Labor Parlamentaria
Participaciones
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Antecedentes
- Senado
- Sesión Ordinaria N° 8
- Celebrada el 17 de junio de 1998
- Legislatura Ordinaria número 338
Índice
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El señor PINOCHET.-
Señor Presidente, señores Senadores:
Es para quien habla muy significativo el rendir en el Senado de la República un homenaje a la memoria del Cardenal Agostino Casaroli , recientemente fallecido. Se trata de un hombre excepcional que encarnó con fidelidad la acreditada tradición diplomática de la Santa Sede.
En distintos sentidos y grados de participación, él recogió y simbolizó esa alta escuela diplomática dejada por Papas como Benedicto XV, Pío XII y Paulo VI, y que culmina con el actual Pontificado, durante el cual el Cardenal Casaroli alcanzó la mayor expresión de su carrera eclesiástica y diplomática, como Secretario de Estado . Su accionar ha quedado, pues, vinculado a la historia del siglo que termina, proyectándose su obra a la realidad del futuro.
El Cardenal Casaroli se caracterizó por un profesionalismo de excelencia, destacándose por su aguda inteligencia, claridad de pensamiento y fina sutileza. Innegable era su capacidad de vinculación con personas y naciones de las más alejadas creencias, aunque siempre demostrando la enorme consistencia de su firme carácter, morigerado por su paciencia y sentido de ecuanimidad. Estas cualidades le permitieron concebir y llevar adelante la acción de la Iglesia hacia áreas que parecían en su época infranqueables, por la dureza de un mundo profundamente dividido. Pensamos que la historia no podrá ignorar la medida en que su pensamiento y su acción contribuyeron a los espectaculares cambios de los escenarios políticos de estas últimas décadas.
Para comprender cabalmente a un diplomático de la Santa Sede, y muy en especial a alguien de la envergadura del Cardenal Casaroli, pienso que no basta aplicarle las categorías meramente profesionales del tan difícil arte diplomático. Hay una dimensión más profunda en sus motivaciones, que no puede ignorarse para explicar su desempeño. Ella es determinante de la sociedad religiosa de este insigne diplomático.
Cabe recordar, en primer término, que la Iglesia, al fundarse, recibió como principal cometido el de "ir a predicar a todas las naciones", deber que le imprimió su sentido distintivo de universalidad misionera; en seguida, también se le exigió ser servidora de la humanidad, siguiendo esa asombrosa demanda de su Fundador: "He venido a servir y no a ser servido.".
Por último, y siendo esto quizá lo más caracterizante, la Iglesia fue consagrada desde sus inicios a ser instrumento de la paz. El mundo cristiano recuerda cómo el nacimiento de Cristo se anunció con un llamado de paz en la tierra, y cómo su vida en ese mundo concluyó con la entrega que hizo de su propia paz.
Las consideraciones esbozadas nacen de una experiencia muy cercana y decisivamente relacionada con intereses superiores y permanentes de Chile.
Sabemos que hace veinte años nuestra patria estuvo al borde de un conflicto bélico con una nación hermana, originado en un contexto muy adverso y del todo ajeno al interés de nuestro país. Ello significaba la inminencia, no sólo de un desastre para la vida e integridad nacional, sino que predecibles efectos adicionales en desmedro del mismo Chile, y eventuales consecuencias para la estabilidad continental. Dada la estructura bipolar del mundo en la época, ello además podía acarrear secuelas de alcances extracontinentales.
El Cardenal Agostino Casaroli jugó un papel trascendental en el proceso que permitió, luego de difíciles y complejas actuaciones diplomáticas, superar la crisis y restablecer la normalidad de la convivencia fraternal con nuestros vecinos. Este eminente prelado fue un instrumento clave con que contó el Papa Juan Pablo II para poner en marcha su solicitud pastoral en procura de la paz entre Chile y Argentina.
No obstante los múltiples y graves asuntos que en esa época concitaban la preocupación del Cardenal Casaroli, siempre prestó una atención preferente al desarrollo de las negociaciones de paz señaladas, llevadas adelante en forma directa por la venerable figura del Cardenal Samoré, cuyo denodado esfuerzo por solucionar el conflicto contribuyó, a no dudarlo, a su prematuro deceso.
Esta labor de servicio en pro de la paz efectuada por la Santa Sede se complementó en Chile con el aporte inestimable del entonces Nuncio Apostólico, monseñor Angelo Sodano, quien tiene hoy a su cargo las altas responsabilidades del Secretariado de Estado de la Santa Sede.
Señor Presidente , Honorables Senadores, Chile tiene hoy una honda deuda de gratitud hacia el Cardenal Agostino Casaroli , a quien tuvimos el privilegio de tener en nuestra Patria acompañando a Su Santidad Juan Pablo II . Este sentimiento es compartido por todos los chilenos, porque la obra de bien de la que fue uno de sus más destacados artífices nos alcanza a todos, en nuestros más caros y vitales anhelos de paz.
He dicho.