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  • Sesión Ordinaria N°2
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  • Legislatura número 368
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Intervención
ELECCIÓN DE NUEVA MESA DEL SENADO

Autores

El señor GUZMÁN ( Secretario General ).-

A continuación, la señora Presidenta del Senado se dirigirá a la Honorable Sala.

La señora MUÑOZ (Presidenta).-

Muchas gracias, colegas, estimados parlamentarios de Oposición y de Gobierno, por este momento, en que se me ha elegido Presidenta del Senado.

Como primera actividad en este cargo, quiero invitar a los Senadores Jaime Quintana Leal y Alfonso de Urresti Longton a pasar a la testera, para hacerles entrega de las campanas de plata que representan el símbolo de mando durante la etapa en que ejercieron como Presidente y Vicepresidente del Senado, respectivamente, en el período 2019-2020.

--Los Honorables señores Jaime Quintana y Alfonso de Urresti reciben sendas campanas de parte de la señora Presidenta del Senado.

--(Aplausos en la Sala y en tribunas).

El señor GUZMÁN ( Secretario General ).-

En seguida, la Presidenta de la Corporación , Honorable Senadora señora Adriana Muñoz D'Albora , hará uso de la palabra.

--(Aplausos en la Sala y en tribunas).

La señora MUÑOZ ( Presidenta ).-

Estimadas y estimados colegas, estimado Senador Rabindranath Quinteros , quien ha asumido hoy día el cargo de Vicepresidente del Senado , quiero partir diciendo que será un honor trabajar junto a un gran servidor público y una gran persona, y saludar a los Senadores Jaime Quintana y Alfonso de Urresti. Valoro la conducción que ellos hicieron de esta Corporación en tiempos difíciles para nuestro país.

También deseo saludar al Secretario General del Senado , señor Raúl Guzmán , y a mi querida familia.

Queridas amigas y amigos, gracias por acompañarme, presencial y virtualmente, en un momento tan complejo como el actual. Este cambio de mando en la Presidencia del Senado ocurre en condiciones completamente fuera de la normalidad. Nuestras rutinas están trastocadas y, con toda certeza, lo estarán por un tiempo más.

Enfrentamos una emergencia sanitaria sin precedentes en el último siglo. La normalidad de nuestra vida se ha visto suspendida y aún estamos redefiniendo cómo es posible seguir operando y cuáles son los protocolos más adecuados en nuestra necesidad de conjugar el normal funcionamiento de las instituciones y del país con la indispensable precaución ante una enfermedad que aumenta exponencialmente.

Así, por segunda vez en menos de seis meses, nuestra vida cotidiana se ha remecido, tal como ocurrió el 18 de octubre pasado, cuando miles de ciudadanos se rebelaron ante los abusos, la injusticia y la postergación.

Hoy enfrentamos una doble coyuntura, una doble urgencia, que debemos articular con sabiduría y, más que nunca, con unidad.

Ese es el momento en que asumo, y esa es la magnitud de las tareas que junto al Vicepresidente de la Corporación, Rabindranath Quinteros, esta Mesa tendrá que realizar.

Saludo y agradezco el apoyo que me han entregado las Senadoras y los Senadores de la Democracia Cristiana, el Partido Socialista, los independientes y Revolución Democrática.

A mis colegas de bancada del Partido Por la Democracia, agradezco la confianza que han depositado en mí para asumir una tarea compleja en tiempos complejos.

Saludo a los hombres y mujeres de mi Región de Coquimbo, tierra rica, diversa y generosa, donde los embates de la naturaleza y la severa sequía han dañado la vida de miles de personas, especialmente en estos momentos de emergencia, pero no han logrado impedir que el valor y el esfuerzo de la gente del Choapa, del Elqui y del Limarí venzan día a día la adversidad.

A ellos los represento y a ellos les agradezco su confianza y amistad.

Quiero recordar con amor a mis padres, Roberto y Adriana , y saludar a mi familia: mi hijo, mi nuera y mis nietos, mis hermanas, hermanos y sobrinos, el clan Muñoz-D'Albora, que es mi espacio de amor, hermandad y contención.

¡Gracias por estar siempre!

El periodo 2020-2021 estará marcado por dos grandes hechos: cómo enfrentaremos la emergencia de salud que estamos viviendo, y cómo seremos capaces de adaptar, a esta nueva realidad, nuestra determinación impostergable de cambiar la Constitución y muchas leyes para dar respuesta a la enorme demanda social.

