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Antecedentes
  • Cámara de Diputados
  • Sesión Especial N° 27
  • Celebrada el
  • Legislatura Ordinaria año 1968
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Intervención
OCUPACION DE LA REPUBLICA SOCIALISTA DE CHECOSLOVAQUIA, POR TROPAS SOVIETICAS

Autores

El señor MAIRA.-

Señor Presidente, como mi colega Sergio Fernández, quisiera hablar esta noche en nombre de quienes sienten en lo íntimo, en el fondo del alma, los acontecimientos que hoy día, en la presencia del pueblo de Checoslovaquia, desgarran una vez más a la humanidad entera; de quienes creíamos que éramos nosotros los que teníamos el privilegio de ser testigos del fin de una era en la política y las relaciones internacionales; el fin del esquema de alineamiento que la humanidad recibió al término de la segunda guerra mundial y que significó, a la vuelta de unos pocos años, la acumulación del más grande poder que haya existido en la historia humana en manos de dos naciones antagónicas, que hacían de cabeza de dos sistemas irreconciliables; el fin de aquello que se conoció bajo la denominación de vigencia de la política de bloque y que determinó para los pueblos pobres y pequeños; de Africa, Asia y América Latina el papel de peones en el tablero de ajedrez de la política mundial, en una época jalonada de constantes tensiones, cuyos episodios se sucedían en distintos puntos del mundo que lo amenazaban por entero, en etapas que se llamaron Berlín y bloqueo de 1949, Guerra de Corea, Guerra de Indochina, problema de Yugoslavia, problema húngaro, crisis de Cuba, Guerra de Vietnam; época en que, en nombre de distintos principios, se alineó a los diferentes sectores del mundo, a los países de todos los continentes, en torno de diversos lazos jurídicos que crearon, en el fondo, verdaderos compromisos militares.

Chile conoció esa era en carne propia, a través del pacto militar bilateral que debió suscribir con los Estados Unidos de Norteamérica y, más ampliamente, por la suscripción del Tratado de Asistencia Recíproca de Río de Janeiro, en el año 1947.

En Europa Occidental, el precio del Plan Marshall fue, en último término, la constitución y organización del Tratado del Atlántico Norte; y más allá, la organización económica que fueron estructurando los países de la Europa socialista estaba también vinculada por un compromiso jurídico, respaldando el sistema militar que se suscribió en el año 1955, conocido corrientemente con el nombre de Pacto de Varsovia.

Esa época de tensiones, de inquietudes permanentes, de sobresaltos para toda la humanidad, parecía superada, parecía un momento clausurado en la evolución de la humanidad. Alguien dijo la frase que parecía exacta y justa, que "de la guerra fría sin fin habíamos llegado al fin de la guerra fría." En ese instante, nuevas esperanzas se abrieron para los pueblos coloniales de Asia, Africa, y para los pueblos jóvenes de América Latina. Era la oportunidad para construir de nuevo, como una fórmula viable, un destino de desarrollo nacional. Era la posibilidad para no seguir defendiéndose sólo a través de abstractos principios jurídicos, que era el único resguardo de estos pueblos, sino también para pensar, como una fórmula posible, en la alternativa de construir un desarrollo dinámico, acelerado, liberador, independiente: una real expresión de soberanía nacional. Era la oportunidad para que de uno y otro lado de la ayer llamada "Cortina de Hierro", aflorara un conjunto de experiencias diversas, capaces de expresar, en distintos desarrollos históricos, las posibilidades del pensamiento socialista, en el caso de los países de la Europa Oriental. Y todo un conjunto de temores, todo un conjunto de consignas que envenenaron la convivencia humana, parecía, señores Diputados, que quedaba atrás. La Unión Soviética proclamaba oficialmente, desde el XXII Congreso de los partidos comunistas, la tesis de la coexistencia pacífica; y salvo algunos episodios aislados, la defendían de ahí en adelante. Consecuentemente explicaban al mundo entero que una época oscura, que duró muchos años y significó el terror y la eliminación física de muchos seres que discrepaban en la interpretación del pensamiento socialista, aquella que se vivió bajo Stalin, era ahora un resabio del pasado, era ahora lo que se comprendía como un inconveniente, era ahora sólo una experiencia de la que se tomaba conciencia por el pueblo y los dirigentes del Partido Comunista de la Unión Soviética y que no se volvería a repetir en adelante.

