Labor Parlamentaria
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Antecedentes
- Cámara de Diputados
- Sesión Ordinaria N° 106
- Celebrada el 20 de noviembre de 2007
- Legislatura Ordinaria número 355
Índice
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El señor WALKER ( Presidente ).-
Así se hará, señor diputado .
Tiene la palabra el honorable diputado Eduardo Díaz Del Río.
El señor DÍAZ, don Eduardo (de pie).-
Señor Presidente , en primer lugar, agradezco a la bancada del Partido Demócrata Cristiano la oportunidad que me brinda de rendir homenaje a don José Luis Del Río Rondanelli , mi querido abuelo y camarada; “Pepe”, como cariñosamente lo llamábamos todos quienes lo conocimos.
Asimismo, agradezco la presencia de la familia y de representantes de trabajadores de su empresa, quienes entiendo también se encuentran presentes en las tribunas, y al vicepresidente del partido Demócrata Cristiano, diputado Jorge Burgos , por haberme cedido generosamente el uso de la palabra, quien luego de una conversación que sostuvimos en la Sala con el diputado señor Gabriel Ascencio , decidió solicitar este homenaje a las bancadas.
De alguna manera puedo ser el menos indicado para hablar de don José Luis Del Río Rondanelli , porque, como su nieto, mi testimonio puede ser demasiado cercano. Pensé mucho si hacerlo o no, pero luego de conversarlo con mi familia decidí al final hacer uso de la palabra, porque lo quise y admiré mucho, de manera que no quería perderme esta oportunidad de hablarle mirándole al cielo. Pido excusas si a alguien eso le causa agravio, pero me siento orgulloso de ser su nieto y de poder homenajearlo, en mi calidad de diputado falangista.
Mi abuelo fue, ante todo, de aquellas personas que trató de hacer suya la parábola de los talentos. En una carta póstuma dejada a su familia les transmitió con fuerza muchos de los valores que, a mi juicio, lo identificaban. Les dijo, entre otras cosas: “Vivan con austeridad, tengan siempre en cuenta que sólo somos administradores de lo que Dios nos da gratuitamente y que debemos rendir cuenta de ello cuando nos toque concurrir ante su presencia.”.
Siempre fue una persona sencilla y austera, a pesar del éxito con que Dios bondadosamente lo premió en todas sus actividades. Fue un ingeniero brillante, un marido amoroso, un padre que dejó una vara muy alta y un ejemplo muy grande para sus hijos, un abuelo cariñoso y un hombre coherente, que trató de vivir con intensidad los valores que predicó durante toda su vida, tanto en lo público como en lo privado.
José Luis Del Río perteneció a la llamada Generación de 1910, que fundó la Falange Nacional e influyó profundamente en la historia del país del siglo XX.
Siendo de los más jóvenes, se integró al movimiento inspirado por Mario Góngora , Manuel Garretón , Eduardo Frei Montalva , Radomiro Tomic , Ignacio Palma y muchos otros compatriotas conocidos por sus palabras y sus obras.
Compartió, desde 1935 hasta su muerte, la gran tarea de su generación. Cumplió todos los deberes asignados, con una acción provista de dos atributos: discreción y trabajo en equipo, dejando fuera la pompa y el individualismo.
Fue también un gran emprendedor. Como empresario socialcristiano no sólo se preocupó por el crecimiento de su empresa, sino que, principalmente, de crear empleo de calidad.
Siempre sintió un profundo deber con sus trabajadores, quienes lo reconocían como el primer trabajador de sus empresas. De hecho, cuando el llamado público durante la crisis de los 80 era reducir personal, él, para evitar despidos en Derco, compró una empresa en quiebra, Sodimac, en la que instaló a sus trabajadores, a quienes consideraba como su familia, y en conjunto la sacaron adelante. Eso fue algo que, en mi opinión, sólo un hombre con fe y coraje se atreve a hacer en momentos difíciles.
Era un hombre de provincia. Nació en La Serena en un día como hoy, 20 de noviembre de 1914, en el seno de una familia muy numerosa; fue el octavo entre dieciocho hermanos. Las mejores herencias que recibió de sus padres fueron la educación y los valores cristianos que lo acompañaron durante toda su vida.
Recién conoció Santiago cuando viajó a la capital a rendir el bachillerato, luego de lo cual quedó en la carrera de ingeniería civil en la Universidad Católica, tiempo durante el cual vivió en el pensionado que mantenía el Arzobispado en calle Rosas.
