Labor Parlamentaria
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Antecedentes
- Cámara de Diputados
- Sesión Ordinaria N° 17
- Celebrada el 16 de julio de 2002
- Legislatura Ordinaria número 347
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Intervención
CREACIÓN DEL CONSEJO NACIONAL DE LA CULTURA Y DEL FONDO NACIONAL DE DESARROLLO CULTURAL. Primer trámite constitucional. (Continuación).
Autores
El señor SALAS (Vicepresidente).-
Tiene la palabra la diputada señora Tohá.
La señora
Señor Presidente , es una gran cosa que haya llegado este día, porque hoy vamos a votar en general el proyecto, y próximamente debatiremos su articulado. Ha sido un largo camino para todos los que creemos en verdad -o de quienes se han ido convenciendo en el camino- que la cultura es un pilar para nuestro desarrollo, y que puede serlo aun de manera más sólida, gracias a esta nueva institucionalidad que hoy discutimos.
El proyecto es importante para quienes pensamos que el Estado tiene una labor y responsabilidad que cumplir en el fomento, protección y difusión de nuestra cultura. Pero creemos que esa función debe efectuarse bien, de manera coordinada, transparente y eficiente, respetando y fomentando la pluralidad cultural que nuestro país tiene y que, ojalá, siga ampliándose en el futuro.
El proyecto que crea el Consejo Nacional de la Cultura, que estamos estudiando hoy, permitirá al país tener políticas claras en esta materia, autoridades responsables en su aplicación, y disponer de un presupuesto con recursos orientados a esos objetivos. Sin embargo, esto, que resulta tan obvio, hoy no lo tenemos, porque existe una dispersión y dualidad de organismos que corresponden a una realidad que no podemos negar. Ahí tenemos un problema.
Además, por mucho tiempo, en la época de mayor crecimiento económico, que fue en la década de los ‘90, actuamos como si la cultura no fuera importante. Se la veía como decorativa, accesoria o un lujo que sólo pueden permitirse las elites, o una liviandad para los que piensan nada más que en divertirse.
Esa visión -quizás todavía predominante entre nosotros y que cuenta con algunos adeptos- ha ido retrocediendo, y ha cambiado nuestra mentalidad. La gente valora y reconoce la cultura como un requisito para que nuestro país sea mejor, y también en el mundo político -donde participamos- ha ido creciendo esa percepción.
Al respecto, el liderazgo del Presidente Lagos ha sido importante, porque su persistente y concreto apoyo a la reivindicación de la cultura en el desarrollo nacional, y los gastos concretos en esa dirección, han tenido respuesta y logrado cierta influencia.
Nadie podría negar que las letras de los temas de la música rock o del hip-hop nos hacen entender mucho mejor cómo los jóvenes del mundo popular interpretan su realidad, cuáles son sus valores y sus sueños. Tampoco se podría ignorar que es imposible entender el Chile de los ’90 sin ver una película como el “Chacotero sentimental”, o desconocer que eventos como “Encuentros Chile-Poesía”, del año pasado, más los carnavales culturales que se hicieron en Valparaíso o el programa fiesta de la cultura, del Gobierno, no han mostrado un deseo de participación social enorme en el ámbito de la cultura.
Hay miles de ejemplos que se podrían dar en el sentido de cómo la cultura nos permite vernos a nosotros mismos, entendernos y reforzar nuestra identidad, especialmente en estos tiempos en que es tan fácil sentirse solo y perder el sentido de pertenencia a una nación, en un mundo global como en el que estamos.
El proyecto, que me correspondió estudiar en ambas Comisiones, tuvo un respaldo muy amplio, y hoy me sorprende escuchar críticas que, al interior de ellas, nunca se plantearon, tales como que aumentará la burocracia o que se trata de un proyecto estatista.
Con respecto a la burocracia, si la entendemos como una expansión excesiva de cuerpos administrativos innecesarios -es el uso normal que se le da a ese término-, el objetivo es reducirla y no aumentarla. No hay nada más burocrático que tener diversas instancias dependientes de autoridades distintas, que cumplen funciones equivalentes o muy relacionadas, como hoy. Nada es más burocrático que asignar recursos de manera segmentada para objetivos similares, sin identificar prioridades ni evaluar el impacto de los fondos.
