La Junta Militar de Gobierno asume el poder en Chile, compuesta por el general Augusto Pinochet Ugarte, Comandante en Jefe del Ejército, general Gustavo Leigh Guzmán, Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, almirante José Toribio Merino Castro, Comandante en Jefe de la Armada, y por el general César Mendoza Durán, General Director de Carabineros.
En el Bando N°5 emitido por la Junta, se señala que “las Fuerzas Armadas: han asumido el deber moral que la Patria les impone de destituir al Gobierno que aunque inicialmente legítimo ha caído en la ilegitimidad flagrante, asumiendo el Poder por el sólo lapso en que las circunstancias lo exijan, apoyado en la evidencia del sentir de la gran mayoría nacional…”.
El régimen militar dicta el Decreto Ley N° 27, que disuelve el Congreso Nacional y establece el cese de las funciones de las parlamentarias y parlamentarios.
Fin de los partidos políticos. Se dicta el Decreto Ley N°77, que declaró ilícitos y disolvió distintos partidos, entre ellos el Comunista, Socialista, Radical, entre otros de centro e izquierda.
Se oficializa jurídicamente la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución Política –llamada Comisión Ortúzar-, instancia que funcionaba en los hechos desde el 24 de septiembre del mismo año.
En virtud del Decreto Ley N° 527, el General Augusto Pinochet asumió el Poder Ejecutivo como Jefe Supremo de la Nación, en su calidad de presidente de la Junta de Gobierno.
Agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), asesinaron en Buenos Aires al ex comandante en jefe del Ejército Carlos Prats y su esposa.
De acuerdo al Decreto Ley N° 806, Augusto Pinochet Ugarte asumió el título de Presidente de la República.
Asume Sergio de Castro como Ministro de Hacienda, consolidando el cambio de orientación económica a un paradigma de libre mercado y de apertura al exterior, privilegiando la iniciativa privada.
Atentado cometido por agentes de la DINA en Roma contra el ex vicepresidente de la República Bernardo Leighton y su esposa Ana Fresno, quedando ambos gravemente heridos.
Fundación de la Vicaría de la Solidaridad del Arzobispado de Santiago, con el objetivo de la defensa y promoción de los Derechos Humanos.
Atentado cometido por agentes de la DINA en Washington D.C. que cuesta la vida del ex canciller Orlando Letelier y Ronnie Moffitt, ciudadana estadounidense.
El general Pinochet anuncia el Plan de Chacarillas, proponiendo un proceso de transición a la democracia, bajo ciertas condiciones.
Se disuelve la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), principal responsable de la violación a los Derechos Humanos en el país, siendo reemplazada por la Central Nacional de Informaciones (CNI).
Constitución del Grupo de Estudios Constitucionales, conocido como «Grupo de los 24».
Destitución del general Gustavo Leigh como comandante en jefe de la Fuerza Aérea y miembro de la Junta de Gobierno; le sucede el general Fernando Matthei.
Un plebiscito nacional, sin mayores garantías democráticas, ratifica una nueva Constitución y confirma como presidente a Augusto Pinochet por un período de ocho años.
Primera protesta masiva contra el régimen, convocada por la Confederación de Trabajadores del Cobre, dando inicio a las Jornadas de Protestas Nacionales.
Sergio Onofre Jarpa es nombrado ministro del Interior. Da comienzo a la política de la apertura, y al regreso de los primeros exiliados.
Nace el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, brazo armado del Partido Comunista, que realizó varias acciones de violencia política en los años ochenta y noventa.
Tres miembros del Partido Comunista son degollados por efectivos de Carabineros, lo que genera la renuncia del General de Carabineros César Mendoza, a la Junta Militar.
Dirigentes de partidos de oposición suscribieron el Acuerdo Nacional para la Transición a la Plena Democracia, por iniciativa del Cardenal Arzobispo de Santiago, Juan Francisco Fresno.
Atentado fallido contra el general Pinochet en el Cajón del Maipo, cometido por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez. En represalia, los servicios de seguridad del régimen, dan muerte a cuatro personas opositoras al gobierno.
Se abren los registros electorales, luego de catorce años. En poco más de un año, se inscribieron un total de 92% de las personas mayores habilitadas para hacerlo.
Representantes de trece partidos opositores crean la Concertación de Partidos por el No. Entre ellos se encuentra el Partido Demócrata Cristiano, el Partido Socialista, el Partido Radical y el Partido por la Democracia.
Victoria del No en el plebiscito sucesorio con el 54,7 por ciento de los votos, mientras el general Pinochet recibe el 43 por ciento.
