Labor Parlamentaria
Participaciones
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Antecedentes
- Senado
- Sesión Especial N° 38
- Celebrada el 28 de julio de 1966
- Legislatura Ordinaria año 1966
Índice
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El señor
En la Comisión de Relaciones Exteriores, señor Presidente y Honorable Senado, se manifestaron esta tarde profundas reservas acerca del viaje de Su Excelencia el Presidente de la República a Bogotá, que estamos debatiendo en esta sesión. También el Senador que habla manifestó sus inquietudes en esta materia, en problemas de forma y de fondo.
Todavía no me explico bien por qué se hace trabajar al Senado con el pie en el acelerador, pidiéndole en el día de ayer, a última hora, si mal no recuerdo, la concesión del permiso para que el Presidente pueda ausentarse del territorio nacional y concurrir a una conferencia internacional. Ayer hubo una reunión de Comités que, con espíritu perfectamente tolerante y de colaboración, pensó que era bastante rápido darle el trámite que permitiera terminar en la semana próxima con esta diligencia y resolver sobre el permiso al Presidente de la República. Sin embargo, hubo nuevas gestiones; se hizo una nueva reunión de Comités hoy en la tarde y ahora estamos abocados a definirnos sobre esta materia.
Encontraría bueno el procedimiento si el Presidente de la República tuviera que ausentarse mañana, porque la reunión comienza en 24 ó 48 horas, pero la verdad es que esa conferencia se inicia el 14 de agosto y, por lo tanto, nos separan de ella 17 días. Habría sido más normal, a mi juicio, haber presentado con la debida anticipación la solicitud de permiso para que el Presidente de la República pueda ausentarse del territorio nacional, conforme a lo que prescribe la Constitución, y haber tratado este asunto con la debida calma. Sin embargo, se ha pedido al Senado que resuelva en 24 horas, en circunstancias de que no es un asunto muy simple.
Quisiera solicitar al señor Ministro de Relaciones Exteriores que en ocasiones futuras, semejantes a ésta, el Gobierno solicite la autorización para que el Presidente de la República pueda ausentarse del país con la anticipación que lo ha hecho ahora, pero que no nos someta a la obligación de despachar el permiso en 24 horas, si todavía quedan más de dos semanas para la partida del Primer Mandatario.
Ahora quiero pasar a los problemas de fondo, de contenido.
Quizás pueda resultar un tanto extraño, para personas que no conozcan en profundidad nuestra vida política, el ambiente manifestado en este debate parlamentario, de arraigado esceptisismo, carente de todo entusiasmo y con la sensación de que se está autorizando un viaje más o menos protocolar, que no redundará en frutos concretos de ninguna naturaleza. Soy también de los que participan de este espíritu.
Se habla de que los Mandatarios en la época contemporánea deben tomar contactos directos. Estoy de acuerdo con ello; pero esta reunión es extraña, semifrustrada, porque inicialmente se imaginó como una conferencia de los Presidentes del Pacífico sudamericano, y ahora, por razones diversas y como si hubieran intervenido en una especie de maleficio los indios jíbaros, se ha achicado, y de cinco Presidente, sólo tres participarán. Más aún, me parece que uno de ellos lo hará en calidad de Presidente electo.
Pienso, además, que estamos viviendo una atmósfera ficticia, que nos hace partir de premisas entusiastamente enarboladas, pero carentes de cimientos reales en la verdad latinoamericana del momento. Me refiero a los objetivos: primero, al de la integración americana y, después, al desarrollo de la ALALC.
