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Antecedentes
  • Cámara de Diputados
  • Sesión ordinaria N° 16
  • Celebrada el
  • Legislatura Ordinaria año 1973
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Intervención
PROCESO SEDICIOSO EN CONTRA DEL GOBIERNO POPULAR DEL PRESIDENTE SALVADOR ALLENDE.

Autores
El señor MOYA.-

Pido la palabra.

El señor CARDEMIL (Presidente accidental).-

Tiene la palabra Su Señoría.

El señor MOYA.-

Señor Presidente, en los dramáticos días que está viviendo nuestro país, ninguno de los sucesos o actitudes protagonizados por los poderes públicos, por personajes caracterizados de la Oposición o por influyentes órganos de la prensa reaccionaria corresponde a hechos aislados unos de los otros. No; son partes de un mismo proceso y están estrechamente encadenados entre sí. Son partes de la sedición y de la conjura contra el primer Gobierno Popular instalado en la nación y que preside el doctor Salvador Allende. Desde el mismo momento en que el candidato de las fuerzas populares obtuvo la primera mayoría en las urnas, la Derecha y el fascismo iniciaron la tenebrosa conspiración contra la Unidad Popular para impedir el ascenso de Allende al poder y llegaron hasta el crimen político a fin de cerrarle el paso a los cambios revolucionarios contenidos en el Programa de la Unidad Popular. Estas últimas actitudes eran impulsadas en gran parte, por el espionaje del imperialismo norteamericano, el que ponía a disposición de los contrarrevolucionarios todos los recursos necesarios para llevar adelante sus planes contra la patria. De esto último no hay duda alguna, porque se denunció, primero, en la prensa yanqui; y luego quedó en claro en la investigación que hizo el Senado de los Estados Unidos, sobre la injerencia de las grandes empresas transnacionales, como la Internacional de Telégrafos y Teléfonos. La firmeza y unidad de la clase trabajadora y de los integrantes políticos de la Unidad Popular dieron al traste con todas esas infames maniobras.

Por su lado, las Fuerzas Armadas se negaron a escuchar los cantos de sirena de los oligarcas desplazados del poder. No sólo esto. En la persona del Comandante en Jefe del Ejército chileno, el General René Schneider Chereau, alevosa y cobardemente asesinato, quedó sellado el solemne compromiso y la gloriosa tradición que une a las Fuerzas Armadas de Chile con el respeto a la institucionalidad y la voluntad soberana del pueblo expresada en las urnas.

Todavía no se conoce ni se ha dicho la verdad sobre los verdaderos culpables del horrendo crimen político; pero lo que se sabe, sin lugar a dudas, es que estuvieron mezclados en él, muy de cerca, parientes cercanos de más de un Senador o de un Diputado, miembro de las Cámaras actuales. Algún día, que no está lejano, se hará el verdadero proceso y se sabrá toda la verdad, la verdad a la cual tanto le temen los culpables emboscados, cínicos e hipócritas.

No sabríamos quiénes son más culpables: si los que usaron los expedientes más viles para desconocer el resultado de la victoria de septiembre de 1970 o los que, una vez instalado en la Moneda el Presidente constitucional, no han hecho otra cosa que levantar contra él al resto de los poderes y una tempestad de odios, de mentiras y de calumnias para dar por tierra con el Gobierno legítimo.

Señores Diputados, en la historia política de Chile, jamás gobierno alguno ha sido objeto de mayores insultos y procacidades. Jamás, tampoco, ha existido un gobierno que tolerara mayores desatinos e injurias en su contra. Bajo el manto de la impunidad, se ha creado el clima para el golpe de estado y el cuartelazo. Lo que se ha hecho y se sigue haciendo contra el Presidente Allende sólo podría compararse con lo que la reacción hizo en 1891 contra José Manuel Balmaceda, el presidente mártir.

Los encargados de juzgar y castigar a los infractores de la Ley de Seguridad Interior del Estado los miembros del Poder Judicial, jueces y ministros de Cortes casi por unanimidad, no han hecho sino proteger a los sediciosos y poner alas a los subversivos. Apenas si se sabe de alguna leve sanción. Podría decirse que los encargados de hacer justicia, durante este gobierno, esperan en las puertas de juzgados, de los tribunales, a los violadores de la ley para dejarlos en libertad, declarando que no hay méritos para sancionarlos.

Estos jueces de clase, ensoberbecidos, forman parte del proceso sedicioso y han tenido la temeridad de dirigirse en forma absolutamente inaceptable al Presidente de la República, tratando de invadir sus atribuciones específicas. Los términos irrespetuosos del libelo justifican plenamente su devolución.

Amparando la posición obstruccionista de los miembros de la Corte Suprema, quienes acaban de ser sorprendidos en delito flagrante al cobrar emolumentos superiores a los que la ley les permite. Como sabemos que pasa también con muchos parlamentarios jubilados. El Presidente del Senado, como otros miembros del Congreso, se acercó a expresar su adhesión a los integrantes de la Corte Suprema. Pero, el señor Frei guardó absoluto silencio cuando, horas después estaba en peligro el régimen legalmente constituido.

