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Antecedentes
  • Senado
  • Sesión Ordinaria N° 32
  • Celebrada el
  • Legislatura Extraordinaria número 332
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Intervención
PRÓRROGA DE VIGENCIA DE CORPORACIÓN NACIONAL DE REPARACIÓN Y RECONCILIACIÓN

Autores

El señor HORMAZÁBAL .-

Señor Presidente , estamos cerca de votar --espero--, por lo que trataré de exponer a mis Honorables colegas algunos hechos que puedan no ser controvertibles.

Un hecho no controvertido aquí es que la Corporación surge como propuesta de una Comisión a la cual el Senado de la República saludó y respaldó en su momento, la denominada Comisión Rettig.

Otro hecho indesmentible es que, en el considerando número ll del proyecto (boletín Nº 1.657-07), los Senadores señores Díez , Larraín , Letelier , Otero y Piñera dicen: "Consideramos conveniente extender el plazo de vigencia de la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación y fortalecer sus atribuciones y recursos para que ella pueda cumplir un rol eficaz en esta importante tarea.". Eso no ha sido controvertido.

Un tercer hecho que no he visto que haya sido controvertido es que esta Comisión se halla conociendo sobre la situación que viven l.l03 familias de detenidos desaparecidos. No se trata ya de supuestos detenidos desaparecidos, sino de personas integrantes de la familia chilena, que una Comisión, del prestigio de la Comisión Rettig, y la Corporación cuya existencia hoy debatimos, han logrado acreditar. ¡1.103 casos! Y digo "1.103 casos", y no "cosas". Porque hace poco rato escuchamos a algunos señores Senadores hablar de la importancia del territorio nacional, y todos nosotros hemos dicho que cada centímetro de la patria es sagrado, para definir de qué manera nos corresponde defender la integridad de nuestro territorio. ¡Pero no es el mismo juicio que algunos señores Senadores tienen cuando estamos hablando de chilenos de carne y hueso, que son para los creyentes la obra de Dios más preciada de la Creación! ¡No! ¡Rompen lanzas toda vez que hay que defender el patrimonio de grupos económicos! ¡Claman al cielo por la integridad del territorio nacional! Sin embargo, cuando se trata de saber qué pasó con ¡1.100 compatriotas nuestros!, entonces, aducen la Constitución, la ley, el tiempo, el olvido, o la eficiencia. Hay 1.100 casos, y sólo se han resuelto 77. ¡Ni siquiera el 10 por ciento!

Cuando analizamos uno de los casos, me conmoví. En un documento --varios señores Senadores lo tienen-- que nos hizo llegar la Comisión en un momento determinado, ésta señala que se ha aclarado con antecedentes serios y graves el destino, por ejemplo, de don Gerardo Antonio Encina Pérez , detenido el 20 de septiembre de 1973 en San Javier, después de presentarse cuando fue citado. En dicho documento se lee: "De acuerdo al relato de un testigo presencial obtenido por esta Corporación, su cuerpo fue encontrado en el río Loncomilla cuando se buscaba el de Cesáreo Soto González ; fue reconocido por familiares de otra de las víctimas y" --señoras y señores Senadores, por favor, escuchen-- "arrojado luego nuevamente al río por no contar con "autorización" para rescatarlo.". Es decir, encontraron, por casualidad, el cuerpo de otro ser humano, pero lo volvieron a tirar al río, porque no había autorización para rescatarlo.

Aquí hay gente que sabe lo que ha ocurrido y no ha dicho lo que ha pasado. ¿Cómo se puede sostener, entonces, que la Comisión es ineficiente, cuando aquí ha habido evidente obstaculización de los hechos? ¡Ah! Supongamos que alguien cayó y fue muerto porque hubo combates. Sí, en algunos casos hubo enfrentamientos. ¿Qué nos dicen la Comisión y la Corporación? En la investigación extrajudicial respecto de Sergio Pantoja Rivera y Juan Francisco Peña Fuenzalida , quienes cumplían su Servicio Militar en el Regimiento "Rancagua" de Arica, señala la Corporación: "Diligencias realizadas fundamentalmente en Putre y Arica permitieron localizar a los cinco testigos, quienes han completado los hechos que afectaron a las víctimas, con posterioridad a su detención.". Se logró descubrir sus cuerpos, porque existía el rumor de que un consejo de guerra, días antes, lo había condenado a muerte. Y si un consejo de guerra, actuando legalmente, los condenó a muerte, ¿por qué ocultaron sus restos?

Podría seguir caso a caso respecto de lo que falta: los que fueron encontrados en el río Mapocho; quienes fueron botados en el Cajón del Maipo; los restos en la Cuesta Barriga, en Lonquén y en distintos lugares. ¡No son números, señores Senadores, son personas!