De momento, la urgencia de salud ocupa -y debe ocupar- todas nuestras energías, y demanda nuestra unidad y la suspensión de querellas y rencillas. Lo que está en juego es la vida y la integridad de cada uno de nuestros compatriotas.

Cada acción que tomemos y, sobre todo, cada acción que dejemos de tomar tendrá consecuencias exponenciales entre las personas.

Esta emergencia nos demuestra, una vez más, algo que a ratos olvidamos: que somos frágiles, que nos necesitamos y, en especial, que dependemos, todos y todas, sin excepción, de la solidaridad del otro, del cuidado mutuo, de la conciencia de cómo nos afectan las decisiones de los demás. Ninguna persona se salva sola o por sí sola.

Por esto, es doloroso ser testigos del negocio y lucro desvergonzado que hoy día se hace con elementos esenciales para prevenir y protegernos del coronavirus. Es urgente tomar una decisión política clara que avance en la fijación y control de precios de tales productos. Este es el momento de dar un portazo a la lógica inhumana del mercado.

--(Aplausos en la Sala y en tribunas).

Desde esta Mesa, proponemos al Presidente de la República y a su Gobierno una Comisión nacional de crisis, de cara a la emergencia, coordinada por un delegado presidencial e integrada por el Colegio Médico, ex Ministros de Salud , decanos de medicina y científicos del área, que permita guiar y ponderar las decisiones necesarias que hay que tomar en este momento.

Todas las medidas que requieran ley y vayan en ese sentido tendrán, por cierto, el apoyo de la Mesa, así como el apoyo de todas las Senadoras y todos los Senadores.

En el Congreso se han adoptado una serie de medidas inmediatas que permiten mantener en funcionamiento el Senado y el trabajo legislativo y resguardar la salud de nuestros funcionarios y funcionarias. Seguiremos trabajando con todas las bancadas para avanzar en protocolos y modalidades de funcionamiento en medio de esta crisis sanitaria.

Y aunque el intentar disminuir la propagación del coronavirus ocupe, en estos instantes, todas nuestras energías, no podemos olvidar nuestra otra gran urgencia: atender la voz de una ciudadanía que exige que la sociedad pague la deuda de equidad que existe con la gran mayoría de los chilenos y muy especialmente con las chilenas.

El pasado 18 de octubre marcó un antes y un después para Chile entero, excedió a las instituciones y a la clase política. Bajos sueldos y pensiones, maltrato laboral, endeudamiento, derechos sociales insuficientes, corrupción pública y privada, marginación y violencia contra las mujeres, los pueblos originarios y la diversidad sexual, son algunas de las realidades sostenidas contra las que el pueblo de Chile se rebeló.

Porque, incluso en momentos de emergencia de salud como el actual, la desigualdad sigue golpeando: entre quienes pueden teletrabajar y quienes deben seguir asistiendo a sus lugares de trabajo y viajando en transportes públicos repletos; entre comunidades que pueden acceder al agua y las que no; entre quienes pueden pagar por salud ante el primer síntoma e inquietud y quienes no.

Estas desigualdades indignantes son las que han resquebrajado nuestro sistema.

En la manifestación de esa legítima rabia, hemos visto expresiones masivas de unidad y fuerza, así como actos de violencia y represión que nos hieren y nos dividen; violencia de quienes se descuelgan de las manifestaciones pacíficas para cometer actos vandálicos; violencia de Estado, encarnada en fuerzas policiales que han reprimido la protesta social ignorando sus propios protocolos, incumpliendo los mandatos del Ejecutivo y violando los derechos humanos de miles de manifestantes.

Ninguno de estos caminos es tolerable, pero la condena inmóvil tampoco puede ser un camino aceptable.

Necesitamos canalizar este conflicto avanzando hacia el nuevo pacto social que hoy día exigen las chilenas y los chilenos; un pacto social acorde a un país que ha crecido, que ha llegado a un producto bruto de 25 mil dólares, pero donde conviven realidades dolorosamente dispares, con una vergonzosa concentración de la riqueza que hiere y margina a una sociedad de seres humanos iguales en dignidad y derechos.

Dar curso a los cambios de fondo que la nación exige es nuestra primera tarea para retomar un diálogo real y sincero con los chilenos, rebelados ante tanto abuso y desigualdad.

Es esa acción decidida, respetuosa de la voluntad popular, la única que puede desplazar a la violencia que recorre nuestras calles y provoca sufrimiento a miles de compatriotas que día a día ven amenazadas sus fuentes de trabajo y su seguridad.