Más de una vez hemos dicho que somos partidarios de la unidad latinoamericana, y que, frente a los Estados Unidos del Norte, pensamos siempre en unos Estados Unidos del Sur. Por ahora, como tantas veces se ha dicho, somos los Estados Desunidos del Sur. Y hemos sido desunidos pese al sueño bolivariano, pese al proyecto de los libertadores, porque factores históricos muy fuertes determinaron la atomización de América Latina. Estos factores fueron substancialmente dos: el feudalismo latinoamericano, que hizo que cada país se encastillara dentro de sus fronteras, regido por una oligarquía que, como el señor o el barón feudal de la Edad Media en Europa, basaba en esa división sus posibilidades de dominio sobre un país determinado. El otro hecho que sembró la división, como una herencia maldita para América latina, fue la llamada doctrina Monroe, en la cual se expresa la idea del destino manifiesto de Estados Unidos como potencia, para la cual el continente americano era su patio trasero, el campo de expansión. Esta es la doctrina oficial del Departamento de Estado, que se fue extendiendo en círculos crecientes. Al principio se habló sólo de Méjico, y la mitad del territorio de ese país le fue arrebatada. Luego se habló del Caribe; después, de América toda y ahora, el destino manifiesto norteamericano planea sobre el mundo entero.
Por eso, hablar de integración latinoamericana, teniendo los dos factores de división dentro de la casa o arriba de ella, en condiciones de gran tutor o de gendarme de nuestro continente, me parece una bella utopía.
Se ha hablado también de integración como posibilidad de desarrollar a nuestros países y sacar a los pueblos de la miseria sin hacer los cambios profundos obligatorios para impulsar a nuestras naciones por la senda del progreso. En verdad, se ofrece la integración como sustituto, como reemplazo de lo que nosotros concebimos como revolución, y la realidad es que, a nuestro juicio, no podrá haber integración si primero no se remueven estos dos factores que están vivos y siguen dominando. Por lo tanto, la integración nos parece por el momento una utopía.
Las conversaciones con los Presidentes de Colombia y Venezuela, por desgracia, significarán muy poco para el interés nacional. Posiblemente, alguna voluntad simpática en el momento de plantear ante un organismo internacional un problema difícil para Chile, desde el punto de vista de los límites. Pero en lo grande, en cuanto a la integración, en cuanto al financiamiento de la reforma agraria, en lo relativo al aprovechamiento de una Alianza para el Progreso que en el hecho ha sido desahuciada por sus propios herederos -no digo ya su padre, porque fue asesinado-, me parece que no corresponde a una posibilidad real.
Por eso, en la Comisión de Relaciones Exteriores nos manifestamos profundamente renuentes a que se realizara este viaje.
Ha intervenido otro factor sobre el cual no quiero hacer misterio: el hecho de que acordados ya la Conferencia de Bogotá, y el viaje del Presidente de la República, con una autoridad que no podemos reconocer y que la negamos, la Cancillería brasileña, agobiada, como se sabe, por una dictadura militar, emitió una declaración que juzgamos, en el fondo, lesiva para la dignidad nacional, en el sentido de que la celebración de esta Conferencia resultaba poco amistosa para Brasil. Naturalmente, no lo dijo con estas palabras.
Luego sostuvo que estaban en contra de los bloques. Aquí se ha tomado esa declaración como una posibilidad real, como si estuviera avalada o garantizada por una realidad total.
No creo en eso. Brasil, en este momento, es un bloque contradictorio con Argentina. Y digo que es un bloque porque ambos países están hermanados por el origen espurio de sus gobiernos; y que es contradictorio, porque ambos "gorilismos", que en el fondo tienen la solidaridad de los regímenes defacto están, sin embargo, divididos por esa fuerza interna que, para prestigiarse ante la opinión pública o para justificarse como tales, los obliga a ofrecer a esa opinión una posibilidad imperial, de señorear sobre una América latina que sería demasiado pequeña para repartirla entre ellos.
Pero hay una potencia común que, en momentos de dificultad para sus intereses, los reconcilia; es la misma que presta dinero a Brasil y a Argentina, y los arma ; la misma que presta también dinero a Chile, porque, como dijo el Honorable señor Corbalán, para los Estados Unidos es indiferente qué clase de Gobierno exis-
ta en los distintos países. Sólo le interesa que sea un Gobierno más o menos incondicional, que establezca una garantía respecto de las inversiones americanas y las posiciones políticas que el país del Norte adopte en el plano internacional.
