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Homenaje
HOMENAJE A PABLO NERUDA, PREMIO NOBEL DE LITERATURA DE 1971.

Autores

El señor SEPULVEDA.-

Señor Presidente:

En nombre del Partido Socialista, y con profunda satisfacción personal, levanto mi voz para rendir un justo y legítimo homenaje al gran poeta chileno y universal, a Pablo Neruda.

No lo hago sin declarar con sinceridad que al tener que referirme al vate me siento amilanado, temeroso de caer en una hueca apología o quedarme distante hasta de su sombra.

Es que su universalidad es tan inmensa; tan profundo su sentido de la vida; expresa tan tierna o reciamente al hombre en sus grandezas, en sus luchas, en sus pasiones y en sus de debilidades; se eleva tan alto en la epopeya o en el amor o en su canto a la cebolla, al aire o al alambre de púas; en su "Yo acuso al tirano traidor", o en "Saludo a la bomba de 50 megatones", o en "Saludo a la Revolución Cubana". Y todo esto envuelto en la magia de una forma personalísima, sonora, de cadencias telúricas, de ritmos misteriosos.

Referirse a él, si no se sabe volar, es reducirlo, hacer con él lo que el poeta no quiere que hagan con el aire, cuando pide que no lo aprisionen, que no lo entuben. Quisiera no aprisionarlo en palabras que nieguen su vuelo cósmico; quisiera no entubarlo en términos que asfixien su espíritu panteísta.

Yo podría haber traído aquí un discurso ajeno, magnífico, haberme vestido con galas ajenas, como tan a menudo se acostumbra en esta Sala. Me habría ahorrado tiempo y quizás, también, me habría lucido en la publicación. Pero me habría sentido pequeño, diminuto. He preferido las palabras simples que he podido dar de mí mismo en las pocas horas que sólo esta mañana me fue posible dedicar a mi intervención.

En general, los poetas y los artistas no siempre han recibido en vida los honores merecidos por su obra. Sabemos que en las sociedades clasistas, que se asientan en un sentido egoísta de la vida, la poesía no es un instrumento de lucro. Por ello, esas sociedades no siempre entregan al artista las posibilidades de subsistencia y desarrollo pleno, y mucho menos valoran el papel que desempeñan en sus verdaderos alcances.

Por suerte para Chile y para el mundo -porque Neruda pertenece a este último-, en este caso no ha ocurrido así. La tardanza en el otorgamiento del Premio Nobel tenía en mora a este último con Pablo Neruda, con la poesía en sí misma, y no al revés.

Neruda ya estaba consagrado. Sin embargo, la consagración de un hombre, entre sus muchas facetas, tiene una cara de alabanza. No siempre Neruda recibió elogios. Aparte la envidia pequeña que repta en los medios propios de los artistas, hemos visto esa otra odiosidad o, por lo menos, esa lamentación reaccionaria, por la militancia de Neruda.

Lo hubiesen querido anodino, encerrado en una torre de marfil, lucubrando sobre pedrerías y simbolismos floridos, ajeno al sufrimiento, a la sangre, al combate y al amor del hombre real, de carne y hueso. Hoy, frente al reconocimiento mundial, guardan sus reservas, como ocultan otras frente a un pueblo chileno en marcha hacia su liberación.

No importa que los menos se hundan "en el pequeño abismo" de que hablaba José Domingo Gómez Rojas, ese otro gran poeta, que la reacción chilena asesinó a temprana edad. No empañemos la alegría. Se ha hecho justicia.

Y junto con hacer justicia a nuestro poeta, este galardón ha venido a hacer justicia al pueblo de Chile. Porque siendo Pablo Neruda un poeta del mundo, lo es especialmente nuestro.

Su canto está fundido a las tierras lluviosas del Sur, a sus bosques incendiados, a "inviernos desbordados", a su casa "donde el agua cavaba hondas derrotas", a las luchas de los mineros, a la nostalgia de los marineros, al dolor del proletario anónimo; está unido a Lautaro, a O'Higgins, a los Carrera, a Manuel Rodríguez, "apareciendo en Pomaire". De aquí, de Chile, de nuestra tierra, de nuestra gente, se eleva a todas las dimensiones, baja a todas las profundidades, recorre todas las vastedades.

Se habla del Neruda del amor de la primera época, del Neruda político y militante comunista, del Neruda de la madurez. Para analizarlo, podemos separarlo, pero ¿quién puede romper el hilo de su fuerza creadora que une toda su existencia? ¿Quién puede separar su imaginación desbordante, su ternura o su dolor? ¿Quién puede decir que no es el mismo, y otro a la vez, cuando habla del amor o de la huelga? Veamos, cuando dice:

"fui más allá del oro: entré en la huelga

Allí duraba el hilo delicado

que une a los seres, allí la cinta pura

del hombre estaba viva.

La muerte los mordía el oro, ácidos dientes y veneno estiraba hacia ellos, pero el pueblo puso sus pedernales en la puerta fue terrón solitario que dejaba transcurrir la ternura y el combate como dos aguas paralelas,

hilos

de las raíces, olas de la estirpe.

Vi la huelga en los brazos reunidos que apartan el desvelo y en una pausa trémula de lucha vi por primera vez lo único vivo: la unidad de la vida de los hombres."

En esa "fraternidad del pan escaso" encuentra, por fin, "la fundación perdida, la remota ciudad de la ternura". Aquí está el amor transfigurado.

No intentemos, entonces, desdoblar al hombre, cuando el hombre arranca su clamor desde su raíz misma; raíz a veces do- lorosa, otras, alegre o lujuriosa. En fin, siempre multifacética, pero integral, aun en sus loas a fuegos fatuos, que no han faltado en su inmensa producción.

Pero quién mejor que él mismo lo dice:

"Libro común de un hombre, pan abierto es esta geografía de mi canto y una comunidad de labradores alguna vez recogerá su fuego y sembrará sus llamas y sus hojas otra vez en la nave de la tierra. Y nacerá de nuevo esta palabra tal vez en otro tiempo sin dolores sin las impuras hebras que adhirieron negras vegetaciones en mi canto,

y otra vez en la altura estará ardiendo mi corazón quemante y estrellado."

Pablo Neruda es nuestro y es de todos, ñero es orgullo que precisamente ahora, cuando el poeta, fuera de haber dado a las letras hispanas millares de páginas indelebles, ha afianzado en ellas y amalgamado su amor al hombre, a la naturaleza, a la vida y al socialismo. Cuando más allá de su lírica, y con ella como espada, se transforma en expresión de lucha y definición, cuando ha sido un factor de unidad y triunfo del pueblo, cuando representa con brillo a los trabajadores y a Chile Nuevo en Francia, es orgullo -repito- que precisamente ahora sea Premio Nobel. Es orgullo para Chile y honra para los pueblos progresistas.

Junto con hacer llegar esta mañana nuestras felicitaciones a Pablo Neruda por su formal consagración histórica, hacemos llegar también al Partido Comunista de Chile, nuestra colectividad hermana, nuestro saludo y nuestra felicitación por contar en sus filas a tan insigne hombre del mundo y de siempre.

He dicho.

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