Labor Parlamentaria
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Antecedentes
- Cámara de Diputados
- Sesión Ordinaria N° 74
- Celebrada el 13 de mayo de 1993
- Legislatura Extraordinaria número 325
Índice
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El señor VIERA-GALLO (de pie).-
Señor Presidente, la Cámara de Diputados interpreta, sin lugar a dudas, un sentimiento nacional, al acoger en su seno a los dignatarios de la Iglesia y a representantes diversos de las instituciones humanitarias del país para rendir homenaje a la Vicaría de la Solidaridad, que ha puesto fin a sus actividades, dando paso a una iniciativa nueva, más acorde con el momento que vive el país en la gran batalla contra la pobreza y la injusticia: la Vicaría de la Pastoral Social.
Como lo ha dicho el primer Vicario de la Solidaridad, Monseñor Cristián Precht:
"La tarea se traspasa, pero el significado que ha tenido la Vicaría para la Iglesia y para la historia permanece. La Vicaría de la Solidaridad es mucho más que la respuesta coyuntural a las violaciones de los derechos humanos de un régimen. Es la expresión de una Iglesia marcada por la defensa y protección de los más débiles desde los tiempos de su primer Obispo, don Diego de Medellín, hace más de cuatrocientos años.".
Desde el punto de vista del imperio de la libertad de cultos, también es importante recordar que la Vicaría de la Solidaridad fue la proyección de una iniciativa ecuménica: el Comité Ecuménico Pro Paz, creado el 6 de octubre de 1973, que reunía el esfuerzo de diversas iglesias del país.
En ese momento, Chile estaba sumido en una situación que requería una urgente acción humanitaria, y el Comité Pro Paz entró a realizarla.
No hubo comprensión general para la iniciativa. Los chilenos estaban demasiado divididos y enfrentados. Las circunstancias en que este Comité diera la primera voz de alerta al mundo sobre las violaciones a los derechos humanos crispó a muchos. Esto determinó que el Gobierno recién instalado enviara una carta conminatoria al Cardenal Raúl Silva Henríquez señalando la "conveniencia" de que se adoptaran "las medidas pertinentes" a fin de que este organismo llegara a su término.
Para la Iglesia Católica esto representó un durísimo desafío. Sacando fuerzas de flaquezas, el Cardenal don Raúl Silva Henríquez debió acatar. Con tristeza declaró: "El sacrificio que significa dar término a esta institución sirve para restituir á la jurisdicción civil las materias que han exigido la presencia y la acción de las Iglesias". Pero, inmediatamente, creó la Vicaria de la Solidaridad bajo el alero de la Iglesia Católica.
El Comité Pro Paz trabajó sin una estructura definida, impelido por las urgencias que estaban claras en un primer momento: resguardar la Vida de los perseguidos, procurar la libertad de los detenidos y atender a los desocupados que cada día iban aumentando. Pero las tensiones eran muy fuertes y el término de sus funciones se produjo en noviembre de 1975. La Vicaría de la Solidaridad abrió sus puertas el l2 de enero de 1976, en el edificio contiguo a la Catedral Metropolitana frente a la Plaza de Armas de Santiago.
A partir de ese momento, los pasillos de la Vicaría empezaron a repletarse con centenares de personas en busca de amparo. Fueron infinitos los testimonios de dolor, entrega y de amor a la vida.
En medio de tremendas incomprensiones, el Cardenal Raúl Silva Henríquez impuso sus convicciones. Era indispensable una entidad subsidiaria, de suplencia, en ausencia del Congreso, respecto de los derechos humanos, que cumpliera las funciones de fiscalizar los actos del Gobierno. El mismo describió el contenido de la iniciativa, cuando proclamó que la Vicaría sería "la voz de los que no tienen voz".
Consciente de que asumía una tarea dificilísima, debió comenzar por encontrar a quien tenía que ser el primer Vicario y no dudó en escoger a Monseñor Cristián Precht, a pesar de que el Gobierno de la época se sentiría desafiado por cuanto éste se había jugado ya en el Comité Pro Paz.
Ante el hecho de que Monseñor Precht le representara esa dificultad, el Cardenal Silva Henríquez, con gran coraje, le respondió: "Ese es un problema mío. Yo cuento con su lealtad".
El gesto del Cardenal Silva Henríquez de someterse a la exigencia del Gobierno de disolver el Comité Pro Paz no fue debidamente comprendido por muchos y hubo críticas, pero muy pronto la situación tendría un vuelco radical.
Instalada la Vicaría, se acercaron a colaborar en una actitud de entrega conmovedora, profesionales, religiosos y miembros de organizaciones sociales, católicos y no creyentes. El primer esfuerzo estuvo destinado a estructurar los departamentos que respondían concretamente a las necesidades que se iban atendiendo a medida que se transformaban los requerimientos. De este modo se readecuaron los programas y funciones. Se suprimió el Departamento de Asesoría Laboral para dar paso a la creación de la Vicaría de la Pastoral Obrera, y cuando comenzaron a crearse organizaciones sindicales campesinas autónomas, se creó el Departamento Campesino.
Por encima de todos los cambios, se mantuvo el principio sustentado por el Comité Pro Paz de "procurar dar asistencia jurídica, económica, técnica y espiritual a todos los que la necesitaran".
