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Homenaje
HOMENAJE EN MEMORIA DE POETA ÓSCAR CASTRO

Autores

El señor DÍAZ .-

Señor Presidente , señores Senadores, a petición del grupo "Los Inútiles" de Rancagua, esta tarde rindo homenaje en memoria del poeta rancagüino Óscar Castro , con motivo de conmemorarse el 50° aniversario de su fallecimiento.

Resulta quizás disonante que en esta Sala y en este mes del Presupuesto, ítems, partidas y glosas, yo hable de un poeta muerto hace ya medio siglo.

Para no desentonar, empezaré con el tema que convoca y mantiene en vilo a todo el país: el presupuesto, pero el de Óscar Castro.

Óscar Castro nació con un presupuesto flaco. Él nos lo dice:

"Yo que nací desnudo y que nunca he tenido

más que un surco de angustias y un sembrado de estrellas"

Su condición pasó a misérrima por su padre, tan prolífico como irresponsable, que abandonó a la familia.

La pobreza fue la compañera inseparable durante su corta existencia, que se inicia en calle de nombre heroico -O'Carrol-, en la ciudad mártir, en el año Centenario de la Independencia Patria.

Debió trabajar desde niño. Entre sus muchos y efímeros oficios, fue repartidor de pan en desvencijado carretón, ventaja neta respecto de su coterráneo Samuel Román , que lo repartía en canastos, en la misma ciudad. Supongo que no se disputaban la clientela.

Pareciera que el numen poético es más amigo de los pobres y de los provincianos. Al menos, es lo que observamos en nuestro país, que tiene el privilegio de dos Premios Nóbeles.

Nuestro mar Pacífico arrulló los primeros sueños e inspiró los iniciales poemas de "La Abeja de Fuego", como llamó Pablo Neruda a la viñamarina María Luisa Bombal . El mismo mar, templado en el Norte Chico, dio los cimientos líricos para que Manuel Magallanes Moure construyera "La Casa junto al Mar" y los vientos marítimos llevaron los versos que recitaba Víctor Domingo Silva "Al Pie de la Bandera". Brisas cordilleranas y deshielos primaverales del Elqui encumbraron y regaron los de la Mistral y las torrenciales lluvias sureñas mojaron la melancolía de Neruda.

En la tierra de San Carlos nace Violeta, olorosa y discreta Parra que sombrea y da versos y cantos en los huertos provincianos. La acompaña Nicanor y es cercano Pablo de Rokha.

Del carbón primigenio de Lota, Samuel Lillo , con su incansable pluma, talla puros diamantes literarios.

¡Qué privilegio constituye que algunos personajes nos llamen provincianos!

Castro, huérfano real de padre vivo, es autodidacta que nos da clases magistrales sobre la naturaleza y la vida.

No estudia ni juega con amigos y en su soledad clama por esa ausencia:

"Liceo de mi ciudad

¡o volantín de mi infancia!

Yo no jugué por tus patios

como otros niños jugaron"

Se culpa de faltas inexistentes, siendo ya profesor del plantel que hoy lleva su nombre:

"Liceo del pueblo mío

perdóname la tardanza

yo debí venir de niño

con mis inquietudes blancas"

Su infancia lo marca dolorosamente. No se la lleva el tiempo ni la define la edad. Se la lleva el río en un momento preciso. No al estilo de Jorge Manríquez "De los ríos que van a dar a la mar que es el morir". Termina su infancia, pero sigue viviendo.

Como corresponde a su edad, él juega en el río "con su barco de niño pobre que le trajeron por pascua", y es arrastrado por la corriente. Es entonces cuando:

"En la cubierta del barco se fue, llorando, mi infancia"

El río, compañero de juego, motiva su denuncia cuando comete uno de sus frecuentes desvaríos:

"El río loco ha bajado

rugiendo de las montañas,

y en un galope de furias

ha roto diques y vallas"

Celebra jubilosamente cuando la Virgen de la Merced vuelve a su cauce de cordura al atropellador Cachapoal:

"Entre homenajes y cantos

La Virgen, sobre sus andas,

con la sonrisa en los labios

a la ciudad retornaba".

Río que tiene un vigía al igual que la ciudad: el cerro Orocoipo. Alto centinela, que a veces descuida su misión, como el 1º y 2 de octubre de 1814 y en las frecuentes crecidas y aluviones del Cachapoal. Castro fue su amigo y lo llama "cómplice de asuetos y de cimarras e inspirador de sus estrofas tempranas". Según el poeta, "su viento le dio las rimas, su cielo le dio las palabras". Perdonado sea, pues, el Orocoipo ante tan ardiente defensa.

Castro, psicólogo, cala hondo en las clases populares, pues vivió sus experiencias. Retrata en pocos versos a los personajes desde los antiguos promaucaes -bailarines de la tierra- hasta sus contemporáneos.

