Labor Parlamentaria
Participaciones
Disponemos de documentos desde el año 1965 a la fecha
Antecedentes
- Senado
- Sesión Ordinaria N° 14
- Celebrada el 17 de noviembre de 1999
- Legislatura Extraordinaria número 341
Índice
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El señor STANGE.-
Señor Presidente, Honorables colegas, distinguidos familiares del Teniente Hernán Merino Correa, señoras y señores:
Los Senadores del Comité Unión Demócrata Independiente e Independientes se suman al presente reconocimiento y rinden hoy, por intermedio de quien habla, un sentido homenaje en memoria del Teniente de Carabineros señor Hernán Merino Correa.
El 6 de noviembre último, Carabineros de Chile recordó con emoción y profundo respeto al Teniente Merino , asesinado en una emboscada por personal de la Gendarmería argentina en la región austral de nuestra Patagonia. Treinta y cuatro años han transcurrido desde aquel día en que la Policía Militar de Fronteras del país trasandino quebró con sus disparos la camaradería que hasta entonces constituía palabra sagrada para quienes habitaban en esa zona, tan aislada y olvidada del centralismo capitalino chileno.
Regía entonces el Tratado de Policías suscrito en 1927 y ratificado en 1932, que permitía el libre tránsito de personas entre ambos países, a la vez que incluía la posibilidad de que cualquier policía penetrara en el territorio vecino en persecución de delincuentes, hasta alcanzar algún destacamento o patrulla local. A su vez, los gendarmes recurrían a pobladores chilenos para buscar leña u otros productos en nuestro territorio. Se complementaba, por lo tanto, una verdadera hermandad, basada en la camaradería impuesta por el rigor del clima o el aislamiento de la zona.
No pocas veces el Senador que tiene el honor de dirigir la palabra a Sus Señorías tuvo que transitar por territorio argentino para unir a Chile del norte con nuestro extremo sur, por faltar entonces caminos en nuestra patria. Nunca, durante su permanencia de ocho años en esa zona fronteriza, en la década de los cincuenta, tuvo que enfrentar problemas o inconvenientes de parte de Gendarmería Argentina.
Pero la política expansionista de nuestros vecinos ya comenzaba entonces a despertar sus ambiciones en una zona en la cual los límites fronterizos podían ser objetados.
Fue así como a mediados de 1956, Candelario Mansilla, colono chileno que vivía en la ribera sur del lago O'Higgins, expuso al Senador que habla, en la tenencia Baker , que una comisión de gendarmes argentinos había tratado de efectuar censo de su ganado, pretendiendo que habitaba territorio de esa nación.
Esta situación anormal -pues el hito demarcatorio especificaba claramente que Mansilla ocupaba territorio chileno- motivó la construcción e instalación del retén Lago O'Higgins en terrenos cedidos por este colono.
Revisada la cartografía existente en esa época, no había dudas de que el sector de la denominada "Laguna del Desierto", incluyendo por el sur hasta el Monte Fitz Roy , pertenecía al área jurisdiccional del nuevo retén. Y así el personal anotaba, al término de su patrullaje, haber alcanzado hasta el Puesto Arvilla, ubicado al sur de la mencionada Laguna, enmarcada entre agrestes cordones cordilleranos, donde sobresalen las lengas y los ñires.
Nueve años después, el 8 de octubre de 1965, se presentó en el retén Lago O'Higgins el colono chileno Domingo Sepúlveda , habitante de Laguna del Desierto, para exponer que efectivos de Gendarmería Argentina lo habían conminado a viajar a Río Gallegos, desconociendo así que este ciudadano tenía títulos de propiedad chilenos y que sobre éstos cancelaba los impuestos correspondientes en Puerto Aisén.
Para amparar la legitimidad del ciudadano chileno, Carabineros reforzó sus patrullajes, situación que inmediatamente sirvió al Ministro de Defensa argentino para reclamar en la reunión efectuada pocos días después en Mendoza, entre los Presidentes Eduardo Frei Montalva y Arturo Illia. En este encuentro se determinó que la Comisión Mixta de Límites colocara a la brevedad hitos intermedios necesarios para fijar los deslindes en ese sector, tan desconocido por los chilenos del norte y de muy fácil acceso por el lado argentino.
Pero una posterior protesta argentina obligó a reanudar las conversaciones a nivel de Gobierno, acordándose que, a contar del 6 de noviembre de 1965, habría un plazo de 48 horas para volver todo a lo preexistente; es decir, Carabineros suspendería sus patrullajes y Gendarmería Argentina reduciría la dotación de sus efectivos en la estancia La Florida, cercana a la zona en conflicto, la que había aumentado considerablemente.
El mismo sábado 6, considerando la imposibilidad de comunicarse en otra forma con el retén Lago O'Higgins, por carecer éste de los medios logísticos imprescindibles, la Dirección General de Carabineros dispuso que un avión de la Brigada Aérea de la Institución volara hasta el extremo sur para dar a conocer la resolución del Gobierno.