Como alumno destacado de esa universidad ganó en 1944 la beca Roosvelt Fellow Ship para realizar estudios de posgrado en el Instituto Tecnológico de California. Al concluirlos, a pesar de contar con ofertas de trabajo interesantes en Estados Unidos, decidió volver a su patria por motivos superiores: “Mis inquietudes sociales y políticas me hicieron regresar”, dijo.
Al volver a Chile, trabajó en Ovalle como ingeniero de la Caja de Colonización Agrícola. Luego fundó, junto a sus compañeros de universidad y amigos de toda su vida, Eduardo y Raúl Devés , la constructora Devés Del Río , su primera firma de ingenieros.
Las obras que realizaron fueron numerosas y hoy son un patrimonio de nuestro país, como la ampliación del Estadio Nacional para el Campeonato Mundial de Fútbol de 1962, los túneles de Lo Prado y Chacabuco, la canalización del Biobío, el desagüe del río San Pedro y la construcción del camino internacional a Mendoza, entre otras.
En el ámbito gremial, no está de más recordar que fue uno de los fundadores de la Cámara Chilena de la Construcción.
Luego de la ingeniería se dedicó a emprender, pero siempre entendió, en su calidad de socialcristiano, la función social de la propiedad. En eso tuvo un tremendo testimonio.
A fines de los 70 incursionó en el mercado automotor al fundar Derco. Siempre se le recuerda, con cariño, que llegaba a su trabajo en Almirante Latorre 47 en uno de los pequeños Suzuki que importaba.
Lo más relevante para él siempre fue cuánto empleo generaba un proyecto, incluso anteponiendo ese elemento de juicio a otros, como la rentabilidad de un negocio determinado.
Permanentemente estuvo preocupado del clima laboral en sus empresas y de las condiciones en que se desenvolvían las personas que trabajaban con él.
Siempre fue muy cercano con sus trabajadores, a quienes apoyaba incluso anímicamente. Incluso, cuando tenían un problema los invitaba a su casa a comer para ayudarlos.
Sobre eso recuerdo una anécdota personal de poco antes de que falleciera, que me marcó y creo que para él debe haber sido el mayor premio recibido por sus años de esfuerzo. Fue en una de las típicas fiestas de Navidad que celebrábamos con los trabajadores en Derco año tras año.
Había un espectáculo con un humorista. Mi abuelo, ya viejito, acompañado de su fiel escudero Luis Yáñez observaba desde atrás en su silla de rueda. Nadie se había percatado de su presencia. Siempre fue de muy bajo perfil. El humorista empezó a contar chistes subidos de tono. A mi abuelo eso no le gustaba, así que silenciosamente se empezó a retirar. Un trabajador se dio cuenta y empezó a aplaudir, luego otro, después varios más, finalmente una ovación enorme. Pepe agradeció con un gesto de sus manos, muy emocionado, y se retiró. Esos trabajadores y sus familias eran su vida y sus desvelos.
Años antes, como señalé, lo habían nombrado el primer trabajador de la empresa. Esta historia refleja el último destello de su relación con ellos.
La familia siempre fue un pilar fundamental en su vida. Casado con Carmen Goudie , Piruca para los amigos y Pilu para los nietos, tuvo una extensa descendencia de siete hijos, José Luis , Bárbara, Juan Pablo, Felipe, Ignacio , Sebastián , Carolina , y muchísimos nietos, que no tendría tiempo para nombrarlos.
Luego de una prolongada viudez, contrajo matrimonio con María Eugenia Hoppe .
En 1976 se asoció a su hijo José Luis . Tomó la representación de Chrysler en Chile y creó Derco, empresa que en 1976 se transformó en la distribuidora oficial de Suzuki, acercando el mercado automotor masivamente a las personas, ya que hasta esa época contar con el auto propio era algo privativo de un segmento muy pequeño de la población.
Desde entonces la historia es multiplicadora de talentos. Las empresas que creó dan empleo a más de 6 mil jefes de hogar. En razón de esto, en 1993 recibió el premio Icare al mejor empresario del año. No obstante, destacaba porque era muy aterrizado, sencillo y, sobre todo, muy sobrio.
