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Homenaje
HOMENAJE A EX PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DON SALVADOR ALLENDE GOSSENS

Autores

El señor NÚÑEZ.-

Señor Presidente , Honorables colegas:

Ayer realizamos un acto que hemos llamado de "reparación histórica". Aunque muy tardíamente, hemos cumplido en llevar a su última morada a nuestro compañero, último Presidente constitucional del país, Salvador Allende Gossens. Decimos "reparación histórica", porque, como ha sido probado reiteradamente en los más diversos países, no se puede construir ninguna comunidad nacional sobre bases sólidas si no se es capaz de asumir con madurez el pasado con sus luces y sombras y si los hechos, acontecimientos y figuras que marcan una etapa histórica, no se juzgan a la luz de la objetividad que da la razón.

La jornada que hemos vivido ha sido muy intensa, llena de emociones, de recuerdos, algunos de ellos muy dolorosos.

En las exequias de Salvador Allende hemos simbolizado la inmensa necesidad de duelo acumulada. Del mismo modo, esta ocasión histórica nos ha servido para reflexionar sobre la trayectoria y estatura moral y política de Salvador Allende. Pasaron largos años en que su presencia en la vida nacional fue distorsionada, empequeñecida e incluso denigrada cuando ninguno de nosotros teníamos ni la más mínima posibilidad del derecho a réplica.

En los días previos al funeral, la opinión pública conoció con relación a él variadas apreciaciones, algunas de ellas, lamentablemente, cegadas por el rencor. Entre éstas, una que intentó hacer aparecer esta ocasión solemne como una manipulación política y el deseo de generar actos que violentaran la convivencia nacional. La realidad, una vez más, ha contradicho a estos agoreros.

Ayer el pueblo, con recogimiento, lloró a uno de sus seres queridos. Expresó su dolor con sincera emoción. Ningún acto de violencia empañó esta jornada de dolor y esperanza. Una vez más la gente humilde, el trabajador, el estudiante, junto a la mujer y a los niños, mostraron su enorme vocación de paz y reencuentro entre los chilenos. A su vez, la Iglesia, en un gesto que la ennoblece, acogió con su sabiduría milenaria en su Templo Catedral a un hombre que, no siendo católico, supo siempre dar relevancia a valores y principios éticos propios de la visión cristiana de la vida.

En su despedida, la visita de altos dignatarios del mundo realzó la dimensión internacional que ha adquirido la obra y el pensamiento de Salvador Allende. Más allá de las fronteras de la patria, Allende supo calar hondo en la conciencia de los hombres y mujeres que aman la paz, el progreso y la libertad.

Es que Allende fue un ser humano que se entregó por entero al servicio público y a la lucha por la soberanía nacional, y como tal debe ser entendido. Digámoslo claramente, estimados colegas. Nuestro camarada Salvador Allende pertenece a lo mejor que ha producido nuestra clase política. El ahora ocupa, con la adecuada solemnidad, el sitial de honor que le corresponde junto a Pedro Aguirre Cerda , Eduardo Frei , Arturo Alessandri , entre otros. Allende fue parte de lo más noble de nuestra tradición republicana, ligada a los valores de la tolerancia, el diálogo, el pluralismo y el compromiso político.

Una de las grandes virtudes de Salvador Allende fue la de que, junto con mantener durante toda su vida una militancia política en el Partido Socialista, siempre mantuvo una óptica nacional acerca de los grandes problemas y disyuntivas que le tocó abordar. Allende forjó esta convicción en un largo proceso personal en donde fue capaz de combinar magistralmente una adhesión a principios y valores para él intransables a fin de desempeñar el liderazgo de representación de los sectores más postergados de nuestro país; y, a la vez, el ser un político de talla nacional dispuesto siempre a buscar acuerdos políticos amplios y formas de convivencia civilizadas.