Al respecto, quiero ser enfática. No tengo duda alguna en condenar la violencia y el vandalismo, pero no es aceptable que se siga usando esta situación para hacer política de trinchera a partir de una falacia: que están de un lado quienes rechazan la violencia, y por otro, quienes la avalamos.

Y digo que es falacia y digo que es de trinchera, porque a quienes estamos en la Oposición se nos pide una y otra vez que nos pronunciemos contra la violencia, cosa que hemos hecho reiterada y majaderamente, mientras que nada se dice, por parte de quienes nos acusan, de la violencia desatada desde sus propias filas y desde las fuerzas de orden y seguridad.

La violación masiva de derechos humanos que hemos vivido, comprobada por informes de entidades de reconocido prestigio nacional e internacional, debe motivar una revisión inmediata de los protocolos, como también una conducta enérgica de condena.

Las personas mutiladas en sus ojos, algunas con pérdida de su vista para siempre, las y los torturados, violados, encarcelados, y los treinta chilenos que han muerto en la protesta social deben ser reparados, ellos y sus familias. Al respecto, reitero la urgencia de crear la Comisión de Justicia y Reparación que hemos propuesto varios Senadores y Senadoras.

Pero, junto con esta violencia condenable, ultrajante, vivimos también tiempos de esperanza, de solidaridad, de deliberación. La conversación sobre el país que queremos construir se puede escuchar en todas las esquinas. Hoy, cada chileno, cada chilena, se siente y es protagonista del país que se está definiendo.

Hoy, las voces de quienes más han estado postergados y postergadas estos años se han hecho oír fuerte. Es a esas voces que debemos dar respuestas: a la del trabajador de toda una vida que recibe una pensión de hambre; a la del joven excluido por años por una educación segregada; a la de quien no puede más de deudas para sacar a su familia adelante; a la del que cada día constata que la igualdad de oportunidades es un enunciado y no una realidad; a la de los pueblos indígenas discriminados por el Estado, y, por supuesto, a la voz de las mujeres, que no están dispuestas a que el Chile de mañana se resuelva sin ellas.

--(Aplausos en tribunas).

La interpelación de "Lastesis", su potencia a través del mundo, la enorme marcha de las chilenas el 8 de marzo recién pasado, el empeño que hemos puesto aquí, en forma transversal, unida y desinteresada, para lograr la paridad en el proceso constituyente, todo ello habla de una disposición, de una exigencia que va más allá de las luchas de hoy, y en buena hora, porque, como dijo Gabriela Mistral hace más de ciento diez años, las mujeres formamos un hemisferio humano; un hemisferio humano que no puede seguir siendo un invitado vergonzante en el progreso de nuestra sociedad. Es hora de terminar con una postergación de siglos.

Y digo "siglos" con conocimiento de causa, porque la Constitución Política de 1822 ya establecía el Senado en un Congreso bicameral. En estos casi doscientos años de vida, solo dos mujeres hemos ocupado la Presidencia de esta institución. Espero que a partir de ahora podamos tener también paridad en la titularidad de este cargo. Y espero, sobre todo, que la paridad sea norma en cada proceso e institución de aquí en adelante, a nivel del municipio, de las gobernaciones regionales, del Parlamento y en cada institución, pública o privada.

El 2020 será un año decisivo para la democracia.

Chile se enfrenta al desafío mayor de definir la democracia del siglo XXI; una democracia en que la representación, como la hemos conocido hasta ahora, no es suficiente para generar legitimidad. En palabras de Manuel Castells , se ha producido una ruptura entre gobernantes y gobernados. Los ciudadanos buscan formas de representación en organizaciones y movimientos más ocasionales y puntuales y se alejan de instituciones y de partidos políticos, pero sin dejar de valorar la democracia como sistema político, como nos recuerda Agustín Squella .

Se busca un sistema que facilite la demanda directa que procede de la ciudadanía, que hoy tiene más herramientas y posibilidades que nunca para hacerse oír.

Este escenario traza las orientaciones principales de lo que debemos y podremos hacer junto al Senador Rabindranath Quinteros durante este año.

El primer desafío de esta Mesa, en mi opinión, es escuchar; atender el mandato que se nos entrega; ser capaces de generar un diálogo constructivo y no una confrontación.

