Labor Parlamentaria
Participaciones
Disponemos de documentos desde el año 1965 a la fecha
Antecedentes
- Senado
- Sesión Ordinaria N° 24
- Celebrada el 10 de diciembre de 1969
- Legislatura Extraordinaria periodo 1969 -1970
Índice
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El señor
El 31 de octubre pasado, el Presidente de los Estados Unidos, señor Richard Nixon, pronunció su anunciado discurso sobre la política de su país respecto de América Latina. Tres días más tarde, lo hizo tocando el problema vietnamita. No se oculta a ningún observador atento de la política internacional que ambos asuntos tienen una estrecha relación.
El mundo ha visto horrorizado las denuncias formuladas por los propios soldados norteamericanos de la masacre de la aldea vietnamita de Song My.
La Administración de la Casa Blanca ha debido reconocer que se trata de una mancha terrible e indeleble arrojada sobre la conciencia del pueblo de los Estados Unidos.
El Primer Ministro de Gran Bretaña ha manifestado que, en razón del conocimiento de esta matanza sobrecogedora, que ha venido a culminar un proceso de crisis de la agresión norteamericana en ese país del sudeste asiático, su país se vería en la necesidad de disociarse en definitiva de la empresa guerrera de los Estados Unidos en Vietnam.
El espectro de Song My.
Toda la opinión pública mundial ha sentido un verdadero escalofrío por este hecho, que evoca como paralelo la desaparición de la aldea de Lídice a manos de los "nazis" durante la Segunda Guerra Mundial.
En los círculos gobernantes de los Estados Unidos, se abre paso la melancólica convicción de que la guerra de Vietnam está perdida para ellos. Se trata de salvar la cara y lograr la retirada menos vergonzosa. Se anuncia el regreso gradual de tropas norteamericanas a su país. Sin embargo, las conversaciones de París permanecen aún estancadas, y el mundo no está cierto de que en un futuro próximo pueda saludar como un hecho logrado la paz en Vietnam.
Dentro de las esferas dirigentes de Washington, la derrota en el Vietnam los induce a pensar en una especie de retorno a lo que en otro tiempo fue llamado "el magnífico aislamiento"; o sea, centrar la política de los Estados Unidos en su propio territorio, en sus mares -que, por cierto, son muy vastos-, lo cual en una aplicación más o menos extensamente acostumbrada, permitiría mantener su política de intervención en los cinco continentes.
América Latina, último reducto.
Mas para ellos un hecho es claro en medio de esta atmósfera de desastre: Europa les resulta tremendamente insegura; Asia es un continente que resiste la presión imperialista de manera enérgica y victoriosa; en África obtienen magros éxitos; tampoco han clavado la rueda de la historia. Pero lo esencial de su nueva estrategia es el retorno a una vieja estrategia: considerar que su dispositivo fundamental de orden económico, político y militar está en América Latina, estimada, según la doctrina del "destino manifiesto" y como una prolongación del "concepto Monroe", desde 1823, como la imagen gráfica de círculo concéntrico, a donde, desde el punto de vista geográfico y político, debería extenderse la dominación norteamericana que estaría llamado a señorear indiscutiblemente sobre el llamado "Hemisferio Occidental".
América Latina, por lo tanto, se transforma en el último reducto externo, en la última esperanza del imperialismo norteamericano, como posibilidad de atrincherarse frente a un mundo que hierve en fermentos antimperialistas. Por tal razón, la conducta de la Casa Blanca y del Pentágono frente a Latinoamérica asume para los gobernantes estadounidenses una significación de primer orden. Muchos han sido los esfuerzos para definir esta política que, esencialmente, está determinada en lo profundo por la relación ya citada largamente por un tratadista en el sentido de que ella era y es exactamente la que puede existir entre el "jinete" norteamericano y el "caballo" latinoamericano. De este modo, para la potencia dominante América Latina es hoy el continente donde deben, como el imperio español en los siglos XVI, XVII y XVIII respecto de sus dominios de ultramar, construir una especie de cordón sanitario que impida el contagio de cualquier epidemia que pudiera poner en peligro el imperio de los grandes consorcios norteamericanos en nuestros países.
Las variantes de una antigua política.
Desde 1823, muchas recetas se han dado en Estados Unidos sobre dicha materia, y creo que, en el fondo, ellas no cambian esencialmente la doctrina Monroe. En ciertos momentos, como en la variante del "big stick" de Teodoro Roosevelt, no constituyen sino una puntualización más brutal de la misma tendencia. Hacia 1933, el PresidenteFranklin Délano Roosevelt formula una versión suavizada de ella: la "buena vecindad", que los mandatarios que lo suceden en la Casa Blanca reemplazan, de nuevo, con sucesivos retornos al gran garrote, que sembró de agresiones la historia de América Latina de la última mitad del siglo XIX y de lo que va corrido del siglo XX. Ese rosario es larguísimo y casi ininterrumpido y se realiza tanto bajo las versiones benevolentes como tremebundas de la misma política. Y así tenemos que uno de los últimos intentos de endulzar la rudeza de la represión de una política norteamericana que recurre a la agresión militar, como fue el intento del PresidenteKennedy llamado "Alianza para el Progreso", coincide con la invasión de Bahía Cochinos y con el propósito de derrocar, por la fuerza y la agresión armada dirigida por Estados Unidos, el Gobierno revolucionario cubano.
El fin de la Alianza para el Progreso y de la Revolución en Libertad.
Cuántas esperanzas cimentaron ciertos sectores de las burguesías latinoamericanas en la política de la Alianza para el Progreso. El propio Gobierno de la Democracia Cristiana nació como un hijo predilecto de ella. Las bendiciones fueron impartidas paternalmente desde la Casa Blanca. Cuando subió al poder el PresidenteFrei, Johnson, desde Washington, envió una salutación calurosa y entusiasta, manifestando que el Gobierno que iniciaba su gestión en La Moneda tendría, por cierto, todo su apoyo. Ya Johnson no es Presidente de los Estados Unidos. Contra el hábito norteamericano, no pudo presentarse a la reelección. Debió renunciar a ella anticipadamente, porque el fracaso en Vietnam lo había liquidado políticamente y no tenía ninguna probabilidad de afrontar con éxito la indignación creciente de la opinión pública de ese país, si llegaba de nuevo a las urnas. Johnson no es Presidente, y Eduardo Frei está en su cuarto menguante. Le quedan diez meses de Gobierno; ha descrito ya su parábola; la trayectoria de su Administración, evidentemente, no podrá variar y, en este momento, la gran tarea que enfrenta," en realidad, es la de su subsistencia y poder concluir su período constitucional. Esa sería su mayor victoria. Así como la Revolución en Libertad, quedó sepultada también su madre internacional: la Alianza para el Progreso, la cual ha tenido, después de una larga agonía, honras fúnebres ejecutadas, en Washington, por el PresidenteRichard Nixon, quien propone para América Latina un llamado "nuevo concepto de asociación", en oposición a las ideas propuestas, hace 8 años, por el PresidenteJohn Kennedy bajo el nombre de Alianza para el Progreso. El documento Rockefeller.
