Labor Parlamentaria
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Antecedentes
- Senado
- Sesión Ordinaria N° 39
- Celebrada el 02 de agosto de 2006
- Legislatura Ordinaria número 354
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Intervención
INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA EN SER HUMANO, SU GENOMA, Y PROHIBICIÓN DE CLONACIÓN HUMANA. VETO
Autores
El señor
Señor Presidente , al igual como ocurrió en la sesión anterior, es bueno que en el Senado se lleven a cabo debates apasionantes concernientes al futuro, porque creo que éstos son los temas del mañana.
Considero que la gran discusión en los tiempos que vienen será la relativa a la bioética y a cómo queremos la vida.
Me parece superinteresante que aquí haya grandes definiciones de la vida y que ésta pueda definirse en dos palabras, desde la concepción hacia adelante.
¿Por qué digo eso? Porque he tenido la oportunidad de leer libros maravillosos que hablan sobre qué es la vida. Uno de ellos -yo lo recomiendo- se titula precisamente ¿Qué es la vida?. Lo escribió Lynn Margulis , bióloga de la NASA, quien se dedica a la búsqueda de vida en otras galaxias.
En Chile, dos grandes biólogos escribieron la Teoría de Santiago, que se utiliza hoy día a nivel mundial para definir la vida, fenómeno muy complejo. Me refiero a Humberto Maturana y al doctor Francisco Varela , quien lamentablemente falleció hace un tiempo.
Los escritos de esos investigadores, la Teoría de Santiago y la Teoría de la Autopoiesis, donde se intenta definir la vida, son documentos de debate en los principales encuentros científicos y filosóficos del planeta.
Hasta donde sé, todavía no hay una definición a fondo de qué es la vida y cuál es su origen.
Por eso, me parece un poco presuntuoso que definamos la vida. Es posible hacerlo. Cada uno tendrá sus propias visiones. Y tal vez la definición que se plantea se relaciona con una opinión particular, legítima, de algunos, pero no necesariamente con lo que la ciencia, el conocimiento, los sabios que aún quedan en nuestra sociedad planetaria han establecido respecto de qué es la vida.
En la biología y en la vida, es difícil separar. Aquí se quiere separar lo que está unido. En este veto, por ejemplo, no es posible separar los aspectos que tienen que ver con la investigación científica, la clonación y el genoma. Son inseparables. En el campo de la vida no hay tales separaciones. Ellas sólo existen en la capacidad, en el racionalismo, en el cartesianismo, que diseca, que separa lo que está unido.
Tal vez el gran esfuerzo del pensamiento de la sociedad moderna radica en volver a unir lo que se halla separado y pensar en forma compleja. El enorme problema de la sociedad para entender los fenómenos del futuro estriba en que éstos se encuentran unidos, son sistémicos, no están separados, no están dicotomizados, no están disecados. Y ésta es una visión cartesiana que yo siento que no apunta a la complejidad y a los desafíos del futuro.
No obstante, quiero intentar de todas maneras hacer una reflexión acerca de por qué es importante el proyecto sobre el genoma humano.
¿Es relevante regular la clonación? ¿Sí o no? ¿Y por qué?
Yo creo que sí es significativo regular la clonación, justamente para defender la vida; la vida en general, la de todos los seres vivos. ¿Por qué? Porque la vida de los seres vivos -nuestra vida; puede haber otras, con distintos orígenes- partió hace 14 mil millones de años, cuando hubo un Big Bang y apareció un fenómeno maravilloso que dio lugar a las bacterias; y de las bacterias, nosotros.
Todos los seres vivos que comparten este planeta, su átomo de nitrógeno, su átomo de carbono, provienen de la explosión de la misma estrella. Tenemos un mismo origen: una explosión estelar común.
¿Y por qué digo que esto es importante?
La vida humana, al menos en la forma como la conocemos (porque no podemos especular acerca de otras vidas), se ha desarrollado sobre la base de la diversidad. Es la diversidad del germoplasma el principal valor de la vida; eso es lo que la mantiene.
Existen bacterias que conservan la temperatura y el CO2 del planeta; son parte de la vida. Si ellas desaparecen, nuestra vida también desaparecerá.
