Labor Parlamentaria
Participaciones
Disponemos de documentos desde el año 1965 a la fecha
Antecedentes
- Senado
- Sesión Especial N°25
- Celebrada el 12 de junio de 2019
- Legislatura número 367
Índice
Cargando mapa del documento
El señor PÉREZ VARELA.-
Señores Presidente y Vicepresidente del Senado ; señor Rector, señores docentes y directivos de la Universidad de Concepción, hoy nos reunimos para expresar nuestra adhesión y reconocimiento por cien años de historia. Así que a nuestros invitados les doy la más cordial bienvenida a esta Alta Corporación.
Indudablemente, me siento orgulloso de haber sido alumno, de ser abogado salido de las aulas de la Universidad de Concepción. Porque, a mi juicio -y lo digo desde mi experiencia personal-, ella me enseñó a mirar nuestro país de determinada manera; a conocer la heterogeneidad de la sociedad chilena; a discutir mis ideas con personas que pensaban absolutamente distinto; a compartir, en esa diferencia, el que era un objetivo común: contribuir a la grandeza de Chile, a que fuera una nación mejor.
Lo que aprendí de esta Universidad, que ha sido parte fundamental en mi vida política y profesional, nace de lo que sus fundadores tuvieron presente al formarla. Porque la establecieron en Concepción, sobre la base de una visión regional.
Mirar al país desde una región no es tarea sencilla: no lo fue ayer ni tampoco lo es hoy día. Pero a mi juicio ellos demostraron que era posible. Y se unieron personas de la más distinta naturaleza para crear esta Universidad. No debe de haber sido simple.
Ya alguien citó al propio Enrique Molina Garmendia , quien señaló que cuando fue a hablar con el Presidente de la República con el fin de pedirle ayuda para crear la Universidad este le expresó que no había recursos.
¡Cuántas iniciativas en nuestro país, en nuestra sociedad, en nuestro mundo abortan por falta de recursos!
Sin embargo, esos penquistas siguieron expresando la necesidad de que existiera en Concepción una universidad; una fuerza que permitiera recoger toda la riqueza latente en esta Región para proyectarla a todo nuestro territorio.
Además, esas personas hicieron algo que me parece extraordinariamente significativo: no crearon la Universidad de Concepción como una contrapartida de la Universidad de Chile o de la Universidad Católica, que ya tenían cierta trayectoria y representaban a lo mejor elementos de la sociedad bastante nítidos; no se trataba de una competencia contra esas universidades, sino de la necesidad de que una región y Concepción se pusieran de pie para que una universidad, a través del desarrollo libre del espíritu, se convirtiera en el centro de creación intelectual más importante al objeto de lograr influir en el resto del país.
No hay duda de que la Universidad de Concepción ha logrado aquello, pues hoy día es mirada con respeto.
Quienes vivimos en la Región del Biobío, quienes originalmente somos penquistas queremos que la trayectoria de nuestra Universidad persevere con más fuerza aún.
Digo aquello también desde mi experiencia política actual. Porque uno ve la influencia de la Universidad de Concepción en Los Ángeles y particularmente en Chillán, capital de una nueva región, que vio en ella un acompañamiento, una mano, una mirada absolutamente necesaria e indispensable. Tan así es que, cuando se empezó a plantear en serio la creación de la Región de Ñuble, fue esta Universidad la que analizó el asunto y le dijo al país: "Tiene estas fortalezas y estas debilidades".
Por ello, tal como lo expresó el Senador Navarro, la Universidad de Concepción debe tener el carácter de nacional, debe ser expresión de nuestro territorio. No puede circunscribirse solo a Concepción. Ya los penquistas se sienten orgullosos de la Universidad no solo por su trayectoria, sino también por su configuración.
La Universidad de Concepción es un paseo obligado. Cuántas veces hemos llevado al barrio universitario a amigos, a extranjeros que vienen por primera vez a esta ciudad. Es una visita absolutamente ineludible, en que a lo mejor uno ve edificios, un parque; pero detrás de ello hay toda una creación académica, intelectual y cultural que trasciende y que hace verdaderamente grandes a la Región, a la Universidad y a quienes la conforman y a los que hemos sido alumnos de ella.
Decir que soy abogado de la Universidad de Concepción para mí es sinónimo de respeto y de prestigio.