Pepe era un hombre de acciones concretas. Miraba al país con ojos de ingeniero, el que diseña caminos, puentes, túneles y muelles. Él vio a su tierra, La Serena, cambiar con el nuevo plan Serena.
Al final de sus días, describía con entusiasmo el progreso alcanzado en la ahora Cuarta Región. Mostraba las carreteras modernas y agradecía porque tal vez nunca pensó que el progreso llegaría hasta el mismo lugar de sus sueños y juegos de infancia. Doblemente feliz y orgulloso se encontraba de ver esto, mientras su hijo Felipe era intendente de la región.
José Luis del Río, desde otro punto de vista, fue también un empresario atípico. Junto a su amigo y también empresario Edmundo Pérez Zujovic , fueron opositores al gobierno de la Unidad Popular.
Luego, mi abuelo tomó distancia y no cerró filas con el gobierno militar. Es más, abiertamente lo criticó cuando hacerlo era sumamente difícil. Pero el valor y el coraje no se le acababan en los negocios, pues también los expresaba en otra de sus grandes pasiones: la política.
Mi abuelo, como señalé, fue un activo militante de la juventud del desaparecido Partido Conservador. Junto a su gran amigo, Eduardo Frei Montalva , fue uno de los creadores y artífices de la Falange Nacional, cuyos principios, por él, he enarbolado con orgullo.
Vuelvo a señalarte, querido Pepe, desde este hemiciclo, que para mí es un orgullo poder rendirte hoy este homenaje como diputado democratacristiano, tratando de ser un fiel heredero de tu legado, de tus principios y de tu vara alta.
El camarada José Luis del Río Rondanelli tenía la coherencia de nuestros fundadores. Esa generación tenía valores muy olvidados en la política de nuestros tiempos y a los que necesitamos recurrir con urgencia. Se trataba de hombres que no sólo tenían una visión del mundo, una declaración de principios y un discurso, sino que la vivían consecuentemente a través de cada uno de sus actos.
Dentro de sus obras encontramos aquel largo anhelo que se inicia en 1944 y que llega hasta el final del siglo. Se trata de la Editorial del Pacífico, un proyecto cultural falangista exitoso y cuya impronta está reflejada en la situación política y social de Chile en la segunda mitad del siglo XX.
La tarea de mantener la editorial en la cumbre de su prestigio y con máxima irradiación fue una acción colectiva de un puñado de visionarios que año tras año asumían diferentes funciones en su desarrollo y dirección.
José Luis del Río fue uno de ellos. “Lo conocí en los años mitológicos del nacimiento de la Falange, cuando éramos pocos, pero queríamos conquistar el mundo”, señaló en una entrevista el ex senador don Gabriel Valdés .
A fines de los años cuarenta le correspondió comprometerse a fondo con la candidatura senatorial de Eduardo Frei Montalva por la agrupación provincial de Coquimbo y Atacama . A José Luis del Río se le cumplió un deseo ferviente: contribuir a elegir en su tierra y la de sus padres a su amigo entrañable.
Hay una semblanza de Eduardo Frei de aquella época, realizada por Alejandro Magnet , donde aparece la aventura de este grupo de jóvenes todavía, en el gran escenario de los valles transversales del Choapa, Limarí , Elqui , Huasco y Copiapó .
Pepe no se limitó a la defensa de las ideas sólo en nuestras fronteras. Se preocupó, junto a otros, de vincular a la Democracia Cristiana chilena con sus jóvenes pares de América Latina. También colaboró en articular esta fuerza emergente latinoamericana con los exitosos partidos democratacristianos europeos, que ya consolidaban la construcción de una Europa unida. Todo esto bajo la coordinación de su gran amigo Tomás Reyes Vicuña .
A fines de 1964 se podría suponer que había concluido su misión o que acompañaría al nuevo Presidente desde la administración o apoyándolo desde el Congreso. En esa circunstancia, José Luis del Río optó por colaborar desde el lugar menos solicitado: la dirección del partido. Así fue como asumió la vicepresidencia, encargada de dirigir la campaña parlamentaria de 1965.
Desde allí aportó enormemente a la modernización de la estructura interna del partido y logró la construcción de la histórica sede de Alameda Nº 1460. “El abrió la suscripción de acciones entre militantes y gente cercana y buscó el financiamiento”, dijo en una entrevista el ex senador Andrés Zaldívar .
