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Antecedentes
  • Senado
  • Sesión Especial N° 30
  • Celebrada el
  • Legislatura Ordinaria año 1972
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Intervención
CONTROL DE ARMAS POR FUERZAS ARMADAS. MODIFICACION DE LEY DE SEGURIDAD INTERIOR DEL ESTADO.

Autores

El señor PALMA (Presidente).-

Ofrezco la palabra.

El señor GARCIA.-

La pidió el Honorable señor Teitelboim, y a continuación, el Senador que habla.

El señor PALMA (Presidente).-

Tiene la palabra el Honorable señor Teitelboim.

El señor TEITELBOIM.-

Agradezco al Honorable señor García la diferencia que ha tenido de soplar a la Mesa que yo tenía ganas de hablar.

El señor GARCIA.-

Así somos. En nuestro partido, por lo menos, tenemos eso: la educación.

El señor TEITELBOIM.-

Algunos; no todos.

Señor Presidente, el proyecto que modifica diversas disposiciones de la ley Nº 12.927, de Seguridad Interior del Estado, ha sido producto de una situación de hecho creada en el país. Tiene por objeto prohibir la posesión y tenencia de armas de fuego, como ametralladoras, subametralladoras y cualquiera otra de mayor poder destructor, como también la de artefactos fabricados, sobre la base de gases asfixiantes, venenosos, lacrimógenas, paralizantes, etcétera. También establece como una obligación el permiso, sin excepciones, para portar y usar armas de fuego.

Un fenómeno nuevo.

Sin duda, en los últimos tiempos hemos venido conociendo en el país una tendencia creciente a la internación, a la posesión de armas y a la creación de grupos armados. Varias veces hemos subrayado que es un fenómeno que cobró vuelo sobre todo a partir del 4 de septiembre de 1970, a raíz del triunfo de Salvador Allende, de la Unidad Popular. Y es un fenómeno que se desarrolló precisamente por aquellos que no podían perdonar ni aceptar el triunfo legítimo en las urnas de un Presidente que representa un programa de cambios profundos en la estructura del país. Esto fue alimentado desde fuera y desde dentro por aquellos que habiendo mil veces declarado una platónica adhesión a la Constitución, a la ley, a la libertad, a la democracia, al respeto de la vida y de los derechos humanos, quemaron todos los ídolos que adoraban el día anterior, ante los cuales se habían prosternado en cada discurso durante más de un siglo, para entregarse de lleno a la violencia.

La violencia en Chile del siglo XX tiene por introductor, por padre, al imperialismo, y a la ultraderecha, por madre. Porque ¿cuántas veces el pueblo perdió elecciones presidenciales? Las perdió casi siempre, salvo en 1970. Sin embargo, después del triunfo del candidato de Derecha o de Centro nunca un hombre de Izquierda asesinó a un Comandante en Jefe del Ejército, ni comenzó a lanzar bombas al amparo de la noche, ni intentó volar el aeropuerto de Pudahuel, la Bolsa de Comercio, el puente Iquique, como aconteció después de la victoria del candidato de la Unidad Popular, intentando infundir a Chile un sobresalto colectivo por las prácticas terroristas, que jamás había conocido antes. Ya que perdieron en las urnas y ante la ley, ya que el pueblo había ganado pura y limpiamente y Salvador Allende debía ser consagrado en el Congreso Pleno como Presidente de la República, se trataba de hacer saltar todos los carriles de la legalidad, de lograr, mediante el homicidio y el pánico planificado, que Chile dejara de ser Chile, de convertirlo en un país que no era ni es Guatemala, en una nación donde las contiendas políticas no se sellan con sangre ni con guerra civil, sino por decisiones constitucionales y mayoritarias de la ciudadanía.

Las cartas de la infamia.