El prólogo y el transfondo del discurso del PresidenteNixon ha sido el informe evacuado por el Gobernador de Nueva York, fabuloso magnate petrolero, Nelson Rockefeller.
Estimo útil y necesario que analicemos su documento, porque en su texto prolongado se da un detalle prolijo y minucioso acerca de todas las premisas y proposiciones del diagnóstico y de las medidas que se sugieren para afrontar, por parte del Gobierno de los Estados Unidos, el problema de América Latina.
Para nosotros, éste es un asunto vital, porque nada de lo que está ocurriendo en nuestros países permanece ajeno al análisis y a las recomendaciones del magnate Nelson Rockefeller. Y nada de las líneas fundamentales de los Estados Unidos frente al destino latinoamericano, que se proyecta en los años próximos, estará al margen de las conductas y proposiciones que formula en su informe.
Rockefeller y el PresidenteNixon han actuado, en la confección de este documento, en íntima asociación con la desprestigiada Organización de los Estados Americanos. Aún más: según lo expresa el propio Nelson Rockefeller, fue su Secretario General, el señor Galo Plaza, recibido el primer día de la asunción del mundo en la Casa Blanca por Nixon, quien le sugirió el nombre de Nelson Rockefeller como el mejor emisario que podría enviar su Administración a América Latina.
Una gira desastrosa.
El hombre de los grandes negocios norteamericanos pasa como sobre fuego que lo quema el relato de la accidentada gira por nuestro continente. En verdad, fue una especie de fracaso rotundo de capital en capital, sellada por la muerte de estudiantes, por múltiples manifestaciones de repudio en todo el hemisferio. Estos manifestantes expresaron claramente su rechazo a la gestión del imperialismo norteamericano. A tal punto llegó su reprobación que, como lo recuerda en su informe, los Gobiernos de Chile y Venezuela pidieron que aplazara su visita, con lo cual tuvo que reducir su itinerario al número de 20 naciones.
Es evidente que las manifestaciones no fueron faltas de contenido. En términos de repulsa alcanzaron tan lejos, que inclusive muchos sectores del pueblo norteamericano las compartieron. Este estado de ánimo lo revela el hecho de que hace pocas semanas hayan desfilado frente al Consultado de los Estados Unidos grupos de ciudadanos norteamericanos que viven en nuestro país, manifestando su desacuerdo con la conducta del Gobierno y la agresión del imperialismo en Vietnam.
Quiero insistir en que una de las recomendaciones más graves de ese documento consiste en expresar una esperanza, que es una petición, en el sentido de que Canadá se una para dar, según el lenguaje del señor Rockefeller, una auténtica respuesta hemisférica a las preocupaciones comunes. Y no olvida señalar, en su prefacio, que el espectro que le quita el sueño es el temor hacia Cuba, e insiste en que su anhelo es que ella se reintegre a una sociedad que garantice los intereses norteamericanos y se amolde a la visión que Washington desea que reine en ese país en materia de Gobierno, a fin de asegurar sus "sacrosantos" intereses.
El oro y el hierro.
El informe Rockefeller es una pieza representativa hecha con toda la sutileza y sofisticación de un imperialismo que tiene a su servicio, para la confección de tales documentos, un gran "staff" de especialistas. Por cierto, combina no sólo lo que un revolucionario de nuestro continente llamó ofrecer simultáneamente "el palo y la zanahoria", sino que "el oro -y el hierro". Formula algunas críticas secundarias a los modos de relación norteamericanos respecto de América Latina en cuanto a materias económicas, arancelarias, de tarifas, y en distintos otros campos, en diversos planos de la vida social. Pero su interés de fondo es, por cierto, preservar los llamados "intereses especiales", es decir, la carta de privilegios que los inversionistas norteamericanos tienen en la mayor parte de los países latinoamericanos, aunque de labios afuera formule algunas críticas verbales. El lenguaje de este documento es moderno y, a trechos, autocrítico, en apariencia, rebosando, con todo, la actitud paternalista que Estados Unidos ha demostrado -dice- con demasiada frecuencia respecto de las otras naciones del hemisferio.
Un imperialista prototípico.
Objeta también cierta subestimación de la capacidad de nuestros pueblos para asumir por sí mismos responsabilidades frente al desarrollo futuro. Pero todo esto dice relación a un hecho que lo aterra: el reconocimiento de que las fuerzas del cambio andan desatadas en América Latina y que Estados Unidos no puede controlarlas con los viejos métodos. Por lo tanto, el informe es un intento, desde el punto de vista de los grandes negocios y de su política tradicional de dominación, para fortalecer las posiciones norteamericanas asociándose con las fuerzas represivas internas mediante sedicentes nuevas fórmulas que le permitan enfrentar las exigencias y peligros que esta hora representa para la preservación de sus privilegios.
A su juicio, con gran dolor, la llamada legitimidad del sistema de empresa individual es puesta en duda y desafiada en América Latina. Ello inspira terror, el más grande de los temores, al señor Nelson Rockefeller, uno de los más conspicuos representantes de lo que puede significar la empresa individual para un ser humano o para una familia, para un grupo pequeño o para un monopolio, puesto que los Rockefeller constituyen, por varias generaciones, una de las familias más poderosas de la tierra, con una fortuna amasada por la explotación y la miseria de países y continentes enteros.
Plan anticambio.
