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Antecedentes
  • Cámara de Diputados
  • Sesión Ordinaria N°137
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  • Legislatura número 366
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Intervención
RECONOCIMIENTO DE EXTINCIÓN DE ETNIAS ONA Y TEHUELCHE Y AUTORIZACIÓN PARA ERIGIR MEMORIALES EN COMUNAS DE SANTIAGO Y PORVENIR (SEGUNDO TRÁMITE CONSTITUCIONAL. BOLETÍN N° 5203-04)

Autores

El señor VENEGAS (Vicepresidente).-

Tiene la palabra el diputado señor Gabriel Ascencio .

El señor ASCENCIO.-

Señor Presidente, este proyecto de ley reconoce el genocidio llevado a cabo por el Estado de Chile contra dos etnias: los onas y los tehuelches, y autoriza erigir un memorial en la comuna de Porvenir.

Todos, poco a poco, vamos reconociendo la deuda que tiene el Estado de Chile con sus pueblos originarios; una deuda que pretendemos sea saldada cuanto antes, no solo a través de compensaciones económicas o materiales, sino a través del pronto reconocimiento constitucional de nuestros pueblos indígenas, situación que esperamos les entregue ciertos grados de autonomía y representación garantizada en el Congreso, lo cual permitiría afirmar que Chile es un país y un Estado plurinacional.

Nos encontramos discutiendo el segundo informe de este proyecto, gracias a una indicación que se presentó en la Sala para reemplazar el término “extinción” por el vocablo “genocidio”, respecto de lo que ocurrió con estas dos etnias. Ello ha generado una buena discusión.

Nuestra postura es que los selknam y los tehuelches fueron víctimas de un genocidio. “Genocidio” significa la eliminación sistemática de un grupo humano por motivos de raza, etnia, religión, política o nacionalidad. Fueron masacrados y asesinados sistemáticamente, con la complicidad y la anuencia de autoridades del Estado de Chile y también del Estado argentino.

El pueblo selknam es originario de la Isla Grande de Tierra del Fuego, tanto del lado ocupado por el Estado argentino como del ocupado por el Estado chileno.

Según informantes indígenas, el nombre significa “clan de la rama separada”. Eran llamados “onas” por otros pueblos originarios de la isla, que significa “hombres de a pie" o “gente del norte” en lengua yámana.

Esta denominación también fue utilizada por europeos y criollos.

Los primeros selknam provinieron de grupos nómades continentales de la Patagonia meridional, que cruzaron a territorio fueguino antes de que se constituyera en una isla, hace 10.000 años. Al término de la última glaciación se produjo la separación definitiva entre el istmo fueguino y el continente.

Los indígenas de Tierra del Fuego fueron víctimas de asesinato y de persecución apenas llegaron los conquistadores españoles a sus territorios, aun cuando no fueron colonizados por el aislamiento de las zonas que habitaban.

En el siglo XIX, los Estados argentino y chileno, luego de conceder la mayor parte de las tierras de la isla a terratenientes y empresas explotadoras, la mayoría de ellas de capital británico, permitieron el comienzo de este genocidio. La Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego llegó a tener 1,3 millones de hectáreas solo en el lado chileno.

Dueños absolutos de la isla y de una codicia impúdica, los grandes estancieros llevaron a cabo la mayor parte de las matanzas contra el pueblo selknam. Se fijó un precio por cada indígena asesinado: una libra esterlina por la oreja de un adulto y media libra por la de un niño.

Hay hechos documentados que son de una crudeza extrema, como los que relatan las cacerías humanas llevadas a cabo por uno de los capataces de esas estancias, el escocés Alexander McLennan , a quien apodaban Chancho colorado. En una ocasión encontró una ballena muerta en una playa en Springhill y la envenenó con altas dosis de estricnina. Luego, al alimentarse de ella los selknam, murió la mayor parte de una comunidad.

El paso final de este genocidio consistió en la reclusión de los selknam sobrevivientes en colonias o en las misiones salesianas, como la de La Candelaria, que funcionó cerca de la actual localidad de Río Grande entre 1893 y 1947, y la de la isla Dawson, fundada en 1888. Allí sucumbieron en gran cantidad debido a la viruela, la tuberculosis y otras enfermedades de origen europeo para las que sus organismos no contaban con defensas.

El genocidio selknam constituye un delito de lesa humanidad que permanece impune hasta la actualidad, y del que son responsables los Estados argentino y chileno, con nombres y apellidos, junto con las sociedades explotadoras que lo ejecutaron.

En tanto, el pueblo tehuelche sufrió el mismo tratamiento. Fueron innumerables las campañas militares en las que este pueblo originario fue sistemáticamente exterminado.

Todos estos hechos lamentables hoy nos hacen reflexionar sobre cómo nos relacionamos con nuestros pueblos indígenas y cómo debemos ayudarlos para conservar sus tradiciones y cosmovisión. Por eso seguimos luchando por ellos, nosotros, en particular, por los del pueblo huilliche, en Chiloé.

Debemos buscar caminos de compensación -si así los podemos llamar- por tantos años de exterminio, de postergación y despojo. Más allá del merecido memorial, del reconocimiento que el Congreso Nacional hace acerca del genocidio, que ayudará a las futuras generaciones a no olvidar estas matanzas sistemáticas y condenables contra nuestros pueblos ona y tehuelche, creo que es necesaria la instauración de una comisión de verdad histórica que establezca indubitablemente los hechos y el comportamiento condenable del Estado en los actos que hoy estamos recordando. Una comisión de verdad histórica debe relevar la memoria y señalarnos que el comportamiento de nuestro país con sus pueblos originarios debe ser de reconocimiento y apoyo, no de persecución y búsqueda de su extinción, como ocurrió en el extremo austral de nuestro país.

Debemos avanzar en la idea de que no es posible seguir caminado por calles bautizadas con nombres como almirante Señoret , en Punta Arenas, gobernador que permitió estos asesinatos. Viví en la población Mauricio Braun , lo que señala que hay un gran reconocimiento a la familia Braun . También uno camina por la calle Menéndez o admira sus edificios. ¡Eso no es posible!

Apoyo la posición del diputado Gabriel Boric en el sentido de que tiene que haber una actuación firme, determinante y decidora, más allá del monumento y del reconocimiento; un gesto con el que el Estado de Chile diga basta, no más.

No quiero caminar más por las calles Señoret o Menéndez ; no quiero vivir nunca más en la población Mauricio Braun ; quiero un reconocimiento a esos pueblos que fueron asesinados de forma tan criminal como la que se ha relatado en esta Sala.

Vamos a votar a favor este proyecto.

He dicho.

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