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Homenaje
HOMENAJE EN MEMORIA DE DON TUCAPEL JIMÉNEZ ALFARO.

Autores

El señor MONTES (Presidente).-

En nombre del Partido por la Democracia, rinde homenaje el Diputado señor Felipe Letelier.

El señor LETELIER, don Felipe (de pie).-

Señor Presidente , en esta ocasión me ha correspondido el especial honor de rendir homenaje, en nombre de mi bancada, a don Tucapel Jiménez . Digo “especial honor”, porque pocas semanas antes de su cobarde asesinato tuve la oportunidad de conversar con él en Ciudad de México.

Es obvio que para mí era muy importante hablar con un hombre que iba de Chile al país en que me encontraba exiliado.

Fue una persona de gran racionalidad. En ese momento, debido a que convinimos en que el país estaba dividido, reinaba la violencia y era gobernado con soberbia y odiosidad, lo que era conocido de manera universal, manifestó ante varias personas, entre ellas Hugo Miranda , Anselmo Sule , Carlos Morales Abarzúa (que en paz descanse) y de quien habla, que estaba absolutamente convencido de que la única manera de avanzar hacia una salida pacífica, de retornar a la tranquilidad, a un estado de derecho, democrático, en el que las personas fuesen respetadas por su pensamiento político y por sus creencias religiosas, era con la unidad de los chilenos que no apoyábamos el régimen dictatorial y criminal.

Por eso, cuando en febrero de 1982 nos enteramos de su muerte, afloraron sus palabras y el recuerdo de su visita reciente, y nos preguntamos por qué un hombre sencillo, de hablar pausado, de trayectoria gremial, había resultado tan peligroso para quien detentaba todo el poder. Y la conclusión saltó a la vista: porque había mencionado la palabra “unidad” -clave para la recuperación de la memoria y de la vida democrática del país-, vocablo que comenzaba a escucharse con fuerza entre los sectores libertarios y democráticos. Sin embargo, se equivocaron quienes pensaron que con la eliminación de un líder de los trabajadores, se amedrentaría la conciencia colectiva del país. Muy por el contrario, con su muerte se multiplicó el discurso unitario, se sumó más gente a su llamado, y el episodio de barbarie que representó su asesinato se convirtió en la prueba palpable de que Chile necesitaba un cambio rotundo hacia un sistema democrático, que asegurara la convivencia pacífica de los ciudadanos.

Señor Presidente , no deseo hacer una semblanza biográfica de Tucapel Jiménez Alfaro , pues se ha dicho mucho acerca de su vida: comenzó a trabajar a los 16 años en los lavaderos de oro, ingresó a la Administración Pública en 1951, fue militante y luego expulsado del Partido Radical; fue partidario y opositor al gobierno de Salvador Allende; apoyó y después fue contrario al gobierno militar, el cual terminó con su vida.

Fue partidario y opositor al gobierno de Salvador Allende, pero no fue asesinado. Fue asesinado por el gobierno militar.

Además, fue creador del grupo de los diez opositores, hincha del Colo Colo, presidente de la Anef.

En realidad, fue tan amplia la vida del hombre a quien rendimos este homenaje y rica en momentos y hechos, que cada uno de ellos podría ocupar buena parte del tiempo en recordarlo.

Por ello, quiero detenerme en una frase de don Tucapel, que refleja la esencia de su actuar y trasunta el hilo conductor de su vida como hombre público.

A finales de 1978, un grupo de organizaciones sindicales internacionales, como la Aflcio, Ciosl, Clat y otras, anunciaron un boicot en contra de Chile en protesta por el trato discriminatorio que se daba a los trabajadores en lo que la dictadura denominó “plan laboral”.

En aquella oportunidad, los integrantes del grupo de los diez fueron acusados de ser los instigadores de un movimiento en contra de Chile. Tucapel Jiménez respondió: “No hemos tenido participación ni a favor ni en contra del gobierno de Chile. Nosotros siempre luchamos por lo mismo: la libertad sindical”.

Dicha frase es, quizás, el resumen del ideario de Tucapel. En ella es posible vislumbrar la presencia del legado de quien fuera su antecesor en la presidencia de la Anef: don Clotario Blest, quien defendió por todos y ante todos la independencia y autonomía del movimiento sindical.

Tucapel, desde su cargo de presidente de la Anef , luchó con honor y hombría en contra de la lógica que inspiró al gobierno militar al tratar de imponer un modelo económico que se basó en el descrédito de la actividad del Estado y en destacar la ineficiencia de los funcionarios públicos.

Él perteneció a aquella generación que proclamaba que el fin del Estado es el bien común y que se es eficiente en la medida en que ese fin se logra. Por ello, criticó duramente a quienes pretendieron instalar en el sentido común la idea de que la única motivación para producir eficientemente es el beneficio personal y el lucro.

Vio con desesperación cómo se traspasaron las funciones públicas al sector privado, cómo se menoscabó el rol fiscalizador y regulador del Estado, cómo se exoneró masiva y arbitrariamente a la gente de su gremio, cómo se redujeron al mínimo sus remuneraciones, se empeoraron sus condiciones de trabajo y se persiguió sin tregua a sus dirigentes.

Por todo ello, Tucapel levantó su voz y, con su formación de hombre libre y espíritu profundamente humanista, buscó la unidad y el entendimiento entre todas las fuerzas democráticas de la nación.

Tucapel Jiménez Alfaro , sin duda, será recordado como uno de los grandes actores sociales de Chile en el siglo XX. Su ejemplo como promotor de cambios en favor de los trabajadores y su permanente llamado a la unidad -según sus palabras, premisa básica de una lucha efectiva-, deberá servir de guía para los actuales y futuros dirigentes gremiales.

Hoy, a punto de cambiar de milenio, a casi dieciocho años del asesinato de Tucapel Jiménez y viviendo en democracia, los autores de ese crimen aún no han sido sancionados. Confiamos en que el nuevo curso que los tribunales han dado a la investigación culmine con el pleno esclarecimiento y castigo de los culpables.

Sean mis palabras sencillas un homenaje sentido a Tucapel Jiménez , y, a través de su recuerdo, un reconocimiento a todos los trabajadores públicos que, como él, dignifican y entregan valores de bien común a los habitantes de nuestra patria.

He dicho.

(Aplausos).

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