Labor Parlamentaria

La señora CARVAJAL, doña M.a Loreto (Vicepresidenta).-

Tiene la palabra el diputado Diego Ibáñez .

El señor IBÁÑEZ.-

Señora Presidenta, si salgo del trabajo a las 18.00 horas y llego a mi casa a las 19.00 horas, quiero estar tranquilo, con mi familia, con mis hijos, con un rico olor a té y a pan tostado. Esa cuestión que parece normal, de sentido común, resulta que no es tan normal porque hay muchas comunidades que están sufriendo los malos olores de empresas que no invierten en tecnología. Por eso, tienen que tomar té y comer pan tostado con olores insoportables: olor a podrido o -lo digo con todo respetoa caca. No se trata de cualquier comunidad, sino de vecinos sencillos, que se sacan la mugre todos los días para llevar pancito a la casa, que están con problemas de salud, con náuseas, con vómitos en algunos casos, y que dan cuenta de una política que no los ha mirado a la cara. Por dignidad, no podemos dejar pasar más tiempo.

Chile tiene varias malas experiencias en esta materia. Ya sabemos lo que pasó en Freirina en 2012, cuando la comunidad en general se organizó contra la planta de crianza y faenamiento de Agrosuper. Pero parece que tenemos mala memoria, porque hasta el momento no ha cambiado nada; no se han hecho cargo de legislar a favor de estas comunidades que lo están pasando mal.

Nosotros llevamos solamente un año en este cargo y hemos tenido la posibilidad de conocer a varios vecinos y vecinas de La Calera, quienes cansados de encerrarse en sus casas

-después del trabajo o de ir a buscar a los niños al colegio tienen que llegar a la casa a cerrar las ventanasnos han planteado esta urgencia y la responsabilidad de los malos olores de Sopraval, de Algamar y de Esval, porque con la descarga de riles y de otros contaminantes en el río Aconcagua, lamentablemente, han echado a perder muchos barrios de La Calera, que precisamente son barrios de gente trabajadora: Villa Sopraval, Maltería , El Trigal, y coincidentemente son barrios que históricamente han sido segregados del “desarrollo”.

Yo me pregunto qué pasaría si una situación similar sucediera en Las Condes o en Vitacura. ¿Cuánto se demoraría la autoridad en solucionar el problema? Irían al día siguiente a solucionar el problema, y eso no nos parece azaroso, porque en Quintero hemos visto que comunidades de gente sencilla, de mujeres trabajadoras que con esfuerzo sacan adelante a sus hijos, deben asumir los costos ambientales de una mala política pública. Por cierto, las actividades productivas generan riqueza, trabajo y dan bienestar, pero la otra cara de la moneda es tener que vivir, con todo respeto, con olor a caca.

Queremos empresas, pero no que ahorren recursos a costa de la dignidad de la gente.

En 2015, ingresó al Congreso un proyecto de ley para regular esta situación, pero, al igual que el proyecto para rebajar la dieta parlamentaria, estaba durmiendo, y con la voluntad de varios parlamentarios pudimos impulsarlo y ponerlo en discusión.

¿En qué consiste el proyecto? El olor entra explícitamente en el sistema normativo ambiental y se establece un concepto de olor molesto y de contaminación en el caso de estas comunidades. Ello implica que el Ejecutivo -es una materia de iniciativa exclusiva del Presidente de la Repúblicapodrá dictar nuevas normas de emisión y calidad para controlar los malos olores. El Ejecutivo se ha comprometido en la comisión. Por tanto, en el futuro, le cobraremos la palabra.

¿Cuál es el efecto de toda esta normativa? Toda la institucionalidad ambiental tendrá que respetarla y, por tanto, las empresas tendrán que invertir. Por ejemplo, que una empresa vaya al mercado de filtros y no compre el más barato, sino que compre uno con un estándar internacional más alto, como en los países de la OCDE, a los cuales varios de este Parlamento les gusta referirse como la meta a la que debemos llegar.

Entonces, ¿se soluciona inmediatamente el problema? No, pero es una excelente oportunidad para colocar fin a este problema. Lamentablemente, a la política le ha costado aprender y se preocupa de los malos olores y de estas poblaciones cuando hay que ir a pedir el voto cada cuatro años o cuando la rabia de la gente le explota en la cara, como en el caso de los caleranos que salieron a marchar.

No podemos esperar a que caigan niños y niñas intoxicados en hospitales con vómitos y náuseas, y que tengan que faltar al colegio, para poder legislar.

Eso tiene que cambiar ahora.

He dicho.