Labor Parlamentaria
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Antecedentes
- Cámara de Diputados
- Sesión ordinaria N° 23
- Celebrada el 09 de agosto de 1972
- Legislatura Ordinaria año 1972
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Homenaje
HOMENAJE A LA MEMORIA DE DON ARISTOTELES BERLENDIS STURLA, SERENISIMO GRANMAESTRO DE LA GRAN LOGIA DE CHILE.- NOTAS DE CONDOLENCIA
Autores
El señor
Tiene la palabra el señor Jáuregui.
El señor
Señor Presidente, es realmente difícil rendir homenaje a un hombre como don Aristóteles Berlendis. Lo habitual es hacer una reseña biográfica que destaque méritos y virtudes; en este caso, además de ser meritoria por múltiples conceptos la labor del señor Berlendis en el plano ciudadano y funcionario, su recia personalidad tuvo contornos extraordinariamente interesantes desde un punto de vista conceptual, doctrinario y filosófico. Por eso, aun a riesgo de incursionar en materias de por sí difíciles y que deben ser tratadas con reserva y ponderación de criterio, hemos creído que nuestro mejor homenaje al señor Berlendis en esta Cámara es analizar su personalidad desde este ángulo carismático, vale decir, en lo ideológico, lo doctrinario y lo filosófico.
Honorable Cámara, es difícil escapar a la enconada turbulencia del mundo actual, que afecta al hombre y a la comunidad en todos sus estratos, que agita con violencia instituciones, estructuras sociales, valores conductuales, ideas y sentimientos. Pero en esos momentos de aguda crisis, que desorienta los espíritus y en que los más violentos desenfrenos del sectarismo, del oscurantismo y del odio social conmueven al país, hay una entidad iniciática, cuya filosofía es vieja como el tiempo, pero siempre en continua vigencia, reflexiva e imperturbable, que permanece inconmovible como una roca en medio del oleaje de las evoluciones y de las revoluciones de la humanidad; hay hombres forjados en esa institución, en el yunque del estudio y del sacrificio, conscientes de que, en la escala de valores, es necesario defender los valores del espíritu sobre los de la materia. Esa institución es la francmasonería.
En esas horas difíciles, preñadas de incertidumbre, de zozobras y de desorientación, ella nos da una lección inapreciable ; y, como tea luminosa, pone ante nuestros ojos una luz llena de esperanzas, que nos orienta hacia un mundo mejor, de mayor libertad, en el que las manos de los hombres no empuñan armas homicidas, sino que se tienden fraternas y solidarias; en el que los labios no vociferan palabras de odio y de difamación, sino son la expresión de espíritus esclarecidos y generosos; en el que en las mentes, las ideas de ambición, odio y codicia, son sustituidas por pensamientos altruistas de cooperación y fraternal convivencia. Instituciones como ésta de la Francmasonería, han sido dirigidas por espíritus de selección.
Y hoy, Honorable Cámara, en nombre del Comité Demócrata Cristiano, del Comité de Izquierda Radical y de la Democracia Radical, debo rendir un homenaje de admiración y de respeto a don Aristóteles Berlendis, fallecido recientemente, que, por más de diez años, empuñara el Mallete Rector de la Gran Logia de Chile.
Fue don Aristóteles Berlendis un extraordinario conductor de la Masonería chilena. Fue un francmasón de toda la vida y de todos los tiempos. Y fue, en suma, un Maestro de Maestros. Durante su mandato, realizado en momentos difíciles, la Orden Masónica alcanzó extraordinarios relieves de jerarquía y solvencia espiritual.
Reiteramos que no haremos una reseña biográfica de la trayectoria profana del T.: Berlendis. Nos interesa, más que nada analizar su mandato masónico, que está imbuido y saturado de los más altos principios de la Orden; lo que, en definitiva, significó revitalizar y clarificar el papel que la institución de alta docencia que es la Masonería debe desempeñar en lo espiritual, como en el mundo profano.
Se ha repetido reiteradamente que la Francmasonería no es una secta, ni es un partido; sino una institución filosófica, fundamentalmente iniciática, destinada a trabajar por la depuración y superación espiritual de quienes la integran, y por la construcción de una sociedad sin explotadores ni explotados, en la que todos seamos libres, iguales y solidarios. De acuerdo con estos postulados, se infiere que la Orden no puede ser una institución de comtemplativos sociales. No propugna la contemplación pasiva del bien, sino la lucha activa contra el mal y el error. El cuerpo de doctrinas que la Orden preconiza en lo filosófico, lo ético y lo conductual, no es algo que se cultive sólo en los talleres masónicos, sino que debe traducirse en hechos positivos y concretos en la vida profana, si se es, en realidad, un buen masón.
La Francmasonería es eminentemente pragmática. Y ya en esta misma Cámara, en una ocasión anterior, cuando rindiera, desde los bancos socialistas, un homenaje al H. Eugenio Matte Hurtado, fundador del Partido Socialista y Serenísimo Gran Maestre de la Orden Masónica, expresaba que una filosofía que no conduce a la acción, conduce a la nada. Pues bien, el Gran Maestro Berlendis, en forma taxativa y categórica, definió esta participación en el mundo profano tras la meta de construir un mundo mejor: "Los masones, como ciudadanos, pueden y deben actuar en política; pero, la Masonería, como institución, no puede hacerlo bajo ningún pretexto". En el mundo tan intensamente politizado en que vivimos, muchos no comprenden, y otros no quieren comprender, que existe una institución extraña a la política. Quienes así piensan revelan una deplorable indigencia de ideales superiores.
