Labor Parlamentaria
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Antecedentes
- Cámara de Diputados
- Sesión Ordinaria N° 36
- Celebrada el 14 de marzo de 1991
- Legislatura Extraordinaria número 321
Índice
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El señor
Tiene la palabra el Diputado señor Andrés Aylwin.
El señor
Señor Presidente, el informe de la Comisión Verdad y Reconciliación que hoy analizamos, constituye una dramática síntesis de la crueldad y barbarie vivida entre los años 1973 y 1990. Es un documento serio, profundo, conmovedor, que llama a reflexionar. En mi concepto, es el más impactante y profundo documento testimonial escrito en nuestros tiempos en materia de Derechos Humanos. Junto al dolor descrito está la reflexión necesaria. Junto al misterio de la crueldad está la posible explicación. El marco jurídico está correctamente señalado. La planificación del crimen surge como verdad inamovible.
En el informe está patente la crueldad, el dolor y la muerte. Nos ha parecido escuchar, al leerlo, el grito desgarrador de la tortura. La noche del silencio, los ojos siempre vendados de las víctimas y los oídos siempre sordos de los llamados a ampararlos. La ciudad duerme en calma cuando en un rincón oscuro la barbarie triunfa. La explicación fácil y el odio adormecen la conciencia colectiva. Hay hombres muertos que nunca aparecen porque existe una política sistemática de ocultamiento de ellos.
Con el tiempo muchas heridas de sangre van cicatrizando, pero quedan cicatrices más profundas en el alma humana. Lo dice el familiar de una víctima: "Cada vez que veo a un loco o a un vagabundo, pienso que puede ser mi esposo que en algún lugar podría estar en esas condiciones". Y dice otro: "Necesito sacar todo este dolor y también -por qué no decirlo- todo este odio que tengo adentro".
El informe establece así una verdad que nuestra sociedad debe asumir. Estamos frente a hechos de gravedad indiscutible, situaciones inverosímiles, sufrimientos soportados por criaturas humanas indefensas, maltratadas, torturadas, destruidas en sus vidas personales o en sus más próximos parientes o amigos.
Estamos frente a una tragedia desgarradora. Es difícil dimensionar la hondura de estos dolores.
Frente a toda esta problemática tan difícil y dolorosa, el informe se plantea como respuesta para las víctimas y la sociedad toda, visualizando alivios y soluciones para el hoy y proyectando grandes tareas para el mañana. Por eso, éste es un documento sobre el dolor, pero es también un documento sobre la esperanza.
Reflexionemos sobre algunos puntos. El informe establece en forma categórica que prácticamente a lo largo de todo el territorio nacional se practicó de modo sistemático la tortura; la describe. La "parrilla", esto es, la aplicación de electricidad mientras el preso político se encuentra amarrado a un catre eléctrico; el "colgamiento": colgada la víctima, además, recibe descargas eléctricas, golpes, heridas cortantes o vejámenes; el "hundimiento submarino": se sumerge la cabeza del detenido en un recipiente con líquido, generalmente agua sucia, hasta su asfixia, repitiendo luego la operación. Etcétera.
Leo el informe. "Eran métodos aplicados como rutina a prácticamente todos los prisioneros detenidos en los recintos secretos". Esta afirmación confirma lo que reiteradamente hemos dicho con relación a los presos políticos.
En otra parte del informe se dice: "Se ha comprobado que en este período los organismos de seguridad, en especial la Dina, persiguieron sistemáticamente a militantes del MIR, del Partido Socialista y del Partido Comunista, por medio de detenciones clandestinas, mantención de detenidos en recintos secretos, torturas, ejecución ilegal y desaparecimiento forzado de personas".
Del examen del conjunto de casos de detenidos-desaparecidos, se desprende que en el empleo de esta práctica hay un doble objetivo: matar y ocultar para destruir a un enemigo que hay que exterminar.
Se dice, también, que la Dina fue una organización ilícita que dependía directamente de la Junta de Gobierno, pero, en la práctica, de la Presidencia de la República. En esta forma, las responsabilidades políticas son ineludibles.
El resultado de esa política represiva significó la detención y desaparecimiento de 954 personas y la ejecución de 1.068, estando plenamente comprobada la actuación de agentes del Estado en el arresto, muerte y desaparecimiento de todas ellas.
También es hecho establecido en el informe que en Chile no hubo guerra interna ni menos "Plan Z".
Hemos estimado indispensable hacer este resumen de hechos, pues vemos con honda preocupación que además de lo aberrante que son el asesinato y la tortura de miles de personas previamente detenidas, es decir, el asesinato y flagelación de prisioneros, todo ello realizado por agentes del Estado, algunos insisten, sin embargo, en justificar o explicar estas conductas en el contexto político existente el 11 de septiembre de 1973.
Al efecto, el informe es categórico para señalar que nada permite excusar o justificar que se violen normas éticas de carácter absoluto, como son el respeto a la vida y a los derechos humanos.
Nos preocupa hondamente que, al parecer, no entienda que toda la problemática de los derechos humanos se plantea en las sociedades en períodos de conflictos, odiosidades, pasiones políticas desatadas. Es precisamente para esos momentos que la conciencia moral de la humanidad afirma en forma categórica que todo ser humano es hijo de Dios, es persona inviolable en su vida, integridad física y dignidad; y que como prisionero es, además, un ser humano indefenso que tiene derecho a un trato humanitario.
