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OBLIGATORIEDAD DE ROTULACIÓN EN ALIMENTOS TRANSGÉNICOS

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El señor NAVARRO.- Señor Presidente , resulta interesante ver cómo se ha tornado el debate sobre rotulación de alimentos transgénicos no producidos en Chile, como señaló el Senador Espina, que dedicó al UPOV 91 seis minutos de los 10 de que disponía.

Por cierto, la discusión va mucho más allá del etiquetado de alimentos transgénicos no elaborados en nuestro país.

El colega Espina señaló que hay dos mercados: uno orgánico y otro transgénico.

¿Qué nos dice el INTA? Que detectó maíces transgénicos en campos no autorizados: "El Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA), dependiente de la Universidad de Chile" -la mejor casa de estudios superiores del país, en la que estudiaron muchos de los señores Senadores presentes en la Sala-, "determinó por primera vez que maíces transgénicos provenientes de semilleros han contaminado genéticamente siembras de maíz convencional en Chile. Así estableció el muestreo realizado a comienzos de año en la Región de O´Higgins, donde se identificó 4 predios afectados en las comunas de Placilla, Santa Cruz y Chimbarongo. El estudio analizó muestras provenientes de 30 predios contiguos a semilleros de Organismos Genéticamente Modificados (OGM), de los cuales 4 salieron positivos para contaminación transgénica.".

Estamos en un problema, porque no sabemos dónde se hallan ubicados esos predios. Hemos acudido al Consejo para la Transparencia a fin de que nos diga dónde están, porque en nuestro medio son secretas las autorizaciones para plantar semillas transgénicas, lo que no se condice con el derecho a la información.

El proyecto en análisis señala lo que se entiende por organismo genéticamente modificado: "todo alimento que esté compuesto o contenga organismos en cuyo genoma se ha incorporado, de forma estable, un segmento de ADN extraño" -es decir, como expresó el Senador Girardi, se ha sacado un genoma de maíz o de tiburón (de acuerdo a lo que algunos mencionaron) para ponerlo en el tomate- "utilizando técnicas de ingeniería genética".

Se han citado estudios de Estados Unidos, de la EPA, para demostrar que, después del consumo de trillones de alimentos, no hay condiciones adversas.

Doce millones de años es el tiempo que tarda en configurarse una forma de vida de manera natural. Al respecto, me parece que hay miopía, un cortoplacismo absoluto, porque en el curso de 2, 10, 20 o más de 30 años no se han reflejado elementos adversos.

Como estamos hablando de genes, la única forma de saber si la alteración genética no ha causado efecto en los organismos es esperar las próximas generaciones; es decir, hijos, nietos, biznietos. Es la única posibilidad. Pero no existe un estudio correlativo de esa naturaleza.

Vamos a etiquetar los alimentos en cuya preparación se hayan usado ingredientes o aditivos genéticamente modificados en una proporción igual o mayor al 1 por ciento. Si la gente supiera que está comiendo alimentos, como galletas, con 10 por ciento de elementos genéticamente modificados, tomaría decisiones vitales respecto de su consumo.

En la iniciativa se establecen multas en caso de no etiquetarse un producto como corresponde, y se determina la aplicación de la ley Nº 19.496, sobre protección de los derechos de los consumidores.

Se ha reiterado la necesidad de etiquetar estos alimentos en forma urgente. En los años 1994 y 1995 se liberaron los primeros alimentos transgénicos en forma comercial para consumo humano, pero aún persiste incertidumbre respecto de los riesgos involucrados. Entre 1980 y 2000 se hicieron solo nueve estudios experimentales sobre la materia. Es decir, hay muy poco estudio sobre el particular. Solo casos aislados. No se quiere investigar.

Chile no es, ni con mucho, especialista en el tema. Por ejemplo, siendo los campeones mundiales en la producción de salmones, no fuimos capaces ni siquiera de contener el virus ISA, porque -reitero-, a pesar de tener esa calidad, no hacemos experimentación ni inversión en biotecnología ni tampoco nada en cuanto a la producción de alevines o de ovas de salmón provenientes de Noruega.

Se dijo aquí que en Estados Unidos existe un sistema de aprobación de organismos genéticamente modificados, pero -en opinión de muchos- es insuficiente. La FDA los aprueba, pero basada en investigaciones -escuchen bien- que ella no realiza, sino que llevan a cabo las propias empresas, como Monsanto.

Esas son las investigaciones que analiza. No hay un estudio independiente. Por ello, se aprecian muchas deficiencias en la información entregada por las empresas, ya que no tienen la obligación de entregar mayores antecedentes a la FDA. Se presenta un proyecto con cierto nivel de información y nada más. Dicho organismo no está autorizado ni puede exigir mayor información.

