espiritual, supera a todos sus condiscípulos. Y junto a su amigo Gilberto Fuenzalida Guzmán , son los primeros seminaristas chilenos becados en la Universidad Gregoriana de Roma Pío Latinoamericana. Mejor alumno en Ciruelos; luego, en el Seminario de Santiago, y excelente estudiante en Roma.

El peregrinar sólo está comenzando: Ciruelos, Santiago , Roma , Mamiña , la pampa, La Serena, Santiago , Cardenal de Chile.

Los escenarios son variables; la conducta, invariable: entrega total a Dios, fidelidad irrestricta a su Iglesia, servicio generoso a sus hermanos (en especial a los pobres) y defensa brillante del magisterio eclesial.

Cambian los escenarios, se suceden los hechos. Su alma de adolescente se conmovió con el heroísmo de Prat; pero ello no le impide tratar como hermanos a los numerosos peruanos y bolivianos de su feligresía de Mamiña.

Su retorno a la patria, en julio de 1891, coincide con la batalla de Concón, principio del fin del Gobierno de Balmaceda. Y al visitar su pueblo encuentra las ruinas del que fuera flamante muelle de Pichilemu, víctima de la guerra civil.

Es nominado Arzobispo en Santiago en 1939, en una época de gran tensión. Se suponía que, dado el triunfo del Frente Popular en Chile, pudiera repetirse el doloroso conflicto español. Pero en nuestra patria teníamos a Pedro Aguirre Cerda como Presidente y a José María Caro como Arzobispo, ambos constructores de la paz.

En Chile no hubo conflicto ni con el primer Jefe de Estado radical ni con sus sucesores, pese a su declarado laicismo. Monseñor Caro mantuvo una excelente relación con los cinco Presidentes de Chile que le tocó conocer durante su largo arzobispado.

Fue hombre decidido y en extremo valiente. Recordamos, entre tantos episodios que así lo demuestran, las pedradas que hicieron blanco en su mitra un Domingo de Ramos, en pleno centro de Iquique.

Decisiva para la paz entre los chilenos fue su declaración como Obispo de La Serena cuando, a pocos días del estrecho triunfo de Pedro Aguirre Cerda --octubre de l938--, no sólo reconoció su triunfo, sino que le expresó: "Le deseamos todo acierto, en nombre de la Iglesia, respetuosa siempre de los legítimos gobernantes y anhelosa del bien común para el bien de nuestra querida patria". Y ésa fue su política permanente.

Nunca olvidó el Presidente Aguirre Cerda la actividad de Monseñor Caro; la patria tampoco la olvida, y la historia la ha recogido en sus páginas.

Fue Monseñor Caro ardiente defensor de los pobres y de los explotados. Cuando la miseria cundía en Iquique en plena guerra mundial, instalaba las "ollas del pobre". Cuando algunos comerciantes inescrupulosos especulaban con el precio del pan en medio de la crisis salitrera, los atacaba y amonestaba duramente. Fue así como creó la asociación "Pan para el hermano cesante".

Cito textualmente parte de una de sus cartas sobre "Las Cuestiones Sociales" que tocaban el tema. Dice a la letra: "Es bien sensible, sí, que los patrones o empleadores no se adelanten a satisfacer las exigencias que más tarde encuentran atendibles y razonables sólo cuando el clamor de los obreros o empleados y las amenazas de huelga les hacen presión".

Si se hubiere escuchado al Obispo Caro en sus cartas "A los señores salitreros", muchas tragedias se habrían evitado en Chile.

Célebre fue también su defensa de la ASICH (Acción Sindical Chilena), fundada por el Padre Alberto Hurtado para enseñanza de las encíclicas papales, capacitación y defensa de los obreros. A raíz de una huelga que hubo en Molina en ese tiempo, la ASICH fue duramente atacada.

En esta Sala hay un Senador que fue protagonista de la defensa de la ASICH en esos tiempos, ya que sucedió en el cargo al presidente de dicha institución, don Ramón Venegas : el Honorable señor William Thayer .

La acción de Monseñor Caro fue determinante en la formación de la Acción Católica Juvenil. Como Presidente del Consejo Nacional de los jóvenes de ese entonces quedó Arturo Droguet del Fierro; pero luego, ese mismo año (1932), fue designado Eduardo Frei Montalva .