Fueron la Derecha y el imperialismo los que inauguraron en Chile el clima de violencia, el terror planificado, el asesinato. Necesitaban crear una atmósfera de anormalidad, llenar de angustia y de espanto a la ciudadanía. Y lo hicieron de manera despiadada. Cuando se dieron cuenta de su equivocación, de que nunca debieron dudar de que las Fuerzas Armadas chilenas son constitucionalistas y profesionales, de que no se prestarían para la asonada ni intervendrían para santificar los privilegios de aquellos que habían convertido a Chile en una parcela de su propiedad, de su clase y de su casa, entonces no vacilaron ante nada y mataron al Comandante en Jefe del Ejército. Antes y después enviaron cartas, que contenían las clásicas y novelescas tres plumas blancas de la cobardía y de la traición, a los generales y almirantes de este país, porque ellos no se prestaban al juego mortal del golpe de Estado. Tenía la Derecha las manos tintas en sangre y la mente sucia de infamias, como la siguen teniendo hasta ahora.

Chile no es una factoría extranjera.

Señor Presidente, todo esto está plenamente comprobado a la luz de los antecedentes, de la documentación procesal más estricta y, además, de las pruebas fehacientes de origen internacional. Estas últimas se refieren a que grandes empresas extranjeras con cuantiosos intereses en Chile los siguen teniendo aún, como los de la International Telephone and Telegraph habían urdido las mallas de la conspiración para el golpe, para desatar en nuestra patria el crimen político, para recurrir a todos los medios, por tenebrosos que fueran, a fin de evitar lo que para ellos es vital, lo más sagrado y respetable: la expropiación de sus intereses, la pérdida de sus pertenencias a fin de impedir que Chile dejara de ser una especie de factoría donde reinaban en gloria y majestad y amasaban ganancias fabulosas para sus cajas de fondos internacionales.

Un experimento original.

Todo eso quedó establecido. No fueron los comunistas, ni los socialistas, ni la Unidad Popular, ni el Presidente Allende quienes lo denunciaron ante la opinión mundial. Fueron los más importantes diarios de Estados Unidos. Más de 100 órganos de prensa de ese país recogieron la denuncia de un periodista del sistema situado dentro del status norteamericano, que nunca tuvo siquiera una simple veleidad izquierdizante, pero que abrió los ojos al mundo entero mostrando los documentos probatorios, demostrativos que jamás pudieron ser desmentidos por nadie y que fueron avalados por la investigación del Senado norteamericano, de que toda esta urdimbre siniestra venía entretejida desde afuera. Era obra de la tramoya espesa de los intereses internacionales coludidos con los privilegiados de adentro. Hacían éstos causa común con los explotadores de afuera, para tratar que en Chile terminara la posibilidad de un desarrollo político y social sobre bases constitucionales y legales para precipitarla en las sombras destructivas del odio, de la muerte masiva, accionadas desde afuera y apoyadas en cómplices criollos. Su fin era y es impedir aquello que no pueden buenamente aceptar: el hecho de que en nuestra patria se diera comienzo a una revolución dentro de la democracia, la ley y la Constitución, que supusiese, como está suponiendo, el fin de los privilegios foráneos e internos, para convertir este país en una verdadera democracia desde la base en lo económico, en lo político y en lo social, y que, para su horror, abriera paso al socialismo a través de un camino nunca antes ensayado, conforme a las propias reglas del juego que había creado la burguesía en su andar por el desfiladero a ratos estrecho de la democracia, de la libertad y de la Constitución.

Los oráculos augustos.

Señor Presidente, señores Senadores, los augustos demócratas, los eternos predicadores del sermón de la libertad, aquellos que siempre asociaron el socialismo a la caricatura de la dictadura de la violencia, del saltarse a pies juntos la ley y la Constitución, cuando en un país de la Tierra se da el experimento apasionante, de valor histórico internacional, de intentar que la revolución se abra paso en brazos del pueblo respetando incluso las propias reglas del juego creadas por sus explotadores de siempre, ellos, los declamadores sempiternos de la democracia y de la libertad, se han juramentado para impedir que en democracia y en libertad Chile dé un paso adelante.

Ochenta por ciento de la prensa, en cuanto a ejemplares vendidos, está en contra de este experimento, está por los privilegios, está contra la Unidad Popular. ¡Claro, en este país no debió haber existido, según la versión de estos augurios apocalípticos, ni un día de libertad después del 3 de noviembre! ¡Las alambradas de los campos de concentración encerrarían a Chile en una jaula y en una prisión! ¡Y qué soñar! ¡Nunca más habría elecciones! ¡Si lo dijeron mil veces antes del 4 de septiembre! ¡Lo reiteraron en el interregno lúgubre comprendido entre ese día y el 3 de noviembre, fecha en que asumió la Presidencia de la República Salvador Allende!

