Nació en Santiago, Chile, el 6 de octubre de 1914; hijo de Tomás Reyes Prieto y Ana Luisa Vicuña Pérez.

Se casó en Santiago, el 28 de julio de 1944, con Carmen Raquel Vergara Mackenna y tuvieron seis hijos.

Realizó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio San Ignacio de Santiago. Luego de finalizar su etapa escolar, ingresó a la Pontificia Universidad Católica de Chile, donde se tituló de Arquitecto en 1935, con la presentación del proyecto "Urbanización de El Golf".

Como profesional tuvo una destacada trayectoria en la ciudad de Santiago; participó de varios concursos públicos, ganando, entre estos, una licitación para la construcción de edificios tales como el Consistorial de la Municipalidad de Ñuñoa; la casa de ejercicios Padre Hurtado; el Colegio San Ignacio de Avenida Pocuro, y otros, en colaboración con Pedro Mira, Rafael González y Exequiel Fontecilla. Asimismo, en Marruecos trabajó en la ejecución del Noviciado Loyola y la Casa de ejercicios de los RR.PP. Jesuítas. Realizó obras de urbanización en barrios residenciales, Banco de Chile, Los Leones y Balneario Tejas Verdes; y residencias particulares en Santiago, Concepción y Chillán.

Por otra parte, se dedicó a las actividades agrícolas en su fundo "El Rancho de San José", Colchagua.

Inició sus actividades políticas en el Partido Conservador; en 1938 participó como miembro fundador de la Falange Nacional; y en 1950 fue presidente de ella. En 1957, se afilió al Partido Demócrata Cristiano, del que fue, en varias ocasiones presidente; y ocupó nuevamente este cargo, en 1980.

En 1944 fue electo regidor por Santiago, por tres años.

Su perfil parlamentario se centra en los grandes temas que atravesaban la sociedad de su época, tanto en el Senado como en la Cámara, se ocupó de los derechos los trabajadores, la promoción de los campesinos, las organizaciones vecinales, comunitarias y sindicales, administración del Estado, etc.

Entre los años 1965 y 1973, presentó un total de cinco mociones, algunas como autor y otras en calidad de coautor, transformándose una de ellas en la Ley N° 17.160, que establece un “Derecho a percibir subsidio por enfermedad”.

Entre las mociones presentadas, se destaca la iniciada junto a otros senadores del Partido Demócrata Cristiano para “Establecer normas sobre publicidad de índice de precios al consumidor”, puesto que, y tal como da cuenta la fundamentación del proyecto, consignada en la Sesión N° Ordinaria N° 55, celebrada el 14 de septiembre de 1971, para que “cumpla debidamente sus objetivos y dé garantía de veracidad a todos los ciudadanos, se requiere que esté sujeto a una amplia y permanente información sobre su contenido, resultados y significación, ya que las cifras que entrega no indican por sí solas lo que está sucediendo en materia de precios. En cambio la publicidad de ciertas informaciones y antecedentes del índice, además de las cifras de variación de precios, permite una visión más completa del mercado y de los precios reales existentes en él.”

En sus doscientas noventa intervenciones en la Sala del Senado, uso de la palabra para abordar los diversos temas que atravesaron los años que terminaron con el derrocamiento del Presidente Salvador Allende. Entre estos se encuentran, por ejemplo, la situación de los recursos provenientes de la minería, especialmente el cobre, la Reforma Agraria, en cuyo debate tuvo una participación relevante, participación electoral, sindicación campesina, creación de la Oficina Nacional de Planificación, organizaciones vecinales y comunitarias, etc. En todos estos debates, el senador Reyes ofrece un análisis de cada una de las disposiciones de los proyectos, que de transformarse en ley, regirían los destinos de la patria. Asimismo, son el fiel reflejo de los conflictos políticos de la época.

Durante su permanencia en el Senado, realizó trece homenajes y patrocina un Proyecto de Acuerdo. La Sesión Ordinaria N° 8, celebrada el 7 de junio de 1972, da cuenta de su homenaje realizado con motivo del primer aniversario de la muerte de Edmundo Pérez Zujovic, en que describe desde su perspectiva las inquietudes de esos días: “de ver cotidianamente la ley y la autoridad sobrepasadas, y una inconsecuencia entre las afirmaciones de quien ostenta el poder y la voluntad de cumplimiento de quienes debieran obedecer o interpretar su mandato (…), el deterioro progresivo del cuadro nacional, que en su transición al socialismo no logra crear nuevas bases dinámicas de desarrollo, y (…), a pesar de su vida inmolada, el odio y la violencia siguen siendo todavía para algunos los únicos sistemas válidos para movilizar las energías del pueblo, que, por cierto, quiere un mensaje de paz y de participación en la construcción de su destino.”