Una de sus inquietudes se concentra en lo que él llama "el nacionalismo que florece" en diversas zonas latinoamericanas "con fuertes matices anti Estados Unidos", según su lenguaje. Ello estaría conectado a. la existencia de una profunda frustración política, económica y social de nuestras naciones, que, sometidas al imperialismo, bajo el dominio del latifundio y de los monopolios internos en conexión con los externos, no han podido resolver el problema del pueblo ni de las respectivas naciones. Por cierto, para completar este cuadro apocalíptico no podía faltar en la pintura terrorífica que intenta el señor Rockefeller, el apuntar a las "fuerzas subversivas que operan a través del hemisferio" con gran rapidez para explotar y exacerbar -según sus palabras- cada una de las situaciones de urgencia, de hambre y descontento de las masas, guiándolas en sentido contrario a los grandes poderes y presiones que vienen del exterior.
Vale decir, este documento es una larga proclama contra el cambio. Reconoce que dicho impulso existe. Acepta, o debe aceptar, que la escena política en América Latina está dominada por la inestabilidad en el plano de las estructuras y de las sociedades, y que existe creciente demanda exigiendo respuestas profundas. Reconoce también que hay una tendencia creciente según la cual no puede haber una revolución en un país de América Latina si no es independiente del dominio de los Estados Unidos. Ve deambular temibles fantasmas por el campo y las ciudades: lo que llama "simiente del nihilismo y la anarquía" que se esparce por todo el hemisferio.
Este es el cuadro que lo asusta. Esta es la preocupación que a un millonario que personifica poderosísimos intereses internacionales le causa la máxima desazón. Y dice: "Debemos enfrentar a estas huracanadas fuerzas del cambio y reconocer que Estados Unidos no está en situación de controlarlas. Sin embargo, puede y debe tratar de comprender las fuerzas que operan en el hemisferio, y tener una visión y una respuesta inteligente y realista".
La confesión que no se hace.
No vacila en llegar a conceder ciertos gratuitos reconocimientos que, por cierto, no ponen en peligro sus propias inversiones, como aquel de que "la brecha entre los privilegiados y los no privilegiados tanto dentro de las naciones como entre ellas, es cada vez más amplia y más difícil de soportar". Yo estimo que un imperialista de su calado no puede llegar a la confesión real del verdadero problema ni a la causa profunda del malestar latinoamericano. No puede decir: "América Latina no tolera más los negocios del señor Rockefeller o de los grandes intereses norteamericanos". Reconoce que hay un viento de revolución, pero éste no radica, a su juicio, en la penetración de los propios consorcios norteamericanos, en la diferencia de la balanza de pagos ni tampoco en la responsabilidad de las oligarquías territoriales y señoriales que han hecho de este continente tan vasto una tierra incapaz de alimentar a su población; ni menos en los clanes financieros internos conectados en maraña inextricable con los intereses extranjeros, sobre todo norteamericanos. ¡No! No se indica con dedo acusador al responsable fundamental de las desdichas del continente, que explican el ansia revolucionaria en América Latina. ¿Cuál es este responsable número uno del fomento revolucionario en este hemisferio? Para el señor Rockefeller no es el imperialismo yanqui. Es ¡la radio de transistores! Este instrumento ha provocado una conciencia de los hechos y determinado que millones de individuos encerrados en el círculo oscuro del analfabetismo, en las más remotas e inaccesibles regiones de América Latina, se hayan dado cuenta de que existe una vida diferente para una minoría y de la cual ellos no disfrutan. Entonces, se vuelven disconformes con las estructuras del pasado y pretenden compartir los adelantos de la técnica.
Algo más que "la revolución de los transistores".
Esto es verdad, pero sólo en cuanto constituye un elemento complementario en el proceso de toma de conciencia. Es falso que sea la raíz última del problema. Ella radica en que hay, para un puñado de privilegiados, una vida hermosa con todos los adelantos y goces de la vida, en tanto que hay otra existencia para la inmensa mayoría de los desheredados, seres humanos como los otros, que no tienen acceso a los privilegios. Y de esto son culpables todo el grupo de los Rockefeller del mundo, todos los imperialistas, todos los reaccionarios de la tierra, el capitalismo como sistema.
Cierto es que los pueblos tienen ahora mayor conciencia y quieren un mundo mejor para ellos y más justo para sus hijos. Han esperado esto durante mucho tiempo. Su espera ha llegado al grado de saturación. Su sentir que son víctimas de tremenda injusticia los impulsa a la acción.
Nuevos fenómenos que desembocan en el cambio.
Es evidente que en América Latina la revolución marcha a pesar del imperialismo. Avanza, porque el progreso también conduce a la revolución. Igualmente, contribuyen a ella fenómenos como el gran desarrollo de la vida urbana, el crecimiento macrocefálico de las capitales latinoamericanas. Ciudades como Santiago, que en el curso de 30 años mutiplicó su población por cinco o por seis veces, vieron crecer esa corona de espinas y miseria que son las poblaciones "callampas" o marginales. Todo este proceso unió a la gente e hizo sentir a todos juntos, a ratos hacinados, sus dolores: se desencadenan las llamadas presiones de la sociedad urbana industrial, que también contribuyen a la toma de conciencia y desarrollan legítimas emociones que proyectan el sentimiento latinoamericano hacia la independencia.
Estados Unidos tiene, pues, que competir contra el paso de la historia y del progreso irrefrenable, que no siempre es justiciero, pues en manos del capitalismo no se traduce en bienestar, y que en muchas ocasiones significa más privación para los pueblos. Este sentimiento nacional y revolucionario crece en todos los países de nuestro continente que anhelan mayor independencia respecto del poder de los Estados Unidos.
La participación apasionada de la juventud.
Nuevos elementos explosivos se suman a este proceso de expresión de las ansias de emancipación total. Ello se observa no sólo en los nuevos sectores de la vida urbana, no sólo en un proletariado que manifiesta su definición antimperialista en todas las regiones de América Latina: se advierte en la suma de la gama íntegra de los sectores de la vida. Ahora dramáticamente estalla en una parte de la sociedad contemporánea que ha adquirido sensibilización especial respecto de las injusticias del capitalismo y del asedio del. imperialismo. Me refiero a la juventud, que en Europa Occidental, América Latina y también en los Estados Unidos, busca nuevos valores, más congruentes con la dignidad del individuo y con los derechos de los pueblos.
El señor Rockefeller conoció en carne propia la participación agresiva, virulenta y antidiplomática de los estudiantes, pues en todas las capitales en que se atrevió a presentarse sufrió el repudio a su misión con una fuerza que recordará todos los días de su vida.
