Labor Parlamentaria
Participaciones
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Antecedentes
- Senado
- Sesión Ordinaria N° 12
- Celebrada el 03 de diciembre de 1996
- Legislatura Extraordinaria número 334
Índice
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El señor
Señor Presidente , Honorables colegas, señora Raquel Espinosa viuda de Enríquez, nuera, nieta y familiares presentes:
Deseo dar a estas palabras toda la solemnidad que la ocasión merece. Para nosotros, este no es un homenaje sólo a un chileno ilustre. Es el reconocimiento a un ser humano símbolo de una generación que hizo grande a nuestro país. Porque don Edgardo Enríquez Frödden tuvo la condición ideal de hombre consecuente, de transparente proceder. En su fecundo paso por esta vida fue lo que todos entendemos en esta Sala como un Maestro.
Quienes aprendimos con él viendo su manera de proceder, comprendimos que el Maestro verdadero no sólo entrega verbalmente conocimientos. Es su vida una continua enseñanza, que se encuentra en la respuesta instantánea tanto al desafío intelectual, como a las pruebas duras y dolorosas que siempre depara la existencia.
En cada oportunidad , don Edgardo supo salir adelante. Tuvo que enfrentar fuertes desafíos. Los avatares políticos de Chile pusieron ante sí retos dolorosos, tratamientos injustos. Y él respondió con la fortaleza del hombre de bien.
Durante su vida tuvo todos los reconocimientos que la sociedad podía entregarle y, por eso, fue un hombre modesto en su conducta y en su manera de vivir. Creo que él es un adecuado exponente de la otrora poderosa y fecunda clase media chilena, de ese grupo de compatriotas ilustres formados entre parámetros muy definidos, donde la inteligencia era un don preciado y el conocimiento, la mayor recompensa a que se podía aspirar, con la razón como meta y prueba de la existencia. El interés general marcaba el camino a seguir, porque el hombre era el objeto último de la preocupación y la felicidad, su destino.
Señor Presidente , ellos --estos hombres-- fueron y serán los responsables de hacer soñar al mundo; de darle sentido a una humanidad que miraba horrorizada --mira y mirará-- las atrocidades de las dos grandes guerras. Con tesón y amor, ellos le devolvieron al hombre los deseos de vivir y fueron construyendo para él la que hasta hoy es la utopía del Humanismo.
La historia de don Edgardo está marcada por su militancia radical. De esos radicales que construyeron las bases del Chile moderno y que supieron imponer el camino del diálogo en los instantes más difíciles.
Humanista y laico.
Radical y masón.
La trayectoria de Don Edgardo Enríquez no tolera tergiversaciones.
Médico de profesión, rector universitario, Ministro de Estado . En cada universidad donde se desempeñó, recibió el reconocimiento de premios académicos instituidos por sus pares y por estudiantes. Así fue en la Universidad de Chile con el "Premio Carlos Monckeberg " y en la Universidad de Concepción con el "Premio A. de Ambrosi". En la Universidad Autónoma de México fue galardonado por sus estudiantes como el mejor profesor, durante los seis años en que ejerció la cátedra.
De frases y maneras precisas y suaves, don Edgardo era la imagen de la mesura. Y esa forma de ser ni siquiera la perdió en los momentos más difíciles de su vida. Su apego a la justicia social le valió el cautiverio y el exilio.
Mientras soportaba las difíciles condiciones del campo de prisioneros de la Isla Dawson, siguió entregando clases de humanidad. Siempre con palabras de aliento, su figura daba esperanzas en medio de tanto infortunio. Ni siquiera un infarto, en las precarias condiciones de vida de la prisión, lo hicieron vacilar.
Jamás, ni sus compañeros de presidio ni sus carceleros, vieron en él la flaqueza y, cuando la Dictadura le arrebató a dos de sus hijos y aventó por el mundo a los componentes de su familia, continuó sin desmayar, contando con el respaldo del gran amor de su compañera de siempre, eminente ciudadana y gran dama hoy presente, la señora Raquel Espinosa .
Fueron 84 años extraordinariamente fecundos los que vivió este maestro ejemplar. Hoy necesitamos de sus enseñanzas, de su disposición a darlo todo por la libertad y la justicia. Necesitamos del apego irrestricto a valores que en la actualidad parecen olvidados
¡Qué notable resulta comparar en estos días la figura de este hombre cabal con el estereotipo del chileno exitoso actual! Él vivió con humildad y con humildad murió. Sus éxitos no podían medirse en el brillo de su automóvil ni en el peso de su cuenta bancaria. Su valor estaba en la riqueza de su intelecto, en la coherencia de su acción, en el respeto por sus congéneres.
Estoy convencido de que personajes como don Edgardo , a quien hoy recordamos, han dejado honda huella. Su ejemplo lo seguirán las generaciones por venir. Y serán ellas las que descubrirán que estos maestros tenían razón, que las quimeras que buscaban tienen mayor valor que el oropel estresante que ofrece el consumismo.
Un Maestro de la estatura de don Edgardo Enríquez ha partido. Y junto con el dolor que sentimos por ello, tenemos la oportunidad de recordarlo y asumir el convencimiento de que sus enseñanzas perduran. Porque la sensatez y la bondad siempre se impondrán a la larga, por más que la brutalidad y la mezquindad parezcan triunfar en las primeras escaramuzas.
Estimado, querido y respetado Maestro, en nombre de mis colegas del Partido Por la Democracia, Senadores señores Roberto Muñoz Barra y Sergio Bitar, y en el de todos los militantes del Partido Radical, te entrego nuestro homenaje.
Señor Presidente , solicito que se envíe comunicación a la familia del Maestro Edgardo, reiterándole nuestras condolencias y comunicándole nuestro respeto y afecto.
Hasta pronto, don Edgardo . El Chile del futuro mostrará vuestra imagen.