La ciudadanía siente una enorme distancia con lo que en este Hemiciclo ocurre, pero, al mismo tiempo, nuestras decisiones los impactan, y nuestra falta de decisiones los impacta más aún. Tenemos una deuda de décadas con nuestros compatriotas que debemos asumir y saldar. Debemos hacerlo sin descalificaciones, sin sectarismos y sin campañas del miedo.

En mi opinión, ¡el Parlamento debe ser un facilitador de la democracia, nunca un obstáculo para ella! Debe ser el lugar donde sea posible consensuar la agenda legislativa que reclaman nuestros compatriotas y ponernos de acuerdo en contenidos, prioridades y urgencias; el lugar donde tomar definiciones democráticas, de mayorías, si esos consensos no llegan.

Ese es y será mi compromiso.

Son tiempos de cuidar la convivencia. Pero cuidarla no significa inmovilizarla: significa ser capaces de canalizar los cambios que se demandan; debatir, disentir sin violencia y hacer posible lo que parece imposible, que es el gran motor de la política en la historia.

Este desafío debe ser asumido con responsabilidad y también con celeridad. Garantizo que junto al Senador Quinteros sabremos actuar en este momento difícil pero lleno de oportunidades, inundado por la fuerza de las mujeres, la inteligencia, la intuición de lo femenino, que, estoy segura, me darán el coraje y el temple para hacer frente a lo que viene.

Me refiero, por cierto, a las acciones inmediatas que en materia de salud requerirán ratificación y aprobación del Congreso.

Me refiero, también, a la tramitación de proyectos de ley que representan urgentes demandas ciudadanas y que requieren respuestas de acuerdo a la profundidad de las transformaciones exigidas. Mejores pensiones y la creación de un sistema público de seguridad social. Un nuevo Código de Aguas que consagre el agua como un derecho humano. Tras ocho años de tramitación en el Congreso, ¡ya es hora de que este Senado lo apruebe con urgencia en medio de la catástrofe hídrica y sanitaria que vive el país! Y me refiero, también, a la rebaja de la dieta y el límite a la reelección. Esto, solo por mencionar algunos de los asuntos básicos, cotidianos, urgentes, que nuestros compatriotas nos exigen resolver cuanto antes.

Ello implica, por cierto, intensificar aún más el trabajo legislativo y dotar de agilidad a la tramitación de las leyes. Porque los actuales plazos legislativos, de cara a la inmediatez de nuestros tiempos, se estrellan con la impotencia de tener que seguir los ritmos de instituciones que siguen ancladas en la cultura administrativa del siglo XX.

Debemos continuar también con las tareas de transparencia, austeridad, comunicaciones y modernización impulsadas por Mesas anteriores; procesos que requieren no solo del empeño parlamentario, sino de la participación de todos los funcionarios y las funcionarias del Senado, que son la base del trabajo legislativo y de la gestión administrativa de nuestra institución. En mi opinión, todo proceso de reorganización y modernización requiere la participación de todos nuestros funcionarios, respetando su experiencia y su trayectoria, en un esfuerzo por hacer de estos cambios procesos humanizadores de la vida cotidiana y de las relaciones laborales en nuestra institución.

Sabemos, por supuesto, que cada nueva Mesa que se instala trae también algunos temas de su propia agenda, y me parece importante transparentar mis prioridades.

En tal sentido, la agenda de género, la preparación y reacción frente al cambio climático, especialmente en lo que respecta a la escasez hídrica, así como la descentralización y el acceso digno a la salud, son parte, entre otras, de las prioridades que esta Mesa buscará impulsar.

Estimadas colegas, amigas y amigos, Alejo Carpentier decía que la máxima obra propuesta al ser humano es la de forjarse un destino. Chile busca redefinir su destino a partir de la mirada de todas y de todos.

Las dos principales situaciones que hoy nos ocupan, emergencia sanitaria y cambio político y social, tienen en común que nos exigen ser capaces de pensar más allá de nuestro propio interés, de nuestra propia realidad. Todos, todas, somos parte del mismo destino, y no podemos sino forjarlo desde la conciencia de lo colectivo. La crisis nos obliga a abandonar nuestro individualismo y nuestros egoísmos.

Tengo la certeza de que tras estos meses definitorios, Chile será un país mejor. Y a pesar de la incertidumbre que legítimamente podemos sentir, sé que el pueblo chileno sabrá darse a sí mismo el camino que requiere para refundar su pacto social, dar legitimidad a sus instituciones, inaugurar nuevos estándares para el ejercicio cívico, y construir, hombres y mujeres libres, una sociedad mejor.

Muchas gracias.

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