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Antecedentes
  • Cámara de Diputados
  • Sesión ordinaria N° 15
  • Celebrada el
  • Legislatura Extraordinaria año 1972
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Intervención
CONDENACION DE LA GUERRA DEL VIETNAM. PROYECTOS DE ACUERDO

Autores

El señor RUIZ-ESQUIDE (don Mariano).-

Pido la palabra.

El señor CERDA, don Eduardo (Vicepresidente).-

Tiene la palabra Su Señoría.

El señor RUIZ-ESQUIDE (don Mariano).-

Señor Presidente, Honorable Cámara, hace algunos días, el Presidente de nuestro Partido, Senador Renán Fuentealba, condenó categóricamente la guerra del Vietnam y expresó la solidaridad de la Democracia Cristiana con el pueblo vietnamita en su lucha por su unidad e independencia.

Hoy, por expreso mandato de nuestra directiva, reiteramos en la Cámara de Diputados esta condenación y solicitamos de ella un pronunciamiento en favor del retiro de las tropas de Estados Unidos del Vietnam.

Nos parece necesario hacerlo como imperativo de conciencia de nosotros mismos; como expresión de la consecuencia política del Partido Demócrata Cristiano, enemigo de todo imperialismo y amante de la paz; como demostración inequívoca de la vocación libertaria de esta Cámara, atenta siempre a ser fiel intérprete de las angustias y anhelos del pueblo chileno que representa.

No es necesario hacer un largo alegato ni entregar muchos antecedentes para justificar nuestra actitud. La guerra del Vietnam es el signo de los tiempos del último lustro. En ella parecen haber confluido todas las pasiones y valores humanos hasta la exageración, en un preludio apocalíptico de una humanidad enloquecida. Todo en ella tiene un aspecto fantasmal que aterroriza.

Mezcladas con trágica intensidad todas las potencias del espíritu humano, es un cuadro guerrero en bajo relieve. Todo allí parece salido de las profundidades del alma humana, cuando ella se libera de todo concepto del bien y del mal, cuando rompe las cadenas de 5.000 años de civilización y nos enfrenta a esos trágicos seres que describen los que estudian los recovecos del hombre primitivo.

Cuando ello sucede, ya la virtud y el horror sólo se expresan como dimensiones distintas de una misma capacidad humana. Es como un círculo que se cierra sin saber dónde comienza ni dónde termina y que gira a velocidades cada vez mayores, hasta desgarrarnos en jirones todo aquello que nos parecía inmutable.

Así, el heroísmo llevado hasta la locura degrada en el salvajismo más inaudito, que horroriza, incluso, a quienes lo cometieron al verse desnudos ante sí mismos.

El sentido de responsabilidad de los gobernantes por cumplir lo que estiman su deber, los confunde diabólicamente hasta hacerlos despreciar con insensatez el derecho de los pueblos y de los hombres a forjarse su destino y a ser dueños de su vida y de su muerte. Gira el círculo enloquecedor y, como en esos juegos de artificio, las palabras de libertad y democracia que inician la danza se truecan en poder, riqueza y soberbia.

El poder que las grandes potencias tienen en sus manos, entregados por los pueblos para dar fecilidad y paz a los hombres, se transforma en herramientas de muerte y con ellas se juega el destino de millones de seres humanos.

¡Qué horrorosa sensación de desamparo y terror al ver el holocausto sangriento de estos vietnamitas devorados por el gigante Polifemo, borracho de poder, mientras otros polifemos, tan ebrios como él, esperan que se desplome porque piensan que entonces serán ellos los que se sienten al banquete!

¿Y esos hombres que fueron devorados, como otros que pueden serlo mañana? Nada importa, porque el poder de los países ricos se construye sobre la sangre de los pobres del mundo, y los polifemos, cualquiera sea su color, creen que pueden danzar sobre millones de seres míseros que un día creyeron que la paz era para todos.

Así, finalmente, la angustia interior del hombre por el bien y el mal, expresión psicológica del temor de Dior y base moral de la convivencia humana, se transforma ante este terror de la furia desatada en Vietnam en un cuervo que corroe las entrañas hasta destruirlo en lo más preciado de su ser. Ya no tiene fuerzas para sostenerse por sí mismo y se evade de mil formas para no afrontar lo que no parece tener solución. Por ello los testimonios de drogas, vicio, descomposición moral, crisis de angustia y desadaptación son comprensibles a la luz de una guerra que dejó de ser una lucha de hombres por conquistar un objetivo, para transformarse en un dedo acusador que enloquece hasta el paroxismo a un agresor que se sabe moralmente quebrado.

Señor Presidente, Honorable Cámara, arranca esta guerra de los acuerdos de Ginebra, que previenen un plazo de dos años para llamar a elecciones libres en todo el Vietnam, dividido entre tanto en dos zonas militares. La acusación del Gobierno del Sur de contravención por parte de Hanoi de las garantías previas a la elección, hace que definitivamente en 1957 la Comisión, de Control de las Naciones Unidas desahucie dichos comicios que debían realizarse bajo su vigilancia.

De ahí en adelante, bajo el pretexto de defender al pueblo de Vietnam del Sur y del Sudeste Asiático del dominio comunista, el Gobierno de Estados Unidos se comprometió en una creciente intromisión en el país.