Por lo tanto, señor Presidente , en nuestro país no hay elementos transgénicos aprobados -¡no los hay!-, pero es de todos conocido, como se señala en el informe, que circula gran cantidad de ellos.

En consecuencia, voy a votar a favor del proyecto. La gente tiene el derecho a saber qué está comiendo. Hay una lista de 77 transgénicos aprobados como alimentos. Muchas variedades se expenden en Chile. También hay gran cantidad no inscrita. Y hay nuevos desarrollos de transgénicos en muchos países, donde son usados para la elaboración de alimentos.

Chile actualmente importa alimentos transgénicos, en particular maíz y soya desde Argentina y Estados Unidos. Los consumidores nacionales podrían estar ingiriéndolos en forma de derivados, como aceite de soya, carne o lecitina de soya, aceite de maíz, aceite vegetal u otros alimentos generados a partir de soya o maíz, como galletas, leche, etcétera.

Resoluciones del SAG han autorizado la utilización en Chile del descarte de maíz transgénico como alimento para cerdos y pollos. Ello ocurre sin una adecuada evaluación del riesgo para la salud humana y animal. Pero los consumidores chilenos deben saber que cuando comen cerdos y pollos estos han sido alimentados con residuos de maíz transgénico. El mayor peligro de ello radica en que los genes resistentes a los antibióticos pasen a los seres humanos que ingieren tales productos. Esto lo han sostenido todos los expertos mundiales: existe transferencia.

La normativa respecto al consumo de alimentos en nuestro país se encuentra en la Ley sobre Derechos de los Consumidores. Este cuerpo legal reconoce expresamente el derecho del consumidor a una información eficaz y oportuna sobre los bienes ofrecidos.

Solo espero que cuando se apruebe esta obligación la rotulación sea clara, precisa y no haya letra chica. Yo no soy el inventor del concepto "letra chica", sino el Senador Ignacio Walker .

Por tanto, ojalá que la información se entregue con letra grande. Porque nada sacamos con rotular si dejamos la letra pequeña, que la mayoría de los adultos no puede leer y que, en definitiva, deriva a un infructuoso agotamiento visual.

El derecho a garantizar la rotulación ayudará a una mayor transparencia y a la propia credibilidad del mercado de los transgénicos.

Nuestro país no tiene protección para los consumidores. Estamos dándola.

Nuestra posición en las reuniones del Protocolo de Bioseguridad ha sido considerada muy cercana a Estados Unidos y a otras naciones industrializadas. Hemos pasado un poquito de vergüenza, porque de manera impresionante Chile se alinea con ese país y no con naciones en vías de desarrollo para amparar sus suelos agrícolas. Y ha sido objeto de duras críticas a nivel internacional por tal actitud.

Nuestro país no posee una industria biotecnológica ni cultiva transgénicos. Su rol en este escenario consiste solo en proveer terrenos para la plantación de semillas transgénicas fuera de temporada. Es decir, servimos como reproductores. No hay investigación. Y, si algunas empresas quieren desarrollar la transgenia, que inviertan en biotecnología, que haya grandes laboratorios y que nuestras universidades también se involucren. Pero eso no se da. Todo se trae desde fuera.

Por lo expuesto, el presente proyecto constituye un avance.

Permitirá a muchos consumidores saber qué están comiendo cuando ingieren, por ejemplo, hamburguesas Sadia , hamburguesas Fray Bentos , hamburguesas Frigorífico Temuco, hamburguesas Ekono, salchichas de pollo Súper Pollo, vienesas Zwan, vienesas Germania o galletas Singlu, cuyo contenido transgénico es mayor a 10 por ciento; o hamburguesas Primus, vienesas de pavo Sopraval, en las cuales es superior a 2 por ciento. Y hay un conjunto de galletas, como las Maravilla McKay, u otros alimentos, como las salchichas de pollo Ariztía , cuyo contenido transgénico es menor a 1 por ciento. Hay que decirlo. Existen productos que cumplen y otros que no.

El listado de los transgénicos debiera ser de acceso fácil, expedito. Y la ley en proyecto posibilitará solo una parte de ello.

Señor Presidente , 17 Senadores hemos recurrido al Tribunal Constitucional para objetar el UPOV 91. El requerimiento ha sido acogido a tramitación. Espero que esto abra la posibilidad de un debate mucho más profundo. Porque tengo la certeza de que la aprobación de ese Convenio fue precipitada.

Señor Presidente , voto a favor de la iniciativa sobre rotulación de los transgénicos. Pese a ser insuficiente, constituye un paso adelante en la transparencia y en la información hacia los consumidores. Y esto luego debe dar pie a su educación.

¡Patagonia sin represas!

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