Plantear que el proyecto tiende a aumentar la burocracia es infundado y poco serio, ya que habrá una sola entidad con una administración única y reducida; no habrá duplicación ni triplicación de administraciones; sí, políticas claras con responsables conocidos y evaluables. A ellas se les exigirá dar cuenta por lo que hicieron o dejaron de hacer. Y cada año en esta Cámara, en la discusión presupuestaria, se podrá hacer lo que hoy se hace con Justicia, Defensa y Educación: escuchar la cuenta de las autoridades y evaluar la pertinencia de los recursos que se solicitan, en este caso para la cultura. Eso no lo tenemos actualmente, porque simplemente no hay un presupuesto, ni una autoridad responsable, ni un órgano encargado de aplicar las políticas por definir.
Tampoco considero pertinente las acusaciones de estatismo. Si es tan importante el papel de la cultura en la sociedad, es difícil sostener que el Estado no debe tener ninguna función respecto de ella. Y así lo percibe, además, la mayoría de la gente. Espero responsabilidad del Estado, pero también es cierto que se trata de un papel delicado y complejo. Existe el riesgo potencial de tener políticas dirigistas, poco pluralistas, censuradoras o proselitistas. Por ello, resulta importante contar con una institucionalidad bien concebida, transparente y participativa.
Por lo tanto, la innovadora fórmula que se nos ha planteado se hace cargo de estos problemas. Se trata de un organismo que depende en forma directa del Presidente , dirigido por un consejo mixto, con participación estatal y de la sociedad civil. Está al frente de él un director con rango de ministro ; es un organismo descentralizado y desconcentrado territorialmente en su estructura administrativa, y asesorado en sus decisiones fundamentales por consejos consultivos definidos desde la sociedad civil. En fin, el proyecto tiene una estructura adecuada, peculiar para el cumplimiento de su misión, a fin de permitirle una gestión efectiva, participativa y pluralista.
Fue muy necesaria la discusión habida en los últimos días respecto de la distribución regional del Fondo Nacional de la Cultura, pero creo que el tema no ha sido bien abordado. En la iniciativa no se habla acerca de esa materia. En ese Fondo se establece una línea regional dedicada sólo a la difusión artística, no a la creación ni a las becas. Por ello es válido buscar un mecanismo que garantice la llegada de recursos a las regiones y, además, que éstos se distribuyan según decisiones y prioridades, dentro del marco de las políticas nacionales. Me declaro partidaria de buscar ese mecanismo.
Sin embargo, el sistema del 25 por ciento como tope para los fondos nacionales no me parece un buen medio. Es un sistema rígido, que no podremos discutir ni revisar porque, por ley, impondrá un límite que no garantiza nada para las regiones. Gran parte de ese 25 por ciento, por lo menos la mitad, irá a parar a la Región Metropolitana; el resto se distribuirá por población. Por lo tanto, casi la mitad quedará en la Región Metropolitana. Además, por la materia de que se trata, creo que es inconstitucional la indicación parlamentaria que lo establece.
Pese a que el mecanismo no me parece bueno -se deberían buscar otros-, las críticas formuladas son aún más cerradas. Muchas de ellas son un verdadero insulto a las regiones, porque subestiman la capacidad de crear cultura, en circunstancias de que nuestra historia nos habla de que las grandes personas y figuras de la cultura chilena provienen de las regiones. Los argumentos dados en contra de este mecanismo, a veces han terminado dándole la razón a quienes quieren establecer cuotas rígidas, porque han sido muy descalificadores respecto de las regiones.
En consecuencia, la Comisión tiene la gran oportunidad de buscar un buen mecanismo para potenciar y garantizar las condiciones de las regiones, y para no dar la razón a ninguno de los argumentos que subestiman sus capacidades para aportar y crear cultura.
Por último, creo que ha sido muy positivo el esfuerzo para responder, mediante las últimas indicaciones, a las inquietudes de los trabajadores de los organismos que concurrirán a la formación del Consejo, a fin de evitar que este cambio institucional los perjudique o desconozca su aporte.
También es justo reconocer y agradecer -antes de que cierren sus puertas- a los organismos públicos que han cumplido funciones en el ámbito de la cultura durante el último tiempo, tales como la División de la Cultura del Ministerio de Educación, el Fondart, el Departamento de Cultura del Ministerio Secretaría General de Gobierno. Personalmente conozco de cerca estas instituciones, a las personas que trabajan en ellas y sé que lo hacen en condiciones difíciles. Muchas veces, contra viento y marea, han logrado sacar adelante su labor en tiempos en los que muchas veces la cultura era menos valorada y no se le prestaba apoyo. Su experiencia, profesionalismo y compromiso serán las bases en las que se fundará el Consejo y, con seguridad, su principal patrimonio para que cumpla bien sus importantes funciones.
Por todas esas razones, respaldaré el proyecto en general y en particular. Espero que los detalles pendientes puedan ser resueltos en forma adecuada en la Comisión.
He dicho.