Entre los trabajadores también sucede lo mismo.
Cambios en la Cruz y la Espada.
Tampoco puede el señor Rockefeller cerrar los ojos antes el hecho de que entre los fenómenos nuevos que sacuden la vida moderna, también en América Latina, está lo que él llama, con profunda apren-, sión, los cambios en el concepto de "la Cruz y la Espada", vale decir, de los militares y de la Iglesia Católica. Reconoce con preocupación profunda que ya el papel militar y eclesiástico en América Latina no es el que jugaron estas dos instituciones durante cuatrocientos años: servir de sanción espiritual la Iglesia, y las Fuerzas Armadas, de trinchera defensiva y ofensiva de los privilegios establecidos, de la estabilidad de las clases dominantes, que rigió como una verdad trágica el. atraso de Latinoamérica desde la conquista española o portuguesa.
Nuevos fermentos en la Iglesia.
Rockefeller manifestó con un asombro no exento de zozobra que, en el hecho, dentro de esas instituciones surgen elementos y fuerzas favorables al cambio social, económico y político. La Iglesia Católica, este cristianismo con casi dos milenios de experiencia, reconoce la necesidad de hacer un gran esfuerzo para adaptarse a una voluntad popular de mudanza. Dentro de los establecimientos castrenses, los rumores del mundo también penetran, provocando ciertas transformaciones de mentalidad, que son motivo de profunda preocupación para ellos.
Para el señor Rockefeller la posición de la Iglesia Católica en America Latina la hace, en ciertos casos, vulnerable a la penetración subversiva, pronta a llevar a cabo una revolución para poner fin a la injusticia. Pero, a su juicio, no sabe con claridad la naturaleza última de esta revolución misma ni del sistema gubernamental mediante el cual se puede realizar la justicia que busca.
Esta declaración del Informe Rockefeller se parece, como dos gotas de agua, a la que acaba de hacer el Gobierno defacto del Brasil, que acusa a los religiosos de ese país de ser agentes y cómplices del proceso revolucionario.
Por cierto, el análisis del mencionado informe respecto del papel de la Iglesia, de todos los fenómenos, es inevitablemente superficial; demasiado generalizante. Dentro de la Iglesia Católica en América Latina existen corrientes. Hay algunas que firmemente sostienen un pasado anclado durante cuatro centurias, que, a su juicio, debe seguir así "ad vitam aeternam". Otras, naturalmente, no pueden poner oídos sordos a los requerimientos de cambios.
USA y los ejércitos.
Pero, más que la Iglesia, al señor Rockefeller le inquieta la mudanza que advierte en la mentalidad de ciertos círculos militares. A la letra dice: "En muchos países de Sud y Centroamérica, los militares forman el más poderoso grupo político en la sociedad. Los hombres militares son símbolo de poder, autoridad y soberanía, y foco del orgullo nacional. Han sido tradicionalmente considerados en la mayoría de los países como los árbitros últimos del bienestar de la nación.".
Este es un temor de suprema importancia para el imperialismo norteamericano, porque ha gobernado en muchos países de
América Latina a través de la mano armada; ha alentado a los gobiernos militares, y respaldado económica, política e internacionalmente a las dictaduras castrenses; ha amamantado a todos los tiranos uniformados que han ensombrecido durante largas y ominosas décadas la historia latinoamericana. Su doctrina tiende a santificar ese pretérito, no sin alguna nostalgia. Rockefeller lo justifica diciendo que "virtualmente todos los gobiernos militares en el hemisferio han llegado al poder para "rescatar" al país de un gobierno incompetente o de una situación económica o política intolerable. Históricamente, estos regímenes han variado ampliamente en sus actitudes hacia las libertades civiles, la reforma social y la represión".
Ve con tristeza que no todos los militares continúan siendo lo que él añora: una fuerza conservadora que ha resistido el cambio.
Adaptar la tradición autoritaria.
Añade que "la mayoría de los oficiales provenían de la clase terrateniente" -cosa que en Chile no ocurrió así- y que "en años recientes, sin embargo, los propietarios de la tierra se han desplazado más y más a una vida industrial urbana. El servicio militar ha sido menos atractivo para sus hijos. Estos hijos ambiciosos de las clases trabajadoras han entrado en la carrera militar en busca de educación y de oportunidad de progresar". Y ahí está el enemigo que, como un caballo de Troya, se desliza en la ciudadela sagrada, en el baluarte de las instituciones armadas.
El señor Rockefeller recomienda entenderse con este nuevo tipo de militar que, a su juicio, debe "adaptar su tradición autoritaria a los objetivos de progreso social y económico”. El "nuevo militar".
Este es uno de los puntos claves, medulares del Informe mencionado: la acentuación de la importancia que atribuye a lo que llama el nuevo hombre militar, que perseguiría ciertos "objetivos de progreso social y económico", comprendido "el buen uso que debe darse al Poder", de acuerdo, desde luego, con lo que entiende el imperialismo norteamericano, o sea, manteniendo el estilo autoritario capaz de contener la ola revolucionaria.
No excluyo que lo que sucede en América Latina -inclusive ciertos hechos desarrollados en Chile en los últimos tiempos, conocidos de la opinión pública- sea enfocado por el imperialismo norteamericano a la luz de esta doctrina.
Para ellos, el panorama es el siguiente: los nuevos militares están motivados por dos atractivos, por dos intentos de seducción, el marxismo por un lado, y por otro, el imperialismo. Manifiesta el señor Rockefeller que es muy importante contrarrestar la influencia que pueda ejercer el enfoque marxista sobre la conciencia de algunos círculos castrenses, describiéndoles el encanto del "american way of lite", aprovechando el conocimiento que muchos militares de los países latinoamericanos han obtenido a través de los programas militares de adiestramiento que Norteamérica lleva a cabo en Panamá y en Estados Unidos. O sea, su posición es absolutamente clara frente a los militares desarrollistas y al peligro de una seducción marxista: entregar la visión deslumbradora del modo de vida norteamericano e insistir en la necesidad de adiestrarlos en Panamá y Estados Unidos para que sean sus "hombres fuertes" en los países respectivos.
La sombra de Fidel Castro.
Naturalmente un planteamiento de esa naturaleza va hacia el fondo de su preocupación decisiva, lo que ellos llaman la "subversión comunista". Claro que el señor Rockefeller no será un hombre que deje de cargar las tintas para realzar lo que él llama el alarmante potencial de esta amenaza sobre el continente.