Un distinguido señor Senador, para afirmar que no es conveniente la prórroga, dice: "la Corporación ya cumplió su tarea". ¿Qué tarea cumplió? ¿La parte respectiva a la reparación de las víctimas? ¡Sí! Se contribuyó a eso. Otro distinguido señor Senador manifiesta: "No es bueno que siga existiendo la Corporación, porque están citando a personas que se sienten afectadas por el hecho de la citación judicial". ¿Y no dice la Constitución que en Chile no hay clases privilegiadas? Si algunos de nosotros, Senadores de la República , fuéramos citados a declarar ante un juez por un delito en el cual pudiéramos dar opinión como testigo, o concurrir como inculpado, ¿no lo tendríamos que hacer personalmente o por oficio? ¿Cuál es la clase especial de persona que, para no sentirse afectada por concurrir a los tribunales, quiere que aquí se olvide, mientras mil familias siguen aún llorando sus deudos?

A mí me importa tanto la vida de un civil como la de un uniformado. A mí me importa la vida de cualquier chileno. ¡Estoy decepcionado! Y se los dije en la cara a mis Honorables colegas --con todo el respeto que me merecen-- en la Comisión de Derechos Humanos: ¡estoy decepcionado! Porque ocurre que algunos reclaman que todavía la reconciliación no termina. ¿Cómo va a haber reconciliación, si no contribuimos a que estas cosas se aclaren?

Esta Corporación está actuando en un tema sensible, delicado; es una herida abierta. Si nosotros decidiéramos por mayoría, o por unanimidad, olvidar, no podría olvidarse.

Ese gran intelectual chileno, que es, precisamente, el profesor Vial, ha escrito que este tema es un problema moral de la sociedad chilena. No es un problema de dar reparación a las familias, sino que es un problema de la sociedad chilena en su conjunto sobre qué valores quiere edificar su futuro.

Entonces, demos vuelta la hoja y olvidémonos de mil 100 chilenos que sufren.

¡Ah, pero la Corporación ha incentivado el odio! Mi estimado amigo el Honorable señor Andrés Zaldívar ya lo dijo: de esa Corporación no se ha filtrado ninguna información de manera odiosa. En ella, hay destacados profesionales universitarios de todas las tendencias, quienes han entregado un servicio notable y se han dedicado al tema, a sabiendas de que no se están haciendo ricos y que sufren día tras día, porque se encuentran con el dolor; han tenido que hurgar en las fichas dactiloscópicas; buscar los registros de los cementerios, y decirnos a todos nosotros que incluso hubo gente honesta en los peores momentos de la dictadura, pues oficiales de Carabineros y del Ejército, jueces y otros funcionarios cumplieron con su deber, entregando la lista y los antecedentes de las personas, por lo cual han contribuido a no tener una visión maniquea de las cosas.

Pero, ¿por qué la clausuramos, entonces, ahora? ¿Por qué se reabren heridas? ¿Por qué los rendimientos son del 8 por ciento y no del 9?

Señor Presidente , con toda franqueza y razón mi colega el Senador señor Gazmuri mencionó que son relevantes las señales que se mandan a la sociedad chilena. Yo valoré y festejé que los Senadores de Oposición --que ya indiqué-- señalaran en su proyecto la importancia de que los chilenos abordáramos estos temas. Hay necesidad ética --dicen ellos-- de resolverlos.

Entonces, quiero decirles con humildad, pero también con pasión; con respeto, pero con claridad, que votar en contra ahora no implica sólo eficiencia o afán de olvido; es dar una bofetada en el rostro a la tradición de un Chile que quiere ser civilizado.

Estimados colegas, hace muchos años, cuando Máximo Pacheco era profesor de la Escuela de Derecho, me puso en contacto con "Antígona", de Sófocles. En un pasaje de esa obra, el tirano Creonte da la orden de impedir el entierro del cadáver del hermano de Antígona. En uno de sus diálogos Creonte dice a Antígona que ni aún después de muerto el enemigo deja de serlo; y Antígona , heroína previa a la civilización cristiana, dice que ella no ha nacido para el odio, sino para el amor. Y nosotros, queridos colegas, que declaramos empaparnos de los principios cristianos, ¿podemos cerrar los ojos y permanecer indiferentes, cuando miles de Antígonas nos reclaman el derecho de enterrar los restos de sus familiares?

Éste no es un tema partidista ni una materia de resentimiento. Fue un horror lo que vivimos durante mucho tiempo. Y los que cayeron en conflicto, ¡qué pena que cayeran!; pero el que a yerro mata a yerro muere, aunque eso no sea lo que la sociedad civilizada busca.

Yo invoco, señor Presidente , que, más allá de mi pasión --que por algunos puede ser entendida como agresión--, se entienda que lo que el Senado esta tarde puede decidir no es un acto administrativo más. No se trata de si es posible que haya profesionales con horarios, con planta permanente y en qué punto cumplieron o no cumplieron el Estatuto Administrativo. ¡No! El Senado de la República debe decidir si prefiere el ejemplo de Creonte o dar respuesta a Antígona.

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