Las dos líneas de acción de carácter más permanente fueron la labor de atención jurídica y el trabajo de promoción y educación solidaria. Se creó el Departamento Jurídico de asistencia permanente para enfrentar los consejos de guerra que se desarrollaron en los primeros años, las detenciones sin juicio y la atención a los familiares de desaparecidos, que continuaron en los años siguientes. Cada caso era seguido en forma personalizada, sin discriminación, por abogados y asistentes sociales de la Vicaría y siempre tratando de dar un sentido educativo a la acción.
El trabajo de promoción solidaria en las organizaciones sociales se realizó a través de las distintas zonas pastorales de Santiago, mediante la constitución de equipos. Esta labor se coordinó con el trabajo de zonas de la Vicaría, de modo que se extendió a todo el país. La tarea de educación en derechos humanos siempre estuvo presente y se impulsó desde el Departamento de Educación Solidaria.
La magnitud del trabajo que cumplió la Vicaría difícilmente se puede apreciar con meras estadísticas, pero hay cifras importantes: en 1988, el promedio anual de quienes solicitaron asesoría o apoyo de la Vicaría, fue de 91.973 personas. De ésas, 10.933 pidieron asistencia jurídica.
Ese mismo año, la Vicaría trabajó con 1.600 organizaciones de bases y con unas 60 mil personas.
Entre 1976 y 1988, la Vicaría presentó cerca de 9 mil recursos de amparo para casos individuales y masivos. Los tribunales de justicia acogieron sólo 23.
La Vicaría distribuyó, nacional e internacionalmente, su publicación periódica, la revista "Solidaridad", en número de 20 mil ejemplares por edición.
En el transcurso de los años, al calor de los acontecimientos, la Vicaría fue permeándose con los cambios.
Hubo momentos críticos: la detención de sus abogados Ramiro Olivares y Gustavo Villalobos, a raíz del proceso conocido como las fichas médicas, donde se defendió el secreto profesional.
Hubo momentos desgarradores: el hallazgo de los cuerpos en Lonquén, el asesinato de José Manuel Parada.
Pero también hubo momentos de encuentro y alegría: el Simposio Internacional de los Derechos Humanos, de 1978 y la Jomada por la Vida, de 1984.
Cuando llegó la democracia al país, la Vicaría continuó su trabajo adecuándose a los tiempos, se abrieron nuevos espacios en el gobierno y en la sociedad civil para la labor de la institución y de la Iglesia. Pero aunque la justicia y la reparación aún son tareas inacabadas, la verdad se empezó a conocer y los atropellos a los derechos humanos fueron disminuyendo.
Llegó el momento, entonces, en que la Vicaría tenía que readecuarse y, responder a las nuevas necesidades. Para ello se crearon otros organismos o se utilizaron algunos ya existentes.
La tarea de la búsqueda del destino final de los detenidos desaparecidos ha sido asumida por la Comisión de Reparación y Reconciliación. La Fundación Fasic se ha hecho cargo de los procesos por denuncias o querellas por graves violaciones a los derechos humanos (alrededor de 100 casos). Otra parte, (300 casos) la ha tomado la Corporación de Asistencia Judicial. Los procesos de defensa de los presos políticos en libertad bajo fianza no incluidos, están en manos del Codepu.
Los archivos de la Vicaría, que contienen información acerca de 45 mil personas, han sido traspasados a la Fundación de Iglesia, entidad recientemente creada.
La labor de comercialización de los productos elaborados por los talleres solidarios continuará realizándose a través de la Fundación Solidaridad.
El trabajo de promoción y educación en derechos humanos del Departamento de Acción y Educación Solidaria se reunirá y proyectará junto a la labor que ahora realizan Caritas Santiago e Indiso en la Vicaría de Pastoral Social.
En buenas cuentas, la Vicaría de la Solidaridad ya no existe, pero sus grandes tareas no desaparecen.
Podríamos detallar muchos otros aspectos del trabajo de la Vicaría de la Solidaridad porque sus estadísticas son impresionantes, pero no es algo que proceda en esta ocasión.
Nada de ello habría sido posible sin la inspiración, sin el apoyo y la visión de los Cardenales Raúl Silva Henríquez y Juan Francisco Fresno, y del actual Arzobispo de Santiago, Monseñor Carlos Oviedo. A ellos les está reservado un lugar en la historia y en la gratitud del pueblo chileno.
Una reflexión final sobre la institución que hizo posible esta magna obra en defensa de la dignidad humana: la Iglesia Católica.
El Papa Paulo VI, al hablar por primera vez en las Naciones Unidas, la definió como "experta en humanidad", y su antecesor Juan XXIII, como "madre y maestra". La Iglesia ha vivido la' historia durante 2.000 años; ha conocido la paz y la guerra. Pero, sobre todo, ha sabido de persecuciones, comenzando por la de su primer mártir: San Esteban.
Por eso, no podía dejar de cumplir su papel cuando Chile se sumió en luchas fratricidas, que a ella misma la afectaron.
Escuchó el clamor de un pueblo sufriente que anhelaba la paz.
Hoy, cuando todos reconocemos las graves violaciones que ocurrieron en nuestro país con los derechos humanos, aunque discrepemos sobre las causas de los acontecimientos en cuyo desarrollo ellas tuvieron lugar, podemos mirar con perspectiva la obra de la Iglesia en los tiempos difíciles y decir y afirmar en esta Sala, para que quede registrado en la historia del Congreso Nacional: "Gracias, muchas gracias. Nunca lo olvidaremos".
He dicho.