El personaje central de este peligre, por cierto, es Fidel Castro, que le sugiere tremenda preocupación. A su juicio, el auge de todas las fuerzas revolucionarias hace que el comunismo sea un factor grave en el hemisferio occidental para los intereses imperialistas. Y sale al encuentro de lo que estima un serio error: un cierto menosprecio de la opinión pública de los Estados Unidos al subestimar este peligro.
Por esa razón, dicho informe pretende ser una especie de nuevo evangelio o viejo recetario que propone al Gobierno norteamericano ciertas supuestas "soluciones" para los próximos 10 años.
En tal sentido, frente a la frustración por la falta del ritmo de desarrollo en América Latina, advierte a los Estados Unidos que, para conjurar la tendencia a volcarse a los cambios que experimenta gran parte de la población de América Latina, debe tenerse un ojo atento a fin de evitar que los militares puedan adoptar una posición que no convenga a sus intereses. Por el contrario, debe estimulárseles que logren el poder, a fin de "encauzar la violencia" y el espíritu de cambio, para que lo que él llama el creciente "nacionalismo", que cubre una gama muy amplia de agrupaciones políticas, no se haga en términos que pongan en riesgo o puedan disminuir el dominio y la influencia de los Estados Unidos desde México hasta Chile.
El ángel vilipendiado.
El Informe proclama que el futuro de la influencia yanqui en América Latina está ahora en juego.
Naturalmente, describe a su país -en mucho, al imperialismo- como una especie de entidad inocente y calumniada, que no tiene mayores responsabilidades, a pesar de lo cual se le considera como el chivo emisario, como el ángel vilipendiado que recibe las bofetadas.
Agrega que por el momento hay un solo Castro en el hemisferio, pero que puede haber más en el futuro, lo cual crearía un problema extremadamente difícil a los Estados Unidos.
Sostiene que Estados Unidos sabe que las otras Repúblicas de América Latina dependen de él para los requerimientos de sus bienes de capital, pero asimismo "Estados Unidos depende de América Latina para proveer un vasto mercado para nuestros productos manufacturados".
La amenaza de la explosión demográfica.
Reconoce con temor que el aumento de población de América Latina hará que, de 250 millones de habitantes que tiene nuestro continente en la actualidad, llegue a 643 millones en treinta años más, es decir, en el año 2.000, superando larga y holgadamente a la población de Estados Unidos. "Esta situación" -dice- "hará que nuestro país quede política y moral- mente aislado de parte o mucho del hemisferio occidental. Si esto ocurriese, las barreras para nuestro crecimiento colectivo se convertirían en formidables".
Avizora, pues, como a un fantasma feroz que el desarrollo y crecimiento de la población latinoamericana hagan que al cabo de treinta años ésta sea más del doble de la de Estados Unidos. Por lo tanto también da recetas para contenerla, mediante la llamada "regulación de la familia".
Epitafio para la "democracia representativa".
Considera que Estados Unidos debe guiarse por un criterio distinto del sostenido por el ex PresidenteKennedy, de simpatía hacia los llamados regímenes de democracia representativa. ¡Esto se acabó! Estados Unidos debe adoptar una actitud más pragmática; vale decir, desplazar -agrega hipócritamente-, la responsabilidad del proceso de desarrollo interno a las propias naciones de América Latina, entenderse con el Gobierno que sea, y si es un despotismo militar pavoroso, no hacer ningún asomo de desagrado; por lo contrario, alabar a los jefes dictatoriales, porque la razón suprema de la política de los Estados Unidos está en que sus intereses no sean afectados por la llamada insurgencia y la subversión. Por ese motivo, es preciso entenderse con los dictadores, no convertirse en evangelistas del régimen de la democracia representativa; sustentar como divisa sagrada la "inversión privada en el extranjero", que ella se convierta en ley. Para ello se propone la creación de una corporación en ese sentido y, también, "cooperar con los organismos regionales, entre las naciones del Hemisferio Occidental", en especial, con aquellas que les permitan dominarlas desde adentro para extender la red tentacular de sus conveniencias. Estados Unidos, con el PresidenteNixon y este informe de Rockefeller, destroza ciertos telones rosados de retórica "democrática" para proclamar que es menester buscar vías empíricas, sin necesidad de dar un juicio moral sobre los Gobiernos, basándose, en forma exclusiva, "en meras conveniencias prácticas", según su expresión.
Un esfuerzo de comprensión fenicia.
Para ello, lo más importante es contener lo que denomina "las fuerzas de la anarquía, el terror y la subversión que corren por las Américas". Por tal motivo, hay que detener la capacidad subversiva de estas fuerzas por cualquier medio; pero, a su vez, no se oculta que "si bien los militares en las otras naciones americanas están alertas al problema de la seguridad interna, no creen que éste sea su único papel y responsabilidad". Dice:"Poseen un comprensible orgullo profesional, que crea también comprensibles deseos de tener armas modernas". Esta fórmula es muy exacta y, también, muy pragmática, porque determina la necesidad de que Estados Unidos se convierta en proveedor armamentista de América Latina, sin ningún obstáculo y sin ningún escrúpulo. Expresa que si ellos no lo hacen, el resultado es "un natural resentimiento de parte de los militares de otras naciones americanas, cuando Estados Unidos rehúsa venderles elementos modernos para equiparse". Entonces, hay que venderles armas. Deben respetar y cultivar a los líderes militares de las repúblicas latinoamericanas, desechar y destruir la sensación de que ellos, los norteamericanos, los mantienen en condición de ciudadanos de segunda clase, en circunstancias de que "su papel político es cada vez más importante". Por lo tanto, el señor Rockefeller insiste en que los caudillos militares de América Latina no deben ser más criticados por la opinión pública de los Estados Unidos. "Esta crítica es funesta. Tenemos que respetarlos". Y, "en muchos casos, será más útil para el Gobierno norteamericano tratar de trabajar con ellos en estos esfuerzos antes que abandonarlos o insultarlos como resultado "de que nosotros estemos condicionados por estereotipos ideológicos arbitrarios".
También dulzura para la policía.