Un plebiscito nacional ratifica las reformas constitucionales negociadas entre el régimen militar y la oposición.
Patricio Aylwin, candidato de la Concertación de Partidos por la Democracia, gana la elección presidencial con un 55 por ciento de los sufragios.
Patricio Aylwin asume la Presidencia de la República en la sede del Congreso en Valparaíso. Pinochet sigue como comandante en jefe del Ejército.
El presidente Aylwin da a conocer por cadena nacional el Informe Rettig sobre los casos de víctimas de la violencia con resultado de muerte en la dictadura.
Un comando del Frente Patriótico Manuel Rodríguez asesina al senador de la Unión Demócrata Independiente y ex asesor del régimen militar, Jaime Guzmán Errázuriz.
Augusto Pinochet, en virtud de las disposiciones constitucionales vigentes, ingresa al Senado como senador vitalicio.
Agentes de Scotland Yard detienen a Pinochet en Londres, cumpliendo una petición del juez español Baltasar Garzón, que pidió su extradición a España para procesarlo por el asesinato de ciudadanos españoles durante el régimen militar.
La Cámara de los Los Lores resuelve que el ex general Pinochet no goza de inmunidad total, dando paso al proceso de extradición.
Comienza su trabajo la Mesa de Diálogo, constituida por iniciativa del gobierno e integrada por representantes de las Fuerzas Armadas. Busca establecer el destino final de los detenidos desaparecidos y encontrar sus restos.
Augusto Pinochet Ugarte regresa a Santiago desde Inglaterra, siendo recibido por el Comandante en Jefe del Ejército, general Ricardo Izurieta.
El presidente Ricardo Lagos Escobar da a conocer al país el Informe Valech, elaborado a partir de los testimonios de más de 35.000 chilenos que fueron detenidos y sometidos a torturas en el régimen militar.
Se publica la Ley N°20.050, que incluye 54 reformas a la Constitución de 1980, las cuales terminaron con los senadores designados y con la inamovilidad de los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas, entre otras medidas.
Muere Augusto Pinochet Ugarte en Santiago, luego de siete días internado en el Hospital Militar.
El Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, y la muerte del Presidente Salvador Allende en el palacio de La Moneda, planteó una ruptura histórica y la inauguración de una nueva etapa. El país estaba en un momento de profunda división, ya que mientras una gran parte de la sociedad aprobaba la acción de las Fuerzas Armadas, otra sufrió sus más graves consecuencias.
El régimen autoritario que siguió al quiebre de la democracia se sostuvo en una Junta Militar que asumió el Poder Ejecutivo y Legislativo, además del Constituyente, estando constituida por los comandantes en jefe del Ejército, Augusto Pinochet Ugarte; de la Fuerza Aérea de Chile, Gustavo Leigh Guzmán; de la Armada de Chile, José Toribio Merino Castro, y por el director general de Carabineros, César Mendoza Durán. En el transcurso de pocos años, Augusto Pinochet fue concentrando su autoridad y poder sobre los otros miembros de la Junta, que lo llevaron a encabezar el régimen, casi sin contrapesos hasta marzo de 1990. Cabe señalar que, además de Jefe de Estado y de Gobierno, Pinochet ocupó el cargo de comandante en jefe del Ejército durante todo su mandato, concentrando así el poder de las Fuerzas Armadas y el Poder Ejecutivo.
Inmediatamente asumido el poder, la Junta Militar suspendió las libertades públicas, cerró el Congreso Nacional, estableció la proscripción de los partidos políticos de izquierda marxista –declaró en receso los restantes– e inició una práctica sistemática de represión contra sus opositores, lo que conllevó el grave atropello a los Derechos Humanos. Dicha política de Estado fue conducida por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) –liderada por el coronel de Ejército Manuel Contreras y cuya dependencia directa estaba bajo el mando de Pinochet–, que funcionó entre 1974 y 1977.
En el orden económico y social, el nuevo gobierno implementó un cambio radical del modelo de desarrollo existente en Chile desde la década de 1930. Bajo el respaldo de un grupo de economistas y tecnócratas, se llevó a cabo una transformación estructural de la economía, adoptando un modelo de libre mercado –o «neoliberal»– con una vasta apertura externa y predominio del sector privado. El esquema se manifestó en una liberalización de los mercados, que incluyó la reducción de los aranceles a las importaciones y la privatización de empresas públicas, todo lo que generó crecimiento y una modernización de la economía. Se creó también un nuevo modelo previsional de capitalización individual (AFP’s), instituciones privadas de salud (ISAPRES), se municipalizó la educación básica y media y se abrió el mercado de las universidades privadas, entre otras medidas.