Eso lo oímos todos. Esa fue la explicación bajo la cual floreció el llamado "Proceso de liberación de la Europa Socialista", proceso desgarrado muchas veces por lo que Paul Baran llamó "el gran debate": el conflicto chinosoviético; proceso comprometido hoy día por la estrategia que pueda tener la gestación de un tercer mundo en el movimiento comunista, con Fidel Castro, con OLAS, con la posibilidad de una estrategia propia para las guerrillas latinoamericanas; proceso discutible, comprometido, con sobresaltos; pero que, en definitiva, desde el punto de vista de la consecuencia que parecían explicar los nuevos dirigentes de la Unión Soviética al mundo entero, señala una manera de expresar las esperanzas de que ahí habría también una contribución al proceso de la paz mundial, al proceso de la vida, de la coexistencia y desarrollo independiente y pacífico de todos los pueblos.

Por eso, ya no eran los destinos nacionales un hecho controvertible. Por eso, los principios que ayer se usaban para fortalecer el alineamiento militar y político, en contravención con la libre determinación de los pueblos y la autonomía nacional ahora parecían ser realmente pilares de una nueva convivencia. Y así se produjo en Europa Oriental un proceso de avance y de diversificación del socialismo. Así se produjo en la Europa Occidental, a través de los partidos marxistas, un proceso de maduración que se expresara a partir del Partido Comunista de Italia en la doctrina y en el fenómeno bautizado como "policentrismo".

Así se sabe que ya no habría problemas de alineamiento internacional que envenenaran las relaciones de estos movimientos, sino que podrían ser distintos: el movimiento comunista de los chinos, que hacían un comunismo de los pobres; el de la Unión Soviética, con su desarrollo más avanzado; el de Yugoslavia, con sus experiencias, que a muchos nos resultan muy subyugantes; y las nuevas esperanzas que ponía en marcha Rumania, que llegaba, incluso, pasando por encima de prejuicios y viejos anatemas, a reanudar relaciones diplomáticas con la República Federal Alemana; el proceso de Checoslovaquia, que impulsado por la juventud que hasta ayer no compartía la alineación burocrática del Partido Comunista, pero que hoy día se sentía en un liderato nacional, que Dubcek encarnaba, interpretado por los nuevos dirigentes, dispuestos a construir un destino nacional, se abría paso a la nueva experiencia de nuevos polos, de nuevas alternativas, de nuevos floreceres, para una experiencia diversificada. Esa era la alternativa; ese era el desafío.

Por eso, lo digo con mucha honestidad, los hechos de los últimos meses a muchos nos han golpeado de manera muy dura. La reunión de Cierna, primero, la Declaración del Danubio, en Bratislava, más tarde, abrieron algunas esperanzas; parecieron disipar algunas dudas. Los comentaristas internacionales, incluso, hoy día se muestran sorprendidos de que, después de un relajamiento en la tensión producida en el enfrentamiento de los países de Europa oriental con Checoslovaquia, después de la visita de Ulbricht y de otros gobernantes de Europa oriental, en aparente gesto de amistad y reconciliación con Checoslovaquia, después de darse por satisfechos al término de la Declaración y sin que surjan aparentes explicaciones, hoy día se cambia la política y se vuelve, en un retroceso sin precedentes, a los términos de la guerra fría, a los términos de la agresión, a los términos de la invasión, que parecían definitivamente condenados por todos los hombres libres de la humanidad.

¿Qué antecedentes pueden justificar este retroceso? Tengo aquí algunos comentarios bastante profundos. Algunos dicen que sería el proyecto de nuevo estatuto del Partido Comunista checoslovaco, elaborado por sus actuales dirigentes, que contemplaría experiencia interesante de pluripartidismo en la vida política de ese país, lo que habría, a juicio de algunos, redundado en un debilitamiento del poder directivo del Partido Comunista de Checoslovaquia. A juicio de otros, se trataba de que simplemente el Congreso del Partido Comunista checoslovaco, que debía inaugurarse en tres semanas más, iba a representar de tal manera un respaldo abrumador al nuevo equipo dirigente, encabezado por Dubcek, que de esta manera el proceso podía tornarse aún más contagioso en el ámbito de todos los países de Europa socialista.

Cualquiera que sean los antecedentes, cualquiera que sean los factores, éstos aparecen, señores Diputados, mezquinos, estrechos, oscuros, para justificar el paso atrás, la vuelta al pasado, el retroceso.