Si queremos conocer al cacique del Cachapoal, de celestial nombre Tomás Guaglen de Las Estrellas, roído por el amor de una Huinca, el poeta nos da su biografía sentimental:

"Secretos que el indio guarda

del corazón, en el fondo

son como piedras de altura

la nieve les cubre el rostro"

Secreto que fue descubierto por los conquistadores y que pagan con amor las tierras del cacique Guaglen, quien les da terrenos que fueran sus propiedades, donde se funda Santa Cruz de Triana. Don José Antonio Manso de Velasco y Samaniego, de perfil inconfundible y fundador de ciudades, se gana el corazón y los elogios de Castro:

"Tenía de los guerreros

el empuje inquebrantable

de los místicos el fuego

la honradez de los cabales"

La historia de la ciudad heroica es épico romance, bello y conmovedor en palabras de Castro. Allí están el escenario, la batalla, sus protagonistas, sus testigos.

Está la plaza partida en dos por una cruz de dos calles "plaza en que se enterró la patria vieja" y en la que "su tierra es la tierra donde se plantó el coraje". Por eso "el tiempo le adorna el pecho con una cruz de dos calles".

Tiene al héroe, que lo fue siempre, pero nunca como en Rancagua. Es que a O'Higgins le:

"Fulgía su corazón en viva y gloriosa llama

su voluntad era templo

columnas lo sustentaban".

Ardiente patriotismo, voluntad indomable, reciamente sustentada. ¡Tres líneas para una biografía! ¿No son acaso las cualidades más descollantes del libertador?

El poeta aleja por un momento la mirada de la plaza crucificada, de la calle del rey arriba, atraviesa el río que se llevó su infancia y salta en poderoso vuelo poético Los Andes y aterriza en Andalucía, donde:

"ese año no darán frutos

los naranjos de Granada

ese año no habrá claveles

en las rejas sevillanas.

el río Guadalquivir

llevará sangre en sus aguas".

García Lorca ha muerto, y "no murió como gitano no murió de puñalada". Tocado profundamente por la muerte alevosa del vate granadino, Castro lo llora en responso que llama al llanto. Así lo sintieron los asistentes a la velada fúnebre que en homenaje de García Lorca le tributaron aquí en Valparaíso, en noviembre de 1936. Impresionado quedó Augusto D'Halmar, porteño de corazón, que desde ese día da a conocer al poeta y lo estimula. Su autorizada voz resuena en todo Chile.

El dolor es acicate en la sensibilidad lacerada de los poetas. Lo fue para Zorrilla ante el suicida Mariano Larra ; para Miguel Hernández , en la tumba de su entrañable amigo y adversario político, Ramón Sijé , para Oscar Castro , en su responso a García Lorca .

El poeta recoleto pasa a ser nacional y su fama se extiende más allá de las fronteras. Y llegan en torrente incontenible distinciones, premios, publicaciones, condecoraciones, invitaciones, conferencias. Lo que no llega es el menguado flujo económico. La sequía se le prolongó hasta el final de su vida.

Crea y funda, con premura premonitoria, la escuela que él no tuvo para que puedan estudiar quienes no puedan hacerlo de día. Fue así como nació el Liceo Nocturno de Rancagua. Crea el grupo de "Los Inútiles", sarcamo del cual se apropian, para lucirlo orgullosamente hasta nuestros días.

El poeta de ágiles trancos, pese a la enfermedad que lo mina, se encamina por las "huellas de la tierra", hacia "la Comarca del Jazmín", fatigado reposa en "la posada de las evocaciones", y falto ya de aire y pretendiendo llegar a la "Sombra de las Cumbres", vuela en las "Alas del Fenix". Pero su vuelo se detiene a media jornada.

En la plaza de Rancagua se han quedado el cacique, el fundador y el libertador. El indio, apegado a la tierra que fue suya; el español, admirado de aquella villa que fundara y hoy es pujante ciudad, y O'Higgins, encerrado en su círculo de inmortalidad.

Responde también a la invitación elocuente y persuasiva que nace del entrañable amor que el poeta tiene por su tierra. Los invita a vivir en el valle en el cual él vive:

"Amigos, es mi valle y mi dominio

mi hacienda de luceros demarcada.

Os doy la mano que conduce a ella

y os beso el corazón con mi palabra."

A Castro lo mató el presupuesto. No fue una novedad. El fue su enemigo. Fue un 1º de noviembre de 1947, víspera del Día de Los Difuntos. El día pudo ser el preciso, pero la fecha muy inoportuna. Tenía sólo 37 años.

Su competidor en el reparto de pan en la infancia, Samuel Román , rancagüino y Premio Nacional de Arte, le coloca una bella piedra cabezal de Pelequén en su sepultura. En su frontis está grabado un cuarteto de sus "Poemas de la tierra":

"Tierra mía, mi tierra con olor a vendimias

sabor del fruto dulce y del agua que bebo

el día que tu entraña me recoja y absorba

te habré devuelto sólo todo lo que te debo"

De Oscar Castro tengo un recuerdo romántico de mi adolescencia ya lejana, algunos versos en mi memoria y un libro de poemas, dedicado por su viuda Isolda Pradel .

Y, en descarado plagio a Federico García Lorca , afirmo, convencido, que

"no hay poeta en mi tierra

que comparársele pueda

ni verso como su verso

ni prosa tan verdadera"

No hay poeta en mi tierra que comparársele pueda.

He dicho.

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