La imagen más difundida del Presidente Allende ha tendido a mostrarlo como un hombre cuya vida política se inició y concluyó con la Unidad Popular. Nada más alejado de la verdad. Allende cubre un largo período de la historia política y social de nuestro país. Las nuevas generaciones deben saber que, a mediados de la década del veinte, Allende inicia su actividad política a la par de su ingreso a la carrera de Medicina en la Universidad de Chile. Allí se encuentra con una bullente actividad política en la FECH, que luchaba en contra de la sociedad oligárquica y excluyente de la época. Allende tuvo una participación efímera en el grupo universitario de Izquierda denominado "Avance". Como presidente del Centro de Alumnos de Medicina y vicepresidente de la FECH, junto a su promoción universitaria, participó en la enconada oposición estudiantil a la dictadura de Ibáñez, y se involucró en variadas expresiones estudiantiles y sociales de carácter progresista y democrático. En el proceso que concluyó en la fundación del Partido Socialista, en 1933, a Allende le toca la responsabilidad, junto a profesionales, obreros y artesanos, de fundar nuestra colectividad aquí en Valparaíso.

En este período Allende, junto a su enorme compromiso con el quehacer político, despliega un notable interés por el tema de la salud pública. Preside la Asociación Médica y dirige la revista de medicina social, editada en Valparaíso. También escribe un libro pionero en esta materia, que registra la desprotección en el ámbito de la salubridad de vastos sectores de nuestro pueblo, titulado "La Realidad Médico-Social de Chile".

En 1937 es elegido Diputado por esta provincia; y aquí comienza su larga trayectoria parlamentaria, que sólo se vio interrumpida cuando asume el Ministerio de Salud en el Gobierno de Pedro Aguirre Cerda.

En 1945 es elegido Senador por las provincias de Llanquihue, Aisén y Magallanes, en donde se destaca por su decidida defensa de los territorios de Palena y Chile Chico, que ambicionaban sectores expansionistas de nuestro país vecino. En 1953 es elegido Senador por las provincias de Tarapaca y Antofagasta, y en 1962 lo es por Aconcagua y Valparaíso.

A lo largo de 26 años de gestión legislativa, Allende recorrió cada rincón de nuestra patria, recogiendo necesidades y aspiraciones de nuestro pueblo. A la vez que desarrollaba su notable capacidad de liderazgo, llevó a cabo un sinnúmero de iniciativas legislativas referidas especialmente á la protección de la infancia, a los derechos de la mujer y a sentar las bases del estatuto médico-funcionario.

En una ocasión expresó en este Honorable Senado, dirigiéndose a los Senadores de Derecha: "Emplazo a los señores Senadores para que demuestren quiénes exhiben más iniciativas, quiénes han conseguido que se dicten más leyes; quiénes han obtenido siquiera en este Régimen, más que nosotros, un trozo de justicia para el niño chileno, para la madre chilena, para el trabajador, obrero, campesino o empleado".

Salvador Allende fue candidato presidencial en 1952, 1958, 1964, y elegido Presidente en 1970 como abanderado de la Unidad Popular. En todas las ocasiones lo hizo representando a vastos sectores democráticos del país expresados en los diversos partidos de la Izquierda. Su enorme capacidad de trabajo así como su virtud de llegar hondo en la conciencia de la gente, convirtió cada una de estas jornadas electorales en momentos de profundo contenido cívico y de promoción de los valores democráticos presentes en su concepción libertaria del cambio social.

La Presidencia de la República , que él asumiera constitucionalmente en 1970, dio inicio a un proceso de cambios y transformaciones sin precedentes en nuestro país. Aún no existe un juicio sereno que pueda medir con exactitud los acontecimientos más fundamentales que se vivieron a partir de ese instante. Durante los 17 años de dictadura militar, los sectores de Derecha señalaron -y siguen haciéndolo- que en ese período histórico la Unidad Popular fue la única responsable del derrumbe de nuestro régimen democrático. Para nosotros resulta fundamental restituir en esta materia una visión más justa y equilibrada. Todos los actores políticos contribuimos con nuestra conducta a generar condiciones para una creciente polarización y desencuentro que terminó con el derrumbe institucional.

