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Intervención
DECIMOSEXTO ANIVERSARIO DE LA REVOLUCION HUNGARA

Autores

El señor MONCKEBERG.-

Pido la palabra.

El señor FUENTES, don César Raúl (Vicepresidente).-

Tiene la palabra Su Señoría.

El señor MONCKEBERG.-

Señor Presidente, con motivo de cumplirse un nuevo aniversario del levantamiento húngaro en contra del imperialismo soviético, quiero esta tarde, desde esta alta tribuna, decir algunas frases.

Han pasado ya 16 años desde el aplastamiento brutal de la heroica revolución húngara y este pueblo sigue viviendo en la esclavitud. Las Naciones Unidas condenaron quince veces a los opresores soviéticos, por una mayoría abrumadora; y los soviéticos, las fuerzas del imperialismo internacional ruso siguen sometiendo a Hungría.

Sin embargo, la revolución húngara constituye una fecha crucial, con características de victoria de la democracia sobre la tiranía, de la libertad sobre la esclavitud. Hungría constituye históricamente el más grande y decisivo fracaso que el imperialismo ruso haya podido tener. En la historia del comunismo hay una etapa anterior a la revolución húngara, y una segunda etapa - la del decaimiento - que sigue a los acontecimientos históricos de Hungría.

Cayeron las banderas húngaras, ensangrentadas con la sangre de los obreros, de campesinos, de estudiantes, de intelectuales, de lo mejor, de lo más representativo que encerraba el pueblo húngaro.

Después de lo de Hungría, el mundo puede ver claramente que en el imperialismo soviético no hay más doctrina que los tanques, y que todo el comunismo se reduce a descargas de fusilería contra estudiantes y obreros. Todo el leninismo no es más, ¡nada más!, que brutalidad criminal desatada contra el pueblo que no ha querido someterse a la ocupación, a la miseria, al temor, al envilecimiento.

En todas las regiones del mundo, los pueblos conocen la historia de la lucha del pueblo húngaro. Muchos que antes fueron indiferentes, abrieron los ojos y se enfrentan ahora con valentía a las fuerzas negativas del comunismo, como ocurre, por ejemplo, en Europa occidental, Asia, y América Latina. Sin embargo, son muchos todavía los que no conocen la verdadera historia de la revolución húngara. La propaganda soviética se esfuerza por echar una cortina de humo sobre los acontecimientos de fines de octubre de 1956. Es por eso, que es muy importante conocer la realidad, la verdad sobre Hungría y la verdad sobre el comunismo que está poniendo en práctica un proyecto para avasallar al mundo entero.

La revolución húngara demostró que hay esperanzas para la humanidad, porque las ideas, les fuerzas morales son más dinámicas que las fuerzas de la materia.

Mirando a Hungría, 16 años atrás, podemos ver las caras entusiastas de los estudiantes y de los obreros húngaros y la de los niños y niñas que lucharon contra los tanques gigantes con botellas llenas de bencina. Podemos ver los cuerpos destrozados de jóvenes bajo los tanques soviéticos. Delante de nuestros ojos, están marchando las unidades del ejército húngaro que se plegaron a la lucha por la libertad y por la independencia nacional. Vemos los barrios obreros de Csepel, Ujpest y de Dunapentele, donde en las clases obreras y en las fundiciones de acero, los obreros húngaros prepararon la defensa contra los tanques del imperialismo ruso.

Este decimosexto aniversario de la revolución húngara es para el mundo libre un día de fiesta, pero también un día de duelo. De fiesta porque nos recuerda una epopeya heroica y de duelo, porque nos recuerda su derrota; pero no su rendición, pues Hungría no se rendirá jamás.

Esta tarde en nombre del Partido Nacional y en mi calidad de Presidente de la Asociación Chilena Pro Hungría Libre yo rindo en la persona del jefe máximo de los húngaros en Chile señor Jorge Palyi el más emocionado homenaje de admiración y de afecto a esa gran nación de Hungría y hago votos para que con la ayuda de la Divina Providencia pueda reconquistar cuanto antes su libertad perdida y vivir en el amor y en la paz que desean y no en el odio y el temor que les impone la tiranía de Moscú.

Para quienes creemos en Dios sin vacilaciones, para quienes sostenemos que la dignidad del hombre es un derecho sagrado, el caso de Hungría junto con agitar las raíces más profundas de nuestro espíritu, nos indica con claridad meridiana, la responsabilidad que tenemos en Chile, de no permitir que el comunismo despiadado continúe solapadamente pretendiendo invadir el alma de nuestra Patria.

El ejemplo del deber de Hungría (80 mil muertos en una sola noche) será el que inspire nuestra acción de patriotas, de cristianos, cuando los acontecimientos así lo requieran de nosotros.

Que Dios siga dándoles fuerzas a ese noble pueblo húngaro y, mediante su ayuda, alcance pronto la vida de libertad, de respeto, de dignidad, de paz y de amor que tanto anhelan.

Nada más, señor Presidente.

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