Después de recomendar tanta amabilidad para los gobernantes militares, propone también que la dulzura alcance a la policía. Agrega que "no hay en Estados Unidos una apreciación completa del importante papel" que juega la policía en América Latina. En la actualidad -dice - las fuerzas policiales son muy importantes, y el papel que desempeñan en la seguridad interna interesa mucho a Estados Unidos y, por ese motivo, propone también ayuda material para ellas.
Recomienda la necesidad de que su país coopere con las naciones de América Latina en medidas destinadas a fortalecer la seguridad interna. Pero propone la creación de un "Consejo de Seguridad del Hemisferio Occidental dirigido por civiles" -aparte los militares-, "para lidiar con las fuerzas de subversión", y un programa de asistencia para la seguridad. A su juicio, "Estados Unidos debe invertir la reciente tendencia descendente en materia de donaciones para asistencia, en la capacitación de fuerzas de seguridad". Es decir, se trata de fortalecer "los programas de capacitación que traen personal militar y policial de las otras naciones del Hemisferio a los Estados Unidos y a los centros de entrenamiento de Panamá". Hay que responder con generosidad "a los pedidos de la policía y fuerzas de seguridad". Debemos ser protectores dadivosos, con mano abierta -según la expresión de Rockefeller-, "para atender a los requerimientos en materia de camiones, "jeeps", helicópteros y equipo similar para proveer movilidad y apoyo logístico para estas fuerzas; equipos de radio y otros equipos de control del comando para la adecuada comunicación entre las fuerzas; y armas livianas para las fuerzas de seguridad". Es la recomendación de que se generalice la técnica con la cual, entre norteamericanos y reaccionarios bolivianos, dieron muerte al Comandante "Che" Guevara en Bolivia.
El negocio de la muerte.
Insiste en la necesidad de las "ventas militares para la defensa", en "la modificación de las enmiendas Conté y Sy- mington para permitir que Estados Unidos puede vender1 aviones, buques y otros equipos militares de importancia" -¡ojo!- "a las naciones más desarrolladas del hemisferio,... “Vale decir, pretende que las naciones más grandes o más poderosas del continente, o sea, en Sudamérica, Brasil y Argentina, tengan preferencia para esos materiales. Y agrega: ". .. sin penarlas con la interrupción de ayuda, cuando estas naciones consideren que estos equipos son necesarios para proteger su territorio, patrullar sus costas y espacio aéreo". De manera que dentro del concepto de la estrategia política de Estados Unidos, se plantea el apoyarse para el control de determinadas regiones en los regímenes "gorilas", armándolos de manera especial contra aquellos países que no le dan seguridad total en cuanto a lealtad a los intereses del imperialismo.
Además, el señor Rockefeller opina que a esos países se les "debe permitir comprar tales equipos mediante órdenes de compra colocadas directamente con el Departamento de los Estados Unidos"; o sea, directamente con el Pentágono. Propone una relación de ejércitos y de regímenes reaccionarios con el Pentágono, a través del llamado "Programa de Asistencia Militar".
Máximo aliento a la inversión privada.
Junto a esto, que es lo esencial del documento, naturalmente se desparrama una abundante verborrea retórica, de tono mercenario o liricoide, a través de la cual se proponen algunas innovaciones en materia económico-social. Si formula cierta crítica a la Alianza para el Progreso. El señor Rockefeller dice que "muchas de las esperanzas generadas al comienzo de la Alianza carecían de realismo" y ahora propone cosas más sensatas: "la inversión privada, especialmente la inversión extranjera", a la que hay que bendecir. Agrega que la falla fundamental de los Gobiernos latinoamericanos es su falta de amplio reconocimiento de la importancia que tiene la inversión privada, o sea, los propios negocios del informante y de su clase. Su recomendación esencial se centra precisamente en ello: "Estados Unidos debiera proporcionar el máximo aliento a la inversión privada a través del hemisferio".
Sus recomendaciones sobre la educación, la ciencia y la cultura tienden exactamente a lo mismo, a penetrar en todo este amplio campo a fin de facilitar la penetración norteamericana. La misma inspiración anima sus referencias a la llamada "fuerza laboral", magnificando la importancia de los supuestos "sindicatos libres del hemisferio", o sea, los sindicatos dominados por la A.F.L. y la C.I.O.S.L., vale decir, por los norteamericanos. Lanza, en la otra cara de la moneda, sus imprecaciones iracundas en contra de la clase obrera independiente.
Recomienda, como conclusión en dicho aspecto, la ayuda técnica para el "desarrollo del sindicalismo libre", experiencia que ya hemos tenido en Chile y que ha servido para la corrupción desenfrenada, creando verdaderos nidos de ratas, al estilo de algunos sindicatos norteamericanos que hemos visto incluso en películas filmadas por ellos mismos.
Recomienda un desarrollo rural, "incluyendo una reforma agraria apropiada a las necesidades del país"; vale decir, una reforma agraria que a lo sumo introduzca el capitalismo en el área del campo.
Ciertas cifras trágicas por cuenta de los consorcios.
Sobre la salud, hace algunos reconocimientos. En verdad, la situación física de América Latina es terrible. Hay 741 mil defunciones infantiles al año -dice- en las naciones de América Latina, que podrían ser evitadas. Y de estas defunciones, 450 mil fueron de niños menores de un año. En cuanto a las de niños menores de 5 años de edad, éstas representan, aproximadamente, 44% de las muertes en toda América Central y del Sur, porcentaje que se compara con el 8% para América del Norte.Por cierto, Rockefeller dice que una de las causas principales de las defunciones infantiles es el agua contaminada. Pero ésta, a su vez, es producto de la miseria, la cual es ocasionada por el atraso derivado de la explotación de este continente a manos del imperialismo y de las fuerzas regresivas.
En cuanto al hombre del medio rural, el informe mencionado, dice: "El campesino se acuesta hambriento todas las noches de su vida. Probablemente nunca verá un médico, un hospital, un dentista o una enfermera. Tiene poca esperanza de ser vacunado contra la viruela o inoculado contra la fiebre tifoidea, el tétano o la fiebre amarilla. Si se enferma, no hay medicinas; confía en que o bien mejorará, o bien morirá.
"El ciudadano promedio de América Latina puede esperar una longitud de vida de 57 años, comparada con 70 años para un americano del norte."
