Labor Parlamentaria

Participaciones

  • Alto contraste

Disponemos de documentos desde el año 1965 a la fecha

Antecedentes
  • Senado
  • Sesión Ordinaria N° 5
  • Celebrada el
  • Legislatura número 360
Índice

Cargando mapa del documento

cargando árbol del navegación del documento

Intervención
DESPENALIZACIÓN DE INTERRUPCIÓN DEL EMBARAZO

Autores

El señor QUINTANA.- Señor Presidente , más que de género, de salud pública o científico, este pareciera ser un debate sobre el debate. Es como si tuviéramos un Senado metalingüístico.

¿Por qué digo eso? Porque aquí algunos están cerrando la puerta a la discusión, que es de la esencia de la democracia, cuando anuncian su rechazo a la idea de legislar sobre una materia que todos han calificado de compleja e importante para el país.

Decir "No" a la idea de legislar es tirar la basura debajo de la alfombra; es mirar a esta Alta Cámara como si fuese un concilio medieval y no el alma de una república democrática.

Yo quiero escuchar los argumentos de las organizaciones autodenominadas "pro vida", pero también los de la mujer violada por un drogadicto, o los de aquella que tiene un embarazo inviable, o los de cualquier mujer que sufre alguna patología -lo han señalado aquí varios Senadores- que impida llegar a buen término con una gestación.

Chile es uno de los pocos países del mundo que aún prohíben el aborto en su totalidad. Porque parece que nos estamos acostumbrando -da la sensación de que es normal- a que el Estado decida por los ciudadanos. O sea, el Estado confía cada vez menos en la gente y, en consecuencia, siente que debe ejercer los derechos por ella; en este caso, por las mujeres.

Entonces, quiero decirle a cada colega Senador que hoy se está prohibiendo el debate.

Porque, probablemente, en este mismo instante se están realizando abortos en una población de Lota o en alguna comuna del barrio alto de la Capital.

¡Y vaya que hay diferencias: la mujer pobre se lo practica en una casa escondida en una población del sur de Chile, y la que dispone de recursos, hasta con el médico amigo de la familia, en algunos casos!

Hay entonces, señor Presidente (digamos las cosas por su nombre), hipocresía.

Les sugiero a mis colegas que llamen a cualquiera de los números de teléfonos celulares -se los puedo dar- que aparecen en distintos avisos clasificados de sitios web donde se promueve lo siguiente (esto le van a responder a cualquiera que consulte):

"Venta de pastillas para abortar: misotrol, mifeprex, CITOTEC, $65.000. Tengo a la venta pastillas con efectos abortivos, 100% legítimas, efectivas hasta las 9 semanas de gestación comprobada, garantizo resultado, seriedad, confianza, transparencia y reales conocimientos me avalan; cada pastilla de misotrol es hexagonal (...)" -salen sus características, el laboratorio, cuántas deben tomarse, en qué forma- "reales interesados, envíos todo Chile, seriedad, confianza, discreción, seguridad y total compromiso me avalan".

Lo que he leído -cualquiera lo puede comprobar- no se refiere al levonorgestrel; no es la "píldora del día después".

Señor Presidente , a ratos este debate se parece mucho al de tres años atrás. Me gustaría que pudiésemos buscar los archivos para ver qué decían en aquella ocasión cada Diputado y cada Senador. Y, por supuesto, qué piensan hoy los 32 parlamentarios que recurrieron al Tribunal Constitucional, no solo por la "píldora del día después", sino también por los anticonceptivos orales, por los dispositivos intrauterinos, que a su juicio no había que seguir utilizando.

Estimados Senadores y Senadoras, ¡de qué prohibición hablamos!

¿Creen algunos de ustedes que por pronunciar aquí un discurso que agrade un poquito más a una parte de la sociedad las adolescentes que no quieren ser madres van a venir a preguntarnos qué pensamos?

¿Creen algunos de ustedes que por no abrirse a la idea de legislar los teléfonos celulares a que me referí, mediante los cuales se promueve la venta de pastillas abortivas, dejarán de sonar?

¡Terminemos con la hipocresía, con la mojigatería!

--(Aplausos en tribunas).

Aquí hay una mirada antropocéntrica que intenta imponerle al resto de los chilenos una supremacía moral, valórica.

