Labor Parlamentaria
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Antecedentes
- Senado
- Sesión Ordinaria N° 22
- Celebrada el 06 de junio de 2007
- Legislatura Ordinaria número 355
Índice
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El señor
Señor Presidente , hace algunos días la bancada de Senadores del Partido Radical Social Demócrata nos solicitó tiempo para realizar hoy un acto de reparación, de homenaje al ex Subsecretario de Transportes , señor Patricio Tombolini.
Gustosos hemos concedido nuestro tiempo, con la condición de que me dejaran algunos minutos para emitir mi opinión al respecto. Porque creo que estos son temas que nunca pueden estar dentro del ámbito de las diferencias políticas.
Es natural que en toda sociedad democrática tengamos legítimas discrepancias, pero la honra y el prestigio de las personas es lo más sagrado que uno puede entregar a su familia.
Como presidente de la Unión Demócrata Independiente, el año 2003 me correspondió proponer un acuerdo de modernización en los momentos en que Chile atravesaba tal vez por una de las situaciones más complejas después del retorno a la democracia. Hubo acontecimientos que de alguna forma fueron dando la sensación, con motivo del caso de las coimas y del MOP-Gate, de un país corrupto o de una clase política corrupta.
Tal vez lo normal, lo lógico habría sido usar políticamente estos temas para causar el mayor daño a quienes son adversarios políticos. Pero yo estimé que debía hacerse exactamente lo contrario.
Había que tener la capacidad de entender, ante todo, que, a pesar de nuestras diferencias, quienes hemos asumido el servicio público en Chile en su inmensa mayoría somos gente honesta, sacrificada, que ha dejado una vida más grata y más cómoda por servir al país.
Obviamente, muchos no entendieron ese acuerdo. Tampoco imaginé que años después me iba a corresponder vivir como presidente de mi colectividad una realidad prácticamente igual, y tal vez más grave: acusaciones de delitos más violentos desde el punto de vista social, todas sin fundamento.
Por eso, entiendo, quizá como pocos, lo que deben de haber vivido Patricio Tombolini y su familia.
Yo soy de las personas que creen que el dolor psíquico que causa la injuria es mucho mayor que el dolor físico. Para este existen remedios; hoy día no hay problemas frente a la enfermedad del cuerpo. Para el dolor psíquico no se conoce remedio alguno.
El dolor del alma -el que seguramente vivió esa familia- resulta inentendible, inexplicable. Es de los padecimientos más profundos que puede tener una persona.
Por eso he querido hablar, señor Presidente. Porque pienso que jamás le vamos a devolver a Patricio Tombolini lo que perdió. Ni aunque el juez se ponga de rodillas y los medios de comunicación hagan un reconocimiento, Patricio ya es otro, lamentablemente para él y su familia.
Ese es el dolor psíquico, el dolor del alma, el dolor que nace de la injuria, de la acusación sin fundamento.
Señor Presidente , creo que no podemos desaprovechar los efectos del sufrimiento de Patricio Tombolini. Porque a él no le vamos a reparar nunca la honra ni el prestigio. Siempre habrá gente con la duda. Como aquí se ha dicho en reiteradas ocasiones, fueron horas de televisión, cientos de centímetros en medios escritos, innumerables minutos en radio. Y después, no más de un par de horas televisivas, unos cuantos centímetros de prensa y algunos minutos radiales para dar la noticia de que era inocente.
Los medios de comunicación tienen una tremenda responsabilidad. ¡Qué duda cabe! Y ojalá existiera una mínima autocrítica por lo ocurrido frente a tales hechos.
Yo tuve la suerte -y lo voy a expresar aquí- de que un ser muy querido me dijera: "No te equivoques un minuto. Patricio Tombolini es un hombre honorable y honesto, y jamás va a aceptar una coima".
No todos tuvieron una persona cercana a la cual creer lo dicho.
Un par de veces, cuando fui Diputado , vi a Patricio en las calles de San Bernardo. Él nació, vivió y estudió ahí.
Insisto, señor Presidente: no hay forma de reparar lo que debió de haber sufrido. Y lo único que podemos hacer hoy es contribuir con un granito de arena.
Por eso he querido dar este testimonio de afecto, de solidaridad hacia él y su familia, y también hacia su Partido, que fue objeto de mofas porque Tombolini fue presidente electo de él.