Además, la desnutrición del niño, en el período prenatal y de los primeros cinco años, puede debilitar -esto es completa verdad; lo dicen también los técnicos chilenos- las células cerebrales hasta tal punto, que el niño puede no llegar a adquirir nunca la capacidad normal de aprender. Ello también es responsabilidad que se carga en la cuenta fatídica del imperialismo norteamericano.
Flores de papel para la mujer.
Y de todo este mosaico heterogéneo de preocupaciones, ¿cuál es la fundamental del señor Rockefeller? Aquella que hemos visto: el aumento de la población. "Si continúa" -dice- "la extraordinaria tasa actual de aumento, el número de personas en las otras repúblicas americanas será más del doble de la población actual, en menos de 30 años". Entonces, recomienda el planeamiento familiar, el control de la natalidad y, por cierto, ya hemos visto cuál es el interés de los Estados Unidos en esta materia.
El informe en referencia no podía olvidar algunos versos para la mujer. Está inquieto porque la mujer de América Latina entra también en la vida contemporánea, en la actividad o trabajo urbano, en la educación, en la salud; se agita por los problemas de la política. Considera que ella también debe ser fascinada por el "canto de sirena" norteamericano, a fin de impedir su desplazamiento hacia el terreno amenazante del descontento y de la lucha en contra de los intereses privilegiados.
Moderna doctrina de filibusteros.
Esta es, en síntesis, a pesar de la extensión de mis observaciones, la visión que propone el señor Rockefeller como una especie de nueva "doctrina filibustera" para la política de los Estados Unidos "en los próximos diez años", respecto de América Latina. Estamos advertidos. Podremos perseguir las huellas digitales de su acción en el continente.
En la mañana de hoy se dijeron cosas que nosotros no podemos revelar en sesión pública; pero es evidente que el informe Rockefeller demuestra que no es posible concebir al azar y la simple coincidencia como forma de relación internacional entre esta política y la nuestra. Existe todo un mundo subterráneo y subyacente que está actuando para ahogar las ansias de cambios que estremecen a América Latina entera.
El PresidenteNixon suscribe, en su mayor parte, los planteamientos del señor Rockefeller. Algunos no aparecen siendo suyos; pero, en su orientación general, estas 140 ó 150 páginas, emitidas después de un largo estudio y tras la vapuleada gira por este continente del multimillonario Gobernador de Nueva York, con la asesoría de muchos especialistas en penetración norteamericana, hacen recomendaciones que, a mi juicio, son tremendamente graves, y se están sintiendo ya en Latinoamérica. Tal vez una de las peores la constituye el prohijamiento de nuevas dictaduras para América Latina, como un intento desesperado para contener, por la fuerza, la violencia y la represión, el fermento de revolución irreprimible que está alentando en el espíritu de nuestra América.
Sus huellas digitales en América Latina.
Para terminar, deseo manifestar que el informe de Rockefeller es un texto digno del estudio de todos los chilenos que tienen alguna responsabilidad política, pues él se proyectará a las más diversas esferas. No considero que esto signifique preocuparse de un tema foráneo y extraño a nuestras necesidades. Es un asunto que se inscribe como una pieza fundamental en la comprensión de las corrientes y tendencias imperialistas respecto de la vida política latinoamericana y, en consecuencia, chilena. Seguramente, en el período de zozobra que ya está viviendo el país, en las dificultades de nuestro futuro, también se irán manifestando de alguna manera las huellas de la política postulada por Rockefeller en nombre del imperialismo yanqui.
Frente a tal informe, tenemos una posición de absoluto rechazo. Hace algunos días se reunió el XIV Congreso del Partido Comunista de Chile. Tuvimos la satisfacción fraternal de contar con la asistencia de representantes de otros Partidos Comunistas de América Latina. Conversamos con ellos. El hecho fresco, inquietante, era el informe Rockefeller. En conjunto, redactamos una declaración que, aparte puntualizar las tendencias esenciales de la política enunciada allí, señala, al mismo tiempo, el repudio enérgico y el ademán de combate de los comunistas llamando a todos los antimperialistas del continente para hacer que este plan Rockefeller no se convierta en verdad, sino que el viento de cambios que convulsiona a nuestro continente desde el Río Bravo hasta la Patagonia, logre su desarrollo orgánico, lógico y libre, a fin de que las naciones latinoamericanas puedan hacer su revolución, introducir las innovaciones políticas, económicas y sociales de fondo, absolutamente indispensables para solucionar los problemas de nuestros pueblos.
Al finalizar mis palabras, quiero pedir que se inserte en el cuerpo de mis observaciones el texto de la declaración- conjunta emitida por los representantes de los diversos Partidos Comunistas que concurrieron a nuestro XIV Congreso, en respuesta al informe de Rockefeller.
El señor
En el momento oportuno se recabará el acuerdo de la Sala.
-El documento cuya inserción se acuerda más adelante es el siguiente:
"Los partidos comunistas latinoamericanos que se encontraron en Santiago, a fines de noviembre de 1969, con ocasión del XIV Congreso de! Partido Comunista de Chile, llaman la atención a los pueblos latinoamericanos acerca de la gravedad de los pronunciamientos neocolonialistas contenidos en el discurso de Nixon y en el informe de Rockefeller. Ellos constituyen la expresión de un nuevo giro de la política de dominación que ejercen los grandes monopolios y guerreristas norteamericanos sobre nuestros países.
La presencia de Cuba socialista no sólo mina esta dominación imperialista norteamericana, sino que sus éxitos en la construcción del socialismo pone en evidencia que es posible la victoria contra este poderoso enemigo. Se ha profundizado la lucha de clase, a nivel continental.
Como es sabido la "Alianza para el Progreso" sufrió un estrepitoso fracaso, reconocido ahora hasta por sus propios autores. No podía ser de otra manera. Las medidas propugnadas por algunos gobiernos burgueses y estimuladas dentro de esta concepción de la "Alianza" estaban destinadas a reforzar el grado de dependencia de nuestras economías con respecto a los monopolios norteamericanos.
Esta política colonizadora encontró seria resistencia en las más amplias masas. Los más diversos sectores han comprendido por la propia experiencia que no puede haber progreso nacional dentro de los marcos del neocolonialismo norteamericano.