Por eso, en esta ocasión quiero recordar a muchos de mis profesores, quienes fueron fundamentales en mi formación profesional y política. Algunos siguen vivos; otros ya nos dejaron, pues debo decir que entré a esta casa de estudios superiores diez años antes que el Senador Navarro, en 1972, en que había una situación extraordinariamente conflictiva en nuestro país y que, por supuesto, la Universidad la vivió y que yo también la sentí. Fueron años duros y difíciles, a no dudarlo, hasta los inicios de la década de los 90.
Sin embargo, la Universidad de Concepción, a pesar de la dureza de esa época, mantuvo el concepto, el principio del desarrollo libre del espíritu, y los profesores me transmitieron siempre la diversidad de posiciones; la heterogeneidad social; la importancia de respetar y de juntarse con el otro; la necesidad de contribuir al desarrollo de nuestra nación.
Tuve profesores realmente extraordinarios, reconocidos a nivel nacional e internacionalmente, en algunos casos: Ramón Domínguez , en Derecho Civil; Alberto Goldberg , en Derecho Penal; Héctor Oberg , en Derecho Procesal, quienes ya no están con nosotros. También deseo mencionar a Alejandro Abuter , en Derecho Procesal; a Telmo García , en Instituciones Políticas.
Son tantos los nombres que se me vienen a la mente y que fueron fundamentales en los cinco o seis años en que estuve estudiando en la Universidad para ser abogado. Pero al final no se trató solo de convertirme en un abogado, en alguien que supiera algo de Derecho, con un título otorgado por la Corte Suprema, pues salí de ahí con una concepción política; con un pensamiento acerca de la sociedad y de la ciudadanía; con una mirada de país.
Entonces, creo que la Universidad de Concepción tiene el mérito de formar a personas tan distintas unas de otras.
Señalo aquello porque en el Senado hay tres profesionales provenientes de las aulas de la Universidad de Concepción: la Senadora Jacqueline van Rysselberghe, quien me pidió que expresara su adhesión a este homenaje; el Senador Alejandro Navarro , y el Senador que habla: ¡más distintos no podemos ser...!
Pero ello demuestra que dicha casa de estudios tiene la capacidad, el mérito, la competencia académica, la fortaleza intelectual para cobijar a personas que piensan distinto y que pueden hacer una verdadera contribución a nuestra nación.
Eso es lo que hace grandes a los países.
Cuando uno ve de repente universidades o institutos superiores extraordinariamente homogéneos en lo social, en lo académico y en lo cultural es muy difícil que a sus alumnos les sea factible aportar realmente al engrandecimiento de nuestra nación.
El conocimiento y el análisis intelectual de la realidad, de las ciencias jurídicas en este caso, posibilitan, a través de ese estudio, que uno haga una contribución significativa.
La Universidad me entregó momentos muy especiales e importantes. Estar en el barrio universitario, para quienes no lo conocen o no lo han visitado, es un agrado. Creo que ahí se desarrolla libremente el espíritu, al juntarse estudiantes de diversas carreras.
Efectivamente, lo del Senador Navarro fue un peregrinaje. Nosotros, en los inicios de los años 70, realizamos otro, en que se confrontaban diversas fuerzas políticas. Pero, al final, la casa de don Enrique Molina Garmendia fue siempre un elemento central. Además, yo tuve el privilegio de haber estudiado en el Liceo Enrique Molina Garmendia.
Esa impronta, esa visión y esa voluntad de querer construir me permitieron llevar adelante mi vida política, mi vida en sociedad y mi vida profesional.
Sin duda, la Universidad de Concepción, en estos cien años, debe tener la absoluta certeza, la total convicción de que ha creado, de que ha construido, de que ha sido un elemento fundamental para el desarrollo no solo de la Región del Biobío, sino también de nuestro país.
Los profesionales de esta casa de estudios nos hallamos en distintos lugares, y nos sentimos orgullosos cuando nos juntamos.
Nuestra Universidad tiene un desafío fundamental, donde su Rector y cada uno de sus académicos -quiero saludar al Decano de mi Facultad , la de Ciencias Jurídicas y Sociales, don Rodolfo Walter , quien se encuentra en las tribunas- juegan un rol extraordinario: hacer que estos cien años que ya vivimos, que ya se construyeron, que ya se levantaron constituyan la base de un futuro mucho mejor tanto para la Región del Biobío como para aquellas regiones en que se debe tener mayor presencia e influencia. Así podremos lograr que la Universidad de Concepción sea de todos los chilenos y para el desarrollo libre del espíritu.
He dicho.
--(Aplausos en la Sala y en tribunas).