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  • Senado
  • Sesión Ordinaria N° 21
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  • Legislatura Ordinaria número 322
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Intervención
TRATADO DE INSTITUCIONALIZACION DEL PARLAMENTO LATINOAMERICANO

Autores

El señor VODANOVIC.-

Señor Presidente, considero que se están vinculando varias cuestiones que no tienen estricta relación con el tema de fondo.

Empiezo por decir que comparto cualquier prevención respecto de la excesiva celeridad con que el Senado debe analizar un tema importante como el que está en discusión. Y nuevamente, aunque sea majadería repetirlo, cabe recordar que está en manos de la Corporación obviar cualquier dificultad de esa naturaleza, cuando se ocupe en el proyecto que tiene por objeto restituirle la facultad de calificar las urgencias. De manera que no reclamemos por algo que obviamente perjudica al Congreso, ya que está en nuestras manos -insisto- superar las dificultades generadas por tal situación.

Sin embargo, entiendo que en este caso específico la calificación de "Discusión Inmediata" por parte del Ejecutivo no envuelve ninguna intencionalidad secundaria, ni el deseo de inhibir al Senado o al Parlamento, en su conjunto, para considerar con latitud el problema.

Se trata, por el contrario, de facilitar la incorporación de nuestro Parlamento a una reunión que va a llevar a efecto la entidad latinoamericana dentro de pocos días o semanas. Y me parece que, restablecida la democracia representativa en el país, será de interés para el Congreso chileno comparecer en una reunión de tal naturaleza ahora y no en algunos años más. Por eso el Ejecutivo le ha puesto urgencia, como una manera de facilitar que se manterialice la eventual decisión que nuestro Parlamento quiera acordar respecto de este tema, y no para inhibir su debate.

Dejado a salvo lo anterior, deseo señalar que convengo con el Honorable señor Alessandri en que el sistema cubano no es paradigma de la democracia representativa y en que, probablemente, el llamado "Parlamento cubano" no sea de los más calificados para formar parte de una institución de aquella naturaleza. Pero bien sabemos que la situación de Cuba obedece a parámetros especiales: ha vivido momentos bastante conflictivos y ha sido y es objeto de una muy intensa presión internacional generada desde los Estados Unidos.

Situaciones de esa naturaleza y otras análogas o disímiles pueden explicarse por ese fundamento y ese trasfondo implícitos: fórmulas de compensación por un estado de cosas desequilibrado y muy injusto para Cuba como república independiente.

Ayer pugné por el restablecimiento de relaciones diplomáticas con el Gobierno cubano. De manera que lo que hoy estoy diciendo pretende un poco situar cada tema en su justa dimensión.

Por otro lado, si uno examina los objetivos del Parlamento Latinoamericano, obviamente que ellos son compartidos por el chileno, y en especial por nosotros, como Senadores. En general, sobre eso no hay ninguna duda ni debiera existir discusión, más allá de que se hagan algunas menciones que hoy día, contemporáneamente, puedan tener algún grado de conflictividad o, mejor dicho, parecer un tanto anacrónicas. Digo "un tanto" porque aluden a problemas cuyas raíces -yo diría- son muy antiguas y permanecen hasta el día de hoy. Así, por ejemplo, creo que la mención al antiimperialismo, si bien pudiera entenderse superada de alguna forma, especialmente porque uno de los dos imperios -como se sabe- dejó de serlo, puede, con buena intención, ser asimilada por este Congreso.

Ya los Honorables colegas de la Oposición reclamaban hace un par de semanas una actitud enérgica de reivindicación de nuestra soberanía a propósito de la discusión de un tema de gran interés internacional, y de algún modo sugerían que la amenaza imperial o la presión de las potencias a veces estaba implícita incluso en la resolución de asuntos concernientes a los Parlamentos.

¡Qué mejor ejemplo podríamos dar, entonces, a los Honorables colegas de las bancadas de enfrente de una mención al antiimperialismo, aunque pueda estar hoy día un tanto fuera de contexto, si bien no necesaria y definitivamente superada por las circunstancias contemporáneas!

Creo también que la alusión al nuevo orden internacional hay que considerarla con cierta amplitud de criterio. En efecto, éste ha sido un concepto que se ha manejado internacionalmente y que, de alguna forma, ha surgido de lo que se llama o se llamaba "Tercer Mundo", cuyas características eran bastante secundarias hasta antes de la aparición de diversos "tigres" de la economía, la mayoría de ellos en Asia y otros que ya se insinúan o asoman en nuestra América morena.

Pero el nuevo orden internacional no es necesariamente una postura del todo ideologizada o que represente determinada vena de pensamiento. Yo diría que ella ha comprometido a la mayoría de los círculos políticos del Tercer Mundo, y muy particularmente a los de América Latina. Hoy puede verse un tanto superada por los conceptos que se manejan. Pero no creo que asumirla implique necesariamente una definición que pueda estar en pugna con los principios de cada cual.

Por último, señor Presidente , yo diría que con buena voluntad es posible esquivar algunas de esas dificultades. Si partimos de la base de que la iniciativa es importante y de que el país debe estar presente en una instancia de tal naturaleza, esta Corporación perfectamente puede aprobar el Tratado y dejar constancia -como lo hizo hace un par de semanas a propósito de otro problema- de los fundamentos con que se incorpora al Pacto, sin que ello constituya formal o jurídicamente una reserva, la cual, al parecer, por los términos del propio Tratado, está excluida. Pero, en el ejercicio de sus facultades inalienables, el Parlamento chileno puede adoptar determinada posición o definición y dejar constancia de los fundamentos por los que lo hace o de las argumentaciones en cuya virtud asume ese instrumento, excluyendo algunas de sus partes o contenidos.

En realidad, creo que el Congreso debe adoptar una posición positiva a este respecto, entre otras razones, no sólo porque en el mundo de hoy la integración de las Corporaciones Parlamentarias o de los Ejecutivos es algo fuera de discusión y marginarse aparece en cierto modo fuera de las corrientes contemporáneas, sino también porque -y habría que corroborarlo con algunos Parlamentarios que están más imbuidos de esta iniciativa- que el Congreso chileno es el único -¡el único!- en Latinoamérica que hasta el momento no ha adherido formalmente a este Tratado. Y opino que un país como el nuestro, que ha sido ejemplo de democracia y que la ha restablecido con el concurso de todos sus sectores nacionales en los albores del año 2000, no podría excluirse de formar parte del Parlamento Latinoamericano.

Por eso, invito a mis Honorables colegas a que examinemos el asunto con la mejor disposición posible, hagamos un esfuerzo por llegar a un consenso en esta materia y, en definitiva, aprobemos el proyecto de acuerdo.

Nada más, señor Presidente .

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