Sin embargo, lo que más le gustaba era ser un militante de base en su comunal. Asistió durante toda su vida a asambleas partidarias, organizaciones vecinales y siempre apoyó detrás de la primera línea, incluso cuando ello fue prohibido.
Ayudó en la campaña de su amigo Eduardo Frei Montalva y declinó varios ofrecimientos para ser candidato a senador. En esos años, el propio Presidente Frei le exigía que fuera candidato a senador por La Serena, su ciudad natal. El ex senador Valdés señalaba que habría ganado en cualquier parte.
El mismo ofrecimiento se le hizo treinta años más tarde, en las elecciones parlamentarias de 1989. Para él era preferible ayudar silenciosamente cuando se lo requería. Según dice don Gabriel Valdés, don José Luis era también indispensable en las campañas electorales por su capacidad organizativa y apoyo.
Prueba de ello es otra anécdota. El 5 de octubre de 1988, el centro de cómputos del comando del NO recibió un aporte sorpresivo. Los temores de un corte de luz imprevisto hacía necesaria la existencia de equipos de emergencia. Es así como de manera inteligente y siempre silenciosa llegaron varios generadores eléctricos a la sede del comando opositor que ese día ganó el plebiscito.
Fue un amigo fiel, cercano, siempre estuvo junto a sus amigos en los grandes proyectos, como lo hiciera con Eduardo Frei Montalva y Edmundo Pérez Zujovic al fundar la Falange. También estaba al lado de sus amigos en los momentos difíciles.
Como señalé anteriormente, fue abiertamente opositor al gobierno de la Unidad Popular y luego al régimen de Pinochet. Se convirtió, según el ex senador Valdés , en uno de los principales sostenedores de la Falange experta -desde recursos hasta alojamiento-, y desarrolla actividades altamente peligrosas en aquella época.
Además, contribuyó significativamente a los proyectos de Radio Cooperativa y Radio Balmaceda , que fueron esfuerzos comunicacionales de la Democracia Cristiana.
Nunca olvidó a sus amigos en los momentos duros. Creo que revela su talante el recordar algunos de estos casos, como cuando exiliaron a su amigo Andrés Zaldívar y él se trasladó de inmediato al extranjero a acompañarlo.
Cuando los organismos de seguridad detuvieron a los sacerdotes Patricio Cariola y Fernando Salas, él, junto a mi abuela, estuvieron junto a ellos en la cárcel, con el riesgo que ello significaba.
Fue siempre fue muy cercano a los sacerdotes de la congregación de la Santa Cruz, del Colegio Saint George , también muy perseguidos en aquella época. El Saint George fue intervenido durante el régimen militar, entre otras razones, por su conocido proyecto de integración, que se relata muy bien en la película “Machuca”.
La idea del entonces rector Gerardo Whelan fue apoyada en los momentos duros por mi abuelo y mi abuela Pilu. Esta amistad no declinó mientras el colegio estuvo intervenido. Es más, los curas de la congregación son parte de nuestra familia y no sólo los padres de la generación del Padre Whelan , Provenzano, Canepa o Joe, sino también la de Tim Scully, Jim MacDonald , Pepe Ahumada , Erwin , entre tantos otros. Con ellos compartimos ininterrumpidamente la navidad desde esa época dura, y son parte de nuestra familia.
“Pepe” fue un hombre agradecido de la vida y de Dios. Trató de vivir la doctrina social de la Iglesia con intensidad, sin jamás olvidar que su persona era simplemente un instrumento de Dios, que todos sus talentos eran prestados por él para administrarlos y luego debía rendir cuentas en su presencia.
Monseñor Bernardino Piñera dijo de él: “Detrás de un buen ingeniero, tiene que haber un hombre bueno; detrás de un buen profesional, tiene que haber un hombre de bien; detrás de un hombre exitoso en el mundo de la empresa, tiene que haber un hombre de familia, un hombre de hogar, un hombre capaz de querer a sus padres, a sus hermanos, a su esposa, a sus hijos y a su patria”.
Así fue, como diría el gran león de Dios, el apóstol Pablo en su carta a los Gálatas: “No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos”.
Los grandes hombres, como José Luis del Río, nunca mueren, sino que perviven en el tiempo, en sus obras y en los corazones de quienes aún los quieren. Estoy cierto de que, en el cielo, rindió cuenta con cariño de los talentos que le entregaron en administración y que devolvió incrementados.
He dicho.
-Aplausos.