Fue primero una ayuda militar, que desde 1950 hasta 1953 llega a la suma aproximada de 375 millones de dólares. Luego, en 1953, envía a los asesores en número limitado, para después ir a una gigantesca presencia de tropas que en su punto culminante, en 1969, alcanza a 543.400 hombres, con una fuerza militar y aérea nunca vista en un frente de combate de esa superficie.

No creo necesario hacer un estudio político de todo el problema. El mundo entero tiene ya formado un juicio y la Cámara conoce los pormenores de los hechos: militares y políticos y los últimos esfuerzos de paz.

¿Por qué, señores Diputados, esta guerra ha concitado tal protesta mundial? ¿Por qué la juventud, los intelectuales, los obreros piden en todas partes el cese de las hostilidades en Vietnam? ¿Por qué el pueblo vietnamita ha pasado a ser el emblema del heroísmo y en él parece reflejarse cada uno de los actos heroicos de cada país de la tierra?

¿Por qué en el propio Estados Unidos se ha levantado, una ola de protestas y petición de alto a la guerra?

¿Por qué una generación entera de mu chachos se siente culpable de matar, sin tener clara la razón de esta masacre?

¿Por qué la política norteamericana ha llegado a ser básicamente una controversia sobre el Vietnam en un país que ha tenido muchos conflictos externos y aún hoy día participa en tantos otros frentes?

¿Por qué y cómo puede ser posible que un pequeño país ponga en jaque a la su prepotencia, que lo centuplica muchas veces, en poder económico y militar?

¿Por qué, señores Diputados, Estados Unidos ha perdido esta guerra en términos políticos, cualquiera que sea el resultado militar?

¿Por qué la propia Cámara de Representantes ha acordado pedir el retiro de las tropas norteamericanas del Vietnam, como culminación de un largo debate nacional en que los epítetos contra esta guerra llegan a calificarla de inmoral, injustificable o bárbara?

Porque, señores Diputados, esta guerra es precisamente, eso: una guerra inmoral, injustificable y bárbara, y por ello solicitamos hoy de ustedes un pronunciamiento en su contra.

Creemos que atenta contra la autodeterminación de los pueblos, violando la letra y el espíritu de los acuerdos de Ginebra de 1954 sobre el futuro de Indochina.

Creemos que es una soez intromisión de una potencia extranjera en los asuntos internos de los países pequeños, intromisión que rechazaremos siempre, cualquiera sea el país agredido o cualquiera el agresor. Creemos que es una decisión ilegal, porque viola la Carta de las Naciones Unidas.

Creemos que es una expresión bárbara de la guerra, de por sí ya tan terrible para los hombres.

La sola enumeración de datos y hechos nos llena de congoja y repulsión: 9 millones de cráteres de bombas, en una superficie no superior a 200 mil kilómetros cuadrados; 5 millones de vietnamitas desplazados; miles de hectáreas destruidas; la esencia genética misma alterada en los reinos, animal y vegetal; hombres enloquecidos por la furia, cometiendo horrores que la humanidad ha excecrado cuando otros lo cometieron.

Si estamos conscientes de que sólo en la paz y en la solidaridad internacional puede sobrevivir la humanidad, hagamos todos un supremo esfuerzo, por pequeño que parezca, para detener esta guerra brutal, para que en su locura no arrastre a todos los hombres al holocausto final.

El señor GUASTAVINO.-

Exactamente.

El señor RUIZ-ESQUIDE (don Mariano).-

Por ello, señor Presidente, hemos presentado un proyecto de acuerdo que ruego someta a la consideración de la Cámara en el momento oportuno, y que dice a la letra:

Considerando:

1. Que la política internacional de Chile siempre se ha basado en la fiel observancia de los principios de la autodeterminación de los pueblos y la no intervención;

2. Que la forma más grave de transgredir estos principios se da en la utilización ilegítima de la fuerza armada;

3. Que tales violaciones importan un desconocimiento de la Carta de las Naciones Unidas, particularmente de su artículo 2º, número cuatro, y, en general, de las normas básicas del derecho internacional;

4. Que la intervención armada de una potencia imperialista en otro país, genera un deber de solidaridad en todos los pueblos, el cual debe expresarse en el testimonio de sus órganos más representativos, La Cámara de Diputados acuerda:

1º Reiterar su enérgica condenación a la intervención armada de los Estados Unidos de América en Vietnam, como contraria a las más elementales normas morales y jurídicas que rigen la convivencia internacional;

2º Instruir al Presidente de la Cámara de Diputados para que, en nombre de ella, solicite al Presidente de los Estados Unidos de América el inmediato retiro de las tropas norteamericanas en el Vietnam y en todo el sudeste asiático;

3º Solicitar al Ministro de Relaciones Exteriores que ante los organismos inter nacionales que corresponda, denuncie esta intervención, así como todas aquellas que importan un desconocimiento del principio de la autodeterminación de los pueblos, llamando la atención que Chile siempre se mantendrá atento a denunciar cualquier transgresión a estas fundamentales normas que rigen la comunidad internacional.

He dicho, señor Presidente.

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