¿Qué significa que los fenómenos sean sistémicos y en red? Que carecen de jerarquía; que no tienen un arriba y un abajo. Si colapsa el linfocito T -no es más importante que el cerebro; éste parece más relevante-, la vida del hombre va a desaparecer, al igual que si se extinguieran las bacterias que, como aquél, conservan las defensas o regulan al ser humano. Hay bacterias que mantienen la posibilidad de vida de otros seres vivos; en particular, la nuestra. De hecho, generan el oxígeno y otros elementos fundamentales para nuestra existencia.
Entonces, ¿por qué cuestionar la clonación? Porque la clonación de seres humanos completos puede destruir la vida, pues elimina la diversidad.
Si uno asimila la clonación a la reproducción humana, va a construir individuos exactamente iguales entre sí. Es factible tomar una célula de mucosa de un ser humano y hacer cien individuos iguales a él. Por lo tanto, eso es construir y segregar un tipo de genoma humano. Y eso puede destruir la vida. Pero está pasando.
La transgenia de los alimentos lo está haciendo. De hecho, en México desaparecieron cientos de variedades de maíz producto de que se seleccionaron especies transgénicas clonadas.
Ahora, ya se están haciendo, con otros seres vivos, ensayos que la humanidad y la historia habían proscrito. No es factible juntar un perro con un ser humano; no sale un perro humano. Pero a nivel de la transgenia, sí. Si se pone un gen de pescado a un tomate, éste puede resistir bajas temperaturas.
¿Por qué digo esto? Porque -y por ello soy partidario de regular las experiencias transgénicas en otros ámbitos de los seres vivos-, si no protegemos el germoplasma de la vida, y en particular el del ser humano, vamos a permitir que se altere la capacidad maravillosa que éste ha tenido de construir características distintas y adaptarse e ir cambiando a lo largo de la evolución.
Por eso me parece relevante plantear el problema de la clonación de seres humanos completos o el de otras prácticas.
Si las personas pudieran decidir -porque en algunos años eso será factible- si sus hijos van a ser grandes o chicos, inteligentes o menos inteligentes, rubios o de pelo negro, estaríamos seleccionando un tipo de genética cuyo único resultado sería poner en cuestión el germoplasma en términos de su diversidad, que es la mayor riqueza de la vida humana. Y yo también me opondría a eso.
Sin embargo, no me puedo oponer a la posibilidad de hacer clonaciones parciales. Por ejemplo, usar células madres que, sin clonar individuos completos, sirvan para salvar vidas, para generar vida. Y a eso nos estamos oponiendo ahora.
En medicina estamos sufriendo un cambio brutal y profundo, como el que en la década de 1940 permitió la creación de los antibióticos. Yo lo comparo con eso. La aparición de las vacunas tiene que ver con las clonaciones parciales. O sea, sacando una célula de mucosa de una persona, pero no clonando individuos completos sino compilando partes y piezas, es factible construir células capaces de generar órganos. Y ya se usan hoy día. Por ejemplo, las células madres, las células embrionarias -es muy difícil obtenerlas de tejidos somáticos, de tejidos comunes de la gente; pero se pueden conseguir de embriones, mediante procesos de clonación, sin alterar el germoplasma (porque no vamos a construir individuos completos; por lo tanto, no amenazamos la diversidad del germoplasma del planeta)-, serán empleadas a futuro como partes y piezas para tratar cánceres, leucemias.
Y ya hay experiencias. Incluso, "El Mercurio", que a veces tiene una visión más conservadora, publicó hace algunas semanas un artículo sobre un laboratorio de ratones a los cuales se les seccionó la médula y se les provocó una paraplejia; posteriormente fueron inoculados con células madres, recuperaron la capacidad de conectar sus neuronas y, por lo tanto, volvieron a caminar.
Ésa será la medicina del futuro: una medicina genética, para salvar vidas, para reparar la salud de pacientes que padecen cánceres, por ejemplo.
Esos trasplantes, hoy día tan difíciles de hacer, en el futuro se podrán llevar a cabo con los propios tejidos.
