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Antecedentes
  • Senado
  • Sesión Especial N° 3
  • Celebrada el
  • Legislatura Ordinaria año 1973
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Intervención
ANALISIS DEL MENSAJE PRESIDENCIAL.

Autores

El señor AYLWIN.-

No quisiera alargarme demasiado, pero no debo dejar pasar en silencio la observación del Honorable señor Montes.

He planteado las condiciones indispensables para el diálogo democrático, y he expresado que, en realidad, ellas no se darán mientras se mantengan las campañas de odios, el desprestigio a las personas, los insultos, el afán de desconocer las atribuciones de los otros poderes públicos, la discriminación permanente entre los chilenos, y mientras el señor Presidente de la República plantee al país que la única manera de salvar la democracia y mantener la paz civil es aceptar nuestro programa, nuestro modelo, y la forma como nosotros estamos actuando. Asimismo, he señalado que si el Primer Mandatario y los partidos que lo apoyan son sinceros en la expresión de un anhelo de diálogo democrático para salvar la convivencia entre los chilenos, tienen que dar el testimonio de su voluntad de hacerlo con algunos hechos, con algunas rectificaciones que son indispensables.

En segundo lugar, he declarado que en el discurso del señor Presidente de la República sólo se reconocen cuatro responsabilidades del Gobierno y que, en cambio, de todo se echa la culpa a la Oposición o a otros factores. Y dije expresamente que los democratacristianos no desconocemos los obstáculos que debe enfrentar todo proceso revolucionario, derivados de la resistencia de los intereses creados; pero agregué que es hacer una caricatura y es desconocer la realidad que vive Chile el hecho de atribuir, como lo hace continuamente la propaganda oficialista, como se lee todos los días en los diarios del Gobierno o de los partidos que lo apoyan y como lo repite el Jefe del Estado, todos los males que está viviendo Chile a una herencia del pasado o al fruto de la acción nefasta de intereses imperialistas, capitalistas, monopólicos u oligárquicos vinculados a la CIA, a los consorcios internacionales o a mezquinos intereses. Por ello, he creído conveniente plantear la otra cara de la medalla.

A mi juicio, cada cual debe asumir su responsabilidad; pero yo no he venido aquí a hacer una confesión de culpas. Como presidente de un partido de Oposición, he venido a plantear en un debate elevado los vacíos del mensaje presidencial y las culpas del Gobierno, que éste no reconoce e ignora, y que el Honorable señor Zaldívar abordará más en profundidad en todo lo relativo al plano económico, donde, en mi opinión, son mayores aún.

Reitero: los democratacristianos creemos que la responsabilidad de mantener la paz civil y la convivencia democrática corresponde a todos los chilenos. El Gobierno no puede reclamar a los demás que cedan, si él por su parte no lo hace. Nosotros no necesitamos reafirmar ante el país nuestra invariable trayectoria democrática, nuestra devoción al régimen institucional, nuestra vocación libertaria y nuestra repulsa a la violencia. Todo Chile las conoce. Hemos dado testimonio de ellas a través de 30 años de actuación política y, consecuentemente, no rehuimos la tarea que desde la Oposición nos corresponde; pero exigimos que el Gobierno empiece por cumplir la suya.

A nuestro parecer, el problema que vive Chile no es si avanza o si retrocede. Consiste en si avanza bien y en libertad, o si para intentar un avance debe sufrir el costo de un desastre económico o de una tiranía.

El Primer Mandatario habló varias veces en su mensaje de participación, de la que dijo textualmente: no es una dádiva; es un derecho. Así lo entendemos los democratacristianos y, por eso, exigimos que ese derecho que es de todos y no de unos pocos, sea efectivamente reconocido a todos. En el hecho, el oficialismo lo niega a quienes discrepan y procura implantar un remedo de participación impuesto desde arriba y políticamente incondicional. Por eso pretende destruir y dividir a las organizaciones comunitarias que no logra controlar. Y allí está el caso de la CUT, de FENATS, de la Federación de Estudiantes, de la FESES, de organizaciones campesinas y de juntas de vecinos. A aquellos organismos de participación comunitaria donde el Gobierno no ejerce control, procura quebrarlos y asfixiarlos, y no vacila en dividirlos y en levantar instituciones paralelas. Este no es ejemplo de participación democrática, sino que es un esquema de imposición totalitaria.

Lo que está en juego en este instante y compromete no sólo el bienestar y tranquilidad de los chilenos y la suerte de nuestra democracia, sino también el destino mismo de Chile es si se insiste tercamente en implantar en nuestra patria un modelo de socialización estatista, burocrático, centralizado y de claro contenido totalitario, reñido con la idiosincrasia de nuestro pueblo, caracterizado por su tremenda ineficiencia y que conduce al país a la ruina, o si se busca un camino de socialización verdaderamente democrático, basado en la participación comunitaria del pueblo libremente organizado, respetuoso del camino de la institucionalidad jurídica, que ponga en juego las mejores energías y capacidades de todos los chilenos para construir una patria realmente justa y próspera. Esto es lo que afirma la Democracia Cristiana. Creemos que frente al modelo totalitario, estatista y burocrático, fracasado en la experiencia mundial de socialización, que pretende imponer la Unidad Popular, cuya ineficiencia es verdaderamente dramática y está sumiendo a los chilenos en la angustia del hambre, es posible anteponer un modelo de socialización que surja del reconocimiento de nuestra institucionalidad democrática y que esté abierto a sus modificaciones por los caminos de la propia institucionalidad, y no haciendo surgir poderes de hecho, como los cordones industriales, pretendiendo convertirlos en nueva institucionalidad; o como los consejos comunales creados para desplazar a las municipalidades; o como las JAP, que pretenden sustituir a las juntas de vecinos. A nuestro juicio, mediante la participación comunitaria es posible un proceso de socialización que haga realidad en Chile la justicia dentro de la democracia y que permita construir una nación de trabajadores verdaderamente libre y próspera.

Por eso rechazamos la imposición gubernativa. Por eso decimos categóricamente ¡no! al planteamiento que el señor Presidente de la República nos ha hecho de que, o aceptamos su modelo o, de lo contrario, estamos empujando al país a la guerra civil. Declaramos que, a la inversa, en la medida en que el Gobierno se empeñe en mantener sus actuales sistemas y métodos y en imponer a espaldas de la voluntad de la mayoría de los chilenos su modelo burocrático y totalitario de socialismo, en la misma medida está empujando al país a la guerra civil.

Nosotros llamamos al Presidente de la República y a los partidos de Gobierno a rectificar el camino de una vez por todas, y también hacemos un llamado a todos los chilenos a asumir su tarea en la lucha por superar la crisis económica y a defender los derechos y libertades democráticos. Nadie puede pretender que nuestros problemas los solucionen otros. Sólo los resolveremos con el esfuerzo conjunto y solidario de cada uno y de todos.

He dicho.

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