Sin embargo, las intenciones argentinas eran diferentes. Y mientras el avión monomotor cubría el trayecto desde Santiago hasta Aisén , demorando su vuelo en Balmaceda por falta de combustible, el Gobierno trasandino había dispuesto el avance de las tropas de Gendarmería hacia Laguna del Desierto, quebrando así el compromiso contraído.
Fue un escuadrón de cien hombres el que a las 10 inició su penetración en tierras hasta entonces chilenas. No eran efectivos de los destacamentos fronterizos. ¡No! Pertenecían a dotaciones seleccionadas del norte argentino, y estaban perfectamente equipados para una acción de guerra. Fue éste el inicio de la ruptura de la camaradería cultivada por tantos años en la frontera patagona entre carabineros y gendarmes.
¿Y cuáles eran las intenciones argentinas? Nada menos que reducir a la patrulla de carabineros estacionada en la zona de Laguna del Desierto, la que estaba conformada sólo por cuatro funcionarios al mando del Mayor Miguel Torres , secundado éste por el Teniente Hernán Merino Correa, quienes se hallaban equipados con su clásica vestimenta de poncho y carabina; no contaban con equipos de comunicación radial, y se movilizaban únicamente a caballo.
El Mayor Torres había recibido las instrucciones de replegarse hacia el retén Lago O'Higgins el mismo día 6. Pero esto fue por razones de rutina y por tener que efectuar relevos, y no porque se hubiera recibido la noticia perentoria de evacuar el lugar en el plazo de 48 horas fijado por ambos Gobiernos allá lejos, en Buenos Aires.
Como el viaje hasta el retén Lago O'Higgins era de no menos de doce horas, un funcionario se dedicó a preparar la alimentación necesaria; dos salieron al bosque a rodear sus caballos, que pastaban por el lugar, y los restantes se ocuparon en desmantelar el improvisado campamento.
Pasado el mediodía, el Teniente Merino inició su patrullaje habitual por los alrededores del campamento. Había tranquilidad en el ambiente y nada presagiaba el peligro, por la absoluta falta de comunicaciones radiales. Cerca de las 18, el Oficial regresó y comunicó a su Mayor que todo estaba sin novedad.
¡Por supuesto que hasta entonces no había novedad! Acostumbrado a la vida en la Patagonia, el Teniente Merino habría podido ver cualquier movimiento franco, abierto, como el de carabineros. Pero era imposible captar una maniobra bélica, planificada y camuflada entre el tupido bosque, como la que tendieron los gendarmes argentinos.
Los carabineros no estaban instruidos para desconfiar y creer en la invasión y la masacre. No soñaban siquiera con ser agredidos, rodeados por fuerzas enormemente superiores, ni que se les dispararía a quemarropa. Era el alma chilena, hospitalaria, abierta y franca, la que ruda y mortalmente iba a enfrentarse con la premeditación, contra la violencia basada en la fuerza convertida en sistema.
Súbitamente, el bosque cercano cobró movimiento. Eran las tropas argentinas que rodeaban el improvisado campamento. Lucían fusiles, ametralladoras, cascos de guerra, y, lógicamente, para inmortalizar su hazaña, los acompañaban periodistas y camarógrafos.
Sólamente el Mayor Torres, el Teniente Merino y el Sargento Manríquez se encontraban en el claro del bosque, y al verse rodeados, el Mayor Torres, recordando las instrucciones que reiteradamente había recibido de parte del Gobierno de ejercer soberanía, pero evitar incidentes, se identificó exigiendo reciprocidad.
Pero no tan confiado, el Teniente Merino , con el valor propio de una acción decidida, cogió su arma y corrió a proteger a su jefe. Sin embargo, no alcanzó a llegar hasta él, pues una bala de un fusil agresor argentino le atravesó el pecho, causándole la muerte instantánea. Luego, otra bala asesina impactó en el Sargento Manríquez, dejándolo herido de gravedad. A ello siguieron ráfagas de ametralladoras y de fusiles, que obligaron al Mayor Torres y al Cabo Menar a buscar refugio detrás de árboles caídos.
Recién entonces apareció un Comandante de Gendarmería ordenando alto al fuego. Bajo sus órdenes, el cadáver del Teniente Merino fue atravesado y amarrado sobre la silla de un caballo, a la usanza patagona de esa época. Tanto el Mayor Torres como el Cabo Menar, reducidos a la calidad de prisioneros de guerra, fueron obligados a caminar a pie hacia la frontera argentina. El Sargento Manríquez fue transportado en una improvisada camilla.
Sin poder comunicarse entre ellos y fuertemente custodiados por gendarmes que los apuntaban con sus fusiles, los carabineros fueron obligados a caminar durante toda la noche. Al día siguiente, el Ejército argentino se hizo cargo de ellos como prisioneros, bajo la acusación de haber violado la soberanía de ese país y de haber agredido a personal de Gendarmería Argentina.