El daño que se hace a nuestra sociedad es asimismo irreparable. Y, lamentablemente, no nos damos cuenta de que esto sigue ocurriendo a diario. Tal cual dijo la Senadora señora Alvear , así como esto les pasa a las personas públicas, muchas veces afecta a gente modesta, sencilla, que se ve expuesta a acusaciones falsas y que, por una situación mediática, al final queda estigmatizada para siempre, sin poder sacarse imputaciones infundadas, las que, por desgracia, generan un impacto feroz.
Señor Presidente , ojalá, fruto de esta experiencia vivida por un partido de la Concertación y de la que sufrimos nosotros hace un tiempo, nos comprometamos a que nuestras diferencias nunca nos lleven a hacernos eco del desprestigio y la deshonra a las personas, porque nadie devuelve el prestigio y la honra dañados.
Yo soy testigo del sufrimiento de las familias de los acusados de mi Partido. No existen palabras para transmitirlo. Son inentendibles para los hijos acusaciones infundadas como las que vivió Patricio Tombolini, que en el futuro podrían dañar a cualquier persona.
Por consiguiente, si a algo nos podemos comprometer con Patricio Tombolini , con su Partido, con los demás Senadores , con otras personas -aquí se mencionó a un Diputado -, en fin, es a tener siempre la capacidad de entender que las diferencias son legítimas y deben existir; que es necesario que pensemos distinto; que cada uno tiene derecho a defender con pasión aquello en lo que cree, pero que existe un límite muy claro: nunca hay que sacar dividendos a costa del prestigio y la honra de las personas.
Señor Presidente , fruto un poco de la experiencia que vivió Tombolini , a mí se me acusó de haber sobrerreaccionado. Pero yo tenía muy claro que, si se hubiese condenado a los Senadores de mi colectividad que estaban siendo acusados falsamente, habría sido su fin. Porque el gran problema que sufrió Patricio Tombolini se agravó con la condena del juez sin que existiera ni una prueba. Y tampoco hubo -¡nunca!- en los tribunales prueba alguna de las acusaciones -falsas, por cierto- que debimos sufrir durante un año entero.
Entonces, obviamente, los jueces tienen una tremenda responsabilidad, no en el sentido de hacer diferencias con los servidores públicos -nosotros, por cierto, debemos estar dispuestos a someternos a las leyes de nuestro país igual que cualquier otro ciudadano-, sino en cuanto a los efectos muy distintos que se provocan en la sociedad cuando el acusado de un delito es un servidor público, sea del Gobierno, del Parlamento o de un Municipio.
No quiero extenderme, señor Presidente. A lo mejor debiéramos destinar mayor tiempo a una discusión más profunda sobre la materia, para evitar que lo ocurrido se repita, para que tomemos los resguardos necesarios, para que hagamos compatible la libertad de expresión -todos queremos cuidarla- con la honra y el prestigio de las personas.
Entonces, concluyo enviándoles desde la distancia al Partido Radical Social Demócrata y a Patricio Tombolini y su familia, en nombre de la UDI y en el mío propio, un abrazo y diciéndoles: "Perdón en representación de todos aquellos que de alguna forma no tuvimos fuerza y claridad para poner atajo a una situación tan injusta como la que ustedes vivieron".
Creo que nada aliviará su dolor. No sé de dónde se sacan fuerzas para salir a la calle después de acusaciones de aquella índole.
Sin embargo, afortunadamente -como alguien manifestó-, vieron la luz, se hizo justicia.
Tenemos que aceptar el tiempo de los tribunales, que, según expresé muchas veces durante la situación que hube de enfrentar, es infernal, insoportable, un tiempo que no debe continuar, porque nada puede reparar el daño provocado y el dolor vivido.
Vaya una vez más un saludo muy especial al Partido Radical Social Demócrata, a la familia de Patricio, a todos los que lo han acompañado.
Y celebro que hayan tenido esta idea. En su minuto, a nosotros no se nos ocurrió hacer algo así para con los nuestros. Empero, estimo que es un mínimo gesto, que permitirá a quienes concurrieron a esta sesión volver hoy a sus hogares un poco más felices.
Gracias, señor Presidente.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas)
El señor FREI, don Eduardo (Presidente).-
Ofrezco la palabra.
Ofrezco la palabra.
--(Se entona el himno nacional en la Sala y en tribunas).