Lo único que le pido al Senado es reflexionar al respecto. Porque eso va a ocurrir. Si nos cerramos -quizá desde una visión vinculada con nuestros propios juicios- y no logramos comprender por dónde va a evolucionar la humanidad, generaremos un daño a nuestra calidad de vida, a los instrumentos disponibles para mejorarla.
Por lo tanto, si no se afecta el germoplasma, la vida o la preservación de la diversidad, no tengo cuestionamientos a los procesos tendientes a generar partes y piezas o a lo que podríamos llamar "clonaciones parciales de seres humanos", pues van en beneficio de la vida.
Hay en seguida otro tema, vinculado con el hecho de que estas tecnologías sirven para permitir la vida.
Muchas personas -potenciales padres y madres-, que constituyen 15 por ciento de la población chilena, sufren problemas de fertilidad, y la única manera que tienen para concebir un hijo propio (la mujer, con su óvulo, y el hombre, con sus espermios) es el uso de ese tipo de instrumentos y tecnologías.
Son miles de parejas -el Senador señor Ominami decía que aquí han nacido más de 4 mil niños por esa vía; porque en Chile hay un problema de acceso a estas nuevas tecnologías- en un planeta donde la gente no quiere tener hijos. En naciones de Europa -Holanda, por ejemplo- se paga a las parejas para que tengan hijos; aun así, no quieren.
Yo pregunto: ¿por qué no ayudamos a quienes desean tener hijos y no pueden?
Entonces, vamos a impedir engendrar vida a los que quieren promoverla.
Ahora, es cierto que la persona imposibilitada de engendrar hijos puede someterse a la fertilización in vitro.
¿Qué significa eso?
A veces los espermios se hallan tan dañados que es necesario sacarlos mediante una punción al testículo. Hay que extraer el óvulo de la mujer, inseminarlo in vitro, juntar ambos gametos y congelar el resto de los espermatozoides, pues uno solo no funciona; deben ser varios. ¿Saben Sus Señorías por qué tienen que ser varios? En la fecundación natural de un hombre con una mujer, el 70 por ciento se pierde y sólo el 30 por ciento logra anidar. Ésa es la historia de la vida de los seres humanos. Y lo mismo ocurre en el laboratorio: se pierde 70 por ciento de los espermios.
La cuestión reside en si vamos a negar a esas personas la posibilidad de reproducir su propia vida por aquella vía, mediante un proceso que no es el desarrollado normalmente en quienes no tienen problemas de fertilidad.
Yo siento que una negación implica ir un poco lejos. Por último, permitamos que cada cual decida si quiere usar aquella técnica para dar origen a la vida y tener un hijo propio.
Considero que estamos yendo más allá de lo que corresponde, que estamos interviniendo en resoluciones que exceden con mucho nuestro ámbito y que estamos vulnerando el derecho fundamental de los seres humanos a ser madre o padre a partir de un óvulo y de un espermio propios.
Por cierto, ese aspecto me preocupa, porque, de hecho, la legislación en proyecto va a prohibir y proscribir todo ese tipo de prácticas. Así es.
Conozco la materia. Al respecto, he conversado largamente con todos los sectores involucrados: con la Sociedad Chilena de Fertilidad, con la Sociedad Chilena de Obstetricia y Ginecología, con el doctor Zegers , con el doctor Balmaceda , con los equipos de las Universidades Católica y de Chile que trabajan en el área. Y todos están tremendamente angustiados, no por los médicos -porque se pueden dedicar a la ginecología; son buenos obstetras-, sino por los miles de chilenos y chilenas que van a perder un derecho que se encuentra accesible al lado, en Argentina. Quienes tengan plata podrán viajar también a Estados Unidos, a Europa o a otras partes para someterse a los mismos procedimientos.
Por lo tanto, lo único que estamos construyendo es una tremenda y brutal medida de inequidad en cuanto al acceso a un derecho esencial.
Y quiero exponer un tercer punto.
Efectivamente, hemos transitado por decisiones que tienen cuestionamiento, dependiendo de los valores de cada cual. La iniciativa, tal como está, va a controvertir derechos fundamentales de las personas: los derechos sexuales y reproductivos.