Efectivamente, en la mañana del viernes 29 de junio, una fracción de un regimiento de Santiago, coludido y en estrecha complicidad con el grupo fascista de Patria y Libertad, sacando los tanques a la calle y disparando contra La Moneda y el Ministerio de Defensa, intentaron derrocar al Gobierno, lo que no consiguieron, gracias a la lealtad de las Fuerzas Armadas, al poder civil y legítimo y a la resuelta actitud de los trabajadores chilenos.

Aquí está la explicación de las insolencias de la prensa y de las declaraciones destempladas de políticos sediciosos y fascistas. En este hecho, que no podían desconocer, reside la explicación de las insolencias del diario El Mercurio y de la Corte Suprema. Y los señores Presidente de la Cámara y del Senado han contribuido con su actitud silenciosa a desviar la atención sobre los graves hechos ocurridos. En este hecho, en el golpe de estado frustrado, descansa también la explicación del sugestivo silencio guardado por jueces y políticos mezclados en el cuartelazo. Ellos son sus culpables intelectuales; ellos son los promotores; ellos son los cómplices de la conjura. Si no lo fueran, la habrían condenado de algún modo, pero no lo han hecho ni lo harán jamás. ¿Por qué, por ejemplo, el Presidente de la Corte Suprema no ha ido, hasta ahora, a visitar al Presidente de la República, como lo hizo hace poco para pedir que, a través de un artículo de ley, se les perdonara a sus integrantes el delito de percibir dineros que no les corresponden?

¡Qué no vengan ahora a hablar de independencia del Poder Judicial! ¿Qué independencia puede exhibir un poder estrechamente coludido con la oligarquía y embarcado en la empresa criminal de deponer al Gobierno legítimo?

Puede tenerse la seguridad de que si los complotistas del 29 de junio hubieran quedado en manos de la justicia ordinaria, ya estarían absueltos y en libertad. Felizmente, conoce de este delito la Justicia Militar, que está haciendo las investigaciones que han de conducir al establecimiento de las responsabilidades, demostrando quiénes son los civiles comprometidos y quiénes son sus verdaderos instigadores.

Un grupo de los sediciosos se apresuró a ponerse al amparo de una embajada extranjera, adelantándose a reconocer su intervención y culpabilidad. Son los cobardes dirigentes del mal llamado movimiento Patria y Libertad que han engañado a grupos de jóvenes con sus martingalas y lucubraciones fascistas. Los propios oficiales del Regimiento Blindado Nº 2, seguramente reconocerán ahora, como dijo un General venezolano de los tiempos ignominiosos de Juan Vicente Gómez, que una de las cosas más tristes al conspirar es la de tener que codearse en la sombra con seres a quienes nos repugnaría mirar a nuestro lado a la luz del día.

Ese grupo de cobardes, de sujetos de baja ralea, es el que se ha despedido de Chile dejando un documento miserable, en que intentan introducir la desconfianza en las filas de las Fuerzas Armadas. ¡Todavía se permiten sacar la voz! Recogiendo esas infamantes especies, El Mercurio sigue avivando la cueca del golpe de Estado y trata de inducir a la rebelión contra la disciplina, como otros políticos que estos últimos tres años han estado hablando de la desobediencia civil y de la ilegitimidad de nuestro Gobierno, legalmente constituido el 4 de noviembre de 1970.

Fracasados en todo, en descubierto sus maniobras, ahora se han dedicado a denunciar depósitos de armas, obligando a hacer el ridículo a los encargados de establecer su efectividad. Nosotros podríamos decir ¿por qué no las buscan en el Barrio Alto porque ahí están protegiendo las guaridas miserables de Patria y Libertad, y no podemos olvidar que fueron esas mismas armas de Patria y Libertad las que asesinaron al General René Schneider Chereau, donde sí hay armas y se conspira las 24 horas del día en contra del Gobierno popular?

Pero estos despreciables acusetes han quedado tan desprestigiados, que mejor harían morderse la lengua, cuidando de no sacarla en la calle; pero sobre todo, lo que debieran hacer es limpiarse la boca antes de difamar al Gobierno popular y a la clase obrera. Podrían venir a la Cámara de Diputados a legislar en favor del pueblo de Chile, en favor de las provincias y no a perder el tiempo, como ha estado ocurriendo últimamente, hasta la semana pasada, en que los parlamentarios provincianos vimos con vergüenza que veníamos a perder el tiempo, porque la Corporación sólo se ocupaba de tratar acusaciones contra intendentes y Ministros de Estado. Señores Diputados, ya está bueno de que de una vez por todas Sus Señorías actúen con responsabilidad de chilenos y no vengan a esta Cámara de Diputados a emborrachar la perdiz y a engañar al pueblo chileno.

He dicho.

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