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Antecedentes
  • Senado
  • Sesión Ordinaria N° 45
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  • Legislatura Extraordinaria número 352
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Homenaje
HOMENAJE A MINA EL TENIENTE EN SU CENTENARIO

Autores

El señor NÚÑEZ.-

Señor Presidente , en nombre de la bancada socialista, agradezco a los Senadores señores Chadwick y Moreno que hayan tomado la iniciativa de hacer posible que el Senado conmemore los cien años del establecimiento del mineral El Teniente, el cual, como se ha señalado aquí, es un hecho fundamental en la historia de la gran minería chilena.

Para mí constituye motivo de especial orgullo hacerme parte de este aniversario, pues mi vida personal, efectivamente, se halla ligada de manera íntima a este histórico mineral.

Nací en el campamento Sewell; me eduqué en sus colegios; transité por sus interminables escaleras, y jugué en medio de la montaña y la nieve hasta el comienzo de mi adolescencia. Fui, por tanto, testigo privilegiado de su desarrollo.

Viví el modo especial en que se organizaba la sociedad y los trabajadores de la mina, dominado, básicamente, por la lógica de los norteamericanos. Éstos establecieron una singular manera de explotar el yacimiento. Conocí en forma directa la organización de los trabajadores a través de la voz de mi padre, dirigente sindical minero, a quien también, junto con muchos otros dirigentes que conocí en mi niñez, le dedico este homenaje.

Él, mi madre y mis hermanas formaron parte de esa sociedad. Todas mis hermanas mayores se casaron ahí y supieron lo que era vivir en el rigor de la montaña y en la lejanía de las grandes ciudades, en particular de aquella a la cual queríamos arribar lo más pronto y que no era Santiago, sino Rancagua. Ellos me enseñaron a vivir en el mineral, a vivir algo muy difícil de describir, como era la manera en que se organizaba allí la vida social.

Los obreros dormían en camarotes y no podían pasar a los edificios donde habitaban los empleados. Asimismo, ni los obreros ni los empleados podían ingresar a la población donde estaban los norteamericanos. Era una sociedad ideal desde cierto punto de vista, porque nos hallábamos alejados del mundanal ruido y, particularmente durante mi niñez, de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, era una sociedad bastante segregada.

Recuerdo, como si fuera hoy, un 18 de septiembre, cuando el que fue mi único profesor me pidió izar el pabellón chileno, mientras otros maestros me solicitaron hacer lo mismo con la bandera norteamericana. Y fue así como ese 18 de septiembre yo preferí izar el emblema de los Estados Unidos. ¡Tal era la influencia que la cultura del país del Norte ejercía sobre nosotros! Había un cine maravilloso donde, por cierto, las únicas películas que veíamos se trataban de la Segunda Guerra Mundial y los heroicos soldados norteamericanos que instalaban su bandera triunfadora en lugares como Ywo Jima. ¡Todos queríamos izar la bandera de Estados Unidos!

Era un enclave. Siempre he dicho que la "famosa" Colonia Dignidad, cercana a Parral, no es el único emplazamiento donde se ha establecido un país dentro del Estado chileno. Sewell, más que territorio nacional, era territorio norteamericano. Para subir al mineral había que pedir visa, lo que se denominaba "pases". Nadie podía llegar allá sin uno de esos permisos y sin tener de referencia a algún pariente o amigo que trabajara en ese lugar.

Era un enclave que, por ser tal, no formaba parte del territorio nacional. Por eso los sewelinos tenemos una relación muy particular con nuestra propia historia. Durante mucho tiempo vivimos en una burbuja y sólo vinimos a conocer la realidad chilena cuando pudimos salir de ella. Y era, como ya dije, una burbuja discriminatoria, donde no era fácil convertirse en empleado, si se era obrero, y mucho menos, en "gringo", cuando se era chileno.

Era una historia de contradicciones. Todos la vivimos, y muy dramáticamente cuando ocurrió lo que aquí se ha recordado. "La tragedia del humo", que costó la vida a 355 trabajadores -felizmente, mi padre y mi hermano mayor pudieron salvarse-, no fue obra de la casualidad, sino producto de la imprudencia y de la incapacidad que también en aquel tiempo afectaba a los ingenieros norteamericanos, para evitar que se produjera al interior de la mina el accidente que costó la vida a tantos chilenos.

Recuerdo lo que Neruda escribió con motivo de ese hecho:

"Cuatrocientas veces he llorado

y cuatrocientas heridas hay en mi corazón:

son los muertos de Sewell,

los muertos, nuestros muertos,

Muñoz , Pérez , Rodríguez ,

Sánchez , Reyes , Sanhueza ,

Ramírez , Núñez, Álvarez .

Estos nombres son como los cimientos de Chile.

El pueblo es el cimiento de la patria,

si los dejáis morir, la patria va cayendo,

va desangrándose hasta quedar vacía.".

Asimismo, es bueno recordar, a propósito de la improvisación de quienes manejaban el mineral, que unos pocos años antes de "la tragedia del humo" se produjo -lo mencionó aquí el Senador señor Stange - un rodado gigantesco que terminó con la vida de más de cuatrocientas personas y que arrolló edificios enormes de tres a cuatro pisos. Tanto este desastre como el del humo marcaron sensiblemente la vida de toda mi generación, porque, a corta edad, vimos pasar los cadáveres de los mineros y de hombres, mujeres y niños que fueron aplastados en sus camarotes producto del rodado.

Por eso, la nacionalización del cobre fue un hecho que no sólo se justificó desde el punto de vista económico; también fue una reacción de nuestra patria para recuperar algo que siempre nos perteneció. El mineral no fue siempre de los norteamericanos, sino únicamente desde 1904. Antes fue explotado por una familia Larraín y por don Enrique Concha y Toro. Por tanto, pertenecía a Chile y a los chilenos.

En consecuencia, cuando el Presidente Frei Montalva tomó la decisión de chilenizar el cobre, recibió todo nuestro apoyo y el de gran parte de nuestros compatriotas. Y cuando el Presidente Allende , conjuntamente con el Congreso Pleno, concretó la plena nacionalización de este mineral, el respaldo de los chilenos fue unánime. A mí me alegra, muy sinceramente, escuchar de parte de representantes de la Oposición, en particular del Senador señor Chadwick -digámoslo claramente-, que aquél fue un hito histórico que debemos ser capaces de preservar.

Y me molesta no sólo como socialista, sino fundamentalmente como chileno, que en cierto momento a alguien se le ocurra privatizar algo que costó mucho a tantas generaciones de chilenos, en especial a dirigentes, obreros y empleados que dieron su vida -literalmente hablando- por la nacionalización del cobre.

Por eso, estamos extraordinariamente orgullosos de lo hecho por CODELCO y por la División El Teniente. Se ha recordado lo que produce en la actualidad esta mina, con sus 2.400 kilómetros de galerías.

De igual manera, se rememoró el enorme empuje que ha tenido CODELCO en los últimos años y su capacidad para enfrentar los ingentes desafíos de nuestra principal riqueza en el mercado mundial, la que hoy constituye y sigue constituyendo el sueldo de Chile o "la viga maestra".

Por eso, he adherido, con mucho cariño y afecto, a la conmemoración de los cien años de El Teniente, de Sewell , porque parte de ese tiempo está directamente ligada a mi existencia.

--(Aplausos en la Sala y en tribunas).

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