Vive la humanidad, en este instante, Honorable Cámara, y, concretamente, lo vive el país, un momento caracterizado por el predominio de lo que se ha dado en llamar "sociedad de masas", cuya valorización prioritaria es propugnada por el marxismo-leninismo; concebimos este predominio y participamos de él -y lo digo sólo a título personal- desde un ángulo socioeconómico, ya que ello facilita el camino hacia una sociedad más justa. Sin embargo, analizada esta situación desde el punto de vista de calificación de valores, desde un punto de vista axiológi-co, es necesario hacer evidentes algunas reservas. Sostenemos que la conciencia del hombre no puede ser utilizada, ni menos esclavizada, ni aun a pretexto de los más generosos impulsos, pues el hombre, como "Homo Sapiens", es dueño de una conciencia autónoma, que no puede ser supeditada ni subestimada ante ningún otro valor; por el contrario, el "Homo In-sapiens Gregarius", el hombre masa, no es celoso defensor de estas prerrogativas del espíritu. Y la historia nos demuestra cómo, a veces, la masa ahoga entre sus brazos al libre pensador que aspira a redimirla. Y más de algún redentor ha muerto en la cruz. El H.; Berlendis fue un apóstol de los derechos, prerrogativas y deberes de la conciencia individual; y fue, más que nada, un celoso defensor de la libertad y de la dignidad de la persona humana.
Preservar la libertad individual en todo sentido es la primera tarea, pues así se defiende al hombre de la esclavitud, del servilismo y del abandono de su propia dignidad; ya que la felicidad del hombre no está solamente en la conquista y disfrute de los bienes materiales, sino que, fundamentalmente, radica en la sensación de plenitud y de satisfacción espiritual que exerimenta el ser al pensar y decidir con libertad, sin coacción, su propio destino. ¡Qué permanente vigencia tienen los conceptos del H.: Berlendis! ¡Qué honda evocación provocan esas palabras en nuestro espíritu, y, especialmente, cómo debieran impactar a tantos hombres esclarecidos y de conciencia libre e ilustrada que tienen capacidad de mando, en este instante, en nuestro país!
Por eso, la Orden Masónica fue la primera institución, junta a otras, que en defensa de la libertad y de la democracia, condenó públicamente el instrumento represivo que fue la mal llamada "Ley de Defensa de la Democracia".
Honorable Cámara, como ciudadanos, ambicionamos una democracia justa y perfecta, con igualdad de oportunidades y posibilidades para todos; ambicionamos una democracia en la que el trabajo sea un derecho y un deber del hombre, ejercitado en la más amplia libertad, como un símbolo de liberación material y espiritual; ambicionamos una democracia en la que la educación, la cultura y el más irrestricto respeto a todas las creencias y religiones, sean la atmósfera que oxigena al organismo social; ambicionamos una democracia en libertad y en dignidad, en la que nuestro sistema jurídico e institucional esté medido con la plomada de la Libertad, el nivel de la Igualdad y la escuadra de la Fraternidad. En el plano de lo personal, como hombres que nos sabemos imperfectos, ambicionamos continuar en la azarosa tarea de pulir nuestras aristas del "yo", del "somos", para alcanzar un día la meta ideal que nos señala el "deber de ser", aspiración suprema con que sueñan los masones del orbe entero, como una conquista en el plano pluridimensional del espíritu.
Consciente con estos principios, el H.: Berlendis, el primero entre sus iguales, fue un hombre que predicó y practicó el más auténtico humanismo. Fue siempre un convencido de que el humanismo se lograría cuando la conciencia humana se sintiera en equilibrio con la realidad social; cuando el individuo comprendiera la majestad del trabajo; cuando la honestidad política y social se identificara con la honestidad privada; cuando cada hombre hiciera de su propia probidad una especie de partida interior como muro infranqueable contra la calumnia y el engaño; cuando la fuerza de la razón derrotare a la razón de la fuerza. En tal sentido, la Francmasonería no teme a la revolución, cuando ella afirma los derechos del hombre y propugna una amplia justicia social. Pero estima también, por la vía de la evolución, que la marcha hacia adelante del género humano derriba pacíficamente lo que debe caer, porque el paso severo y mesurado del progreso basta, a veces, para abatir las cosas falsas y las injusticias sociales. Por eso, la Masonería se apoya, entiéndase bien, en principios y no en hombres; porque los hombres, a veces -como lo vemos con mucha frecuencia- traicionan los principios.
Los masones, como un homenaje al G.: M.: Berlendis, y conscientes de que aún debemos trabajar mucho para obtener un mejor salario en la construcción de un mundo mejor, más libre, más justo y más solidario; conscientes de nuestra propia limitación, pero conscientes también de que todo lo humano es perfectible; podemos decir en este instante, como Prometeo en su roca, respondiendo esperanzadamente ante Júpiter: "¿Crees tú que desespero porque no se hayan cumplido todos mis sueños y porque no se hayan abierto todas las flores?"
Desde lo más profundo de nuestro ser, os decimos, H.: Berlendis: "No habrá desesperación en vuestros H.: H.: en la cristalización de nuestros sueños; y, siempre, como un homenaje a tu memoria, se abrirán las flores de la tolerancia, de la justicia, de la igualdad, de la libertad y de la unión fraternal en nuestros espíritus".
Os solicito, señor Presidente, enviar notas de condolencia a la familia del señor Berlendis y, especialmente, a la Gran Logia de Chile.