Como se ha argumentado extensamente, nuestro régimen político, ya a principios de los sesenta, mostraba claros signos de deterioro. Algunos partidos se conferían la misión de gobernar sin establecer ningún tipo de alianzas políticas, mientras otros ya cuestionaban las bases mismas del sistema democrático y buscaban afanosamente una refundación nacional. Al tiempo que sectores de la Izquierda -a lo menos verbalmente- recusaban el régimen democrático y buscaban salidas más de ruptura institucional que de consenso. Esta fue una época que un historiador -por cierto, no es de Izquierda- ha denominado de planificaciones globales o de predominio de grandes concepciones doctrinarias, en buena medida desapegadas de la realidad.

En este cuadro, resulta paradójico y absolutamente inexacto culpar a un hombre por el colapso de nuestras instituciones. Muy por el contrario, un juicio desapasionado y veraz debe situar a la figura de Allende como aquel que intentó, por todos los medios, restablecer la armonía y la convivencia social en un momento en que no había racionalidad política alguna. No hay que olvidar, para el juicio de la historia, que a sólo unos días de aquel doloroso 11 de septiembre Allende y sus colaboradores más cercanos habían decidido llamar a un plebiscito para dirimir la situación nacional.

Estos son los argumentos que el país debe conocer, ahora que contamos con una prensa y medios de comunicación libres.

Honorables Senadores:

El acto funerario que hemos presenciado en el día de ayer lo entendemos como un hecho que, junto con reparar el absurdo intento de silenciar su nombre y oscurecer su figura, ha buscado contribuir generosamente a la reconciliación que con tanto afán buscan los chilenos.

Para contribuir a ella, los miembros de esta bancada asumimos las líneas maestras del legado de Salvador Allende, y, con profundo orgullo y humildad, deseamos entregarlas a las nuevas generaciones.

El profundo sentido ético que él le adjudicaba a la actividad política constituye un factor esencial a través del cual deseamos guiar nuestra conducta. El empeño que él tuvo por elaborar políticas de amplio consenso social, buscando siempre el diálogo y el compromiso, forman parte también de nuestra visión de entender los procesos de cambio y de transformación progresista de la realidad.

La profunda convicción que Allende tenía acerca de la acción política entendida como servicio público, más allá de ideologías, doctrinas y partidos, es también parte de la convicción que hoy tenemos de nuestra actividad parlamentaria.

Trascender el simple clientelismo electoral, como lo hizo Allende, ha de convertirse también en un factor fundamental de nuestra disposición de satisfacer las necesidades y aspiraciones de nuestro pueblo.

Asimismo, el profundo contenido nacional del mensaje allendista, que fue capaz de lograr la adhesión de un importante sector de la ciudadanía y el respeto de sus adversarios políticos, es otro de los legados más importantes que recibimos de la figura imperecedera de Salvador Allende Gossens.

El homenaje póstumo que le hemos realizado a Allende, en un día glorioso como el de ayer, y de enorme y emocionado recogimiento popular, nos ha hecho recordar, con los labios apretados y un rictus sereno, aquellos aciagos días de dolor, muerte y persecución que prosiguieron al golpe de Estado. Sin embargo, la fe contenida por tantos años, la emoción desplegada junto con la esperanza, han hecho de estas honras fúnebres un momento hermoso para mirar con más optimismo el futuro.

No construiremos un mito lejano y abstracto de Salvador Allende, ni haremos una apología acrítica de su pensamiento y acción que rigidicen, de una vez y para siempre, a un hombre diverso, multifacético, vital y honesto, que amó la vida por sobre todas las cosas.

Salvador Allende, siempre estarás en nuestro recuerdo como el mejor de nosotros. Tu figura forma parte de nuestra tradición y alma nacional.

Muchas gracias.

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