Y eso no es nuevo. Dicha supremacía existió también en plena dictadura, durante la cual, en nombre de aquella, se torturaba y mataba solo por pensar distinto.

¡Cuidado con eso de que el derecho a la vida no admite ninguna excepción!

Señor Presidente , en materia de supremacía podríamos, sin ir más lejos, ver lo que está ocurriendo con un hecho bastante reciente, que es noticia en la actualidad.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado de Chile por el caso de la jueza Atala.

¿Qué sucedió en ese caso? Diferentes concepciones; no solo jurisdiccionales (no olvidemos que todavía no hay ley antidiscriminación). Para algunos, los valores correctos son la heterosexualidad, y los incorrectos, la opción sexual distinta. ¿Y qué hizo la referida Corte? Acaba de condenar al Estado chileno precisamente por aquello: por intentar llevar a supremacía moral concepciones religiosas.

Señor Presidente , durante este debate ha quedado absolutamente claro que quienes están contra la idea de legislar acerca de cualquiera de los proyectos que nos ocupan lo hacen por concepciones religiosas, en circunstancias de que la separación de la Iglesia y el Estado ocurrió hace harto tiempo.

Evidentemente, este Congreso, esta sociedad, este Estado son mucho menos abiertos que los de hace 80 años.

Lo responsable es discutir sobre el aborto y legislar para que no sigamos arriesgando la vida de las adolescentes.

El propio Ministro Mañalich señalaba hace poco rato que no tenemos dimensionado cuántos abortos se registran al año, en distintos ámbitos. Algunos hablan de 60 mil; otros, de 120 mil.

¿Alguna mujer le pidió autorización a algún parlamentario para someterse a un aborto? Claramente, no.

Digo lo anterior porque acá tenemos, fundamentalmente, la mirada de sectores conservadores que intentan imponerle al resto de la sociedad una concepción religiosa. Y eso me parece en extremo delicado.

El debate, a mi juicio, es sobre la igualdad de acceso: mientras para efectuarse un aborto algunas mujeres viajan fuera del país o acuden de manera ilegal a una clínica del sector alto de Santiago, otras arriesgan su vida.

Ese es el debate. Pero siento que a ratos no lo estamos haciendo.

Se habla del derecho a la vida. Sin embargo, al respecto no se ponen de acuerdo todavía ni los teólogos ni los científicos.

El origen de la vida no es uno solo. La vida es muy anterior al ser humano como especie.

Actualmente, los científicos y el mundo de la salud pública varían sus posiciones entre algunos que conciben que hay vida con la unión de dos gametos, donde aparece un nuevo ADN y se insuflan el alma y el espíritu, y otros que sostienen que la hay recién a partir de la duodécima semana, cuando existe desarrollo neuronal.

Entonces, no hay a ese respecto consenso entre los mundos científico y religioso.

Por eso, creo que este debate se parece mucho al sostenido hace algunos años en torno a la "píldora del día después". Y hoy hemos escuchado a un Ministro absolutamente categórico con relación a que los argumentos que la Derecha esgrimió y llevó al Tribunal Constitucional estaban por completo equivocados.

Me gustaría, pues, escuchar ahora a alguno de los parlamentarios que adujeron tales argumentos, porque estamos adoptando decisiones para todas las mujeres y ellos le están imponiendo su creencia, su convicción -por cierto legítima- al resto del país.

Por eso, me parece interesante lo que señaló el Senador Pizarro en el sentido de distinguir entre la condición espiritual de cada uno y las decisiones de Estado.

Señor Presidente , simplemente, estimo del todo necesario avanzar en esta materia. Sin duda, se precisa llevar adelante la discusión particular, examinar en su mérito cada uno de los proyectos que nos ocupan. No podemos clausurar este debate. Es importante avanzar en él, para lograr conocer las cifras oficiales, con las que el Ministerio de Salud no cuenta en la actualidad -esto no constituye un hecho menor-; para impulsar la democratización del acceso a una intervención segura -eso lo conseguiremos en la medida que haya ley-, y para dotar al Estado de un rol de apoyo psicológico y consejería dirigidos a mujeres que se hallan en la situación a que se ha hecho referencia.

Por todo lo expuesto, votaré a favor de la idea de legislar y en contra de la hipocresía.

--(Aplausos en tribunas).

Top