Dos días después, y tras intensas diligencias, los carabineros fueron entregados a una comisión oficial chilena, encabezada por el Subsecretario del Interior de ese entonces, actual Senador don Juan Hamilton Depassier. El cadáver del Teniente Merino fue recibido sin su uniforme ni efectos personales, en un tosco ataúd de madera.
Mientras tanto, desde el convulsionado Santiago habíamos partido con cien carabineros hacia el sector del retén Lago O´Higgins. Las instrucciones eran defender el suelo chileno, pero con prohibición perentoria de avanzar hacia el sur. Fueron inútiles las solicitudes para dejar sin efecto esas instrucciones. Sabíamos que Gendarmería ocupaba toda el área y no se había replegado, según lo acordado entre ambos países. Definitivamente, éramos enemigos, fuertemente armados, y sólo esperábamos la ocasión o alguna orden superior desde Santiago para avanzar hacia el sur y cobrar la revancha.
Entretanto, en la Capital todo el pueblo chileno lloró la muerte del Teniente Merino. El pueblo, enardecido, exigía más acción al Gobierno. El joven héroe fue ascendido, post mortem, a General de Carabineros y sepultado con los máximos honores.
Mutuamente, ambos Gobiernos se acusaban a nivel diplomático. Pero al firmarse el Statu Quo, Argentina no retiró sus tropas y comenzó de inmediato a tomar posesión de la Laguna y sus alrededores.
Pasaron algunos años, y al convenir ambos Gobiernos en un arbitraje, la pésima defensa jurídica chilena y la peor selección por Chile de los árbitros extranjeros permitieron que nuestro país perdiera esos kilómetros de territorio nacional.
¡Gracias, Teniente Merino, por habernos demostrado entonces cómo debe defenderse a la Patria!
Es difícil, aun ahora que han transcurrido 34 años, recordar esos tristes episodios y aceptar que Argentina siempre haya optado por la vía armada, si era necesario, para apoderarse de Laguna del Desierto.
Aun ahora, es difícil ocultar la frustración que sentíamos los carabineros al comprobar cómo Gendarmería, quebrando tantos años de convivencia pacífica, había asesinado a un Oficial, herido de gravedad a un Suboficial, detenido a dos funcionarios como prisioneros de guerra y robado la bandera chilena y las armas y municiones que se hallaban en el campamento.
Nadie vive en función de heroísmos. El héroe es aquel que ha adoptado una decisión tan firme como para sostenerla y probar su validez con la muerte.
Hernán Merino Correa es uno de aquellos seres privilegiados que, con su muerte heroica, recibió los laureles de la gloria, transformándose en héroe para inscribir su nombre, con letras imborrables, en la historia nacional.
Sí, es un héroe nacional, pues dos días antes de su muerte, quizás con un presentimiento, había escrito al Mayor José Moreno (su jefe directo en Coyhaique) que defendería con su vida, si era necesario, Laguna del Desierto, pues la consideraba territorio chileno.
Y es héroe para Carabineros de Chile, pues cumplió con su juramento de "rendir la vida si fuese necesario en defensa del Orden y de la Patria". Amó a Chile sin pedirle nada, y le ofreció, sin reservas, toda su entereza y sacrificio.
La actitud altiva y heroica del Teniente Merino es un ejemplo que dignifica la tradición de soberanía patria y de nuestro Chile, y sitúa a Carabineros en el sólido sitial de sacrificio invariable que siempre ha mantenido, con el tributo generoso de mártires que han ofrendado sus vidas al deber y al amor patrio.
Nació en Antofagasta el 17 de julio de 1936. Hijo del distinguido Capitán de Carabineros señor Carlos Merino Charpentier y de la señora Ana María Correa de la Fuente, desde temprana edad supo valorar el amor por la patria y el desinteresado sacrificio por sus semejantes.
Crecido bajo esos principios, no titubeó en seguir tras las huellas de su padre. Fue un muy buen alumno en la Escuela de Carabineros, excelente camarada y mejor deportista. Pero, por sobre todo, fue un sobresaliente Oficial, valeroso en situaciones difíciles del servicio policial, respetado por sus subalternos y estimado por sus superiores.
Hoy, sus restos mortales descansan en la cripta del mausoleo que Carabineros construyó en el centro de Santiago para rendir homenaje a sus héroes.
En nombre de los Senadores UDI e Independientes, expreso nuestra solidaridad a los estimados familiares del General Hernán Merino Correa, particularmente a sus hermanos Carlos , Cecilia y Ana María Correa , que esta tarde nos acompañan; a las delegaciones de Jefes de Carabineros de Chile y de carabineros que se encuentran presentes, y en especial a sus compañeros de promoción en la Escuela de Carabineros.
En representación de quienes son y fuimos carabineros, agradezco personalmente a su familia que nos haya distinguido con el único héroe nacional del presente siglo, ultimado por defender el suelo patrio ante el enemigo.
He dicho.