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Antecedentes
  • Cámara de Diputados
  • Sesión ordinaria N° 46
  • Celebrada el
  • Legislatura Extraordinaria periodo 1972 -1973
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Intervención
DESPEDIDA DEL SEÑOR TAVOLARI CON MOTÍVO DEL TÉRMINO DE SU MANDATO COMO DIPUTADO

Autores

El señor TAVOLARI

Señor Presidente, no ha sido norma del que habla aprovechar la Hora de Incidentes para hacer uso de la palabra, en especial por las condiciones en que ésta se desarrolla, en que la Sala muchas veces queda vacía y sólo uno o dos Diputados intervienen. Pero, haré uso de ella ahora por el hecho de ser la última vez que ocuparé uno de estos bancos, igual que otros ochenta Diputados más o menos, con quienes hemos convivido por espacio de cuatro años. Mi intervención estará al margen de la política contingente. No tendrá por objeto hacer un análisis de este período en profundidad ni entrar en la cosa política misma, sino que, así como es de buena crianza decir "buenos días", creo que también lo es el decir "hasta luego". Cuando hace cuatro años entramos a esta Corporación hicimos una intervención, si se quiere un tanto frívola, un tanto rodeada de pequeñeces, cuya suma a veces constituye una cosa grande. Hicimos una crítica de lo que habíamos visto al llegar a la Cámara.

Ahora, al irnos, no queremos hacer una crítica, sino ciertas consideraciones respecto de algunos problemas que golpean los sentimientos de cualquier ser humano, de cualquier individuo, de cualquier persona bien nacida.

Cuatro o cinco de nuestros colegas ya no están con nosotros tres por lo menos han muerto y dos por distintas circunstancias no han vuelto a este hemiciclo.

Durante este lapso hemos hablado mucho, y muchas veces la pasión nos ha hecho decir muchas cosas, herirnos, incluso, adentrarnos en problemas que, a lo mejor, en forma serena, no los habríamos tocado. Tal vez, porque tenemos, como todos los hombres, temperamentos diferentes, caracteres distintos. Pero, ha habido un común denominador entre nosotros: ha habido un lenguaje que sin ser el mejor, por lo menos nos ha permitido entendernos en algunos grandes problemas. ¡Cómo hubiésemos querido haber tenido una mayor identidad en algunas cosas! ¡Cómo no haber podido vencer, tal vez, esta discusión muchas veces bizantina frente a algunos problemas que si uno se pusiera la mano en el corazón entendería que obedecen a cosas nimias y, muchas veces, a problemas de tipo político, sin mayor proyección! Pero la política es así. Y ahora, nos vamos a separar: Vendrán setenta colegas nuevos, setenta compañeros, setenta amigos y setenta políticos a adentrarse de nuevo en esto que es el Parlamento. Nosotros nunca hemos magnificado la Cámara ni el Senado. Creemos que el Parlamento hay que transformarlo y así lo entienden, incluso, aquellos que creen que él debe mantenerse. Pero hay algo que es claro. Lo que debe mantenerse, sí, al margen de lo material y de lo institucional, es el propósito de salvar no lo que no podríamos llamar una democracia formal, como la que estamos viviendo, sino esta situación tan nuestra, tan de los chilenos: la convivencia a que nos ha obligado la naturaleza por' vivir en esta especie de isla, entre un desierto y la antártida, y entre la cordillera y el mar. Diez millones de habitantes que tenemos derecho al diálogo, que muchas veces nos entendemos, como decía al comienzo de mis palabras y que, ahora, parece que nos estamos rigiendo por este signo y perdonen que entre en una cosa tan vulgar de ese famoso chiste de la línea vertical, en que en un lado están unas gentes que tienen una series de epítetos y, en el otro, otros que tienen algo peor. Aquí no hay término medio. Ya no se puede entrar al diálogo. Nos Miramos con odio. Los hogares ya no se visitan, y esto llega, o se enraíza, incluso, lo que es más criminal, en los propios niños. ¿A dónde vamos a ir a parar?, ¿quién va a tener la responsabilidad de esto? Los colegas del frente dirán: "ustedes" nosotros diremos: "ellos".

Pero hay algo superior: la historia, y ella es la que nos va a juzgar. Y podrá decirse muchas cosas el Parlamento, y con mucha razón pero no se podrá decir que nosotros podemos deslindar la responsabilidad que como hombres que actuamos en la cosa pública tenemos en este momento. La situación es difícil. Yo tengo, como ciudadano, temor. Temor, porque no quiero el enfrentamiento, no por cobardía. No lo quiero, porque no quiero ver sufrir ni ver morir niños, ni quiero que nadie tenga temor de vivir en esta patria, porque un determinado bando es Gobierno. No quiero ver sufrir ni a mi peor enemigo. En una verdadera democracia nadie debe sufrir.

¿Cómo superar, entonces, este estado? Tal vez, colocando cada uno un poco de buena voluntad. Un enfrentamiento nos va a llevar al caos. Quién quisiera cosechar esta siembra no lo va a lograr y vamos a ser nosotros los actores principales de algo por lo que el día de mañana van a tener que maldecirnos nuestros descendientes. Esto al margen, vuelvo a decir, de Oposición y de Gobierno.

Por eso, permítanme, colegas, antes de irme, llamarles la atención sobre esto que sé que muchos de ustedes comparten. Yo no creo que un partido político determinado tenga siempre a los buenos y los otros, los contrarios, tengan siempre a los malos. Tal vez, todos tenemos de unos y de otros, o, tal vez, tenemos todos algo de bueno, y, apelando a eso, deberíamos en este momento acordarnos que tenemos esta responsabilidad. En razón de esto, colegas, del aprecio y el afecto que nos hemos tenido con muchos compañeros, al margen de los diálogos ásperos y de las situaciones muchas veces anómalas, yo quisiera que este día, que es el último que vamos a estar aquí mirándonos las caras, hablando y conversando, nos hiciéramos el propósito, cada uno por su cuenta y desde nuestros respectivos puntos de vista, no de defender al señor Allende como Presidente, no de estar con el Gobierno actual, tampoco el de no atacarlo sino que salvemos eso que señalaba, que es tan nuestro, que nos ha permitido darnos un prestigio de tipo internacional, que nos ha permitido tener una prestancia en América.

Siempre hay una esperanza. Hubo muchos sectores que cuando gobernó la Democracia Cristiana esperaban que constituyera un experimento para ser copiado en todo el mundo. Ahora también hay muchos sectores de la humanidad que nos miran tratando de ver algo en nosotros, que piensan que estamos, a lo mejor, logrando un objetivo. Yo no digo que lo hemos logrado. Hemos cometido muchos errores. Somos, los más terminantes autocríticos. Sé que, en realidad, esta situación a más de alguno ha perjudicado. Pero, por sobre cualquier situación, Chile merece un respeto mayor. Que no se diga el día de mañana que el Parlamento no solamente fue una institución caduca, sino que no se diga que quienes fuimos sujetos activos de este proceso, no supimos ser responsables con Chile, ni siquiera con la historia.

Muchas gracias.

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