Nunca más elecciones.

¿Elecciones? ¡Qué sueño! ¡Nunca más!

Y resulta que nunca ha habido más elecciones en Chile que en este período en que gobierna la Unidad Popular. Han sido comicios complementarios. El primero, para ocupar la vacante de Senador por la Décima Agrupación dejada por el Presidente de la República recién elegido, lo ganó Adonis Sepúlveda, compañero socialista y representante de la Unidad Popular. Luego, en medio de esta tiranía atroz, indescriptible, en Valparaíso triunfa el candidato de la Derecha. Igual ocurre después en O’Higgins y Colchagua, y el mismo día en Linares, ¿pero qué tiene que ver esto con el esquema anunciado como fatal e inevitable por aquellos que decían que la libertad no iba a vivir un día más? En Chile la libertad está viva, saludable, rozagante. Pensaron que a la sombra de ella todo el país se pronunciaría en contra de la Unidad Popular, que tan limpio había jugado y a la que tan mal se le correspondía en su fervor de libertad y de democracia, por parte de los falsarios que se llenaron la boca durante siglos, hablando de una democracia y una libertad muy buena cuando la manejan ellos, pero perversa si atenta contra la santidad de su divinidad suprema, el bolsillo; libertad y democracia que condenan con las voces más airadas y están dispuestos a acribillarla a tiros si esa santidad es retirada del altar para reemplazarla, no por el becerro de oro, sino por los cambios, por la justicia social, por el cumplimiento de un programa revolucionario.

La Derecha anunció su victoria, en Coquimbo.

Señor Presidente, acabamos de vivir una elección más en el plano parlamentario, porque hay mil elecciones en este país. Como el Presidente lo recordó, todos los días hay alguna elección, porque la democracia está actuando, absolutamente vigente, en el plano estudiantil, universitario, sindical, en cualquier terreno.

El domingo se celebró la elección en Coquimbo. La Derecha estaba absolutamente segura del triunfo. Lo dijo con todas sus letras. Ahora, después de la derrota, anunciaron que sabían que iban a perder. No es verdad; se trata de una frase pronunciada no en vísperas, sino después de la batalla; arreglada.

Aquí hay algunos titulares de los últimos días previos a la elección. El diario La Prensa decía: Dirigentes de la Oposición: esperamos confiados el triunfo de Poblete. Oposición: ganaremos. Poblete obtendrá el 55% de la votación, dijo Belisario Velasco.

Por su parte El Mercurio expresó: Optimista declaración de los jefes de la Oposición. Su fe en el triunfo ratificó Poblete.

La Segunda dijo: Con las noticias de mañana o sea daba supuestamente la noticia del día domingo Poblete puede obtener el 70% de la votación.

PEC: 52% para la Oposición.

El banquete que se enfrió.

¡Estaban seguros! ¡Si hasta los banquetes quedaron ordenados en el Hotel Turismo, de La Serena! ¡Dejaron la mesa puesta la noche del domingo 16 de julio! Y en lugar de la euforia triunfal, que ratificara su opinión, porque creían que éste era pan comido, lo único que pudieron hacer muchos de ellos fue volver, quebrando records de velocidad en automóvil, desde las ciudades o pueblos de Coquimbo, de regreso a la capital.

El mismo día de la elección, el domingo 16, El Mercurio...

El señor HAMILTON.-

El Honorable señor Reyes anota que esas personas volvieron en autos propios y no en camionetas fiscales.

El señor TEITELBOIM.-

No sé a qué se está refiriendo Su Señoría, porque no tenemos nada que ver con camionetas fiscales.

Por lo demás, el Honorable señor Reyes no debe conjurar fantasmas, porque en ese terreno y en ese camino... ¡Son diabluras del señor Hamilton, el hermanito del diablo...! ¡El diablo es el Honorable señor Moreno...! ¡Los dos son hermanos!

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