Yo creo que los términos mismos del acuerdo suscrito por los países socialistas es lo que se ha violado. Hoy día, en términos jurídicos, ¿cómo conciliar la conducta que actualmente mantiene la Unión Soviética con el artículo 1º del Pacto firmado en Varsovia el 14 de mayo de 1955 por los propios soviéticos, y que dice: "Las partes contratantes se comprometen, conforme a la Carta de la O.N.U., a abstenerse en sus relaciones internacionales de las amenazas de violencia o de la aplicación de ésta, y a resolver sus litigios internacionales por medios pacíficos de índole que no amenacen la paz y la seguridad internacionales."

En el punto 4º del mismo Pacto se fija un procedimiento en caso de agresión externa, que también quiero leer: "En caso de agresión armada en Europa contra uno o varios de los Estados signatarios por parte de cualquier Estado o de un grupo de Estados, cada Estado signatario, ejerciendo su derecho a la autodefensa individual o colectiva, conforme al artículo 51 de la Carta de la O.N.U., acordará el Estado o Estados víctimas de tal agresión una asistencia inmediata, individualmente o por acuerdo con los otros Estados signatarios, por todos los medios que le parezcan necesarios, incluido el empleo de la fuerza armada. Los Estados partes en el Tratado se consultarán inmediatamente sobre las medidas colectivas a adoptar, con el fin de restablecer y mantener la paz y la seguridad internacionales. Las medidas tomadas sobre la base de este artículo se comunicarán al Consejo de Seguridad conforme a las disposiciones de la carta de la O.N.U. Acabarán desde que el Consejo de Seguridad haya adoptado las medidas necesarias para el restablecimiento de la paz y de la seguridad internacionales."

Es decir, conforme a este procedimiento, no era posible actuar por el camino que se ha usuado en contra de Checoslovaquia. Conforme con el procedimiento descrito, hoy día se trata a Checoslovaquia, país socialista y dirigido por un Partido Comunista, con métodos más duros, más violentos, más drásticos que los que el propio Pacto de Varsovia contempla en contra de terceros países agresores. Eso es lo que hoy día inquieta: ver cómo se borra de una plumada todo un conjunto de actos, toda una política que alentaba la posibilidad de pensar realmente en la honestidad de la tesis de la coexistencia pacífica, haciendo desaparecer todos los esfuerzos que parecían existir en torno de conseguir que en el mundo entero la paz fuera realmente la condición objetiva para permitir el desarrollo, romper la miseria, el estancamiento y la dependencia.

No es, señores Diputados -lo sabemos muy bien-, el socialismo el que hoy está en tela de juicio en Checoslovaquia. Es, por desgracia, el renacer de tendencias superadas; es la vuelta a un militarismo estrecho, es un paso hacia atrás que puede llevarnos de nuevo a la política de bloques; es una vuelta atrás que nosotros miramos como un hecho particularmente grave. Porque si hoy no se tiene la entereza de levantar la voz; si hoy se callan y se validan los hechos que ocurren en Checoslovaquia, mañana no habrá autoridad moral alguna para levantar la voz ante una nueva invasión, como la de Santo Domingo; mañana no habrá autoridad moral para exigir en América Latina la libertad y la independencia de los procesos que libremente acuerde cada país; mañana no habrá posibilidad para construir, fuera de la égida del país dominante en esta área del mundo -fuera de la égida norteamericana- un proceso de desarrollo que no sea ortodoxo en relación con el pensamiento dominante de esa nación.

Hoy viene un desafío a la conciencia, al alma, a la vocación de quienes han proclamado tantas veces una voluntad antimperialista. Y el antimperialismo en América Latina será posible en la medida en que hoy día se revaliden, con caracteres auténticos de principios universales, las de la libre autodeterminación de los pueblos, de la no intervención extranjera en los asuntos internos de cada país y, al mismo tiempo, se afirme ahora que en el mundo socialista también puede haber y florecer una experiencia distinta de desarrollo nacional; que Yugoslavia no fue una herejía; que el movimiento socialista de 1957 tampoco fue una herejía, y que también puede existir en esa parte del mundo un sistema de gobierno que se fundamente en el apoyo de bloques militares, que son los que ponen en peligro la coexistencia pacífica de los pueblos.

Eso es, señores Diputados, lo que nos preocupa a nosotros, los cristianos, que habíamos visto con esperanzas la apertura del socialismo; que entendemos la palabra socialismo no como término herético, sino como una palabra de posibilidad, dentro de múltiples conceptos, del desarrollo histórico.

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