De modo tal que el proyecto de Pinochet se inscribió bajo una propuesta «refundacional» en todos los niveles de la vida nacional, poniendo en práctica un régimen de excepción inédito en la historia contemporánea chilena. Esto tuvo su punto máximo con la dictación de una nueva Constitución en 1980, en un plebiscito que no ofreció las garantías y libertades de un régimen democrático. El texto se inspiraba en la noción de “democracia protegida”, otorgaba una alta influencia a las Fuerzas Armadas en política, pero también proponía un camino para una eventual transición a la democracia.
Hacia los años ochenta, la crisis económica y las jornadas de protesta nacional fueron debilitando al régimen, aunque este contaba con una institucionalidad que le permitió convocar a un plebiscito el 5 de octubre de 1988, proceso que una parte importante de la oposición respaldó. En esta etapa, destaca la reaparición de la violencia política de la izquierda, principalmente en manos del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), brazo armado del Partido Comunista, organización que en 1980 optó por “todas las formas de lucha” contra el régimen. Entre las acciones de estos grupos, se cuentan el asesinato del intendente de Santiago, General Carol Urzúa, en 1983, el intento de asesinato contra el general Pinochet, tres años más tarde, y el crimen del Senador Jaime Guzmán Errázuriz, ya en democracia, el 1 de abril de 1991. Esta violencia convivió con la represión política de los servicios de seguridad del régimen, que ejecutaron el degollamiento de tres militantes del Partido Comunista en 1985, y que asesinaron a doce miembros del FPMR, en 1987, en lo que se denominó como la “Operación Albania”, entre otras acciones similares.
Con todo esto, el país realizó un proceso de transición democrática desde la propia institucionalidad vigente, sin quiebres sociales y políticos, incluso con índices macroeconómicos como la inflación y el crecimiento económico, en estado positivo. El valor de la transición del régimen militar a un gobierno civil electo se registró sin mayores contratiempos, aunque en el momento generó un cierto temor en la población por el contexto de incertidumbre. Si bien desde el plebiscito de 1988 en Chile se desarrolló un cambio pacífico, también quedaron pendientes algunas herencias del viejo orden dejado por los militares, como por ejemplo la permanencia de Augusto Pinochet como comandante en jefe del Ejército y los enclaves autoritarios de la Constitución de 1980, muchos de los cuales se reformaron algunas décadas después.
La nueva democracia se inauguró finalmente el 11 de marzo de 1990, con la asunción del mando del Presidente Patricio Aylwin Azócar, representante de la Concertación de Partidos por la Democracia. Se daba inicio así una nueva etapa en la historia política del país.
Mirado en el largo plazo, el Golpe de Estado de 1973 y sus consecuencias, plantearon una serie de efectos para la memoria histórica y política del país, valores que son compartidos por un amplio arco de sectores. Entre estos se podrían establecer:
1. El valor de la democracia como régimen de gobierno.Tanto el fracaso del gobierno de la Unidad Popular, como el régimen militar que le siguió, demuestra el valor intrínseco del régimen democrático de gobierno. La idea del sufragio como forma de participación ciudadana; de un gobierno que se sustente en mayorías políticas parlamentarias, con pleno respeto de las minorías; y el privilegio de los consensos amplios sobre los proyectos excluyentes sobreideologizados, son algunos de los principios que han seguido varios gobiernos post-1990 en Chile. Sumado a ello, se ha instalado el concepto de subordinación de las Fuerzas Armadas al control del poder civil y democrático.
2. El respeto irrestricto de los Derechos Humanos.El impacto de las violaciones a los Derechos Humanos durante el régimen de Pinochet fue enorme en Chile. Tanto las personas muertas y detenidas desaparecidas, como quienes fueron objeto de torturas durante el período 1973-1990, fueron documentadas rigurosamente por los Informes Rettig (1991) y Valech (2004). Por lo tanto, se ha generado un consenso civilizatorio acerca del valor intrínseco de los Derechos Humanos no solamente en torno al valor del derecho a la vida, sino que respecto a la libertad de expresión, de reunión y de prensa, entre otras. Desde 1990, retomando una larga tradición, Chile ha ratificado tratados internacionales relativos a resguardar los Derechos Humanos de las mujeres, los niños e indígenas, profundizando su mayor involucramiento en este sentido.
3. El rechazo de la violencia como método de acción política.Uno de los principios centrales que se han instalado en la sociedad chilena, luego de 50 años del Golpe de Estado, dice relación con el rechazo transversal de la violencia como arma para conseguir objetivos políticos. El régimen democrático, aún con sus críticas y cuestionamientos, ofrece las herramientas institucionales y culturales para resolver los conflictos de forma pacífica, estableciendo el principio del gobierno de las mayorías, pero también respetando el derecho a las minorías.