Los grandes combates realizados por la clase obrera en estos años, las movilizaciones de los estudiantes y capas profesionales, la lucha por la tierra adelantada por importantes masas campesinas, la nacionalización de empresas petroleras en el Perú y Bolivia, los choques armados en la ciudad y en el campo, la aparición en el seno de las Fuerzas Armadas de algunos países y de la Iglesia de corrientes democráticas y antimperialistas, son expresiones de la resistencia contra esta política y la búsqueda de nuevos caminos que conduzcan a nuestros pueblos a la formación de gobiernos democráticos y populares que interpreten los anhelos liberadores de nuestras repúblicas latinoamericanas.
Predominan tendencias intervencionistas.
Según Rockefeller, existe el "peligro de que surja otra Cuba en América Latina". En respuesta al ímpetu revolucionario que crece en toda América Latina, a la exigencia de cambios estructurales, a la inestabilidad política y social que recorre el Continente, Nixon y Rockefeller proponen que:
"Estados Unidos responde a los pedidos de asistencia de la policía y fuerzas de seguridad de las naciones hemisféricas proveyéndolas de los instrumentos esenciales para llevar a cabo este trabajo.
"Por tanto, Estados Unidos debe satisfacer los pedidos razonables de otros gobiernos del hemisferio en materia de camiones, jeeps, helicópteros y equipo similar para proveer movilidad de apoyo lo- gístico a estas fuerzas, equipos de radio y de control del comando para la adecuada comunicación entre las fuerzas y armas ligeras para las fuerzas de seguridad". (Informe de Rockefeller).
Nixon y Rockefeller recomiendan, en los hechos, aplicar la misma receta fracasada en la primera etapa de la agresión de Vietnam, una variedad de la "guerra especial", que aquí se traduciría en el lema de que los latinoamericanos maten latinoamericanos para mayor provecho del imperialismo y de la sacrosanta inversión privada de los monopolios norteamericanos, empezando por los del propio clan Rockefeller.
En la práctica es una confesión del predominio en las esferas gobernantes de Estados Unidos de las tendencias a la intervención armada directa en los países de América Latina, con la complicidad de los gobiernos entreguistas.
A esto se agrega la insistencia en poner en práctica iniciativas del Pentágono, anteriormente rechazadas, de crear un Comando Ccordinador de las Fuerzas Armadas y Policiales del Continente, versión renovada de las Fuerzas Interamericanas de ||AMPERSAND||quot;Paz" (FIP).
Esto significa un brutal desafío a los pueblos de América Latina. La notificación alcanza también a todos aquellos que pretendan, aun cuando sea tímidamente, adoptar medidas favorables a un desarrollo independiente.
Evangelio de piratas.
El apoyo de los imperialistas norteamericanos a las dictaduras militares y civiles proyanquis y terroristas, la tendencia a crear un organismo represivo a escala continental y a reforzar los aparatos represivos en cada país es una demostración de temor y de debilidad del enemigo común.
Es necesario remarcar ante la opinión latinoamericana que estamos enfrentados a un enemigo pérfido, astuto, experimentado en combinar los métodos más crueles y represivos, con la demagogia, con concesiones a sectores de las clases dominantes que les son fieles y que necesitan para conservar su dominio.
Esa es la explicación de los otros temas que abordan Nixon y Rockefeller intentando responder a algunas de las exigencias de sectores de las clases dominantes, por un lado, de apaciguar con promesas ya gastadas a determinados sectores populares, por otro.
De antemano podemos vaticinar que todos estos planes chocarán con las exigencias de los pueblos por su desarrollo independiente y, por tanto, correrán la misma suerte de la "Alianza para el Progreso".
Este vaticinio lo hacemos con tanta más seguridad porque las posiciones mundiales de Estados Unidos se han debilitado, porque el ascenso del mundo socialista es cada día más un polo de atracción para los pueblos latinoamericanos, porque la resistencia del heroico pueblo vietnamita se transforma en un ejemplo de cómo combatir y hacer morder el polvo de la derrota militar, diplomática y política al "gigante" norteamericano. Porque nos encontramos en un momento cuando las fuerzas del socialismo, obreras, revolucionarias y liberadoras retoman la ofensiva en los más diversos rincones del mundo y acorralan a los monopolios y guerreristas norteamericanos en sus pretensiones de "gendarmes de la reacción mundial" y de amos del mundo.
El discurso de Nixon y el informe de Rockefeller son un nuevo evangelio de piratas. Implican la persistencia en las viejas prácticas neocoloniales, del "gran garrote", jamás abandonadas por estos explotadores de pueblos.
Exhortación de partidos comunistas.
Los Partidos Comunistas Latinoamericanos que suscribimos este llamamiento exhortamos:
A la unidad más amplia de todos los patriotas latinoamericanos civiles y militares, con la clase obrera a la cabeza, para rechazar estos planes neocoloniales y esta declaración de guerra expuestos ahora por los más genuinos representantes del imperialismo norteamericano Nixon y Rockefeller.
A la unidad de la clase obrera, a nivel nacional y continental, como requisito para que ella se convierta en centro de la unidad democrática y popular y motor de los cambios revolucionarios que nuestros países tienen colocados a la orden del día.
A la defensa de los derechos humanos y de las libertades democráticas, amenazadas en unos países y abiertamente pisoteadas en otros; a la preservación de conquistas nacionalistas y progresistas logradas a través de duros combates contra la dominación imperialista.
A la solidaridad con la heroica lucha del pueblo vietnamita, cuya victoria contra la criminal agresión yanqui está creando nueva correlación de fuerzas en la lucha antimperialista mundial favorable a los combates liberadores.
A la defensa combatiente de la revolución cubana, a la lucha contra el bloqueo imperialista de que es objeto, a la divulgación de sus éxitos en la construcción del socialismo.
Al expresar nuestro repudio categórico al discurso de Nixon y al informe Rockefeller, los comunistas estamos seguros de interpretar los intereses más profundos y los anhelos más nobles y sentidos de nuestros pueblos que quieren emanciparse del imperialismo, hacer su propia e inevitable revolución y conquistar su definitiva independencia en marcha hacia el socialismo.
Firman:
Partido Comunista de Argentina; Partido Comunista de Bolivia; Partido Comunista Brasileño; Partido Comunista de Ecuador; Partido Comunista de México; Partido Comunista de Perú; Partido Comunista de Paraguay; Partido Comunista de República Dominicana; Partido Comunista de Uruguay; Partido Comunista de Venezuela, y Partido Comunista de Chile.
Santiago, noviembre de 1969."
El señor
Se levanta la sesión.