Hagámonos cargo de lo que vamos a hacer. Creo que normativas como ésta no pueden durar mucho. No me angustio, porque las sociedades avanzan más rápidamente que las elites, que las políticas, que los grupos políticos, por lo cual en poco tiempo más nos veremos obligados a adecuar nuestra legislación a las sanas demandas de una sociedad pro vida. Porque lo que yo estoy planteando es pro vida, es pro recuperación de la vida, es pro defensa de la vida.
Me preocupa, sí, que se va a vulnerar un elemento que también debiera estar consagrado en Chile a nivel constitucional -y hemos propuesto un proyecto sobre la materia-: los derechos reproductivos de las personas. Ello, porque se va a controvertir uno de los principales instrumentos de planificación familiar: los dispositivos intrauterinos.
Si hay algo que se cuestiona hoy día en la ciencia -sucedió con la píldora del día después-, es justamente el uso de tales dispositivos, en particular la T de cobre. Hay evidencia sólida de que ésta impide la fecundación del óvulo, el que en 70 por ciento de los casos se va a ir solo; no se anidará, por razones de la vida, de la biología, de la adaptación, de la evolución. Y esto daría pie para controvertir uno de los instrumentos que más han colaborado a disminuir la mortalidad infantil.
Como los señores Senadores saben, todos los estudios sobre la materia demostraron que la mortalidad infantil estaba asociada a los niños pobres no deseados. Y quienes tenían más niños no deseados eran los sectores de menores ingresos.
La T de cobre ha sido uno de los instrumentos que permiten hacer diferencia cuando se mira la realidad chilena.
Esta mañana el doctor Uauy preguntaba por qué nosotros, con la cantidad de recursos que tenemos, exhibimos indicadores de salud que corresponden a naciones cuyo ingreso per cápita es de 20 mil dólares. Bueno: porque Chile fue uno de los países del planeta pioneros en el uso de la T de cobre. Y hoy día, casi cuarenta años después de haber sido precursores mundiales, de haber inventado tecnología -particularmente durante el Gobierno del Presidente Frei Montalva , quien fue de verdad pionero- y de haber desarrollado instrumentos que sirvieron para la planificación familiar del planeta, que permitieron atacar la pobreza, que evitaron sufrimientos, dolores, y que generaron avances espectaculares en la calidad de vida, ¿vamos a empezar a cuestionar la T de cobre?
Porque lo que estamos haciendo acá es controvertir la T de cobre. Con la ley en proyecto, algunas personas podrán ir a los tribunales a exigir que se impida su distribución y a acusar de cometer un delito, un atentado contra la vida, a las mujeres que la usan y una vez al mes vedan la posibilidad de que el óvulo sea fecundado.
Por cierto, lo planteo como una caricatura. Pero es lo que finalmente podría ocurrir.
Señor Presidente , quiero decirlo de esta manera: ni el veto ni el artículo 1º me convencen. La observación no resuelve el problema; deja intacta una visión que puede ser legítima para algunos, pero que yo no comparto. Porque no ha habido consenso, en los maravillosos debates planetarios desarrollados, respecto del origen de la vida.
Entonces, insto a construir una sociedad plural, una sociedad para todos. Pero no nos encasillemos en instrumentos que sólo van a provocar a nuestro país postergación al impedirle ser parte de los avances, de la apertura, de la modernidad.
La modernidad no es únicamente económica. La globalización no es sólo económica: es de sentido de vida, de respeto a la vida, de recuperación de la vida, de preservación de la vida.
En consecuencia, señor Presidente , el gran esfuerzo que debemos realizar -y está presente la señora Ministra de Salud - es el conducente a lograr, ojalá, un consenso para modificar el artículo 1º. Ése es el problema de fondo por resolver. Si no, le vamos a entregar a nuestra sociedad una carga de menos oportunidades que no tiene por qué asumir, porque a lo mejor ni siquiera representa el sentir de toda la comunidad chilena.
El señor FREI, don Eduardo ( Presidente ).-
Terminó su tiempo, señor Senador.
El señor
Y la gente también tiene valores, también tiene principios y, en muchas de estas materias -no sólo nosotros-, también es capaz de tomar buenas decisiones. Y yo confío en que puede hacerlo.
He dicho.