En 1932, la ANEC, en cuyo secretariado nacional ya estaba desde enero de 1931 Frei (entonces, estudiante de tercer año de leyes), realizó una famosísima Semana Social, en la que se trataron seis grandes temas. Entre ellos, los problemas de la propiedad, de la justicia social y de la organización de los trabajadores. Fue un verdadero acontecimiento en aquella época y tuvo una enorme repercusión. Todo, auspiciado por Monseñor Caro y con la participación de las personas ya nombradas.

El Episcopado acompaña ese quehacer con sus pastorales sobre "El Salario Obrero", de 1937, y con "Normas del Episcopado sobre la acción política de los católicos", de 1939.

En esa misma época se realiza en Chile el "IV Congreso Internacional Católico sobre la Vida Rural". Se designa a nuestro país sede mundial.

Monseñor Caro Rodríguez fue un apóstol de la libertad social de la Iglesia. Diestramente, evitó que el accionar de la Iglesia Católica, en especial el de sus laicos, fuera instrumento de los partidos políticos, y menos aún, monopolio de uno de ellos, aunque fuera el confesional.

Su preocupación por los asalariados es intelectual y práctica. Sus numerosas homilías, pastorales, cartas, sermones y libros sobre "Las Cuestiones Sociales", en particular aquella "A los señores salitreros", se alternan con las "ollas de los pobres" para la población hambrienta de la pampa, las colectas frecuentes, las visitas a los hospitales públicos y el regalo silencioso de su pectoral a refugiados judíos víctimas de la persecución nazi.

Quince años permaneció Monseñor Caro en Iquique. Cristo tuvo primero su Domingo de Ramos, y días más tarde, el cáliz amargo de Getsemaní. Monseñor Caro tuvo primero su Getsemaní en la procesión del Domingo de Ramos, y los vítores y las palmas, en su despedida, viaje a La Serena.

Pastor y patriota, conjugó sus facetas en una acción motivadora y contagiante. Visitó Argentina. Logró el apoyo de ambos Gobiernos e inició la construcción del Templo Votivo de Maipú, cumpliendo así la promesa de San Martín y O"Higgins.

Nonagenario, cansado ya de su prolongado apostolado y aconsejado por médicos y amigos para que no viajara, asiste en octubre de 1958 al Cónclave para elegir al sucesor de Pío XII, recién fallecido.

De más está recordar que Monseñor Caro era el más anciano de ese "íntimo Senado" que elegía al Sumo Pontífice. El nuevo sucesor de San Pedro fue Angelo Roncalli (desde el 25 de octubre de 1958, Juan XXIII ).

A los 92 años, muere el primer Cardenal chileno. Al despedirse Iquique , el diario "La Luz" expresó: "Llegó pobre, se fue pobre". En el punto tercero de su testamento, anota: "No tengo ningún bien raíz, por haber vendido lo que había heredado de mis padres, con el fin de constituir un modesto fondo de socorro en el Obispado de Rancagua, en favor de los pobres, principalmente de mis parientes...".

Hasta el final: su tierra, Obispado de Rancagua , diócesis de su tierra natal; los pobres, su obsesión como pastor.

El homenaje que le rindió el pueblo la tarde de la despedida de sus restos mortales lo sintetiza con profunda elocuencia Monseñor Eduardo Lecourt , en su oración fúnebre: "Fue el homenaje más impresionante y sincero para quien, con los labios ya cerrados, iba diciéndonos su última plática, cuyo sentido guardamos para siempre: que el servicio a Dios es una práctica que sublima; que la abnegación por el prójimo arrebata los corazones; que un ideal servido sinceramente conduce al reconocimiento de su grandeza; que la virtud asombra y embelesa aun a aquellos que no la practican; que el que se humilla ha de ser ensalzado".

Si la voz del pueblo es la voz de Dios, el pueblo lo dijo con voz potente y triste esa tarde del 7 de diciembre de 1958 --víspera de la Inmaculada Concepción--, y lo ha repetido desde hace cuarenta años.

A su deceso, el Congreso chileno acordó por unanimidad tres días de duelo nacional. Casi cuatro décadas han pasado, y hoy el Senado de la República rinde un sentido homenaje al pastor ejemplar, patriota insigne y santo varón que fue nuestro primer Cardenal , José María Caro Rodríguez .

He dicho.

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