Labor Parlamentaria
Participaciones
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Antecedentes
- Senado
- Sesión Ordinaria N° 38
- Celebrada el 19 de marzo de 1991
- Legislatura Extraordinaria número 321
Índice
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Intervención
REUNIÓN DE PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA Y JEFES DE PARTIDOS PARA ANÁLISIS SOBRE TERRORISMO Y DELINCUENCIA
Autores
El señor DÍAZ .-
Continuando con el mismo tema, señor Presidente , pero ya en un plano absolutamente local y puntual, deseo referirme también al terrorismo.
Rancagua hizo noticia el 3 de marzo último. Una trágica noticia, que jamás hubiésemos querido escuchar: la del despiadado asesinato del matrimonio Pérez-Schlager.
El historiador romano Suetonio , en su obra "Vida de los doce Césares", cuenta que los embajadores de Troya acudieron con considerable retraso a dar sus condolencias por la muerte de su hijo al emperador Tiberio , quien se las agradeció diciendo: "Yo, a mi vez, os doy el pésame por la muerte de vuestro gloriosísimo ciudadano Héctor" . ¡Al héroe de "La Ilíada" lo había matado Aquiles mil doscientos años antes!
Pero no es éste el objeto de mi intervención de hoy, tan atrasada, sino el de dar a conocer a los señores Senadores y a la opinión pública una información relacionada con el doctor Carlos Hernán Pérez Castro , con el Colegio Médico y con el Gobierno. No es una apología ni un panegírico de las víctimas. Es un aporte a la Verdad, y tendrá su justificación en la medida en que lo logre.
El doctor Pérez Castro era miembro de una familia con profundas raíces regionales; fue educado en el Instituto O'Higgins, de los Hermanos Maristas; médico traumatólogo del Hospital Regional, y mayor de Sanidad del Regimiento Lautaro N° 22, desde septiembre de 1973; y estuvo vinculado a instituciones sociales y de caridad. Su infancia, estudios, ejercicio profesional y vida conyugal los vivió en la ciudad que lo vio nacer y morir.
Su esposa, Ana Luisa Schlager Casanueva , heredó virtudes que traspasan los límites del hogar, para derramarse en acción bienhechora sobre el prójimo necesitado, y atendió con amorosa solicitud a los niños discapacitados del "Pequeño Cottolengo", de la obra de Don Orione , hasta pocas horas antes de morir.
La carrera como médico militar del doctor Pérez Castro , que se inició junto con el Régimen anterior, presenta un hecho decisivo acaecido en marzo de 1982. Es en esa fecha cuando, obedeciendo una orden militar, debió examinar a una detenida de la Central Nacional de Informaciones en una casa secreta, en la cuidad de Rancagua. Este hecho fue reconocido por el mayor Pérez Castro , y fue de vital importancia, pues constituyó un mentís categórico a la información del Régimen, que negaba sistemáticamente la existencia de .casas de torturas a cargo de la CNI; donde eran enviados los prisioneros del Ejército. Este antecedente de seguro se tendrá en cuenta en la investigación del crimen que comentamos.
La víctima de este secuestro, una vez liberada, acudió a la Justicia. Allí corrió la misma suerte que la de miles de chilenos que solicitaron protección dentro del Gobierno militar. Ante el fracaso, recurrió al Colegio Médico Regional de Rancagua . Su Consejo informó de la denuncia al Colegio Médico Nacional, el que ordenó instruir un sumario en instancia única. Para este efecto fue designado fiscal, de acuerdo al procedimiento aceptado por la Orden, el doctor Jorge Villegas, a la sazón Consejero General y Presidente del Departamento de Trabajo Médico y Acción Gremial.
El doctor Pérez Castro , en actitud que lo rehabilita, no sólo reconoció su participación en el examen de la detenida, sino que colaboró en la investigación sumaria.
La lectura textual del punto 10 de la sentencia es elocuente. Dice así: "Que este Consejo ha ponderado y tenido en consideración para la aplicación de la pena del Dr. Carlos Hernán Pérez Castro , en cuanto a manifestar su adhesión a las normas éticas del Colegio Médico A.G., declarando explícitamente su voluntad de no examinar detenidos por la CNI por cuanto se aparta de sus deberes de Médico Militar.".
El colega fue sancionado con marginación por un año de la colegiatura. Y para despejar cualquier duda acerca de las implicancias políticas de esta medida, recuerdo que uno de los 16 Consejeros firmantes de la sentencia fue el doctor Juan Giaconi . Como los chilenos tenemos fama de mala memoria, acrecentada en casos como éste por intereses obvios, debo recordar que el doctor Giaconi fue el último Ministro de Salud del pasado Régimen .
Más de algún señor Senador, y también la opinión pública, se preguntará por qué hubo instancia única en la investigación sumaria en comento.
Tal decisión responde a la trascendencia que el Colegio dio al asunto. Y se justifica porque era la primera vez que contaba con una denuncia documentada de la participación de médicos en exámenes de detenidos por la CNI, en las circunstancias ya anotadas. Debió consultarse, pues, a especialistas en materias legales, y, por supuesto, no era el Colegio Regional de Rancagua la instancia adecuada para ello.
Se repite así la interrogante respecto de la publicación de la "Revista Médica" y su posterior difusión. Se desconoce, en el mejor de los casos, o se oculta, en el peor, que dicha publicación se hizo a expresa petición del doctor Pérez Castro . El fue el primer interesado en que sus colegas y luego la opinión pública se informaran de su real participación en el bullado caso. Al hacerlo, pretendía evitar rumores, los que muchas veces alcanzan la dimensión de infamia. Esta tocó irreverente la honra de la víctima. Algunos psicópatas justificaban el despiadado crimen. Y otros, de signo opuesto, pero tan desequilibrados como aquéllos, responsabilizaban al Colegio Médico del mismo. Esta canallesca imputación no fue hecha en corrillos murmuradores ni en veladas referencias, sino a viva voz el día del funeral ante una multitudinaria concurrencia, en la Iglesia Catedral de Rancagua.