“Desde la perspectiva del presente, cabe preguntarse cómo se pretendía llevar a cabo un programa de reformas tan profundas al interior del régimen democrático, sin contar con apoyos políticos mayoritarios. La miopía política de aquel momento hizo que aquello no fuera visto como una limitación; primaron las visiones extremadamente ideologizadas. La izquierda se planteaba, por lo menos en el discurso, avanzar más allá de lo que la institucionalidad le permitía, y en la Democracia Cristiana, los criterios estaban divididos: había sectores que veían con buenos ojos avanzar hacia cambios más revolucionarios, pero no representaban las posiciones oficiales dentro del partido, ni tampoco eran mayoritarias; junto a sectores mayoritarios que se habían alineado con los golpistas… Para la derecha, cada vez con menos capacidad de levantar propuestas que concitaran apoyo popular, el sistema democrático y las elecciones no constituían un incentivo político; por lo tanto, el cruzar la vereda a los cuarteles y al autoritarismo, no implicaba mayores pérdidas de las que ya enfrentaba”.
Isabel Torres Dujisin, La utopía de los sesenta: Una aproximación al quiebre del sistema democrático en Chile, 1973, Santiago, Junio 2009.
“¿Por qué intervinieron las Fuerzas Armadas el 11 de septiembre de 1973 y pusieron fin a la pequeña crisis (…), de la ingobernabilidad de la Unidad Popular y a la gran crisis, de la cual la primera formaba parte, de la nacionalidad chilena más que de la sociedad chilena, que había comenzado en los años 50 y cuyo último capítulo fue justamente el régimen de la UP? Estas dos crisis, la grande y la pequeña, terminaron el 11 de septiembre de 1973, por una acción dolorosa de las Fuerzas Armadas, que prescindieron de los civiles y aplicaron su propia solución. Buena o mala, ese es otro tema, pero ambas crisis terminaron. A juicio de los militares, y con razón, un país desunido internamente y a punto de sufrir una catástrofe interna, como Chile, sería derrotado. Este peligro, real e inminente, fue la primera causa decisoria del golpe. Y la segunda causa sería la posibilidad, relacionada con la primera, de que si seguía subiendo la temperatura política se dividieran las propias Fuerzas Armadas. Si eso ocurría, la guerra civil era inevitable. (…) Ahora hay una cosa muy interesante para meditar: casi todas las fuerzas políticas y, en general, casi toda la población querían la guerra civil, o al menos la aceptaban, resignadamente, como una tragedia inevitable, porque en cada bando pensaba hallarse en juego valores que la merecían y justificaban, no habiendo –en apariencia– otra salida”.
Gonzalo Vial, Salvador Allende: el fracaso de una ilusión, Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2005.
“Las acciones de los grupos extremos de la derecha y de la izquierda no son en sí mismas las que provocan el quiebre de los regímenes democráticos. No cabe duda que estas acciones fueron en Chile tremendamente destructivas; no se puede negar que crearon dificultades extraordinarias para quienes creían que el cambio era posible sin salirse de los parámetros institucionales tradicionales. Sin embargo, los extremos eran algo constante en el sistema político. El quiebre como tal, fue mayormente producto de la erosión del centro pragmático y de la incapacidad de las fuerzas centristas – los demócratas en ambos lados del muy dividido sistema político– de percibir la lógica de la espiral de la crisis, o, dicho de otra manera, prever las consecuencias desastrosas que traería la alternativa de un régimen autoritario represivo. Y en la medida que predominaron los intereses de grupos, mezquinos intereses, el espacio para negociar se redujo drásticamente”.
Arturo Valenzuela, El quiebre de la democracia en Chile, Santiago, Flacso, 1988.
“El Golpe, en la forma que se dio, como un golpe a nivel nacional, ciudad por ciudad, pueblo por pueblo, habría sido imposible sin la actuación norteamericana. El Ejército nunca había dado golpes de ese tipo antes, sólo cuartelazos improvisados y casi ridículos. Para EE.UU. era muy importante que Allende no triunfara, y no porque fuera marxista, sino porque la fórmula de Allende era un gobierno de reformas profundas desde el Estado liberal, y sin cambiar la Constitución. Si esa fórmula contaba con el apoyo del centro político, o sea la DC, el triunfo de Allende era seguro y ese proyecto podía propagarse por toda América Latina. Ese era el peligro: la fórmula de Allende”.
Gabriel Salazar, La Segunda, 4 de septiembre de 2013.