No deseo prolongar mucho más mis palabras, pero estimo que si el Presidente Frei tiene alguna razón para concurrir a esa reunión, ella es la necesidad de que nuestro país no aparezca cediendo, ni por asomo, a la presión política.
En lo demás, estamos conscientes de que será un viaje sin frutos apreciables, por no emplear una expresión que pudiera resultar peyorativa. También me sumo a las expresiones formuladas por el Honorable señor Corbalán, en la esperanza de que no se salga de la agenda trazada para convertirla en una especie de pre-Conferencía o de ejecución preparatoria del encuentro de los Presidentes de América o de América latina donde se vayan a debatir problemas de carácter político.
Considero que hay muchas amenazas en Latinoamérica contra su independencia, contra la autodeterminación de las naciones.
Está presente el problema del anuncio formulado por ese Mandatario espurio, que no es sino un palo blanco, una marioneta de la familia Somoza, el Presidente nicaragüense Schick, quien dijo, con todo desparpajo en Washington, después de conversar con Johnson, que ofrece su país para que sea trampolín y campo de operación para invadir a la República Cubana.
También nos inspira cuidado la declaración formulada por el Secretario de Defensa de los Estados Unidos, representante directo del Pentágono y hombre directamente asociado con Johnson en la gran carnicería del Vietnam, Me Namara, quien manifestó hace pocos días que no le complacía en absoluto lo que estaba aconteciendo en América latina; que, en su
concepto, los organismos existentes eran del todo insuficientes; que patrocinaba para Latinoamérica la formación de un organismo semajante a la OTAN, en Europa; es decir, una fuerza militar, un ejército interamericano -de él se ha hablado muchas veces-, bajo las órdenes de un general norteamericano, tal como lo han hecho en Europa; que sea la fuerza disuasiva, no para defender a los países contra enemigos que no divisamos en el plano bélico, sino para servir de tropas coloniales que Estados Unidos pueda llevar en un momento determinado al Vietnam, o para invadir a Cuba o aplastar a cualquier nación que se atreva a dar un paso más adelante en el camino de su independencia, con desagrado de los intereses del imperialismo norteamericano.
Tenemos nuestras reservas y también desconfianza, porque se recordó aquí que el Presidente Frei, pese a darse relativa seguridad de que no se prestaría a esa tragicomedia de la siembra de la guerra fría que se quiere transformar en guerra caliente, protagonizó, como tantas personas sin importancia en el mundo, la escena del muro de Berlín. Eso no habla muy alto de la dignidad moral de nuestro país. No lo enaltece.
Los miembros de la Comisión conocen nuestra profunda resistencia a este tema, conocen perfectamente nuestro pensamiento sobre la materia. Lo que allí dijimos no lo queremos repetir aquí.
No podré emitir mi voto por estar pareado, pero en razón de que Chile no debe arrodillarse ante una presión "gorila" y visto también que la Constitución entrega al Presidente de la República la responsabilidad en la conducción de las relaciones internacionales, concurrimos a la autorización. Pero es una autorización dada con las profundas reservas expresadas.
Estimo que en lo futuro las cosas deben pensarse mejor. Sería conveniente, cuan-
do el Presidente de la República se compromete a concurrir a una conferencia -porque no es, sencillamente, la visita a un Mandatario singular-, que estos hechos puedan meditarse suficientemente, incluso, consultarse con cierta anticipación. Me parece que la Comisión de Relaciones del Senado no puede ser un simple buzón al cual se le pone franqueo "expreso" para que tenga necesariamente que evacuar un informe favorable bajo circunstancias de emergencia que no son tales, dentro de un plazo tan imperioso y urgente.