La conducta asumida por la Directiva del Colegio Médico, elegida democráticamente a comienzos de la década de los 80, nos enorgullece. Acogió una denuncia formal que afectaba a un colega. Hizo lo justo, y en el momento preciso. Porque para nuestra Orden Médica la defensa del sagrado derecho a la vida y el respeto a la integridad psíquica, física y moral de la persona están por sobre la defensa de sus pares, sean éstos civiles o militares, en democracia o en dictadura.
Nos honra afirmar que nuestro Colegio Médico es el único en el mundo que ha tenido el coraje de investigar y de sancionar a colegas bajo regímenes de fuerza. Con patetismo no exento de admiración, el Secretario para los Derechos Humanos de la Confederación Médica Argentina, doctor Ignacio Del Mazo , decía en un foro: "Públicamente solicito perdón por nuestro pobre comportamiento durante el período militar en Argentina". Similar situación se vivió en el Uruguay.
Esto le valió al Colegio Médico chileno el reconocimiento de instituciones internacionales, entre ellos el que otorga la Sociedad Americana para el Avance de la Ciencia, máxima distinción que se confiere en Estados Unidos en el campo de los derechos humanos. Pero le valió también, en nuestro país, cárcel para sus dirigentes, exoneraciones masivas, torturas y sinfín de vejámenes.
Expuestos, pues, la digna y rehabilitadora conducta de nuestro malogrado colega y el irreprochable comportamiento de la Orden, veamos cuál ha sido la actitud del Gobierno.
Al asumir sus cargos las nuevas autoridades de Salud, el doctor Pérez Castro presentó su renuncia como Jefe del Servicio de Traumatología del Hospital Regional .
Su antecesor en el cargo en el Regimiento Lautaro, hasta septiembre de 1973, el doctor Edison Díaz Gronow , a partir de marzo de 1990 pasó a ser el Secretario Regional de Salud , y junto con el Director Regional , doctor Enrique Dintrans , debió decidir esta situación. La renuncia del doctor Pérez Castro fue rechazada y, además, se le designó como miembro de la COMPIN (Comisión de Medicina Preventiva e Invalidez).
¡Esa es una práctica de reconciliación real! ¡Los exonerados del Régimen anterior hubiéramos querido el mismo trato!
Lo que he expuesto es una relación sucinta de la participación que cupo al matrimonio Pérez-Schlager y a autoridades de Salud y Gobierno en este drama de tan trágico final.
Sin embargo, también hay otros personajes: los siniestros, y el interrogante crucial: ¿quiénes fueron los asesinos del matrimonio Pérez-Schlager?
Imputar liviana e irresponsablemente la autoría de este delito a personas o grupos sería un juicio temerario, y no seré yo quien lo haga. Pero permítaseme referirme a un grupo social -más bien, "asocial" o "antisocial"- que por su condición psicológica es el más proclive al crimen: los resentidos. Respecto de ellos, don Miguel de Unamuno afirma: "Entre los pecados capitales no figura el resentimiento, y es el más grave de todos, más que la ira, más que la soberbia". Efectivamente, el resentimiento es una pasión que puede llevar a la locura y a la muerte.
Ante una agresión de cualquier orden, la persona puede reaccionar de diferentes maneras: responder, perdonar u olvidar. Y habitualmente no quedan huellas de la ofensa recibida. En otros casos, no obstante, ésta se mantiene viva en la memoria, como espina que irrita, que encona la conciencia, que se infiltra en todo el ser y que pasa a ser rectora de todos los actos y de nuestras más mínimas reacciones. La característica de esta memoria es su contumacia, la cual es inaccesible al tiempo.
Este "sentimiento", que no se elimina, sino que se retiene e incorpora al alma, es el "resentimiento".
La respuesta a la agresión es personal. El resentido es siempre un ser carente de generosidad. Y si por desgracia a ello se agregan la debilidad y la cobardía, tendremos todos los ingredientes adecuados para el prototipo del revolucionario resentido, capaz de todas las crueldades y felonías.
El resentimiento es de carácter permanente en los terroristas de cualquier signo. Quienes actúan amparados por un régimen totalitario también cometen fechorías. Y estos últimos lo hacen impunemente y, por lo mismo, sus actos son masivos. De estos grupos salen los terroristas que a diario hacen noticia, la que alimenta sus egos. Lo anterior constituye una compensación sangrienta de su fracaso como hombres en una sociedad civilizada.
No sabemos quiénes mataron al matrimonio Pérez-Schlager. Tampoco conocemos sus bastardas motivaciones. Es algo que se intuye tan sólo. Pero la intuición sigue derroteros diferentes, según sea el punto de observación del cual partimos.
No hay lógica en ningún asesinato. Este, sí, es de una increíble irracionalidad.
A falta de respuesta al porqué lo hicieron, recurro al comentario del Ministro Talleyrand ante la muerte del Duque de Enghien: "Este, más que un crimen, fue una estupidez".
El homicidio del matrimonio Pérez Schlager fue un crimen execrable y una estupidez mayúscula.
Esperamos confiados que, en democracia, el brazo de la justicia sea fuerte y largo; que alcance a los hijos de la violencia y el odio, y que los cure de su insania y los castigue con el rigor que merecen.
He dicho.