Un mundo ausente de tortura es el mínimo ético de la humanidad. Frente a las atrocidades que hemos vivido no pueden existir explicaciones que se transforman implícitamente en justificaciones.
Les digo a quienes tratan de buscar explicaciones: no empleemos hoy, en nuestra patria, los argumentos que escuché en mi niñez y juventud para explicar los grandes crímenes de Hitler o de Stalin.
En materia de derechos humanos, no puede haber éticamente relativismo. Confundirá la conciencia moral de nuestros hijos o de nuestros nietos. Otra cosa son las explicaciones que se puedan dar con respecto al 11 de septiembre de 1973. No hay razón ni justificación para que, por ejemplo, en octubre de 1973, civiles y uniformados hayan tomado presos a 70 campesinos y otras personas de Paine, hechas desaparecer y asesinadas con posterioridad.
Lo mismo se puede decir en todo Chile. Los asesinados fueron invariablemente personas arrestadas. ¡Por Dios, señor! Saquemos, por lo menos, alguna lección clara de tanto crimen y de tanto dolor. Entendamos también que cuando repudiamos todo relativismo en materia de derechos humanos, rechazamos categóricamente toda expresión de violencia.
La violencia es siempre condenable, venga de donde venga. En definitiva, el gran drama de quien la usa es que al ejecutar el primer acto de fuerza empieza a aparecerse dramáticamente a quien desprecia, justamente, por ser cruel y violento.
Rendimos homenaje a todas las víctimas de la violencia.
Señores Diputados, soy testigo de parte del dolor de estos tiempos. Como abogado me tocó ver huesos quebrados, hombres deshechos, duelos ignorados. No obstante todo, a veces pensé que vivía sólo dentro de una burbuja de sufrimiento, ajena a un buen pasar colectivo. Ahora, al leer el Informe Rettig, veo en todas partes la misma crueldad, la misma barbarie. Leo, por ejemplo: "Lo fusilaron en el camino, cerca de la casa. Sentí los disparos y encontré su cuerpo. Me gritaron que fuera a enterrar el perro que había muerto. Ese perro era mi único hijo. Me dieron tres horas para enterrarlo y salir del pueblo". Leo: "Nos prohibieron ponemos luto y decir misa" Leo: "Hemos escarbado la pampa entera buscándolos", etc.
El Informe nos habla también de decenas y decenas de centros de prisioneros, donde había un ambiente de degradación generalizada -lo dice el Informe-, de crueldad conmovedora. Nos preguntamos, ¿de dónde surgió tanta crueldad? Conocer la verdad de lo ocurrido a este respecto es no solamente un deber moral, sino también un paso ineludible en el esfuerzo para impedir que tales atrocidades vuelvan a cometerse. La doctrina de la Seguridad Nacional, o cualesquiera otras que supongan la existencia de enemigos dentro de la Patria, es el primer paso de una concepción paranoica que transforma inmoralmente al ser humano en cosa, en monstruo. Así, convertidos ya en monstruos, los ideólogos de la represión entregan irresponsablemente a los disidentes indefensos en manos, precisamente, del verdugo. Las responsabilidades morales y políticas de estos ideólogos son, en esta forma, insoslayables, ineludibles.
Por ello debemos crear toda una gran cultura de los derechos humanos; en la escuela, en las juntas de vecinos, en el cuartel. Debemos predicar con fuerza y dar siempre testimonio de que todo individuo es una persona que debemos respetar siempre en su dignidad y de acuerdo con su forma de ser.
Dice el familiar de una víctima: "Aunque no me sirva, aunque parezca inútil, necesito saber por qué lo mataron; cualquier cosa que haga, que mi cerebro descanse". Dice otro: "Quiero descansar y morir en paz; por eso necesito saber qué pasó". Y otro dice: "No queremos venganza; sólo pedimos verdad y justicia".
Lo dice el Informe: "En Chile la justicia no ha funcionado adecuadamente". Ahora, este Informe, ampliamente documentado y pluralista, proporciona un antecedente nuevo a los tribunales de justicia. Aquí en Chile se desarrolló nacionalmente una política sistemática de eliminación física de amplios sectores disidentes. Este antecedente configura un crimen de lesa humanidad o genocidio que impide aplicar la amnistía, según diversas Convenciones Internacionales suscritas por Chile.
Los familiares de las víctimas piden justicia; la Patria también la pide. Hacemos nuestra esa petición.
Todos, especialmente los jóvenes, tienen derecho a esperanza. Tienen derecho a creer en las instituciones. Repetimos con Solzhenitzyn: "Si la crueldad la escondemos dentro del cuerpo, será semilla de maldad que brotará una y mil veces en el futuro". Nosotros, porque amamos la paz, queremos la justicia y lucharemos siempre por encontrar a los detenidos desaparecidos.
Termino: En esta hora de verdad, vaya nuestro profundo homenaje a todas las víctimas de la violencia y a sus familiares; nuestro dolor; nuestra amistad; nuestra solidaridad; nuestra reivindicación moral de sus nombres y dignidad; nuestra petición de perdón; nuestro homenaje especial a la agrupación de familiares de detenidos desaparecidos y a otras agrupaciones de derechos humanos, y, más que nada, nuestro compromiso profundo de hacer vivir a las víctimas en la realización de sus grandes sueños y esperanzas; convertir el dolor precisamente en esperanza; convertir la crueldad en justicia y solidaridad; convertir la muerte en luz y en vida.
Ese es nuestro compromiso y será nuestro gran homenaje a las víctimas de la barbarie.
He dicho.